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PINTURA POR LA PAZ

Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos
artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y
tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo
rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura
pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso
del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua.
Todo esto no se revelaba para nada pacífico.
Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En
este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir del la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un
pajarito en su nido...
- ¿Paz perfecta...?
- ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda.
- ¿Sabes por qué?
Explicó el rey: "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que
a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero
significado de la paz."
FIN

EL SUEÑO DE MARTIN LUTHER KING


El sueño de Martin Luther King El nombre de Martin Luther King está innegablemente ligado a la equiparación de derechos
entre blancos y negros, es decir, a la lucha contra el racismo y la xenofobia. Su discurso más conocido se titula “Tengo un
sueño” (I have a dream). En el año 1964 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a toda su
trayectoria. Murió muy joven, con solo 39 años, cuando un hombre le asesinó en plena calle. Pero vamos a conocer algo
más de la importante figura de Martin Luther King.

Nació en Atlanta (EE.UU.) en 1929 y estudió Teología en la ciudad de Boston. Con solo 15 años empezó a estudiar la Biblia
y después se licenció en Teología. Con 25 años se convirtió en sacerdote en la ciudad de Montgomery. Luther King siempre
tuvo a Gandhi como referente y en él se inspiró para defender los derechos civiles de las personas negras que por aquel
entonces sufrían una grave discriminación. Por ejemplo, no podían viajar en los mismos autobuses que los blancos ni
compartir espacio de trabajo o escuela. Al poco tiempo, Luther King se convirtió en un personaje conocido en todo el
mundo por su lucha pacífica por los derechos civiles.

En 1960 comenzó en Alabama una campaña que tuvo repercusión en todo el país. Esto le llevó a la cárcel pero consiguió
para los negros igualdad de acceso a los comedores, bibliotecas y parkings. En el verano de 1963 reclamó el derecho al
voto para las personas negras y una mejor educación en los estados del sur, donde el racismo era más evidente. El 28 de
agosto de ese mismo año lideró una marcha en la capital de EE.UU, Washington, y pronunció su famoso discurso “Tengo
un sueño”. Ese día le escucharon más de 200.000 personas.

El sueño de Martin Luther KingUn año después le dieron el Premio Nobel de la Paz por su resistencia no violenta a la
discriminación racial en Estados Unidos. De hecho, donó los 54.600 dólares del premio al movimiento de derechos civiles.
Como decimos, tristemente un preso blanco que se había fugado de la cárcel lo asesinó en 1968. Nos quedamos con una
de sus frases más célebres: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”.

QUIERO LA PAZ

El Rey del corazón vivía muy triste, su reinado podría ser el más rico y próspero de todos, pero en cambio, siempre
había guerra en rodas las regiones de su territorio.

Está situación entristecía mucho al Rey, porque no quería dejar a sus hijos un legado con odios y rencores. Estuvo meses
buscando soluciones, habló con todos los sabios del reino y alrededores. Aplicó todos los consejos, pero ninguno fue
efectivo.
Una mañana, salió a pasear por su jardín, se sentó en una roca y lloró, por no encontrar una solución. Algunas de sus
lágrimas, cayeron sobre una hoja caída de un árbol, donde se encontraba un duende durmiendo, que se despertó al
sentirse mojado por las lágrimas que le habían caído.

-¿Qué le pasa alteza? ¿Por qué llora si lo tiene todo en la vida? Le preguntó el duende.

- Puedo tener todas las riquezas del mundo, pero el reino de mi corazón está en guerra y esto me entristece.

El duende se acerco al Rey, y le dijo:

- Usted Alteza lo ha dicho, Usted tiene la respuesta.

-¿Qué quieres decir duende?

-Sólo habrá paz en su corazón, cuando la haya encontrado en su corazón.

-Y ¿Cómo puedo encontrarla? Pregunto el Rey.

-Eso depende de ti. Afirmó el duende. -Tienes que pasar tiempo contigo mismo, conocerte, descubrir tus sentimientos,
ver lo bueno y lo malo que hay en ti, poner soluciones a tus conflictos, pedir perdón a quien hayas dañado, saber perdonar.
Ayudar a tus vecinos y compañeros, compartir todo lo que tienes, Abrir los brazos a nuevos y antiguos amigos. Aprender
de los demás, sentirte y hacer sentir a los demás libres. Pedir un deseo a una estrella, Aprender a ser tu mismo. La paz la
encontraras cuando te des cuenta que eres diferente a los demás, pero aún así no hay personas ni mejores ni peores, solo
diferentes, y solo nosotros decidimos como somos.

Estas palabras del duende, el Rey las gravo en su corazón y las trasmitió cada vez que tenía oportunidad, y poco a poco la
paz reinó en su corazón.

