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Gabriel Marcel.
La existencia es comprendida desde Heidegger como “la sustancia” xii misma del
Dasein y, a partir de allí, se comprende ella misma. Dasein y existencia son inseparables,
ya que es un ente que en su ser le va en juego su ser mismo. Explica Heidegger que la idea
de la existencia se ha ido mostrando como un poder-ser comprensor del Dasein, que está
en el poder-ser libre, cada vez, para la propiedad, la impropiedad o para la indiferencia de
estos modos de ser. Alojándonos en esta perspectiva, es posible contemplar la dinámica
filosófica de ambos filósofos y su continuo estar vuelto hacia la muerte, así como su
posición filosófica ante la disposición afectiva que Heidegger considera fundamental:
angustia ante la muerte.xiii
NOTAS.
i
Cfr. Alfonso Villa, “Para iniciarse en la lectura de Ser y tiempo”, en La lámpara de Diógenes, revista de filosofía, números
12 y 13; pp. 38-55.
ii
Martin Heidegger, Ser y Tiempo, (en línea), edición electrónica de www.philosophia.cl/Escuela de Filosofía Universidad
ARCIS, p. 219. (Consulta 28 de enero 2011).
iii
El filósofo español toma a la filosofía como el medio que tiene el hombre para lidiar con los problemas más relevantes
que se presentan a la realidad humana; así que el hombre es el sujeto y objeto de la filosofía. Pero partir del hombre no le
significa hacerlo desde la abstracción y conceptualización éste, sino desde lo más sincero y real; es decir, desde el hombre
concreto, el de carne y hueso, el que somos cada uno y que tiene un problema que le llega a las entrañas; un problema
íntimo no tiene que ver con lo racional o los sistemas filosóficos: el problema de la duración de su alma.
iv
Martin Heidegger op. cit., p. 219.
v
Ibíd., p. 220.
vi
Ibíd., p. 139.
vii
Cfr. Ibíd., parágrafos 35-38.
viii
Cfr. Ibíd., parágrafo. 38.
ix
Cuando Unamuno se refiere a este término, lo hace tratando de explicar esa dimensión humana de conocimiento distinta
a la razón pura; es decir, a una disposición afectiva que le es íntima al hombre concreto.
x
Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, p. 59.
xi
Albert Camus, El mito de Sísifo, p. 61.
xii
Martin Heidegger, op. cit., p. 122. Heidegger pone entrecomillado el término “sustancia”, pues éste pertenece a la
ontología tradicional. Únicamente lo utiliza para aclarar su punto de vista sobre la existencia: “Sólo que la –sustancia- del
hombre no es el espíritu, como síntesis del alma y el cuerpo, sino la existencia”.
xiii
Cfr. Martin Heidegger, op. cit., parágrafo 53.
xiv
La congoja espiritual o angustia vital es, en Unamuno, la actitud dialéctica donde la ausencia de Dios lo deja
desamparado, sin sentido y sin valor existencial. Pero es esta misma ausencia de significado verdadero y de un Dios que le
garantice la inmoralidad la que le provoca la angustia espiritual y hace que el hombre se desborde en deseo de que Dios
exista para que le dé real existencia a su ser.
xv
Aunque siempre provenga de esa anticipación de la muerte. Quizá no haya obra más sincera y clara de esta angustia ante
la muerte que lo narrado en su novela (nivola) Niebla, donde el dolor consecuente de prever concretamente su
desaparición radical, el protagonista de la obra, Augusto, le grita al mismo Unamuno, su creador: “¡No quiere dejarme ser
usted yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme…Pues bien, mi señor creador don
Miguel, también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió…!” Miguel de Unamuno, Niebla, Abel
Sánchez, Tres novelas ejemplares y un prólogo, Porrúa, México, 1983 (Colección “Sepan cuántos”…” No. 388), p. 100.
xvi
Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, p. 3. “El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere,
-sobre todo muere-, el que come, juega y bebe y duerme y piensa y quiere”
xvii
Ibíd., p. 45. “Sería no ya excusado, sino hasta ridículo el que nos extendiésemos aquí en exponer hasta qué punto la
conciencia individual humana depende de la organización del cuerpo…y cómo todo nos lleva a conjeturar racionalmente
que la muerte trae consigo la pérdida de la conciencia. Y así como antes de nacer no fuimos ni tenemos recuerdo alguno
personal de entonces, así después de morir no seremos. Esto es lo racional.”
xviii
Al final de su clásica obra EL extranjero, el protagonista, Merseault, después de una discusión con el sacerdote que
buscó asistirlo espiritualmente, afirma para sus adentros: “Me parecía tener las manos vacías. Pero estaba seguro de mí,
seguro de todo…seguro de mi vida y de esta muerte que iba a llegar. Sí, no tenía más que esto. Pero, por lo menos, poseía
esta verdad, tanto como ella me poseía a mí”. Albert Camus, El extranjero, Emecé editores, Buenos Aires, 1949, p. 152.
xix
Albert Camus; El mito de Sísifo, Editorial Losada, Buenos Aires, 2002, p. 18. “La elisión típica, la elisión mortal….es la
esperanza: esperanza de otra vida que hay que –merecer- , o engaño de quienes viven no para la vida misma, sino para
alguna gran idea que la supera, la sublima, le da sentido y la traiciona”.
xx
Es claramente significativo que Camus use una la siguiente frase de Píndaro para introducir El mito de Sísifo: “Oh alma
mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota el campo de lo posible”.
xxi
Ibíd., p. 50.
xxii
Cfr. Albert Camus, El hombre rebelde, Alianza editorial, Madrid, 2008.
xxiii
Martin Heidegger, El mito de Sísifo, p. 242.
xxiv
Albert Camus, op. cit., p. 98.
xxv
Miguel de Unamuno, op. cit., p. 9.