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I. FORMAS DE INGRESO
En primer lugar, si la persona penada está en libertad provisional, es necesario sentencia firme
y que el juez o tribunal sentenciador dicte una orden (mandamiento) de prisión para que ingrese
en la cárcel. En segundo lugar, en aquellos supuestos en que la persona se encuentra en la
cárcel en prisión preventiva, el mandamiento de prisión debió haber sido realizado por el el
Juez de Instrucción o la autoridad judicial a disposición de quien se encontrase en el momento
del ingreso. Asimismo, es posible el ingreso en calidad de detenido (art. 23 RP).
Es relevante tener en cuenta que la presentación voluntaria lleva aparejadas una serie de
consecuencias positivas, tales como el ingreso en una cárcel concreta y su configuración como
un elemento a tener en cuenta en la clasificación y en la concesión de los permisos –indicio de
responsabilización por la conducta delictiva–.
Las personas que deban ingresar en prisión son citadas en la secretaría del juzgado y, en caso
de no acudir al llamamiento, se dictará una orden de busca y captura que aparecerá en las
terminales de los ordenadores de la policía.
II. INGRESO DE MUJERES CON HIJOS
La dirección de la cárcel debe admitir a mujeres con hijos menores de tres años, siendo
necesario que se acredite debidamente la filiación, la edad, y la ausencia de riesgo para el
niño. Esta situación deberá ser notifica al fiscal (art. 17.1 RP), quien aplicará las medidas de
protección oportunas –Ley 2/1987, de 11 de noviembre– (Instrucción FGE 6/1990, de 5 de
diciembre).
Por su parte, las mujeres que hubiesen ingresado en prisión sin los hijos menores de tres
años, estando éstos bajo su patria potestad, podrán, con posterioridad al ingreso, solicitar su
ingreso.
La persona extranjera que deba proceder al ingreso en prisión podrá comunicar su detención a
la representación diplomática (art. 520.2 LECr), así como cuando sea cambiada de cárcel.
Además, un factor relevante a estos efectos es que muchos extranjeros no quieren comunicar
el ingreso a sus autoridades por «miedo» a tener problemas en sus países de origen (causas
pendientes, entrada ilegal en España, documentación caducada).
Por otro lado, otra problemática que se suscita en estos casos es que con frecuencia no conocen
al abogado, ni la situación procesal en que se encuentran cuando se celebrará el juicio,
desconociendo también los recursos y demás cuestiones procesales relevantes.
Cuando el penado no disponga de su documentación personal, se anotarán los datos que aporte
y, en el plazo de 1 mes, si el penado no ha proporcionado dicha documentación, la cárcel
deberá iniciar los trámites para la obtención de la documentación personal –Comisaría
Provincial se tramita el INE (Número de Identidad de Extranjeros correspondiente)–.
Una vez haya tenido lugar el ingreso en prisión, en los 5 días siguientes se informa a la
Delegación del Gobierno de los datos de los extranjeros que hayan ingresado para la
aplicación de la normativa de extranjería que proceda –expediente de expulsión–. Este mismo
procedimiento se seguirá en cuanto se reciba el mandamiento de libertad (Instrucción 14/2001
de la DGIP).
IV. INGRESO DE PERSONA TRANSEXUAL
Al ingreso de una persona cuya apariencia externa corresponda a un sexo distinto al que
conste en documento oficial se efectuará un reconocimiento médico, y si coincide su apariencia
externa con los caracteres fisiológicos sexuales, será cacheado por funcionarios de igual sexo
con independencia de su documentación oficial, dejándose constancia del reconocimiento.
Una vez efectuado el referido reconocimiento médico, la persona transexual ingresará en una
cárcel o departamento que corresponda en función de su identidad sexual aparente,
independientemente de su documentación oficial.
Además, si la persona desease una operación de cambio de sexo, los servicios médicos de la
cárcel realizarán las gestiones pertinentes para que reciba el mismo trato que los pacientes
libres (Instrucción 1/2001 de la DGIP).
El tiempo efectivo de cumplimiento que se refleja en este documento parte de la condena total
impuesta en la sentencia de la que se deducen los días de detención policial y los de prisión
preventiva. El cómputo se hace en días, contando los meses en 30 días y los años en 365. Ha
de notarse que cada pena impuesta exige una liquidación individualizada.
En caso de que el penado desee conocer los datos penales y cómputos temporales reflejados en
el documento de liquidación de condena, éste puede solicitar a la oficina de régimen una hoja
de cálculo.
El penado recién ingresado en prisión ocupa una celda del departamento de ingresos,
durante un periodo máximo 5 días, salvo que por motivos de seguridad o sanitarios se aconseje
lo contrario (art. 20.3 RP).
Tras las mencionadas visitas de los profesionales y la entrevista con el resto de los miembros
del Equipo Técnico, al penado le es asignado un módulo; siendo los criterios criterios de
distribución por módulos de los penados, destacadamente, los que siguen:
– sexo,
– edad,
– antecedentes penales y penitenciarios,
– carácter doloso o imprudente del delito atribuido,
– estado físico y mental,
– delincuentes primarios,
– delincuentes multirreincidentes,
– penados con destinos de trabajo,
– penados con permisos de salida,
– penados necesitados de observación o de tratamientos específicos,
– condición del penado de miembro de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
En caso de que existiese una orden de incomunicación judicial, la persona pasará a ocupar
una celda individual en el departamento que disponga el director. La consecuencia de dicha
orden es que el penado únicamente podrá comunicarse con las personas que expresamente sean
autorizadas por el Juez que ordenó su ingreso en prisión (art. 19 RP), puesto que, de lo
contrario, se frustrarían los fines de la incomunicación (art. 510.2 LECr).
