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Lucas 15:3-7
Intro.
Vamos a pensar un poco sobre esta parábola que Jesús nos dio sobre un hombre en
busca de su oveja perdida. El dice que el hombre tenía 100 ovejas. Cuando llegó el
tiempo de salir del pastaje y volver al redil, los pastores empezaron a contar las ovejas a ver
si todas estuvieron. 1,2,3, hasta 90, 95, 96,97,98,99... “me falta una. A ver, vamos a
contarlas otra vez. Seguramente una está perdida”. Muchas veces los pastores le daban un
nombre a cada una de sus ovejas. Vamos a suponer que este pastor se da cuenta que la
oveja que falta se llama patita. El pastor deja a las demás en el redil y se va en busca de la
perdida. Se pone el sol y muy pronto vendrá la noche. El va caminando por los caminos
por los cuales ellos habían pasado durante el día. Mientras que va, él llama, "patita, patita,
patita," y espera para escuchar un poquito a ver si la oveja contesta. Sin parar él va hasta
que ha llegado la oscuridad. El llama y escucha, llama y escucha. "¡Patita, patita!" La
medianoche le encuentra todavía en busca de su oveja perdida. Su ropa está rota por causa
de las espinas. El está fatigado. Pero él persiste en buscar hasta que por fin él oye la voz
débil de su oveja perdida impedida en las espinas. Cuidadosamente la saca de su aprieto,
la pone sobre sus hombros y va otra vez al campamento donde le esperan con mucha
anticipación los otros pastores.
Jesús nos dio esta parábola para ilustrar el amor de Dios. De esta parábola podemos
aprender que debemos entregarnos a Dios.