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La Operación Cóndor.
El plan principal del expresidente fue criminalizar a esta gente. Dado que era
imposible hacer ilegal ser negro, protestar o ser hippie, Nixon recurrió a los medios
de comunicación y al impacto que estos producían en la población; era posible hacer
que el resto de la gente pudiera asociar a estos grupos de personas con drogas
como la heroína o la marihuana y, por lo tanto, afectar su movimiento. Ehrlichman
confesó que así podían ir a sus casas, catearlos, arrestar a sus líderes y humillarlos
públicamente. Durante la misma entrevista, Ehrlichman dijo algo que demuestran
las medidas que el gobierno estadounidense estuvo dispuesto a tomar: “¿sabíamos
que mentíamos sobre las drogas? Claro que sí” (Proceso, 2016).
Por eso la Operación fue lanzada desde los Estados Unidos con el apoyo del
gobierno mexicano en turno. Un artículo escrito por la Jornada explica que el boom
de las drogas en Estados Unidos inició el tráfico de drogas desde Sinaloa. México
dejó de ser un país de paso para transportar la droga sudamericana al norte del
continente y comenzó a ser uno de los mayores productores de esta. Además, con
el desmantelamiento de la ruta turco-francesa de abastecimiento de la heroína,
producto del opio, México pasó a ser el principal proveedor de Estados Unidos de
esta droga (Cano, 2009).
El cártel no pasó por debajo del radar del gobierno estadounidense quien
presionaba constantemente al gobierno mexicano para que actuara en contra de
este grupo. En 1981, la DEA mandó a un agente encubierto al rancho El Búfalo, el
cual era una nueva propiedad para el cártel, que se encuentra en Ciudad Jiménez,
Chihuahua. El nombre de este exagente fue Enrique Camarena Salazar, conocido
como el famoso “Kiki” Camarena. Con Salazar también trabajaba un piloto de la
Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), Alfredo Zavala Aguilar;
documentaron que en el rancho habían más de 10 mil toneladas de marihuana
(Galarza, 2013).
Para 1985, cuatro años después, el cártel ya contaba con un poder y un éxito
que los hacía resonar en la sociedad, y para ese entonces ya sabían quienes eran
Salazar y Alfredo. El 7 de febrero del mismo año secuestraron, torturaron y
ejecutaron a los dos infiltrados. Con este suceso el gobierno americano presionó
más al mexicano e iniciaron la cacería de los narcotraficantes por medio de una
estrategia militar llamada Operación Leyenda. Si bien se buscaba cazar a los
integrantes, en realidad el objetivo principal fue detener a Caro Quintero, el líder del
cártel.
La razón por la que los policías creían que atendían una llamada de secuestro
fue porque Caro Quintero se encontraba con Sara Cosío Vidaurri Martínez, la
sobrina de Guillermo Cosío Vidaurri, secretario general del gobierno del Distrito
Federal en ese periodo, quien había pedido a las autoridades del país y de los
países centroamericanos su búsqueda inmediata. No obstante, cuando los
detuvieron a ambos, Sarah dijo: “yo no estoy secuestrada… yo estoy enamorada de
Caro Quintero” (Excelsior, 2013).