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13.

Sacramento del Orden

a. El sacerdocio de Cristo1

La base y el origen del ministerio de los presbíteros radican, según el NT, en el


ministerio de Jesucristo. Partiendo del sacerdocio de Cristo (Xto.), habremos de
fundamentar en el NT que el sacerdocio ministerial tiene su punto de partida en la
llamada dirigida por Xto a los Doce. El único documento del NT que otorga a Xto el
título de sacerdote es Hebreos. El NT no denomina a Xto como un sacerdote, pero sí lo
presenta como el sacerdote. Resumiendo esquemáticamente las notas sacerdotales de
Xto descritos en Hebreos: a) JC no se constituye sacerdote a sí mismo, sino que es
constituido por el Padre; b) la finalidad de su sacerdocio radica en redimir a los hombres
de las transgresiones cometidas; c) y esto mediante un comportamiento de obediencia al
Padre en el que Xto asume el sacrificio de la pasión y muerte redentoras. Las notas
sacerdotales de JC en Hebreos coinciden con las notas que en Pablo y en Juan se
predican de JC como el enviado del Padre. En suma, JC es sacerdote por lo mismo que
es enviado, con lo que la misión y el sacerdocio predicados de JC coinciden.

JC, enviado y sacerdote, según Pablo. El esquema paulino es misional: a) Dios envía a
su Hijo, nacido de mujer, en semejanza de carne de pecado; b) para redimir a los que
están bajo la ley, para que la justicia de la ley se cumpla en nosotros; c) JC asume la
condición humana hasta sus últimas condiciones en un acto de obediencia al Padre. Su
enseñanza dice de JC que es el enviado del Padre para obrar por su muerte a redención
de los hombres, sacrificio que asume en un acto de obediencia al Padre. Con Pablo se
puede concluir teológicamente que la misión, concretada en la Encarnación, es el
constitutivo sacerdotal de Xto.

Juan no denomina literalmente a Xto sacerdote; sin embargo, conceptualmente sí


que lo hace. Expone que la muerte de Cristo es un autentico sacrificio en el que
culminan los sacrificios de la antigua Ley. Cristo es el Cordero de Dios que muere en la
cruz, y al no serle quebrado hueso alguno, se cumple el rito sacrificial que la Ley manda
observar con el cordero pascual.

Teológicamente, Cristo es presentado en el cuarto Evangelio como el Cordero


que, al ofrecer su propia oblación, asuma, y supera por cumplido, el sacerdocio y el
sacrificio de la Antigua Ley.

Coincidiendo con esta noción sacerdotal, en la cristología joánica es fundamental la


consideración misional de Cristo. Ya en el prologo dice: 1º el verbo eterno de Dios es
enviado por el Padre; 2º y se hace carne; 3º para que el hombre se salve por la gracia y
la verdad. Podemos afirmar que la misión-encarnación del Hijo constituye el núcleo
fundamental del pensamiento teológico de Juan. Dice el evangelista que Dios ha
enviado al Hijo no para condenar, sino para salvar al mundo, para hacerlo, el enviado
habla la Palabra de Dios y su obras dan testimonio de que el Padre lo ha enviado.

1
V. Catecismo: 1544-1545.

1
Reconocer a Cristo como el enviado del Padre equivale a haber entrado el hombre en el
camino de la gracia. Para que el mundo alcance la salvación Cristo envía a sus
discípulos como el Padre le ha enviado.

En forma de resumen ha de afirmarse que en Jn la misión constituye a Jc sacerdote en la


Encarnación, y que como sacerdote ofrece en la cruz su propio sacrificio. Misión y
sacerdocio, según Jn, no son dos notas diferentes en JESÚS, sino única e íntima realidad
constitutiva.

En el NT se reconoce también a JC con la denominación de pastor, que expresa en otros


términos su función sacerdotal.

Expresando preocupación por quienes ponen en peligro su propia salvación, en


la parábola de la oveja perdida el Salvador se identifica con el mismo pastor que busca a
la oveja descarriada.

También se usa la imagen del pastor que separa las ovejas de los cabritos,
describe el Señor el comportamiento que personalmente habrá de seguir en le momento
de juzgar la bondad o maldad de los hombres.

El título de pastor predicado a Cristo no es un mero adjetivo, sino en sustantivo


por el que se pone de manifiesto su contenido mesiánico.

