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L as otras semióticas del siglo XVII
103
En pos del signo
T om ás H obbes ( 1 5 8 8 - 1 6 7 9 )
12. Tomás Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, primera
reimpresión de la segunda edición, México, FCE, 1982, p. 307.
13. Op, cit., p. 309.
104
L as otoas semióticas del siglo XVII
La más noble y provechosa invención de todas fue la del lenguaje, que se basa en
nombres o apelaciones, y en las conexiones de ellos. Por medio de esos elementos
los hombres registran sus pensamientos, los recuerdan cuando han pasado, y los
enuncian uno a otro para mutua utilidad y conversación [...] El uso general del
lenguaje consiste en trasponer nuestros discursos mentales en verbales: o la serie
de nuestros pensamientos en una serie de palabras, y ésto con dos finalidades: una
de ellas es el registro de las consecuencias de nuestros pensamientos, que siendo
aptos para sustraerse de nuestra memoria cuando emprendemos una nueva labor,
pueden ser recordados de nuevo por las palabras con que se distinguen. Así, el
primer uso de los nombres es servir como marcas o notas del recuerdo. Otro uso se
advierte cuando varias personas utilizan las mismas palabras para significar (por
su conexión y orden), una a otra, lo que conciben o piensan de cada materia; y
también lo que desean, temen o promueve en ellos otra pasión. Y para este uso se
denominan signos.'4
La c ie n c ia c o m o s e m io s is
105
E n pos del signo
m.. G uiara© fraile» Hüsmm de M De! slwmmmm a ¡a iim sm ciim , Madrid. BAC 1% 6, pp.
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V
LA TEORÍA DEL SIGNO EN LOS SIGLOS
XVIII Y XIX
G eorge B erkeley
107
En pos del signo
Observando cómo las ideas se hacen generales, podemos comprender mejor cómo
se generalizan las palabras. De paso, quiero hacer notar que no niego en absoluto
la existencia de ideas generales: lo que no puedo admitir es que existan ideas
generales abstractas [...] Ahora, si tratamos de dar significado a nuestras palabras,
hablando únicamente de lo que podemos concebir, se reconocerá sin dificultad
que una idea, de suyo particular, pasa a ser general cuando se la hace representar
o se la toma en lugar de otras ideas particulares del mismo tipo.
Aclaremos lo dicho con un ejemplo: supóngase que un geómetra quiere
demostrar el método para dividir la línea en dos partes iguales: traza con tinta
negra una línea de una pulgada de longitud. Semejante trazo, que de suyo no es
más que una línea particular, es sin embargo general en cuanto a lo que significa,
pues se la toma para representar todas las líneas particulares, cualesquiera que
sean; y así, lo que se demuestre de aquel, quedará demostrado de todos, o sea, de
la línea general. Y del mismo modo que esa línea particular se convierte en
general al hacerse de ella signo, así también el nombre línea, que tomado en
absoluto es particular, al ser un signo se convierte en general. Y así como la
primera debe su generalidad al hecho de ser signo, no de una línea general y
abstracta sino de todas las líneas rectas particulares que puedan existir, de la
misma manera hay que pensar que el signo o palabra con que designamos el trazo
1. Para todo esto, puede verse George Pitcher, Berkeley, México, FCE, 1983.
2. N. Abbagnano, Op. Cit., tomo 2, p. 310.
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La teoría del signo en los siglos xvm y xix
D avid H um e
3. G. Berkeley, Principios del conocimiento humano, Madrid, Sarpe, 1985, pp. 43s.
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En pos del signo
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La teoría del signo en los siglos xviii y xix
B ernard B olzano
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E n pos del signo
Este & empieza con una definición bilateral del signo: “Un objeto [...] a través de
cuya concepción deseamos conocer de manera renovada otra concepción conecta
da con aquella en un ser pensante es lo que llamamos signó". Sigue toda una
cadena de conceptos gemelos, algunos de los cuales son muy nuevos, mientras que
otros que remiten a sus fuentes anteriores son especificados y ampliados de
manera novedosa. Los pensamientos semióticos de Bolzano sacan así a luz la
diferencia entre significado ( Bedeutung) de un signo como tal y el sentido (Sinn)
que ese signo adquiere en el contexto de la circunstancia presente, y luego la
diferencia entre el signo producido por el emisor ( Urheber) y percibido por el
receptor que, por otra parte, oscila entre la comprensión y la incomprensión
( Verstehen uns Missverstehen). El autor hace una distinción entre la interpreta
ción pensada y expresada del signo (gedachte und sprachliche Auslegung), entre
signos universales y particulares, entre signos naturales y accidentales ( natürlich
undzufállig), arbitrarios y espontáneos ( willkürlich und unwilkürlich), auditivos y
visuales (hórbar und sichtbar), simples ( einzeln) y compuestos (zuzammengesetzt,
112
La teoría del signo en los siglos xvui y xix
que significa “un todo cuyas partes son a su vez signos”), entre unisémicos y
polisémicos, propios y figurativos, metonímicos y metafóricos, mediatos e inme
diatos; a esta clasificación añade lúcidas notas a pie de página sobre la importante
distinción que debe hacerse entre signos (Zeichen) e indicios (Kennzeichen) que
carecen de emisor, y finalmente sobre otro tema apremiante, la cuestión de la
relación entre la comunicación interpersonal {an andere) e interna {Sprechen mit
sich selbst).9
Ya al final del siglo XIX, Edmund Husserl se ocupó del signo tanto en su
ensayo Zur Logik der Zeichen (Semiotik) que, como observa muy bien
113
En pos del signo
114
SEGUNDA PARTE
PROYECTOS CONTEMPORÁNEOS
DE SEMIÓTICA
VI
CHARLES SANDERS PEIRCE
Y SU PROYECTO DE SEMIÓTICA
117
E n po s d e l s ig n o
2. Véase, por ejemplo, la Historia de la lógica formal de I. M. Bochenski, segunda reimpresión, Madrid,
Gredos, 1985, pp. 14, 19, 20, 24, 26, 28, 119, 282, 284, 285, 286, 294-295, 301, 310, 317, 318, 323,
325, 327, 333, 334, 337, 343, 344, 349, 359, 362, 363-4, 374-5, 390, 392-5, 403, 414, 482, 521, 533.
