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 Francis Fukuyama: El fin de la historia y el último hombre.

1992

Capítulo 26: Hacia una unión pacífica

La política del poder continúa prevaleciendo entre los Estados que no son democracias liberales.
La llegada tardía de la industrialización y del nacionalismo al tercer mundo conducirá a una tajante
distinción entre la conducta de gran parte de ese tercer mundo y la de las democracias. Para el
futuro previsible, el mundo estará dividido entre una parte poshistórica y una parte todavía
aferrada a la historia 1. En el mundo poshistórico, el eje pcipal de la interacción entre los Estados
será económico y en él perderán cada vez más importancia las viejas reglas de la política de poder.
Habrá considerable competencia económica pero apenas ninguna militar. El mundo poshistórico
estará todavía dividido en naciones-estado, pero sus nacionalismos separados habrán hecho la paz
con el liberalismo. Se erosionarán muchos rasgos de soberanía por la unificación de mercados y
producción.

El mundo histórico estará todavía fisurado por una diversidad de conflictos religiosos, nacionales e
ideológicos, dependiendo del grado de desarrollo de cada país. Seguirán aplicándose las viejas
reglas de la política de poder. La nación-estado seguirá siendo la sede principal de la identificación
política.

La línea fronteriza entre los dos mundos está cambiando rápidamente y es difícil trazarla. La URSS
pasa por una transición entre uno y otro y su ruptura dará lugar a una serie de estados sucesores,
entre los cuales unos tendrán éxito en la transición hacia la democracia liberal y otros no. La China
de la Plaza Tiananmen está lejos de haber establecido la democracia, pero su política exterior se
ha vuelto cecientemente burguesa.

Los países mayores de AL (México, Brasil y Argentina) han pasado del mundo histórico al
poshistórico durante la generación anterior. Se hallan ligados por la interdependencia económica
a las otras democracias industriales.

Los mundos histórico y poshistórico mantendrán existencias paralelas pero separadas, con poca
interacción entre ellos. Habrá ejes en torno a los cuales esos mundos colisionarán. El primero es el
petróleo. La producción de petróleo sigue concentrada en el mundo histórico y es crucial para el
bienestar del mundo histórico.

El segundo eje es menos visible ahora: la inmigración. Las corrientes, que han ido creciendo en los
años recientes, podrían acelerarse debido a las perturbaciones políticas en el mundo histórico. La
ruptura de la URSS o el estallido de violencia étnica en Europa del Este serían motivos de
transferencia de masa de población.

Ha resultado muy difícil para los países poshistóricos impedir la inmigración y ello por dos razones.
Primero, han tenido dificultad en formular un pcipio justo, que no parezca racista o nacionalista,
para excluir a los extranjeros, decisión que violaría los pcipios universales con los cuales están
comprometidos como democracias liberales. La segunda razón es económica: casi todos los países
desarrollados han experimentado escasez de mano de obra no calificada o semi-calificada, de la
cual hay un inagotable excedente en el tercer mundo.

1
corresponde en parte a la vieja distinción Norte-Sur
El tercer eje de interacción se relacionará con aspectos del orden mundial. Muchos estados
poshistóricos formularán un interés abstracto por impedir la extensión de ciertas tecnologías al
mundo histórico. Estas tecnologías incluyen armas nucleares, misiles balísticos, armas químicas y
biológicas. En el futuro, las cuestiones referentes al orden mundial pueden abarcar ciertos
intereses del medio ambiente.

Como doctrina prescriptiva, la concepción realista en las RRII continúa siendo relevante a
despecho de los avances de la democracia en los años 70 y 80. La mitad histórica del mundo
persiste en funcionar de acuerdo a pcipios realistas, y la mitad poshistórica ha de emplear
métodos realistas cuando trata con la parte que está todavía en la historia. La fuerza continuará
siendo la última ratio en sus relaciones mutuas.

