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En pos del signo

Una de las funciones que Picinelli asigna al emblema y en la que


insiste constantemente es la de recreación: el símbolo tiene en el discurso
la función de recrear. La retórica siempre apreció el juego: el juego de
palabras, por ejemplo, es uno de los recursos del arte verbal más aprecia­
dos por la retórica. Es decir, el emblema no sólo tenía en el discurso
funciones didácticas sino que recaía en ella la fundamental función retóri­
ca de captar la atención. La descodificación de un emblema, por tanto, no
debe convertirse en un ejercicio abstracto y difícil y, en consecuencia,
“deben evitarse en los lemas, asimismo, las palabras dudosas, ambiguas,
equívocas y embrolladas” ; como deben desterrarse de ellos “tanto las
palabras hiperbólicas como las impropias o mal empleadas” . “Sin em­
bargo no por ello ha de excluirse del lema, en forma absoluta, toda
metáfora: todo buen emblemista las usa con cuidado sólo para ilustrar y
ponderar una idea”. La misma actitud recomienda Picinelli hacia las
palabras equívocas que aunque van contra la belleza de los lemas, usadas
con tino pueden a veces resultar adecuadas.
Y siguiendo con las palabras que han de entrar en la composición de
un lema, Picinelli es de la idea de que los lemas pueden tomarse de
cualquier lengua; sin embargo, dice: “el que desee no sólo que lo
entiendan sino agradar, debe absolutamente procurar usar una lengua
conocida”. Desaconseja, por tanto, el recurrir sin razón suficiente a
vocablos o textos griegos, hebreos y caldeos, sólo entendidos por muy
pocos. Finalmente, los lemas pueden ser tomados de los libros de poetas,
historiadores y oradores, o puede elaborarlos uno mismo “ya que la
belleza de los lemas no depende tanto de la antigüedad y peso del autor,
como de la energía, gracia y amenidad del lema, que igualmente puede
provenir de la agudeza de nuestro propio ingenio”. En esto, desde luego,
hay una importante distinción entre lemas y refranes: nadie puede dedi­
carse a crear refranes, pues para que una expresión pueda ser considera­
da refrán ha de pasar, como tal, por el crisol del habla.
Vienen, en fin, una serie de indicaciones sobre lo que podría denomi­
narse la estilística del lema. Como ya hemos dicho, si una de las más
importantes funciones discursivas del emblema es la de recrear, nada raro
que Picinelli diga “los lemas reciben mucho de belleza y gracia, si fueren
rociados con algún donaire, paradoja o juego de palabras”. La razón que

102
L as otras semióticas del siglo XVII

da es que el lema simbólico debe, por su propia naturaleza, rezumar


elegancia, gracia y vivacidad. Hay que tener, sin embargo, mucho cuida­
do con este tipo de fuegos de artificio pues “cuanto un lema simbólico
gana en gracia con el donaire y juego de palabras, otro tanto se vuelve
soso con palabras demasiado fáciles o vulgares”. Tampoco hay que usar
en los lemas palabras obvias y trilladas: hay que usar en ellos sólo
aquellas palabras dotadas de una tal vivacidad, energía, agudeza y ameni­
dad que sean capaces, a su vez, de producirlas.
Los epítetos y adjetivos no suelen admitirse en los lemas, puesto que
éstos deben ser breves y en la medida de lo posible libres de toda
redundancia. Tampoco hay que emplear en un mismo lema dos palabras
que sean sinónimas, a no ser que una de ellas pueda servir de refuerzo de
la otra, o en una estructura paralelística, sirva para aclarar otro aspecto
del concepto que se quiere proponer.
Deben evitarse de los lemas las partículas HIC, HOC, ITA, SIC: “tales
partículas quitan al lema toda belleza y vuelven al emblema flojo y soso”.
Un lema afirmativo o negativo admite todos los modos verbales." “Son
óptimos los lemas que van en primera persona del verbo, o los que
presentan una figura que discurre consigo misma. Apenas si se encuen­
tran ejemplos de lemas en segunda persona”. “Se pueden elaborar lemas
con adverbios solos, con nombres solos, verbos solos, con nombres y
verbos o, finalmente, con verbos y adverbios”. Hay lemas con el verbo
sobreentendido. Picinelli concluye su pequeño tratado del lema con la
observación de que los vocablos monosílabos dan al lema sabor y encan­
to.
Si echáramos una ojeada al conjunto de lemas que recorren el libro,
veríamos como, desde el punto de vista formal, los lemas suelen ser
sintagmas cuya estructura misma los presenta, por lo general, como
partes de un todo, dependiendo totalmente, para su significación, de la
figura. No se trata, por tanto, de sentencias universales y sintácticamente
autónomas. Ello los dota de un sentido de particularidad: la particulari­
dad que les viene de estar siempre uncidos a una figura. Sin embargo,
este carácter particularizante no significa que, desde el punto de vista 1

11 ■ Picinelli enumera el indicativo, el imperativo, el subjuntivo y el optativo.

103
En pos del signo

discursivo, el lema no pueda desempeñar eventualmente en el discurso la


función de un gnoma. Con frecuencia, los lemas son expresiones sintag­
máticas que carecen de verbo. Otras veces, son verbos cuyo sujeto
gramaticalmente implícito es la figura del emblema que, por tanto, no es
nominada, por razones de principio. Aunque a veces son meros sintagmas
funcionales, los lemas son a menudo frases sentenciosas, declaraciones,
constataciones, consejos, exclamaciones, expresiones de la propia inte­
rioridad del hablante; a veces, empero, son simples partes de un sintagma
oracional del tipo A=B. Con frecuencia, el lema es una protasis, algunas
veces es una apódosis y, en ocasiones, es un compuesto de protasis y
apódosis. En fin que las estructuras sintácticas del lema son de lo más
variado, como sus formas.

T om ás H obbes ( 1 5 8 8 - 1 6 7 9 )

Aunque indirectamente, hay en el Leviatán de Hobbes, una de las obras


maestras de la filosofía política del siglo XVII, un planteamiento semiótico.
Todo el edificio que de un “estado cristiano” construye es un sistema
semiótico en donde, por ejemplo, “espíritu”, “ángel”, “inspiración”
tienen su propia significación, amén de que explica con detenimiento
“por qué signos se reconocen los profetas”,12 aclara cómo “las señales
de un profeta en la Antigua Ley son los milagros y la doctrina que está de
acuerdo con esta ley”.13 Además, toda la parte III está formulada como
especie de clave en la que se indican los significados de los diferentes
conceptos o categorías que vigen en un estado cristiano. Se trata, desde
luego, de una construcción de tipo semiótico que es contrapuesta a otra
construcción de la misma índole, “el reino de las tinieblas” de que se
ocupa en la parte IV y última de la obra. Pero, sin duda, entre los textos
de la obra de Hobbes que más directamente expresan sus ideas semióticas
está ese capítulo IV de la parte I en que se refiere al lenguaje y del cual
reproduzco este pequeño fragmento:

12. Tomás Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, primera
reimpresión de la segunda edición, México, FCE, 1982, p. 307.
13. Op, cit., p. 309.

104
L as otoas semióticas del siglo XVII

La más noble y provechosa invención de todas fue la del lenguaje, que se basa en
nombres o apelaciones, y en las conexiones de ellos. Por medio de esos elementos
los hombres registran sus pensamientos, los recuerdan cuando han pasado, y los
enuncian uno a otro para mutua utilidad y conversación [...] El uso general del
lenguaje consiste en trasponer nuestros discursos mentales en verbales: o la serie
de nuestros pensamientos en una serie de palabras, y ésto con dos finalidades: una
de ellas es el registro de las consecuencias de nuestros pensamientos, que siendo
aptos para sustraerse de nuestra memoria cuando emprendemos una nueva labor,
pueden ser recordados de nuevo por las palabras con que se distinguen. Así, el
primer uso de los nombres es servir como marcas o notas del recuerdo. Otro uso se
advierte cuando varias personas utilizan las mismas palabras para significar (por
su conexión y orden), una a otra, lo que conciben o piensan de cada materia; y
también lo que desean, temen o promueve en ellos otra pasión. Y para este uso se
denominan signos.'4

La c ie n c ia c o m o s e m io s is

GOTTFRIED W. LEIBNIZ (1646-1716).- Varios historiadores de la semiótica


han mencionado, entre los predecesores de esta disciplina, a Gottfried W.
Leibniz. Umberto Eco, por ejemplo, en sus relaciones arriba referidas de
la historia de la semiótica, dice que “Hume, Berkeley y Leibniz contribu­
yeron explícitamente a la semiótica moderna” ubicándolos al lado de
Hobbes. Leibniz, en efecto, tanto en su Dissertatio de arte combinatoria,
escrito en 1666, como en Horizon de la doctrine humaine, preocupado
en calcular el número máximo de enunciados que se pueden formular con
un alfabeto de 24 letras, elabora, en un alarde de ejercicio semiótico
teórico-práctico, en el contexto de lo que se ha llamado lógica inventiva,
el modelo de las “complexiones” y lo aplica a la combinatoria silogística.1415
Leibniz parte, en su teoría del conocimiento, de Descartes cuya filosofía,
desde luego modifica; por ejemplo, el filósofo de Leipzig acepta las ideas
innatas; sin embargo, propugna una teoría del conocimiento muy cercana
a la de los escolásticos defendiendo el viejo axioma nihil est in intellectu
quodprius non fuerit in sensu.

14, Op. cit., pp. 22 y ss.


15. Sobre las implicaciones semióticas de los trabajos de Leibniz véase a Umberto Eco, La búsqueda, Op.
cit., p. 233.

105
E n pos del signo

Desde luego, la más importante aportación de Leibniz a la reflexión


semiótica está en sus proyectos y propuestas de una ciencia universal que
más tarde se convertiría en una Enciclopedia Universal que debería
abarcar todas las ciencias. Empero su búsqueda de una enciclopedia tenía
como objeto, en realidad, hacer un inventario de todos los pensamientos
humanos Alphabetum cogitationum humanarum

para llegar a un conjunto de símbolos representativos de unas cuantas ideas


simples, a base de las cuales pudieran reconstruirse todas las ciencias mediante el
arte combinatoria. Los signos deberían representar los objetos, a la manera de los
jeroglíficos egipcios o los símbolos de los alquimistas, y además debían permitir el
raciocinio ( Tanto uüliora sunt signa, quanto magis notionem rei signatae
exprimunt» ita ut non tantum repaesentationes sed et ratiocinationi inservire
possint). El ideal de la characteristica universalis debía ser el álgebra, que permite
realizar todas las operaciones con un número reducido de símbolos. Leibniz
proyectaba aplicarla a todas las ciencias, con lo que pensaba conseguir que todas
tuvieran el mismo rigor deductivo y el mismo grado de certeza que las matemáti­
cas» excluyendo todo error en virtud del método riguroso.16

m.. G uiara© fraile» Hüsmm de M De! slwmmmm a ¡a iim sm ciim , Madrid. BAC 1% 6, pp.

106
V
LA TEORÍA DEL SIGNO EN LOS SIGLOS
XVIII Y XIX

G eorge B erkeley

En efecto, también se ocuparon de la significación, entre muchísimos


otros, Hume (1711-1776), Berkeley (1685-1753) y J. H. Lambert quien
escribe una o b ra d en o m in ad a, p re c isa m e n te, S em io tik ; o la
Wissenschaftslehre de Bolzano, publicada en 1837, con un capítulo
llamado precisamente “Semiotik”-, y, en fin, Husserl en su Lógica de los
signos uno de cuyos capítulos se llama “semiótica”.
Nacido el 12 de marzo de 1685 cerca de Thomastown, Irlanda,
Berkeley recibió una esmerada educación de su acomodada familia que,
entre otras medidas educativas, contratan una niñera para que le fuera
enseñando la lengua francesa al futuro filósofo. Cuando tenía trece años,
en 1698, Berkeley ingresa al Kilkenny College donde tiene por compañe­
ros a William Congreve y a Jonathan Swift y del que, andando el tiempo,
conservaría gratos recuerdos amén de una sólida formación tanto en
literatura como en ciencias naturales.
Cuatro años más tarde, en 1702, comienza sus estudios superiores en
el Trinity College de Dublin con una gran trayectoria humanística y cuyo
programa incluía los estudios completos de la literatura clásica tanto
griega como latina. Es aquí donde se familiariza tanto con la obra de
Locke, lectura obligada en su tiempo, como con la de Newton. Cinco
años más tarde, al graduarse, de acuerdo con la tradición del Trinity
College, Berkeley es ordenado sacerdote según el rito anglicano. Inme­
diatamente, en el mismo colegio, empieza su labor docente: teología,
griego, latín, hebreo, aritmética. Precisamente en ese 1707 publica su

107
En pos del signo

primer libro que significativamente tenía como título La aritmética de­


mostrada sin recurrir al álgebra ni a la geometría.
El libro que nos interesa aquí fue escrito en dos partes: en 1710, en
efecto, publica la primera parte de su tratado Sobre los principios del
conocimiento humano. La segunda parte la escribirá en 1712: los origi­
nales se pierden poco después. Viaja mucho, conoce en Francia al
filósofo Nicolás Malebranche; regresa a Londres, se casa con Anne
Foster (1728), la pareja parte para las islas Bermudas. En 1732 regresan
de nuevo a Inglaterra y, tres años más tarde, es consagrado obispo de la
sede anglicana de Cloyne, Irlanda. Muere en Oxford en 1753.1
Berkeley profesó el nominalismo. En su Teoría de la visión , Berkeley
asume que las sensaciones son signos de los que consta el lenguaje de la
naturaleza. El carácter de universalidad que adquiere la idea particular
deriva de su relación con otras ideas particulares y se debe a su función
de signo.12

Observando cómo las ideas se hacen generales, podemos comprender mejor cómo
se generalizan las palabras. De paso, quiero hacer notar que no niego en absoluto
la existencia de ideas generales: lo que no puedo admitir es que existan ideas
generales abstractas [...] Ahora, si tratamos de dar significado a nuestras palabras,
hablando únicamente de lo que podemos concebir, se reconocerá sin dificultad
que una idea, de suyo particular, pasa a ser general cuando se la hace representar
o se la toma en lugar de otras ideas particulares del mismo tipo.
Aclaremos lo dicho con un ejemplo: supóngase que un geómetra quiere
demostrar el método para dividir la línea en dos partes iguales: traza con tinta
negra una línea de una pulgada de longitud. Semejante trazo, que de suyo no es
más que una línea particular, es sin embargo general en cuanto a lo que significa,
pues se la toma para representar todas las líneas particulares, cualesquiera que
sean; y así, lo que se demuestre de aquel, quedará demostrado de todos, o sea, de
la línea general. Y del mismo modo que esa línea particular se convierte en
general al hacerse de ella signo, así también el nombre línea, que tomado en
absoluto es particular, al ser un signo se convierte en general. Y así como la
primera debe su generalidad al hecho de ser signo, no de una línea general y
abstracta sino de todas las líneas rectas particulares que puedan existir, de la
misma manera hay que pensar que el signo o palabra con que designamos el trazo

1. Para todo esto, puede verse George Pitcher, Berkeley, México, FCE, 1983.
2. N. Abbagnano, Op. Cit., tomo 2, p. 310.

108
La teoría del signo en los siglos xvm y xix

hecho deriva su universalidad de la misma causa, es decir de las numerosas líneas


particulares que indistintamente puede designar.3

D avid H um e

Nació el 26 de abril de 1711 en Edimburgo y murió allí mismo el 25 de


agosto de 1776. La mayor parte de los elementos empíricos de su
filosofía los tomó de Locke y de Berkeley. En su Treatise o f Human
Nature (I, IV, 7) escribe acerca de la teoría de Berkeley sobre el signo
arriba mencionada: “considero esta doctrina como uno de los más
grandes y valiosos descubrimientos que se han hecho en los últimos años
en la república de las letras”.
Una de las razones por la que lo recordamos aquí es por su teoría del
conocimiento en cuyo seno se encuentran las ideas de Hume sobre el
signo. Aunque el pensamiento humano nos parezca el paradigma de la
libertad y de lo infinito en realidad, dice Hume, la mente humana está
“realmente confinada dentro de límites muy estrechos” en la medida en
que sus contenidos sólo pueden reducirse a los datos que proporcionan a
la mente humana los sentidos y la experiencia: en pocas palabras los
contenidos de la mente humana dependen totalmente de las percepcio­
nes, como llama a los datos de la mente provenientes de los sentidos y la
experiencia. Las percepciones, a su vez, se presentan en la mente bajo
dos formas: impresiones e ideas. De manera que impresiones e ideas
constituyen el contenido total de la mente: la impresión es la materia
primaria del pensamiento; la idea, en cambio, es simple copia de la
impresión y menos vivida e intensa que ella. Por lo tanto, no son posibles
las ideas sin las impresiones.

Podemos dividir -d ic e - todas las percepciones de la mente en dos clases especies,


que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos
fuertes o intensas comúmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie
carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según
creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un
término o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un

3. G. Berkeley, Principios del conocimiento humano, Madrid, Sarpe, 1985, pp. 43s.

109
En pos del signo

poco de libertad, y llamémoslas impresiones, empleando este término en una


acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión, pues, quiero
denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos,
o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. Las impresiones se distinguen de
las ideas que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia,
cuando reflexionamos sobre las sensaciones o movimientos arriba mencionados.4

J ean H enri L ambert (1728-1 111)5

Con Lambert se inaugura un tipo de reflexión semiótica que culmina con


Husserl y que podríamos denominar semiótica fenomenológica. Lambert
fue, sobre todo, un matemático. Entre sus logros se encuentra el haber
demostrado en 1768 que “P /” es irracional, el haber desarrollado la
geometría de la regla y el haber calculado las trayectorias de los cometas.
Lambert se interesó en cartografía, fue uno de los creadores de la
fotometría y autor de innovadores trabajos sobre las geometrías no
euclideanas. Lambert fue, en fin, uno de los precursores de la lógica
simbólica.
Lambert sigue a Locke. Un ejemplo claro de las deudas contraídas
por Lambert con respecto a Locke se encuentra, sin lugar a dudas, en su
Nenes Organum publicado en 1764. Tan sólo para trazar las líneas de la
tradición, habrá que mencionar que Lambert aplica en esta obra el
término “fenomenología”, que deambulaba en el ambiente de la filosofía
desde mediados de siglo, a la teoría de las apariencias básica para todo
conocimiento empírico.6 Como se sabe, el Nenes Organum consta de dos
volúmenes divididos, a su vez, cada uno de ellos en dos partes: en total,
cuatro partes. Pues bien, con la tercera de esas cuatro partes cuyo título
es Semiotik oder Lehre von der Bezeichnung der Gedanken und Dinge,
empieza el segundo volumen y abarca las primeras doscientas páginas en
la obra original, capítulos del 2 al 10. Por lo pronto, debe a Locke el
término “semiótica” cuyo contenido formula como “la indagación de la

4. Investigación sobre el conocimiento humano, p. 33.


5. Para la exposición de la teoría semiótica tanto de Lambert como de Bolzano me he basado en Roman
Jakobson, “Ojeada al desarrollo de la semiología”, en Roman Jakobson, El marco del lenguaje,
México, FCE, 1988, pp. 7-31.
6. Cfr. Dagobert D. Runes, Diccionario de filosofía, México, Grijalbo, 1982, p. 143.

110
La teoría del signo en los siglos xviii y xix

necesidad de la cognición simbólica en general y del lenguaje en particu­


lar” .
Como se ve ya desde el título, Lambert no limita a los signos verbales
el objeto de su semiótica, les reconoce, sin embargo, una importancia y
un predominio evidentes. En efecto, aunque la parte del león es ocupada
por el signo lingüístico, sólo uno de los nueve capítulos está dedicado a
“todos los otros tipos de signos” . Amplía, pues, el universo de lo sígnico
a la gestualidad, las figuras, los diseños y, por ende, la escritura. Forma
parte del objeto de la semiótica de Lambert la música, en cuanto lenguaje,
las fórmulas de la química y la matemática, las relaciones de parentesco,
la cartografía, la heráldica, la numeración. En especial, Lambert piensa
que esa semiótica tiene que ocuparse de establecer una especie de escala
de iconicidad que se ocuparía de distinguir la imitación de la reproduc­
ción, la alegoría de la metáfora y cosas así. Como dice Roman Jakobson
hablando de Lambert,

El libro estudia la diferencia en el uso de signos naturales y arbitrarios (&& 47 y


48); los signos naturales de los afectos ( Natürlichen Zeichen von Affekteri) son los
primeros que llaman la atención (& 19): Lambert toma en cuenta el papel
desempeñado por los gestos, por ejemplo, “a fin de aclarar el concepto, que es
oscuro en el alma (mente) [...] o al menos para dar una indicación suya a nosotros
mismos y a los demás”, y prevé el alcance semiótico de los simulacra (que
reaparecerán un siglo después en la lista de Peirce bajo el título de iconos o
semblanzas ( likenesses). Lambert plantea la cuestión de los signos cuya estructura
interna se funda en relaciones de similitud ( Áhnlichkeiten) y al interpretar signos
de un orden metafórico, evoca los efectos de la sinestesia (& 18). A pesar del
carácter sumario de sus observaciones sobre la comunicación no verbal, ni la
música, ni la coreografía, ni la heráldica, ni el emblema, ni las ceremonias
escapan a su mirada de investigador. Las transformaciones de los signos
( Verwandlungen) y las reglas de su combinación (Verbindugnskunst der Zeichen)
quedan incluidas en la agenda para ulteriores estudios.7

B ernard B olzano

Este matemático checo, de origen italiano, nació en Praga en 1781. Tuvo


entre sus preocupaciones científicas el dilucidar algunos conceptos fun-

7. En Roman Jakobson, El marco del lenguaje, México, FCE, 1988, p. 9.

111
E n pos del signo

damentales de análisis; sus trabajos sobre el infinito están a los orígenes


de la teoría de conjuntos. Una de sus obras más importantes, su Teoría de
la ciencia o ( Wissenschaftlehre), apareció en 1837, en cuatro volúme­
nes. En el último de ellos se ocupa largamente de semiótica. Como
Lambert depende de Locke, Bolzano depende de ambos a quienes cita
con frecuencia. Del Neues Organum, por ejemplo, recaba “sobre semiótica
[...] muchas observaciones muy estimables”.8 Como señala muy bien
Jakobson, es significativo, porque identifica ambas denominaciones, que
el capítulo en cuestión tenga nombres diferentes en el índice (Semiotik) y
en el título del texto (Zeichenlehre). Ello significa que, para Bolzano, la
“semiótica” es lo mismo que la “teoría de los signos” . Efectivamente,
páginas adelante, identifica explícitamente ambas denominaciones. La
obra de Bolzano, por lo demás, se ocupa de los signos de dos maneras
diferentes. Por una parte, tanto en este capítulo Teoría de la ciencia
como en otras partes de la obra Bolzano se ocupa sobre todo de la
perfección de los signos ( Volkommenheit oder Zweckmássigkeit) de los
que se sirve el pensamiento lógico. Por otra, en el primer párrafo del
volumen III el autor plantea explícitamente su teoría de los signos. He
aquí el resumen que hace Jakobson de ese párrafo:

Este & empieza con una definición bilateral del signo: “Un objeto [...] a través de
cuya concepción deseamos conocer de manera renovada otra concepción conecta­
da con aquella en un ser pensante es lo que llamamos signó". Sigue toda una
cadena de conceptos gemelos, algunos de los cuales son muy nuevos, mientras que
otros que remiten a sus fuentes anteriores son especificados y ampliados de
manera novedosa. Los pensamientos semióticos de Bolzano sacan así a luz la
diferencia entre significado ( Bedeutung) de un signo como tal y el sentido (Sinn)
que ese signo adquiere en el contexto de la circunstancia presente, y luego la
diferencia entre el signo producido por el emisor ( Urheber) y percibido por el
receptor que, por otra parte, oscila entre la comprensión y la incomprensión
( Verstehen uns Missverstehen). El autor hace una distinción entre la interpreta­
ción pensada y expresada del signo (gedachte und sprachliche Auslegung), entre
signos universales y particulares, entre signos naturales y accidentales ( natürlich
undzufállig), arbitrarios y espontáneos ( willkürlich und unwilkürlich), auditivos y
visuales (hórbar und sichtbar), simples ( einzeln) y compuestos (zuzammengesetzt,

8. En R. Jakobson, Op. cit., p. 11.

112
La teoría del signo en los siglos xvui y xix

que significa “un todo cuyas partes son a su vez signos”), entre unisémicos y
polisémicos, propios y figurativos, metonímicos y metafóricos, mediatos e inme­
diatos; a esta clasificación añade lúcidas notas a pie de página sobre la importante
distinción que debe hacerse entre signos (Zeichen) e indicios (Kennzeichen) que
carecen de emisor, y finalmente sobre otro tema apremiante, la cuestión de la
relación entre la comunicación interpersonal {an andere) e interna {Sprechen mit
sich selbst).9

Joseph M arie H oene -W ronski

Entre los filósqfo-matemáticos polacos herederos de la tradición inaugu­


rada por Locke, Jakobson hace una breve mención101de Joseph Marie
Hoene-Wronski, ya muy cercano al fenomenólogo Edmond Husserl.
Hoene-Wronski publica en 1879 una Philosophie du langage en donde
se ocupa de la facultas signatrix. Según él, la séméiotique tiene por
objeto la “perfección de los signos”. La propuesta de este filósofo
polaco se circunscribe a la facultas signatrix dentro del proceso de
conocimiento. En efecto, dice explícitamente que “esta signación es
posible, ya sea para la forma sensorial o para el contenido sensorial o
inteligible de los objetos”.11 Para Hoene-Wronski los signos pueden
dividirse ya sea atendiendo a las categorías de existencia en signos
propios y signos impropios, si se considera su modalidad ; y signos
determinados e indeterminados si se tiene en cuenta la cualidad ; ya sea
atendiendo a las categorías de producción como son la cantidad, la
relación y la unión. Según la cantidad, los signos pueden ser signos
simples y signos compuestos; según la relación, en cambio, los signos se
dividen en signos naturales y signos artificiales; y, finalmente, según la
unión, se dividen en signos mediatos y signos inmediatos.

