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02) Norman, D. A. (1987). ¿Qué es la ciencia cognitiva?

En Perspectivas de la ciencia
cognitiva (pp. 13-24). Barcelona: Paidós.

¿Qué es la ciencia cognitiva?


DÓNALD A. NORMAN
Departamento de Psicología y Programa de Ciencia Cognitiva
Centro de Procesamiento de Información Humana
Universidad de California, San Diego.

La ciencia cognitiva es una disciplina creada a partir de una convergencia de intereses entre los que
persiguen el estudio de la cognición desde diferentes puntos de vista. El aspecto crítico de la ciencia cognitiva
es la búsqueda de la comprensión de la cognición, sea esta real o abstracta, humana o mecánica. Su meta es
comprender los principios de la conducta cognitiva e inteligente. Su esperanza es que ello nos permita una
mejor comprensión de la mente humana, de la enseñanza y aprendizaje, de las habilidades mentales y el
desarrollo de aparatos inteligentes que puedan aumentar las capacidades humanas de manera importante y
constructiva.

Los capítulos de este libro tratan estos problemas tanto por su contenido como por la variedad de los
diferentes enfoques, por el alcance de los interrogantes que plantean y por los métodos que aplican. Pero los
capítulos no proporcionan una respuesta. De hecho, tal vez aumenten la confusión. ¿Qué es la ciencia
cognitiva? ¿Por qué es necesaria?

Carecemos de una ciencia de la cognición: una ciencia de la mente, de la inteligencia, del


pensamiento; una ciencia centrada en el conocimiento y sus usos. Muchas disciplinas, es cierto, se han
dedicado a estos asuntos, pero nunca de manera completa. El estudio de la cognición exige una base amplia,
y una comprensión plena exigirá más herramientas de las que pueda proveer una de las disciplinas
aisladamente. La cognición humana existe dentro del contexto de la persona, de la sociedad, de la cultura.
Comprender lo humano exige la comprensión de estos diferentes problemas y de los modos en que las
interacciones entre ellos dan forma a los procesos cognitivos. El sustrato físico en el hombre en el cerebro, la
región de las neurociencias, que pone límites a lo que puede hacerse y restringe el modo de hacerlo. El
filósofo se ha preocupado de diversos problemas de la mente, del pensamiento, la intención, la memoria, los
actos y las creencias. El psicólogo se ha concentrado tanto en el cerebro como en los mecanismos
funcionales de la mente, en las operaciones de los sistemas de procesamiento cognitivo, en el lenguaje, la
percepción, las emociones, la maduración del niño y en la naturaleza de las interacciones sociales.

La sociedad y la cultura determinan nuestras acciones tanto como lo hacen las estructuras cerebrales.
En este campo, el antropólogo cognitivo y el sociólogo desempeñan un papel importante. Las tareas y el
medio imponen fuertes restricciones a nuestras acciones. Las habilidades humanas y los instrumentos se
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Barcelona: Paidós, pp. 13-24.

convierten en elementos esenciales de la cognición, los grupos sociales, el ordenador como herramienta de la
cognición. Incluso las inocentes metáforas del lenguaje transmiten pistas (o más rigurosamente,
implicaciones) acerca de las estructuras de creencia subyacentes. La interpretación de un suceso actual
depende de la historia, la cual se basa en la cultura. Si creamos inteligencias artificiales, ¿no estarán sujetas a
las mismas restricciones? Si intentan mimetizar la mente humana, ¿deberán, por consiguiente, compartir el
mismo conocimiento cultural y social? Pero si existen por sí mismas, como inteligencias artificiales, ¿no
deberían desarrollar su propia base cultural para poder ser verdaderamente creativas y comunicativas? Como
consecuencia, estarán fuertemente limitadas por su entorno, por las tareas que se les encomiende, por los
órganos sensoriales y motores que se les procuren y también por las restricciones, más evidentes, que les
impongan sus mecanismos de procesamiento y sus algoritmos. Comprender los procesos cognitivos es
comprender la intervención de todos estos factores.

