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RESUMEN:
La clave para enfrentarse al texto dramático se halla en la lectura. En este sentido, existen
cuatro tipos de lectura del texto dramático: lúdica (por placer), crítica, dramatúrgica (la que realizan
actores, director, escenógrafo, etc.) y traductora. Todas ellas buscan lo mismo: interpretar la
información contenida en el texto. Sin embargo, el traductor también se interesará por aspectos
lingüísticos y textuales, algo que para el lector lúdico y el dramatúrgico es por lo general irrelevante.
Solamente el crítico se interesará por ellos al igual que el traductor. Crítico y traductor se diferencian
por su parte en su actitud ante la lectura. El crítico busca asignarle un valor a la obra leída, mientras
que el traductor sólo busca la forma de reexpresar el texto.
El texto dramático en el teatro del absurdo no es nada convencional, y el lector (todos ellos) tiene
dificultades para descodificar la información contenida en él. Su forma de significar no obedece a los
cánones establecidos para el género dramático y tampoco parece cumplir con algunos de los criterios
para que un texto sea considerado como tal. La coherencia y la progresión temática fallan, y puede
haber más irregularidades a nivel macrotextual. Es en este punto donde tanto el lector lúdico como el
dramatúrgico se comportan como el traductor: por primera vez se interesan por aspectos lingüísticos y
textuales, al detectar una violación de normas en esas áreas. Con estas premisas, el lector reconvertido
en traductor fracasa en la interpretación del texto y lo que hace es experimentarlo.
El autor codifica el texto para confundir y provocar perplejidad, por medio de la desinformación.
En este sentido, hemos creído identificar un concepto de interés: la desinformación textual. Creemos que
pueden existir mecanismos textuales, lingüísticos, y paralingüísticos concretos e identificables al servicio
de la intención desinformativa del autor.
Palabras clave: Teatro del absurdo, traducción teatral, texto dramático, textualidad,
desinformación textual, lectura lúdica, lectura traductora, lectura dramatúrgica, lectura crítica,
traductor intralingüístico.
Introducción
«The signal is picked up by a receiver (an amplifier, the eye, the ear) and is thereby converted into
a coherent message comprehensible to the destination.
Formation and understanding (or encoding and decoding) of messages is made possible by the
code, a preliminary definition of which can be given as the ensemble of rules -known to both
SAT008 - Conceptos teóricos aplicados a la investigación en traducción audiovisual (2010/2011)
Por otro lado, el texto dramático se escribe principalmente para ser representado
en un escenario. Es una parte esencial dentro del proceso de comunicación, ya que
contiene el mensaje destinado al público que asiste a una representación teatral. Sin
embargo, también fue concebido para la lectura. Desde esta perspectiva, el texto
dramático alcanza por sí mismo la condición de literario, simplemente por la fuerza
dramática (aspecto que comparte con otros géneros) contenida en sus páginas y que se
libera mediante la lectura.
«Closed place. All needed to be known for say is known. There is nothing but what is said. Beyond
what is said there is nothing. What goes on in the arena is not said. Did it need to be known it would be.»
Beckett, 1976, citado en: Sussman y Devenney, 2001:12).
Nos hemos referido en la introducción a la lectura lúdica, pero también hay otros
tipos de lectura, como lo que podríamos llamar lectura dramatúrgica, que es aquella que
habrán de abordar los individuos implicados en la representación (actores, director,
escenógrafos, etc.), que deberán interpretar cognitivamente la información contenida en
el texto para después representar lo interpretado en escena. En este sentido, el texto se
concibe como una “partitura teatral” (Montalt, 1996, citado en: Teruel, Montalt y
Ezpeleta, 2009:43)
Todavía hay dos tipos más de lectura, la lectura crítica, es decir, la que hace un
crítico literario, y la que se realiza durante el proceso de traducción, que a nuestro juicio
por sus características particulares merece una consideración diferenciada de las demás.
Los cuatro tipos de lectura mencionados siempre pueden estar presentes, ya se trate de
un lector lúdico, dramatúrgico, un traductor o un crítico, pero se trata de cuatro
actitudes distintas ante la lectura que persiguen fines distintos.
Sin embargo, hay algo básico que diferencia a traductor y crítico en su lectura: su
actitud ante la misma. El crítico busca asignarle un valor a la obra leída, y podrá decidir
si le asigna algún valor literario y en qué medida, o por el contrario valorar
negativamente algunos aspectos de la obra o incluso rechazarla. Esta última fue la
actitud que adoptaron algunos críticos con respecto al teatro del absurdo, como
decíamos en la introducción. Por su parte, el traductor no aborda la obra para juzgarla,
sino para interpretarla y reexpresarla.
«You know what you can recall. When we say we know Euclidean geometry, we mean not that we
have in mind at the moment every one of its propositions and proofs but rather that we can bring them to
mind readily. We can recall them.» (Ong, 2002:3)
La finalidad del texto dramático en el teatro del absurdo no es sólo contar una
historia, sino provocar un estado. Ni el conocimiento lingüístico ni el conocimiento del
mundo resultan de utilidad en la descodificación del mensaje ya que, aunque el código
es el mismo, algo falla en la macroestructura textual. No hay una progresión temática ni
unidad informativa en los diálogos, es decir, carece de coherencia, uno de las siete
normas básicas que según Beaugrande y Dressler debe cumplir un texto para ser
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El texto esconde o niega la información al lector, para que experimente la sensación que
le produce el percibir una escena grotesca, en la que el sinsentido de la existencia
humana se refleja a través de argumentos sin significado. El lector se encuentra perdido
en un texto absurdo, igual que el hombre en un mundo absurdo.
La escena que se configura a partir del texto dramático en el teatro del absurdo es
casi como una foto estática pero en movimiento, con un desarrollo en el tiempo pero sin
que este deje huella en los acontecimientos. Es casi como un cuadro, donde todo
empieza y termina en la angustia, ante el tiempo, ante la muerte, ante la nada. El lector
experimenta la soledad, la losa de la incomunicación, se angustia porque no entiende,
como los personajes del texto, que apenas consiguen interaccionar entre sí. Con estas
premisas, el lector tiene necesariamente que fracasar en su nueva faceta de traductor
intralingüístico.
Recapitulación
En esta primera aventura hemos identificado los cuatro formas de lectura que a
nuestro juicio puede tener el texto dramático, y en el terreno concreto del teatro del
absurdo, hemos creído determinar que el autor codifica el texto con la intención de
confundir y provocar perplejidad, es decir, pretende desinformar. En este punto, hemos
esbozado un concepto que puede tener un desarrollo posterior de interés: la
desinformación textual. Creemos que pueden existir mecanismos textuales, lingüísticos,
y paralingüísticos concretos que son capaces por sí mismos de producir perplejidad y de
instrumentar intención deliberadamente desinformativa del autor. Por ello se intuye que
una profundización en la reflexión acerca del concepto sobre la base de textos concretos
puede conducir a la identificación de distintos tipos de desinformación, lo cual podría
resultar de utilidad al traductor en sus decisiones de traducción.
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