Como modelo descriptivo, de cómo funciona el mundo, el realismo deja mucho que desear. A lo
largo de la historia,han cambiado tanto los pcipios de legitimidad como las RRII. Las guerras se han
librado por objetivos muy distintos en cada época. No hay un interés nacional objetivo, sino una
pluralidad de intereses nacionales definidos por los pcipios de legitimidad en juego y por los
individuos que los interpretan. La paz surgirá de la naturaleza específica de la legitimidad
democrática y de su capacidad de satisfacer la aspiración humana de reconocimiento.

El moralismo tradicional de la política exterior americana, con su preocupación por los DDHH y los
valores democráticos, no está completamente desplazado.

Nadie abogará por una política de desafíos militares a los estados no democráticos que disponen
de poderosas armas, especialmente las nucleares. Las democracias que escogen sus amigos y
enemigos por consideraciones ideológicas tendrán a largo plazo aliados más seguros y duraderos.

La conducta pacífica de las democracias sugiere que EEUU y otras democracias tienen un interés a
largo plazo en proteger la esfera de la democracia en el mundo y en extenderla cuando sea posible
y prudente.

La necesidad de que los estados democráticos trabajen juntos para fomentar la democracia y la
paz internacional es una idea casi tan vieja como el propio liberalismo. Kant había ya propuesto la
formación de una liga internacional de democracias gobernada por el dcho. Kant argumentaba
que lo ganado cuando el hombre pasó del estado de naturaleza a la sociedad civil quedaba casi
anulado por el estado de guerra que prevalecía entre las naciones.

El realismo de la posguerra se presentó como un antídoto al internacionalismo liberal, al afirmar


que el verdadero remedio para la seguridad internacional era menos el dcho internacional que el
equilibrio de fuerzas.

El evidente fracaso de la Soc de Naciones y de las Naciones Unidas al no proporcionar una


seguridad colectiva contra los desafíos de Mussolini, japoneses y Hitler, y luego del expansionismo
soviético, ha conducido al descrédito del internacionalismo kantiano y del dcho internacional. La
encarnación de la idea kantiana fue dañada desde el comienzo al no seguirse los preceptos de
Kant. Su primer artículo afirmaba que la paz perpetua podía darse por la constitución de los
estados debía ser republicana. El segundo artículo declara que la ley de las naciones ha de
fundarse en una federación de estados libres. El dcho internacional es meramente el dcho
nacional escrito en un ámbito más amplio.
Desde el comienzo, la ONU no cumplió estas condiciones. Su carta prescindió de toda referencia a
una liga de naciones libres, para adoptar el pcipio de igualdad soberana de todos sus miembros.
Así, la URSS de Stalin fue desde el comienzo miembro fundador. Después de la descolonización, la
Asamblea Gral se pobló de estados del tercer mundo que compartían pocos de los pcipios liberales
de Kant.

Con el desvanecimiento de la GF y los movimientos de reforma en la URSS y China, la ONU ha


superado algo de su anterior debilidad. La aprobación sin precedentes por el Consejo de Seg de
saciones económicas a Irak y la autorización del empleo de la fuerza después de la invasión de
Kuwait indicaron el tipo de acción internacional que puede ser posible.

Si se quisiera crear una liga de naciones según los preceptos de Kant, es evidente que debería
parecerse más a la OTAN que a la ONU, y ser una liga de estados verdaderamente libres unidos
por su compromiso común con los pcipios liberales.

EEUU y otras democracias liberales tendrán que enfrentarse al hecho de que, con el colapso del
sistema comunista, el mundo en el que viven es cada vez menos el de la vieja geopolítica y que las
reglas y métodos del mundo histórico no son adecuadas para vivir en el poshistórico. Para éste, las
cuestiones pcipales serán económicas.

Los contemporáneos puede discutir si han alcanzado ya el mundo poshistórico, o si de la vida


internacional surgirán nuevos imperios, dictadores, nacionalismos insatisfechos ansiosos de
reconocimiento, o nuevas religiones que soplarán como las tormentas del desierto.

 Francis Fukuyama: ¿El fin de la historia?

