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PLATON

EL CONOCIMIENTO:
Sócrates afirmaba que "El hombre es capaz de conocer la verdad, de superar la opinión,
elevándose al conocimiento de los conceptos, de lo universal". Y su práctica pedagógica y la
"mayéutica", lo llevó a deducir los conceptos universales que se hallan presentes, incluso en el
alma del hombre más ignorante, el que si es guiado correctamente, llega a descubrirlos.
La teoría del conocimiento de Platón explica la presencia de los conceptos universales en el
alma recurriendo a la Teoría de la Reencarnación, aprendida por Platón de los pitagóricos.2
Para Platón, el conocimiento tiene como objeto encontrar una definición inequívoca al saber
de todas las cosas.
El saber más elevado será entonces el conocimiento de lo universal y el más bajo será el
conocimiento de lo particular. Esta doctrina supone una separación irreconciliable entre el
saber Universal y el mundo real, pero para Platón este concepto de lo Universal no implica
una forma abstracta, sino que a cada uno de estos conocimientos universales le corresponde
una realidad concreta.
Para Platón son las ideas las que se pueden conocer en forma accesible, pero no niega
realidad al mundo de las cosas. Sin embargo, Platón no pudo determinar cual es la relación
que existe entre lo particular y lo universal.
Platón explica con más claridad este problema cuando se refiere al arte, nos dice que el artista
representa una tercera versión del hombre. Según Platón, el hombre ideal es la meta que
todos los humanos tratan de alcanzar, luego existen los hombres particulares que son copias
del ideal y por último está el artista que imita una copia.
Por ejemplo, en la Geometría se parte de una hipótesis y se continua avanzando mediante un
diagrama visible para llegar a una conclusión. El geómetra supone una figura geométrica a
partir de gráficos y figuras, procurando distinguir objetos que solo se pueden ver con la
inteligencia.
Mediante el razonamiento abstracto y habiendo entendido los principios, la mente puede sacar
conclusiones sin contar con las imágenes visibles.
Platón supone que el conocimiento de lo real se puede alcanzar de un modo absoluto, pero no
sucede lo mismo con las cosas del mundo sensible, que para él es ilusorio y está sujeto al
cambio. Razón por la que no pueden ser objeto de conocimiento científico.
Porque el objeto de conocimiento debe ser inmodificable, estable y permanente como para
lograr su definición con claridad.
El conocimiento se logra mediante juicios sobre conceptos universales y no sobre particulares
y solo pueden ser verdaderos los juicios sobre lo permanente y estable.
Ni la percepción sensible ni la creencia verdadera pueden ser objeto de conocimiento.

El conocimiento de las cosas sensibles[editar]


Es denominado por Platón "opinión" (doxa), ya que de lo que no posee verdadera entidad,
tampoco puede haber auténtico conocimiento sino mera opinión. A su vez la opinión tiene dos
modos:
La imaginación
Mediante la imaginación se aprenden las imágenes de las cosas, sus sombras y reflejos,
siendo el grado más bajo de la escala del conocimiento. No podemos imaginar un objeto
dotado de menos consistencia que la fugacidad extrema de una sombra- Posiblemente Platón
este pensando en actividades como la poesía, la pintura o la retórica. Efectivamente tanto el
orador como el poeta o el pintor, están solo interesados en una mera imitación verosímil de la
realidad y para esto les basta con la producción de imágenes.
La creencia
Aquí hay un grado de conocimiento superior al anterior ya que versa ya sobre un objeto mismo
y no sobre una imagen de este. Las diversas artes productoras como por ejemplo la
carpintería, encajarían aquí perfectamente: el carpintero sabe más en relación con la mesa
que el pintor que la representa en un lienzo por que a este le basta con una mera apariencia
verosímil de la mesa, mientras que el carpintero ha de fabricar una mesa "real".[1] 4