3. En R. Jakobson, “Ojeada...”, Op. cit., pp. 13 y ss.
4. En Enciclopedia Salvat. Diccionario, tomo 10, Salvat Editores, Barcelona/México, 1976, ad loe.
5. Roman Jakobson, “A la recherche de Vessence du langage', en Diogéne, LI, Paris, p. 346.
118
C harles S anders P eirce
119
E n pos del signo
9. 2 vols., The Belknap Press o f Harvard University, Cambridge, Mass. Existe una traducción al español,
que bajo el título La ciencia de la semiótica , publicó en 1974 la editorial N ueva V isión de Buenos
Aires.
10. “Ojeada al desarrollo de la semiología”, en El marco del lenguaje, Op. cit., p. 13.
120
C harles S anders P eirce
121
En po s d e l s ig n o
sucesivo, y a menudo en otros futuros textos, los signos serán tratados como si
cada uno tuviera únicamente un solo objeto, a fin de disminuir las dificultades del
estudio. Si un signo es distinto de su objeto, debe existir, sea en el pensamiento o
en la expresión, alguna explicación, algún argumento, algún otro contexto, que
muestre cómo -sobre la base de qué esquema, o por qué razones- el signo
representa al objeto o al conjunto de objetos a que se refiere. Ahora bien, entiendo
que el signo y la explicación conjuntamente constituyen otro signo, y dado que la
explicación será un signo, requerirá probablemente una explicación adicional, la
cual, tomada conjuntamente con el signo precedentemente ampliado, constituirá
un signo aún más amplio; y si continuamos suficientemente este proceso, final
mente llegaremos, o deberemos llegar a alcanzar en última instancia un signo de
sí mismo, que contuviera a su propia explicación y la de todas sus partes
significantes; y, de acuerdo con esta explicación, cada una de esas partes tendrá a
alguna otra parte como objeto.
Conforme con ello, cada signo tiene, real o virtualmente, lo que podemos
llamar un precepto de explicación, según el cual el signo debe ser entendido como
una suerte de emanación, por así decirlo, de su objeto. (Si el signo fuera un icono,
un escolástico podría decir que la species del objeto emanada de él encontró su
materia en el icono. Si el signo es un índice, podemos pensarlo como un
fragmento arrancado ai objeto, siendo ambos en su existencia un todo, o una paite
de ese todo. Si el signo es un símbolo, lo podemos pensar como encamando ía
“Varío”, o razón, del objeto., que ha emanado del mismo. Todas estas son, desde
luego, meras figuras del lenguaje; pero el serlo no les impide ser útiles.)
El signo puede solamente representar aí objeto y aludir a éi. No puede, dar
conocimiento o reconocimiento del objeto. Esto es lo que se intenta definir en este
trabajo por objeto de un signo: vale decir, objeto es aquello acerca de lo cual el
signo presupone un conocimiento para que sea posible proveer alguna informa
ción adicional sobre el mismo. No dudamos que habrá lectores que digan que no
pueden aprehender ésto. Ellos pensarán que un signo no necesita estar relaciona
do con algo ya conocido de otra manera y creerán que no tiene ni pies ni cabeza
afirmar que todo signo debe relacionarse con un objeto conocido. Pero si existiera
'“algo” que transmitiera información y. sin embargo, no tuviera ninguna relación
ni referencia respecto de alguna otra cosa acerca de la cual la persona a quien llega
esa información careciera del menor conocimiento, directo o indirecto —y por
cierto que sería esa una muy extraña clase de información- el vehículo de esa
d ase de información no será llamado, en este trabajo un signo.02
O., On. Sanéeos Peiinoe. ím cim em ée b s^iétksju B., Aires, Nueva Visión, II974, pp. 22-24. en F. Casetti,
(Op.. oí... pp.. 324-327..
122
C harles S anders P eirce
123
En pos del signo
entendido bien a este último, consistiría en el efecto de la mente del intérprete que
el emisor del signo se propone producir (en forma verbal o por escrito). Mi
interpretante dinámico consiste en el efecto directo realmente producido por un
signo en su intérprete. En mi opinión, coinciden en el hecho de ser los efectos del
signo sobre la mente de un individuo, o sobre las mentes de varios individuos
reales, por acción independiente sobre cada uno de ellos. Mi interpretante final
sería, en mi opinión, exactamente lo mismo que su “significación”: vale decir, el
efecto que el signo produciría sobre cualquier mente sobre la cual las circunstan
cias permitirían que pudiera ejercer su efecto pleno. Mi interpretante inmediato
es, en mi opinión, un concepto que está cercano, o que coincide con el suyo de
“sentido”, porque pienso que el primero es el efecto total, sin analizar, que se
calcula que el signo ha de producir, o que se espera naturalmente que produzca; y
me he acostumbrado a identificar ésto último con el efecto que el signo produce en
primera instancia o puede producir en una mente, sin detenerme a reflexionar en
esta identificación. No tengo conocimiento de que haya tratado usted de definir
alguna vez su concepto de “sentido”; pero colijo que sería el primer efecto que un
signo tendría sobre una mente apta para aprehenderlo. Dado que usted dice que se
trata de un elemento sensorial y no volitivo, he de suponer que se trata de una
“impresión”. Entonces, a mi entender, sería lo mismo que mi interpretante
inmediato. Usted ha seleccionado palabras del habla vernácula para expresar los
diferentes conceptos, mientras que yo he tratado de evitarlo expresamente y de
elaborar términos ad hoc, que sean adecuados a los propósitos de la ciencia.