E d m und H u sse r l (1859-1938)

Ya al final del siglo XIX, Edmund Husserl se ocupó del signo tanto en su
ensayo Zur Logik der Zeichen (Semiotik) que, como observa muy bien

9. R. Jakobson, Op. cit., pp. 11 y ss.


10. Op. cit., p. 10.
11. En R. Jakobson, Op. cit., p. 10.

113
En pos del signo

Jakobson,12 aunque fue escrito en 1890 sólo aparecería publicado en


1970. Para responder a la importante cuestión de hasta dónde el lenguaje,
el más importante sistema de signos, favorece y hasta dónde reprime el
pensamiento, Husserl intenta organizar las categorías del signo. Para el
fenomenólogo, en efecto, profundizar en la teoría y crítica del signo es
una de las tareas más urgentes de la lógica: “Una mirada más profunda
sobre la naturaleza de los signos y de las artes permitiría (a la lógica) ir
más allá en esos métodos de procedimiento simbólico a los que no ha
llegado todavía la mente humana, es decir, a establecer las leyes de su
invención”.13
Este mismo interés por el signo aparecerá, diez años más tarde, en sus
Logische Untersuchungen (Investigaciones lógicas). En el seno de su
investigación sexta “elementos de un esclarecimiento fenomenológico
del conocimiento” hay una incursión, en la sección primera, al asunto de
la significación; de él recojo este fragmento sobre la relación entre el
signo y la imagen:

El signo no tiene, generalmente, con lo designado nada de común en su contenido;


puede designar tanto lo heterogéneo como lo homogéneo con él. La imagen, por el
contrario, se refiere a la cosa por semejanza, y si ésta falta, ya no puede hablarse de
imagen. El signo, en cuanto objeto, se construye para nosotros en el acto de
aparecer. Este acto no es todavía un acto designativo; necesita, según el sentido de
nuestros análisis anteriores, enlazarse con una nueva intención, con un nuevo
modo de aprehensión, por medio del cual es mentado no lo que aparece
intuitivamente, sino algo nuevo, el objeto designado.14

Al abrigo de la filosofía, pues, nació, vivió y creció una antiquísima y


muy bien nutrida tradición epistemológica que se interesa por los distin­
tos tipos de sistemas de signos (semiosis) mediante los cuales tiene lugar
la cultura humana. Con tener tan antiguo pasado y antecedentes de tan
noble índole, ha sido en el siglo XX cuando la semiótica se ha desarrolla­
do como una disciplina científica formal al abrigo, sobre todo, del gran
auge, importancia y desarrollo que han tenido las ciencias del lenguaje.

12. Op. cit., p. 12.


13. En R. Jakobson, Op. cit., p. 12.
14. Investigaciones lógicas, tomo 2, Madrid, Alianza Editorial, 1982, pp. 636 y ss.

114
SEGUNDA PARTE

PROYECTOS CONTEMPORÁNEOS
DE SEMIÓTICA
VI
CHARLES SANDERS PEIRCE
Y SU PROYECTO DE SEMIÓTICA

Modernamente, como se sabe, se atribuye la paternidad de la semiótica


tanto a Ferdinand de Saussure como a Charles Sanders Peirce. La vía
saussureana quedó plasmada en su célebre propuesta de una semiología
que se ocupara del “conjunto de los hechos humanos” asumidos como
■^ignosj^ue explorada, sobre todo, por Erik Buyssens (Le langage et le
mscours),’ Luis Hjelmslev (Prolegómenos para una teoría del lengua­
je), Roman Jakobson quien introduce a occidente la doctrina semiótica
del formalismo ruso y el Círculo de Praga y, desde luego, toda la
vertiente semiótica francesa encabezada por Roland Barthes y conocida
como el formalismo francés.
Peirce, nacido en Cambridge, Massachusetts, en 1839 y muerto en
Milford, Penssylvania, en 1914, dejó su doctrina semiótica en sus Collected
Papers, ordenados parcialmente entre 1931 y 1935 y actualmente en vías
de reordenamiento. Ferdinand de Saussure, por su parte, nacido en 1857
y muerto en 1913, dejó su doctrina consignada en su célebre Cours de
linguistique générale publicado también postumamente por sus discípu­
los en 1916.
La semiótica encabezada por Peirce, en cambio, constituye la magna
vertiente anglosajona de la que se desprenden dos corrientes: la que se
puede distinguir entre la corriente de Wittgenstein, en la llamada segunda
época; y la corriente vinculada al lenguaje formal de la lógica en la que
militan el propio Peirce, Morris, Odgen y Richards, Frege, Russel, Carnap 1

1. Bruselas, Office de Publicité, 1943.

117
E n po s d e l s ig n o

y Quine, entre otros. Ante la imposibilidad de meternos de lleno en la


filosofía analítica, echaremos una ojeada a la semiótica de Peirce de la
que, indudablemente, beben Morris y Odgen y Richards. Digamos de
momento que Peirce entiende por semiótica, como se ha dicho, “la
doctrina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de
toda posible semiosis”, que resalta el carácter sociocultural de los signos
concibiendo la cultura como una semiosis ilimitada en que el objeto de un
signo es siempre el signo de otro objeto y así sucesivamente. Para Peirce,
por tanto, todos los objetos de que se compone una cultura son
significantes.
Charles Sanders Peirce tiene sus cartas credenciales selladas en los
ámbitos de la filosofía, especialmente la lógica.2 Dentro de este horizon­
te, sin embargo, el estudio de los signos siguió siendo uno de los temas en
que especialmente se interesó. Muestras de este interés son una serie de
trabajos que fueron recopilados en un volumen de cualquier manera
inconcluso, publicado en 1909-1910 bajo el significativo título de Essays
on meaning. Como filósofo, Peirce contribuyó al desarrollo del cálculo
de relaciones, es el fundador del pragmatismo lógico y, sobre todo, es el
principal creador de la moderna semiótica de lo cual tiene una clara
conciencia: “que yo sepa, soy un pionero, o más bien un hombre del
monte, atareado en desmontar y abrir lo que yo llamo semiótica [...] y
encuentro el campo demasiado vasto, la tarea demasiado grande para un
recién llegado”.3 A juicio de Bertrand Russell, Peirce es “uno de los
cerebros más originales de fines del siglo XIX y el más grande pensador
norteamericano de todos los tiempos”.4 Para otros es “el más inventivo
y el más universal de los pensadores norteamericanos”.5
De familia de matemáticos, Peirce logra una amplísima cultura mate­
mática: su padre fue, en efecto, un matemático, profesor de la Universi­

2. Véase, por ejemplo, la Historia de la lógica formal de I. M. Bochenski, segunda reimpresión, Madrid,
Gredos, 1985, pp. 14, 19, 20, 24, 26, 28, 119, 282, 284, 285, 286, 294-295, 301, 310, 317, 318, 323,
325, 327, 333, 334, 337, 343, 344, 349, 359, 362, 363-4, 374-5, 390, 392-5, 403, 414, 482, 521, 533.
3. En R. Jakobson, “Ojeada...”, Op. cit., pp. 13 y ss.
4. En Enciclopedia Salvat. Diccionario, tomo 10, Salvat Editores, Barcelona/México, 1976, ad loe.
5. Roman Jakobson, “A la recherche de Vessence du langage', en Diogéne, LI, Paris, p. 346.

118
C harles S anders P eirce

dad de Harvard en la que él mismo estudiaría. Años después, él mismo


llegaría a ser profesor tanto de la célebre universidad durante los breves
períodos lectivos de 1864-65 y 1869-70, como de la Johns Hopkins
University. Bochenski dice que “enseñó en Baltimore, Cambridge <Mass.>
y Boston”.67En todo caso, no parece que las incursiones de Peirce en la
vida universitaria hayan sido muy felices: en sus escritos parece denotar
resentimiento hacia la academia universitaria. Amén de estos breves
periodos como docente universitario, Peirce trabajó durante treinta años
en la Geodetic Survey de Estados Unidos.
Según Odgen y Richards en su célebre libro El significado del
significado,1

La más trabajada y decidida tentativa de proporcionar una explicación de los


signos y su significado es, con mucho, la del lógico norteamericano C. S. Peirce,
de quien William James tomó la idea y término Pragmatismo, y cuya Álgebra de
las Relaciones Diáticas fue desarrollada por Schroeder. Infortunadamente su
terminología era tan temible que pocos son los estudiosos que han querido dedicar
tiempo a dominarla, y la obra nunca se completó. “Estoy trabajando desesperada­
mente para lograr terminar, antes de morir, un libro de Lógica que atraerá a
algunos espíritus por cuya mediación puedo hacer algo realmente bueno”, escri­
bía a Lady Welby en diciembre de 1908, y por gentileza de Sir Charles Welby
reproducimos aquí partes de la correspondencia que arrojan luz sobre sus artículos
éditos acerca de los signos.8

Desde luego, Peirce debe su mayor celebridad a la semiótica de la que


en la actualidad se le considera co-creador, con Ferdinand de Saussure,
como bien se sabe. En 1883 publicó sus Studies in Logic y, posterior­
mente, muchos artículos en revistas como Popular Science Monthly y
The Monist. En 1923 Morris R. Cohen publicó Chance, Love and Logic
y, como se ha dicho, entre 1931 y 1935 Charles Hartshorne y Paul Weiss

6. Op. cit., p. 557.


7. Véase la bibliografía.
8. P. 292. Basaremos nuestra exposición de la semiótica de Peirce, sobre todo, en la descripción que de ella
dan Odgen y Richards (en lo sucesivo O. y R.), en la que da Mauricio Beuchot en sus Elementos de
Semiótica, citada en la bibliografía y, en fin, en la Introducción a la semiótica de F. Casetti, también
mencionada en la bibliografía.

119
E n pos del signo

publicaron los Collected Papers o f Charles Sanders Peirce.9 Sin embar­


go, hay que decir con Jakobson que:

En cuanto a la “semiotic ”, “semeiotic ” o “semeotic”, sólo asoma en los


manuscritos de Peirce en los últimos años del siglo; es en esa época cuando la
teoría “de la naturaleza esencial y variedades fundamentales de semiosis posi­
bles” captura la atención de este gran investigador. Su inserción del griego
semeiotiké, así como la concisa definición “teoría de los signos” nos pone en la
pista de Locke, cuyo celebrado Essay es aludido y citado a menudo por el
partidario de su doctrina. A pesar de la maravillosa profusión de hallazgos
originales y saludables en la semiótica de Peirce, éste permanece estrechamente
ligado a sus precursores: Lambert, “el más grande lógico formal de aquellos
tiempos” (11.346), cuyo Neues Organon cita (IV.353), y Bolzano, al que conoce
por su “valiosa contribución a la lucidez de los conceptos humanos” y por su
“trabajo sobre lógica en cuatro volúmenes” (IV, 651).10

Como hemos dicho, el proyecto semiótico de Peirce se enclava


dentro de un magno proyecto de lógica. En 1867, en un trabajo fechado
el 14 de mayo, dicen Odgen y Richards,

Peirce definía la lógica como la doctrina de las condiciones formales de la verdad


de los símbolos; ésto es, de la referencia de los símbolos a sus objetos. Más tarde,
cuando “reconoció que la ciencia consiste en investigación y no en doctrina,
-dado que la clave de los significados de las palabras se halla en la historia, no en
su etimología, especialmente en palabra tan saturada de la idea de progreso como
es ciencia”- llegó a comprender, como escribió en 1908, que durante un largo
tiempo quienes se dedicaron a examinar “la referencia general de los símbolos a
sus objetos, estarían obligados a realizar además investigaciones de las referen­
cias a los interpretantes, así como a los caracteres de los símbolos, y no de los
símbolos solos sino de todas las clases de signos. De modo que por ahora, el
hombre que investigue la referencia de los símbolos a sus objetos, se verá
precisado a realizar estudios originales en todas las ramas de la teoría general de
los signos”. A esta teoría la llamaba Semeiótica, y sus elementos esenciales se
encuentran desarrollados en un artículo de Monist, 1906, bajo el título

9. 2 vols., The Belknap Press o f Harvard University, Cambridge, Mass. Existe una traducción al español,
que bajo el título La ciencia de la semiótica , publicó en 1974 la editorial N ueva V isión de Buenos
Aires.
10. “Ojeada al desarrollo de la semiología”, en El marco del lenguaje, Op. cit., p. 13.

120
C harles S anders P eirce

“Prolegomena to an Apology for Pragmatism”.H Empecemos por el concepto de


signo formulado por Peirce:
Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o que se
refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, ésto es, crea en la
mente de esa persona un signo equivalente o, tal vez, un signo aún más desarrolla­
do. Este signo creado es lo que yo llamo el interpretante del primer signo. El signo
está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto , no en todos los
aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el
fundamento del representamen. “Idea” debe entenderse aquí en cierto sentido
platónico, muy familiar en el habla cotidiana; quiero decir, en el mismo sentido en
que decimos que un hombre capta la idea de otro hombre, en que decimos que
cuando un hqmbre recuerda lo que estaba pensando anteriormente, recuerda la
misma idea, y en que, cuando el hombre continúa pensando en algo, aun cuando
sea por una décima de segundo, en la medida en que el pensamiento concuerda
consigo mismo durante ese lapso, o sea, continúa teniendo un contenido similar,
es “la misma idea”, y no es, en cada instante del intervalo, una idea nueva.
La palabra signo será usada para denotar un objeto perceptible, o solamente
imaginable, o aun inimaginable en un cierto sentido. En efecto, el vocablo inglés
“fast”, que es un signo, no es imaginable, dado que no es la palabra misma la que
puede ser escrita en un papel o pronunciada, sino solamente una instancia de ella;
dado, además, que es exactamente la misma palabra cuando es escrita y cuando es
pronunciada, pero, por el contrario, es una cierta palabra cuando significa “rápi­
damente” y otra, totalmente distinta, cuando significa “estable”, y aun una
tercera cuando alude a la abstinencia. Para que algo sea un signo, debe “represen­
tar”, como solemos decir, a otra cosa, llamada su objeto , aunque la condición de
que el signo debe ser distinto de su objeto es, tal vez, arbitraria, porque, si
extremamos la insistencia en ella, podríamos hacer por lo menos una excepción
en el caso de un signo que es parte de un signo. Así, nada impide a un actor que
desempeña un papel en un drama histórico usar como “utilería” teatral la
mismísima reliquia que se supone que solamente está representada, como, por
ejemplo, el crucifijo que el actor Bulwer utiliza en el papel de Richelieu, y que alza
con tan intenso efecto de desafío. Si el mapa de una isla se deposita en el suelo de
la misma, debe haber, en circunstancias ordinarias, una posición o punto , esté éste
marcado en el mapa o no lo esté, que representa exactamente ese mismo punto del
mapa. Un signo puede tener más de un objeto. Así, la oración “Caín mató a
Abel”, que es un signo, se refiere tanto a Caín como a Abel, aun si no se considera
-com o se debería- que se tiene un “matar” como tercer objeto. Pero puede
considerarse que el conjunto de objetos constituye un único objeto complejo. En lo1

11. O. y R., pp. 292 y ss.

121
En po s d e l s ig n o

sucesivo, y a menudo en otros futuros textos, los signos serán tratados como si
cada uno tuviera únicamente un solo objeto, a fin de disminuir las dificultades del
estudio. Si un signo es distinto de su objeto, debe existir, sea en el pensamiento o
en la expresión, alguna explicación, algún argumento, algún otro contexto, que
muestre cómo -sobre la base de qué esquema, o por qué razones- el signo
representa al objeto o al conjunto de objetos a que se refiere. Ahora bien, entiendo
que el signo y la explicación conjuntamente constituyen otro signo, y dado que la
explicación será un signo, requerirá probablemente una explicación adicional, la
cual, tomada conjuntamente con el signo precedentemente ampliado, constituirá
un signo aún más amplio; y si continuamos suficientemente este proceso, final­
mente llegaremos, o deberemos llegar a alcanzar en última instancia un signo de
sí mismo, que contuviera a su propia explicación y la de todas sus partes
significantes; y, de acuerdo con esta explicación, cada una de esas partes tendrá a
alguna otra parte como objeto.
Conforme con ello, cada signo tiene, real o virtualmente, lo que podemos
llamar un precepto de explicación, según el cual el signo debe ser entendido como
una suerte de emanación, por así decirlo, de su objeto. (Si el signo fuera un icono,
un escolástico podría decir que la species del objeto emanada de él encontró su
materia en el icono. Si el signo es un índice, podemos pensarlo como un
fragmento arrancado ai objeto, siendo ambos en su existencia un todo, o una paite
de ese todo. Si el signo es un símbolo, lo podemos pensar como encamando ía
“Varío”, o razón, del objeto., que ha emanado del mismo. Todas estas son, desde
luego, meras figuras del lenguaje; pero el serlo no les impide ser útiles.)
El signo puede solamente representar aí objeto y aludir a éi. No puede, dar
conocimiento o reconocimiento del objeto. Esto es lo que se intenta definir en este
trabajo por objeto de un signo: vale decir, objeto es aquello acerca de lo cual el
signo presupone un conocimiento para que sea posible proveer alguna informa­
ción adicional sobre el mismo. No dudamos que habrá lectores que digan que no
pueden aprehender ésto. Ellos pensarán que un signo no necesita estar relaciona­
do con algo ya conocido de otra manera y creerán que no tiene ni pies ni cabeza
afirmar que todo signo debe relacionarse con un objeto conocido. Pero si existiera
'“algo” que transmitiera información y. sin embargo, no tuviera ninguna relación
ni referencia respecto de alguna otra cosa acerca de la cual la persona a quien llega
esa información careciera del menor conocimiento, directo o indirecto —y por
cierto que sería esa una muy extraña clase de información- el vehículo de esa
d ase de información no será llamado, en este trabajo un signo.02

O., On. Sanéeos Peiinoe. ím cim em ée b s^iétksju B., Aires, Nueva Visión, II974, pp. 22-24. en F. Casetti,
(Op.. oí... pp.. 324-327..

122
C harles S anders P eirce

Y en un artículo de Monist, 1906, titulado “Prolegomena to an


Apology fo r pragmatism ” 13 en efecto, Peirce ahonda su explicación
sobre la naturaleza del signo diciendo que

tiene un Objeto y un Interpretante, siendo el último lo que el signo produce en la


casi-mente que es el Intérprete, determinando a este último a un sentimiento, a un
acto, o a un signo, determinación que es el interpretante. Pero queda por señalar
que existen habitualmente dos objetos, y más de dos interpretantes. A saber,
tenemos que distinguir el objeto inmediato, que es el objeto tal como el signo
mismo lo representa, y cuyo ser depende entonces de la representación de él en el
signo, del objeto dinámico, que es la realidad que por algún medio se ingenia para
determinar el signo para su representación. Respecto del interpretante tenemos
que distinguir igualmente, en primer lugar, el interpretante inmediato, que es el
interpretante como se revela en la correcta comprensión del signo mismo, y se
llama comúnmente el “significado” del signo; en tanto, en segundo lugar,
tenemos que anotar el interpretante dinámico, que es el efecto real que el signo, en
tanto signo, determina realmente. Por último está lo que provisoriamente llamo
interpretante final, que se refiere a la manera en que el signo tiende a representar­
se a sí mismo para relacionarse con su objeto. Confieso que mi propia concepción
de este tercer interpretante todavía no se halla totalmente libre de confusión.1415

En las “Cartas a Lady Welby” que forman parte del volumen La


ciencia de la semiótica, como se titula la traducción española de Collected
Papers'5 se encuentra una interesante comparación de terminologías en
la que Peirce la hace de traductor. La carta está fechada el 14 de marzo
de 1909 y discute la triada sentido, significado y significancia o significa­
ción propuesta por Lady Welby en un artículo publicado en la Enciclope­
dia Británica. Siendo la terminología una de las dificultades principales
de su propuesta de semiótica, me permito reproducir ese texto que, por
otro lado, continúa con la reflexión anterior:

[...] Veamos en qué medida estamos de acuerdo. La mayor discrepancia parece


residir en mi interpretante dinámico, en comparación con su “significado”. Si he

13. O. y R., 293.


14. Ibid.
15. Buenos Aires, Nueva Visión, 1974, pp. 109-110. La cita que aquí reproduzco la tomo de Casetti, Op.
cit., pp. 234-236.

123
En pos del signo

entendido bien a este último, consistiría en el efecto de la mente del intérprete que
el emisor del signo se propone producir (en forma verbal o por escrito). Mi
interpretante dinámico consiste en el efecto directo realmente producido por un
signo en su intérprete. En mi opinión, coinciden en el hecho de ser los efectos del
signo sobre la mente de un individuo, o sobre las mentes de varios individuos
reales, por acción independiente sobre cada uno de ellos. Mi interpretante final
sería, en mi opinión, exactamente lo mismo que su “significación”: vale decir, el
efecto que el signo produciría sobre cualquier mente sobre la cual las circunstan­
cias permitirían que pudiera ejercer su efecto pleno. Mi interpretante inmediato
es, en mi opinión, un concepto que está cercano, o que coincide con el suyo de
“sentido”, porque pienso que el primero es el efecto total, sin analizar, que se
calcula que el signo ha de producir, o que se espera naturalmente que produzca; y
me he acostumbrado a identificar ésto último con el efecto que el signo produce en
primera instancia o puede producir en una mente, sin detenerme a reflexionar en
esta identificación. No tengo conocimiento de que haya tratado usted de definir
alguna vez su concepto de “sentido”; pero colijo que sería el primer efecto que un
signo tendría sobre una mente apta para aprehenderlo. Dado que usted dice que se
trata de un elemento sensorial y no volitivo, he de suponer que se trata de una
“impresión”. Entonces, a mi entender, sería lo mismo que mi interpretante
inmediato. Usted ha seleccionado palabras del habla vernácula para expresar los
diferentes conceptos, mientras que yo he tratado de evitarlo expresamente y de
elaborar términos ad hoc, que sean adecuados a los propósitos de la ciencia.
Podría describir mi interpretación inmediata como la parte del efecto del signo
que basta para que una persona pueda decir si el signo es o no es aplicable a algo
que esa persona conozca suficientemente.
Mi interpretante, con sus tres clases, es, según creo, algo esencialmente
atingente a cualquier cosa que actúe como un signo. Es bien cierto que los signos*
naturales, así como los síntomas, carecen de emisor y, por lo tanto, no tienen
significado, si ha de entenderse al significado como la intención del emisor. No
me permito hablar aquí de las “intenciones de Dios Todopoderoso”, dado que
cualquiera de sus intenciones se efectiviza. La intención, a mi entender, si bien
puedo estar equivocado, es un intervalo de tiempo que transcurre entre el deseo y
el proceso de arbitrar los medios para que ese deseo se cumpla. Pero, a mi juicio,
el deseo sólo puede pertenecer a una criatura finita.
Sus ideas sobre sentido, significado y significación, en mi opinión, provienen
de la prodigiosa sensibilidad de su percepción, que yo jamás podría igualar; en
cambio, mis tres grados de interpretantes fueron obtenidos razonando, a partir de
la definición de signo, qué tipo de cosa debería ser relevante y, luego, buscándola.
Mi interpretante inmediato está implícito en el hecho de que cada signo debe tener
su interpretabilidad peculiar antes de obtener un intérprete. Mi interpretante
dinámico es aquel que es experimentado en cada acto de interpretación, y en cada

124
C harles S anders P eirce

uno de éstos es diferente de cualquier otro; y el interpretante final es el único


resultado interpretativo al que cada intérprete está destinado a llegar si el signo es
suficientemente considerado. El interpretante inmediato es una abstracción: con­
siste en una posibilidad. El interpretante dinámico es un evento singular y real.

Una de las aportaciones de Peirce a la semiótica es, sin duda, su


cuidado en establecer distinciones entre los tipos de signos y distinguirlos
de otras entidades en que se da un cierto mecanismo de simbolización
próximo al signo pero que aún no es signo. Peirce habla de “diez
divisiones de signos que me ha parecido que requería un estudio especial
de mi parte. Seis se refieren a los caracteres del interpretante, y tres a los
del objeto. Así, la división en iconos, índices y símbolos, depende de las
diferentes relaciones posibles de un signo con un objeto dinámico”.16
La décima de las divisiones del signo se refiere a la naturaleza del
signo mismo. O. y R. reproducen este texto referente al mismo tema:

Un modo común de estimar el volumen material de un manuscrito o un libro


impreso, consiste en contar el número de palabras. Habrá ordinariamente unos
veinte “the” en una página, y, por supuesto, cuentan como veinte palabras. En
otro sentido de la palabra “palabra”, empero, hay sólo una palabra “the” en el
idioma inglés; y es imposible que esta palabra se encuentre en forma visible en
una página, o se oiga en una expresión cualquiera, por la razón de que no es una
cosa singular o evento singular. No existe; sólo determina cosas que sí existen. A
una forma definitivamente significante, propongo llamarla tipo . A un evento
singular que ocurre una vez y cuya identidad se limita a ese que ocurre, o a un
objeto singular de una cosa que está en algún lugar singular en un instante
cualquiera del tiempo, siendo significante un evento tal sólo en tanto ocurre
cuando y donde ocurre, tal como esta o aquella palabra en una línea singular
de una página singular de un ejemplar singular de un libro , me aventuro a
llamarlo una señal. Un carácter significante indefinido tal como el tono de la voz,
no puede llamarse tipo ni señal. Propongo llamar a un signo tono. Para que pueda
utilizarse un tipo, tiene que estar incorporado a una señal que será un signo del
tipo, y por ello del objeto que el tipo significa. Propongo llamar a tal señal de un
tipo, caso del tipo. Así, puede haber veinte casos del tipo “the” en una página.17

16. O. R.: 293.


17. O .R .:2 9 3 s.

125
En pos del signo

Y, efectivamente, establece diez clases principales de signos:

1.- Cualisignos. 2.- Sinsignos ¡cónicos. 3.- Legisignos icónicos. 4.- Vestigios o
sinsignos índicos remáticos. 5.- Nombres propios, o legisignos índicos Temáticos.
6.- Símbolos remáticos. 7.- Sinsignos dicentes (como un retrato con una leyenda).
8.- Legisignos indicíeos dicentes. 9.- Proposiciones, o símbolos dicentes. 10.-
Razonamientos.18

Así, pues, para Peirce un signo es cualquier cosa o entidad que


represente a otra haciendo sus veces. La representación sígnica tal cual la
piensa Peirce consiste en una especie de referencia del signo a alguna
propiedad del objeto. Por lo demás, en Peirce el signo no sólo contrae
una relación con su objeto sino que la contrae, igualmente, con el sujeto
para quien es signo: en suma, el signo representa algún aspecto de algo
para alguien. Por esta razón Peirce llama al signo representamen en la
medida en que representa alguna cosa, bajo algún aspecto, para alguien.19
La novedad y originalidad de su planteamiento aunada a la ya señala­
da oscuridad han hecho no sólo que se le haya interpretado mal sino que
sus ideas de semiótica hayan tardado tanto tiempo para llamar la atención
en Europa. A esta tardanza ha contribuido, sin duda, el hecho de que la
mayor parte de los escritos de Peirce sobre semiótica se publicaron muy
tarde y, como se sabe, en forma desordenada. Quizás la mejor manera de
cerrar esta invitación a la lectura de la obra de Peirce sea echando mano
de la palabra de Roman Jakobson:

El edificio semiótico de Peirce encierra toda la multiplicidad de fenómenos


significativos, ya sea una llamada a la puerta, la huella de un pie, un grito
espontáneo, una pintura o una partitura musical, una conversación, una medita­
ción silenciosa, un trozo de escritura, un silogismo, una ecuación algebraica, un
diagrama geométrico, una veleta o una simple señal de libro. El estudio compara­
tivo de varios sistemas de signos llevado a cabo por el investigador reveló las
convergencias y divergencias fundamentales que hasta entonces habían permane­
cido inadvertidas. Las obras de Peirce demuestran una perspicacia particular

18. O. y R.: 298.


19. Puede verse la presentación que de la teoría de Peirce sobre el signo hace Mauricio Beuchot, Op. cit, pp.
137 y ss.

126
C harles S anders P eirce

cuando el autor trata de la naturaleza categórica del lenguaje en los aspectos


fónico, gramatical y léxico de las palabras, así como en sus arreglos dentro de las
cláusulas, y en la disposición de las cláusulas con respecto a los enunciados. Al
mismo tiempo, el autor se da cuenta de que su investigación “debe extenderse a
todo el conjunto de la semiótica general” y advierte a su interlocutora epistolar,
Lady Welby: “Quizá está usted en peligro de caer en algún error por limitar tanto
sus estudios del lenguaje”.20

C harles M orris

Una palabra sobre este seguidor de Peirce, pionero de la semiótica


contemporánea. Como ya señalamos arriba, dos son los textos más
importantes en que Morris propone su teoría semiótica: por una parte,
Foundations o f the Theory o f Signs, preparado para la International
Encyclopaedia o f Unified Science,21 un verdadero tratado de semiótica;
por otra, Signs, Language and Behavior,212en donde no disimula sus
vínculos con el conductismo.
Foundations, como decía, es un verdadero tratado de semiótica
conductista. El librito consta de siete partes además de una muy selecta
bibliografía. En estas siete partes se exponen de manera sucinta aunque
explícita, diecisiete temas. Así, en la introducción discute la relación
entre semiótica y ciencia; una segunda sección donde bajo el título de
“semiosis y semiótica” estudia como la naturaleza del signo, las dimen­
siones y niveles de la semiosis para cerrar con el lenguaje; en el tercer
apartado, que titula “sintaxis”, estudia la concepción formal del lenguaje
y la estructura lingüística; en el cuarto, en cambio, denominado
“semántica”, estudia “la dimensión semántica de la semiosis” y contras­
ta las estructuras lingüísticas con las no lingüísticas; la quinta parte de
Foundations está destinada a la pragmática: estudia, en efecto, tanto “las
dimensiones pragmáticas de la semiosis” como la incidencia de los
factores individuales y sociales en la semiosis y, en fin, el pragmático uso
y abuso de los signos; la sexta parte, llamada “la unidad de la semiótica”,

20. R. Jakobson, “Una ojeada...”, Op. cit., p. 14.


21. The University o f Chicago Press, Chicago/Londres, 1938, Vol. I, Núm. 2., 59 pp.
22. Op. cit.

127
En pos del signo

estudia el significado, las relaciones entre los universales y la universali­


dad y, finalmente, la interrelación de las ciencias semióticas; el séptimo
apartado de Foundations, en fin, llamado “problemas y aplicaciones”,
incluye una propuesta de unificación de las ciencias semióticas, otra de la
semiótica como Organon de las ciencias y el estudio de las implicaciones
humanísticas de la semiótica. El texto termina con una, en verdad,
“selecta bibliografía” donde aparece bien la línea filosófica de esta
semiótica.
Son muy importantes las reflexiones de Morris sobre la semiótica y,
en general, sobre las semiosis, como llama al proceso en el que una cosa
funciona como signo. Ya hemos visto arriba su definición de semiótica.
Ya desde el análisis que hace de los elementos de que se compone una
semiosis se muestra su cercanía tanto a Peirce como al conductismo. En
efecto, según Morris, los elementos de toda semiosis son el vehículo
señal, el designatum y el interpretante. Descarta el intérprete como
cuarto elemento.
Una de las aportaciones más importantes de Morris es la hecha a la
nomenclatura del signo con sus veintiún nombres ya de tipos de signos ya
de elementos relacionados con el signo: vehículo del signo, familia de
signo, signo unisituacional, signo plurisituacional, signo interpersonal,
signo personal, signo vago, signo preciso, signo inequívoco, signo ambi­
guo, signo singular, signo general, signo implicado analítico, signo uni­
versal, signo sinónimo, signo válido, signo inválido, signo icónico, signo
no-icónico, símbolo, señal.23

23. Mauricio Beuchot, Op. cí/., pp. 186-188. Puede verse, además, en las páginas 192-205 una sucinta
descripción del contenido de cada una de las partes de Foundations arriba mencionadas.