La ciencia tiene otros aspectos. Personalmente, siento la necesidad de tener nuevas perspectivas
acerca de los mecanismos inteligentes. Como psicólogo, quiero entender los mecanismos de la mente, de la
mente humana. Como científico de la cognición, mi objetivo es algo diferente. En este caso ya no me limito al
estudio de lo humano; ahora, mi objetivo consiste en comprender la cognición en lo general y lo abstracto.
Con este fin, no me preocupa el que la cognición sea natural o artificial, humana o no humana, real o
hipotética. ¿Cómo puedo comprender la cognición humana en tanto no comprenda el alcance de los
mecanismos y las funciones cognitivas? Me es preciso conocer los posibles enfoques teóricos, todas las
posibilidades. Entonces, y sólo entonces, podré distinguir entre ellas, conocer sus fuerzas y debilidades,
determinar cuál es la que mejor caracteriza el procesamiento y la cognición humana. Como psicólogo
cognitivo, tengo la necesidad de una ciencia cognitiva. Hoy aún no existe la estructura teórica general de la
ciencia cognitiva. Debería existir.
¿Por qué una nueva disciplina? ¿Por qué no seguir con las ciencias ya existentes? La respuesta está
en la sociología y la política de la ciencia. En la actualidad, todos los que trabajan en ciencia cognitiva
padecen el problema de que no se adecuan a ninguna área científica específica. Creo que las cuestiones
importantes acerca de la naturaleza de la ciencia cognitiva sólo pueden ser atendidas mediante el desarrollo
de nuevos procedimientos, de una nueva metodología, de nuevas técnicas experimentales, de una nueva
teoría. Pero las disciplinas existentes ya tienen sus propias restricciones y creencias referentes a la primacía
de sus propios métodos e intereses individuales.

Incluso donde existe acuerdo sobre la importancia de una cuestión en particular, a menudo no lo hay
sobre dónde podría encajar dentro de las estructuras de los departamentos académicos normales. Los
miembros relevantes de cada disciplina podrían quizás estar de acuerdo en que la labor es importante y útil,
pero no en que es una parte lo suficientemente central con relación a su disciplina. En estos casos, ¿cómo
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puede avanzar un investigador? ¿Cómo puede esperar un estudiante posgraduado que su tesis se apruebe?
¿Cómo puede un miembro joven de una facultad ejercer dentro de una disciplina establecida? La única
respuesta parece radicar en que debe existir una disciplina que se centre en el conocimiento, pero alentando
a la vez el desarrollo de diversas metodologías.

De ahí la ciencia cognitiva: un campo que pueda concentrarse en la comprensión del conocimiento y
de los procesos cognitivos, libre de las preocupaciones de ciencias concretas.

Diez perspectivas sobre la ciencia cognitiva

¿Qué es lo que los capítulos de este libro ofrecen para la comprensión de la ciencia cognitiva?
Proporcionan una elocuente síntesis de los diversos puntos de vista de los autores, pero ¿de qué modo
encajan entre sí? Superficialmente, parecen estar en desacuerdo tanto como de acuerdo. Sus objetivos entran
en conflicto y se contradicen. Algunos, sencillamente, ignoran los problemas o, cuando menos, los problemas
planteados por otros. ¿Qué grado de discernimiento proporcionan estos capítulos al estudio de la cognición?

El tema central del libro es el papel que desempeñan la computación y la manipulación de los símbolos
en la cognición. Para algunos, la esencia misma de un sistema cognitivo es ser un sistema procesador de
símbolos. El hombre y el ordenador son, por supuesto, seres muy diferentes —argumentan—, pero comparten
la capacidad de crear, manipular y procesar símbolos abstractos. Esto es lo que otorga capacidad intelectual a
los seres humanos, a los animales, a los aparatos artificiales. ¿De qué manera tratan los diez capítulos este
problema? Los dos capítulos que discuten más explícitamente el presupuesto del hombre como sistema
procesador de símbolos son los de Simón y Newell. Pero casi todos los restantes utilizan este presupuesto
básico, a veces de manera explícita, implícita otras. La utilización no significa acuerdo. A decir verdad, el tema
secundario de este libro es la crítica de la continua aceptación de los sistemas procesadores de símbolos
como modelos le la cognición humana y animal. Geschwind y Winograd son los que de manera más decidida
se oponen a esta crítica. Lakoff, Johnson y Searle no parecen referirse a estas cuestiones en absoluto; pero,
no obstante, las argumentaciones que ofrecen tienen por finalidad obstaculizar las creencias actuales acerca
de los mecanismos procesadores dé símbolos. En mi contribución—el último capítulo del libro— voy a
horcajadas del argumento, diciendo: sí, somos procesadores de símbolos, pero somos algo más.

