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Sintiendo tanto su parentesco -porque ambos drenaban los fluidos de sus víctimas y
tenían un profundo odio por los demonios-, como su dolor, uno de los más oscuros seres
espirituales decidió ayudarlos, así, la gran araña, Shadra, como la llamaban los Trols,
invocó a la más grande de sus hijas, Loth, para que buscara la manera de ayudarles.
Grande era la maestría de Loth en las artes oscuras, pero más grande es el poder de los
demonios, y pronto se dio cuenta que la corrupción corría muy profundo en las almas y los
cuerpos de los Vampiros, y que estos se resistían ferozmente a cualquier intento de
purificación. Al fin decidió que la corrupción estaba en la sangre y decidió devorarla,
suplantándola con su propia esencia. Devoró la sangre de los Vampiros y se hinchó, se
expandió y creció mientras eructaba grandes nubes de oscuridad corrupta, que
desaparecieron rápidamente. Esto dio como resultado la raza de los Driders, horribles
seres mitad araña, mitad elfo. Loth sabía que estos eran abominaciones tanto para la
naturaleza como para el encargo de su madre, pero no pudo evitar amarlos, ya que eran
hermosos a sus ojos y ellos le mostraban una devoción ilimitada y la llamaron madre, así
que los bendijo y los aceptó como suyos, y vivirían adorándola en vastas cavernas
subterráneas escondidos de la luz y de los ojos de Shadra.
Loth buscó entonces más vampiros para curar, pero al encontrarlos, se dio cuenta de que
la corrupción había cambiado, volviéndolos más listos y más controlados. Ésta vez, los
Vampiros resultaron ser inmunes a todos los intentos de curarlos y no parecían debilitarse
tan rápido con la falta de alimento, así que Loth buscó consejo y lo encontró en una vieja
diosa de las sombras, Shab, quien le ayudaría a curar la corrupción, con la condición de
que cuando fuera el momento, ella debía tomar su lugar y gobernar desde el trono de las
sombras. Temiendo decepcionar a su madre y más aún por la vida de sus Driders, aceptó.
Ambas trabajaron arduamente, pero al fin lograron lo que parecía imposible, aunque más
altos que los elfos, más agresivos y con una piel completamente oscura, al fin se habían
librado de toda corrupción demoníaca, bajo la mirada de ambas y con sus bendiciones,
había nacido una nueva raza: los Drows.