El conocimiento inteligible
El saber auténtico (en griego Episteme) tiene como objeto la realidad inteligible, el ser perfecto
e inmutable: las ideas. También aquí hay dos grados:
Conocimiento discursivo (diánoia)
Como ejemplo del grado inferior Platón piensa en la aritmética o en la geometría. En ambas se
parte siempre de hipótesis o presuposiciones y se necesita (piensa Platón) de símbolos
sensibles. La matemática procede según un tipo de razonamiento que podríamos denominar
"hipotético-deductivo", es decir, se va de la hipótesis a la conclusión mediante deducción.
Conocimiento o inteligencia pura (nous)
La superación de la diánoia se alcanza en la dialéctica considerada como la "culminación de
todas las ciencias". Sólo ella es capaz de cancelar el carácter meramente hipotético de los
principios utilizados en las restantes disciplinas, al dar razón de ellos y justificarlos
racionalmente. Para conseguirlo, la dialéctica tiene que remontarse a un principio no hipotético
desde el que pueda deducir a manera de consecuencias todo lo demás. Es claro que este
principio no hipotético, objeto de la dialéctica, no es otro que la idea del Bien. Mediante ella se
alcanza el conocimiento de la estructura relacional de las ideas, y en último término, el
conocimiento de la verdad suprema, condición (fundamento)de las propias ideas y, por tanto,
también del mundo sensible: La idea del Bien.
Proceso del conocimiento según Platón[editar]
Descripción de los elementos que componen el esquema:

Paso 1: El alma existe antes que el cuerpo. En su vida anterior, en el mundo suprasensible,
contempla las ideas.
Paso 2: Cuando el alma se une al cuerpo, olvida el conocimiento que había adquirido.
Paso 3: En el mundo sensible, el hombre percibe por los sentidos los objetos que fueron
hechos por el Demiurgo (Dios), a partir de una materia preexistente (jora), teniendo como
modelo a las ideas.
Paso 4: La percepción sensible de los objetos despierta en el alma, por su semejanza con las
ideas, el recuerdo de las ideas olvidadas. De allí que se denomine a esta teoría "Teoría de la
Reminiscencia" o del recuerdo.

EL ESTADO

El Estado ideal, según Platón, se compone de tres clases. La estructura económica del Estado
reposa en la clase de los comerciantes. La seguridad, en los militares, y el liderazgo político es
asumido por los reyes-filósofos. La clase de una persona viene determinada por
un proceso educativo que empieza en el nacimiento y continúa hasta que esa persona ha
alcanzado el máximo grado de educación compatible con sus intereses y habilidades.
Los que completan todo el proceso educacional se convierten en reyes-filósofos. Son aquellos
cuyas mentes se han desarrollado tanto que son capaces de entender las ideas y, por lo tanto,
toman las decisiones más sabias. En realidad, el sistema educacional ideal de Platón está, ante
todo, estructurado para producir reyes-filósofos.
Asoció las virtudes tradicionales griegas con la estructura de clase del Estado ideal. La
templanza es la única virtud de la clase artesana, el valor es la virtud de la clase militar y la
sabiduría caracteriza a los gobernantes. La justicia, la cuarta virtud, caracteriza a la sociedad en
su conjunto. El Estadojusto es aquel en el que cada clase debe llevar a cabo su
propia función sin entrar en las actividades de las demás clases.
Platón aplicó al análisis del humana un esquema semejante: la racional, la voluntad y los
apetitos. Una persona justa es aquella cuyo elemento racional, ayudado por la voluntad,
controla los apetitos. Existe una evidente analogía con la estructura del Estado anterior, en la
que los reyes-filósofos, ayudados por los soldados, gobiernan al resto de la sociedad.
el hombre es un ser social que solo alcanza su perfección en la ciudad, de modo comunitario. El
Estado es el único capaz de armonizar y dar consistencia a las virtudes individuales. Platón
diseña la estructura de su República ideal compuesta de tres clases sociales: los filósofos, los
guerreros y los artesanos. Los primeros tienen el mando y gobierno general, pues su virtud es la
sabiduría, los guerreros velan por el orden y la defensa ( su virtud es la fortaleza ), y los
artesanos, pueblo llano, son dirigidos por la templanza, virtud que ha de ser común a todos