Podría describir mi interpretación inmediata como la parte del efecto del signo
que basta para que una persona pueda decir si el signo es o no es aplicable a algo
que esa persona conozca suficientemente.
Mi interpretante, con sus tres clases, es, según creo, algo esencialmente
atingente a cualquier cosa que actúe como un signo. Es bien cierto que los signos*
naturales, así como los síntomas, carecen de emisor y, por lo tanto, no tienen
significado, si ha de entenderse al significado como la intención del emisor. No
me permito hablar aquí de las “intenciones de Dios Todopoderoso”, dado que
cualquiera de sus intenciones se efectiviza. La intención, a mi entender, si bien
puedo estar equivocado, es un intervalo de tiempo que transcurre entre el deseo y
el proceso de arbitrar los medios para que ese deseo se cumpla. Pero, a mi juicio,
el deseo sólo puede pertenecer a una criatura finita.
Sus ideas sobre sentido, significado y significación, en mi opinión, provienen
de la prodigiosa sensibilidad de su percepción, que yo jamás podría igualar; en
cambio, mis tres grados de interpretantes fueron obtenidos razonando, a partir de
la definición de signo, qué tipo de cosa debería ser relevante y, luego, buscándola.
Mi interpretante inmediato está implícito en el hecho de que cada signo debe tener
su interpretabilidad peculiar antes de obtener un intérprete. Mi interpretante
dinámico es aquel que es experimentado en cada acto de interpretación, y en cada
124
C harles S anders P eirce
125
En pos del signo
1.- Cualisignos. 2.- Sinsignos ¡cónicos. 3.- Legisignos icónicos. 4.- Vestigios o
sinsignos índicos remáticos. 5.- Nombres propios, o legisignos índicos Temáticos.
6.- Símbolos remáticos. 7.- Sinsignos dicentes (como un retrato con una leyenda).
8.- Legisignos indicíeos dicentes. 9.- Proposiciones, o símbolos dicentes. 10.-
Razonamientos.18
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C harles S anders P eirce
C harles M orris
127
En pos del signo
23. Mauricio Beuchot, Op. cí/., pp. 186-188. Puede verse, además, en las páginas 192-205 una sucinta
descripción del contenido de cada una de las partes de Foundations arriba mencionadas.
128
VII
LA SEMIÓTICA SAUSSUREANA
129
En pos del signo
1. Para una información más completa sobre Saussure, puede verse el libro de E. F. Konrad Koerner,
Ferdinand de Saussure, Madrid, Gredos, 1982. Ofrece no sólo una información precisa sobre las
posibles fuentes saussureanas sino sobre los estudios que sobre Saussure se han hecho. Está dotado,
además, de una respetable y bastante actualizada bibliografía. Para este tema, además, citaré la excelente
edición del Curso de lingüística general hecha por Alianza Universidad, Madrid, 1983. No sólo se trata
de una edición crítica, la célebre edición crítica del profesor Tulio De Mauro, sino que además está
dotada de una serie de apéndices y demás que la hacen valiosa.
130
L a semiótica saussureana
2. Citado por Tulio de Mauro, Op, cit., p. 333. En adelante, abreviaré las referencias a esta obra del
profesor De Mauro con las siglas TDM.
3. Para más datos véase K. Koemer, Op. cit., p. 78, nota 3.
131
E n pos del signo
4. TDM:335 y ss.
132
La semiótica saussureana
por Pictet: así, al mismo tiempo que sus lecciones de física y química,
Saussure asiste a clases de filosofía e historia del arte; pero, sobre todo,
sigue ocupándose de lingüística.
Había, por entonces, en la Universidad de Ginebra una cátedra de
“filología” que entre 1869 y 1873 había ocupado un tal Krauss. A partir
de ese 1873 se hace cargo de ella Joseph Wertheimer, teólogo y durante
cincuenta años rabino de Ginebra, que no sabía absolutamente nada de
lingüística.5 Desde luego, Saussure no comete el error de asistir a las
clases que este personaje imparte bajo el título ya de “lingüística compa
rada”. Wertheimer dura, sin embargo, en el cargo hasta 1905 en que será
substituido, precisamente, por Ferdinand de Saussure. En vez de asistir a
las clases de Wertheimer, Saussure toma lecciones privadas de gramática
latina y griega con Luis Morel recién llegado de Leipzig donde había
asistido a las clases de E. Curtius.
Entra así, en contacto, con la escuela neogramática. Al finalizar su
primer año de universidad, Saussure deja, por tanto, sus cursos de
ciencias naturales y se dedica a lo que es su verdadera vocación, la
lingüística. Por un lado, el 13 de mayo de 1876 como miembro de la
Société de Linguistique de París apenas fundada; por otro lado, en el
otoño de 1876 se inscribe en la Universidad de Leipzig para estudiar
lingüística indoeuropea en donde permanece hasta el primer semestre de
1880. Es la época del Saussure neogramático.6 De esta época, en efecto,
son sus trabajos: Le suffixe -T-, Sur une classe de verbes latins en -eo, La
Transformation latine de tt en ss suposse-t-elle un intermedíame st?,
Essais d u n e distinction des differentes a indoeuropéens. Pero, sobre
todo, la célebre Memoire sur le systeme prim itif des voyelles dans les
langues indoeuropéennes, publicada en Leipzig en 1878 y reimpresa en
París en 1887.