¿Cuál es el argumento acerca del procesamiento de símbolos? ¿Qué es un símbolo? Lo fundamental


de la definición es que un símbolo «simboliza» algo, un símbolo está en lugar de otra cosa. Esto proporciona
una base para el problema de la representación y, por consiguiente, del procesamiento; pues el presupuesto
implica que los procesos cognitivos operan a través de la manipulación, la transformación y la combinación de
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símbolos internos que representan experiencias, significaciones, percepciones y acciones. En el capítulo


sobre «Sistemas de símbolos físicos», Newell cita a Whitehead; repito aquí sus palabras:

La mente humana fondona simbólicamente cuando algunos componentes de su experiencia evocan


estados de conciencia, creencias, emociones y usos que reflejan otros componentes de su experiencia. El
primer conjunto de componentes son los «símbolos» y el segundo es el «significado» de los símbolos. El
funcionamiento orgánico por el que se da la transición desde el símbolo a la significación recibirá el nombre de
«referencia simbólica» (WHITEHEAD, 1927, págs. 7-8).
¿Por qué no hay acuerdo acerca de esta cuestión? La dificultad parece radicar en que los sistemas de
símbolos implican una representación discreta, con un fin determinado. ¿Deben producirse todos los procesos
cognitivos a partir de procesos simbólicos?

Considérese un organismo simple, una polilla, constituido de manera tal que la tasa relativa según la
cual bate las alas está afectada por la diferencia de intensidad de luz que le llega a los ojos. Cuando la luz le
llega al ojo izquierdo, se incrementa la señal neuronal enviada al ala derecha y disminuye-la enviada al ala
izquierda. El resultado consiste en una aceleración del batir de las alas que están alejadas de la luz y una
disminución de la velocidad de las que están cerca, lo cual determina que la polilla avance hada la luz
formando círculos, tal y como lo hace. El observador dice que la luz atrae a la polilla, que la luz «le gusta».
Pero ¿dónde está la intencionalidad de la polilla?, ¿dónde están sus gustos y desagrados?, ¿dónde está su
sistema de símbolos?, ¿es un sistema inteligente?

La polilla no constituye un buen prototipo de sistema cognitivo, pero las cuestiones que plantean sus
mecanismos son importantes. ¿En qué medida la compleja conducta de las personas no se compone de
subsistemas especializados, la mayoría de ellos semejantes a los de la polilla, que carecen de símbolos
discretos con los que poder llevar a cabo operaciones formales? En sistemas ya predeterminados por el
organismo, como éstos, la intencionalidad y la finalidad sólo se revelan en la historia evolutiva que dio origen
en primer lugar al sistema, pero que ya no están presentes de modo explícito alguno, salvo en la existencia
del sistema mismo.

Geschwind plantea explícitamente este problema en su capítulo, cuando expone los mecanismos
predeterminados innatamente. Algunos gatos, criados de tal manera que no han visto nunca una rata, nos
recuerda Geschwind, la atacarán cuando la vean por primera vez, al igual que un animal criado salvajemente;
pero no se limitarán a atacarla, sino que la morderán mortalmente en el sitio preciso del cuello (y con el ángulo
exacto). Estos son mecanismos específicos construidos internamente, de cierta complejidad, que implican
aspectos relacionados con la percepción, la anatomía de la rata y acciones motoras precisas. Pero es posible
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que así como este programa existe en el gato, el programa para volar al encuentro de la luz exista en la
polilla. ¿Es esto un procesamiento de símbolos?

¿Cuáles son las clases de mecanismos que se cualifican como procesadores de símbolos? Es posible
argumentar que casi todo mecanismo utilizado para guiar una acción tiene un componente simbólico. En la
polilla, la tasa de impulso de las neuronas simboliza la intensidad y la localización de la luz. El sistema
muscular interpreta esta representación. ¿Es el sistema de la polilla un sistema de procesamiento de
símbolos? Es posible concebir al ser humano como constituido en gran parte por mecanismos especializados,
preconectados para actuar de determinada manera. En esencia, estos mecanismos se asemejan a los de la
mariposa nocturna. El sistema está diseñado para responder directamente: en el estado del sistema refleja las
condiciones de sus variables. No es fácil, en este sistema, identificar las etapas de procesamiento, cognición y
decisión, tan apreciadas por los teóricos contemporáneos del procesamiento humano. Más bien, el sistema
opera sencillamente para hacer «lo que es necesario hacer». Pero ¿qué significa hacer «lo que es
necesario»? La identificación de una señal con una «variable» del sistema sugiere un procesamiento de
símbolos.