El siglo XX vio al mundo desarrollado descender en un paroxismo de violencia ideológica a medida


que el liberalismo se enfrentaba, primero, con los residuos del absolutismo, después con el
bolchevismo y el fascismo, y, finalmente, con un marxismo puesto al día que amenazaba llevar al
apocalipsis final de la guerra nuclear. El siglo que empezó lleno de autoconfianza en el triunfo final
de la democracia liberal occidental parece cerrarse con la vuelta en círculo al mismo lugar donde
empezó: no a un "fin de las ideologías" ni a una convergencia entre capitalismo y socialismo, sino a
una victoria sin atenuantes del liberalismo económico y político.

El triunfo de Occ, de la idea de Occ, es evidente en el total agotamiento de las alternativas


sitémicas viables al liberalismo Occ. Se suma la proliferación de la cultura consumista de Occ en
contextos tan diversos como los mercados de campesinos y los televisores de color ahora
omnipresentes en toda China. Lo que estamos presenciando es el fin de la historia como tal: el
punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia
liberal occ como la forma final de gob humano. La victoria del liberalismo ha ocurrido
primariamente en el reino de las ideas o de la conciencia, pero todavía está incompleta en el
mundo real o material. Hay razones poderosas para creer que el liberalismo es el ideal que
gobernará el mundo material en el largo plazo.

I) La noción del fin de la historia no es original. Su divulgador más conocido fue Marx, que creía
que la dirección del desarrollo histórico tenía un propósito, estaba determinado por el juego de las
fuerzas materiales, y llegaría a su fin solamente con el logro de una utopía comunista que
resolvería finalmente todas las contradicciones anteriores. Pero el concepto de historia como un
proceso dialéctico con un pcipio, un medio y un fin fue tomado por Marx de su predecesor
alemán: Hegel.
Hegel creía que la historia terminaba en un momento absoluto: un momento en el que una forma
final y racional de sociedad y estado triunfaba. Hegel proclamó el fin de la historia en 1806. Vió en
la derrota por Napoléon de la monarquía prusiana en la batalla de Jena la victoria de los ideales de
la Rev Francesa, y la universalización inminente del Estado que incorporaba los pcipios de libertad
e igualdad. Las dos guerras mundiales y las revoluciones y convulsiones conseucentes
simplemente tuvieron el efecto de expandir estos pcipios espacialmente. El estado que emerge en
el fin de la historia es liberal en la medida en que reconoce y protege a través de un sistema de
leyes el dcho universal del hombre a la libertad, y es democrático en la medida en que existe
solamente con el consentimiento de los gobernados

II) Para Hegel, las contradicciones que impulsan la historia existen primero en el reino de la
conciencia humana, vale decir, en el nivel de las ideas, ideas en el sentido de grandes perspectivas
mundiales unificadoras que pueden comprenderse mejor bajo la rúbrica de la ideología.

Para Hegel, todo el comportamiento humano en el mundo material está enraizado en un estado
previo de conciencia. Este reino de la conciencia en el largo plazo necesariamente se vuelve
manifiesto en el mundo material. La conciencia es la causa y no el efecto, y puede desarrollarse
autónomamente con relación al mundo material. Marx invirtió la prioridad de lo real y lo ideal,
relegando todo el reino de la conciencia a una superestructura determinada por el modo de
producción dominante.

El prejuicio materialista del pensamiento moderno no sólo es característico de gente de izq que
puede simpatizar con el marxismo, sino también de muchos antimarxistas apasionados.

Decir que la historia terminó en 1806 significaba que la evolución ideológica de la humanidad
terminaba con los ideales de la Rev Francesa o la norteamericana.