La vida en Leipzig, por lo demás, no estuvo libre de intrigas, celos y
complots contra el lingüista suizo.7 El primer profesor alemán con quien
se topó fue el indoeuropeísta Heinrich Hübschmann (1848-1908), quien
5. Cfr. TDM:336.
6- Sugiero al lector interesado en ella que leaaT D M .337 y ss o aKoemer:81 y ss.
7. Véase, sobre todo esto, TDM:338 y ss. y Koemer:82 y ss.
133
En pos del signo
8. TDM:342.
134
L a semiótica saussureana
9. TDM:345.
135
En pos del signo
enseñó durante diez años con un brillo y una autoridad incomparables y, entre
tantos maestros eminentes, fue uno de los más escuchados y más queridos.
Admirábamos en sus lecciones la amplia y sólida información, el método riguro
so, la visión general, que unía al detalle preciso, la elocución, de una claridad, de
una soltura y de una elegancia soberanas. Después de treinta años, me vienen aún
a la memoria como uno de los más grandes placeres intelectuales que yo haya
experimentado en mi vida.101
Y Antoine Meillet:
10. E. Muret, Journal de Genéve, 26 de febrero de 1913, citado por TDM:346 y ss.
11. En TDM: 347.
136
La semiótica saussureana
137
En pos del signo
El pro yecto s a u s s u r e a n o d e s e m ió t ic a
12. Para todo esto véase Koemer, pp. 91 y ss.; y TDM: 353 y ss.
13. Curso , edición TDM: 59.
138
La semiótica saussureana
curso.14 Son muchas las referencias que el Curso hace al signo. Los dos
primeros capítulos de la primera parte, dedicada a explorar los “princi
pios generales”, se ocupan del signo lingüístico. Saussure rechaza el
modelo según el cual la lengua no es una nomenclatura a la que corres
ponde una lista de cosas:
Esta concepción, dice, es criticable por muchos conceptos. Supone ideas comple
tamente hechas preexistentes a las palabras;15 no nos dice si el nombre es de
naturaleza vocal o psíquica, pues arbor puede considerarse en uno y otro aspecto;
por último, hace suponer que el vínculo que une un nombre a una cosa es una
operación muy simple, lo cual está bien lejos de ser verdad. Sin embargo, esta
perspectiva simplista puede acercarnos a la verdad al mostramos que la unidad
lingüística es una cosa doble, hecha con la unión de dos términos.
este acto supone por lo menos dos individuos: es el minimum exigible para que el
circuito sea completo. Sean, pues, dos personas, A y B, en conversación:
El punto de partida del circuito está en el cerebro de uno de ellos, por ejemplo, el
de A, donde los hechos de conciencia, que llamaremos conceptos, se hallan
asociados con las representaciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas
que sirven a su expresión. Supongamos que un concepto dado desencadena en el
cerebro una imagen acústica correspondiente: éste es un fenómeno enteramente
psíquico , seguido a su vez de un proceso fisiológico : el cerebro transmite a los
14. La edición crítica de Tulio de Mauro, con muy buen sentido, divide el texto del Curso, en unidades de
lectura que, usando una terminología propuesta por Barthes para su análisis estructural del relato,
llamaremos lexías. Tienen la misma función que los versículos de la Biblia o las suras del Corán,
aunque las lexías del curso son, en la mayoría de los casos, muchísimo más grandes. El Curso termina
en la lexía 305.
15. Saussure explicará más adelante, en la lexía 224, que el pensamiento de que se constituyen los contenidos
de las palabras, quitada la expresión,
no es más que una masa amorfa e indistinta. Filósofos y lingüistas han estado siempre de acuerdo
en reconocer que, sin la ayuda de los signos, seríamos incapaces de distinguir dos ideas de manera
clara y constante. Considerado en sí mismo, el pensamiento es como una nebulosa donde nada está
necesariamente delimitado. No hay ideas preestablecidas, y nada es distinto antes de la aparición
de la lengua.
139
En pos del signo
140
La semiótica saussureana
últimos términos tienen la ventaja de señalar la oposición que los separa, sea entre
ellos dos, sea del total de que forman parte. En cuanto al término signo, si nos
contentamos con él es porque, no sugiriéndonos la lengua usual cualquier otro, no
sabemos con qué reemplazarlo.16
141
En pos del signo
17 Ferdinand de Saussure, Curso de lingüistica general* Madrid, Alianza Editorial, 1983, pp. 80 y ss.
Lexía 73.
18.. Lexías 139-140.
142
La semiótica saussureana
143
En pos del signo
con los desarrollos a que la disciplina llega con Peirce, sobre todo, hay
que estar de acuerdo con Jakobson en que
El suyo constituye el más sólido esfuerzo por crear una ciencia del
lenguaje sobre las huellas de Saussure. Sin embargo, no es su teoría del
lenguaje en sí lo que nos permite evocarlo sino la ampliación que de ella
hace a sistemas de signos no lingüísticos (cap. XXI) y por su teoría de la
significación.
Hijo de un profesor de matemáticas, tuvo como primer profesor al
comparatista y neogramático Holger Pedersen, quien fue uno de los
primeros en escribir una historia de la lingüística rica en modernas
observaciones. Tras estudiar en Lituania (1921) va a Praga (1923) donde
entra en contacto con los emigrantes del formalismo ruso, en pleno
período de discusión de las famosas tesis del 29. Y de allí a París donde
asiste a las clases del saussureano Antoine Meillet entre 1926 y 1927. En
1937 sucede a Pedersen en la cátedra de lingüística comparada en la
Universidad de Copenhague.
22. Cfr. Robert Godel, Les sources manuscriíes du Cours de la linguistique générale de F. de Saussure,
Génova, Librairie F. Droz, 1957, p. 275.
23. “Ojeada...”, en El Marco del lenguaje , Op. cit., 17.