Lo mismo sucede con el gato. El ataque del gato no es solamente un reflejo complejo. «Después de
todo», dice Geschwind, «el sistema cognitivo es verdaderamente lo que está incorporado en los genes y se
hereda. Es, si se quiere, una memoria racial. De este modo, encarna una estrategia útil que se ha aprendido
en el pasado y que, sencillamente, no tiene que volver a aprenderse. Por lo menos en el caso del gato,
supone que tiene intenciones y sensaciones muy subjetivas. Por ejemplo, esquivará un obstáculo para atacar
a la rata. Esto no es más sorprendente que las emociones vividas y las intenciones de los seres humanos
ante todos los estímulos heredados para los que tenemos respuestas asimismo heredadas.»

Prefiero dejar de lado este debate, argumentando que un componente fundamental de la ciencia
cognitiva es la especificación de las reglas y mecanismos mediante los cuales los sistemas cognitivos operan.
Esta definición admite a importancia del procesamiento de los símbolos físicos, pero también permite una
amplia variedad en la especificación de las funciones cognitivas. De acuerdo con esta definición, el estudio de
los mecanismos especializados del funcionamiento cognitivo, de las reglas del lenguaje, de los principios
biológicos relevantes para la cognición, o de los sistemas de procesamiento de símbolos físicos, son todos de
vital importancia para la ciencia.

Un segundo tema del libro se refiere al modo en que la cognición humana y animal se modela de
acuerdo con el ambiente y la biología. Parte de la cuestión se refiere a las estructuras biológicas que son
resultado de la evolución; otra parte se refiere al sistema de artefactos humanos que hemos creado en
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nuestras diversas culturas y que influyen poderosamente en nuestros conocimientos, creencias y cogniciones.
Simón pone de relieve la dependencia de la conducta del ambiente. En realidad, estamos estudiando
sociología, dice. Los sistemas cognitivos son adaptativos, «son lo que son por haber sido molidos entre la
piedra inferior de su fisiología o sustrato físico, según sea el caso, y la piedra superior del medio complejo en
que existen. Los sistemas que son adaptativos pueden igualmente describirse como "artificiales"; ya que los
ambientes cambian, es de esperar que también ellos cambien, como si estuvieran deliberadamente diseñados
para adecuarse a dichos ambientes» (SIMÓN, 1980, extracto). La inteligencia natural es en realidad artificial:
la vida no siempre existió. Todas las inteligencias, dice Simón, son sistemas de símbolos, construidos sobre
los mismos procesos básicos. Las computadoras se construyen a imagen de su creador: el ser humano. La
evolución es un proceso importante, pero sin objetivos (a no ser que consista en la capacidad de sobrevivir
hasta la reproducción). El resultado es la infinita remodelación de las especies animales para adaptarse a un
nicho ecológico particular. La remodelación actúa tanto sobre el animal como sobre el medio: cámbiese sólo
uno de ellos y ya no habrá apareo. También nosotros, los seres humanos, hemos sido modelados para
adecuarnos a nuestro medio. Pero también hemos modelado el medio; lo hemos convertido en nuestra
herramienta. Se ha convertido en parte de nuestro aparato computacional, tanto como nuestro cerebro.
Mediante los cambios que imprimimos en el medio, mediante la invención de nuevas tecnologías, los seres
humanos hemos enriquecido sustancialmente nuestras capacidades computacionales.

El capítulo de Geschwind presenta argumentaciones pareadas. Somos criaturas especializadas. El


cerebro es un aparato complejo, bañado en fluidos, que se comunica consigo mismo y con el cuerpo mediante
impulsos químicos, líquidos y eléctricos. Existen sistemas especializados que interactúan de modos
interesantes. ¿Es el cerebro el dispositivo cognitivo ideal? Probablemente no, dice Geschwind. ¿Y por qué
decimos «el cerebro»? ¿Hay tan sólo un modelo de cerebro? El cerebro existe como resultado de
compromisos que quizás han intercambiado un diseño superior en un área por un diseño inferior en otra.
«Simón ha dicho», dice Geschwind, «que cuando creemos estar estudiando las propiedades del sistema
nervioso, quizás estemos estudiando realmente los efectos de la historia pasada. No obstante, una pequeña
reflexión muestra que la situación contraria puede ser igualmente frecuente: cuando creíamos estar
estudiando los efectos de la experiencia, estábamos en realidad estudiando las propiedades del sistema
nervioso.» Un modelo de la mente humana es un potente sistema de procesamiento de símbolos de propósito
general. Otro modelo tratado es una colección de sistemas especializados, cada uno diseñado para una
función particular, cada uno con su «conocimiento» previamente incorporado, y cada uno asentado y
modelado a través de millones de años para desempeñar su tarea, restringido por las fuerzas biológicas,
ecológicas y evolutivas con las que se haya encontrado.
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Geschwind destaca la importancia del conocimiento de los sistemas neurológicos en la comprensión


