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Mientras estaba haciendo una visita de shivá a un amigo que perdió a su madre
por leucemia, vi a un joven estudiante dar una explicación detallada del enfoque
filosófico del judaísmo sobre el sufrimiento. Mi amigo, en el medio de una profunda
y dolorosa pérdida, no tenía ningún interés de escuchar una disertación filosófica.
Me senté ahí, en mi asiento, incómodamente, esperando una pausa en su
disertación para cambiar de tema. Mi amigo ocasionalmente inclinaba la cabeza
amablemente, pero yo sabía que las palabras del estudiante cortaban como
puñales.
“¿Por qué yo, Dios?”, puede ser tanto una pregunta filosófica como un llanto de
angustia. Lo primero es una demanda de claridad y requiere una contestación
intelectual. Pero, si las palabras son una expresión de angustia, cualquier
explicación racional no es sólo irrelevante, sino que es absolutamente insensible.
Una expresión de dolor requiere empatía, no respuestas; silencio, no palabras.
La pregunta: “¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?” está construida
sobre los tres siguientes de axiomas sobre Dios.
1) Todo bondad
2) Omnisciente
3) Omnipotente
Si Dios no fuese pura bondad, podría hacer maldad y aun disfrutar al infligir dolor.
¿Podría haber alguna pregunta de por qué pasan cosas malas a gente buena?
Si Dios no fuese omnisciente, podrían pasar cosas malas porque Él no sabría todo
lo que está ocurriendo en el mundo. Si Él lo supiese, seguramente le pondría un
fin a la situación.
Si Dios no fuese omnipotente, las cosas malas podrían pasar simplemente porque
podría haber fuerzas en el mundo más allá del control de Dios, enfermedades y
desastres naturales demasiado poderosos para Dios. Sólo podemos pedirle a Dios
que se ocupe de eventos que están en sus manos.
Pero hay otro lado del amor, tan esencial como el primero, sin el que ningún amor
puede estar completo: disciplina. Imagina una madre recibiendo una llamada del
supermercado local, pidiéndole que vaya a buscar a su hijo adolescente quien ha
sido atrapado robando. La madre cree que actuar bien como padre es reforzar
positivamente lo enseñado, sólo expresiones cálidas y amorosas son aceptables,
las críticas no son aceptadas. Durante el camino a casa, el hijo espera
silenciosamente por la reacción de su madre. Ella le da a él una gran sonrisa y le
dice: “¡Has tenido un día tan ocupado, debes estar famélico! ¿Qué quieres de
cenar?” El incidente del robo nunca fue mencionado.
Dos días después, la madre recibe un llamado de la policía para que vaya a la
estación. Su hijo ha sido atrapado robándole a una señora anciana. Ella paga la
fianza y le da a su hijo un gran abrazo. “¡Mi pobre amorcito! Este no es lugar para
ti. ¡Debes haber estado tan asustado!” ¿Qué crees que pasará mañana? Lo que el
niño realmente quiere es atención de verdad. Desesperadamente, él sólo quiere
que su madre trace la línea en algún punto, para fijar los límites y decir: “¡No! esto
está mal. ¡Estás yendo demasiado lejos!”.
La literatura judía se refiere a Dios como “Nuestro Padre que está en los
Cielos”, Avinu she-ba-shamaim. Él es un padre, no un abuelo con una larga barba
blanca. Hay una diferencia importante entre un padre y un abuelo. La relación con
un abuelo está principalmente construida sobre jésed, el lado del amor de dar,
traer regalos, pasar tiempo jugando con los nietos. Cuando hace falta disciplina,
los padres entran en la escena. Dios se relaciona con nosotros como un padre; Su
amor es completo, expresado a través tanto de dar como de disciplinar. Por lo
tanto, cuando algo malo ocurre, el primer paso debería ser tratar de entender lo
que nuestro Padre nos está enseñando.
Nos están enseñando una lección, no castigando. La adversidad puede ser una
llamada de atención de parte de Dios para que despertemos, animándonos a
explorar nuestras acciones y ver en dónde nos estamos saliendo del curso.
“¿Me prometes?”
“Te prometo”.