144
La semiótica saussureana
24. La lingüística del siglo XX, Madrid, Gredos, 1976, pp. 133.
25. Madrid, Gredos, 1975.
26. Pág. 147.
145
En pos del signo
Desde los tiempos de Saussure se sabe, desde el punto de vista lingüístico, que el
lenguaje no puede estudiarse aisladamente. Saussure estimaba necesario, como
base de la lingüística en su sentido más estricto, una disciplina que él bautizó con
146
La semiótica saussureana
el nombre de semiología (de sémeion ‘signo’). De ahí que, en los años que
precedieron a la segunda guerra mundial, tanto la lingüística concreta como
ciertos círculos de orientación lingüística interesados en el estudio de los funda
mentos (especialmente en Checoslovaquia), se esforzaron por estudiar sistemas de
signos distintos de las lenguas -especialmente los trajes regionales, el arte y la
literatura- sobre una base semiológica más general.30
2. Pero entre todas las comparaciones que se podrían imaginar, la más demostra
tiva es la que se hace entre el juego de la lengua y una partida de ajedrez. En
ambos juegos estamos en presencia de un sistema de valores y asistimos a sus
modificaciones. Una partida de ajedrez es como una realización artificial de lo
que la lengua nos presenta en forma natural.
147
En pos del signo
148
La semiótica saussureana
Expresión Contenido
i---------------------------
Expresión
Expresión
Contenido
Contenido
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En pos del signo
148
La semiótica saussureana
Expresión Contenido
i
Expresión
Expresión
Contenido
Contenido
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En pos del signo
Contenido .
Expresión
Expresión
Contenido
150
VIII
LA SEMIÓTICA RUSA
El f o r m a l is m o ruso
151
En pos del signo
Los comienzos del formalismo ruso lo fueron todo menos espectaculares. Los dos
centros del movimiento -e l Opojaz peterburgués y el Círculo Lingüístico de
M oscú- al principio no eran más que pequeños grupos de discusión, en los que los
jóvenes filólogos intercambiaban sus ideas acerca de los problemas fundamentales
de la teoría literaria en una atmósfera libre de restricciones impuestas por los
cursos académicos oficiales.12
¿Q ué s e p r o p o n ía n ?
152
La semiótica rusa
La e p i s t e m o l o g í a l it e r a r ia d e l o s f o r m a l is t a s r u s o s
153
En pos del signo
154
La semiótica rusa
Víctor Sklovsky.9
9. De la extensa producción de Sklovski, circulan en español con profusión Sobre la prosa literaria,
Barcelona, Planeta, 1971; la Teoría literaria de los formalistas rusos, antología preparada por T.
Todorov, Buenos Aires, Siglo XXI, 1970; La disimilitud de lo similar, Madrid, Alberto Corazón, 1973;
Tynianov, Eikhenbaum, Sklovski, Formalismo y vanguardia. Textos de los formalistas rusos, Madrid,
Alberto Corazón, 1973.
155
En pos del signo
10. Cfr. Víctor Sklovski, “El arte como artificio”, en T. Todorov, Teoría de la literatura de los formalistas
rusos, Op. cit., p. 55. Este artículo ha sido muy difundido entre nosotros. Se le puede encontrar también
en Formalismo y vanguardia, Op. cit., pp. 85 y ss.
11. Sobre la prosa literaria, Op. cit., p. 13.
12. “El arte como procedimiento”, en Formalismo y vanguardia, Op. cit., p. 87.
156
La semiótica rusa
157
En pos del signo
158
L a semiótica rusa
La obra de arte es percibida en relación con las demás obras artísticas y con la
ayuda de las asociaciones que se establecen con ellas... No es sólo el pastiche: toda
obra de arte se crea por paralelismo y por oposición con un modelo determinado.
La nueva forma no aparece para expresar un nuevo contenido, sino para reempla
zar a la forma antigua que ha perdido ya su carácter estético.21
18. Véase en Formalismo y vanguardia, Op. cit., en el artículo de Eikhenbaum la nota 4 de la p. 41).
19. Recuérdese aquí la posición asumida por Platón en Cratilo y repetida, a principios de siglo, por Benjamín
Lee Whorf.
20. En Eikhenbaum, Formalismo y vanguardia, p. 40.
21. Eikhenbaum, Formalismo..., Op. cit., p. 52.
159
En pos del signo
B. M. Eikhenbaum (1886-1959)
22. Cfr. T. Todorov, Teoría de la literatura de los formalistas rusos, Op. cit., pp. 147 y ss.
160
La semiótica rusa
Eikhenbaum es, con Jakobson, uno de los que más tiempo tendrían para
reflexionar sobre lo que ellos llamaron el “método formal”. El método
formal, dice al respecto, no resulta de la constitución de un sistema
metodológico particular sino de los esfuerzos para la creación de una
ciencia autónoma y concreta. El asunto principal para los formalistas,
dice, no era pues cuestión de método sino de la literatura como objeto de
estudio. Eikhenbaum traza con detalle el desarrollo histórico de la postu
ra metodológica de los formalistas en su célebre artículo “La teoría del
método formal” de donde tomamos, a guisa de ejemplo, este fragmento:
161
En pos del signo
olvidar que cada uno de esos objetos pertenecen respectivamente a una ciencia: la
historia de la filosofía, la historia de la cultura, la psicología, etc., y que estas
últimas pueden naturalmente servirse de los hechos literarios como de documen
tos defectuosos, de segundo orden.25
confrontar la serie literaria con otra serie de hechos -dice Eikhenbaum-, seleccio
nando de las series existentes aquella que correspondiéndose mejor con la serie
literaria, poseyera sin embargo una función diferente. La confrontación de la
lengua poética con la lengua cotidiana ilustraba este procedimiento metodológico.26
162
L a semiótica rusa
163
En pos del signo
3. Partiendo del ritmo poético opuesto al metro y de la noción de ritmo como factor
constructivo del verso como una forma particular de discurso que posee sus
propias cualidades lingüísticas (sintácticas, léxicas y semánticas).