TENGAMOS LA FIESTA EN PAZ


En todos los colegios hay niños altos, niños bajos, rubios, morenos, con los ojos azules o verdes. Existen tantos tipos de
niños como pueden existir tipos de personas.
En la clase de Jonás solamente había diez niños, no son muchos ya lo sé, pero eran los suficientes para armar una rebelión
diaria. Su profesora Martina intentaba por todos los medios habidos y por haber, que su clase fuese un grupo organizado,
responsable y respetuoso, pero no lo lograba.
Nunca se ponían de acuerdo para las tareas en grupo, a Jacinto nunca le escogían libremente para jugar porque necesitaba
muletas para caminar, sin embargo dibuja y coloreaba que daba gusto, a su vez él no dejaba que los demás metiesen baza
cuando hacían murales o trabajos todos juntos. A Marisa tampoco la escogían para jugar a las peluquerías porque siempre
venía perfectamente peinada de casa, con sus trenzas sus horquillas y sus lazos, Marisa tenía un don natural para la
organización, pero tampoco dejaba que otros impusieran sus ideas si tenían que hacer algún trabajo.
Así que dar clase a diez niños tan dispares, con personalidades tan marcadas era un reto diario para Martina.
Para conmemorar el día mundial de la paz y la no violencia, el colegio organizó un acto multitudinario, en el que todas las
clases y todos los niños participarían.
Aquella mañana Martina después de pedir silencio y atención como cien veces expuso el proyecto…
-¡Niños… niños….atended! nuestro colegio va a realizar un evento especial para conmemorar el próximo día 30 de enero
el día de la paz y la no violencia, cada clase presentará un proyecto, así que nosotros también lo tendremos que hacer
Automáticamente las ideas surgieron desde cada lugar donde había un niño sentado en aquella clase, uno que un desfile,
otro que si un mural gigante, que si una obra de teatro, que si un cuento… que si juegos.
Lo que para que funcionase bientenía que hacerse y decirse con calma, comenzó con un revuelo de ideas sin dirigir. Martina
frunció el ceño, se sentó en la mesa y se tapó la cara con las manos en señal de protesta. Y aunque no lloraba estuvo muy a
punto de hacerlo. Lucia se dio cuenta mientras permanecía sentada en su pupitre, era evidente lo triste que se estaba
poniendo su profesora y se acercó para preguntarla.
-¡Seño… seño! ¿Está llorando?
-¡Aun no!
-¿Entonces piensa llorar?
-Sois imposibles no os ponéis de acuerdo ni para celebrar el día de la paz, ya no séqué hacer….
Lucia entendió que se estaban comportando muy mal. Se fue corriendo hacia su pupitre, extrajo un libro de su cartera, lo
abrió… se subió a la mesa de la profesora y comenzó a leer en voz muy… muy… alta
-Yo soy un árbol, en mis ramas anidan los mejores valores de la humanidad, tengo los frutos de la compresión, de la igualdad,
de la amistad, de la solidaridad, entre otros. Quien se guarece bajo mi sombra haya la paz y la concordia. Me crezco con la
necesidad, pues soy capaz de extender mis ramas tanto como sea necesario abarcar ¿Me conoces, sabes quién soy?
Toda la clase incluida la profesora guardó silencio mientras Lucia leyó aquellas palabras, y Genaro desde el fondo de la
clase contestó
-¡Es el árbol de la paz!
-¡En efecto! –Contesto Lucia y prosiguió – nuestra clase debería ser un árbol de la paz, y cada uno de nosotros ser un fruto
de sus valores, porque esta clase es como un ejemplo de guerra e intransigencia, y no de paz, y… ¡yo compañeros! ¡Os digo
que ya estoy más que harta de tanta rivalidad mal lograda! ¡Unámonos en armonía… con lógica y en grupo! ¡Seamos el
mejor árbol de la paz jamás expuesto!
Ahora entenderéis que la mejor virtud de Lucia era la oratoria, todos se quedaron callados sin decir mucho. Pues no sabían
muy bien por donde comenzar. Hasta que de nuevo prosiguió con su discurso para darlo por concluido.
-Nuestra profesora nos conoce muy bien, sabe perfectamente cuáles son nuestras cualidades, debemos escucharla y dejarnos
guiar por ella, si nos dirige alguien que mire por el interés de todos, sin menos preciar ni desvalorar a nadie, seremos un
equipo ganador, Os lo pido compañeros… seamos la mismísima paz representada en grupo.
Y como si aquellas palabras fuesen mágicas, de repente el caos se convirtió en virtud. Fue la mismísima paz quien fue capaz
de limar asperezas y aunar fuerzas, para que todo saliese a la perfección.
Aquellos diez niños organizaron una obra de teatro, donde tuvieron que realizar murales para el decorado, cantar,
disfrazarse, jugar, desfilar, orar… contar cuentos, y lo que es mejor lo hicieron todos desde el respeto mutuo, desde la
compresión, limando diferencias, y salvando cada obstáculo que se presentaba en grupo. Todo esto lo hicieron sin enfados,
sin gritos, sin riñas, lo hicieron en perfecta armonía y coordinación, porque el respeto mutuo es lo primero que se necesita
para sembrar la paz.
A su trabajo lo llamaron… ¡Tengamos la fiesta en paz! Y fue un éxito rotundo, y lo fue porque en él se reflejaron todos y
cada uno de los valores que representa la paz.
Al final de su obra recitaron juntos las palabras que Lucia leyó como simiente tan solo unos días antes, y que dieron lugar
a ese maravilloso fruto de la paz y la igualdad.
-Yo soy un árbol, en mis ramas anidan los mejores valores de la humanidad, tengo los frutos de la compresión, de la igualdad,
de la amistad, de la solidaridad, entre otros. Quien se guarece bajo mi sombra haya la paz y la concordia. Me crezco con la
necesidad, pues soy capaz de extender mis ramas tanto como sea necesario abarcar ¿Me conoces, sabes quién soy?
FIN

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