La información puede ser facilitada por funcionarios encargados del área sobre el que se
solicita la información (oficina de régimen, equipo de tratamiento, director, o el
juzgado/tribunal) mediante una instancia facilitada por el CP. Del mismo modo, el
representante legal (abogado, procurador, familiar) podrá también solicitar la información,
si bien deberá contar con un poder especial otorgado, en el que conste expresamente el
consentimiento para el acceso a sus datos personales (art. 8.2 RP).
VIII. CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN
1. Reflexione sobre las consecuencias que puede generar la cárcel a los menores de tres
años y piense sobre alguna alternativa eficaz para reducirlo o evitarlo
compatibilizándolo con las necesidades de la madre y la prevención general del delito.
2. Póngase en lugar de una persona que entra en prisión después del proceso penal o
después de estar tres días detenido –prisión preventiva–, ¿qué sensaciones le vienen?,
¿en qué ámbitos?, ¿cómo hacer para superarlas?
3. Reflexione sobre la misma situación anterior pero imagínese que ocurre en una cárcel
extranjera en la que desconoce el idioma.
Los alumnos deberán coger cinco trozos de papel y poner en ellos cinco aspectos que
den sentido a su vida como, por ejemplo, familia, hijos, mujer, madre, coche, trabajo,
correr, jugar al fútbol… cada uno lo que quiera.
Se les pide que dejen los papeles en el suelo y que cierren los ojos durante diez
minutos y escuchen un relato. Oigan lo que oigan está terminantemente prohibido
abrir los ojos. El profesor caminará por los pasillos leyendo el relato del itinerario de
una persona que ingresa en la cárcel e irá cogiendo del suelo todas o parte de las hojas
que han puesto los alumnos. Cuando acabe el relato, deberán abrir los ojos, ver qué
hojas les han quedado.
«Una noche sales de fiesta. Una fiesta con amigos en la que hay, lógicamente,
alcohol y música. A las dos de la madrugada, las personas que hay en el local, tus
amigos y amigas y tú, lleváis varias horas bailando y riendo. Casi todos habéis
tomados tres o cuatro copas. De pronto, surge una discusión en la que ves cómo a un
amigo le están golpeando. Se monta un revuelo en el que nadie controla lo que está
ocurriendo. Tú, medio mareado y asustado por la situación, empujas a una de las
personas que está golpeando a tu amigo con tan mala fortuna que cae y se golpea en
la cabeza con una mesa. Esta persona fallece. La gente se asusta y en ese momento
aparece la policía. Te detienen y te llevan a la comisaría. Te leen tus derechos, te
dejan hacer una llamada y te encierran en un calabozo con otras cuatro personas de
origen magrebí que habían sido detenidas esa misma noche en otro lugar. La noche
se hace interminable, entre la oscuridad, tus compañeros de celda, los miedos, la
incertidumbre del futuro, la persona fallecida, la impotencia del por qué a mí si tan
solo hace tres horas estaba bien.
Pasan cuatro meses. Te has adaptado porque has aprendido a protegerte. Llega el
juicio. El abogado ha venido una sola vez a verte. Parece mentira con la petición del
fiscal de 10 años de prisión por un delito de homicidio. Tú sabes que fue imprudente:
sería de 1 a 4 años, pero lo consideran doloso: de 10 a 15; la familia de la víctima se
ha personado con un abogado y todo lo hace más difícil. Te llevan al juicio; por fin
la incertidumbre se acaba. Te llevan de conducción hasta la Audiencia Provincial. Se
celebra el juicio y al final te condenan a 7 años de prisión porque han apreciado la
atenuante de grave adicción a alcohol. Siete años en los que tu mujer/marido te
pueden ver a través de un cristal durante cuarenta minutos a la semana, y una vez al
mes durante tres horas una comunicación sin cristales. Por fin con ellos a solas. Te
desnudan antes y después de salir. Pero al cabo de unos meses te ven metido en una
discusión y tienes que defenderte. Al final te sancionan y te trasladan a la cárcel de
Teixeiro en A Coruña. Tu familia sólo puede verte una vez al mes porque no puede
trasladarse todas las veces que quisiera.
I. ÓRGANOS UNIPERSONALES
A) Funciones
Las funciones del Consejo de Dirección pueden ser resumidas en las que siguen:
C) Funcionamiento
Existen dos tipos de sesiones: ordinarias y extraordinarias. Las primeras tienen lugar una vez al
mes, mientras que las extraordinarias se celebrarán cuantas veces sea necesario (art. 268.1 RP).
A) Funciones
C) Funcionamiento
Existen dos tipos de sesiones: ordinarias y extraordinarias. Las primeras tienen lugar una vez al
mes, mientras que las extraordinarias se celebrarán cuantas veces sea necesario.
A) Funciones
B) Composición
V. COMISIÓN DISCIPLINARIA
A) Funciones
B) Composición
– Presidente, que será el Director.
– Secretario, con voz y sin voto, que será un funcionario designado.
– Subdirector de régimen.
– Subdirector de Seguridad.
– Jurista.
– Jefe de Servicios.
– Un funcionario de la plantilla.
C) Funcionamiento
Existen dos tipos de sesiones: ordinarias y extraordinarias. Las primeras tienen lugar cuatro
veces al mes, mientras que las extraordinarias se celebrarán cuantas veces sea necesario.
A) Funciones
La Central Penitenciaria de Observación, dependiente del Centro Directivo, está integrada por
un grupo de especialistas que realizan las funciones siguientes: completan la labor de los
equipos técnicos de los establecimientos en sus tareas específicas; informan sobre las
cuestiones de carácter técnico que se formulen por el Centro Directivo y emiten los informes
que les requiera la autoridad judicial.
I. CONCEPTO
De conformidad con el art. 59.1 LOGP, «El tratamiento penitenciario consiste en el conjunto
de actuaciones basadas en las ciencias sociales y de la conducta directamente dirigidas a la
consecución de la reeducación y reinserción social de los penados».