164
L a semiótica rusa
31. Para trazar el pensamiento de Yuri Tinianov, empleamos, en general, su libro El problema de la lengua
poética , Buenos Aires, 1972. Aunque también recurrimos a los artículos “La noción de construcción” y
“Sobre la evolución literaria” que aparecen en T. Todorov, Op. cit., pp. 85-101.
32. El problema..., Op. cit., p. 55.
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33. Yuri Tinianov, El problema de la lengua poética, Op. cit., pp. 56 y ss.
34. Ibid., p. 63.
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Vladimir Propp
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3. Un mago da una barca a Iván. La barca se lleva a Iván a otro reino (138).
4. La reina da un anillo a Iván. Dos fuertes mozos surgidos del anillo llevan a Iván
a otro reino (156), etc.
En los casos citados -continúa Propp-, encontramos valores constantes y
valores variables. Lo que cambia, son los nombres (y al mismo tiempo los
atributos) de los personajes; lo que no cambia son sus acciones, o sus funciones. Se
puede sacar la conclusión de que el cuento atribuye a menudo las mismas acciones
a personajes diferentes. Esto es lo que nos permite estudiar los cuentos a partir de
las funciones de los personajes (MC:21-32).
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Como se verá más adelante, estas ideas fueron retomadas más tarde por
la semiótica greimasiana como una de las inspiraciones más fecundas.37
En cuanto al número de funciones que Propp encuentra en los
cuentos maravillosos, cabe decir que son 31. La manera como determina
las funciones es mediante la pregunta “qué hacen los personajes”. Otras
preguntas como “quien hace algo y cómo lo hace son preguntas que sólo
se plantean accesoriamente”. La conclusión a la que llega es formulada
por él en estos términos:
Los cuentos maravillosos poseen treinta y una funciones. No todos los cuentos
maravillosos presentan las mismas funciones, pero la ausencia de algunas de ellas
no influyen en el orden de sucesión de las demás. Su conjunto constituye un
sistema, una composición. Sistema que se encuentra muy extendido y que es
sumamente estable [...]. El sistema no se limita a treinta y una funciones. Un
motivo, por ejemplo el de “Baba Yaga da un caballo a Iván”, comprende cuatro
elementos, uno de los cuales representa una función, mientras que los otros tres
tienen un carácter estático. El número total de elementos, de partes constitutivas
del cuento, es alrededor de ciento cincuenta. Se puede dar un nombre a cada uno
de estos elementos, de acuerdo con su papel en el desarrollo de la acción [...]. Si le
dieran nombres a los ciento cincuenta elementos del cuento maravilloso en el
orden exigido por el mismo cuento, se podrían inscribir en ese cuadro todos los
cuentos maravillosos; y por el contrario, cualquier cuento que se pudiera inscribir
en esa tabla sería un cuento maravilloso mientras que aquellos que no pudieran
inscribirse en ella serían otra clase de cuentos.38
Para ver cómo entiende él por estas funciones veamos algunos ejem
plos. La primera de esas funciones es formulada así por Propp: “uno de
los miembros de la familia se aleja de la casa”. La definición de esta
primera función es: “alejamiento”. “El alejamiento, dice Propp, puede
ser el de una persona de la generación adulta” : puede ser, por ejemplo,
los padres que se van a trabajar; el príncipe que tiene que partir para un
largo viaje y dejar a su mujer entre extraños; etc. Se equipara al aleja
miento la muerte de un personaje, los padres, por ejemplo. La segunda
37. Como ya ha señalado Noam Chomsky en su Lingüística cartesiana, Op. cit., este concepto de estructura
profunda y estructura superficial como planos estructurantes de un texto ya habían sido contemplados
por los sabios de Port-Royal.
38. V. Propp, Morfología..., Op. cit., pp. 155 y ss.
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1. Los elementos constantes, permanentes, del cuento son las funciones de los
personajes, sean cuales fueren estos personajes y sea cual sea la manera en que
cumplen esas funciones. Las funciones son las partes constitutivas fundamentales
del cuento.
2. El número de funciones que incluye el cuento maravilloso es limitado.
3. La sucesión de las funciones es siempre idéntica.
4. Todos los cuentos maravillosos pertenecen al mismo tipo en lo que concierne a
su estructura.39
Mientras las dramatis personae a menudo cambian de una versión del mismo
cuento a otra, las ‘funciones' son las mismas. En otras palabras, el ‘predicado' del
cuento de hadas, lo que el protagonista ‘hace', es el elemento constante; su sujeto
- e l nombre y los atributos del personaje- el variable. “El cuento de hadas
-escribía Propp- a veces atribuye la misma acción a varias personas”. Según el’
período o medio ambiente étnico, el papel del torvo enemigo puede ser ejecutado
por un monstruo, una serpiente, un gigante malvado o un jefe tártaro; la función
del obstáculo colocado en el camino del héroe puede realizarlo una bruja, un
malvado hechicero, una tempestad o un animal de presa.40
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42. Patrice Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Barcelona, Paidós, 1990. ad
loe.
43. Ibid.
44. Ibid.
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Jan Mukarovsky45
45. Para esta exposición, nos basamos, sobre todo en Escrito de estética y semiótica del arte, mencionado
en la bibliografía.
46. Pág. 36.
47. Pág. 37.
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48. Ibid.
49. Op. cit., pág. 38.
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50. Ibid.