En le discurso joánico del Buen Pastor Cristo queda definido con el buen pastor
por antonomasia que entrega su vida para que las ovejas la obtengan. Cuando Cristo
afirma: Yo soy el buen pastor, no modela una figura retórica, sino que da el
asentimiento de haberse cumplido en su presente la esperanza profética de Ezequiel:
“Yo suscitaré un pastor para ponerlo al frente y que apaciente las ovejas”. Pero Cristo
no solo las apacienta sino que da la vida por ellas. La categoría de Pastor en Juan
expresa unitariamente la realidad misional y sacerdotal de su persona y por lo tanto de
su obra.

En consonancia con la doctrina de Jesús, los apóstoles la aclaman como el pastor. La


carta a los Hebreos le denomina el gran pastor de las ovejas; para Pedro, Cristo es el
pastor y guardián de las almas; Y en el Apocalipsis, el cordero es a la vez el pastor que,
sentado en medio del trono, guía a los elegidos hacia las fuentes de agua viva.

Según el NT, la denominación de pastor equivale al cumplimiento de un título


mesiánico: el pastor enviado y la ejecución de la misión recibida se identifica con la
nota sacerdotal de JC por tratarse del buen pastor que da su vida por las ovejas. En
suma, el NT, lejos de poner en duda la identidad sacerdotal de JC, hay que afirmarla
como fundamento en su persona, y exclusiva en su modo de ser, ya que JC no solo es
sacerdote, sino que es el único sacerdote.

El NT conduce hacia unas conclusiones que son fundamentales para fundar en JC el


ministerio sacerdotal, y por ellos el sacramento del Orden:

2
1º Jesucristo, mediante la llamada y la misión, instituyó a los Doce; 2º Para que
cumplieran el cometido de enviados, les confirió la potestad por medio del E.S.; 3º En
virtud de la misión y la potestad recibida, los Apóstoles son ministros y dispensadores
de los misterios de Dios; 4º En un proceso de desarrollo histórico los Apóstoles
admitieron colaboradores en su misión; 5º Estos colaboradores aparecieron
posteriormente con los títulos de obispos-presbíteros y diáconos; 6º Los obispos-
presbíteros presiden la comunidad de forma colegial y a los diáconos se les considera
colaboradores de aquellos.

b. El sacerdocio de los fieles2

El Vaticano II es el primer concilio en la historia de la Iglesia que ha tratado de la


teología del sacerdocio común y del laicado. En efecto, en LG se pone de relieve una
profunda teología de la incorporación a la Iglesia mediante el bautismo, por el cual se
participa en el sacerdocio común (LG 10), el cual se ejerce de forma relevante en los
sacramentos (LG 11) y a su vez se comunica el sentido sobrenatural de la fe y diversos
carismas propios del Pueblo de Dios (LG 12). A partir de la concepción de la Iglesia
como Pueblo de Dios, el concilio de la primacía al sacerdocio común de los fieles, que
pertenece a la estructura ontológica originada en el bautismo, por encima de los
ministerios jerárquicos, cuyo origen obedece a necesidades funcionales del organismo
eclesial. El sacerdocio ministerial es distinto esencialmente del sacerdocio de los fieles,
pero ambos participan del único sacerdocio de Xto y se ordenan el uno al otro.

La condición sacramental del xtno es la que le hace miembro de la Iglesia a partir del
bautismo, partícipe del sacerdocio bautismal o común, que será ejercido de forma
preeminente por medio de los sacramentos y especialmente por la eucaristía. Ahora
bien, ordenado a este sacerdocio existe el sacerdocio ministerial, cuya diferencia no es
solo gradual sino esencial (LG 10), ya que el pueblo sacerdotal –LG 9- no posee el
poder sacerdotal y los ministros no son los delegados de la comunidad –que no puede
asumir el papel de mediador entre ella y Dios, aunque todos los fieles sean miembros de
Xto sacerdote. Hay, pues, dos sacerdocios: el común, edificado sobre la base del
bautismo, y el ministerial, fundado sobre la ordenación ministerial, en orden al servicio
organizado. La tradición católica ha sido constante en proponer la condición sacerdotal
del pueblo de Dios. Partiendo del NT (Ap y 1Pe 2,5) que, a su vez, asume el dato del
AT (Éx 19,6), la patrística presenta la naturaleza sacerdotal del pueblo de Dios como
efecto del bautismo y de la infusión del ES. Trento admitió el doble sacerdocio, pero
negó enérgicamente que a partir del sacerdocio común todos los fieles gozan de idéntica
potestad en la Iglesia (Lutero). Trento, motivado por la preocupación por defender el
sacerdocio ministerial contra las tesis de los reformadores, dejó muy recortada la
doctrina del sacerdocio universal de los fieles. Trento habla expresamente del
sacerdocio externo (ministerial), y se refiere indirectamente al interno cuando reprueba
que según la doctrina luterana todos los xtnos son sacerdotes de modo indiferenciado.
TODOS SACERDOTES, ALGUNOS MINISTROS. La diferencia entre el sacerdocio

