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Botana, N.

: El Orden Conservador

Cap. 1: Los orígenes del régimen del 80


La constitución de una unidad política
Cuando Urquiza derrotó a Rosas en la batalla de Caseros, vio su fin una forma
de gobierno caracterizada por una descentralización autonomista según la cual
las provincias, de lo que en aquel entonces se llamaba Confederación Argentina,
se reservaba el máximo de capacidad de decisión. El sistema benefició a las
provincias más fuertes y no contempló en los hechos, la posibilidad de transferir
mayor capacidad de decisión a un poder político que era el objetivo que
perseguía Urquiza; para ello propuso combinar la efectividad de la fuerza con la
eficacia de un acuerdo pactado por los mismos gobernadores que, mientras
apoyaron a Rosas, fueron los protagonistas naturales del régimen de
confederación.
Los gobernadores se reunieron en San Nicolás de los Arroyos y celebraron un
pacto que los comprometía a celebrar un Congreso Constituyente para organizar
políticamente a las catorce provincias. El camino elegido era el del acuerdo: los
gobernadores elaboraron un consenso por el que cedían, de modo voluntario,
una parte del poder de decisión que de antaño se reservaban.
El consenso se quebró el 11 de septiembre de 1852: Bs as no aceptó transferir el
poder que se reservaba y rechazó la nacionalización de la aduana que se tradujo
en la coexistencia armada, durante casi una década, de dos proyectos de
unidades políticas: la Confederación con asiento en Paraná y Bs As, que culminó
con la victoria de esta última en la batalla de Pavón (1861).
Tres problemas básicos: integridad nacional, identidad nacional,
organización de un régimen político
Después de Pavón el papel del presidente, definido normativamente en la
Constitución sancionada en 1853 y reformada en 1860 luego de la batalla de
Cepeda, careció de los medios necesarios para hacer efectivo el poder político
debido a la coexistencia obligada con el gobernador de Bs As en la ciudad-
capital de la provincia más poderosa. Tres presidencias: la de Mitre (62-68),
Sarmiento (68-74) y Avellaneda (74-80) protagonizaron este periodo que
culminó en 1880 con la elección de Roca.
En el transcurso de estas presidencias se manifestaron tres problemas básicos:
integridad nacional, identidad nacional, organización de un régimen político.
La primera cuestión se relaciona con la fuerza coercitiva de que dispone el poder
político para hacer frente a determinados actores que impugnan su pretensión
de monopolizar la violencia. La segunda se refiere a los mecanismos de
comunicación entre actores localizados en regiones diferentes, por cuya
mediación se van creando vínculos de solidaridad más amplios que los
anteriormente existentes. Y el tercer problema, en fin, plantea la necesidad de
desarrollar sentimientos de legitimidad compartidos acerca del valor que
merece la estructura institucional del poder político y las reglas de sucesión que
regularán la elección de los gobernantes.
La represión de caudillos pertenecientes al partido federal ilustró
dramáticamente este proceso. La reticencia de Bs As se explica por la división de
las facciones porteñas en: “nacionalistas” conducidos por Mitre y
“autonomistas” dirigidos por Adolfo Alsina. La estrategia de Mitre, decidido a
nacionalizar Bs As para subordinarla al poder central como al resto de las
provincias, se enfrentó con la exitosa oposición de Alsina quien, para conservar
las tradiciones autonomistas de su provincia, no vaciló en aliarse con los grupos
federales del interior para imponer las candidaturas de Sarmiento y de
Avellaneda.
Esta contradicción dentro de la provincia hegemónica generó una serie de
efectos que no solo influyeron sobre la integridad territorial sino también sobre
los mecanismos de comunicación que, en pasos sucesivos, identificó a los
grupos del interior con una comunidad política más amplia.
La crisis del 80
Sarmiento concluyó su presidencia luchando contra el levantamiento de 1874 y
Avellaneda se vio obligado a trasladar al pueblo de Belgrano la residencia del
gobierno nacional, cuando cundía la rebelión del gobernador de Bs As.
Organizados en una Liga cuyo epicentro fue la provincia de Córdoba,
participaron Entre Ríos, Santa Fe, Tucumán, Salta, Jujuy tejieron una trama
electoral que condujo a Roca hacia la presidencia.
El poder en Bs As se fragmentó entre los partidarios de la candidatura
presidencial del gobernador Carlos Tejedor y los porteños nacionalistas,
antiguos partidarios del autonomismo y del Partido Republicano.
La Liga de Gobernadores impuso su candidato en el Colegio Electoral en las
elecciones del 11 de abril de 1880 mientras Bs As emprendía el camino de la
resistencia armada. Dos meses después Avellaneda instalaba el gobierno
nacional en Belgrano y convocaba las milicias de Bs As, Entre Ríos, Santa Fe y
Córdoba. Roca, desde Rosario, organizaba la marcha sobre Bs As. Durante tres
sangrientos encuentros se dirimió la victoria a favor de los nacionales, de
manera que Bs As se subordinaba al poder político central.
El resultado de estos acontecimientos se tradujo en dos leyes nacionales, una
federalizó la ciudad de Bs As que, desde el 8 de diciembre de 1880, quedó
sometida a la jurisdicción exclusiva del gobierno nacional.
Cap. 2: La república posible
Alberdi y su fórmula prescriptiva
Alberdi fue el autor de una fórmula prescriptiva que gozó del beneficio de
alcanzar una traducción institucional sancionada por el Congreso Constituyente
en 1853.
Alberdi rechaza una cultura tradicional, la cultura hispánica que impide el
cambio y la innovación, y opta por otro modelo: el de los países europeos en
trance de edificar una sociedad industrial que libere al hombre de la
servidumbre de la naturaleza.
La cuestión que preocupaba a Alberdi era la de organizar un poder central,
necesariamente fuerte para controlar los poderes locales y suficientemente
flexible a una unidad política más vasta.
En la fórmula alberdiana el presidente materializa el poder central, pero no
detenta todo el poder ni tampoco ejerce un dominio irresponsable sobre la
sociedad. El gobierno responsable deriva de una legitimidad del presidente
investido por una constitución.
Para prevenir el despotismo es necesario encuadrar el ejercicio gubernamental
dentro de límites temporales precisos, otorgando a magistraturas diferentes la
tarea de legislar, ejecutar y sancionar.
Libertad política para pocos y libertad civil para todos
Los riesgos pueden emerger de los conflictos entre facciones adversas o de la
demagogia del actor con vocación de representante. Para prevenirlos es preciso
mediatizar los modos de elección de los representantes según sea la importancia
del cargo que está en juego. El diputado será directamente elegido por el pueblo,
mientras que el senador y el presidente detentaran su titulo de una elección de
segundo grado realizada en las legislaturas provinciales o en el seno de un
colegio electoral.
La oposición entre “pueblo chico” y “pueblo grande” está fundada en
argumentos que asignan a unos pocos la virtud de saber elegir y a la
muchedumbre la ignorancia de no saber elegir. El punto de vista alberdiano es,
en este sentido, francamente restrictivo.
La fórmula alberdiana prescribe la coexistencia de dos tipos de república
federativa: la república abierta y la república restrictiva. La república abierta
estaría regida por la libertad civil; en ella tienen cabida todos los ciudadanos,
nacionales y extranjeros, que hagan uso de las garantías consagradas por el
texto constitucional.
La república restrictiva, construida sobre el ejercicio de la libertad no se
circunscribe a un pequeño número de ciudadanos; un espacio cuyos miembros
se controlan a sí mismos y, a la vez, controlan el contorno que lo circunda.

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