51. Op. cit., p. 39.
52. Op. cit., p. 147.
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circulaban con cierta fluidez las ideas tanto de Peirce como de Saussure
sobre semiótica. Más aún, ya existía, al menos en cierne, una semiótica
del lenguaje que partía del supuesto metodológico de que las distintas
unidades del lenguaje, no sólo las palabras, son signos. Pero quizá, más
allá de la semiótica del arte que estaba dentro de la concepción de
Mukarovski había ya la perspectiva de una semiótica de la cultura al
estilo de la Escuela de Tartu.
Roman Jakobson
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1. Existe signo siempre que existe una situación en la cual una cosa remite a otra.
3. Puesto que existen muchos tipos de signos y cada uno de ellos configura una
“rélation de renvof\ la semiótica debe ocuparse, en una magna empresa de
traducción interdisciplinaria, de hacer un inventario completo, establecer las
leyes y aislar los mecanismos constantes y universales de la significación. Jakobson
ha puesto la muestra trabajando en música, cine, folklore, métrica, fonología,
artes visuales y afasia.
4. “Todos los sistemas semióticos pueden ser descritos desde una perspectiva
unificada, si los reconocemos como sistemas de reglas (códigos) generadores de
m ensajes”.
5. Puesto que existen muchos tipos tanto de signos como de códigos, corresponde
ría a la semiótica, desde el supuesto de lo que todos ellos tienen en común, aislar
y describir cada uno de ellos según su manera tanto de “remitir a otro”, como de
ser percibidos y memorizados.
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8. Puesto que todo proceso en el que entran signos implica contextos, la semiótica
debe ocuparse tanto de los signos aislados como de los sintagmas de signos, “en
teoría del co-texto y del contexto”.56
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De acuerdo con lo hasta aquí dicho de esta tradición semiótica rusa, esta
escuela preocupada desde principios de siglo en los fenómenos culturales
de la más variada índole, ha logrado desarrollar una madura teoría
semiótica aplicable no sólo a textos verbales sino a todos los procesos
culturales que, por ende, son asumidos como procesos semióticos: en
otras palabras, la escuela rusa cuyos momentos estelares hemos pergeñado
ha desembocado en una evolucionada semiótica de la cultura cuyo objeto
no son sólo los sistemas de signos que subyacen a esos procesos, sino
que abarca prácticamente todos los campos que por lo general son objeto
de estudio de otras disciplinas.
Según D. M. Segal, miembro de la escuela, “la historia de las
investigaciones semióticas en Rusia cuenta, por lo menos, cien años”.62
Sin embargo, la existencia de una disciplina denominada semiótica con un
estatuto propio sólo tuvo lugar a principios de la década de los sesenta y
designaba
61. La primera parte del libro Nuevos ensayos de lingüística general (M éxico, Siglo XXI, 1976, pp. 11-
127) ofrece un pequeño pero importante ramillete de las contribuciones de Roman Jakobson a la
reflexión semiótica. A ellos remito al lector.
62. Para esta exposición de la escuela semiótica de Tartu me he servido de los trabajos compilados en Jurij
M. Lotman y Escuela de Tartu, Semiótica de la cultura, Madrid, Ed. Cátedra, 1979. Las anteriores
palabras de D. M. Segal, tomadas del artículo de D. M. Segal “Las investigaciones soviéticas en el
campo de la semiótica en los últimos años” que apareció en 1973, se encuentran en la página 225 de esa
obra que, en lo sucesivo, será designada con las siglas SdC.
63. SdC:226.
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rusa bajo que daba cobijo a discusiones sobre semiótica de los textos
artísticos. Esta primera escuela de verano tuvo como consecuencia inme
diata para la semiótica rusa, el que el método semiótico fuera reconocido
de manera absoluta. Las siguientes escuelas ampliaron el horizonte de esa
semiótica ocupándose, bajo la guía de Lotman, de problemas que podrían
ser claramente catalogados ya como semiótica de la cultura.
Lotman asume como objeto de esta semiótica cualquier tipo de texto
-entendiendo por tal toda comunicación, de la índole que sea, que haya
tenido lugar en un determinado sistema sígnico. Cada cultura es un
lenguaje que produce, por consiguiente, textos. “Los textos reales de las
distintas culturas, dice, necesitan no ya de un código determinado para
descifrarlos, sino un sistema complejo que a veces tiene una organización
jerárquica y a veces nace tras una conjunción mecánica de varios sistemas
más sencillos”.66
Se puede decir, pues, que el origen de la semiótica rusa se basa en el
estudio del aspecto sígnico del lenguaje, que sus principales propulsores
eran lingüistas de formación, que la distensión en el ámbito de la cultura
que tuvo lugar a principios de la década de los sesenta, puso de manifies
to en occidente el amplio interés y los avances que en la Unión Soviética
se habían logrado en el ámbito del estudio de los sistemas de signos.67
Como indiscutible representante de la semiótica soviética y uno de los
principales protagonistas de esta edad de oro aparecía, pues, la figura de
Yuri M. Lotman, heredero directo del formalismo ruso, con mucho
tiempo trabajando en la Universidad de Tartu sobre sistemas de signos y
director de la revista Semeiotike. Especialista en literatura rusa del siglo
XVIII y principios del XIX, varias obras suyas han recorrido con especial
éxito el mundo occidental -u n a de ellas, fue traducida al alemán en 1972
por Rolf-Dietrich Keil bajo el nombre de Die Strucktur literarischer
Texte (Munich, 1972)-; otra, Análisis de textos poéticos, ha sido traduci
da al francés, italiano y alemán.
Lotman es, como decía, continuador del formalismo ruso aunque en
varios aspectos sea completamente original. En 1929 Bogatirev y
66. & /C :4 1 y s.
67. Cfr.SdC.22S y ss.
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68. S d C .1 5 .