Los servicios encargados del tratamiento se esforzarán también por conocer y tratar todas las
particularidades personales, sociales y ambientales del penado que puedan ser un obstáculo
para las finalidades propias de aquél, aplicando los métodos de tratamiento y todos los medios
posibles para potenciar sus capacidades de inserción en la sociedad como ciudadano
responsable y autónomo, respetando siempre los derechos no afectados por la condena.
III. PRINCIPIOS
No obstante, son muchos los instrumentos de tratamiento existentes, como la tilización de los
programas y las técnicas de carácter psicosocial que vayan orientadas a mejorar las
capacidades de los internos y a abordar aquellas problemáticas específicas que puedan haber
influido en su comportamiento delictivo anterior; o la potenciación y facilitación de los
contactos del interno con el exterior contando, siempre que sea posible, con los recursos
existentes en la comunidad como instrumentos fundamentales en las tareas de reinserción.
Destaca la utilización, en tanto sea posible, todos los métodos de tratamiento y los medios
que, respetando siempre los derechos constitucionales no afectados por la condena, puedan
facilitar la consecución de la reeducación y reinserción social de los penados.
Con todo, las actividades de tratamiento, en la realidad, son muy escasas. Si bien en algunas
prisiones se trabajan técnicas encaminadas a mejorar la aptitud social, habilidades sociales,
control de la conducta agresiva y tratamiento para delitos sexuales, a tales técnicas tienen
acceso pocos internos. Como consecuencia, la mayoría de las personas condenadas ven pasar
los días, los meses y los años en el patio, inactivos.
Las actividades de enseñanzas profesionales tampoco pueden escapar a la crítica, puesto que
son muy escasas. Efectivamente, la mayor parte son ocupacionales, temporales (en verano
todas las actividades cesan completamente), dependientes para su continuación de la existencia
de fondos económicos (algunas se paralizan en la mitad del desarrollo), condicionadas al
régimen (horarios, visitas, cacheos, dependencias, traslados, régimen disciplinario). En adición,
si quienes las imparten son personas externas a la cárcel, como ocurre con mucha frecuencia, su
continuación se hace depender de su actitud acrítica con la institución y sus trabajadores pues,
de lo contrario, esas personas no seguirán impartiendo la actividad.
V. PROGRAMAS REGLAMENTARIOS DE TRATAMIENTO
A) Salidas programadas
a) Procedimiento
b) Características
a) Procedimiento
Únicamente se requiere una autorización por el Centro Directivo (art. 115 RP).
b) Características
a) Procedimiento
b) Características
Las cárceles están diseñadas de tal modo que hacen difícil una intervención educativa efectiva,
puesto que están organizadas para que la persona presa interiorice determinadas formas de
conducta especialmente polarizadas en la sumisión a la disciplina carcelaria, haciendo que la
mayoría de las personas presas tengan que adaptarse a la dinámica desestructuradora de la
prisión para poder sobrevivir cada día.
En la práctica, de hecho, los indicadores objetivos de maduración personal que se utilizan más
son los disciplinarios, y no existe, desde luego, ninguno que detecte los deterioros personales
que inevitablemente produce la progresiva prisionización en las personas recluidas.
La disocialización comienza con una interrupción o, como ocurre con frecuencia, con una
pérdida de la relación de la persona presa con su medio familiar, social y laboral. Esta ruptura
con el mundo exterior va a provocar el comienzo de procesos de distanciamiento y desarraigo.
Implica el alejamiento de los valores, de las normas de comportamiento, y de las leyes del
mundo exterior. De esta forma se origina un sentimiento de desamparo, de vacío normativo y
de rechazo social.
En la cárcel, la persona tiene que afrontar una situación desconocida de incierta duración, de
relación de dominación/sumisión, de permanente peligro, en la que es imposible controlar los
acontecimientos. Por otra parte, altera los ritmos vitales, y origina una dependencia absoluta,
falta de iniciativa y una ausencia de expectativas de futuro. Todo ello, unido a las
humillaciones, amenazas, monotonía, violación de la intimidad, provoca el origen de nuevas
pautas de comportamiento.
La actitud permanente de desconfianza ante todos los que le rodean, frente a los compañeros,
a los funcionarios e incluso con la propia familia, se hace manifiesta. Esta actitud viene
motivada por la necesidad de desarrollar mecanismos de defensa y de autodefensa en un
ambiente hostil y agresivo.
Finalmente, al salir de la prisión existen una serie de condiciones objetivas que influyen en
el desarraigo social. En este sentido, los graves trastornos psíquicos preexistentes y los
originados por la cárcel –desconfianza, ausencia de empatía, actitudes de manipulación– la falta
de posibilidades de trabajo, la carencia de habilidades socio-laborales, la situación familiar y
del entorno social próximo y, en no pocas ocasiones, la necesidad de un tratamiento
socio-sanitario ante graves problemas de salud creados frecuentemente por el consumo de
drogas, hacen muy difícil la inserción social y la no reincidencia en las conductas delictivas.
3. Reflexione sobre la forma de asumir el reto del derecho a la reinserción social desde
una doble perspectiva: 1) preventiva: como condición para asegurar la existencia de
todos los derechos de la persona presa (vida, integridad, salud, autonomía, libertad,
seguridad, acceso a prestaciones públicas, beneficios penitenciarios, participación en
actividades internas, derecho a la petición y queja, derecho a la información, derecho a
las visitas); 2) garantista: cómo trabajar para posibilitar la incorporación de las
personas presas a la sociedad civil (progresiones de grado, permisos preparatorios para
la vida en libertad, coordinación con los servicios sociales de base...)