de la mente. Tenemos funciones específicas previamente incorporadas en nuestro organismo. Somos
criaturas complejas. Los mecanismos neurológicos son mucho más complejos de lo que somos capaces de
percibir. El estudio de los desórdenes en el funcionamiento cognitivo producidos por lesiones cerebrales es
una herramienta potente a la hora de comprobar las teorías cognitivas. El argumento de Geschwind es un útil
importante, aunque a menudo se ha subestimado en el desarrollo de la ciencia cognitiva contemporánea. Se
invitó a Geschwind precisamente por esta razón: sería absurdo ignorar nuestras bases biológicas.

Newell argumentó de manera convincente que, sea cual fuere el sustrato físico, la cognición inteligente
implica un sistema de procesamiento de símbolos. Es imprescindible examinar estos sistemas con
profundidad, analizar las propiedades fundamentales de su funcionamiento, los conceptos básicos a partir de
los cuales debe construirse todo sistema cognitivo. Un sistema de símbolos y las referencias. El sistema de
símbolos físicos es el fondo de la base del procesamiento.

Newell nos proporciona importantes restricciones del sistema de procesamiento de símbolos. Creo que
sus argumentos son esenciales, pues estoy de» acuerdo con él y con Simón en que la médula de la ciencia
cognitiva debe ser un sistema de procesamiento de símbolos. El capítulo tiene especial importancia porque
antes no contábamos con una enunciación dará y definida de lo que se entendía por sistema de
procesamiento de símbolos. Nos ofrece una exposición definitiva de esta postura, complementada con el
examen de la estructura de comandos primitivos básicos de los sistemas de procesamiento en tiempo real, de
las consecuencias de la necesidad de diversidad y especialización de los sistemas humanos de
procesamiento. Muchas de las objeciones a la posición según la cual el ser humano es un sistema de
procesamiento de símbolos encontrarán en este capítulo tanto apoyo como refutación. Desdichadamente, el
capítulo no resolverá estos problemas, pero hará posible formularlos con mayor claridad y que los debates se
desarrollen más constructivamente, de acuerdo con las cuestiones fundamentales que se están discutiendo.
Newell acierta al subrayar la importancia de comprender los conceptos básicos de un sistema de
procesamiento de símbolos, pues la cuestión de la representación y el procesamiento constituyen la base de
la ciencia cognitiva.

Minsky continúa la discusión del mecanismo, pero de una manera novedosa. En cierto sentido, lo que
Minsky intenta es concebir un nuevo principio de arquitectura procesual teniendo en cuenta seriamente las
restricciones que el desarrollo neurológico del cerebro debe imponer a su estructura física, y preguntándose
luego cómo esas limitaciones físicas han de afectar las estructuras del procesamiento de la información:
tendiendo un puente entre las posiciones de Geschwind y Newell. Su exposición en la conferencia fue
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lúcidamente incomprensible. Minsky explicó el porqué: algunas de las cuestiones importantes, necesarias
para comprender sus conceptos, se explicaban en otros artículos suyos, que nosotros no habíamos leído.

Pero Minsky nos dijo que tampoco él entendía esos artículos. ¿En qué radicaba la dificultad? En que
se trataba de problemas difíciles. Después de todo, ¿qué es preferible, que una teoría científica sea correcta,
o que sea inteligible? El capítulo de Minsky refleja las luchas por dar forma a una nueva dirección teórica, a un
enfoque fundamentalmente diferente del estudio de la memoria y de la naturaleza del mecanismo procesual.

¿Cómo pudo evolucionar el cerebro para convertirse en un sistema físico de símbolos? La cuestión
plantea problemas importantes acerca de la arquitectura cerebral. En artículos anteriores, Minsky se preocupó
por la falta de discusiones (MINSKY, 1977, 1979). En el capítulo que este libro incluye, postula una nueva
forma de organización del conocimiento en nodos, líneas y pirámides. El objetivo es nada menos que la
reconceptualización de los problemas de la memoria, empezando por el papel de la función de la memoria, de
los estados y las entidades mentales. ¿Quién es el «yo» que hace una cosa u otra en la cabeza? Cuando
alguien dice: « (yo) acabo de tener una idea brillante», ¿qué es «yo»? Minsky sostiene que no se trata de un
«yo», sino de un «nosotros» —agentes—, un nosotros colectivo opuesto al yo clásico, al ego de Freud. Esto
permite hablar de sociedades de agentes, de mentes dentro de mentes. Los conceptos de estado mental y
estado mental parcial se interpretan en términos de «subconjuntos de los estados de las partes de la mente».
Minsky aboga en favor de un cambio completo del modo de concebir el procesamiento. Los argumentos no
son completos, por lo que el capítulo es sugerente, no definitivo. No esperéis que sea de fácil comprensión.