El estado surge para servir las necesidades de


los hombres y se da una división social del trabajo,
además de la especialización que responde a talentos
innatos de la persona.
El estado debe procurar la felicidad y la
justicia a los ciudadanos.
El estado ideal para Platón es una mezcla de
aristocracia y tiranía. Es una aristocracia culta de
un grupo intelectual que ha llegado a la sabiduría.
Es una tiranía de un filósofo rey (aunque va
cambiando). No es una democracia porque el pueblo es
inculto y se equivoca.
EL ALMA
Dentro de la amplitud con que Platón abarca el tema, nos concentraremos en su concepto del
alma, los antecedentes que él mismo recogió y sus aportes a un tema que le apasionó en varios de
sus DIÁLOGOS y que buscó incisamente a través del mito y de la razón.
El alma como principio de vida. Según esta concepción, todos los seres vivos tienen alma; ésta
perece al morir los seres; es un alma-aliento (Thymós). El alma está unida al cuerpo y, por tanto,
existe y deja de existir con él.
El alma como principio de conocimiento. Según esta concepción, el alma es propia y
exclusivamente de los seres humanos (Psyché). Es eterna es inmortal, y se encuentra unida al
cuerpo de manera accidental. El ser humano es el resultado de esta unión accidental entre cuerpo
y alma.

La doctrina platónica del alma

El hombre, sostiene Platón, es una planta celeste (Timeo), algo casi divino y que existía antes del
preciso instante en que nos convertimos en hombres (Fedón). En el marco de su exposición sobre
el alma, Platón dedica uno de sus DIÁLOGOS completo a este tema, el Fedón. Sin embargo, como
es uno de los ejes fundamentales de su doctrina, especialmente en lo que respecta a la tesis y
demostración de la inmortalidad del alma, otros diálogos contienen pasajes extensos sobre el
mismo tema, como por ejemplo, La República, Fedro, El Banquete, Menón, Las Leyes, Giorgias,
toda vez que su propuesta general gira en torno a la sabiduría que debe ser desvelada en el
individuo mediante una progresión que va desde la oscuridad a la luz, aplicando la ciencia de la
justa medida (Filosofía) y desarrollando la habilidad para distinguir las dos dimensiones del mundo,
es decir, el aspecto sensible y el aspecto inteligible. El alma juega un papel fundamental en este
proceso de salida de la “caverna” hasta ser capaz de contemplar las ideas puras.

Vamos a enfrentar la exposición de la doctrina platónica del alma siguiendo un cierto orden
secuencial, desde su origen hasta su realización, y vamos a aprovecharnos de la “debilidad”
favorita de Platón de emplear referencias a numerosos mitos que utilizó con el fin de colocarnos
frente a sus famosas puertas, de cara al misterio que nos corresponde a nosotros abrir mediante la
llave de nuestro propio conocimiento.

El Origen del Alma

Platón desarrolla sus mitos como un método para acercarnos a una realidad para la cual no nos
hallamos debidamente preparados. Los mitos nos transportan hacia esas realidades para las que
la razón no sirve enteramente. En uno de esos mitos que encontramos en Timeo, nos transmite las
siguientes ideas sobre el origen del alma:

El Demiurgo ha construido el universo siguiendo un modelo idéntico y uniforme, basado en el


Lugar donde moran las ideas eternas, por lo que el universo objetivo es una copia afectada por el
devenir y nunca existe plenamente. Este ser vivo posee un alma realizada por el Demiurgo, a partir
de la mezcla de la sustancia indivisible e invariable con la divisible. El Demiurgo obtiene de esta
mezcla una tercera sustancia, que contiene lo mismo y lo otro, que resulta de la identidad del ser
(lo mismo) y de la distinción que cabe hacer del movimiento y del reposo, con los cuales se mezcla,
pero a los que no puede reducirse. Luego mezcló las tres para formar una única sustancia. Así, el
alma está formada por lo mismo, lo otro y la tercera sustancia. Dividida y unificada
matemáticamente, se mueve en forma circular girando sobres sí misma y en un movimiento
provocado por sí misma. Al entrar en contacto con objetos de una naturaleza u otra, reacciona
estableciendo la identidad y la diferencia, y principalmente la situación de las cosas con relación a
sus esencias. Luego, el Demiurgo realiza una nueva mezcla para formar las almas de los astros, a
los que enseña la naturaleza del Todo. Al ser arrojadas al Tiempo, y unidas a cuerpos, se ven
afectadas por la naturaleza elemental del cuerpo (fuego, aire, agua y tierra), y la sensación
reemplaza al conocimiento. Este movimiento perturba el giro de las almas al punto de hacerlas
confundir la verdadera naturaleza de las cosas. Sin embargo, mediante la Dialéctica pueden
reconocer el curso del conocimiento verdadero y de las correctas definiciones, y retomar el
movimiento original que las lleva de regreso a su origen.

