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La regla del inglés con la que todos se confunden (y a los españoles

nos cuesta más)


Cuando los angloparlantes lo descubren, se quedan sorprendidos al
darse cuenta de que llevan toda su vida aplicando una norma que no
sabían que existía. ¿Cuál es?

Evidente para unos, traumático para otros. (iStock)


Héctor G. Barnés

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• Educación

• Clases de Inglés

• Cambridge

• Idiomas

Tiempo de lectura4 min


09/11/2017 19:26 - Actualizado: 10/08/2018 17:32
Aprender un idioma es complicado, pero no todas las reglas
gramaticales que debemos tener presentes tienen la misma dificultad.
Están las fáciles, esas en las que no hace falta que nos detengamos
demasiado porque son iguales que en nuestro idioma. Hay otras más
complejas, que debemos aprender más o menos de memoria y, sobre
todo, interiorizar. Pero existe una clase aún peor, y se trata de
las normas que ni siquiera los propios angloparlantes conocen,
aunque a veces, las apliquen sin darse cuenta. Es en este último
caso donde encaja a la que nos referimos.
Es probable que a alguien le suene por haberlo visto en clase de
inglés: a diferencia de lo que ocurre en el castellano, la
colocación de los adjetivos delante de un sustantivo no es libre,
sino que responde a un orden concreto y establecido. Así pues, según
la categoría de significado en la que encaje dicho adjetivo, irá
delante o detrás de otra palabra de su mismo tipo. Un ejemplo muy
sencillo: probablemente nunca veremos escrito “red big house” (de
hecho, ¿no suena fatal?), y sí “big red house”, puesto que los
adjetivos de tamaño deben ir delante de los de color.
Por lo general, cuanto más subjetivo sea un adjetivo, antes irá en
el orden de la frase

El orden es el siguiente, según el diccionario de Cambridge: opinión


(nuestro adjetivo valorativo; “divertido” /“funny”), tamaño
(“grande”/“big”), cualidad física (“fino”/“thin”, por ejemplo),
forma (“redondo”/“round”), edad (“joven”/“young”), color
(“rojo”/“red”), origen (“español”/“Spanish”), material
(“plástico”/”plastic”), tipo (“como si fuese un pan”/ “bread-like”)
y propósito (“para pescar”/“fishing”). Una frase ejemplo, aunque no
tenga mucho sentido:

“Strange big thin squared green american ceramic cooking pot”


Hay una constante, como habrá comprobado quien haya intentado
averiguar un patrón en este orden: que los adjetivos más
valorativos, relacionados con percepciones subjetivas, se colocan al
inicio, mientras que los neutrales van al final. Dentro de eso,
cuanto más general sea una opinión, antes irá en la frase (como en
“lovely smart animal”). Aunque parezca lioso, solemos aplicar esta
regla por pura intuición. Aunque conozcamos este listado, raramente
nos paramos a recordar el orden antes de pronunciar una frase.
Esto le ocurre también a los angloparlantes, como muestra un
artículo recientemente publicado en 'Indy 100'. Este recoge un viral
tuit del editor de cultura europea de 'The New York Times' Matthew
Anderson en el que reproduce esta regla con la frase “cosas que los
hablantes nativos de inglés sabemos, pero que no sabemos que
sabemos”. A juzgar por los más de 50.000 retuits que ha tenido el
mensaje, muchos han simpatizado con este conocimiento que aplicaban
de forma intuitiva. Algo que también suele ocurrir con la
pronunciación del inglés, tan fácil para el que se ha criado
oyéndola, tan difícil para el resto.
¿Y el español?
¿Qué ocurre en nuestro idioma, y por qué nos resulta tan difícil
entender esta peculiaridad? Es tan sencillo como que no hay ningún
orden determinado, con una salvedad que todos conocemos. Se trata,
simplemente, de que debemos colocar los adjetivos especificativos
(que delimitan su extensión significativa) después del verbo,
mientras que los explicativos, que nombran algo que es inherente al
sustantivo, se sitúan delante. Así, “la casa roja” nos llama la
atención sobre ese edificio en concreto (y no el verde o el azul),
mientras que “la roja casa” incide en explicar un rasgo de dicha
vivienda. Por lo demás, el orden de los adjetivos suele ser más bien
expresivo, según a qué pretendamos dar más relevancia.

Las 10 palabras inglesas más difíciles de pronunciar


Héctor G. Barnés
Ni siquiera aquellos que tienen el inglés como lengua materna son
capaces de no equivocarse al pronunciar algunos términos. No digamos
ya aquellos que no hablan dicho idioma de forma fluida

¿Hay alguna manera de aprender esta regla de memoria? Aunque lo más


fácil es adquirir el conocimiento mediante el uso (a poder ser, con
alguien que nos señale cuando lo hemos hecho mal), es posible
recurrir a ciertas reglas mnemotécnicas, como memorizar una frase
construida con todas las posibilidades de adjetivos y recurrir a
ella cuando nos veamos en la duda. Preferiblemente, de algún objeto
que podamos visualizar fácilmente en nuestra cabeza. No es lo más
práctico, pero nos puede ayudar a salvar la papeleta, especialmente
si tenemos que enfrentarnos a un examen escrito.
Se trata más de una cuestión de corrección que de comprensión. Al
fin y al cabo, si colocamos los adjetivos en otro orden nos seguirán
entendiendo, aunque dejaremos ver que nuestro manejo del inglés no
es perfecto. Eso sí, a diferencia de muchas otras reglas
gramaticales o sintáticas, como recuerda Tim Dowling en 'The
Guardian', es inviolable en todos los registros y en todas las
situaciones. Algo que conocen bien todos los hablantes nativos, pero
no tanto los que están aprendiendo inglés.

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