128
VII
LA SEMIÓTICA SAUSSUREANA

Preludio.- La semiótica saussureana ha asumido la forma de una discipli­


na dedicada a estudiar los sistemas de significación de cualquier tipo que
sean. Consta, por tanto, de una teoría de la significación y de un conjunto
de procedimientos de análisis que permiten describir sistemas de signifi­
cación. De acuerdo con esto, la semiótica no se interesa en el signo sino
en la significación. El signo es la articulación, relación o vínculo entre un
elemento significante y el significado que se le atribuye en un sistema de
significación determinado. En este libro introductorio repasaremos,
someramente, los postulados de tres tradiciones de semiótica europea: la
semiótica emanada del proyecto de Ferdinand de Saussure; la semiótica
rusa que brota de los formalistas rusos y madura en la semiótica de la
cultura de la Escuela de Tartu; semiótica barthesiana heredera, de alguna
manera, tanto del saussureanismo como de la semiótica rusa, que tiene en
la escuela greimasiana su máxima expresión; y, en fin, la muy desarrolla­
da la semiótica italiana cuya figura mayor, Umberto Eco, es una especie
de síntesis de todas las vertientes anteriores.
El orden que seguimos en nuestra exposición es, por tanto, el mismo
orden de su génesis. Esbozada la vertiente anglosajona emanada de
Peirce, nos ocupamos, en primer lugar, de la semiótica saussureana.
Pasamos luego a la semiótica rusa cuyos orígenes, por una parte, están
muy emparentados con De Saussure y, por otra, constituyen una tradi­
ción con vigor propio; en efecto, esta reflexión semiótica ha logrado
extender, de manera original, en sus análisis, el concepto de texto a
configuraciones culturales. Por esta razón, consideramos que la semiótica
rusa es, no sólo, una de las semióticas más representativas de la discipli­
na, sino una de las más evolucionadas. Muy evolucionada, entre noso-

129
En pos del signo

tros, es la vertiente semiótica que nace y se desarrolla en tomo a Roland


Barthes. En ámbitos de la semiótica literaria, esta semiótica, que aquí
hemos llamado barthesiana, se identifica con frecuencia con la semiótica
a secas. Ha logrado producir una extensa bibliografía en tomo suyo y ha
desarrollado vistosas y, en algunos puntos, complicadas metodologías:
su expresión más desarrollada es la semiótica greimasiana. Finalmente,
como síntesis de la reflexión semiótica contemporánea, nos ocupamos de
Umberto Eco en el contexto de una aún poco convincente semiótica
italiana.
Como se ve, dos de estos cambios de la semiótica contemporánea son
de origen francés: la saussureana, por un lado, y la barthesiana, por el
otro, que muestra indudables huellas tanto del magno movimiento cultu­
ral nacido en tomo al formalismo ruso como, evidentemente, de la
lingüística saussureana. Empecemos, pues, por el principio y el principio
se llama

M ongin-F erdinand de S aussure (1857-1913 )1

Nació en Ginebra el 26 de noviembre de 1857 de una de las más antiguas


y prestigiosas familias de la ciudad con una larga tradición como intelec­
tuales. Su padre, Flenri de Saussure (1829-1905), era zoólogo y
entomólogo; su madre fue la Condesa de Pourtalés. Entre sus antepasa­
dos hay varios científicos notables:

Saussure tenía a quien heredar. Su bisabuelo, Horace-Bénédict, fue el padre de la


geología, de la mineralogía y de la meteorología alpestres... Su padre..., también
naturalista, inculcaba a sus hijos, con el ejemplo, el rigor del trabajo metódico y la
insatisfacción por los resultados obtenidos... Su madre parecía poseer todos los
dones del espíritu y del buen gusto, y era, entre otras cosas, una música consuma-1

1. Para una información más completa sobre Saussure, puede verse el libro de E. F. Konrad Koerner,
Ferdinand de Saussure, Madrid, Gredos, 1982. Ofrece no sólo una información precisa sobre las
posibles fuentes saussureanas sino sobre los estudios que sobre Saussure se han hecho. Está dotado,
además, de una respetable y bastante actualizada bibliografía. Para este tema, además, citaré la excelente
edición del Curso de lingüística general hecha por Alianza Universidad, Madrid, 1983. No sólo se trata
de una edición crítica, la célebre edición crítica del profesor Tulio De Mauro, sino que además está
dotada de una serie de apéndices y demás que la hacen valiosa.

130
L a semiótica saussureana

da. En verano, la sobria elegancia de la casa Creux de Genthod, con su césped


rodeado de una doble fila de árboles centenarios, el espejo del lago y, como
horizonte, los Alpes; en invierno el amplio departamento de la Tertasse, en
Ginebra, con sus vitrinas llenas de colecciones de todas clases, los libros, los
álbumes, los grabados en profusión: este el ambiente en que crece F. de Saussure.
(David)2

Ferdinand de Saussure tuvo tres hermanos menores: Horace (1859-


1926) fue acuarelista y pintor; Leopold (1866-1925) fue primero militar
y luego sinólogo: experto en astronomía de la antigua China; el más joven
de ellos, René (1868-1943), fue profesor asociado de matemáticas en la
Universidad Católica de Washington, D. C. (1895-1898); luego enseña­
ría en las universidades de Ginebra y Berna; publicó muchos libros tanto
sobre ciencias naturales como sobre la idea, entonces de moda, de
establecer una lengua internacional que superara los defectos de otras
lenguas artificiales como el esperanto y el ido.3
Saussure empieza sus primeros estudios en el colegio de Hofwyl,
cerca de Berna. Allí adquirirá, para siempre, su amor a la lingüística
gracias a la influencia que en él ejercieron tanto el sabio indoeuropeísta
Adolphe Pictet, autor de Origines indoeuropéennes, como su abuelo
materno el conde Alexandre Joseph de Pourtalés, aficionado a construir
yates y autor de etimologías. Con esta vocación a cuestas, en 1870 se
matricula en el instituto Martine donde asiste a las clases de lengua griega
que imparte el profesor Millenet sobre la gramática de Haas. Para
entonces, Ferdinand de Saussure ya sabía francés, alemán, inglés y latín.
Aprendido el griego, Saussure intenta establecer un “systéme général du
langage” y, en efecto, en 1872, a los quince años, dedica a Pictet, numen
tutelar de su infancia, un manuscrito titulado Essai sur les langues cuya
tesis central era que, partiendo de cualquiera de las cinco lenguas, se
puede remontar hasta raíces bi- o triconsonánticas comunes en el supues­
to de que p=b=f=v, k=g=h=ch y t=d=th.

2. Citado por Tulio de Mauro, Op, cit., p. 333. En adelante, abreviaré las referencias a esta obra del
profesor De Mauro con las siglas TDM.
3. Para más datos véase K. Koemer, Op. cit., p. 78, nota 3.

131
E n pos del signo

Pictet fue siempre un modelo para F. de Saussure. Es muy probable


que fuera él, Pictet, quien introdujo a Saussure en los territorios de la
cultura romántica idealista: Pictet, en efecto, había estado en contacto
con Schlegel, Cousin, Hegel y Schelling. En 1878, Saussure publicará en
el Journal de Genéve (17, 18 y 21 de abril) una reseña a la segunda
edición de Origines que por entonces aparece. Pictet había muerto tres
años antes. Mientras tanto, en el otoño de ese 1872, Saussure no ingresa
al bachillerato (“gimnasio”) por considerarlo sus padres aún inmaduro:
debe permanecer en un colegio público por un año. Le fascinaba cual­
quier tipo de investigación. Estando un día en clase en ese colegio,
estaban leyendo un texto de Heródoto y se topó, de repente, con la forma
tetájatai, una de las muchas excepciones de la gramática griega.

En el instante en que vi la forma [contará él más tarde], mi atención, extremada­


mente distraída en general, como era natural, en afio de repetición, fue de repente
atraída de una manera extraordinaria, pues yo acababa de hacer este razonamien­
to: legómetha: légontai, por consiguiente, tetágmetha: tetájatai. Luego, N=a.4

De esta manera, a los dieciséis años, había descubierto la forma


nasalis sonans de entre las formas prehistóricas de la lengua griega, tres
años antes que lo hiciera el neogramático Brugmann. En 1973 se inscribe
en el bachillerato (“gimnasio”). Siguiendo los consejos de Pictet, al año
siguiente empieza a estudiar sánscrito en una gramática de Franz Bopp
que encontró en la Biblioteca Pública de Ginebra. Entra en contacto no
sólo con la segunda edición de los Grunzüge der griechischen Etymologie
de Georg Curtius, sino con el indianista y profesor de lengua y literatura
latinas de la Universidad de Ginebra, Paul Oltramare. Todo ello irá
determinando sus futuras andanzas.
Finalmente, en 1875, al terminar el bachillerato, para dar gusto a sus
padres y cumplir con una larga tradición familiar, entra en la Universidad
de Ginebra para estudiar ciencias naturales. Se inscribe, en efecto, en los
cursos de física y química. Ese año muere Pictet, su modelo. De Saussure,
sin embargo, no abandona sus inclinaciones hacia los campos ya hollados

4. TDM:335 y ss.

132
La semiótica saussureana

por Pictet: así, al mismo tiempo que sus lecciones de física y química,
Saussure asiste a clases de filosofía e historia del arte; pero, sobre todo,
sigue ocupándose de lingüística.
Había, por entonces, en la Universidad de Ginebra una cátedra de
“filología” que entre 1869 y 1873 había ocupado un tal Krauss. A partir
de ese 1873 se hace cargo de ella Joseph Wertheimer, teólogo y durante
cincuenta años rabino de Ginebra, que no sabía absolutamente nada de
lingüística.5 Desde luego, Saussure no comete el error de asistir a las
clases que este personaje imparte bajo el título ya de “lingüística compa­
rada”. Wertheimer dura, sin embargo, en el cargo hasta 1905 en que será
substituido, precisamente, por Ferdinand de Saussure. En vez de asistir a
las clases de Wertheimer, Saussure toma lecciones privadas de gramática
latina y griega con Luis Morel recién llegado de Leipzig donde había
asistido a las clases de E. Curtius.
Entra así, en contacto, con la escuela neogramática. Al finalizar su
primer año de universidad, Saussure deja, por tanto, sus cursos de
ciencias naturales y se dedica a lo que es su verdadera vocación, la
lingüística. Por un lado, el 13 de mayo de 1876 como miembro de la
Société de Linguistique de París apenas fundada; por otro lado, en el
otoño de 1876 se inscribe en la Universidad de Leipzig para estudiar
lingüística indoeuropea en donde permanece hasta el primer semestre de
1880. Es la época del Saussure neogramático.6 De esta época, en efecto,
son sus trabajos: Le suffixe -T-, Sur une classe de verbes latins en -eo, La
Transformation latine de tt en ss suposse-t-elle un intermedíame st?,
Essais d u n e distinction des differentes a indoeuropéens. Pero, sobre
todo, la célebre Memoire sur le systeme prim itif des voyelles dans les
langues indoeuropéennes, publicada en Leipzig en 1878 y reimpresa en
París en 1887.
La vida en Leipzig, por lo demás, no estuvo libre de intrigas, celos y
complots contra el lingüista suizo.7 El primer profesor alemán con quien
se topó fue el indoeuropeísta Heinrich Hübschmann (1848-1908), quien

5. Cfr. TDM:336.
6- Sugiero al lector interesado en ella que leaaT D M .337 y ss o aKoemer:81 y ss.
7. Véase, sobre todo esto, TDM:338 y ss. y Koemer:82 y ss.

133
En pos del signo

impartía un seminario de persa antiguo. Se sabe que en la entrevista


previa, el iranista le pregunta a Saussure qué piensa de la hipótesis
recientemente formulada por Brugmann sobre la existencia de una vocalis
sonans al origen de la -a- griega y del -un- germánico en las lenguas
indoeuropeas (descubierta por Saussure tres años antes en el aburrimien­
to de una clase de griego). Saussure se lamenta no haber anunciado su
descubrimiento a la par que se da cuenta de que sus razonamientos son
correctos. En el tiempo de su estancia en Leipzig, Saussure tomó los
cursos de gramática comparada que impartía Georg Curtius (1820-
1885), cursos de eslavónico y lituano con August Leskien (1840-1916),
un curso de celta con Ernst Windisch (1844-1918), un curso elemental de
sánscrito con Hermann Osthoff (1847-1909), fue oyente en el curso de
historia de la lengua germánica que impartía Hermann Braune (1850-
1926) y trabó contacto académico con Brugmann. Salvo Curtius, la
mayor parte de estos profesores alemanes de De Saussure no llegaban a
los treinta años.
En febrero de 1880, Ferdinand de Saussure defiende su tesis doctoral
De l ’emploi du génitif absolu en Sanscrit publicada en Ginebra al año
siguiente. Obtiene el doctorado summa cum laude et dissertatione egre­
gia. De la excelente defensa que De Saussure hace de su tesis un
compañero de estudios, Edouard Favre, recordará más tarde que si FdS
no hubiera sido tan modesto, bien hubieran podido invertirse los papeles
y ser él el examinador de sus examinadores

sus conocimientos eran universales: ningún tema, ni poesía, ni literatura, ni


política, ni bellas artes, ni historia, ni ciencias naturales le era ajeno. Escribía
versos, dibujaba. No conocía el bluff, fea palabra para designar una fea cosa; era
modesto, reflexivo, sincero y recto. Sus compañeros de estudios lo sabemos por
experiencia.8

El nuevo doctor abandona Leipzig y va a París a proseguir sus


estudios. Desde antes estaba en muy buena relación con la Societé. De
allí parte a Lituania a estudiar el lituano directamente sobre el terreno y

8. TDM:342.

134
L a semiótica saussureana

en sus diversas variedades habladas. El lituano era importante para el


trabajo indoeuropeísta de Saussure por su aspecto arcaico. Probablemen­
te, Saussure permanece en Lituania desde marzo a septiembre de 1880,
aunque, en realidad, no se sabe exactamente la fecha. Lo cierto es que en
el otoño de 1880 se instala en París. En todo caso para 1881 el domicilio
de Saussure es el número 3 de la calle Odeón y asiste a los cursos de
Michel Breal. En febrero de 1881, empezará a asistir, además, en L ’Ecole
des Hautes Etudes, a los cursos de iranio que imparte J. Darmesteter, a
los de sánscrito de A. Bergaigne y, finalmente, a las lecciones de filología
latina que imparte Louis Havet.
El mismo Edouard Favre cuenta que un día “un profesor que trataba
un tema ya estudiado por Saussure lo invitó a ocupar su lugar, y, ese día,
el estudiante ginebrino dió la clase”.9 Probablemente se trataba de Havet
quien positivamente admiraba a Saussure. En todo caso, Breal le cede su
curso en L Ecole y así, el 30 de octubre de 1881, Ferdinand de Saussure
es nombrado, a los veinticinco años, “maitre de conferences” de gótico
y de alto alemán. Al principio está restringido a enseñar germánico con
un salario de 2000 francos, en 1887-1888 es dejado en libertad y el curso
se amplía con gramática comparada del griego y del latín: al año siguiente
se agregan el persa y el lituano. Con esto, las lecciones de germánico se
convierten, prácticamente, en lecciones de lingüística indoeuropea.
El magisterio de Ferdinand de Saussure es muy importante para el
asunto que nos ocupa por la circunstancia de que lo que sabemos de su
proyecto de semiótica lo sabemos por sus alumnos. Una palabra, pues,
sobre el maestro. La enseñanza en París duró de 1881 a 1891 sólo
interrumpida el año lectivo de 1889/1890 por estar enfermo. Todos sus
alumnos están de acuerdo en decir que Saussure fue un profesor fasci­
nante aunque, por lo que hace a su ciclo parisino, no parecen haberlo
comprendido del todo. Guardaba con sus alumnos una relación directa.
Entre clase y clase, deben hacer ejercicios prácticos como componer una
gramática a partir de un trozo de texto determinado, o interpretar
alternativamente textos, o hacer ejercicios de lectura. Quedan muchos

9. TDM:345.

135
En pos del signo

testimonios de sus alumnos sobre la brillantez, sapiencia y cortesía con


que ejerció la cátedra en estos diez años. Daba sus conferencias en
L ’Ecole , sin rimbombancias y sin pleitos,

enseñó durante diez años con un brillo y una autoridad incomparables y, entre
tantos maestros eminentes, fue uno de los más escuchados y más queridos.
Admirábamos en sus lecciones la amplia y sólida información, el método riguro­
so, la visión general, que unía al detalle preciso, la elocución, de una claridad, de
una soltura y de una elegancia soberanas. Después de treinta años, me vienen aún
a la memoria como uno de los más grandes placeres intelectuales que yo haya
experimentado en mi vida.101

Y Antoine Meillet:

Ferdinand de Saussure era, en efecto, un verdadero maestro. Para ser un maestro


no es suficiente recitar delante del auditorio un manual correcto y al día; es
necesario tener una doctrina y un método y presentar la ciencia con acento
personal. La enseñanza que los estudiantes recibían de Ferdinand de Saussure
tenía un valor general, los preparaba para trabajar y formaba su espíritu; sus
fórmulas y sus definiciones se fijaban en la memoria como guías y modelos. Y
hacía querer y sentir la ciencia que enseñaba; su pensamiento de poeta daba a su
discurso una vivacidad que no se olvidaba más. Detrás del detalle se adivinaba
todo un mundo de ideas generales y de impresiones; por otra parte, parecía que
jamás llevaba a su curso una verdad terminada; había preparado cuidadosamente
todo lo que tenía que decir, pero no daba a sus ideas un aspecto definitivo sino
hablando; y fijaba su forma en el mismo momento en que se expresaba: el
auditorio estaba en suspenso ante este pensamiento en gestación, que continuaba
creándose ante él y que, en el momento mismo en que se formulaba de la manera
más rigurosa y cautivante, dejaba esperar una fórmula aún más rigurosa y
cautivante. Su persona hacía amar la ciencia; era asombroso ver esos ojos azules
llenos de misterio captar la realidad con tan rigurosa exactitud; su voz armoniosa
y velada despojaba a los hechos gramaticales de su sequedad y aspereza; ante su
aspecto aristocrático y juvenil no era posible ni imaginar que alguien pudiera
acusar a la lingüística de falta de vida.11

Los diez años de permanencia en París fueron fecundos para Saussure


en sus relaciones con la Societé de cuyas Memoir es es hecho director. A

10. E. Muret, Journal de Genéve, 26 de febrero de 1913, citado por TDM:346 y ss.
11. En TDM: 347.

136
La semiótica saussureana

las reuniones de la Societé asistían sus antiguos profesores de L ’Ecole


Michel Breal, Bergaigne, Havet. También había invitados extranjeros
entre los que hay que mencionar, por el tema que nos ocupa, a los rusos I.
Baudouin de Courtenay y Kruszewski, que tanta importancia habrían de
tener para el desarrollo de la fonología.
En este lapso parisino, en efecto, no dejará Saussure de enviar sus
notas y memorias a Societé que, aunque breves, son indicio de los
intereses del lingüista ginebrino y de los intereses neogramáticos que
cultivaba por esa época. He aquí algunos. En 1884 envía un breve texto
titulado Une loi rytmique de la langue grecque en que propone la
llamada ley Saussure sobre el tríbraco, como se llama en métrica al pie
compuesto de tres sílabas breves. De este año son también tanto la carta
que envía a Guiraud-Teulon sobre los nombres de parentesco arios con el
título de Les origines du Mariage et de la familie, como una nota sobre
el védico titulada, precisamente, Le védique. Y, en fin, una media docena
más de notas, en general sobre lingüística indoeuropea.
Saussure tuvo en París una dificultad que acabó por alejarlo: la
legislación francesa del momento le exigía la nacionalidad francesa para
tener un trabajo estable. Los pagos que recibió por su trabajo siempre se
enfrentaron a esa dificultad. El magisterio saussureano se corta cuando
estaba en la cúspide. Las circunstancias precisas se desconocen. Parece
ser que fue el problema de la nacionalidad francesa y de la religión:
protestante suizo, Saussure rehusó hacerse francés y dejó París cuando la
Universidad de Ginebra le ofreció, en 1891, la cátedra de Lingüística
Histórica y Comparada de Lenguas Indoeuropeas.
Ya en Ginebra, Saussure empieza sus clases en el semestre de invier­
no de 1891. Permanece como profesor extraordinario hasta 1896, fecha
en que es nombrado profesor ordinario de Sánscrito e Indoeuropeo,
además de director de la Biblioteca de la Facultad de Letras y Ciencias
Sociales. Del semestre de verano de 1899 al semestre de invierno de
1908, Saussure ofrece, anualmente, un seminario de fonología del fran­
cés moderno. Dentro de ese seminario, a partir del semestre de invierno
de 1900-1901, agrega un curso de versificación francesa que consistía en
estudiar las leyes de versificación desde el siglo XVI hasta el momento.
En el semestre de verano de 1904 a E. Redard en la clase de lengua y

137
En pos del signo

literatura alemanas: el curso de Saussure versa sobre los Nibelungen.


Además, durante veintiún años, ofrecerá, hasta su muerte, un curso anual
de sánscrito. A partir de 1907, como se sabe, Saussure ofrecerá sus
cursos de lingüística general, objeto de nuestro interés.12
Todo esto no le impide casarse con Marie Faesch, matrimonio del que
nacen Raymond y Jacques. Su vida es tranquila y regular: durante el año
vive en su casa de la calle Tertasse, en verano la familia sale. Sus lugares
de veraneo van cambiando con el tiempo. Viaja poco: a París en 1893; a
Italia con su mujer entre diciembre de 1905 y enero de 1906; en 1909 a
Inglaterra y nuevamente a París. Publica poco y, en general, lo que
publica (por lo general pequeñas notas) en este período ginebrino se
refiere a lingüística indoeuropea. Muere la tarde del 22 de febrero de
1913.

El pro yecto s a u s s u r e a n o d e s e m ió t ic a

Sobre los cursos de lingüística general ofrecidos por Ferdinand de Saussure


y de los que se desprende la magna revolución lingüística entre la que se
encuentra su proyecto de semiótica, voy a recoger lo que los editores del
Curso nos dicen al respecto:

Muy a menudo oímos a Ferdinand de Saussure deplorar la insuficiencia de los


principios y de los métodos que caracterizaban a la lingüística en cuyo ambiente
había crecido su genio, y toda su vida buscó las leyes directrices que pidiera su
pensamiento a través de ese caos. Pero en 1906, al suceder a Joseph Wertheiner en
la Universidad de Ginebra, no pudo dar a conocer las ideas personales que había
madurado durante tantos años. El maestro dió tres cursos sobre lingüística general
en 1906-1907, 1908-1909 y 1910-1911, si bien las necesidades del programa le
obligaron a consagrar la mitad de cada curso a exponer cuestiones relativas a la
historia y descripción de las lenguas indoeuropeas, con lo cual resultó singular­
mente reducida la parte esencial de su tema.13

Como ya lo explican los editores, el Curso es una reconstrucción


sintética de los tres cursos impartidos por Saussure a partir del tercer

12. Para todo esto véase Koemer, pp. 91 y ss.; y TDM: 353 y ss.
13. Curso , edición TDM: 59.

138
La semiótica saussureana

curso.14 Son muchas las referencias que el Curso hace al signo. Los dos
primeros capítulos de la primera parte, dedicada a explorar los “princi­
pios generales”, se ocupan del signo lingüístico. Saussure rechaza el
modelo según el cual la lengua no es una nomenclatura a la que corres­
ponde una lista de cosas:

Esta concepción, dice, es criticable por muchos conceptos. Supone ideas comple­
tamente hechas preexistentes a las palabras;15 no nos dice si el nombre es de
naturaleza vocal o psíquica, pues arbor puede considerarse en uno y otro aspecto;
por último, hace suponer que el vínculo que une un nombre a una cosa es una
operación muy simple, lo cual está bien lejos de ser verdad. Sin embargo, esta
perspectiva simplista puede acercarnos a la verdad al mostramos que la unidad
lingüística es una cosa doble, hecha con la unión de dos términos.