4. Reflexione sobre las dificultades para el ejercicio de este derecho: personas con un
historial de estancia prolongada; las dificultades y durezas que añade el primer grado;
el papel devaluado al que se relega a los Jueces de Vigilancia penitenciaria; el carácter
instrumental de las víctimas (consideradas sólo como objeto de vindicación y no como
sujetos del proceso); las nuevas condiciones que plantean el nuevo esquema de
seguridad en el que nos movemos, que se traduce en: privatización de prisiones, ruptura
de los principios de progresividad de grados e individualización de la pena, una
consideración retributiva de la pena, tráfico ilícito de información policial, fractura de
la división de poderes (se sustrae el ámbito competencial de los jueces en cuestiones
penitenciarias de gran relevancia, etc.)
5. Reflexione sobre los nuevos retos que afectan a la reinserción como derecho: el
incremento alarmante de los problemas de salud mental en las cárceles, así como de la
existencia de población inmigrante (extranjera).
En cuanto a las personas, deberán describirse las consecuencias que genera el contexto
penitenciario en las personas presas: ámbito emocional, físico, cognitivo, físico. Mecanismos
de adaptación al sistema carcelario: formas de comportamiento (actitudes manipuladoras,
desconfianza, respuestas violentas, desresponsabilización, ausencia de empatía).
Entre las dificultades a encontrarse en la resolución del supuesto práctico, destacan
especialmente los diferentes perfiles en función de los delitos, extranjeros y diferencias
culturales.
En cuanto al desarrollo de la actividad, ésta deberá llevarse a cabo en grupos de seis personas,
que se reunirán durante 15 minutos e intentarán expresar por escrito las diferentes percepciones
que del sistema penitenciario puedan existir en función de la institución o del puesto de trabajo
que se desempeñe. Cada uno de los integrantes del grupo escogerá un papel: Ministerio del
Interior, Dirección General de Instituciones Penitenciarias, Director del Centro Penitenciario,
funcionario de interior, familiar, representante anónimo de la sociedad, víctima. Finalmente,
tendrá lugar la puesta en común por roles.
TEMA 4
ESTABLECIMIENTOS PENITENCIARIOS Y REGÍMENES DE VIDA
I. CONCEPTO
Este concepto se construye, a su vez, sobre otros dos: horizontalidad y celda individual, salvo
que por sus dimensiones y, preservando la intimidad, se permita más de un interno por celda.
No obstante, y por un periodo temporal limitado, con motivo de la superación del número de
plazas, se podrá albergar a más de un interno por celda (art. 13 RP). Actualmente, dicha
situación no es en absoluto excepcional, puesto que las prisiones españolas están
sobresaturadas, lo cual determina que el grado de hacinamiento sea muy elevado.
Con todo, existen una serie de límites que no pueden ser traspasados. Así, si una persona es
obligada a compartir celda con otra que padece una enfermedad infecciosa –por enfermedad–
o que consuma drogas –por tratamiento–, debe interponer una queja ante el Juez de
Vigilancia penitenciaria a fin de que ordene a la dirección que le coloque en una celda
individual, puesto que no debe olvidarse que la Administración debe velar por la vida e
integridad física de los reclusos.
II. CLASIFICACIÓN
A) Ordinarios
a) Centros polivalentes
Pueden cumplir en ellos internos preventivos y penados en cualquiera de sus grados
penitenciarios. Existen espacios destinados a personas en régimen abierto restringido en los que
se establecen fases similares a las existentes en los Centros de Inserción Social. En lugar de las
secciones abiertas sería conveniente la creación de Centro de Inserción Social alejados del
centro penitenciario y debidamente dotados de medios personales y materiales.
Podrán existir establecimientos ordinarios dedicados en exclusiva a preventivos o a penados, y
dentro de éstos últimos a un determinado grado penitenciario.
b) De preventivos
c) De cumplimiento
Son destinados al cumplimiento de penas privativas de libertad impuestas por sentencia firme.
Clasificación: para hombres y mujeres; régimen ordinario (penados 2º grado –arts. 76 a 79 RP–
), abierto (penados 3er grado –arts. 80 a 88 RP) y cerrado (1er grado –arts. 10 LOGP y 89 a 95
RP–).
Están destinados a internos clasificados en 3er grado, o en 2º que presenten un bajo nivel de
peligrosidad. Destinadas al cumplimiento de las penas privativas de libertad en régimen
abierto, a la ejecución y seguimiento de medidas penales alternativas a la privación de libertad
y al seguimiento de los liberados condicionales que tengan adscritos (art. 163.1 RP).
e) Departamentos de jóvenes
Se caracterizan por una acción educativa intensa. Joven es la persona que tiene entre 18 y 21
años y, excepcionalmente, teniendo en cuenta su madurez personal, el que no ha alcanzado los
25.
f) Unidades dependientes
Están ubicadas fuera del recinto de las cárceles, en viviendas normales, sin distinción externa,
gestionadas por asociaciones privadas. Tienen vinculación directa con la Administración
penitenciaria que participará en las tareas con personal propio; además, ejercerá el control que
le compete.
Se permite a las personas clasificadas en 3er grado que presentan problemas de drogadicción y
que necesiten tratamiento específico, la posibilidad de que la condena se cumpla en
instituciones extra-penitenciarias –art. 182 RP– (Auto AP, Madrid 5ª de 15 de noviembre de
2000).
B) Especiales
En las cárceles de régimen ordinario, las funciones de seguridad, orden y disciplina tienen su
razón de ser y su límite en el logro de una convivencia ordenada (art. 76.1 RP). En las mismas,
según la normativa penitenciaria, las personas presas son separadas en atención a las
necesidades o exigencias de tratamiento, a los programas de intervención y a las condiciones
generales de la cárcel (art. 76.2 RP).