Pueden distinguirse cuatro clases de seres vivos creados por el Demiurgo: los dioses celestes,
modelados de fuego, de figura bien redondeada y, que se rigen por las reglas de lo mismo; a su
lado se encuentran los dioses homéricos; luego están los seres alados que pueblan el aire;
después los peces que viven en el agua; y finalmente las es especies que caminan sobre la tierra,
entre las que halla el hombre. El alma humana es parte del Alma del Todo.

Todos los seres se precipitan en un “receptáculo” o “nodriza” en el que adquieren el movimiento


descendente y ascendente de la generación y la corrupción. El tiempo, “imagen móvil de la
eternidad”, crea el devenir, en el que las cosas, privadas de inmutabilidad, están a medio camino
de ser. Sin embargo, este devenir no es inexorable, y no implica una ruptura definitiva entre los dos
mundos. El devenir, explica Platón en El Banquete, es la forma en que lo material y contingente
puede participar de lo inmortal y divino. El devenir no es una objeción para entender el Ser, el
Absoluto, sino una dádiva de Dios para que “lo de abajo” se asemeje a “lo de arriba”, para que el
mundo sensible sea un reflejo visible de lo divino e inteligible, para que haya un indicio de
inmortalidad en la simple existencia concreta.

La naturaleza y caída del alma

En Fedro, Platón desarrolla un mito que describe la naturaleza del alma y su caída en la materia.
Este mito nos ofrece una perspectiva del proceso de encarnación y amplia el camino al
planteamiento evolutivo sobre el que se soportan los argumentos de la inmortalidad y la
transmigración de las almas.

Los comentaristas de Platón se sorprenden por el uso “retórico” de imágenes cuyos antecedentes
no se encuentran en otras fuentes griegas, pero olvidan las alusiones que el propio filosofo ofrece,
por boca de Sócrates, acerca de su relación con los Misterios, y que por razones obvias no
expondrá detalladamente. Reconocemos este lenguaje no como retórico sino como iniciático, pleno
de imágenes sugestivas, tanto en Fedro como en Fedón y en la República.

El alma y Eros

Platón sostiene que Eros es una donación de los dioses al amado y al amante para su felicidad, y
ésta es, a la vez, competente para propiciar el recuerdo y la demostración racional de la
inmortalidad del alma. Aborda en Fedro y El Banquete el carácter mediador de Eros entre los
hombres y los dioses, y a la vez como despertador de la sensibilidad hacia la Belleza, primero en
un cuerpo, luego en dos y después hacia todo lo bello sin distinción. Este último estado es el del
Daimon-Filósofo, el alma del justo mediador que Platón vio en Sócrates como analogía, incluso por
sus rasgos físicos, rescatando a su maestro de la ridiculización a la que lo había llevado
Aristófanes.

El deseo de posesión permanente de lo bello es un deseo de inmortalidad; en consecuencia, el


amor puede entenderse también como un deseo de inmortalidad. La generación y procreación
esalgo eterno e inmortal, en la medida en que puede darse en algo mortal. Es por eso por lo que el
verdadero amante, el que desea la inmortalidad, debe coherentemente amar la generación y la
procreación en lo bello y en lo bueno.