Ya antes, en la lexía 60, al hablar del circuito de la palabra, se refiere


al acto de habla individual y dice:

este acto supone por lo menos dos individuos: es el minimum exigible para que el
circuito sea completo. Sean, pues, dos personas, A y B, en conversación:

El punto de partida del circuito está en el cerebro de uno de ellos, por ejemplo, el
de A, donde los hechos de conciencia, que llamaremos conceptos, se hallan
asociados con las representaciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas
que sirven a su expresión. Supongamos que un concepto dado desencadena en el
cerebro una imagen acústica correspondiente: éste es un fenómeno enteramente
psíquico , seguido a su vez de un proceso fisiológico : el cerebro transmite a los

14. La edición crítica de Tulio de Mauro, con muy buen sentido, divide el texto del Curso, en unidades de
lectura que, usando una terminología propuesta por Barthes para su análisis estructural del relato,
llamaremos lexías. Tienen la misma función que los versículos de la Biblia o las suras del Corán,
aunque las lexías del curso son, en la mayoría de los casos, muchísimo más grandes. El Curso termina
en la lexía 305.
15. Saussure explicará más adelante, en la lexía 224, que el pensamiento de que se constituyen los contenidos
de las palabras, quitada la expresión,
no es más que una masa amorfa e indistinta. Filósofos y lingüistas han estado siempre de acuerdo
en reconocer que, sin la ayuda de los signos, seríamos incapaces de distinguir dos ideas de manera
clara y constante. Considerado en sí mismo, el pensamiento es como una nebulosa donde nada está
necesariamente delimitado. No hay ideas preestablecidas, y nada es distinto antes de la aparición
de la lengua.

139
En pos del signo

órganos de fonación un impulso correlativo a la imagen; luego las ondas sonoras


se propagan de la boca de A al oído de B: un proceso puramente físico . A
continuación el circuito sigue en B un orden inverso: del oído al cerebro,
transmisión fisiológica de la imagen acústica; en el cerebro, asociación psíquica
de esta imagen con el concepto correspondiente. Si B habla a su vez, este nuevo
acto seguirá -d e su cerebro al de A - exactamente la misma marcha que el primero
y pasará por las mismas fases sucesivas que representamos con el siguiente
esquema:
Audición Fonación

La lexía 130 concluye con estas célebres y significativas palabras: “lo


que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un concepto
y una imagen acústica”. Saussure entiende por imagen acústica la huella
psíquica del sonido material, “la representación que de él nos da el
testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial”. Y viene luego
un ejercicio que Saussure propone para mostrar “el carácter psíquico de
nuestras imágenes acústicas” : recitar, sin mover los labios, un poema en
nuestra lengua materna. Las palabras de la lengua materna son para
nosotros imágenes acústicas. En todo acto de habla hay, pues, una
imagen interior y una imagen exterior que es la realización de aquélla.
El signo lingüístico, por tanto, es una entidad psíquica de dos caras, el
concepto y la imagen acústica, que están tan íntimamente unidas entre sí
que se reclaman recíprocamente, como las dos caras de una hoja de
papel.

Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen acústica; pero en el


uso corriente este término designa generalmente la imagen acústica sola, por
ejemplo, una palabra {arbor, etc.). Se olvida que si llamamos signo a arbor no es
más que gracias a que conlleva el concepto “árbol”, de tal manera que la idea de
la parte sensorial implica la del conjunto.
La ambigüedad desaparecería si designáramos las tres nociones aquí presentes
por medio de nombres que se relacionen recíprocamente al mismo tiempo que se
opongan. Y proponemos conservar la palabra signo para designar el conjunto, y
reemplazar concepto e imagen acústica con significado y significante; estos dos

140
La semiótica saussureana

últimos términos tienen la ventaja de señalar la oposición que los separa, sea entre
ellos dos, sea del total de que forman parte. En cuanto al término signo, si nos
contentamos con él es porque, no sugiriéndonos la lengua usual cualquier otro, no
sabemos con qué reemplazarlo.16

Saussure establece enseguida los dos caracteres del signo lingüístico:


es arbitrario, el significante es de índole lineal. El capítulo siguiente, en
cambio, lo dedica a exponer la inmutabilidad y la mutabilidad del signo.
Saussure habla de “semiología” en las lexías 73,129,139,161 y 170 y la
funda, precisamente, en el carácter arbitrario del signo lingüístico. Tam­
bién se pueden encontrar referencias a nuestro asunto en los Cahiers de
Ferdinand de Saussure.
1. El más célebre e importante de ellos está basado en las notas de
cuatro lecciones: las lecciones dictadas los días 12 y 16 de noviembre de
1908, durante su segundo curso en Ginebra, y las del 4 de noviembre de
1910 y 25 de abril de 1911, pertenecientes al tercer curso. De Saussure
concibe, en efecto, la lengua como un sistema semiótico:

La lengua -d ic e - es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso compara­


ble a la escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas
de cortesía, a las señales militares, etc. Sólo que es el más importante de todos
esos sistemas.
Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno
de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología general. Nosotros la
llamaremos semiología (del griego sémeion “signo”). Ella nos enseñará en qué
consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. Puesto que todavía no
existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la existencia,
y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es más que una parte
de esta ciencia general. Las leyes que la semiología descubra serán aplicables a la
lingüística, y así es como la lingüística se encontrará ligada a un dominio bien
definido en el conjunto de los hechos humanos.
Al psicólogo toca determinar el puesto exacto de la semiología; tarea del
lingüista es definir qué es lo que hace de la lengua un sistema especial en el
conjunto de los hechos semiológicos. Más adelante volveremos sobre la cuestión;
aquí sólo nos fijamos en ésto: si por primera vez hemos podido asignar a la
lingüística un puesto entre las ciencias es por haberla incluido en la semiología.

16. Lexía 135.

141
En pos del signo

¿Por qué la semiología no es reconocida como ciencia autónoma, ya que tiene


como las demás un objeto propio? Es porque giramos dentro de un círculo vicioso:
de un lado, nada más adecuado que la lengua para hacer comprender la naturaleza
del problema semiológico; pero, para plantearlo convenientemente, se tendría que
estudiar la lengua en sí misma; y el caso es que, hasta ahora, casi siempre se la ha
encarado en función de otra cosa, desde otros puntos de vista.17*

Cuando Saussure diserta sobre lo arbitrario del signo lingüístico hace,


de paso, una importante referencia a la futura semiología:

cuando la semiología esté organizada, se tendrá que averiguar si los modos de


expresión que se basan en signos enteramente naturales -com o la pantomima- le
pertenecen de derecho. Suponiendo que la semiología los acoja; su principal
objetivo no por eso dejará de ser el conjunto de sistemas fundados en lo arbitrario
del signo. En efecto, todo medio de expresión recibido de una sociedad se apoya,
en principio, en un hábito colectivo o, lo que viene a ser lo mismo, en la
convención. Los signos de cortesía, por ejemplo, dotados con frecuencia de cierta
expresividad natural (piénsese en los chinos que saludan a su emperador
prosternándose nueve veces hasta el suelo), no están menos fijados por una regla;
esa regla es la que obliga a emplearlos, no su valor intrínseco. Se puede, pues,
decir que los signos enteramente arbitrarios son los que mejor realizan el ideal del
procedimiento semiológico; por eso la lengua, el más complejo y el más extendido
de los sistemas de expresión, es también el más característico de todos; en este
sentido la lingüística puede erigirse en el modelo general de toda semiología,
aunque la lengua no sea más que un sistema particular.
Se ha utilizado la palabra símbolo para designar el signo lingüístico, o, más
exactamente, lo que nosotros llamamos el significante. Pero hay inconvenientes
para admitirlo, justamente a causa de nuestro primer principio. El símbolo tiene
por carácter no ser nunca completamente arbitrario; no está vacío: hay un
rudimento de vínculo natural entre el significante y el significado. El símbolo de
la justicia, la balanza, no podría reemplazarse por otro objeto cualquiera, un carro,
por ejemplo.1®

De Saussure, como ya hemos visto, llama semiología a la ciencia que


se ocupa de los sistemas de significación. Es una de las cosas que aquí

17 Ferdinand de Saussure, Curso de lingüistica general* Madrid, Alianza Editorial, 1983, pp. 80 y ss.
Lexía 73.
18.. Lexías 139-140.

142
La semiótica saussureana

llamamos semiótica. Según el profesor ginebrino, la elaboración y el


control de cualquier sistema de significación sólo pueden darse, para el
individuo, en el interior de una lengua histórica. Eso quiere decir que la
lengua debe quedar al centro de cualquier teoría semiótica en la medida,
no sólo, que es el sistema de significación más desarrollado, sino en la
medida en que para un individuo histórico la lengua es el sistema semiótico
más importante y todos los demás sistemas semióticos están estructurados
lingüísticamente. En efecto, a diferencia de los sistemas semióticos no
verbales, cada lengua histórica está construida de tal manera que puede
dotar de sentido a cualquier experiencia humana.

¿Dónde se detendrá la semiología? [pregunta de Saussure en un texto ya célebre


de Cahiers], Es difícil decirlo. Esta ciencia verá extenderse su dominio cada vez
más. Los signos, los gestos de cortesía, entrarían en ella; son un lenguaje en tanto
que significan algo; son impersonales -salvo los matices, pero se puede decir otro
tanto de los signos de la lengua-, no pueden ser modificados por el individuo y se
perpetúan por sí mismos. Será una de las tareas más apremiantes de la semiología
marcar los grados y las diferencias.19

La naturaleza semiológica del lenguaje, en Saussure, tiene su origen


sobre todo en el hecho de que el lenguaje es una institución social y el
sistema de signos de que hace uso es siempre un sistema de signos
convencionales. Este carácter colectivo o, si se prefiere, social es una
característica esencial de todo hecho semiológico y, por tanto, de todo
sistema semiológico: si no es social o colectivo un fenómeno sígnico no
es semiológico.2021
Por otro lado, se sugiere en el texto anterior una de las tareas más
urgentes de la futura semiótica: la de clasificar los distintos sistemas de
signos de que se compone una cultura. Esta vertiente saussureana será
explorada primero por el danés Luis Hjelmslev en sus Prolegómenos
para una teoría del lenguaje,11 y luego por el formalismo francés capita­
neado por Roland Barthes. Empero, vista en su conjunto y comparada

19. F. de Saussure, Cahiers de Ferdinand de Saussure, n.19, 1962, p. 5 y ss.


20. Para este asunto véase a Koemer, pp. 419-436.
21. Cito por la edición de Editorial Gredos, Madrid, 1971.

143
En pos del signo

con los desarrollos a que la disciplina llega con Peirce, sobre todo, hay
que estar de acuerdo con Jakobson en que

La contribución de Ferdinand de Saussure al progreso de los estudios semióticos


es evidentemente más modesta y más restringida. Su actitud frente a la science
des signes, y el nombre de semiologíe (o esporádicamente signologie) que le
impuso inmediatamente, se mantiene, al parecer, enteramente fuera de la corrien­
te creada por hombres tales como Locke, Lambert, Bolzano, Peirce y Husserl.
Puede decirse que ni siquiera conoció sus investigaciones en semiótica. Sin
embargo, en sus lecciones se pregunta: “¿Por qué no ha existido la semiología
hasta ahora?”. La cuestión del precedente que pudo haber inspirado el programa
construido por Saussure sigue sin respuesta. Sus ideas sobre la ciencia de los
signos han llegado solamente hasta nosotros bajo la forma de notas escasas, la más
antigua de las cuales data de la década de 1890,22 y en los dos últimos de sus tres
cursos de lingüística general.23

Luis H jelmslev (1899-1965)

El suyo constituye el más sólido esfuerzo por crear una ciencia del
lenguaje sobre las huellas de Saussure. Sin embargo, no es su teoría del
lenguaje en sí lo que nos permite evocarlo sino la ampliación que de ella
hace a sistemas de signos no lingüísticos (cap. XXI) y por su teoría de la
significación.
Hijo de un profesor de matemáticas, tuvo como primer profesor al
comparatista y neogramático Holger Pedersen, quien fue uno de los
primeros en escribir una historia de la lingüística rica en modernas
observaciones. Tras estudiar en Lituania (1921) va a Praga (1923) donde
entra en contacto con los emigrantes del formalismo ruso, en pleno
período de discusión de las famosas tesis del 29. Y de allí a París donde
asiste a las clases del saussureano Antoine Meillet entre 1926 y 1927. En
1937 sucede a Pedersen en la cátedra de lingüística comparada en la
Universidad de Copenhague.

22. Cfr. Robert Godel, Les sources manuscriíes du Cours de la linguistique générale de F. de Saussure,
Génova, Librairie F. Droz, 1957, p. 275.
23. “Ojeada...”, en El Marco del lenguaje , Op. cit., 17.

144
La semiótica saussureana

La obra de Hjelmslev, dice Mounin,24 estuvo simbolizada, durante casi un cuarto


de siglo, por una obrita de 112 páginas, aparecida en 1943, Omkring sprogteoriens
grundlaeggelse. Ni siquiera al inglés fue traducida, y por consiguiente accesible a to­
do el mundo, hasta 1953, bajo el título: Prolegomena to a Theory of Language [...].

En esta obra expone de una manera muy nítida su compleja teoría de


la glosemática, una lingüística científica. Para Hjelmslev, la significación
es la relación entre el plano de la expresión y el plano del contenido.
Según él, en efecto, el análisis de un texto debe conducir a dividir el texto
en dos partes: el plano de la expresión y el plano del contenido. El plano
de la expresión está constituido por elementos de tipo físico: sonidos, si
se trata de lenguaje hablado; letras, si se trata de lenguaje escrito; otros
elementos, si se trata de otros lenguajes. El plano del contenido, en
cambio, es el que contiene el sentido del texto. Cada uno de esos planos,
por lo demás, posee una forma y una substancia. En esta última distinción
se funda la semiótica francesa que se interesa, como veremos, en la forma
del contenido. El análisis consiste en descomponer cada uno de esos
componentes en sus respectivos componentes hasta agotar el análisis. Un
desarrollo de las ideas semióticas de Hjelmslev puede verse en Jürgen
Trabant, Semiología de la obra literaria. Glosemática y teoría de la
literatura,25
A partir del capítulo XXI de sus Prolegómenos, en efecto, Hjelmslev
hace una ampliación de su punto de vista y así de los capítulos XXI a
XXIII, en un intento de definir el no lenguaj e, pasa a mostrar la aplicabilidad
de su teoría a “sistemas de signos o a sistemas de figuras con fines
sígnicos” basado en que una lengua natural “puede describirse con base
en una teoría que es específica en mínimo grado y que debe implicar
consecuencias de mayor alcance”.26
La propuesta semiótica de Hjelmslev, por muchas razones, se puede
decir que es una continuación y desarrollo de la saussureana. Saussure
aparece en toda la obra del danés. Por otro lado, el presupuesto de que
parte es el mismo que el de toda su glosemática: detrás de todo proceso

24. La lingüística del siglo XX, Madrid, Gredos, 1976, pp. 133.
25. Madrid, Gredos, 1975.
26. Pág. 147.

145
En pos del signo

hay un sistema. O en palabras suyas: “para cada proceso hay un sistema


correspondiente, por medio del cual puede aquél analizarse y describirse
con un número limitado de premisas”.27 La validez de este principio es
asumida a priori como general dado que la substancia no puede ser un
definente de una lengua

Además, cabe sustituir la sustancia del sonido-y-gesto que generalmente se


emplea por cualquier otra que resulte adecuada en circunstancias externas distin­
tas. Así la misma forma lingüística puede manifestarse también en la escritura,
como ocurre en la notación fonética o fonémica y en las llamadas ortografías
fonéticas, como la finlandesa. En este caso tenemos una “sustancia” gráfica
dirigida exclusivamente a la vista y que no es necesario convertir en “sustancia”
fonética para comprenderla. Y esta “sustancia” gráfica, precisamente desde el
punto de vista de sustancia, puede ser de tipos muy diversos. Puede haber
asimismo otras “sustancias”; pensemos simplemente en el código de señales de
la marina, que muy bien puede usarse para expresar una lengua “natural”, por
ejemplo el inglés, o en el lenguaje de signos de los sordomudos.28

Con una apertura así de su esquema, Hjelmslev puede analizar cual­


quier texto, no importa la “sustancia” de que esté hecho. El vocablo
“semiótica”, por tanto, a “cualquier estructura que sea análoga a una
lengua y satisfaga la definición dada”. La definición dada por Hjelmslev
de semiótica es: “una jerarquía, cualquiera de cuyos componentes admi­
te su análisis ulterior en clases definidas por relación mutua, de modo que
cualquiera de estas clases admite su análisis en derivados definidos por
mutación mutua”.29
Hjelmslev cree que analizar otras estructuras semióticas distintas de
las lenguas naturales no es tarea del lingüista sino del lógico. Pero el
lingüista, para poder cumplir su cometido, tiene que tener un horizonte
más amplio estudiando estructuras análogas. Y agrega:

Desde los tiempos de Saussure se sabe, desde el punto de vista lingüístico, que el
lenguaje no puede estudiarse aisladamente. Saussure estimaba necesario, como
base de la lingüística en su sentido más estricto, una disciplina que él bautizó con

27. Pág. 19.


28. Pág. 147.
29. Pág. 150.

146
La semiótica saussureana

el nombre de semiología (de sémeion ‘signo’). De ahí que, en los años que
precedieron a la segunda guerra mundial, tanto la lingüística concreta como
ciertos círculos de orientación lingüística interesados en el estudio de los funda­
mentos (especialmente en Checoslovaquia), se esforzaron por estudiar sistemas de
signos distintos de las lenguas -especialmente los trajes regionales, el arte y la
literatura- sobre una base semiológica más general.30

Hjelmslev se refiere específicamente a ciertos trabajos ligados a lo


que fue el formalismo ruso, primero, y el Círculo de Praga, después, de
que hablaremos más adelante. Cita, en concreto, a Bogatyrev, Mukarovsky
y Buyssens. Hjelmslev recuerda, precisamente, que Saussure en más de
una ocasión se refirió al aspecto lúdico del sistema lingüístico. Estas
comparaciones son muy pertinentes para el asunto que nos ocupa. Hélas
aquí:

1. Para la lingüística interna la cosa es muy distinta: la lingüística interna no


admite una disposición cualquiera; la lengua es un sistema que no conoce más que
su orden propio y peculiar. Una comparación con el ajedrez lo hará comprender
mejor. Aquí es relativamente fácil distinguir lo que es interno de lo que es externo:
el que haya pasado de Persia a Europa es de orden externo; interno, en cambio, es
todo cuanto concierne al sistema y sus reglas. Si reemplazo unas piezas de madera
por otras de marfil, el cambio es indiferente para el sistema; pero si disminuyo o
aumento el número de las piezas tal cambio afecta profundamente a la “gramáti­
ca” del juego. Es verdad que para hacer distinciones de esta clase hace falta cierta
atención. Así en cada caso se planteará la cuestión de la naturaleza del fenómeno,
y para resolverlo se observará esta regla: es interno todo cuanto hace variar el
sistema en un grado cualquiera.31

2. Pero entre todas las comparaciones que se podrían imaginar, la más demostra­
tiva es la que se hace entre el juego de la lengua y una partida de ajedrez. En
ambos juegos estamos en presencia de un sistema de valores y asistimos a sus
modificaciones. Una partida de ajedrez es como una realización artificial de lo
que la lengua nos presenta en forma natural.

Veámoslo de más cerca:

30. Pág. 151.


31. Lexías 90 y 91.

147
En pos del signo

En primer lugar un estado del juego corresponde enteramente a un estado de la


lengua. El valor respectivo de las piezas depende de su posición en el tablero, del
mismo modo que en la lengua cada término tiene un valor por su posición con
todos los otros términos.
En segundo lugar, el sistema nunca es más que momentáneo: varía de posición
a posición. Es que los valores dependen también, y sobre todo, de una convención
inmutable, la regla del juego, que existe antes de iniciarse la partida y persiste tras
cada jugada. Esta regla admitida una vez para siempre existe también en la
lengua: son los principios constantes de la semiología.
Por último, para pasar de un equilibrio a otro, o -según nuestra terminología-
de una sincronía a otra, basta el movimiento y cambio de un solo trebejo: no hay
mudanza general. Y aquí tenemos el paralelo del hecho diacrónico con todas sus
particularidades...32

Hjelmslev se sirve de estas reflexiones saussureanas para erigir la


lingüística en su sentido más amplio como semiología:

Ciertamente, en el Cours de Saussure se considera que esta disciplina general se


erige sobre la base de factores esencialmente sociológicos y psicológicos. Al
mismo tiempo, Saussure esboza algo que sólo puede comprenderse como ciencia
de la pura forma, una concepción de la lengua como estructura de transformación
abstracta, que él deduce de estructuras análogas. Así, ve que un rasgo esencial -tal
vez esencialísim o- de la estructura semiológica reaparece en las estructuras
llamadas juegos; por ejemplo en el ajedrez, al que presta gran atención.33

El estudio de las relaciones mutuas entre la lengua y otros sistemas,'


explorada por Saussure con respecto al ajedrez, es propuesto por Hjelmslev
como mecanismo metodológico permanente para estudiar la lengua.
Según Hjelmslev, en efecto, un juego como el ajedrez es un sistema de
transform ación “esencialm ente de la m ism a estructura que una
semiótica”.34 No sólo, pues, la lengua, sirve de paradigma a los otros
sistemas de signos sino que éstos, a su vez, sirven para explorar otras
propiedades de la lengua. La semiótica, pues, serviría para recorrer ese
camino en las dos direcciones y conformar una enciclopedia del signo:

32. Lexías 186 y 187.


33. Pág. 152.
34. Pág. 157

148
La semiótica saussureana

En un sentido nuevo, pues, parece fructífero y necesario establecer un punto de


vista común a un gran número de disciplinas, desde la literatura, el arte, la música
y la historia en general hasta la lógica y las matemáticas, de modo que desde él se
concentren esas ciencias en un planteamiento de los problemas definido
lingüísticamente. Cada una de ellas podrá contribuir en su medida a la ciencia
general de la semiótica investigando hasta qué punto y de qué manera pueden
someterse sus objetos a un análisis que esté de acuerdo con las exigencias de la
teoría lingüística. De este modo quizá se arroje nueva luz sobre esas disciplinas y
se provoque un autoexamen crítico de las mismas. Y así, a través de una
colaboración recíprocamente fructífera sería posible elaborar una enciclopedia
general de las estructuras sígnicas.35

Metodológicamente hablando, sin embargo, Hjelmslev propone que


se asuma la lengua como modelo de sistema de signos y que a partir de lo
que allí pasa se estudien los demás: “una lengua, dice, es una semiótica a
la que pueden traducirse todas las demás semióticas -tanto las demás
lenguas como las demás semióticas concebibles-”.36
Hjelmslev clasifica las estructuras semióticas en tres tipos: las
semióticas denotativas, las semióticas connotativas y las metasemióticas.
Una semiótica denotativa es aquella en que ninguno de los dos planos de
que consta es una semiótica. Por ejemplo:

Expresión Contenido

En cambio, una semiótica connotativa es una semiótica cuyo plano de


la expresión es, a su vez, una semiótica. Así:

i---------------------------
Expresión

Expresión
Contenido
Contenido

35. Pág. 153.


36. Ibid.

149
En pos del signo

En primer lugar un estado del juego corresponde enteramente a un estado de la


lengua. El valor respectivo de las piezas depende de su posición en el tablero, del
mismo modo que en la lengua cada término tiene un valor por su posición con
todos los otros términos.
En segundo lugar, el sistema nunca es más que momentáneo: varía de posición
a posición. Es que los valores dependen también, y sobre todo, de una convención
inmutable, la regla del juego, que existe antes de iniciarse la partida y persiste tras
cada jugada. Esta regla admitida una vez para siempre existe también en la
lengua: son los principios constantes de la semiología.
Por último, para pasar de un equilibrio a otro, o -según nuestra terminología-
de una sincronía a otra, basta el movimiento y cambio de un solo trebejo: no hay
mudanza general. Y aquí tenemos el paralelo del hecho diacrónico con todas sus
particularidades...32

Hjelmslev se sirve de estas reflexiones saussureanas para erigir la


lingüística en su sentido más amplio como semiología:

Ciertamente, en el Cours de Saussure se considera que esta disciplina general se


erige sobre la base de factores esencialmente sociológicos y psicológicos. Al
mismo tiempo, Saussure esboza algo que sólo puede comprenderse como ciencia
de la pura forma, una concepción de la lengua como estructura de transformación
abstracta, que él deduce de estructuras análogas. Así, ve que un rasgo esencial -tal
vez esencialísim o- de la estructura semiológica reaparece en las estructuras
llamadas juegos; por ejemplo en el ajedrez, al que presta gran atención.33

El estudio de las relaciones mutuas entre la lengua y otros sistemas,'


explorada por Saussure con respecto al ajedrez, es propuesto por Hjelmslev
como mecanismo metodológico permanente para estudiar la lengua.
Según Hjelmslev, en efecto, un juego como el ajedrez es un sistema de
transform ación “esencialm ente de la m ism a estructura que una
semiótica”.34 No sólo, pues, la lengua, sirve de paradigma a los otros
sistemas de signos sino que éstos, a su vez, sirven para explorar otras
propiedades de la lengua. La semiótica, pues, serviría para recorrer ese
camino en las dos direcciones y conformar una enciclopedia del signo:

32. Lexías 186 y 187.


33. Pág. 152.
34. Pág. 157

148
La semiótica saussureana

En un sentido nuevo, pues, parece fructífero y necesario establecer un punto de


vista común a un gran número de disciplinas, desde la literatura, el arte, la música
y la historia en general hasta la lógica y las matemáticas, de modo que desde él se
concentren esas ciencias en un planteamiento de los problemas definido
lingüísticamente. Cada una de ellas podrá contribuir en su medida a la ciencia
general de la semiótica investigando hasta qué punto y de qué manera pueden
someterse sus objetos a un análisis que esté de acuerdo con las exigencias de la
teoría lingüística. De este modo quizá se arroje nueva luz sobre esas disciplinas y
se provoque un autoexamen crítico de las mismas. Y así, a través de una
colaboración recíprocamente fructífera sería posible elaborar una enciclopedia
general de las estructuras sígnicas.35

Metodológicamente hablando, sin embargo, Hjelmslev propone que


se asuma la lengua como modelo de sistema de signos y que a partir de lo
que allí pasa se estudien los demás: “una lengua, dice, es una semiótica a
la que pueden traducirse todas las demás semióticas -tanto las demás
lenguas como las demás semióticas concebibles-”.36
Hjelmslev clasifica las estructuras semióticas en tres tipos: las
semióticas denotativas, las semióticas connotativas y las metasemióticas.
Una semiótica denotativa es aquella en que ninguno de los dos planos de
que consta es una semiótica. Por ejemplo:

Expresión Contenido

En cambio, una semiótica connotativa es una semiótica cuyo plano de


la expresión es, a su vez, una semiótica. Así:

i
Expresión

Expresión
Contenido
Contenido

35. Pág. 153.


36. Ibid.

149
En pos del signo

Finalmente, una metasemiótica es una semiótica en que el plano del


contenido es, a su vez, una semiótica. De esta manera:

Contenido .