No obstante, tal y como hemos venido apuntado reiteradamente en el desarrollo del presente
Capítulo, la realidad se distancia mucho de la legalidad. Los principios de orden, seguridad y
disciplina están hipervalorados, predominando descaradamente lo regimental sobre el
tratamiento en todos los órdenes de la vida carcelaria, a pesar de que el artículo 73.2 RP
señale que estos principios sólo son medios para alcanzar un ambiente adecuado para el éxito
del tratamiento, así como que no serán un obstáculo para la ejecución de los programas de tal
carácter.
En toda cárcel de régimen ordinario existen actividades obligatorias (higiene y aseo personal,
limpieza y orden de la celda) y un horario base, que tiene que ser cumplidos por todos (art.
25.1 LOGP) y cuyo incumplimiento conlleva consecuencias disciplinarias
A) Régimen general
Los principios de orden y disciplina que se han de exigir serán los necesarios para una
convivencia normal. De este régimen se destaca la ausencia de controles rígidos (formaciones,
cacheos, requisas), fundamentada en que lo característico y propio del régimen es la confianza
en la persona presa, así como el fomento de la responsabilidad (art. 81.1 RP).
En el régimen abierto o tercer grado penitenciario las personas pueden salir a desarrollar
actividades laborales, formativas, familiares, de tratamiento o de otro tipo encaminadas a
su integración social (art. 86.1 RP), por un tiempo que se considere necesario para realizar la
actividad y desplazamientos (art. 86.3 RP). Estas salidas serán planificadas y reguladas por la
JT, señalando los mecanismos de control y seguimiento que se consideren convenientes.
Además, se establece un tiempo mínimo de estancia en la cárcel, que acostumbre estar fijado en
8 horas, salvo que se acepte un dispositivo telemático u otros mecanismo de control suficientes
(art. 86.4 RP).
B) Régimen restringido
Las personas que se encuentran en este régimen de vida de tercer grado cumplen condena en
centros de régimen ordinario y pueden salir de fin de semana (art. 87 RP y criterio 37 reunión
JVP 2003), del mismo modo que pueden acceder a la libertad condicional cuando se cumplan
los demás requisitos.
Debe tenerse en cuenta que el régimen restringido es una excepción, debiendo ser el régimen
abierto general el que se aplique. A este respecto, si la evolución es positiva por al abandono
del consumo de droga y el disfrute sin incidencias de los permisos de salida, además del apoyo
familiar, la progresión del tercer grado restringido al abierto general debe realizarse
automáticamente en el momento en que tenga trabajo (Auto AP, Sección 5ª, Madrid, de 2 de
junio de 2000 y un aval de acogida en su lugar de residencia (Auto AP, Sección 5ª Madrid, de
31 de mayo de 2001).
Además, en el caso de mujeres clasificadas en tercer grado, aunque no tengan trabajo, si
puedan desempeñar labores domésticas en su domicilio familiar, se les puede conceder el tercer
grado régimen general (art. 82.2 RP).
A los efectos de la concesión del régimen abierto excepcional, es indiferente que el solicitante
esté condenado a penas cortas o largas, siendo suficiente que esté clasificado en tercer
grado de tratamiento y que desee su aplicación de manera voluntaria.
La propuesta debe hacerse al Equipo Técnico para que estudie los medios de control más
adecuados, tales como visitas de un profesional de la cárcel al lugar de trabajo u ocupación;
presentación de la persona penada en una unidad de la Administración penitenciaria;
presentaciones en dependencias policiales o Guardia Civil; comunicaciones telefónicas en uno
u otro sentido; comprobaciones relativas a la documentación de carácter laboral; controles
sobre actividades terapéuticas, entrevistas de profesionales penitenciarios con el penado; o
entrevistas con los familiares del penado.
Le corresponde al director del CIS aprobar la aplicación del apartado 4º del art. 86 RP, a los
penados clasificados en tercer grado, siempre que consistan en la instalación de los adecuados
dispositivos de control telemático, de conformidad con lo dispuesto en la Orden
INT/1127/2010, de 19 de abril.
Una característica esencial del régimen abierto excepcional es que los penados que se sometan
al programa de monitorización electrónica deberán que pasar un control presencial cada
quince días.
Podrá aplicarse este régimen cuando exista una situación familiar grave, cuando se dé un
reingreso motivado por causas judiciales anteriores a la obtención de la libertad condicional,
cuando se trabaje por la noche, cuando haya que finalizar programas de rehabilitación en
unidades extrapenitenciarias sin haber terminado de cumplir la condena, por convalecencias
médicas, por la asunción de cuidado y atención de una hija menor de edad cuya custodia fue
asumida tras la separación matrimonial (Instrucción 13/2001 DGIP) y (Auto AP 3 Girona de 13
de enero 2000)... o ante otras situaciones similares.
A estos departamentos son destinadas las personas que hayan sido protagonistas o inductores
de alteraciones regimentales muy graves, que hayan puesto en peligro la vida o integridad de
los funcionarios, autoridades, otros internos o personas ajenas a la cárcel, tanto dentro como
fuera de la misma, así como los que evidencien una peligrosidad extrema (art. 91.2 RP). Estas
alteraciones tienen que quedar probadas para la aplicación del régimen cerrado (Auto AP
Madrid, Sección 5ª, de 29 de julio de 2000).
Cuando medie motín, agresión física con arma u objeto peligroso, toma de rehenes o
intento violento de evasión, los responsables pueden ser trasladados a departamentos
especiales, aunque no se le haya clasificado en primer grado. Pero, en todo caso, la
clasificación debe efectuarse dentro de los 14 días siguientes, dando cuenta inmediatamente del
traslado al JVP (art. 95.3 RP).