Evidentemente, el estudio de la ciencia cognitiva no abarca tan sólo el estudio de las estructuras de
procesamiento» sea cual fuere su especie. Es necesario algún tipo de contenido, algún modo de hacer uso de
las estructuras de procesamiento, independientemente de su naturaleza. Los capítulos de Schank y Johnson-
Laird inician la exposición de esas cuestiones Schank se preocupa por la memoria, pero de un modo del todo
diferente del de Minsky. Bien, dice, me era necesario comprender la memoria para poder comprender la
comprensión. Los psicólogos no me decían nada útil sobre la memoria: todo lo que decían era que allí estaba
y que quizás hubiera dos. De modo que si los psicólogos no hablaban de la memoria de una forma que resulta
útil para poder aprender que es y cómo se usa en cuestiones tales como la comprensión del lenguaje,
entonces yo debía hacer de psicólogo.
El capítulo de Schank, es interesante por algo más que su análisis de la estructura de la memoria.
También nos proporciona algunas ideas acerca de su visión particular del estudio del lenguaje. Schank
empieza analizando sus primeros trabajos, explicando cómo empezó su proyecto y por qué está estudiando
estos temas. Su táctica es la de identificar los problemas importantes, intentar categorizar la conducta humana
relevante con relación a dichos problemas y, posteriormente, construir un esquema que explique la mayoría
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de los fenómenos. No importa lo simple que sea el esquema, lo fundamental es que funcione, que opere en
un sistema programable. El capítulo demuestra que Schank cree en sus teorías tanto como lo hacen algunos
de sus lectores; cada nueva teoría no es sino un nuevo paso hacia una mayor comprensión y nada más, Se
encontró con que el concepto de guion no era válido, así pues fue modificado. Su artículo propone un nuevo
nivel de organización de la memoria, uno que probablemente también provocara gran discusión y polémica;
los POMs y POTs. Pero antes de juzgarlos hay que recordar su objetivo: son aproximaciones útiles si sirven
para describir e ilustrar los fenómenos de la memoria.

Otro aspecto del trabajo de Schank que aparece claramente a lo largo del artículo es que se basa en la
observación de los fenómenos psicológicos, pero sin realizar experimentos, como harían en cambio los
psicólogos, se comporta como un observador de la conducta humana que posee una buena intuición para
discernir los fenómenos importantes de aquellos que no lo son. Schank es un clasificador; habiendo
identificado un fenómeno, lo que hace es categorizar sus diferentes manifestaciones, a partir de aquí, examina
y resuelve cada categoría distinta. En resumen, divide un problema difícil en subpares manejables; una
estrategia científica perfectamente conocida.

Johnson-Laird plantea un conjunto de problemas diferentes ¿Cómo razonan los seres humanos?
¿Cuál es el status de los modelos de procesos de razonamiento? ¿Cuál es el status del modelo propuesto por
los lógicos: la teoría de la inferencia silogística? Johnson- Laird sostiene que estos modelos de desvanecen
ante las pruebas psicológicas. Los modelos de inferencia están necesitando una conexión más íntima entre la
comprensión que tenemos del mundo y nuestros procesos lógicos de pensamiento. De hecho dice, no
necesariamente razonamos a través de la lógica, sino más bien a través del ejemplo, por medio del desarrollo
de modelos mentales.
Una vez finalizada la exposición de Johnson- Laird, Allen Newell se puso de pie y se quejó. ¡Mire! Le
dijo a Johnson- Laird, me siento confundido. Usted niega que utilicemos la inferencia lógica; sin embargo, la
maquinaria cerebral que evalúa los modelos experimentales debe utilizar inferencias lógicas para hacer la
evaluación del modelo ¿No es eso una contradicción?