Expresión
Expresión
Contenido

150
VIII
LA SEMIÓTICA RUSA

El f o r m a l is m o ruso

Es la otra línea de la tradición de que se alimenta no sólo la semiótica


francesa sino la semiótica a secas. Sólo voy por ahora a trazar las
principales líneas de reflexión de esta importante escuela que está a la
base del interés del siglo XX por los textos cualquiera que sea su índole.
Ya hemos visto, por un lado, los múltiples contactos entre miembros
ilustres de esta escuela y Ferdinand de Saussure. Por otro, las reflexiones
que en tomo al folclor y la literatura tienen lugar en el seno del formalis­
mo ruso, desembocarán de manera directa en la reflexión y ejercicio de la
semiótica ya directamente, ya a través del Círculo Lingüístico de Praga.
En el seno del formalismo ruso, en efecto, tiene lugar una importante
discusión que lleva a sus miembros a descubrimientos deslumbrantes,
andando el tiempo, como los del fonema y, por tanto, la relación entre
forma y función que será, finalmente, la clave de muchos de los momen­
tos estelares de esta concepción semiótica. El hecho de que el Círculo
Lingüístico de Praga, heredero de la reflexión formalista, haya distingui­
do, por ejemplo, en el seno de una lengua histórica una serie de lenguas
de diferentes funciones, fue acostumbrando a estos pensadores no sólo a
distinguir las diferentes configuraciones que por razones de función se
dan en el interior de una misma lengua y con más razón en el seno de una
cultura, sino a aislarlas y estudiarlas en un verdadero alarde metodológico
de análisis semiótico. En línea directa, las a veces áridas reflexiones y
discusiones que tienen en el seno del grupo formalista, primero,
y praguense, después, desembocarán de buenas a primeras en brillantes y
fructíferos descubrimientos como los que hace Propp que, al fin de

151
En pos del signo

cuentas, están a la base del concepto de actante. El intentar aquí bosque­


jar algunos momentos de estas reflexiones tiene el propósito de nutrir la
reflexión semiótica con algunos de los elementos originales.
Se suele entender por formalismo ruso a una rica tradición de estu­
dios elaborados sobre textos, especialmente los literarios; el formalismo
floreció en Rusia a principios de siglo en tomo tanto al llamado Círculo
Lingüístico de Moscú cuanto al grupo de Leningrado. El primero conta­
ba entre sus miembros más importantes a Roman Jakobson, a Ptr Bogatirev
y a G. O. Vinocur; el segundo, que se conoció desde 1916 con el nombre
Opojaz: siglas de Obscestvo izucenija poeticeskogo jasyka que significa
“Sociedad para el estudio de la lengua poética”.
Poco importan, en realidad, las discusiones de si tal o cual trabajo se
encuentra o no en los orígenes del movimiento. Un recuento de las
peripecias se puede encontrar en el ya clásico libro de Victor Erlich1que
describe así los orígenes del formalismo:

Los comienzos del formalismo ruso lo fueron todo menos espectaculares. Los dos
centros del movimiento -e l Opojaz peterburgués y el Círculo Lingüístico de
M oscú- al principio no eran más que pequeños grupos de discusión, en los que los
jóvenes filólogos intercambiaban sus ideas acerca de los problemas fundamentales
de la teoría literaria en una atmósfera libre de restricciones impuestas por los
cursos académicos oficiales.12

¿Q ué s e p r o p o n ía n ?

En una serie de conversaciones con Krystina Pomorska,3Roman Jakobson


recuerda así los orígenes del formalismo: “Con la perspectiva de buscar
nuevos caminos y nuevas posibilidades en lingüística, en poética y sobre
todo en métrica para aplicarlas en primer lugar al folklore, se fundó en
marzo de 1915 el Círculo Lingüístico de Moscú y con esas orientaciones
se estableció su programa”.4

1. Elformalismo ruso, Barcelona, Seix Barral, 1974.


2. Op. cit., p. 89.
3. Lingüistica, poética » tiempo. Conversaciones con Krystina Pomorska , Barcelona, Editorial crítica,
1980.
4. Op. cit., 28:19.

152
La semiótica rusa

Las publicaciones de algunos de sus miembros y la veintena de


artículos leídos entre 1918 y 1919 muestran bien los diversos intereses
por los que transitan los cultivadores del método formal: “Los epítetos
poéticos” y “El ritmo del verso de Osip Brik” de Osip Brik; “El
pentámetro yámbico de Pushkin” presentado por Tomashevskij; “El
problema de los préstamos e influencias literarias” de S. Bobrov; “La
lengua poética de Xlenikov” de Roman Jakobson.
El otro grupo, el de San Petersburgo, estaba interesado directamente
en resolver los problemas de la literatura con la ayuda de la lingüística
moderna.
Erlich llam a al período que va de 1916 a 1920 “los años de
enfrentamiento y polémica”. Es, sin embargo, el período de formulación
de los postulados formalistas. Luego vendrá el enfrentamiento del forma­
lismo con el marxismo y las crisis formalistas que ello provocó: 1921-
1925; en este lapso, sin embargo, las teorías formalistas sufrirían una
criba obligada por los planteamientos marxistas. El resultado es positivo
para el formalismo: madura. Entre 1926 y 1930, sin embargo, tiene lugar
lo que Erlich llama “crisis y desbandada”.

La e p i s t e m o l o g í a l it e r a r ia d e l o s f o r m a l is t a s r u s o s

Uno de los principales propósitos del formalismo ruso es el estudio


científico de la literatura. Desde luego este propósito se basa en la
convicción de que dicho estudio es posible. Más aún el estudio científico
de la literatura es una de las premisas del formalismo. Por ejemplo,
Sklovski en “El arte como procedimiento”5 habla de la oposición de las
leyes de la lengua poética a las leyes de la lengua cotidiana; por esta
razón, dice, “debemos tratar las leyes de gasto y economía en la lengua
poética dentro de su marco propio y no por analogía con la lengua
prosaica” .6
Este sueño de los investigadores literarios del formalismo ruso se
fincaba, en efecto, en un modelo epistemológico monista: una ciencia de

5. Véase Formalismo y vanguardia, Madrid, Alberto Corazón, 1973, pp. 85-113.


6. Op. cit., p. 94.

153
En pos del signo

la literatura hecha a imagen y semejanza de la física. Eran neopositivistas.


Mientras tanto Jakobson planteaba el problema de la demarcación en
literatura con la creación del concepto de literariedad reclamando, desde
1921, la necesidad de una ciencia de la literatura y Tinianov, en 1927,
sentaba la precisión como postulado de la ciencia literaria.
Pero fue Eichenbaum, en 1926, en su célebre artículo “La teoría del
‘método form al'”,7 quien más claramente se pronunció por un método
científico de investigación literaria asumiendo un método hipotético-
deductivo muy cercano al de Karl Popper -L a lógica de la investigación
científica-

La teoría es solamente una hipótesis de trabajo en nuestras investigaciones. Con


su ayuda tratamos de señalar y comprender los hechos y descubrir su carácter
sistemático, gracias al cual llegan a convertirse en materia de estudio [...]
Preferimos establecer principios concretos y atenemos a ellos en la medida en que
puedan ser aplicados a una materia determinada. Pero si esa materia exige una
complejización o una modificación de nuestros principios, no dudamos en
efectuarlas. En este sentido somos suficientemente libres frente a nuestras teorías
y, en nuestra opinión, toda ciencia debería serlo, en la medida en que existe una
diferencia entre teoría y convicción. La ciencia no es algo definitivamente cons­
truido: su existencia se basa en la superación de los errores, no en el estableci­
miento de verdades.8

En este afán por sistematizar fenómenos tendentes a la singularidad


están las raíces de la semiótica rusa, de la que nos ocuparemos después.
En efecto, lo que aquí se dijo de los sistemas literarios, se aplicará más
tarde a otros sistemas de significación. La reflexión, teorización y
metodologías que se habían aplicado a descodificar los sistemas literarios
se aplicaron sin dificultad a otros sistemas de significación.
Según los formalistas, pues, toda afirmación científica sobre literatura
es, en principio, revocable. No existen las verdades absolutas: la verdad
científica en literatura se va haciendo, penosamente, paso a paso. La
ciencia literaria, para los formalistas, por tanto, tiene como objeto la

7. Formalismo y vanguardia, Op. cit ., pp. 29 y ss.


8. Op. cit., p. 30.

154
La semiótica rusa

literariedad y no los textos literarios en conjunto o en forma individual.


La literariedad, a su vez, es el conjunto de mecanismos y principios
estructurales que hacen que un texto sea literario, una obra de arte. La
ciencia de la literatura tiene como objeto esos mecanismos y principios
estructurales.
Además de este postulado, los formalistas aceptaron que “una nueva
forma produce un nuevo contenido y que el contenido está condicionado
por la forma”. Por tanto, formas diferentes tienen distintos contenidos a
excepción de los sinónimos y homónimos en donde las palabras se
emancipan de sus significados como diría Jakobson.

SUS PRINCIPALES PRO TAG O NISTAS

Víctor Sklovsky.9

Es quizás la figura más importante del “formalismo” . Fue, entre otras


cosas, el organizador del “Opoíaz”. Novelista y crítico literario, entre su
obra como crítico literario encontramos Resurrección de la palabra
(1914), La literatura y el cine (1923), Sobre la teoría de la prosa
(1925), Materiales y estilo en Guerra y Paz, de Tolstoi (1928), Notas
sobre la prosa de los clásicos rusos (1955), De la prosa literaria (1959).
La idea que sobre la lengua poética tiene Sklovski se puede resumir
diciendo que la lengua poética es arte en todos sus niveles en la medida
en que la construcción estética se logra escapar de los automatismos. En
un texto poético, tanto sus componentes fonéticos y léxicos, como sus
estructuras sintácticas y aun sus construcciones semánticas hechas de
palabras, tienen un carácter estético que se revela siempre por los mismos
signos: es creado siempre para liberar la percepción del automatismo; su
visión representa la finalidad del creador y está construida artificialmente,
de manera que la percepción se detenga sobre ella y llegue al máximo de

9. De la extensa producción de Sklovski, circulan en español con profusión Sobre la prosa literaria,
Barcelona, Planeta, 1971; la Teoría literaria de los formalistas rusos, antología preparada por T.
Todorov, Buenos Aires, Siglo XXI, 1970; La disimilitud de lo similar, Madrid, Alberto Corazón, 1973;
Tynianov, Eikhenbaum, Sklovski, Formalismo y vanguardia. Textos de los formalistas rusos, Madrid,
Alberto Corazón, 1973.

155
En pos del signo

su fuerza y su duración. El objeto es percibido no como una parte del


espacio, sino por así decirlo, de su continuidad.
Esta concepción de Sklovski está dentro de la misma línea, como se
ve, de las tesis praguenses del 29. El lenguaje poético es una de las tantas
tradiciones que crecen dentro de una misma lengua. La concepción de
Sklovski sobre la lengua poética, de hecho, se atiene a la concepción más
general y muy difundida entre los formalistas de que “el arte es el
pensamiento en imágenes” Y que hacían remontar a un principio de
Potebnia: “no hay arte y, en particular, no hay poesía, sin imagen”.101
Esta concepción de Sklovski encierra tanto su idea de poesía como su
idea de investigación sobre fenómenos estéticos, en general. La investi­
gación de la lengua poética tiene, para Sklovski, varios aspectos que
podríamos llamar: fonético-fonológico, léxico-semántico, estilístico y
semiótico. Por otra parte, en esta concepción se pone de manifiesto una
de las tesis del formalismo a la que será sensible Sklovski de una manera
muy especial: “Las funciones del idioma en la actividad del hombre son
diferentes”.11Por lo pronto, la primera función del idioma, según Sklovski,
es la de ser medio de unión entre los hombres, un medio de relación, de
comunicación; la segunda, es propuesta por Potebnia como una condi­
ción indispensable del pensamiento de cada individuo por separado, no
importa si está totalmente aislado, pues el concepto se forma únicamente
por medio de la palabra, y sin el concepto es imposible el verdadero
pensamiento. Como se sabe, esta idea es muy vomhumblotiana y se
contrapone, directamente, con las teorías gnoseológicas medievales. En­
tre las máximas de Potebnia citadas por Shklovski, en efecto, sobresale la
siguiente: “la poesía, al igual que la prosa, es ante todo y sobre todo una
cierta manera de pensar y de conocer”.12 Y él mismo:

La poesía es una manera particular de pensar, a saber, un pensamiento por


imágenes; esta manera aporta una cierta economía de fuerzas mentales, una

10. Cfr. Víctor Sklovski, “El arte como artificio”, en T. Todorov, Teoría de la literatura de los formalistas
rusos, Op. cit., p. 55. Este artículo ha sido muy difundido entre nosotros. Se le puede encontrar también
en Formalismo y vanguardia, Op. cit., pp. 85 y ss.
11. Sobre la prosa literaria, Op. cit., p. 13.
12. “El arte como procedimiento”, en Formalismo y vanguardia, Op. cit., p. 87.

156
La semiótica rusa

“sensación de ligereza relativa”, y el sentimiento estético no es más que un


reflejo de esta economía [...] Potebnia y sus numerosos discípulos ven en la poesía
una manera particular de pensamiento, el pensamiento con ayuda de imágenes;
para ellos, las imágenes no poseen otra función que la de permitir agrupar objetos
y acciones heterogéneas y la de explicar lo desconocido por lo conocido.13

Las palabras de Potebnia, que Sklovski cita a continuación, muestran


bien los límites que los mismos formalistas han diseñado para que la tesis
de que “el arte es el pensamiento en imágenes” y que “no existe arte sin
imágenes” no los conduzca a situaciones extremistas. De hecho, como se
sabe, el formalismo se distanció de las tesis de Potebnia cuya postura era:
“la relación de la imagen con lo que explica puede ser definida como
sigue: a) la imagen es un predicado constante para temas variables, un
medio constante de atracción para percepciones cambiantes; b) la imagen
es mucho más simple y mucho más clara que lo que explica”.14
Como muy bien lo ha señalado Víctor Erlich,15 una de las etapas por
las que los formalistas atraviesan en su búsqueda de la literariedad es,
precisamente, la de suponer que lo específico de los textos literarios era
el lenguaje en imágenes. Estos textos aún reflejan la polémica. Sklovski
se queja de las “mostruosas deformaciones” a que ha dado lugar esta
tesis: “se ha intentado comprender la música, la arquitectura, la poesía
lírica como un pensamiento por imágenes”.16 Y, en efecto, en su ya
tantas veces citado artículo “El arte como procedimiento”, dedicará no
pocas páginas a combatir esa teoría del arte y, desde luego, de lo literario:

Así, pues, muchas personas siguen pensando que el pensamiento en imágenes,


“los caminos y las sombras”, “los sillones y los andadores” representan el rasgo
principal de la poesía. Por ello, esas personas deberían aguardar a que la historia
de ese arte por imágenes, según sus palabras, consistiera en una historia del
cambio por imagen. Pero ocurre que las imágenes son casi inmóviles; se transmi­
ten de siglo en siglo, de país en país, de poeta en poeta, sin cambiar apenas. Las
imágenes no son nadie: son de Dios. Cuanto más se hace luz sobre una época

13. Formalismo..., Op. cit., p. 87.


14. En Sklovski, Formalismo..., Op. cit. p. 88.
15. Op. cit.
16. Formalismo..., Op. cit., p. 88.

157
En pos del signo

determinada, más se advierte que las imágenes, consideradas como creación de un


poeta concreto, están tomadas por él a otros poetas, casi sin cambios. Todo el
trabajo de las escuelas poéticas no es, pues, más que acumulación y revelación de
nuevos procedimientos para disponer y elaborar el material verbal, y consiste más
en la disposición de la imagen que en su creación. Las imágenes son algo dado, y
en el terreno de la poesía es mucho más frecuente recordar imágenes que
utilizarlas para pensar.17

Para Sklovski, el lenguaje es, en efecto, un singular aparato de


pensamiento, que permite al hombre no regresar siempre directamente a
los objetos. Es nuestra manera de operar con conceptos tomados de la
realidad, sí, pero también de limitar y sustituir la percepción. El arte, por
su parte está basado en la experiencia social de la humanidad. Cada
creador, según este crítico literario, se sirve de la experiencia colectiva
tanto en el empleo de los elementos como en el empleo del sistema dentro
del cual estos elementos se relacionan.
Sklovski concibe la creación estética como una huida de lo automáti­
co del hablar: un texto estéticamente hecho tiende a evitar las estructuras
endurecidas por el habla cotidiana. Es, por tanto, una creación artificial
que tiene como objeto el texto en sí mismo. Aquí, como se ve, aparece ya
lo que esbozará Jakobson muchos años más tarde: la función poética
tiene como objeto el texto en sí mismo.
Junto con Jakobson, Trubetzkoy y Eikhenbaum, Sklovski fue uno de
los descubridores del fonema y, al fin de cuentas, de la función de los
sonidos en la poesía que como configuraciones propias hacen que un
poema sea sistema semiótico. En un artículo suyo titulado “Sobre la
poesía y la lengua transracional”, en efecto, Sklovski mostró que “fre­
cuentemente, las personas utilizaban palabras sin referirse a su sentido”.
Era el célebre problema de las construcciones transracionales. En la
teoría de la lengua transracional, en efecto, está el paso de la teoría
literaria a la semiótica. Conocía ya, en efecto, la célebre posición de
Potebnia -ta n discutida por los formalistas como desarrollada en los
trabajos de A. B ieli- de que la poesía es un pensamiento en imágenes: en

17. Op. cit., p. 89.

158
L a semiótica rusa

resumidas cuentas, Bieli18 había descubierto la función icástica o, como


dice Eikhenbaum, “la pintura por medio de sonidos” : dos versos de
Pushkin le habían parecido la imagen fónica del champán al pasar de la
botella a la copa, y la repetición del grupo fónico r, d, t en Blok le había
parecido representar “la tragedia de la desilución”.19
Había, pues, una lengua transracional. Sklovski estaba convencido de
que en ella se escondían muchos hechos de la lengua poética. Decía:

Si, para hablar de una significación de la palabra, exigiésemos que sirviera


necesariamente para designar nociones, las construcciones transracionales queda­
rían fuera del lenguaje. Pero no serían las únicas; los hechos mencionados nos
incitan a reflexionar en la siguiente cuestión ¿tienen siempre las palabras un
sentido en la lengua poética (y no solamente en la lengua transracional), o por el
contrario hay que ver en semejante opinión una manifestación más de nuestra
falta de atención?20

Sklovski está presente en los momentos y en los descubrimientos más


significativos del formalismo. Se podría decir que los formalistas avanzan
y maduran al calor de la polémica. La concepción de Potebnia sobre la
poesía como pensamiento en imágenes es un ejemplo de ello. Otro
ejemplo, lo constituye, sin duda, la discusión con Vesselovski y sus
discípulos sobre la evolución literaria. Vesselovski, en efecto, sostenía el
principio de que “la nueva forma aparece para expresar un nuevo
contenido”. Sklovski, en cambio, dice

La obra de arte es percibida en relación con las demás obras artísticas y con la
ayuda de las asociaciones que se establecen con ellas... No es sólo el pastiche: toda
obra de arte se crea por paralelismo y por oposición con un modelo determinado.
La nueva forma no aparece para expresar un nuevo contenido, sino para reempla­
zar a la forma antigua que ha perdido ya su carácter estético.21

18. Véase en Formalismo y vanguardia, Op. cit., en el artículo de Eikhenbaum la nota 4 de la p. 41).
19. Recuérdese aquí la posición asumida por Platón en Cratilo y repetida, a principios de siglo, por Benjamín
Lee Whorf.
20. En Eikhenbaum, Formalismo y vanguardia, p. 40.
21. Eikhenbaum, Formalismo..., Op. cit., p. 52.

159
En pos del signo

La poética formalista, pues, asume todos los rasgos que asumirá, en


la década siguiente, la fonología. Esta poética, por lo demás, preparaba la
reflexión que más tarde llevarán a cabo tanto Mukarovski como Propp en
terrenos más decididamente semióticos.

B. M. Eikhenbaum (1886-1959)

Profesor de historia de la literatura rusa en la Universidad de Leningrado


de 1918 a 1949 y luego profesor en los institutos de Historia del Arte y de
Literatura Rusa, sus principales trabajos del período formalista son “La
melodía del verso lírico ruso” (1922) y “Literatura” . Empero sus
publicaciones alcanzan hasta 1960, el año siguiente de su muerte.
De Eikhenbaum son importantes, entre otras cosas, sus opiniones
sobre la teoría formalista de la prosa. Por ejemplo, en el texto que
Todorov titula “Sobre teoría de la prosa”.22 Él pensaba, en efecto, en
una teoría de las formas y de los géneros poéticos, fundada sobre el
ritmo. Parte de una distinción que Otto Ludwig hace sobre dos formas de
relato: el relato propiamente dicho y el relato escénico. En el primer caso,
dice, el narrador imaginario se dirige al público: la narración está integra­
da como elemento, a veces principal, del relato; de cualquier modo, en
este primer caso, la narración es uno de los elementos que determinan la
forma de la obra. En el caso del relato escénico, en cambio, es el diálogo
de los personajes lo que está en primer plano, mientras que la parte
narrativa se convierte en un comentario que envuelve y explica el diálogo.
Rechaza al relato compuesto como punto de partida para el análisis
de todos los tipos de prosa literaria; pues, dice, “no está suficientemente
ligado a la palabra”. En cambio le parece punto de partida ideal “la
forma del relato”. La poesía le parece destinada a ser hablada mientras
que la prosa ha estado más ligada a la tradición escrita y tanto dentro
como fuera de esta tradición ha creado formas impensables. Hay unos
géneros más cercanos a la tradición oral y otros más cercanos a la
tradición escrita.

22. Cfr. T. Todorov, Teoría de la literatura de los formalistas rusos, Op. cit., pp. 147 y ss.

160
La semiótica rusa

El método formal según Eikhenbaum

Eikhenbaum es, con Jakobson, uno de los que más tiempo tendrían para
reflexionar sobre lo que ellos llamaron el “método formal”. El método
formal, dice al respecto, no resulta de la constitución de un sistema
metodológico particular sino de los esfuerzos para la creación de una
ciencia autónoma y concreta. El asunto principal para los formalistas,
dice, no era pues cuestión de método sino de la literatura como objeto de
estudio. Eikhenbaum traza con detalle el desarrollo histórico de la postu­
ra metodológica de los formalistas en su célebre artículo “La teoría del
método formal” de donde tomamos, a guisa de ejemplo, este fragmento:

En el momento de la aparición de los formalistas, la ciencia académica -dice


Eikhenbaum- que ignoraba por completo los problemas teóricos y que utilizaba
cómodamente los viejos axiomas tomados a la estética, a la psicología y a la
historia, había perdido hasta tal punto la noción de su objeto de estudio, que su
existencia misma había llegado a ser una quimera... Liberar la palabra poética de
las tendencias filosóficas y religiosas, cada vez más preponderantes entre los
simbolistas, fue la consigna que unificó al primer grupo de formalistas... Lo más
importante de nuestra lucha era oponer a los principios estéticos subjetivos... la
exigencia de una actitud científica y objetiva respecto a los hechos.23

Esta ciencia autónoma y concreta de lo literario definiría su objeto


según los cánones neopositivistas24 en palabras de Roman Jakobson
recogidas por Eikhenbaum:

El objeto de la ciencia literaria no es la literatura sino la “literariedad”


(iliteraturnosf ), es decir, lo que hace de una obra dada una obra literaria. Sin
embargo, hasta el momento, los historiadores de la literatura se parecen bastante
a esos policías que cuando van a detener a alguien detienen a todo el que
encuentran en la habitación donde vive e incluso a las personas que pasean por la
calle próxima. Los historiadores de la literatura lo aprovechan todo: la vida
personal, la psicología, la política, la filosofía. Construían así, en lugar de una
ciencia literaria, un conglomerado de disciplinas rígidas, como si se pudiera

23. Tomamos la cita de Formalismo y vanguardia, Op. cit., p. 34.


24. Ibid., p. 35.

161
En pos del signo

olvidar que cada uno de esos objetos pertenecen respectivamente a una ciencia: la
historia de la filosofía, la historia de la cultura, la psicología, etc., y que estas
últimas pueden naturalmente servirse de los hechos literarios como de documen­
tos defectuosos, de segundo orden.25

Los formalistas, pues, se lanzaron a especificar lo literario. Para ello


se valieron de la contrastación:

confrontar la serie literaria con otra serie de hechos -dice Eikhenbaum-, seleccio­
nando de las series existentes aquella que correspondiéndose mejor con la serie
literaria, poseyera sin embargo una función diferente. La confrontación de la
lengua poética con la lengua cotidiana ilustraba este procedimiento metodológico.26

¿Cuál fue el resultado de esa confrontación? Aquí cabe mencionar


que los formalistas trabajaron con el presupuesto de que el asunto de la
literariedad no era un asunto ajeno a la lingüística como lo demostraría
m uchos años más tarde Roman Jakobson en su célebre artículo
“Lingüística y poética” : “los lingüistas -dice Eikhenbaum - se han
interesado en el método formal, en la medida en que los hechos de la
lengua poética pueden, en tanto hechos de la lengua, ser considerados
como pertenecientes a los dominios puramente lingüísticos” .27
Buscando, pues, la literariedad, los formalistas descubren que dentro
de una misma lengua hay muchas “lenguas” con una finalidad propia
cada una: la lengua poética, la lengua cotidiana, la lengua científica. En
realidad, dicen, no se trata de muchas “lenguas” sino de la misma lengua
con diferentes funciones. Se descubre, así, lo que quizás sea la mayor y
más fecunda aportación del formalismo ruso: la lengua tiene característi­
cas diferentes según sean sus funciones. En realidad, no se trataba
exactamente de la lengua sino de los textos: los textos realizan la lengua
de manera diferente según sea su finalidad. Eikhenbaum recoge y hace
suyos los resultados que Yakubisnki obtuvo de la contrastación entre la
lengua poética y la lengua cotidiana en busca de la literariedad:

25. Ibid., p. 37.


26. Ibid.
27. Ibid.

162
L a semiótica rusa

Los fenómenos lingüísticos deben ser clasificados desde el punto de vista de la


finalidad elegida en cada caso particular por el sujeto que habla. Si los utiliza con
una finalidad puramente práctica de comunicación, estamos dentro del sistema
cotidiano de la lengua (del pensamiento verbal), en el cual, los componentes
lingüísticos (sonidos, elementos morfológicos, etc.) carecen de valor autónomo y
sólo son un medio de comunicación. Pero es posible imaginar (y realmente
existen) otros sistemas lingüísticos, en los cuales el objeto práctico pasa a segundo
plano (aunque no llegue a desaparecer completamente) y los componentes
lingüísticos obtienen entonces un valor autónomo.28

Otro de los descubrimientos de los formalistas sería el de las funcio­


nes significativas de los sonidos. Era preciso, dice Eikhenbaum,
“reconsiderar el problema de los sonidos, con objeto de oponer un
sistema de observaciones científicas derivadas de tal sistema”. En con­
creto, la posición formalista sería la misma que, años más tarde, conduci­
ría a Trubetzkoy a descubrir el fonema.