Como mínimo, las personas destinadas a estos departamentos tendrán tres horas diarias
de salida al patio que podrán ampliarse hasta tres horas más para la realización de actividades
programadas y, además, serán diariamente cacheadas y sus celdas se registrarán. Si
existiesen fundadas sospechas de que la persona poseyese objetos prohibidos y, además,
existieran razones de urgencia, los funcionarios podrán recurrir al desnudo integral por orden
motivada del jefe de servicios, dando cuenta al director.
En las salidas al patio no pueden permanecer más de dos personas juntas, pudiendo
aumentarse hasta cinco para la realización de actividades; las visitas de los médicos serán
periódicas, y se diseñarán, según el Reglamento, modelos de intervención y programas
genéricos de tratamiento destinados a la progresiva adaptación del preso a la vida en régimen
ordinario (art. 93.1 RP).
Con todo, no existe infraestructura para la realización de actividades, ni tampoco
voluntad real de ponerlas en práctica. De hecho, el propio Defensor del Pueblo ha señalado
«la conveniencia respecto de estos internos, sometidos a intensos períodos de soledad en celda
y en los que la concurrencia de patologías de índole psíquica se presenta con mayor frecuencia
e intensidad, se les ofrezca tratamiento a cargo de profesionales de la salud mental». En esta
misma línea, los JVP, a resolutas de su reunión de enero de 2003, expresaron lo siguiente: «los
internos clasificados en primer grado son el gran olvido de la Administración penitenciaria.
Considerados de especial peligrosidad y de carácter violento con una marcada inadaptación,
no suelen ser incluidos en ningún tipo de actividad formativa u ocupacional, lo que produce un
efecto negativo, potenciando el aislamiento del interno, que no encuentra forma de salir de él.
Toda vez que el tratamiento debe ser obligatorio, el acuerdo al que se llega intenta conseguir
que con programas específicos se dé a este tipo de internos la posibilidad de integrarse y
adaptarse a la vida penitenciaria».
Además, por otro lado, existe una falta de transparencia de la Institución Penitenciaria,
agudizada en el caso del primer grado y el consiguiente desconocimiento social, no sólo de las
condiciones efectivas en que se desarrolla esa forma de cumplimiento, amparados en la
coartada, eficaz socialmente, de los delitos cometidos o de trayectorias penitenciarias
conflictivas, sino también de las consecuencias físicas y psicológicas que la estancia en este
régimen de aislamiento genera.
En primer grado pueden ser clasificadas, además de las personas reseñadas en el apartado
anterior y que son destinados a los departamentos de aislamiento de las cárceles polivalentes,
otras que son destinadas a cárceles de régimen cerrado –Puerto de Sta. María I– porque
muestren peligrosidad extrema o una manifiesta inadaptación a los regímenes comunes
(art. 91.3 RP).
Las circunstancias anteriores tienen que fundamentase en causas objetivas que deberán
constar en una resolución motivada. A este respecto, se deben ponderar, según el
Reglamento, los siguientes factores:
a) Naturaleza de los delitos cometidos a lo largo de su historial delictivo, que denote una
personalidad agresiva, violenta y antisocial.
b) Comisión de actos que atenten contra la vida o la integridad física de las personas, la
libertad sexual o la propiedad, cometidos en modos o formas especialmente violentos.
c) Pertenencia a organizaciones delictivas o a bandas armadas, mientras no muestren, en
ambos casos, signos inequívocos de haberse sustraído a la disciplina interna de dichas bandas.
d) Participación activa en motines, plantes, agresiones físicas, amenazas o coacciones.
e) Comisión de infracciones disciplinarias calificadas de muy graves o graves, de manera
reiterada y sostenida en el tiempo.
f) Introducción o posesión de armas de fuego en el centro penitenciario, así como la
tenencia de drogas en cantidad importante, que haga presumir su destino al tráfico (art. 102.5
RP).
Estas personas tendrán como mínimo, cuatro horas diarias de vida en común, que podrán ser
aumentadas hasta tres horas más para la realización de actividades previamente programadas.
El traslado de una persona desde una cárcel de régimen ordinario o abierto a una cárcel
de régimen cerrado, o a uno de los departamentos especiales, compete al Centro Directivo
(DGIP) mediante resolución motivada (requisito esencial que abarca descripción de hechos,
fundamentos de derecho, y valoración entre los mismos en un proceso racional y lógico desde
el punto de vista gramatical, teleológico y de los bienes jurídicos afectados por la medida),
previa propuesta razonada de la Junta de Tratamiento. El acuerdo del Centro Directivo será
comunicado al JVP y al penado en plazo no superior a la 72 horas (art. 76 LOGP).
La revisión de estas modalidades –arts. 91.2 y 91.3 RP– se hará cada tres meses como máximo,
se notificará a la persona presa y se anotará en el expediente personal. Los criterios de
reasignación de modalidades del régimen cerrado son: interés en la participación y
colaboración en actividades programadas, cancelación de sanciones o ausencia de las mismas
por períodos prolongados de tiempo, adecuada relación con los demás (art. 92 RP).
El perfil de los destinatarios del primer grado, casi en su totalidad varones españoles,
mayoritariamente solteros, con importante desarraigo familiar y nivel socio-económico y
cultural más bajo que la media de los presos, refleja una vez más que el sistema penal recluta su
clientela de modo preferente entre las franjas menos cualificadas de la clase trabajadora más
modesta y precaria, con alto número de hijos, escasa escolarización y consiguientes dificultades
de plena inclusión social. Incluso podrían señalarse un número determinado de familias
precarias, auténtico manantial del que se nutre el sistema penal.