2
V. Catecismo: 1546-1547; 1591.

3
ministerial y el sacerdocio común es de orden sacramental, es decir, se sitúa al nivel del
signo: en el hecho de estar relativamente en frente del resto de la comunidad, el
sacerdote es un signo efectivo de que Xto es el Señor de la Iglesia y se halla presente en
ella dotándole con sus dones de salvación.

c. El ministerio ordenado: doctrina del Vaticano II3

La eclesiología de comunión que el Vaticano II renovó permite situar mejor el


ministerio en el conjunto de la misión diaconal de la Iglesia. Se renunció a definir el
ministerio en términos de dignidad, rango y poderes, y se volvió al lenguaje
neotestamentario y patrístico, que hablan más de servicio. Se revaloriza el sacerdocio
común de los fieles. La figura del obispo volvió a ocupar el puesto central que había
tenido en la Iglesia primitiva. Se reconoció la sacramentalidad y la pluralidad de
funciones (martyría, leitourgia, diakonía). El Vaticano II, al fundamentar el sacramento
del orden, es decir, la sacramentalidad del episcopado y del presbiterado, recurre al
envío por el que JC hace a los Apóstoles partícipes de su propia misión. Según LG 21,
por la ordenación que confiere el sacramento del orden, el ordenado queda incorporado
a la misión de Xto y es revestido con el poder del ES. El sacramento del orden se
FUNDAMENTA EN LA MISIÓN de Xto conferida a los apóstoles, y de la cual, cada
uno a su modo, participen tanto los obispos como los presbíteros.

En el Concilio se dibujaron dos tendencias sobre el ministerio ordenado: la concepción


cristotípica y la concepción eclesiotípica. La concepción CRISTOTÍPICA acentúa la
dimensión ontológica del ministerio, comprendiéndolo fundamentalmente en referencia
a JC, que afecta ontológicamente a la persona misma del ministro y que le exige un
estado de vida distinto o incluso separado del común de los fieles. El ministerio se
entiende fundamentalmente como mediación sacerdotal, en un contexto fuertemente
sacral e institucionalizado –sacerdocio jerárquico-. La perspectiva predominante aquí es
la vertical: lo que caracteriza el ministerio es la elección, consagración y envío por JC –
movimiento descendente-, y la capacidad de ofrecer el sacrificio eucarístico in persona
Christi –mov. Ascendente-. La concepción ECLESIOTÍPICA acentúa la dimensión
funcional del ministerio, en referencia fundamental a la Iglesia. El ministerio es visto
como una función de animación y dirección de la iglesia encomendada a alguno de sus
miembros en base a las necesidades internas y para un mejor desarrollo de su misión en
el mundo. En una comunidad que es toda ella ministerial y carismática, el ministro
ordenado no supone una diferenciación ontológica o existencial con respecto a la
identidad bautismal común y tampoco tiene necesariamente un carácter permanente. La
perspectiva que aquí prevalece es la horizontal: el ministro es elegido y enviado por su
comunidad pudiendo actuar in persona Ecclesiae.

Una vía intermedia es la concepción SACRAMENTAL, que trata de conjugar la


dimensión cristológica y la eclesial-pneumatológica del ministerio, así como también
sus aspectos ontológicos y funcionales. En esta concepción, el ministro se define a la
vez e inseparablemente como representante de Xto y de la Iglesia. Como representante

3
Catecismo 1592-1596; Lumen Gentium: obispos (LG 21; 24-27); presbíteros (LG 28); diáconos(LG 29)

4
de Xto, porque ha sido elegido y consagrado y elegido para actuar in persona Christi
Capitis, y como representante de la Iglesia, porque ha recibido también de ella la
designación oficial para actuar de manera pública y autorizada en su nombre: in
persona/in nomine ecclesiae. En esta perspectiva, el ministerio se entiende como una
misión que, si bien requiere una cualificación personal, es esencialmente funcional y
representativa.

