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Carta de Chico Diabo Traducida

Carta de Francisco Eusebio Carvalho, alias “Chico Diabo”, traducida al español por Celestino
Rivera, intérprete y traductor oficial del Duque de Caxias. Esta carta-confesión busca echar luz
sobre hechos transcurridos recientemente y de sumo interés para los literatos de Buenos Aires y
Montevideo. Conozcan otras caras de la barbarie.
Algunas zonas del escrito se quemaron, no se sabe si intencional o accidentalmente, falta la
primera página:

“… saliendo del ingenio. Suplantar las 12 horas en el ingenio de azúcar por la tropa parecía una
salida, tenga en cuenta usted que no hay honra en el ingenio ni en la esclavitud; aunque gozara los
beneficios de la libertad de vientre seguía siendo mulato. La alegría de que mi patrón (duque de
Caxias) me ofreciese integrar la tropa y luchar una guerra ya ganada de ante mano, es algo a lo
que no me podía negar (…) Uno no ve la miseria real hasta no entrar al campo, sabe? El estruendo
de los cañones comienzan por darle vigor, una energía incomprensible; hasta no ver a mi hermano
muerto con el cráneo deshecho por una bala no pude borrar mi sonrisa y placer al ver y escuchar
los cañones. Ese mismo día, el que le deshicieron la cabeza a Zéquinha también probé mis
destreza con el sable, también pagué mi torpeza en mi carne, con un sablazo paraguayo en mi
hombro derecho. Recuerdo ese atardecer rojo en Curapayti, viéndolo desde una camilla, en
retirada; en la derrota me bauticé, como se dice, en la guerra (…) Los gritos de un hombre que
deliraba de fiebre no me dejaban dormir, se llamaba Amorin y era sertonejo, al parecer la
infección causada por una bala le estaba por dar el golpe de gracia. Otra lección aprendí, los
cuerpos son frágiles y no reflejan la valentía de los hombres, por más coraje que tuvieran Amorin o
Zéca, los dos son débiles en cuerpo. Hasta el duque si se expusiera al sol en el ingenio o a las balas
en Curupayti sufriría, los rangos no hacen a un hombre de carne y hueso.
Mis siguientes batallas no fueron tan memorables pero entre el fuego, las espadas y las cicatrices
me forjé como cabo, aunque me conocían por ser demasiado benévolo, nunca maté a un
prisionero paraguayo y siempre les di agua (…) El duque de Caxias nos recordaba nuestro sacro
deber, defender al Imperio y la gloria de Don Pedro, frente a la sangrienta dictadura que aplastaba
al pueblo del paraguay, nosotros estábamos liberando a paraguay, por eso nunca maté o violé a
civiles ni prisioneros. Pero la guerra; el cuerpo no responde al alma y mientras ésta se encomienda
a dios y pide paz su cuerpo terrenal se desmiembra por el hierro de la bala y se deshace en golpes
a soldados desarmados y gentes indefensas. Recuerdo un pueblo que tomamos, mitad indígena
mitad cristiana, entre gritos y abucheos nos recibían, no se rendían y entre los alaridos oíamos
“esclavos” y “asesinos”. El duque mandó amordazar y hacer fusilar a todos los hombres mayores
de 12 años, digo y afirmo con entero orgullo que como cabo me opuse (…) Las quemaduras,
golpes, oprobios, duelen más cuando te las da tu seguridad, tu compañía, tu amistad, te deja solo,
despojado. El duque en persona me golpeo, lo hacia para mejorarme y enseñarle al resto también,
que mulato que no sirve al imperio no sirve para nada.
Lloré a solas mientras mis compañeros destruían Asunción, permanecí en las afueras como apoyo,
era considerado un cobarde, un blando. La verdad es que la guerra no me había ablandado, al
contrario, me dejó duro y seco. Quería venganza, mi cuerpo que en los días de júbilo bailaba y
cantaba en las procesiones, quería vengarse; vengarme de tener que haber derramado sangre,
vengarme de abandonar los cielos límpidos por cielos llenos de ceniza y gritos, vengar a mi
hermano, con su cráneo deshecho; quería un culpable. Ya no me interesaba si tenía que matar a
un brasileño, argentino o paraguayo, me daba igual aunque alguien lo iba a pagar, la maldad me
redimiría. Es hasta hoy que cuando siento el filo frío en mi carne, que aunque sea débil, desea
tomarlo para destrozarse en él o destrozar otras carnes (…)
La guerra estaba en su fin y el duque juntó a 4.500 soldados para destruir el último bastión del
ejército del paraguay, en cerro Corá. Mi posibilidad, solo eso buscaba y si hallaba la muerte en
mitad del camino bienvenida sea, le mostraría todos mis dientes. Entre la mata y armado con un
hacha avancé al trote mientras la caballería se adelantaba; en un claro un puñado de personas nos
aguardaba. Mi hacha me liberaba del peso de ser un soldado más, era mi castigo pero también mi
redención no frente al duque ni frente a los otros soldados solamente frente (…) Yo lo quería a él,
solo a él. Entre el tumulto de personas lo buscaba, enfurecido buscaba a mi presa y mi serenidad
en el combate se transformo en ira, hambre, desesperación. La batalla continuaba y los hombres
agotados daban sus últimos golpes; circulando y buscando a mi presa juré que de no encontrarlo
me suicidaría o mataría al duque de Caxias, cuando lo vi. Vestido en su traje azul lleno de
medallas, ya no tenía sable y comía su propia bandera (…)
Dicen que mi grito no fue de este mundo, y frente a mis compañeros atónitos le di mi preciso
hachazo en medio de su cara, abatido cayó, presa del pánico, lo se. Con sonrisa mandinguera
destruí su rostro y mientras su hijo gritaba “un coronel paraguayo jamás se rinde”, le sacaba
diente por diente.
La tropa estupefacta intentaba asimilar mi cara bañada en sangre con el alarido, cuando volví en
mí solo atine a ponerme de pie y repartirle a la tropa los dientes de Francisco Solano López (…)”
(Nota del traductor)
La última parte esta quemada, pero se deduce que el apodo “Chico Diabo”, o diablo, proviene de
esta historia. Los indios que presenciaron la posesión, no por un espíritu pero si no por la
malignidad que ellos atribuyen a los blancos; jamás habían oído semejante alarido de muerte por
parte de un mulato. Cuentan que el mal de Chico lo llevó a matarse o perderse, ya que
desapareció en la jungla luego de esta confesión. Esta será otra historia más de estas tierras,
donde por azares del tiempo vinimos de alguna manera a parar todos, otra historia de pasión,
magia y horror que forman la América.

BY TAGUA EN 14:46

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