El trabajo de los formalistas -dice Eikhenbaum- comenzó con el estudio del


problema de los sonidos del verso, que en aquella época era el más acuciante y el
más importante. Indudablemente, tras este problema particular de la poética se
elaboraban tesis más generales que iban a conocerse más adelante. La distinción
entre los sistemas de la lengua poética y la lengua prosaica, que había determina­
do desde el comienzo el trabajo de los formalistas, iba a ejercer una notable
influencia sobre la discusión de muchos problemas fundamentales. La concepción
de la poesía como un pensamiento por imágenes y la fórmula que derivaba de ella,
poesía = imagen, no correspondía evidentemente a los hechos observados, y
estaba en contradicción con los principios generales esbozados.29

Los hechos, en cambio, indicaban que la diferencia específica del arte


no se expresaba en los elementos que constituyen la obra, sino en la
utilización particular que se hace de ellos.Eikhenbaum reseña los pasos
dados por el formalismo a lo largo de su camino de maduración:30

1. Partiendo de la oposición inicial y sumaria entre lengua poética y lengua


cotidiana, hemos llegado a la diferenciación, según diferentes funciones, de la

28. Ibid, pp. 38-39.


29. Ibid. p .4 3 .
30. Ibid., pp. 81-83.

163
En pos del signo

noción de lengua cotidiana (L. Yakubinski) y a la delimitación de los métodos de


la lengua poética y de la lengua emocional (R. Jakobson). Relacionándolo con esta
evolución, nos hemos interesado en el estudio del discurso oratorio que nos parece
lo más cercano a la literatura en la lengua cotidiana, pero que, sin embargo, posee
funciones diferentes, y hemos comenzado a hablar de la necesidad de una retórica
que renacería junto a la poética [...].

2. Partiendo de la noción general de forma en su nueva acepción, hemos llegado a


la noción de procedimiento y de ella a la noción de función.

3. Partiendo del ritmo poético opuesto al metro y de la noción de ritmo como factor
constructivo del verso como una forma particular de discurso que posee sus
propias cualidades lingüísticas (sintácticas, léxicas y semánticas).

4. Partiendo de la noción de tema como construcción, llegamos a la noción de


material como motivación, y a concebir así el material como un elemento que
participa en la construcción, aunque siempre dependa de la dominante constructi­
va.

5. Partiendo del establecimiento de la identidad del procedimiento sobre materia­


les diferentes y de la diferenciación del procedimiento según sus funciones,
llegamos a la cuestión de la evolución de las formas, es decir, a los problemas del
estudio de la historia literaria. Nos encontramos, pues, ante una serie de proble­
mas nuevos.

Yuri Tinianov (1894-1943)

Antiguo profesor de historia de la literatura rusa en el Instituto de Arte de


Leningrado (1920-1931), sus principales libros de la época formalista
son Dostoievski y Gogol (1921), El problema de la lengua poética
(1924). Esta última obra es significativa de su labor como formalista. La
obra, en efecto, se divide en dos partes: “El ritmo como factor construc­
tivo del verso”, la primera, y “El sentido de la palabra poética”, la
segunda de ellas. Ya vimos hasta donde la discusión del ritmo en el verso
sirvió para determinar la singularidad del verso como discurso que posee
sus propias cualidades lingüísticas.
Quizás sea más importante, por tanto, en este bosquejo de las ideas
formalistas camino a la semiótica, recoger algo del pensamiento de

164
L a semiótica rusa

Tinianov en la segunda parte de la obra que, como decía, titula “el


sentido de la palabra poética”.31 Tinianov concibe así la palabra:

La palabra no tiene significado preciso. Es un camaleón que nos muestra matices,


y aun colores distintos [...]. Es, en rigor, una especie de receptáculo cuyo
contenido variará acorde con la estructura léxica en la que esté ubicado, y con las
funciones de cada uno de los elementos del discurso. Podemos considerar que la
palabra constituye un corte transversal de estas distintas estructuras lexicales y
funcionales.32

La palabra es, pues, una especie de comodín: su valor lo recibe del


contexto. O si se quiere usar la misma imagen de Tinianov, es como un
camaleón que se camufla coloreándose de lo que le rodea. Esto tendrá
importancia en la contrastación entre el lenguaje cotidiano y el lenguaje
poético, por ejemplo, que metodológicamente tanto sirvió a los formalis­
tas. Las palabras adoptan una serie de matices del entorno que las rodea.
Ahora bien, este entorno depende de la función que el texto tenga. Es, de
hecho, la función la que determina cómo se estructurarán los elementos
textuales y cómo se efecturá la selección -desde el paradigm a- de los
elementos de que se constituirá el texto: suponemos que a partir de la
tradición textual en la que se ubica el texto, hay una terminología que es
apropiada y otra que es inapropiada. La propiedad o impropiedad de las
palabras de un texto se determina por la tradición textual en la que se
ubica: un texto poético, por tanto, selecciona ciertas palabras del paradigma
lingüístico y rechaza otras. Aun cuando una palabra no encaje en una
tradición textual por sí misma, con su sola incorporación asumirá la
coloración de las palabras que la rodean.
Los formalistas gustarán de ilustrar esta doctrina con un cúmulo de
ejemplos que sacarán de la poesía rusa y que, por otro lado, ilustrarán
bien el tipo de crítica literaria que llevan a cabo. Veamos un ejemplo
tomado del mismo Tinianov. Tomemos, dice, la palabra “tierra” y
veamos estas frases:

31. Para trazar el pensamiento de Yuri Tinianov, empleamos, en general, su libro El problema de la lengua
poética , Buenos Aires, 1972. Aunque también recurrimos a los artículos “La noción de construcción” y
“Sobre la evolución literaria” que aparecen en T. Todorov, Op. cit., pp. 85-101.
32. El problema..., Op. cit., p. 55.

165
En pos del signo

1. Tierra y marte; tierra y cielo (tellus).


2. Esconder un objeto bajo tierra; la negra tierra {h u m u s).
3. Cayó a tierra (suelo).
4. La tierra nativa (patria).

Aquí tenemos, dice Tinianov, significados distintos de una misma


palabra en diversos usos.33 En este ejemplo tendríamos, según Tinianov,
un significado fundamental, la misma matización léxica de la palabra, y
una serie de matizaciones fluctuantes secundarias que tienden a anular el
significado fundamental. Tinianov lo dice así:

Vimos al examinar el problema de los indicios fluctuantes que se manifiestan en


la palabra, que alcanza particular importancia el matiz léxico de la misma. La
anulación del significado, es decir la desaparición del indicio fundamental del
significado, hace resaltar con fuerza el matiz genérico que una palabra obtiene por
su pertenencia a uno u otro contexto discursivo.34

Así, pues, las palabras tienen un significado fundamental y tienen una


serie de coloraciones semánticas que adquieren según el contexto textual
en que se enclavan. De aquí se desprende no sólo una teoría para
comprender los textos sino una metodología para discernir los contextos
vitales -e l Sitz im Leben- en los que una palabra adquiere una connota­
ción u otra. La connotación o contenido secundario de una palabra se
adquiere mediante el contacto de dicha palabra con los diversos tipos de
contextos que la circundan.
Una palabra, por ejemplo, tomada del habla cotidiana al incorporarse
a un contexto literario, se literariza. Así se explica, además, la
multifuncionalidad de las palabras, por una parte, y el empleo de la
metodología fonológica para el análisis de un texto. Un texto, en efecto,
es susceptible de ser analizado en sus componentes en la medida en que
estos componentes constituyen un sistema de oposiciones en que cada
elemento adquiere sus valores de las oposiciones que contrae con los
otros valores del sistema. En palabras de Tinianov:

33. Yuri Tinianov, El problema de la lengua poética, Op. cit., pp. 56 y ss.
34. Ibid., p. 63.

166
La semiótica rusa

Cada palabra aporta la connotación que le confiere su ámbito discursivo más


común y habitual. La diferencia entre un contexto discursivo y otro se enlaza con
la diferencia de condiciones y funciones de la actividad de la lengua. Cada
actividad y situación tiene condiciones propias y fines particulares; dependiendo
de éstos cada palabra asume mayor o menor significatividad dentro del contexto y
se incorpora a él.
Cuando la palabra obtiene su connotación, según el carácter de una actividad o
un contexto que la modifican y forman, el matiz léxico se percibe con más
intensidad fuera del campo de la actividad y situación a las que caracteriza. O,
más exactamente: cada palabra tiene su característica léxica propia, originada en
la época, la nacionalidad, el ambiente, pero sólo fuera de esa época y nacionalidad
se le reconoce una caracterización léxica propia [...] Sin embargo, cada contexto
discursivo tiene una fuerza asimilativa que impone a la palabra determinadas
funciones y no otras, connotándolas según el tono de la actividad [,..].35

Todas estas reflexiones apuntaban hacia la semiótica. Por un lado y


en primer lugar, hacia una semiótica literaria: las configuraciones textua­
les conforman sistemas de significación, especies de mecanismos de
significación. De allí el salto a la semiótica general fue obvio gracias,
sobre todo, a los contactos que establece Claude Lévi-Strauss con el
Círculo de Praga y, más específicamente, con Vladimir Propp: la cultura
funciona como un conjunto de textos cuya lectura es análoga a la de los
textos verbalizados.

Vladimir Propp

El formalismo ruso, lo hemos repetido, inspiró una serie de investigacio­


nes literarias, buscó métodos y, desde luego, exploró caminos hacia una
ciencia de lo literario -hasta entonces no explorados- con la convicción
de que lo que fuera válido para un sistema de signos lingüísticos debía
servir como punto de referencia obligado a la hora de explorar el funcio­
namiento de otros sistemas de signos. La perspectiva de investigación del
formalismo fue, sin duda, una perspectiva que hoy denominaríamos
semiótica.

35. Ibd., p. 63.

167
En pos del signo

Ya la tercera tesis del círculo lingüístico de Praga, sucesor del


formalisnáo, se refería específicamente a ello. En concreto, se proponía
abordar l'os “problemas de las investigaciones sobre las lenguas de
diversas funciones” dividiendo en tres partes su problemática: “sobre las
funciones de la lengua”, “sobre la lengua literaria” y “sobre la lengua
poética”. En ellas se refería, entre otras cosas, al lenguaje interno y al
lenguaje externo, al lenguaje intelectual en relación al lenguaje emocional
y, en especial, a los diversos modos de manifestación lingüística propo­
niendo, por ejemplo, “estudiar sistemáticamente los gestos que acompa­
ñan las manifestaciones orales”. Esto había desembocado no sólo en el
descubrimiento del fonema sino en el igualmente genial hallazgo de que
en los textos funcionan diferentes configuraciones de la más variada
naturaleza, especies de constantes de lenguaje, que son capaces de
adoptar formas o apariencias textuales diferentes según los casos.
Ya la tercera parte de esta tesis, la que se refiere a la lengua poética,
desemboca directamente en el ámbito de la semiótica reafirmando la
analogía entre el sistema semiótico de la poesía con los otros sistemas
semióticos del arte:

Las cuestiones relativas a la lengua poética desempeñan -d ic e - en la mayoría de


los casos, en los estudios de historia literaria, un papel subordinado. Ahora bien,
el índice organizador del arte, por el cual este se distingue de otras estructuras
semiológicas, es la dirección de la intención no hacia el significado, sino hacia el
signo en sí mismo.

Esta tesis central del formalismo pasó intacta a la semiótica francesa:


lo que importa en un sistema semiótico no son los contenidos sino el
signo, cómo está estructurado y qué tipo de significaciones es capaz de
producir.
Uno de los representantes más sólidos del formalismo que después
serviría de pie de apoyo para otras investigaciones y otras metodologías
semióticas lo es, sin duda, Vladimir Propp con Las raíces históricas del
cuento pero, sobre todo, con su importantísima investigación sobre
Morfología del Cuento que inspiró buena parte de los análisis de Lévi-
Strauss sobre el mito. En Raíces históricas Propp pone de manifiesto que
los cuentos populares rusos y soviéticos reflejan vestigios localizables

168
La semiótica rusa

históricamente de viejas concepciones mitológicas anteriores a ellos.36


Reflejan, en efecto, tomas de posición ante ideologías, cosmovisiones,
ritos, costumbres de tiempos muy antiguos. Muestra Propp cómo al
reducir a cuentos las viejas mitologías tiene lugar un auténtico proceso de
desmitologización o, lo que es lo mismo, de racionalización del mito.
Vladimir Propp, nacido en Rusia en 1895, fue profesor de etnología
en la Universidad de Leningrado. La primera edición de Morfología del
Cuento apareció en 1928. “Morfología, dice, significa el estudio de las
formas”. Con ello, Propp quiere decir el estudio de las partes constituti­
vas, el estudio de la relación de unas con otras y con el conjunto, el
estudio -e n resumidas cuentas- de la estructura. La forma como él lo
expresa es la siguiente: Morfología del cuento es “el estudio de las
formas y el establecimiento de las leyes que rigen la estructura”. Como
dice Erlich:

Su método fue el del ‘análisis morfológico', es decir, el de analizar la estructura


del cuento de hadas en sus partes constitutivas. El objetivo confesado del erudito
era “reducir la aparente multiplicidad de los argumentos de los cuentos de hadas
a un número limitado de tipos básicos”.
¿Cuál fue la base de esta tipología? Esta autoridad formalista en folklore era
escéptico acerca de las numerosas tentativas de clasificación basadas en la
naturaleza del medio descrito, o las características del protagonista. Estos crite­
rios, sostenía, son inoperantes, ya que introducen un número virtualmente ilimita­
do de variables.

La solución que Propp vio al problema de los análisis estructurales,


fue la de poner como unidad básica de ellos no el personaje sino su
función, el papel que desempeña en el argumento. Propp establece la
distinción -e n un cuento- entre dos niveles: lo que cambia y lo que no
cambia.

Comparemos entre sí -d ic e - los casos siguientes:


1. El rey da un águila a un valiente. El águila se lleva a éste a otro reino (171).
2. Su abuelo da un caballo a Sutchenco. El caballo se lleva a Sutchenco a otro
reino (132).

36. Más tarde, George Dumézil explorará brillantemente esta pista.

169
En pos del signo

3. Un mago da una barca a Iván. La barca se lleva a Iván a otro reino (138).
4. La reina da un anillo a Iván. Dos fuertes mozos surgidos del anillo llevan a Iván
a otro reino (156), etc.
En los casos citados -continúa Propp-, encontramos valores constantes y
valores variables. Lo que cambia, son los nombres (y al mismo tiempo los
atributos) de los personajes; lo que no cambia son sus acciones, o sus funciones. Se
puede sacar la conclusión de que el cuento atribuye a menudo las mismas acciones
a personajes diferentes. Esto es lo que nos permite estudiar los cuentos a partir de
las funciones de los personajes (MC:21-32).

Esta distribución de Propp tendrá una importancia capital no sólo en


los análisis de Lévi-Strauss, sino en la semiótica greimasiana: de aquí
proviene no sólo su distinción entre un nivel superficial y un nivel
profundo, sino su distinción entre actante y personaje o actor, de que
hablaremos luego.
El problema fundamental que se plantea en su Morfología del cuento
es investigar en qué medida las funciones representan realmente “valores
constantes, repetidos, del cuento”. Y, por tanto, ver cuántas funciones
puede incluir un cuento. La investigación de Propp da respuesta a ambas
preguntas. Por un lado, “los personajes de los cuentos, por diferentes
que sean, realizan a menudo las mismas acciones”. Se trata, en efecto de
constantes.

Anotemos -d ice Propp- que la repetición de funciones por ejecutantes diferentes


ha sido observada hace ya tiempo por los historiadores de las religiones en los
mitos y creencias, pero que no lo ha sido por los historiadores del cuento. Así
como los caracteres y las funciones de los dioses se desplazan de unos a otros y
pasan incluso, finalmente, a los santos cristianos, las funciones de ciertos perso­
najes de los cuentos pasan a otros personajes.

En efecto, para Propp, como su nombre lo indica, el nivel superficial,


llamado también nivel de manifestación o de los personajes, está consti­
tuido por lo que cambia en el texto. Y “lo que cambia -dice P ropp- son
los nombres (y al mismo tiempo los atributos) de los personajes” . En
cambio, el nivel profundo está constituido por las funciones, la constante
del texto. “Lo que no cambia -d ic e - son sus acciones, o sus funciones”.
Cada función, en efecto, puede ser desempeñada por varios personajes.

170
La semiótica rusa

Como se verá más adelante, estas ideas fueron retomadas más tarde por
la semiótica greimasiana como una de las inspiraciones más fecundas.37
En cuanto al número de funciones que Propp encuentra en los
cuentos maravillosos, cabe decir que son 31. La manera como determina
las funciones es mediante la pregunta “qué hacen los personajes”. Otras
preguntas como “quien hace algo y cómo lo hace son preguntas que sólo
se plantean accesoriamente”. La conclusión a la que llega es formulada
por él en estos términos:

Los cuentos maravillosos poseen treinta y una funciones. No todos los cuentos
maravillosos presentan las mismas funciones, pero la ausencia de algunas de ellas
no influyen en el orden de sucesión de las demás. Su conjunto constituye un
sistema, una composición. Sistema que se encuentra muy extendido y que es
sumamente estable [...]. El sistema no se limita a treinta y una funciones. Un
motivo, por ejemplo el de “Baba Yaga da un caballo a Iván”, comprende cuatro
elementos, uno de los cuales representa una función, mientras que los otros tres
tienen un carácter estático. El número total de elementos, de partes constitutivas
del cuento, es alrededor de ciento cincuenta. Se puede dar un nombre a cada uno
de estos elementos, de acuerdo con su papel en el desarrollo de la acción [...]. Si le
dieran nombres a los ciento cincuenta elementos del cuento maravilloso en el
orden exigido por el mismo cuento, se podrían inscribir en ese cuadro todos los
cuentos maravillosos; y por el contrario, cualquier cuento que se pudiera inscribir
en esa tabla sería un cuento maravilloso mientras que aquellos que no pudieran
inscribirse en ella serían otra clase de cuentos.38

Para ver cómo entiende él por estas funciones veamos algunos ejem­
plos. La primera de esas funciones es formulada así por Propp: “uno de
los miembros de la familia se aleja de la casa”. La definición de esta
primera función es: “alejamiento”. “El alejamiento, dice Propp, puede
ser el de una persona de la generación adulta” : puede ser, por ejemplo,
los padres que se van a trabajar; el príncipe que tiene que partir para un
largo viaje y dejar a su mujer entre extraños; etc. Se equipara al aleja­
miento la muerte de un personaje, los padres, por ejemplo. La segunda

37. Como ya ha señalado Noam Chomsky en su Lingüística cartesiana, Op. cit., este concepto de estructura
profunda y estructura superficial como planos estructurantes de un texto ya habían sido contemplados
por los sabios de Port-Royal.
38. V. Propp, Morfología..., Op. cit., pp. 155 y ss.

171
En pos del signo

función que Propp encuentra en los cuentos, la formula, en cambio, así:


“recae sobre el protagonista una prohibición”. La segunda función es
definida, pues, como “prohibición” : “no debes mirar lo que hay en esta
habitación”, “no te apartes del camino”, “no le abras a nadie”, etc. La
última de las funciones, en cambio, es: “el héroe se casa y asciende al
trono”. Se define, por tanto, como “matrimonio”. En cada una de estas
funciones hay variantes que no viene al caso mencionar en este bosquejo.
Las conclusiones que saca, al respecto, son las siguientes:

1. Los elementos constantes, permanentes, del cuento son las funciones de los
personajes, sean cuales fueren estos personajes y sea cual sea la manera en que
cumplen esas funciones. Las funciones son las partes constitutivas fundamentales
del cuento.
2. El número de funciones que incluye el cuento maravilloso es limitado.
3. La sucesión de las funciones es siempre idéntica.
4. Todos los cuentos maravillosos pertenecen al mismo tipo en lo que concierne a
su estructura.39

En palabras de Erlich, nuevamente,

Mientras las dramatis personae a menudo cambian de una versión del mismo
cuento a otra, las ‘funciones' son las mismas. En otras palabras, el ‘predicado' del
cuento de hadas, lo que el protagonista ‘hace', es el elemento constante; su sujeto
- e l nombre y los atributos del personaje- el variable. “El cuento de hadas
-escribía Propp- a veces atribuye la misma acción a varias personas”. Según el’
período o medio ambiente étnico, el papel del torvo enemigo puede ser ejecutado
por un monstruo, una serpiente, un gigante malvado o un jefe tártaro; la función
del obstáculo colocado en el camino del héroe puede realizarlo una bruja, un
malvado hechicero, una tempestad o un animal de presa.40

Con esta herramienta, Propp se dedica a estudiar el folclor internacio­


nal. Encuentra, al respecto, que la narración se constituye por un número
limitado de elementos fijos, las funciones, que constituyen una especie de

39. Morfología, Op. cit., pp. 33-35.


40. Elformalismo mso, Op. cit., p. 358.

172
L a semiótica rusa

morfología de la narración a un nivel más profundo que el solo nivel


sintáctico.
Observa, en efecto, que el número de funciones que se dan en
cuentos de viaje era muy reducido -Propp encuentra y describe treinta y
una funciones- mientras que el número de personajes era muy amplio; la
secuencia de estas funciones, sin embargo, era siempre la misma. La
conclusión de Propp era que las sorprendentes semejanzas entre los
cuentos de hadas de varios países y épocas radican no sólo en los motivos
individuales sino en la manera como organizan esos motivos -e . d. en los
argumentos.41 Propp, en efecto, sacaba la conclusión de que todos los
cuentos de hadas son estructuralmente monotípicos. Los trabajos de
Propp serán especialmente útiles para los análisis del mito de Claude
Lévi-Strauss y para la semiótica greimasiana.
De aquí saca Greimas, por ejemplo, su concepto de actante que,
como veremos más adelante, es entendido como una constante funcional
que en los relatos puede ser desempeñada por actores distintos. Las
propuestas de Propp tuvieron otro tipo de paternidades igualmente
famosas como el análisis tanto del pensamiento primitivo como del mito,
propuestos por Claude Lévi-Strauss.
Si Morfología del cuento es importante para el avance de la semiótica,
no menos importante lo fue otro ensayo de Propp -m enos famoso,
ciertamente. Me refiero a “Las transformaciones de los cuentos maravi­
llosos”. Partiendo de la misma distinción entre constantes y variables en
los cuentos, estudia precisamente el fenómeno de la transformación que
sufren las funciones al pasar de un cuento a otro, de una cultura a otra. A
saber, si la estructura de un cuento ruso es equivalente a la estructura de
un cuento egipcio en donde los personajes y sus atributos son distintos.
“El investigador -dice Propp- puede establecer con la mayor precisión
qué cuentos diferentes, por ejemplo el cuento egipcio de los dos herma­
nos, el del pájaro de fuego, el de Morozko, el del pez y el pescador, lo

41. V. Erlich, Op. cit., p. 358, & 3.

173
E n pos del signo

mismo que un determinado número de mitos, se pueden incluir en el


mismo esquema”.
En este trabajo Propp va en busca de las formas fundamentales, labor
que completa en Las raíces históricas del cuento. Propp encuentra que
un elemento puede transformarse en otro por veinte vías como: reduc­
ción, ampliación, deformación, inversión, intensificación, debilitamiento,
sustitución interna, sustitución realista, sustitución confesional, sustitu­
ción por superstición, sustitución arcaica, sustitución literaria, modifica­
ciones, sustituciones de origen desconocido, asimilación interna, asimila­
ción realista, asimilación confesional, asimilación por superstición, la
asimilación literaria y la arcaica.
Con este trabajo, Propp dio pie a la utilización de su metodología de
análisis a esquemas no narrativos, como sucederá más tarde con la
semiótica. Las investigaciones de Propp, como ya se ha dicho, contribu­
yeron a afinar el concepto de actante que se basó en dos principios
fundamentales. Por un lado, se trataba de agrupar a los personajes de un
relato, un sistema de acciones o, en general, de un operativo, en un
número mínimo de categorías de manera que abarquen todas las combi­
naciones efectivamente realizables en la obra”.42 Por otro, “extraer los
verdaderos protagonistas de la acción, reagrupando o desmultiplicando a
los personajes más allá de sus rasgos particulares” .43 Pues bien, Propp
agrupa a los protagonistas de los cuentos en siete esferas de acción o
actantes:

1. El malo (comete una mala acción).


2. El donador (atribuye el objeto mágico y los valores).
3. El ayudante (socorre al héroe).
4. La princesa (exige una hazaña y promete matrimonio).
5. El mandatario (envía al héroe a una misión).
6. El héroe (actúa y se somete a diversas peripecias).
7. El falso-héroe (usurpa por un instante el rol del héroe verdadero).44

42. Patrice Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Barcelona, Paidós, 1990. ad
loe.
43. Ibid.
44. Ibid.

174
L a semiótica rusa

Jan Mukarovsky45

Otro paso im portante hacia la perspectiva sem iótica lo dio Jan


Mukarovsky, miembro ilustre del Círculo de Praga, quien se ocupó,
sobre todo, de estética y que para la semiótica representa el nexo entre la
tradición filosófica heredera de Kant y Hegel y la teoría semiótica de la
cultura que se desarrolló en tomo al mencionado Círculo. Esto sucedió
simplemente trasladando al mundo del arte los conceptos fundamentales
de la lingüística estructural; con ello quedaban sentadas las bases para el
desarrrollo ulterior de una teoría semiótica de la cultura en un sentido
amplio.
En 1934, en el seno de un congreso internacional sobre filosofía
praguense, Mukarovsky presentó una ponencia titulada, significativamente,
“el arte como hecho semiológico”. En ella Mukarovski afirmaba sin
más: “los resultados de la semántica lingüística deben ser aplicados a
todas las demás series de signos” que deberán, sin embargo, distinguirse
por sus rasgos especiales. Y hablando de la obra artística dice: “La obra-
cosa funciona únicamente como símbolo exterior (significante, en la
terminología de Saussure) al que le corresponde en la conciencia colecti­
va, una significación determinada” .46
Si el signo estético es autónomo, si la obra artística no es simplemente
un estado psíquico, entonces debe haber otra realidad a la que debe
evocar, pues todo signo “es un hecho sensorial que se refiere a otra
realidad”. ¿A qué otra realidad -pregunta- se refiere la obra de arte? Esa
otra realidad es identificada por Mukarovsky con

el contexto general de fenómenos llamados sociales, como por ejemplo, la filoso­


fía, la política, la religión, la economía, etc. Esta es la razón por la que el arte, más
que cualquier otro fenómeno social, es capaz de caracterizar y de representar una
época dada; por eso mismo, durante mucho tiempo, la historia del arte se
confundía directamente con la historia de la cultura en el sentido más amplio de la
palabra.47

45. Para esta exposición, nos basamos, sobre todo en Escrito de estética y semiótica del arte, mencionado
en la bibliografía.
46. Pág. 36.
47. Pág. 37.