Son las ocho en punto y él todavía no está allí. Rajel comienza a agitarse. Son las
ocho y diez y aun no ha llegado. Ahora ella está enojada. A las ocho y media ella
no puede creer que él la decepcionó de nuevo. Ella se siente herida y rechazada.
Miremos a otra pareja, Shoshana y David. Ellos han estado casados por diez años
y aprecian muchísimo el amor que cada uno tiene por el otro. Shoshana le dice a
David que esté a las ocho y que trate de no llegar tarde.
Dios podría haber dicho: “Yo soy el Señor, tu Dios, quien creó los cielos y la tierra”.
¿Qué podría haber sido más impresionante que eso?
Apreciar el rol activo de Dios en nuestras propias vidas nos dará la misma
confianza. Demasiado a menudo nosotros damos por sentadas las innumerables
bendiciones que Dios nos ha dado, y pasamos por alto la relación especial que
tenemos con Él. Tendemos a olvidar que somos los recipientes de una miríada de
regalos preciosos, que hay un Ser que nos da el regalo de la vida, la habilidad de
ver, y la facultad de oír, que cada instante de nuestra existencia es un magnífico
regalo de vida.
Recibiendo el mensaje
Luchar exitosamente con el sufrimiento requiere que veamos todos los eventos
como significativos. Los eventos en nuestra vida no son meras coincidencias o
accidentes aleatorios que no tienen nada que ver con un Ser intencionado. Si Dios
es omnisciente, omnipotente y toda bondad, nada ocurre al azar.
Vivir con esta actitud nos permite ver la mano de Dios en nuestra vida diaria. Yo
tuve una amiga que era adicta al trabajo, trabajaba todos los días desde temprano
en la mañana hasta tarde en la noche. Su trabajo era la única fuente de sentido y
felicidad en su vida, y ella estaba esperando ansiosamente una promoción que le
trajera más responsabilidad y más demanda horaria.
Un día ella se cayó de un caballo y se rompió la pierna. No hace falta decir que
estaba enojada con el momento en el que se accidentó, pero eso probó ser la
menor de sus preocupaciones. La fractura era muy complicada, y después de
tener una serie de enyesados por varios meses, aún no sanaba. Para ese
momento, su ausencia en el trabajo le ocasionó la pérdida de la promoción que
estaba buscando. “¿Por qué yo, Dios?”. Al final ella tuvo que ser enchufada a una
máquina especial doce horas al día que enviaba impulsos electromagnéticos a
través de su pierna para estimular el crecimiento de células óseas. Ella tenía que
volver temprano del trabajo todos los días, y una vez enchufada a la máquina, no
podía hacer nada salvo leer, mirar televisión y pensar.
Y ella pensó. Ella comenzó a considerar la vida estresante que había estado
llevando y a preguntarse hacia dónde estaba yendo.
A propósito, no tenemos que esperar que Dios nos envíe un mensaje directo para
despertarnos. Un tonto aprende de sus propios errores, un hombre sabio aprende
también de los errores de los demás. El mensaje no solamente es para el que está
sufriendo, también hay un mensaje para todos los que lo oyen.
A veces, no podemos entender claramente por qué ocurren ciertos eventos, y nos
sentimos cegados por una capa de oscuridad, imposibilitados de perforarla para
ver la luz. ¿Qué hacemos en ese momento?
Imagina un padre fascinado con un libro, que ve, de reojo, a su hija de dos años
caminando hacia un tomacorriente (enchufe) con un clip metálico en su mano. El
padre cierra su libro y grita “¡Rivka detente!”. Rivka continúa caminando hacia el
tomacorriente.
Porque los niños tienen una perspectiva inmadura del mundo, ellos no pueden ver
toda la imagen. En la mente de Rivka, ella estaba simplemente jugando con un
clip inofensivo y recibió una cachetada sin ninguna razón. El padre, por supuesto,
estaba salvando a su hija de ser electrocutada. La cachetada fue por su bien.
Cuando Rivka sea mayor, ella podrá mirar hacia atrás y ver el episodio desde una
perspectiva más madura y analizar las cosas bajo una luz completamente
diferente.
Todo individuo tiene una misión única que realizar. El incontable número de
eventos que ocurren en la vida de uno converge en profunda sincronía para
consumar un destino más elevado, en relación al plan divino. Así, la suma total de
la vida de una persona manifiesta una contribución única hacia la perfección del
mundo.