El Vaticano II (CV en adelante) presenta una serie de elementos teológicos que


configuran la comprensión del ministerio ordenado. La clave de todos los elementos
radica en la expresión “in persona Christi” (V. Catecismo 1548), que el concilio usa
solo para el ministerio sacerdotal con un doble sentido: actuar en la persona de Cristo
Cabeza. La potestad sagrada es la expresión de la misión y la facultad de Xto conferida
a los ministros ordenados, tal como afirma LG 18 para calificar la diferencia con el
sacerdocio común. Esta potestad sagrada da la misión y capacidad para actuar “in
persona Christi Capitis”. Por esta razón el ministerio solo se puede ejercer en virtud del
don de Dios conferido por el sacramento del orden.

Para precisar la identidad del ministerio ordenado reviste particular atención la


declaración conciliar sobre la sacramentalidad del episcopado en LG 21. La
SACRAMENTALIDAD del episcopado no es doctrina de fe, sino magisterio ordinario.
La base de las tareas del obispo está precisamente en la ordenación episcopal, y por esto
el concilio, a partir de aquí, desarrolla su tarea o munus como una verdadera diakonía –
LG 24- y que se articula en el triplex munus Christi y los tria munera ecclesiae –LG 25-
27-: martyría –servicio a la Palabra-; leitourgía –servicio del culto y los sacramentos- y
diakonía –servicio de dirección comunitaria-. El episcopado es en el orden del
ministerio ordenado el referente principal, ya que el obispo tiene la plenitud del
sacerdocio, y en función dependiente de él, como colaboradores, están los presbíteros –
LG 28-. El Vaticano II supera la clásica formulación del axioma: el presbiterado da
poder sobre el cuerpo real de –eucarístico de Xto- y el episcopado da poder sobre el
Cuerpo místico –la Iglesia-. Según el concilio, el ministro ordenado en la Iglesia es por
excelencia el Obispo, el cual participa con plenitud del sacramento del orden. El
presbítero, en cambio, no posee tal plenitud y depende del obispo en el ejercicio de su
potestad, y viene descrito como cooperador del orden episcopal que prolonga la acción
del obispo en cada comunidad local xtna y que hace visible en cada lugar a la Iglesia
Universal –LG 28- Los presbíteros configuran su ministerio pastoral global a imagen
del ministerio apostólico y sacramental de JC. De ahí que participen del sacerdocio
apostólico del obispo en la iglesia, por el anuncio del evangelio –munus docendi-, la
celebración de los sacramentos –munus santificandi- y la oración por el pueblo. PO
ofrece una síntesis del ministerio sacerdotal de los presbíteros cuando propone, por una
parte, su sacramentalidad a partir de la misión conferida por Jc a los 12, y por otra, su
dimensión eclesiológica al reconocer su íntima y necesaria unión de l presbítero con el
obispo. Los presbíteros se configuran con Xto cabeza de la iglesia, y por tanto,
participan de la capitalidad eclesial, pero precisa que dicha capitalidad la ejercen como
cooperadores del obispo.

5
A partir de la categoría de apostolicidad, entendida genéricamente como aquella
realidad fundamental que constituye a la iglesia como iglesia de JC, el sacramento del
orden ha de entenderse como signo e instrumento de la fundamentación apostólica de la
Iglesia, que expresa y realiza su esencial referencia a JC, concretamente a través de la
predicación –martyría, kerigma, didaskalía; el culto –leitourgía-; la comunión fraterna –
koinonía- y el servicio al reino –diakonía-.