Creo que tanto Johnson_Laird como Newell están en lo cierto. En realidad es un problema de
especificación de nivel. A nivel cerebral, la materia sigue reglas de operación físico-químico-biológicas. Las
reglas seguidas por el material mental están determinadas por la interacción funcional de sus mecanismos
componentes y su representación. Sobre este sustrato procesual descansa el contenido de la mente, donde el
«yo/nosotros» de la cognición interna modifica el medio basándose en la experiencia. Resolvemos algunos
problemas modelándolos de acuerdo con nuestros modelos mentales del mundo, el espacio, el tiempo y el
objeto: así lo afirma Johnson-Laird. Nuestra resolución de los problemas, pues, reflejará las leyes que hemos
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deducido del mundo, interpretadas dentro de los límites de la memoria y el procesamiento humanos. No es
preciso que estos modelos sean reflejos exactos del mundo: ni siquiera es preciso que sean coherentes
consigo mismos. Si este razonamiento «experiencial» no logra seguir un razonamiento «lógico», el error nada
implica acerca de la maquinaria de la mente, sólo acerca del contenido. Johnson-Laird ha comentado acerca
de esta discusión:

«Siento que Newell y yo, mis que estar en desacuerdo, no nos comprendemos bien... La palabra lógico
tiene una desafortunada ambigüedad. Por una parte, puede significar razonar de acuerdo con algún sistema
de la lógica. Por la otra, puede significar simplemente hacer inferencias que son lógicas, es decir, válidas.
Sospecho que mi intercambio con Allen Newell fue una mutua incomprensión por causa de esa ambigüedad.
Lo que yo sostengo es que la gente puede hacer inferencias lógicas (válidas) sin emplear clase alguna de
lógica mental. Todo lo que poseen para guiarse es el principio semántico fundamental de la inferencia válida,
es decir, una inferencia es válida si no hay manera de interpretar las premisas de modo tal que no sean
coherentes con la conclusión. ¿Qué es la lógica? Es un sistema de principios (axiomas, reglas de inferencia,
esquemas inferencia les o lo que queráis) que tiene por finalidad suministrar una maquinaria que haga
inferencias válidas. Y lo que estoy diciendo es que, en general, no poseemos máquina semejante. Esa es la
razón por la que Aristóteles decidió inventar la lógica. Sabía que a menudo nos equivocamos, pero él, como la
mayoría de la gente, poseía el principio semántico fundamental, y fue por tanto capaz de hacer deducciones
válidas: un prerrequisito esencial para todo aquel que desee construir un sistema de lógica.»

La contribución de Johnson-Laird puede considerarse como construida sobre varios de los temas del
libro. Su obra utiliza estructuras de procesamiento de símbolos y experiencias de una persona dentro de un
entorno cultural para pensar y razonar por medio de los modelos internos de esas experiencias. La obra, por
tanto, mezcla varias de las concepciones del ser humano, aparentemente conflictivas, como procesador de
símbolos, actuando de acuerdo con lo que no parecen ser principios lógicos.

Lakoff y Johnson sostienen que los modelos mentales internos, propios, se reflejan en el habla.
Hablamos en modelos, en metáforas. Las metáforas son sutiles, pero tienen fuertes implicaciones. Piénsese
en las ideas como hijas de los creadores —«concibió una teoría brillante», «la ciencia cognitiva está todavía
en su infancia», «este concepto es hijo del cerebro de...»— y automáticamente se presenta un amplio
conjunto de conceptos para la comprensión de la «idea». Además, las implicaciones de una metáfora pueden
no ser coherentes con las de otra: compárese la metáfora de las ideas como hijos con las de ideas como
plantas, productos, utensilios, recursos, dinero, instrumentos cortantes, alimentos o modas. Cada metáfora
produce un nuevo conjunto de perspectivas sobre el concepto, cada una lo ilumina de manera diferente: las
ideas (como instrumentos cortantes) pueden cortar «el corazón del problema», pero estas ideas se hacen, no
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nacen, como nacería la idea considerada como un hijo. Johnson-Laird y Lakoff y Johnson dicen cosas
similares: el conocimiento como modelo, como analogía y metáfora de otro conocimiento.

Pero Lakoff y Johnson dicen más. Se preocupan por el poder de las implicaciones ocultas de la
metáfora, que hacen caer al usuario en la trampa de creer más de lo que explícitamente se enuncia. Su
capítulo termina con esta afirmación: «Si la ciencia cognitiva ha de ocuparse de la comprensión humana en su
plena riqueza y no meramente de esos fenómenos que se adecuan a la metáfora "LA MENTE ES UNA
MAQUINA", puede que entonces tenga que sacrificar la coherencia metafórica al servicio de una comprensión
más plena.»