“No hay hecho, pequeño o grandioso, cuyo objetivo final no sea la perfección
universal, como fue dicho por nuestros sabios (Brajot, 60b): ‘Todo lo que es
hecho por el Cielo es para bien’. Dado que en el tiempo venidero, El Santo,
Bendito Sea, hará saber Sus caminos... mostrando como aun los castigos y
la adversidad eran precursores de bien y preparación para bendición.
Porque El Santo, Bendito Sea, sólo desea la perfección de Su
creación”. Daat Tevunot, Rabino Moshé Jaim Luzzato.
Cuando el trabajo está en la mitad, nos podemos preguntar sobre las manchas
negras que desentonan y sobre los hilos grises que salen. Hay momentos en los
que sólo podemos ver el lado del revés del tejido, que parece caótico y confuso.
Sólo una vez que está completo se puede apreciar su belleza final.
En realidad, todos los eventos, los “buenos” y los “malos”, provienen de la misma
fuente, Un Dios que es sólo bondad.
De una fuente
El Talmud (Pesajim 50a) trae la cita: “…en ese día, Dios será Uno y Su
Nombre será Uno” (Zacarías 14:9), y pregunta:“¿Acaso no es Dios Uno
hoy?”.
Pero en el Mundo Venidero, el Talmud continúa, cuando el destino del mundo sea
develado y cada individuo esté completo, obtendremos la perspectiva completa.
Podremos mirar hacia atrás y sentir cómo todas las cosas, aun los mayores
trastornos, fueron para bien. Cada giro y cada vuelta, personal y global, habrá sido
una máxima expresión de la naturaleza perfecta de Dios.
Mucho de nuestro sufrimiento nos lo causamos nosotros mismos. Sólo lee los
titulares de cualquier periódico. Somos maestros en causar grandes cantidades de
sufrimiento a los demás y a nosotros mismos, dolor sicológico y físico, y no
podemos culpar a nadie más que a nosotros mismos.
Posiblemente cuestionamos a Dios por darnos el libre albedrío tan amplio como
para causar tales estragos. ¿Por qué darnos el poder para herir y matar? ¿No
hubiese sido un lugar mejor si el mal hubiese sido restringido, limitando el espectro
de nuestro libre albedrío?
Protegernos de las consecuencias potenciales de
nuestras elecciones hubiese disminuido el propósito
y el significado de la vida.
Limitar el alcance del libre albedrío podría haber hecho del mundo un lugar más
seguro, pero protegernos de las consecuencias potenciales de nuestras
elecciones hubiese disminuido el propósito y el significado de la vida. Es nuestra
habilidad de escoger lo que nos hace diferentes de los robots. El libre albedrío nos
da la independencia y responsabilidad personal sobre las consecuencias de
nuestros actos, dando importancia a cada una de nuestras elecciones. Si nuestras
elecciones fuesen limitadas, nuestra independencia sería reducida,
comprometiendo el significado más grande de nuestra existencia.
Esto podría estar en contradicción con la naturaleza perfecta de Dios. Dado que
Dios es perfecto, Su creación debe tener la oportunidad de alcanzar el máximo
sentido y perfección. Cualquier cosa menor sería un acto de flagrante
imperfección.
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno” (Bereshit,
1:31).
“’y he aquí que era bueno’, se refiere al iétzer hatov, la inclinación hacia el
bien; ‘y he aquí que era muy bueno’, se refiere al iétzer hará, la inclinación
hacia el mal” (Bereshit Rabá 9:7).
Cuando tratamos de vivir con la consciencia de que todos los eventos sirven a un
propósito más elevado, y son precisamente lo que necesitamos en ese momento,
podemos lentamente aprender a reconocer el bien verdadero que yace debajo de
cada situación. Luchar con el sufrimiento nos permite utilizar cada experiencia
como una herramienta para la elevación, viéndolo como una lección personal vital
y como una oportunidad de fortalecer nuestra confianza en la infinita bondad de
Dios. Saber que hay un propósito constructivo y sentido en los tiempos difíciles
que enfrentamos, puede que no elimine el dolor, pero lo hace más tolerable.