d. Dimensión cristológica y pneumatológica del ministerio ordenado

-Dimensión cristológica4

La relación con el Dios trinitario configura la identidad sacerdotal y por ello constituye
la fuente del ser y también del obrar del sacerdote. La identidad, el ministerio y la
existencia del presbítero están, por tanto, relacionados esencialmente con las 3 personas
divinas, en orden al servicio sacerdotal. Si todo xtno, está, por medio del bautismo, en
comunión con Dios uno y trino, es también cierto que, a causa de la consagración
recibida con el sacramento del Orden, el sacerdote es constituido en una relación
particular y específica con el Padre, el Hijo y el E.S. Si la dimensión trinitaria une al
ministro con el mismo ser de Dios, de cuyo dinamismo intrapersonal y salvífico
participa, esta vinculación tiene un rango si cabe más concreto al referirse a Cristo, de
cuyo sacerdocio participa. El sacerdote por la misión conferida por JC a los 12 y en
virtud del sacramento que ha recibido queda configurado en su ser, y por ende en su
vivir, con Xto sacerdote, al ser enviado de Xto, se define ministerialmente desde Cristo,
de ahí que, como ha enseñado Vaticano II, actúa siempre en persona de Xto, es decir, en
nombre y representación de Xto. El ministro no solo actúa desde Xto, sino que se define
en naturaleza sacerdotal desde la relación personal con Xto, que le asume y capacita
para actuar en su nombre dentro de la Iglesia. Es cierto que el presbítero es un
cooperador del obispo en las labores pastorales de la Iglesia, pero su entidad
sacramental en la Iglesia, aquello que es y que le constituye arranca directamente de
Xto, de cuyo sacerdocio participa y al que sirve como instrumento que dentro de la
Iglesia trabaja en su nombre. Por eso se dice que el orden imprime carácter puesto que
confiere una especial consagración a Xto y a la Iglesia.

-Dimensión pneumatológica5

Pastores dabo vobis 15: El NT es unánime al subrayar que es el mismo Espíritu de Xto
el que introduce en el ministerio a estos hombres, escogidos entre los hermanos.
Mediante la imposición de las manos, que transmite el don del ES, son llamados y
capacitados para continuar el ministerio apostólico.

En la ordenación presbiteral, el sacerdote ha recibido el sello del Espíritu santo,


que ha hecho de él un hombre signado por el carácter sacramental para ser, para
siempre, ministro de Cristo y de la Iglesia. Asegurado por la promesa de que el
Consolador permanecerá “con él para siempre” (Jn 14, 16-17), el sacerdote sabe que
4
Catecismo 1581-1582.
5
Catecismo 1585.

6
nunca perderá la presencia ni el poder eficaz del Espíritu Santo, para poder ejercitar su
ministerio y vivir la caridad pastoral como don total de sí mismo para la salvación de
los propios hermanos.

Es también el Espíritu Santo, quien en la ordenación confiere al sacerdote la


misión profética de anunciar y explicar, con autoridad, la Palabra de Dios.

Insertado en la comunión de la Iglesia con todo el orden sacerdotal, el presbítero


será guiado por el Espíritu de verdad, que el Padre ha enviado por medio de Jesucristo,
y que le enseña todas las cosas recordando todo aquello, que Jesús ha dicho a los
apóstoles. Por tanto, el presbítero, con la ayuda del Espíritu Santo y con el estudio de la
Palabra de Dios en las Escrituras, a la luz de la tradición y del Magisterio, descubre la
riqueza de la Palabra de Dios, que ha de anunciar a la comunidad, que le ha sido
confiada.

Mediante el carácter sacramental e identificando su intención con la de la


Iglesia, el sacerdote está siempre en comunión con el Espíritu Santo en la celebración de
la liturgia, sobre todo de la Eucaristía y de los demás sacramentos.

En cada sacramento, es Cristo, en efecto, quien actúa en favor de la iglesia, por


medio del Espíritu Santo, que ha sido invocado con el poder eficaz del sacerdote, que
celebra in persona Christi.

La celebración sacramental, por tanto, recibe su eficacia de la palabra de Cristo,


que es quien le ha instituido, y el poder del Espíritu, que con frecuencia la Iglesia invoca
mediante la eplíclesis.

Esto es particularmente evidente en la plegaria eucaristía, en la que el sacerdote,


invocando el poder del Espíritu sobre el pan y el vino, pronuncia las palabras de Jesús, y
actualiza el misterio del Cuerpo y de la Sangra de Cristo realmente presente, la
transubstanciación.

Es, en definitiva, en la comunión con el Espíritu Santo donde el sacerdote


encuentra la fuerza para guiar la comunidad, que le fue confiada y para mantenerla en la
unidad querida por el Señor. La oración del sacerdote en el Espíritu Santo puede
inspirarse en la oración sacerdotal de Jesucristo. Por lo tanto, debe rezar por la unidad
de los fieles para que sean una sola cosa, y así el mundo crea que el Padre ha enviado al
Hijo para la salvación de todos.

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