175
En pos del signo

En el pensamiento de Mukarovsky está, sin embargo, muy lejos la


idea de identificar al arte como un burdo reflejo de fenómenos sociales.
Asienta, por un lado, que la relación de algunas obras de arte con su
contexto social parece ser muy libre; y, por otro, que “la obra artística,
como cualquier otro signo, puede tener una relación indirecta con la cosa
que designa, por ejemplo metafórico u otra, sin dejar de referirse a esa
cosa” .48
Por otro lado, el signo estético no sólo es autónomo sino que tiene
además la función de signo comunicativo. Dicho de otra manera: las
obras de arte tienen además la función de signo comunicativo. Son
“palabra” que expresa el estado de ánimo, la idea, el sentimiento, etc.
Existen artes, dice Mukarovsky, “en las que esta función comunicativa
es muy evidente (la poesía, la pintura, la escultura, etc.), y otras, en las
que aparece oculta (el baile) o incluso invisible (música, arquitectura).”
Sin embargo, aun en estas últimas artes Mukarovsky halla un elemento
comunicativo difuso y pone por ejemplo, la vinculación entre la melodía
musical y la entonación lingüística.
La obra de arte tiene, pues, dos significaciones semióticas: la autóno­
ma y la comunicativa. Como se ha dicho, toda obra de arte es, en primera
instancia, un signo autónomo que consta de tres elementos: a) la obra-
cosa que funciona como símbolo sensorial y que en la terminología
saussureana constituye el significante; b) el objeto estético que se en­
cuentra en la conciencia colectiva y que funciona como el significado, en
la terminología saussureana; c) la relación de la obra de arte con la cosa
designada, relación que se refiere al contexto general de los fenómenos
sociales del medio en que funciona la obra de arte.
Sin embargo la significación semiótica comunicativa sólo se da en las
obras de arte que tienen un tema. Mukarovsky entiende por tema el
contenido de las obras de arte cuyo funcionamiento como signo
comunicativo está fuera de duda y en las que “este tema parece funcionar
a primera vista como la significación comunicativa de la obra” .49Aunque
admite enseguida:

48. Ibid.
49. Op. cit., pág. 38.

176
La semiótica rusa

En realidad, cada componente de la obra de arte, incluyendo los “más formales”,


contiene su propio valor comunicativo, independiente del tema. Así, por ejemplo,
los colores y las líneas de un cuadro significan “algo” aunque no haya ningún
tema -véase la pintura absoluta de Kandinsky o las obras de arte de los pintores
surrealistas. Justamente en este rasgo virtualmente semiótico de los componentes
formales consiste la fuerza comunicativa del arte sin tema, llamada por nosotros
difusa. Si queremos ser precisos tenemos que decir de nuevo que toda la estructura
de la obra artística funciona como significación, e incluso como significación
comunicativa. El tema de la obra tiene simplemente el papel de un eje cristalizador
de esta significación, que sin él quedaría vaga. La obra artística tiene, pues, dos
significaciones semiológicas, la autónoma y la comunicativa, de las cuales la
segunda está reservada a las artes que tienen un tema.50

El proceso de análisis semiótico propuesto por Mukarovski se extien­


de, sin embargo, más allá y plantea “complicaciones aún más delicadas”
al estudiar el problema de la relación del arte con la cosa designada.

Al final quisiéramos señalar que el estudio de la estructura de una obra artística


quedará necesariamente incompleto mientras no esté suficientemente aclarado el
carácter semiológico del arte. Sin orientación semiológica -d ic e -, el teórico del
arte tendrá siempre la tendencia a juzgar la obra de arte como una construcción
puramente formal, o incluso como una imagen directa de las disposicones psíqui­
cas, o a lo mejor fisiológicas del autor, o de una realidad diferente expresada por la
obra, o eventualmente de la situación ideológica, económica, social, y cultural del
medio dado [...]. Sólo el punto de vista semiológico permite a los teóricos
reconocer la existencia autónoma y dinamismo fundamental de la estructura
artística, y comprender la evolución del arte como un movimiento inmanente que
está en una relación dialéctica permanente con la evolución de las demás esferas
de la cultura.51

Este tipo de consideraciones generales de semiología de la obra de


arte hechas en 1934, irán siendo aplicadas a los diferentes dominios del
arte a lomos de una estética bajo la hipótesis de que también en la
“postura estética [...] los hechos que entran dentro de su esfera adquie­
ren el carácter de signo”.52 Cuando Mukarovski escribía estas cosas, ya

50. Ibid.
51. Op. cit., p. 39.
52. Op. cit., p. 147.

177
En pos del signo

circulaban con cierta fluidez las ideas tanto de Peirce como de Saussure
sobre semiótica. Más aún, ya existía, al menos en cierne, una semiótica
del lenguaje que partía del supuesto metodológico de que las distintas
unidades del lenguaje, no sólo las palabras, son signos. Pero quizá, más
allá de la semiótica del arte que estaba dentro de la concepción de
Mukarovski había ya la perspectiva de una semiótica de la cultura al
estilo de la Escuela de Tartu.

Roman Jakobson

Roman Jakobson es el padre de muchas cosas cuando se habla de las


ciencias del texto durante el presente siglo. Nació el 11 de octubre de
1896 en Moscú, por cuya universidad se doctoró en 1919. Enseñó
sucesivamente en la Escuela de Arte Dramático de Moscú, en la Univer­
sidad Masaryk de Brno, Checoslovaquia, en las universidades de
Copenhague y Upsala, en la Ecole Libre des Hautes Etudes de Nueva
York, en el Instituí de Philologie et d‘Histoire Orientales et Slaves,
también de Nueva York, en las universidades de Columbia y Harvard, en
el Massachusetts Institute of Tecnology, en las universidades de Yale y
Princeton, en el Collége de France y en la Universidad Católica de
Lovaina. De sus numerosos trabajos sólo mencionamos los tres tomos de
los Selected Writings.
Como ya se ha dicho, Jakobson está a la base del formalismo ruso en
sus remotos orígenes a principios de siglo. Jakobson lo acompaña tam­
bién al exilio a raíz de sus polémicas con la revolución de 1917 y el
marxismo. Jakobson será el alma de Praga y el más coherente difusor y
obrero hacia el occidente. Sus publicaciones son muy conocidas para
dedicarle espacio a reseñarlas siquiera. En todo caso, su teoría fonológica,
como le diría Kristina Pomorska, “se halla íntimamente ligada a la poesía
y a la lengua poética”. Jakobson es el promotor en occidente de una tesis
que ahora es axioma en la investigación literaria. A saber: lengua y
literatura no son dos territorios extraños entre sí. La literatura, en efecto,
en cualquiera de sus modalidades es siempre un hecho de lengua y su
estudio es asunto de la lingüística. Una lingüística que no se ocupe de los

178
L a semiótica rusa

textos literarios es una lingüistica arbitrariamente trunca y parcial a la que


falta el estudio de la lengua en su realización más excelsa.
Una vez tendido el puente entre el signo lingüístico y el signo
literario, Jakobson intenta tenderlo entre el signo lingüístico y otros
sistemas de signos. De hecho, Roman Jakobson fue educado en un medio
que se interesaba por las tradiciones populares fuera cual fuera su índole.

Desde el principio me sorprendió -dice a Kristina Pomorska- que los eruditos


fueran sobre todo a los lugares más apartados del país a la búsqueda de obras de
poesía popular, mientras que existía una tradición folclórica viva en los alrededo­
res de Moscú, e incluso en el casco urbano. Así, pues, me puse a recoger leyendas
moscovitas, cantos corales y rituales siempre vivos en las calles de la ciudad,
rimas y canciones interminables, inmutables, que tarareaban en la periferia de
Moscú, creencias populares y presagios de profundas raíces, refranes y adivinan­
zas que adornaban la conversación, cancioncillas y ocurrencias múltiples que
formaban parte de los juegos de la chiquillería moscovita. Estas primeras anota­
ciones me prepararon para un verdadero trabajo de campo. Continué ocupándome
de folklore durante mis primeros años en la Universiadad [...] Narski nos había
proporcionado una gran abundancia de elementos relativos a los estudios de la
literatura y del folklore rusos tal como se hallaban en aquella época. Pero a pesar
de todo el interés que este material pudiera presentar, se hacía cada vez más
manifiesto que la cuestión de la esencia misma del arte literario, de la originalidad
de sus diferentes épocas, escuelas y representantes más prestigiosos quedaba sin
respuesta. Y parecía cada vez más evidente que esta esencia estaba estrechamente
ligada al soporte lingüístico de las obras literarias, a lo que esta base tenía de
general o de individual.53

Buceando en un corpus bibliográfico que consta de sesenta títulos y


que en fechas abarca desde 1919 hasta 1975, Umberto Eco, en un
artículo ya mencionado en otras partes de este libro titulado “el pensa­
miento semiótico de Roman Jakobson”,54 saca una serie de conclusiones
que me parece reflejan bien las relaciones entre Roman Jakobson y la

53. Pomorska, pp. 12-13).


54. Para comodidad del lector repito las referencias bibliográficas de este artículo: Roman Jakobson, “El
pensamiento sem iótico de Roman Jakobson”, en Revista mexicana de ciencias políticas y sociales.
Literatura y sociedad, Núm 102, Año XXVI, Nueva Época, México, UNAM, octubre-diciembre 1980,
pp. 213-236.

179
En pos del signo

semiótica. En primer lugar la tesis que Eco se propone demostrar: que


Jakobson “ha sido el mayor ‘catalizador’ de la ‘reacción semiótica’
contemporánea”. En segundo lugar, que aunque Jakobson jamás ha
escrito un libro de semiótica, “toda su existencia ha sido un ejemplo
viviente de una continua investigación de la semiótica”.55
En los sesenta textos recogidos por Eco, en efecto, sólo los arriba
mencionados se refieren explícitamente a la semiótica. Eco encuentra en
el cúmulo de los sesenta artículos, sin embargo, un sólido proyecto de
semiótica basado en los siguientes ocho postulados:

1. Existe signo siempre que existe una situación en la cual una cosa remite a otra.

2. La significación es un fenómeno que abarca todos los elementos pertenecientes


a la cultura. Es decir: existen signos por todas partes no sólo en el lenguaje verbal.

3. Puesto que existen muchos tipos de signos y cada uno de ellos configura una
“rélation de renvof\ la semiótica debe ocuparse, en una magna empresa de
traducción interdisciplinaria, de hacer un inventario completo, establecer las
leyes y aislar los mecanismos constantes y universales de la significación. Jakobson
ha puesto la muestra trabajando en música, cine, folklore, métrica, fonología,
artes visuales y afasia.

4. “Todos los sistemas semióticos pueden ser descritos desde una perspectiva
unificada, si los reconocemos como sistemas de reglas (códigos) generadores de
m ensajes”.

5. Puesto que existen muchos tipos tanto de signos como de códigos, corresponde­
ría a la semiótica, desde el supuesto de lo que todos ellos tienen en común, aislar
y describir cada uno de ellos según su manera tanto de “remitir a otro”, como de
ser percibidos y memorizados.

6. Una teoría semiótica deberá estar interesada en la estructura sintáctica de los


signos sin importar cual es el sistema por el que es transmitido y sin ignorar que
también el sólo nivel sintáctico tiene valor semiótico.

7. “El interés de una teoría semiótica no es solamente la estructura de los signos


transmitidos, sino también la estructura del universo de los contenidos transmiti­
dos. N o se da semiótica sin que en su interior haya una semántica.”

55. Op. cit.y p. 217.

180
L a semiótica rusa

8. Puesto que todo proceso en el que entran signos implica contextos, la semiótica
debe ocuparse tanto de los signos aislados como de los sintagmas de signos, “en
teoría del co-texto y del contexto”.56

Si quisiéramos ejemplificar con uno sólo de sus campos de interés las


aportaciones hechas por Jakobson a la semiótica, escogeríamos sus
trabajos en torno a la semiótica del texto literario. Su búsqueda, a saber,
de la literariedad, por una parte, y el intento por ubicar la literariedad
entre los fenómenos de la lengua, por otra. En efecto, puede verse en
estos pocos postulados en qué medida para Jakobson los sistemas
semióticos literarios son el paradigma de los sistemas semióticos a secas:

1. La poética se interesa por los problemas de la estructura verbal, del


mismo modo que el análisis de la pintura se interesa por la estructura
pictórica. Y dado que la lingüística es la ciencia global de la estructura
verbal, la poética puede considerarse como una parte integrante de la
lingüística.57 La poética es aquella parte de la lingüística que trata de la
función poética en sus relaciones con las demás funciones del lenguaje.
La poética en el sentido lato del término, se ocupa de la función poética
no sólo en poesía, en donde la función se sobrepone a las demás funcio­
nes de la lengua, sino también fuera de la poesía, cuando una que otra
función se sobrepone a la función poética.

2. Si quisiéramos caracterizar brevemente el pensamiento que guía a


la ciencia actual en sus manifestaciones más variadas, no encontraríamos
expresión más justa que la de estructuralismo. Cada uno de los conjuntos
de fenómenos que trata la ciencia actual es enfocado, no como una
yuxtaposición mecánica, sino como una unidad estructural, como un
sistema, y la tarea fundamental es descubrir sus leyes intrínsecas -lo
mismo estáticas que dinámicas.58

56. U. Eco, Op. cit., pp. 220-232.


57. Véase el célebre artículo “Lingüística y poética” en Ensayos de Lingüística general, pág. 348, véase
bibliografía.
58. Cfr. Nuevos ensayos de lingüística general, p. 11, en bibliografía.

181
En pos del signo

3. La confusión terminológica entre “estudios literarios” y “crítica”


es una tentación para el estudioso de la literatura, para que sustituya la
descripción de los valores intrínsecos de una obra literaria (“estudios
literarios”) por un fallo subjetivo, sancionador (“crítica”). La investiga­
ción sintáctica y morfológica no puede ser suplantada por una gramática
normativa.59

4. Los estudios literarios, y la poética como el que más, consisten,


como la lingüística, en dos conjuntos de problemas: la descripción o
estudio sincrónico de la literatura y la poética histórica. La primera
abarca no sólo la producción literaria de una fase dada, sino aquella parte
de la tradición literaria que ha sido vital o se ha revitalizado en la fase en
cuestión. A este respecto, uno de los problemas fundamentales en un
estudio sincrónico de la literatura lo constituye, precisamente, la selec­
ción de los clásicos y su reinterpretación por parte de una nueva tenden­
cia. Una poética histórica se construye sobre una serie de descripciones
sincrónicas sucesivas.60

5. Hay que investigar el lenguaje en la variedad de sus funciones. Las


funciones del lenguaje son determinadas por los factores que constituyen
todo hecho discursivo: destinador, mensaje, destinatario, contexto de
referencia, código y contacto. Cada uno de estos seis factores determina
una función diferente de lenguaje. La orientación del texto hacia el
mensaje como tal, el mensaje por el mensaje, es la función poética del
lenguaje. Esta función no puede estudiarse de modo eficaz fuera de los
problemas generales del lenguaje. Por otro lado, la función poética no es
la única función del arte verbal, sino sólo su función dominante.

6. El estudio lingüístico de la función poética tiene que rebasar los


límites de la poesía, al mismo tiempo que la indagación lingüística de la
poesía no puede limitarse a la función poética. La poesía épica, centrada
en la tercera persona, implica con mucha fuerza la función referencial del

59. Ensayos, p. 350.


60. Ibid., pp. 3 50~351.

182
L a semiótica rusa

lenguaje; la lírica, orientada a la primera persona, está íntimamente ligada


con la función emotiva; la poesía de segunda persona está embebida de
función connativa y es o bien suplicante o exhortativa, según que la
primera persona se subordine a la segunda o la segunda a la primera.

7. Para responder a la pregunta sobre cuál es el rasgo indispensable


inherente en cualquier fragmento poético, hay que decir que en toda
conducta verbal hay dos modos básicos de conformación: la selección y
la combinación. La selección se produce sobre la base de la equivalencia,
la semejanza y desemejanza, la sinonimia y la antonimia, mientras que la
combinación, la construcción de la secuencia, se basa en la contigüidad.
La función poética proyecta el principio de la equivalencia del eje de
selección al eje de combinación. La equivalencia pasa a ser un recurso
constitutivo de la secuencia. La investigación poética implica, por tanto,
la determinación de las semejanzas y desemejanzas, de equivalencias y
oposiciones que hay en las secuencias del texto.

Todas estas concepciones, traídas a occidente y difundidas por el


mismo Jakobson, contribuyeron en mucho al desarrollo de la semiótica
occidental. Por lo demás, están sus ya referidos escritos sobre semiótica,
amén de los otros cincuenta y siete títulos en los que Eco encuentra una
postura que puede catalogarse como semiótica y a que nos hemos
referido arriba. En la ya mencionada conversación con Kristina Pomorska
Jakobson traza, en breves rasgos, sus ideas sobre semiótica:

En vísperas de la primera guerra mundial mantuve animadas discusiones con los


jóvenes pintores moscovitas sobre el problema del vínculo y de la diferencia entre
las diversas formas de arte y, en particular, entre el signo pictórico en tanto que
elemento de la pintura y el signo verbal en tanto que elemento de la lengua, y
también sobre la realización de estas dos variedades de signo en el cuadro de la
pintura abstracta y de la poesía supraconsciente. Los temas y la terminología de
las cuestiones del signo habían atraído después de largo tiempo a estos jóvenes
investigadores. Cuando tuvimos conocimiento de las reflexiones de Saussure, la
cuestión de la ciencia de los signos (o semiología, según la expresión de Saussure,
que quería fundar una nueva disciplina) entró a formar parte de inmediato de
nuestras conversaciones y nuestros proyectos y fue desarrolllada en el Círculo
Lingüístico de Praga, recientemente creado (1926).

183
En pos del signo

Tomando como punto de partida una afirmación de Leonard Bloomfield


que asienta sin más que “la lingüística es el principal contribuyente de la
semiótica”, Jakobson propone que para poder establecer con mayor
precisión las relaciones entre las estructuras verbales con otros tipos de
signos, hay que proceder a agrupar estos últimos. En este sentido, una
primera variedad de los sistemas semióticos es la formada por los diferen­
tes substitutos del lenguaje hablado: la escritura, por ejemplo. Otro
grupo de sistemas semióticos está constituido por sistemas idiomórficos
relacionados aunque sea de manera indirecta con el lenguaje: piénsese en
los gestos que acompañan al hablar.
Si Jan Mukarovsky desde la estética trabajó, como se ha visto, a
finales de los treinta y principios de los cuarenta, bajo el postulado de que
de todos los tipos de signos y formas de arte, la lengua y la literatura
siguieron siendo el punto permanente de referencia en las reflexiones que
ocuparon al Círculo de Praga durante el período de entre guerras; Roman
Jakobson se puso a analizar el problema del lugar que ocupa la lengua
dentro de la cultura y de su consiguiente importancia en el conjunto de
los demás sistemas de signos.
Jakobson defiende dos planos de análisis de las culturas: por un lado
el “marco sociocultural de la lengua y de las tareas históricas que ello
implica”; por otro lado, el análisis global de la estructura interna de la
lengua. Se trata de dos planos a la vez autónomos y correlativos; verdad
indudable, dice, como el decir que la lengua forma parte integrante de
todo un conjunto de sistemas semióticos.
Independientemente de la relación jerárquica entre todos esos siste­
mas; e independientemente de la relación que se admita entre la lengua y
las demás esferas de signos, para Jakobson el estudio comparado de la
lengua y de todos los otros conjuntos de signos, documentable a partir de
la historia de la semiótica, es una tarea urgente. Y sobre la cuestión de
cuáles deberán ser los signos objeto de estudio de la semiótica, Jakobson
sólo admite una respuesta posible: todos. Si la semiótica, como el
nombre lo indica, es una ciencia de los signos, entonces no puede excluir
de su campo de interés ningún signo. Lo más que se podrá hacer, si
dentro de la diversidad de los sistemas de signos se descubren sistemas
que se distinguen de los demás por rasgos específicos, será colocarlos en

184
L a semiótica rusa

una clase aparte, pero, desde luego, no excluirlos de la ciencia general de


los signos.61

Yuri m. Lotman y la Escuela de Tartu

De acuerdo con lo hasta aquí dicho de esta tradición semiótica rusa, esta
escuela preocupada desde principios de siglo en los fenómenos culturales
de la más variada índole, ha logrado desarrollar una madura teoría
semiótica aplicable no sólo a textos verbales sino a todos los procesos
culturales que, por ende, son asumidos como procesos semióticos: en
otras palabras, la escuela rusa cuyos momentos estelares hemos pergeñado
ha desembocado en una evolucionada semiótica de la cultura cuyo objeto
no son sólo los sistemas de signos que subyacen a esos procesos, sino
que abarca prácticamente todos los campos que por lo general son objeto
de estudio de otras disciplinas.
Según D. M. Segal, miembro de la escuela, “la historia de las
investigaciones semióticas en Rusia cuenta, por lo menos, cien años”.62
Sin embargo, la existencia de una disciplina denominada semiótica con un
estatuto propio sólo tuvo lugar a principios de la década de los sesenta y
designaba

no sólo la ciencia abstracta sobre las propiedades universales de los sistemas


sígnicos, sino, principalmente, una determinada orientación científica, todavía
apenas en formación que abarca aquello que en otros países estudian ciencias
como la antropología cultural, la psicología social, la etnografía histórica, el
análisis del contenido, la poética, la crítica del arte, etc.63

61. La primera parte del libro Nuevos ensayos de lingüística general (M éxico, Siglo XXI, 1976, pp. 11-
127) ofrece un pequeño pero importante ramillete de las contribuciones de Roman Jakobson a la
reflexión semiótica. A ellos remito al lector.
62. Para esta exposición de la escuela semiótica de Tartu me he servido de los trabajos compilados en Jurij
M. Lotman y Escuela de Tartu, Semiótica de la cultura, Madrid, Ed. Cátedra, 1979. Las anteriores
palabras de D. M. Segal, tomadas del artículo de D. M. Segal “Las investigaciones soviéticas en el
campo de la semiótica en los últimos años” que apareció en 1973, se encuentran en la página 225 de esa
obra que, en lo sucesivo, será designada con las siglas SdC.
63. SdC:226.

185
En pos del signo

La semiótica de la cultura considera los diferentes procesos que se


dan en una cultura como sistemas de signos susceptibles de ser, por
tanto, desentrañados. En la actualidad, quienes más han desarrollado la
semiótica de la cultura son Yuri Lotman y la Escuela de Tartu con
trabajos como: semiótica del comportamiento humano, de la mitología,
de la historia, del texto, semiótica de la alta edad media, del cine, etc.
En 1962 se celebró en Moscú el primer simposio sobre semiótica: su
tema, en concreto, fue el estudio estructural de los sistemas sígnicos. Y
aunque ya hubo indicios de la disciplina cinco años antes, este aconteci­
miento es con su fecha como el acta de nacimiento de una semiótica rusa
como ciencia autónoma. Segal demuestra bien los diferentes indicios que
aparecían por aquí y por allá en los años inmediatamente anteriores a
lomos de otras disciplinas y otras problemáticas como la traducción
automática.
En la primera sección de este simposio de 1962, como puede verse en
la pequeña reseña de Segal,64 se discutieron los usos puramente semióticos
de los objetos lingüísticos equivalentes a los iconos o a los índices. De
esta manera, hubo ponencias sobre el análisis semiótico de “lenguajes
secretos” o sobre los gritos de merolicos y vendedores ambulantes,
asumidos como signos publicitarios. Fue en esta sección donde C. V.
Civ’jan, expuso los primeros resultados de sus trabajos en donde descri­
be las situaciones de etiqueta asumiéndolas como sistema semiótico.65
Siguientes secciones se ocupaban de temas como el arte cual sistema
semiótico, estudio estructural y matemático de las obras literarias y, en
fin, discusiones sobre pragmática.
A raíz de este simposio habría saltado a la palestra de la semiótica la
Universidad de Tartu que desde 1964 se convirtió en el foro en donde
desde esa fecha se habrían de discutir las cuestiones relacionadas con la
semiótica. Los simposios destinados a la discusión de los problemas de
semiótica en la Universidad de Tartu recibieron el nombre de escuela de
verano. El organizador de la primera escuela de verano fue el profesor
Jurij M. Lotman en su calidad de responsable de la cátedra de literatura

64. SdC :235 y ss.


65. Este trabajo será expuesto detalladamente más adelante.

186
La semiótica rusa

rusa bajo que daba cobijo a discusiones sobre semiótica de los textos
artísticos. Esta primera escuela de verano tuvo como consecuencia inme­
diata para la semiótica rusa, el que el método semiótico fuera reconocido
de manera absoluta. Las siguientes escuelas ampliaron el horizonte de esa
semiótica ocupándose, bajo la guía de Lotman, de problemas que podrían
ser claramente catalogados ya como semiótica de la cultura.
Lotman asume como objeto de esta semiótica cualquier tipo de texto
-entendiendo por tal toda comunicación, de la índole que sea, que haya
tenido lugar en un determinado sistema sígnico. Cada cultura es un
lenguaje que produce, por consiguiente, textos. “Los textos reales de las
distintas culturas, dice, necesitan no ya de un código determinado para
descifrarlos, sino un sistema complejo que a veces tiene una organización
jerárquica y a veces nace tras una conjunción mecánica de varios sistemas
más sencillos”.66
Se puede decir, pues, que el origen de la semiótica rusa se basa en el
estudio del aspecto sígnico del lenguaje, que sus principales propulsores
eran lingüistas de formación, que la distensión en el ámbito de la cultura
que tuvo lugar a principios de la década de los sesenta, puso de manifies­
to en occidente el amplio interés y los avances que en la Unión Soviética
se habían logrado en el ámbito del estudio de los sistemas de signos.67
Como indiscutible representante de la semiótica soviética y uno de los
principales protagonistas de esta edad de oro aparecía, pues, la figura de
Yuri M. Lotman, heredero directo del formalismo ruso, con mucho
tiempo trabajando en la Universidad de Tartu sobre sistemas de signos y
director de la revista Semeiotike. Especialista en literatura rusa del siglo
XVIII y principios del XIX, varias obras suyas han recorrido con especial
éxito el mundo occidental -u n a de ellas, fue traducida al alemán en 1972
por Rolf-Dietrich Keil bajo el nombre de Die Strucktur literarischer
Texte (Munich, 1972)-; otra, Análisis de textos poéticos, ha sido traduci­
da al francés, italiano y alemán.
Lotman es, como decía, continuador del formalismo ruso aunque en
varios aspectos sea completamente original. En 1929 Bogatirev y

66. & /C :4 1 y s.
67. Cfr.SdC.22S y ss.