Sin embargo, según Platón, la más importante y más hermosa forma de prudencia es el
ordenamiento de lo concerniente a las ciudades y comunidades, que recibe el nombre de mesura y
justicia. El verdadero amante, es decir, el filósofo, ha de poseer el deseo de engendrar en la
belleza, deseo que se manifiesta en su tarea educativa, pero de forma fundamental en la dirección
de la vida política del Estado. Renuncia por lo tanto a la procreación de hijos físicos porque su
tarea se relaciona con los modelos que aporta a la ciudad por medio de la educación y la justicia.

Como se desprende de lo anterior, Platón no nos ofrece una simple propuesta acerca del alma,
una hipótesis racional más, una teoría resultante del pensamiento epocal. Platón nos brinda, más
bien, toda una revelación mistérica. Nuestro autor se encuentra en un período coyuntural. Los
últimos esfuerzos de los presocráticos han sido sobrepasados por la oleada de los sofistas con su
retórica impresionante y sus promesas de autonomía, éxito y bienestar. Sócrates ha muerto tras
encender un faro en medio de la noche que se deja caer, con su neblina de confusión y duda. El
escepticismo y la relatividad parecen posturas cómodas y descomprometidas. Nadie sigue a nadie,
y ni siquiera los sofistas pueden conseguir un poco de fidelidad, pues su discurso no despierta más
que vagas simpatías. Entonces Platón juega el papel de un sembrador que con un puñado de
semillas excelsas siembra para el futuro, y entierra profundamente en el recuerdo de la Humanidad
la esperanza liberadora de la inmortalidad.

Existe pues un mundo inteligible, el de las Ideas, que posibilita el


conocimiento, y un mundo sensible, el nuestro. Esa misma dualidad se da en
el ser humano. El hombre es un compuesto de dos realidades distintas unidas
accidentalmente: el cuerpo mortal (relacionado con el mundo sensible) y el
alma inmortal (perteneciente al mundo de las Ideas, que contempló antes de
unirse al cuerpo). El cuerpo, formado con materia, es imperfecto y mutable;
es, en definitiva, igual de despreciable que todo lo material. De hecho, la
abismal diferencia entre el nulo valor del cuerpo y el altísimo del alma lleva
a Platón a afirmar (en el Alcibíades) que "el hombre es su alma".
Frente a la tosca materialidad del cuerpo, el alma es espiritual, simple e
indivisible. Por ello mismo es eterna e inmortal, ya que la destrucción o la
muerte de algo consiste en la separación de sus componentes. Las diversas
funciones del alma confluyen en sus tres aspectos: el alma racional (lógos) se
sitúa en el cerebro y dota al hombre de sus facultades intelectuales; del
alma pasional o irascible(zimós), ubicada en el pecho, dependen las pasiones y
sentimientos; y de la concupiscible (epizimía), en el vientre, proceden los bajos
instintos y los deseos puramente animales.
Platón explicó el origen del alma mediante el mito del carro alado, que se
encuentra en el Fedro. Las almas residen desde la eternidad en un lugar
celeste, donde son felices contemplando las Ideas; marchan en procesión,
cada una de ellas sobre un carro conducido por un auriga y tirado por dos
caballos alados, uno blanco y otro negro. En un momento dado el caballo
negro se desboca, el carro se sale del camino y el alma cae al mundo
sensible. Es decir, las almas se encarnaron en cuerpos del mundo sensible
por una falta de su aspecto concupiscible (el caballo negro; el blanco
representa el pasional o irascible), que la razón (el auriga) no pudo evitar.

El alma, pues, se halla encarnada en el cuerpo por una falta cometida; de


ahí que el cuerpo sea como la cárcel del alma. La unión de alma y cuerpo es
accidental (el lugar natural del alma es el mundo de las Ideas) e incómoda.
El alma se ve obligada a regir el cuerpo como el jinete al caballo, o como el
piloto a la nave. Sin embargo, su aspiración es liberarse del cuerpo, y para
ello deberá aplicar sus esfuerzos a purificarse. Las almas que logren tal
purificación regresarán al mundo de las Ideas tras la muerte del cuerpo; las
que no, irán a la región infernal del Hades, donde, tras un período de
tormentos (específicos para cada alma según las faltas cometidas), se les
permitirá elegir un nuevo cuerpo en el que reencarnarse.

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