A los clasificados en primer grado se les cambia de celda con mucha frecuencia, realidad de la
que se deriva la necesidad de que el carácter rutinario de los traslados de celda tiene que
excluirse. Efectivamente, supone un perjuicio innecesario e implica un duro golpe para la
estabilidad emocional, y son frecuentes los pronunciamientos jurisprudenciales que apuntan a
esta necesidad, puesto que «el ser humano aborrece la rutina, pero a la vez la persigue, pues
en ella puede encontrar la seguridad necesaria para el desarrollo de su personalidad (art. 10
CE). Los presos no escapan a estas características, sobredimensionan el hecho de tener un
espacio (reducidísimo)» (Auto del JVP de Las Palmas de 6 de agosto de 1994) y «no es acorde
con los principios de necesidad y proporcionalidad el sometimiento a un constante y periódico
cambio de celda» (Auto del AP Palencia de 17 de abril de 2001).
El traslado de celda únicamente puede adoptarse por razones de seguridad (Auto del JVP de
Ceuta de 22 de octubre de 1991), a pesar de que en los módulos de aislamiento, la violencia
física se intensifica. No se puede caer en maniqueísmos señalando al preso como única
víctima, pero es la parte más vulnerable de la relación Administración/ciudadano preso, y por
ello es más proclive a la indefensión personal y jurídica en las situaciones de malos tratos.
Con indiferencia de la presencia de determinadas variables personales en determinadas
personas, el estricto control de actitudes, decisiones y comportamientos, la anulación del
espacio y del tiempo, la ausencia de expectativas, el miedo, la ansiedad, la pérdida de
identidad, la omnipresencia del control provoca acciones/reacciones violentas, tanto por la
persona presa, como la persona funcionaria.
Ante esta situación se hace necesario que los órganos administrativos y jurisdiccionales
realicen una actividad investigadora rápida y con el rigor necesario para esclarecer los
hechos y determinar las personas participantes en los mismos; ello como único medio de
ponderar la existencia de la utilizada por los funcionarios que elimina la antijuridicidad de su
acción.
Una cuestión altamente controvertida es la de los existentes recuentos nocturnos, en los cuales,
quienes lo padecen, son despertados entre las 12 de la noche y las 5 de la mañana,
consistiendo la operación en que los funcionarios encienden una linterna a través de la ventana
y golpean los barrotes. En otras prisiones los recuentos son incluso más frecuentes, uno cada
tres horas. No es una cuestión que afecte a la dignidad, sino al derecho a la salud y a la
integridad física, en el que parte de esos derechos es el descanso adecuado. Es evidente que el
encendido de las luces de la celda para poder efectuar la inspección, puede alterar el sueño, no
siendo en absoluto irrazonable pensar en que haya personas que tras ser despertadas tengan
problemas para conciliar el sueño nuevamente; además del desasosiego que puede generar la
habitualidad de la medida vulnera el art. 25 LOGP (Auto de la AP Navarra de 17 de octubre de
2000).
A este respecto, la Central de Observación de la DGIP (ESTUDIOS 2001:236) afirma que «los
antecedentes de cumplimiento más rígido y penoso –categoría donde las prácticas de
recuentos nocturnos deben incluirse–, la mayor desadaptación en prisión, la no participación
en actividades programadas, el consumo de sustancias tóxicas y algunos trastornos
psicopatológicos, son causas determinantes de mayor reincidencia».
Además, vivir aislado de todo y de todos, es una tremenda tortura psicológica en sí misma. La
monotonía estimular, en sus extremos, es un factor desestructurante de la personalidad, pero lo
mismo ocurre con lo contrario, es decir, con el cambio permanente. La estrategia del traslado
de prisión o de celda –ya hemos visto los datos– desestabiliza a las personas haciéndoles perder
tanto referencias físico-situacionales como –en el caso del traslado de prisión– referencias
personales (contacto con el abogado, como factor de protección, etc.) y más cuando el
alejamiento se produce también del lugar de residencia familiar.
Tampoco son infrecuentes las alteraciones psicológicas en los penados, como por ejemplo
cambios en la expresión de emociones (desde la impulsividad habitual a la indiferencia
emocional), alteraciones perceptivas, alteraciones del pensamiento (confusión entre la causa y
el efecto, valoración de lo –a priori– absurdo como incuestionable, confusión entre lo que
puede ser o no ser real), sensación de incapacidad para describir algo, hipersugestionabilidad
(en función de la pérdida de contacto con la realidad, de facultades críticas disminuidas con los
iguales). Además, es importante subrayar que este tipo de alteraciones no sólo se han descrito
en presos en condiciones de aislamiento extremo, sino también en pacientes inmovilizados
postquirúrgicos.
Sin duda, la característica psicológica más destructiva de la estancia en primer grado es la
indefensión aprendida (Seligman), caracterizada por la falta de convicción en la eficacia de la
propia conducta para cambiar el rumbo de los acontecimientos que vive el sujeto debido a la
expectativa de falta de control; indefensión que puede llevar a la muerte. En los distintos
experimentos que se han realizado en torno a la indefensión aprendida se aprecia un importante
déficit motivacional (incapacidad para iniciar una conducta voluntaria y positiva distinta a las
autodestructiva –inhibición conductual–, pasividad tras sucesos traumáticos e incontrolables),
también se ha descrito un acusado déficit cognitivo (incapacidad para realizar nuevos
aprendizajes o para beneficiarse de nuevas experiencias; hay sueños con respecto al futuro,
pero no hay expectativas, etc.) y, por último, también se constata la aparición de déficit
emocional (después de experiencias incontrolables se originan sentimientos de indefensión,
impotencia, frustración y depresión).
Debemos comenzar señalando que, como requisito esencial, el ingreso en estas cárceles
solamente puede llevarse a cabo si hay una decisión judicial de acuerdo con lo establecido en la
LECr. Salvo que esté en prisión preventiva, y el Juez haya ordenado su ingreso para
observación durante el tiempo que requiera la misma y la emisión del informe correspondiente,
el internamiento en un psiquiátrico penitenciario deberá ser consecuencia de la imposición de
una medida de seguridad privativa de libertad por la aplicación de la eximente completa o
incompleta del art. 20.1 del Código Penal, o de que sobrevenga la enfermedad mental una vez
iniciada la condena (art. 184 RP).