187
En pos del signo

Jakobson, desde el Círculo Lingüístico de Praga, escribían un artículo


conjunto - “El folklore como forma de creación autónoma”- en el que se
encuentran esbozados algunos de los principios de esta semiótica
soviética:
Por principio de cuentas, que no se da innovación lingüística sin que
haya un consenso que la acepte y la integre, y que esto vale también para
los otros sistemas de comunicación. En segundo lugar, que cualquier
sistema semiótico está sujeto a las leyes semióticas generales y opera
como código, pero tales códigos están vinculados a comunidades especí­
ficas (del poblado al grupo étnico) del mismo modo que un lenguaje
genera sus subcódigos ligados a profesiones o actividades determinadas.
En tercer lugar, que el estudio de un código es estudio tanto de sus leyes
sincrónicas como de la formación y transformación diacrónicas.
Esta es la tradición a la que se adscribe Lotman en sus trabajos de
semiótica de la cultura bajo el postulado de que los comportamientos
sociales, los mitos, los ritos, las creencias, etc. son elementos de un
magno sistema de significación que permite la comunicación social. En
palabras de Lotman: “La semiótica de la cultura no consiste sólo en el
hecho de que la cultura funciona como un sistema de signos. Es necesario
subrayar que ya la relación con el signo y la signicidad representa una de
las características fundamentales de la cultura” .68
Lotman trabaja, como todos los formalistas, tomando como base el
sistema fonológico de una lengua. En efecto, Lotman es consciente de
que “existen numerosas definiciones de cultura”; se pone a buscar, por
ende, un lugar de encuentro entre todas ellas: “connotaciones asdcribibles
intuitivamente a la cultura -d ic e - sea cual sea la interpretación del
término”. Y se detiene en dos de esas connotaciones intuitivas de la
cultura: por una parte, la intuición venida de la fonología praguense de
que, como el fonema, la cultura posee trazos distintivos y de que, por
tanto, la cultura nunca representa un conjunto universal, sino que es tan
sólo un subconjunto suyo con una determinada organización. Es decir,
que la cultura no engloba jamás todo hasta el punto de formar un nivel

68. S d C .1 5 .

188
L a semiótica rusa

con consistencia propia, sino que sólo se concibe, como un área cerrada
sobre el fondo de la no cultura. En segundo lugar, que toda variedad de
demarcaciones entre la cultura y la no-cultura es de tipo semiótico dado
que se da como sistema de signos, pues la cultura es de naturaleza
sígnica.
De esta manera, metodológicamente, va en busca de los rasgos
distintivos de la cultura, por ejemplo “artificial” en contraposición a
“innato”, etc. Como las lenguas, las culturas tienen expresión y conteni­
do. Así

pueden distinguirse culturas predominantemente centradas en la expresión y


culturas predominantemente en el contenido. Se entiende cómo el hecho de una
orientación predominante sobre la expresión, una ritualización rígida de las
formas de comportamiento se deriven por lo general del reconocimiento de una
correlación biunívoca (y no arbitraria) entre el plano de la expresión y el del
contenido.69

Este carácter modelar de lenguaje con respecto a la cultura constituye


el núcleo de la célebre hipótesis Sapir-Whorf en el sentido de que el
lenguaje influye en las distintas manifestaciones de la cultura humana
(determinismo lingüístico). La semiótica rusa de la cultura, en efecto,
hiende sus raíces en la célebre hipótesis Sapir-Whorf. Esta hipótesis,
como se sabe, se finca en dos principios: el relativismo lingüístico (hipó­
tesis Sapir-Whorf, propiamente dicha) y el determinismo lingüístico. El
relativismo lingüístico es asumido por Benjamín Lee W horf mostrando
cómo, en el caso de la descripción lingüística, la gramática de una lengua,
como la lengua misma, condiciona la observación del investigador, pues
las personas que utilizan gramáticas totalemente diferentes se ven dirigi­
das por sus respectivas gramáticas hacia tipos diferentes de observación
y hacia evaluaciones diferentes de actos de observación, externamente
similares; por lo tanto, no son equivalentes como observadores, sino que
tienen que llegar a algunos puntos de vista diferentes sobre el mundo.70

69. SdC:p.76.
70. Benjamín Lee Wohrf, Lenguaje, pensamiento y realidad, Barcelona, Barral Editores, p. 250.

189
E n pos del signo

Esto supone, en otras palabras, que las personas que hablan lenguas
diferentes ven y evalúan el cosmos de manera diferente. W horf censura a
la civilización occidental por tratar a las otras lenguas y sus respectivas
culturas como inferiores: “a través del lenguaje, la civilización occidental
ha hecho un análisis provisional de la realidad, y mantiene como definiti­
vo este análisis, sin aceptar correcciones”.71
Esta idea es central en la semiótica de Lotman y, en general, en la
semiótica cultivada en la Universidad de Tartu: para ella los fenómenos
culturales son “sistemas de modelización secundarios” en relación a las
lenguas naturales.
Lotman, por lo demás, considera como casos típicos, aunque antitéticos
entre sí, el símbolo y el ritual: el símbolo presupone normalmente la
expresión exterior -relativamente arbitraria- de un contenido; el ritual,
en cambio, tiene “la capacidad de formar el contenido” o, cuando
menos, de influir en él. Lotman supone a la cultura, a cualquier cultura,
orientada hacia la expresión

y fundada -d ic e - en una designación correcta y, en particular, en una correcta


denominación, todo puede presentarse como un texto constituido por signos de
distinto orden, en el que el contenido se ha determinado con anticipación, y tan
sólo es necesario conocer la lengua, es decir, conocer la correlación entre los
elementos de la expresión y los del contenido; dicho de otro modo, el conocimien­
to del mundo está equiparado al análisis filológico.7273

Este tipo de semiótica toma al libro como símbolo del mundo. La idea
del libro como símbolo del mundo ya fue usada en la Edad Media como
lo demuestra eruditamente Ernst Robert Curtius en su ya clásica obra
Literatura europea y edad media latina.13Es la misma idea que adopta la
semiótica lotmaniana de la cultura: las culturas son libros que hay que
aprender a leer.

La cultura -d ice Lotman- puede representarse como un conjunto de textos; pero


desde el punto de vista del investigador, es más exacto hablar de la cultura como

71. Ibid.
72. SdC: 76 y ss.
73. Traducción de Margit Frenk y Antonio Alatorre, México, FCE, 1955, pp. 423-498.

190
L a semiótica rusa

mecanismo que crea un conjunto de textos y hablar de los textos como realización
de la cultura. Puede considerarse una connotación esencial de la caracterización
tipológica de la cultura la manera en que ella misma se define. Si es propio de
ciertas culturas el representarse como un conjunto de textos regulados, otras
culturas se modelizan como un sistema de reglas que determinan la creación de
los textos.74

De hecho, esta última idea está latente en varias de las mitologías para
las que la creación del mundo es una ordenación del mundo: la cultura se
identifica con el orden, la no cultura con el caos. Lotman adopta algunos
de los conceptos estructuralistas modificándolos y, en algunos casos,
discrepa abiertamente de los formalistas. Por ejemplo el concepto deno­
tado por el vocablo “mecanismo” : para él significa “un elemento que
tiene una función en una estructura”. Este concepto difiere, por ejemplo,
del de Sklovski para quien una obra literaria es la suma total de sus
mecanismos. Esta formulación, como se ve, desdeña el aspecto semántico
de la literatura. De alguna manera sigue a Bajtin quien señaló que en el
dominio de la cultura es imposible trazar una distinción clara entre
expresión y contenido. Igualmente el concepto de significado en Lotman.
Acepta como significado “lo invariante en las operaciones reversibles de
la traducción” es decir como “una clase de representaciones y connota­
ciones conectadas con cierto símbolo. Emplea, pues, un concepto de
significado que es difícil desligar del de su expresión o significante.
En su Semiótica, Julia Kristeva hace un lúcido análisis no sólo de los
sistemas de que se ha ocupado esta escuela sino del tipo de herramienta
que ha usado:

Los trabajos, publicados recientemente, de los semióticos soviéticos dan testimo­


nio de tales preocupaciones. El lugar de vanguardia lo ocupa el grupo de la
Universidad de Tartu en Estonia. Sus investigaciones tratan sobre todo de los
sistemas modelantes secundarios, es decir las prácticas semióticas que se organi­
zan sobre bases lingüísticas (siendo el lenguaje denotativo el sistema primario),
pero que se constituyen en estructuras complementarias, secundarias y específi­
cas. Por consiguiente, esos sistemas modelantes secundarios contienen, además
de las relaciones propias de las estructuras lingüísticas, relaciones de un segundo

74. SdC: 77.

191
En pos del signo

grado y más complejas. “De ello se deduce que uno de los problemas fundamen­
tales que plantea el estudio de los sistemas modelantes secundarios es el de definir
sus relaciones con las estructuras lingüísticas.75

Un tipo de análisis semiótico especialmente importante no sólo por­


que muestra bien los métodos de trabajo y el conjunto de presupuestos
teóricos en que se sustenta la semiótica rusa de la cultura, sino por su
aplicabilidad a la multitud de rituales que conforman la cultura mexicana,
puesto que un ejemplo dice más que mil palabras, es el que vamos a
exponer siguiéndolo paso a paso: el análisis concreto del trabajo de C. V.
Civ’jan titulado “La semiótica del comportamiento humano en situacio-
, nes dadas (principio y fin de la ceremonia, fórmulas de cortesía)”]! Quizás
el contenido este mejor expresado en el original ifálíáíio: La semiótica del
comportamento in situazioni fisse (inizio e fine della situazione
d ’etichetta).76
El punto de partida de Civ’jan es doble. Por un lado, el supuesto de
que un comportamiento humano correcto está constituido por la ejecu­
ción de un conjunto de comportamientos concretos. Y, por otro, la
observación de que la función principal del comportamiento humano
correcto es la de determinar qué lugar ocupa cada individuo con respecto
a los restantes miembros de la sociedadL|Estos dos presupuestos, como
sé ve, son aplicables a cualquier situación de convivencia social. Civ’jan
analiza el comportamiento de etiqueta por estar más fuertemente codifi­
cado que otros tipos de comportamiento que, aunque evidentemente
codificados, las estructuras de esas codificaciones no son tan fácilmente
perceptibles ni, desde el punto de vista metodológico, tan evidentes.
Entran con más frecuencia, por tanto, en el terreno de lo subjetivo para el
intérprete.
Civ’jan distingue en el comportamiento de etiqueta no sólo una forma
y un contenido, sino funciones como la referencial, de acuerdo con el
esquema j akobsoniano remontable al Círculo de Praga^El contenido del
"cóm ^itam iiéntó^ré cortesía puéde ser: presfaTuñ servicio, manifestar

75. Tomo I, pp. 56 y ss. (Véase la referencia en la bibliografía)


76. SdC:173-194.

192
La semiótica rusa

simpatía, prestar atención, mostrar interés, recriminación, etc. Esta es la


función referencial de este texto que es el comportamiento de etiqueta.
Sin embargo, esta función referencial de los comportamientos de etiqueta
es asumida como secundaria por el investigador: sostiene, pues, que en
las situaciones de etiqueta prevalece una función que denomina social.Los
comportamientos de cortesía, por tanto, como los textos, tienen diferen­
tes funciones jerarquizadas entre sí: por lo pronto, Civ’jan habla de una
función referencial subordinada a su función social. De hecho, para
Civ’jan el comportamiento de etiqueta es definido como aquel comporta­
miento en que la función referencial está subordinada a la función social.
Para su análisis semiótico de los comportamientos de etiqueta, Civ’jan
distingue entre el aspecto verbal (las palabras o fórmulas), los gestos
-que pertenecen a la categoría más amplia de los kinem as- y los acceso­
rios (objetos que adquieren un significado ritual como trajes, flores,
adornos, insignias, cosméticos, menus, obras de arte, etc.) Se trata, pues,
de cuatro tipos diferentes de comportamientos de etiqueta o, más bien,
cuatro tipos diferentes de elementos que constituyen el comportamiento
de etiqueta. Tras definir lo que podríamos llamar las variables generales
del comportamiento de etiqueta, Civ’jan revisa rápidamente cada uno de
estos comportamientos de etiqueta o, si se quiere, cada uno de estos
elementos.
Observa C iv’jan que el lenguaje de etiqueta es muy sensible a los
cambios de la moda. El aspecto verbal se refiere a la parte que en el
comportamiento de etiqueta tiene el lenguaje natural. El aspecto verbal
del comportamiento de etiqueta se distingue, además, en escrito y oral.
Un comportamiento X de etiqueta es un texto que tiene, por tanto, su
léxico. C iv’jan habla del léxico de etiqueta refiriéndose a los distintos
elementos de que se compone un sintagma de etiqueta, no sólo a la parte
verbal: el léxico, por tanto, está dividido en tres tipos diversos de
categorías o paradigmas. Las palabras o fórmulas verbales propiamente
dichas, son sólo una parte del léxico; otra, como hemos dicho, la consti­
tuyen los kinemas; y el tercer paradigma léxico está formado por los
accesorios. Un sintagma, por tanto, se constituye reuniendo según una
gramática - la gramática del comportamiento de etiqueta- los elementos
de los tres paradigmas. En efecto, tomando el conjunto de los comporta­

193
E n pos del signo

mientos de etiqueta como una lengua organizada de manera particular


será preciso, obviamente, destacar cuáles son sus rasgos específicos.
Pues bien, los rasgos específicos de la lengua constituida por el
conjunto de los comportamientos de etiqueta son: heterogeneidad (de los
elementos que la forman), apertura (a cualquier medio de comunicación)
y, en fin, “el carácter de uso y de unión de los elementos con amplias
posibilidades de combinación, duplicación, reducción, ocasionalidad,
etc.”. Para mantener una orientación correcta de la sociedad, basta, en la
vida cotidiana, con poseer un conocimiento mínimo de comportamien­
tos. Pueden presentarse varias situaciones. En una primera, el individuo
ejecuta los comportamientos, en esas situaciones, de una manera mecáni­
ca: ello puede interpretarse como un alto nivel de orientación por parte
del individuo en situación de etiqueta. Ello quiere decir que hay una
definición correcta, por parte del individuo, de su posición social con
respecto a los demás participantes.
Para proceder a su análisis, Civ’jan supone el comportamiento como
un continuum que es roto por una serie de situaciones de etiqueta (SE)
que se suceden en el tiempo y en el espacio. Cada SE exige un comporta­
miento de etiqueta (CE). La clasificación de las SE, por tanto, permitirá
traducir adecuadamente el lenguaje de los hechos al lenguaje del CE.
Desde luego, el comportamiento no depende sólo de la SE sino del status
social de sus participantes. En general, Civ’jan define el comportamiento
del individuo miembro de una determinada sociedad como de etiqueta
porque la sociedad nunca le permite olvidarse ni de su existencia ni de sus
leyes independientemente del número de miembros que integran dicha
sociedad.
De esta manera, la vida cotidiana misma puede analizarse como un
comportamiento de etiqueta. Por lo general, un individuo, en las situacio­
nes habituales de la vida cotidiana, no tiene mayores problemas para
relacionarse con las personas que le rodean. Ello se debe, dice Civ’jan, al
carácter habitual y repetido de las situaciones en las que están muy bien
determinado ya el papel de cada uno de los individuos con quienes tiene
que interactuar: ya se sabe cual es el valor y el peso social de cada uno.
Por tanto en esas situaciones todo está fijado hasta en sus mínimos
detalles: el individuo sabe bien qué hacer, cómo comportarse en cada

194
L a semiótica rusa

caso aunque sean muy variados los casos. En general el comportamiento


de la vida cotidiana puede explicarse y aun analizarse así.
Otra manera de determinar y, por tanto, de analizar el comportamien­
to es la inversa: en vez de partir de las situaciones, se toma como punto
de referencia la individualidad del ejecutor y se hace una clasificación de
las personas con quienes tiene que interactuar. Aquí también, esta gran
variedad de posibilidades puede irse reduciendo a partir de las fórmulas
verbales fijas con que se introducen estos comportamientos: saludos a
familiares, amigos, compañeros, conocidos; formas para dirigirse a un
vsuperior, a un dependiente, a un camarero, a un cobrador, a un bolero,
etc. Cada innovación turbaría de igual manera a los participantes en la SE.
' Civ’jan entiende que todo el comportamiento social está fundamen­
talmente automatizado. Las fórmulas verbales con las que uno se dirige a
cada uno de los individuos con que socialmente nos relacionamos en el
transcurso de la vida cotidiana son equiparables a automatismos. Si por la
mañana me encuentro con un compañero las palabras que le dirigiré y las
que él me dirá se mueven dentro de un ámbito de posibilidades. Me
deberá decir, por ejemplo, “ ¡Buenos días!” o su equivalente; no me
podrá decir “ ¡Buenas noches!” o su equivalente.

Esto lo explica el hecho -d ice Civ’jan - de que en los casos mencionados tan sólo
se precisa la confirmación del código de etiqueta establecido ya que éste, a su vez,
será la confirmación del de la solidez del status social que consideramos como la
garantía de nuestra integridad. Por tanto -véanse las distintas obras literarias
existentes-, la rebelión de la persona contra la sociedad (o contra una unidad suya,
por ejemplo la familia, el eterno problema entre padres e hijos) por lo general
empieza con un cambio del código en las situaciones ordinarias; lo que los
destinatarios interpretan como una deformación de la jerarquía social en una
dirección determinada (y que puede adquirir un matiz tanto cómico como trági­
co).77

El problema del comportamiento ordinario en transcurso de la vida


cotidiana, no sólo no presenta problemas para el individuo sino que

77. SdC: 175 y ss.

195
E n pos del signo

además da buena información sobre las jerarquías establecidas en una


sociedad. En cambio, un individuo encuentra por lo general dificultades
de comportamiento cuando se enfrenta a situaciones nuevas o raras.
Ahora bien: estas dificultades pueden referirse ya al contenido (significa­
do) ya a la forma (significante). En el primer caso -la s dificultades se
refieren al contenido- se trata de SE en las que el participante, por alguna
causa, no puede calibrar correctamente a sus Partners: no sabe quien es
quien en una sociedad determinada.
En el segundo caso -dificultades de form a- “se trata de situaciones
que exigen comportamientos desconocidos para el ejecutor”.78 No sabe,
por ejemplo, cómo usar la gran cantidad de cubiertos que le ponen en una
comida de gala de carácter oficial; o no sabe qué hacer ante un platillo
desconocido; o no sabe cómo usar los palillos en casa de Agustín.
Para el sentido común es más importante superar las dificultades de
contenido; los errores formales, en cambio, suelen verse de manera
morbosa. Esta actitud se explica, dice Civ’jan, por la propia tendencia
humana (consciente o inconsciente) a mantener la posición social si se
está satisfecho de ella, o a elevarla, en caso contrario; como aparece en
Dostoievsky en expresiones como “nosotros los pobres”, “qué pode­
mos hacer nosotros”, etc.Las dificultades derivadas de la ignorancia de
los comportamientos, se superan con facilidad elemental, sobre todo si el
ejecutor está interesado en superarlas. Civ’jan se centra, por tanto, en la
“correcta orientación del hombre en la sociedad, puesto que está
ligado al tema de las situaciones fijas, y precisamente al principio y al fin
de las SE.
El asunto del principio y el fin de las SE parece importante a Civ’jan
porque es justamente en estos momentos en donde se afirma y se acentúa
con mayor determinación la relación de la posición social de los partici­
pantes. Este problema empieza por aclarar quien de los participantes
tiene derecho social a empezar y/o a acabar la SE.

En nuestros trabajos anteriores, dice Civ’jan, ya hemos hablado de la importancia


esencial del principio y del fin en las SE, puesto que justamente es en estos

78. SdC : 176.

196
L a semiótica rusa

distintos momentos donde se afirma y se acentúa con mayor determinación la


relación de la posición social (de los pesos) de los participantes, lo que indica
también su posición en la jerarquía social de una determinada sociedad (posición
que el hombre por lo general no se siente inclinado a cambiar por una más baja, y
que sólo lo haría en caso de protesta y por consiguiente a causa de determinadas
convicciones), y que por tanto también confirma la solidez de la sociedad que
protege a sus miembros. Esta diferenciación empieza ya desde la aclaración sobre
quién de los participantes tiene derecho a empezar y/o terminar la SE, y en su
interior a pasar de una etapa a otra; los participantes que no gozan de este derecho
son independientes y se encuentran totalmente en el interior de la situación (véase
la prohibición para el hombre de que sea éste el que tienda primeramente la mano
a una mujer, la prohibición para un subalterno de interrumpir una reunión, etc.).
Ésto mismo sucede a la hora de usar determinados elementos o nuevos comporta­
mientos de etiqueta, como por ejemplo, las libertades aristocráticas. Es natural
que las características de los participantes tengan un significado esencial, la
forma de la SE, etcétera, puesto que hay varios modos, patentes o solapados,
delicados o decididos, de desarrollar una SE. Además, por lo general, los partici­
pantes están divididos en pasivos y activos, y éstos primeros son los que aceptan la
táctica que se les imponga.79

Civ’jan analiza especialmente las situaciones saludo-despedida y para


ello divide a los participantes de la SE en dos grupos: emisor (A) y
destinatario (a). Está claro que a lo largo de la situación estos papeles se
alternan. Civ’jan sólo analiza la situación del principio y del fin: quién
comienza y quién da por terminada la interacción.

La iniciativa de la elección del código -d ice Civ’jan - pertenece a (A), por tanto,
su tarea es más compleja que la de (a), quien, en cualquier caso, no se encuentra
frente a lo desconocido y puede servirse del código propuesto. Al empezar una SE,
(A), a lo largo de un arco de tiempo limitado, tiene que hacer un análisis del
ambiente y de los partners con el fin de escoger de entre el arsenal de comporta­
mientos de saludo-despedida, que es limitado, los comportamientos propios del
caso y ejecutarlos de modo que se cree un cuadro adecuado de las posiciones
sociales de los participantes en la SE en cuestión. Por tanto, la tarea de (A) puede
definirse como social. Además, se encuentra ante sí con otras tareas bastante
importantes: la indicación de los límites de la SE, es decir, la señalización de su
principio y de su fin. (A) aplica comportamientos que indican que a partir de un

79. SdC: 177.

197
En pos del signo

cierto momento un determinado grupo de personas se unen, pasando a ser los


participantes en una SE, y que desde ese momento sus acciones (palabras,
movimientos^ etc.) adquieren un significado semiótico (y no ya, digamos, pura­
mente pragmático o incluso biológico) correspondiente a las tareas de la SE de
que se trata; tareas de orden personal como exponer o esconder los propios
sentimientos a los partners , producir una impresión que garantice un desarrollo,
óptimo para (A), de ésta y de las siguientes SE, ejecutar los comportamientos de
una manera impecable desde un punto de vista estético, etcétera. (Por otra parte,
[A] puede aspirar a alcanzar una indeterminación máxima de su propia estrategia
que en el futuro le permita una mayor libertad de acción; un procedimiento
neutral, particularmente, puede aplicarse también cuando [A] desea transmitir a
[a] la posibilidad de escoger el código, lo que, desde el punto de vista de la
cortesía, es muy apreciado.)80

Según Civ’jan, la elección de los comportamientos del CE está


substancialmente condicionada por una serie de factores. C iv’jan enume­
ra cuatro. Llama al primero de ellos “el equipo fundamental de contrase­
ñas diferenciales (ECD) de los participantes”. Entre estas contraseñas
más importantes, Civ’jan menciona una serie de parejas en el entendido
de que el primer puesto lo ocupa regularmente quien tiene un significado
preeminente:

1. Femenino-masculino.
2. Anciano-joven.
3. Superior-inferior (por posición social).
4. Extraño-familiar (por pertenencia a una determinada célula social o una
determinada sociedad).81

Según Civ’jan, el ECD es un índice objetivo de la posición social del


individuo que determina en cada momento su posición social con respec­
to a los p a r t n e r s . Sin embargo, la determinación de los CE es compleja
dado que las señales de superioridad en el seno de una pareja son de
diversa índole y proveniencia. Por ejemplo, están ligadas a las caracterís­
ticas complementarias de los participantes que es el segundo de los
factores anunciados como condicionantes del comportamiento.

80. SdC: 179.


81. SdC: 180.

198
L a semiótica rusa

Este segundo factor se refiere a cosas como la nacionalidad, fe


religiosa, relaciones de parentesco, amistad, simpatía, hostilidad, antipa­
tía, indiferencia, algunas noticias biográficas (información sobre aconte­
cimientos de/y acciones de la vida de (A) y (a), aspecto exterior, estado
de salud, temperamento, estado de ánimo, carácter, etc. Civ’jan admite
en esta sección contraseñas de otra índole que afectan a la interacción:
educación, la libertad de ejecución, la atención hacia la función estética.
Aunque son complementarias, estas características nunca juegan un
papel secundario o auxiliar y a menudo son determinantes de la CE, más
incluso que el ECD. Al contrario, decía, con frecuencia son las que
determinan la estrategia del CE: por ejemplo, las fiestas nacionales o
religiosas, el lazo de parentesco, el grado de conocimiento pueden influir
regularmente en la elección de comportamientos. Eso indican, por ejem­
plo, expresiones como “no se tienen favoritismos”, “en el trabajo no
hay parientes ni amigos”, etc. que suelen servir de slogans en alguna
oficina o empresa, o que incluso son convertidos en letreros. Otro
ejemplo dél papel que juegan las características complementarias en la
determinación del EC es el caso de las prerrogativas que tiene una mujer
joven y bonita independientemente del ECD de los partners.
Civ’jan supone que esto sucede porque el ECD se nos impone desde
fuera y más bien de carácter abstracto y sólo casualmente llega a coincidir
con nuestros deseos o conceptos, etc.: forma parte de las formalidades
impuestas. En cambio, en nuestros comportamientos preferimos lo no
oficial, lo libre, lo concreto, sobre lo oficial, lo aconsejado y lo abstracto.
Llegamos así al tercero de los factores condicionantes. Se refiere a la
cantidad de participantes de la SE. Supongamos, dice, que (A) y (a) son,
respectivamente, el emisor y el destinatario. Las posibilidades de combi­
nación entre los participantes pueden, entonces, ser representadas así:1

1) A & a
2) A & S a
3) S A & a
4) S A & S a82

82. SdC: 181.

199
En pos del signo

Según la cantidad, el saludo y la despedida pueden ser individuales


(caso 1), comunes (caso dos: por ejemplo el caso de un profesor que
saluda a sus alumnos) o colectivos como en los casos 3 y 4: un grupo se
dirige a un destinatario (caso 3), por ejemplo si los estudiantes contestan
el saludo del profesor; o cuando dos grupos se intercambian saludos
(caso 4) como en el caso de dos equipos deportivos que se saludan o
despiden.
Finalmente, viene el cuarto de los factores condicionantes del com­
portamiento. Civ’jan coloca aquí las “características de la SE” . Son
género, tiempo y lugar. Con respecto al género distingue diferentes
situaciones: si se trata de encuentro (premeditado o fortuito), visita,
presentación, conocimiento, reunión oficial, mitin, desayuno, comida,
cena, coctel-fiesta, día de campo, velada, baile matrimonio, bautismo,
cumpleaños, aniversario, funeral, banquete fúnebre, celebración de algún
acontecimiento importante, una fiesta nacional, una ceremonia (por ejemplo
diplomática), una inauguración. Este aspecto admite clasificaciones ulte­
riores más precisas; por ejemplo si los saludos-despedida son oficiales-no
oficiales, generales-individuales, etc.
Por lo que hace al tiempo, en cambio, distingue el “tiempo absoluto”
-s i el saludo-despedida tiene lugar en la mañana, a mediodía, por la tarde
o por la noche—de la “fecha” -día, mes, añ o - y del “tiempo relativo”
-u n tiempo en relación a otro tiempo. Por ejemplo: un banquete fúnebre
a los cuarenta días de la muerte. Y, finalmente, los límites temporales de
la SE: es decir, su duración.
Con respecto al lugar de la SE, Civ’jan razona así: dado que se trata
de saludo-despedida, las SE pueden distinguirse las que se realizan en
lugar abierto (calle, parque, bosque, playa, estadio, etc.) de las que se
realizan en lugar cerrado (casa ajena/propia, oficina ajena/propia, teatro,
cine, restaurante, tienda, etc.). Aunque también pueden proponerse otras
clasificaciones propio/extraño, oficial/no oficial. Civ’jan da especial im­
portancia a la clasificación abierto/cerrado por la manera tan directa de
influir en el comportamiento: determina, por ejemplo, la indumentaria
(sombrero/no sombrero, indumentaria formal/informal, etc.), los kinemas
y la pronunciación en voz alta, etc. La misma investigación, dice Civ’jan,

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