III) ¿Hemos llegado al fin de la historia?¿Hay contradicciones fundamentales en la vida humana


que no pueden ser resueltas en el contexto del liberalismo moderno, y que serían solubles por una
estructura económica alternativa? Si aceptamos las premisas idealistas establecidas
anteriormente, la respuesta a esta preg debe buscarse en el reino de la ideología y la conciencia.
En el siglo que ha pasado, han habido dos grandes desafíos al liberalismo: los del fascismo y el
comunismo. Lo que destruyó al fascismo como idea no fue la revulsión moral universal sino su
falta de éxito. El desafío ideológico del comunismo era más serio. Marx afirmó que la sociedad
liberal contenía una contradicción fundamental que no podía ser resuelta dentro de su contexto,
la del capital y el trabajo, y esta contradicción ha constituido la pcipal acusación contra el
liberalismo desde entonces. Pero el problema de las clases en realidad ha sido resuelto
exitosamente en Occ. El igualitarismo de Norteamérica moderna representa el logro esencial de la
sociedad sin clases imaginada por Marx. Las causas de fondo de la desigualdad económica no
tienen tanto que ver con la estructura legal y social prevaleciente en nuestra sociedad, como con
las características culturales y sociales que la componen, que a su vez son el legado histórico de
condiciones premodernas.

En el fin de la historia no es necesario que todas las sociedades se vuelvan sociedades liberales
exitosas, sino meramente que acaben sus pretensiones ideológicas de representar formas
diferentes más elevadas de sociedad humana.

¿Existen contradicciones en la soc liberal que no puedan ser resueltas, más allá de las
contradicciones de clase? Dos posibilidads asoman por sí mismas, las de la religión y el
nacionalismo.
El ascenso del fundamentalismo religioso en años recientes dentro de las tradiciones cristiana,
judía y musulmana ha recibido una amplia atención. Uno se siente tentado a decir que el
renacimiento de la religión muestra una infelicidad gral con la impersonalidad y vaciedad espiritual
de las soc liberales de consumo. Sin embargo, y si la vaciedad del liberalismo ciertamente
representa un defecto no es para nada claro que eso pueda solucionarse con política. En el mundo
contemporáneo, solamente el Islam ha ofrecido un estado teocrático como una alternativa política
al liberalismo y al comunismo.

La otra contradicción importante potencialmente irresoluble por el liberalismo es la del


nacionalismo y otras formas de conciencia racial y étnica.

Pero no es claro que el nacionalismo represente una contradicción irreconciliable con el


liberalismo. En primer lugar, el nacionalismo no es solo un fenómeno sino varios, que van desde
una suave nostalgia cultural a la doctrina altamente organizada y elaboradamente articulada del
nacional-socialismo. La gran mayoría de los movimientos nacionalistas del mundo no tienen un
programa político más allá del deseo negativo de independencia de algún otro grupo o pueblo, y
no ofrecen una agenda de organización socioeconómica de ningún tipo. Como tales, son
compatibles con doctrinas y con ideologías que sí ofrecen tales agendas.

IV) La desaparición del marxismo leninismo, primero en China y después en la URSS, va a significar
su muerte como ideología viviente de significación histórica mundial. El hecho de que no haya un
solo gran estado donde un factor importante liquida enteramente sus pretensiones de estar a la
vanguardia de la historia humana. Y la muerte de esta ideología significa la creciente
"mercadización común" de las RRII, y la disminución de la probabilida de conflictos de gran escala
entre los estados.

Esto no iimplica en modo alguno el fin del conflicto internacional per se. Porque el mundo en etse
punto va a estar dividido entre una parte histórica y una parte poshistórica. Todavía sería posible
el conflicto entre los estados que aún están en la historia y aquellos que están en el fin de la
historia. Habrá un nivel alto y tal vez creciente de violencia étnica y nacionalista. Esto implica que
el terrorismo y las guerras de liberación nacional van a seguir siendo un punto importante de la
agenda internacional. Pero los conflictos en gran escala necesitan de estados grandes que todavía
esten atrapados en el puño de la historia, y éstos son los que parecen estar desapareciendo de
escena.

"Puedo sentir una nostalgia por la época en que la historia existía". Esta nostalgia va a seguir
alimentando la competencia y el conflicto en el mundo poshistórico por algún tiempo. Tal vez esta
misma perspectiva de siglos de aburrimiento en el fin de la historia sirva para que la historia
comience de nuevo.

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