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con consistencia propia, sino que sólo se concibe, como un área cerrada
sobre el fondo de la no cultura. En segundo lugar, que toda variedad de
demarcaciones entre la cultura y la no-cultura es de tipo semiótico dado
que se da como sistema de signos, pues la cultura es de naturaleza
sígnica.
De esta manera, metodológicamente, va en busca de los rasgos
distintivos de la cultura, por ejemplo “artificial” en contraposición a
“innato”, etc. Como las lenguas, las culturas tienen expresión y conteni
do. Así
69. SdC:p.76.
70. Benjamín Lee Wohrf, Lenguaje, pensamiento y realidad, Barcelona, Barral Editores, p. 250.
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Esto supone, en otras palabras, que las personas que hablan lenguas
diferentes ven y evalúan el cosmos de manera diferente. W horf censura a
la civilización occidental por tratar a las otras lenguas y sus respectivas
culturas como inferiores: “a través del lenguaje, la civilización occidental
ha hecho un análisis provisional de la realidad, y mantiene como definiti
vo este análisis, sin aceptar correcciones”.71
Esta idea es central en la semiótica de Lotman y, en general, en la
semiótica cultivada en la Universidad de Tartu: para ella los fenómenos
culturales son “sistemas de modelización secundarios” en relación a las
lenguas naturales.
Lotman, por lo demás, considera como casos típicos, aunque antitéticos
entre sí, el símbolo y el ritual: el símbolo presupone normalmente la
expresión exterior -relativamente arbitraria- de un contenido; el ritual,
en cambio, tiene “la capacidad de formar el contenido” o, cuando
menos, de influir en él. Lotman supone a la cultura, a cualquier cultura,
orientada hacia la expresión
Este tipo de semiótica toma al libro como símbolo del mundo. La idea
del libro como símbolo del mundo ya fue usada en la Edad Media como
lo demuestra eruditamente Ernst Robert Curtius en su ya clásica obra
Literatura europea y edad media latina.13Es la misma idea que adopta la
semiótica lotmaniana de la cultura: las culturas son libros que hay que
aprender a leer.
71. Ibid.
72. SdC: 76 y ss.
73. Traducción de Margit Frenk y Antonio Alatorre, México, FCE, 1955, pp. 423-498.
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mecanismo que crea un conjunto de textos y hablar de los textos como realización
de la cultura. Puede considerarse una connotación esencial de la caracterización
tipológica de la cultura la manera en que ella misma se define. Si es propio de
ciertas culturas el representarse como un conjunto de textos regulados, otras
culturas se modelizan como un sistema de reglas que determinan la creación de
los textos.74
De hecho, esta última idea está latente en varias de las mitologías para
las que la creación del mundo es una ordenación del mundo: la cultura se
identifica con el orden, la no cultura con el caos. Lotman adopta algunos
de los conceptos estructuralistas modificándolos y, en algunos casos,
discrepa abiertamente de los formalistas. Por ejemplo el concepto deno
tado por el vocablo “mecanismo” : para él significa “un elemento que
tiene una función en una estructura”. Este concepto difiere, por ejemplo,
del de Sklovski para quien una obra literaria es la suma total de sus
mecanismos. Esta formulación, como se ve, desdeña el aspecto semántico
de la literatura. De alguna manera sigue a Bajtin quien señaló que en el
dominio de la cultura es imposible trazar una distinción clara entre
expresión y contenido. Igualmente el concepto de significado en Lotman.
Acepta como significado “lo invariante en las operaciones reversibles de
la traducción” es decir como “una clase de representaciones y connota
ciones conectadas con cierto símbolo. Emplea, pues, un concepto de
significado que es difícil desligar del de su expresión o significante.
En su Semiótica, Julia Kristeva hace un lúcido análisis no sólo de los
sistemas de que se ha ocupado esta escuela sino del tipo de herramienta
que ha usado:
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grado y más complejas. “De ello se deduce que uno de los problemas fundamen
tales que plantea el estudio de los sistemas modelantes secundarios es el de definir
sus relaciones con las estructuras lingüísticas.75
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Esto lo explica el hecho -d ice Civ’jan - de que en los casos mencionados tan sólo
se precisa la confirmación del código de etiqueta establecido ya que éste, a su vez,
será la confirmación del de la solidez del status social que consideramos como la
garantía de nuestra integridad. Por tanto -véanse las distintas obras literarias
existentes-, la rebelión de la persona contra la sociedad (o contra una unidad suya,
por ejemplo la familia, el eterno problema entre padres e hijos) por lo general
empieza con un cambio del código en las situaciones ordinarias; lo que los
destinatarios interpretan como una deformación de la jerarquía social en una
dirección determinada (y que puede adquirir un matiz tanto cómico como trági
co).77
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La iniciativa de la elección del código -d ice Civ’jan - pertenece a (A), por tanto,
su tarea es más compleja que la de (a), quien, en cualquier caso, no se encuentra
frente a lo desconocido y puede servirse del código propuesto. Al empezar una SE,
(A), a lo largo de un arco de tiempo limitado, tiene que hacer un análisis del
ambiente y de los partners con el fin de escoger de entre el arsenal de comporta
mientos de saludo-despedida, que es limitado, los comportamientos propios del
caso y ejecutarlos de modo que se cree un cuadro adecuado de las posiciones
sociales de los participantes en la SE en cuestión. Por tanto, la tarea de (A) puede
definirse como social. Además, se encuentra ante sí con otras tareas bastante
importantes: la indicación de los límites de la SE, es decir, la señalización de su
principio y de su fin. (A) aplica comportamientos que indican que a partir de un
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1. Femenino-masculino.
2. Anciano-joven.
3. Superior-inferior (por posición social).
4. Extraño-familiar (por pertenencia a una determinada célula social o una
determinada sociedad).81
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1) A & a
2) A & S a
3) S A & a
4) S A & S a82
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