No es suficiente hablar de mecanismo y de pensamiento. Existen varios temas críticos, hasta ahora
ausentes del análisis del funcionamiento cognitivo. Uno de ellos es el papel de la intención. Los animales
inteligentes tienen intenciones que tratan de satisfacer. Pero el concepto de «intención» es complejo, e implica
la consideración de varias cuestiones filosóficas profundas acerca de la relación entre la intención y la acción.
Searle nos habla de acción e intención, de memoria y percepción, y de la relación y fundamentación filosófica
de estos conceptos. El capítulo se vuelve técnico e incluye argumentos filosóficos. La intención es un estado
de conciencia. No es lo mismo que la conducta. ¿Qué es la intención? ¿Cuándo podemos decir que hemos
hecho lo que intentábamos? Mientras examina estas cuestiones, Searle traza un paralelismo entre la
intencionalidad de la percepción visual y la intencionalidad de los actos intencionales, lo cual da lugar al
análisis de los paralelismos entre ver algo, recordar algo, la intención previa a la acción. El resultado es a la
vez un aumento de nuestra comprensión de la intención y la acción, y también cierto panorama de cómo un
filósofo de la cognición enfoca esta tarea.

Los dos capítulos finales del libro reexaminan las bases de la ciencia cognitiva. Winograd lo hace
reconsiderando su propia obra en relación con la creciente toma de conciencia de lo incompleto que se
encuentra el trabajo en esa tradición, especialmente si se la mide respecto a la perspectiva según la cual el
conocimiento y la comprensión siempre se determinan relativamente. El capítulo plantea cuestiones: ése es
su objetivo, el planteo de interrogantes sobre la naturaleza de la comprensión. Winograd examina los
fundamentos mismos de sus primeros trabajos sobre comprensión del lenguaje. ¿Es necesaria una
representación? ¿Cuáles son los presupuestos básicos a los que uno recurre en el desarrollo de un modelo
de procesamiento del lenguaje? Partiendo de su formación en la tradición filosófica hermenéutica, Winograd
aboga por una visión nueva del proceso de comprensión. El camino es complejo y la meta no está del todo
formulada. Los problemas, sin embargo, son críticos para el buen éxito de la ciencia cognitiva. Llegan a la
esencia del razonamiento y la comprensión naturales. En el capítulo final me refiero a las diferentes
cuestiones que comprende la ciencia cognitiva. Identifico doce temas fundamentales que me han llamado la
02) Norman, Donald A. (1987). “¿Qué es la ciencia cognitiva?” en Perspectivas de la ciencia cognitiva.
Barcelona: Paidós, pp. 13-24.

atención. Estos doce temas no son independientes entre sí, ni tienen igual importancia. Y no pretendo que
abarquen todo lo que es importante para el estudio de la cognición. Pero sí sostengo que los doce se cuentan
entre los problemas de los que debemos partir, si nuestro campo ha de tener solidez.

Creo en el valor de múltiples filosofías, múltiples puntos de vista y múltiples enfoques para problemas
comunes. Creo que la virtud de la ciencia cognitiva consiste en que unifica disciplinas hasta ahora dispares en
una tarea comunitaria. La razón por la que expongo estos doce temas es que tengo esperanzas de que
puedan concentrar esfuerzos en torno a problemas comunes. Expongo estos temas primordialmente desde mi
propia perspectiva, una perspectiva que es fundamentalmente la de un psicólogo interesado en el
funcionamiento de la mente. Puntos de vista alternativos son posibles, bienvenidos y necesarios. En otros
capítulos del libro se proporcionan algunos.

En el tratamiento de los doce temas me baso en mi propio conocimiento y comprensión de los


problemas y en el presente estado de su desarrollo. Cada uno de ellos, sin embargo, es un tema total que
debe ser considerado desde todas las .direcciones: neurológica, psicológica, sociológica, cultural, filosófica,
lingüística. Mucho es lo que falta en este volumen. Hay importantes campos que no están representados,
importantes puntos de vista que están ausentes; existen huecos evidentes. No hay exposiciones acerca de la
antropología, la evolución, el desarrollo. ¿Podemos aprender de los estudios sobre inteligencia animal? Aun
desde dentro de las disciplinas cubiertas, el libro contiene sólo uno o dos puntos de vista, y a veces ni siquiera
el que es dominante. La fuerza del libro radica en la diversidad con que los colaboradores abarcan un tema
común: el estudio de la cognición. No faltan oportunidades para poder escuchar a cada uno de los que
proponen un punto de vista particular. Pero hay pocas oportunidades de que cada uno de los que proponen
puntos de vista diferentes pueda dialogar con los demás, o dirigirse a una audiencia común. La importancia
del libro radica en el éxito con que cada uno de los colaboradores cumple con su cometido. La lectura de este
libro debería emprenderse con la intención de comprender un tema sumamente complejo: la cognición.

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