En el momento del ingreso, el paciente será atendido por el facultativo de guardia, quien a la
vista de los informes de procedencia y del resultado de su reconocimiento, decidirá lo
conveniente respecto al destino de aquél a la dependencia más adecuada y al tratamiento que
debe seguir hasta que sea reconocido por el psiquiatra (art. 186.1 RP).
El equipo que atienda al paciente deberá presentar un informe a la autoridad judicial
correspondiente en el que conste la propuesta de diagnóstico y la evolución observada con el
tratamiento, el juicio de pronóstico y la necesidad de mantenimiento, cese o sustitución del
internamiento, la separación, el traslado a otro centro o unidad psiquiátrica, el programa de
rehabilitación, la aplicación de medidas especiales de ayuda o tratamiento, así como las que
hubieran de tenerse en cuenta para el momento de la salida (art. 186.2 RP).
Las personas presas que tienen enfermedad y trastornos mentales presentan unas
características concretas que motivan que desde el punto de vista regimental se lleven a cabo
una serie de medidas concretas y diferentes al régimen general. Por ello, la separación que
se realice de los mismos se hará en atención a las necesidades asistenciales de cada paciente.
Las restricciones de libertad personal deben limitarse a las que sean necesarias en función
de su estado de salud o del éxito del tratamiento (art. 188.2 RP). En estos casos, debería
notificarse posteriormente y de forma motivada al Juez de Vigilancia penitenciaria.
Como especialidad del régimen de las cárceles psiquiátricas, destaca la regulación que se
realiza en el empleo de medios coercitivos, el cual solamente podrá ser admitido por
indicación del médico y durante el tiempo mínimamente imprescindible, debiéndose respetar
en todo caso la dignidad de la persona. Obviamente de esta medida debe darse cuenta
inmediatamente a la autoridad judicial de quien dependa el paciente (art. 188.3 RP).
La autoridad judicial en estos casos debe tener la misma competencia que en la aplicación de
los medios coercitivos de carácter general.
Además, las comunicaciones no siguen el sistema general, puesto que se fijarán según el
marco de programación individual de rehabilitación, indicándose el número de comunicaciones
y salidas, la duración de las mismas, las personas con quienes los pacientes pueden comunicar
y las condiciones en que se celebren las mencionadas comunicaciones.
De hecho, los JVP han venido señalado la conveniencia de que el tratamiento psiquiátrico de
las personas condenadas que lo precisen deban guiarse por criterios de racionalización,
profesionalidad y optimación de recursos, dando preferencia a la utilización de los servicios
comunitarios sobre los penitenciarios y limitando en la mayor medida posible el internamiento
en unidades u hospitales psiquiátricos penitenciarios. Los penados que queden exentos de
responsabilidad criminal por aplicación del art. 20.1 CP o por aplicación de una eximente
incompleta (pena y medida de seguridad) deberán ser internados en hospitales o
establecimientos dependientes de los servicios de salud comunitarios y nunca establecimientos
penitenciarios (Criterio 5, reunión JVP 2003).
3. Reflexione en una visión holística del sistema penal la vinculación de los operadores
jurídicos –policía, fiscal, abogado, juez– y las consecuencias del régimen cerrado en
la persona condenada, entre ellas las dos más graves: la locura y la muerte.
4. Reflexione sobre las dificultades que tiene el profesional penitenciario para poder
realizar su trabajo, en general, y en particular en los departamentos de aislamiento.
Uno de ellos tiene que representar a un abogado y otro a una persona condenada con los
siguientes datos: Juan tiene una condena de 20 años como consecuencia de la refundición de
varias penas de 4. Acaba de ingresar en la cárcel. En una primera entrevista nos pregunta sobre
los diferentes regímenes de vida en cada uno de los grados. Conteste de la forma más detallada
posible. Tenga en cuenta para ello que tiene una larga condena, que acaba de ingresar, su
estado de inseguridad, posiblemente de miedo, vulnerabilidad. Caiga en la cuenta de la
importancia de la escucha activa como mecanismo importante para la entrevista, y mantenga el
difícil equilibrio entre la realidad y la esperanza.
TEMA 5
OBSERVACIÓN Y CLASIFICACIÓN
I. CONCEPTO DE CLAFICIACIÓN
1. Régimen cerrado;
2. Régimen ordinario;
3. Régimen abierto, y
4. Libertad condicional.
Los regímenes de vida se flexibilizan, dado que se permite que, a propuesta del Equipo
Técnico, la Junta de Tratamiento pueda adoptar un modelo de ejecución con aspectos de cada
uno de los grados. Con todo, se es necesita la aprobación del Juez de Vigilancia (art. 100.2 RP).
La propuesta deberá ser confirmada por el Centro Directivo en 2 meses, plazo que podrá
excepcionalmente ser ampliado hasta 2 más para una mejor observación de la conducta y para
consolidar los factores positivos del penado (103.6 RP).
El grado penitenciario se revisará cada 6 meses, como máximo, y la nueva resolución se deberá
notificar al interesado (art. 105.1 RP). Con todo, también es posible que pueda realizarse antes
de 6 meses en base al principio de individualización, pues es la evolución en el tratamiento la
que determina la nueva clasificación y no el transcurso o cumplimiento de los plazos.
El cómputo del plazo de los 6 meses se efectúa desde la sesión de la Junta de Tratamiento en
la que se efectúa la propuesta de clasificación o revisión de grado y, cuando la Junta de
Tratamiento no considere modificar el grado, se notificará a la persona presa. Esta
resolución deberá estar motivada pues, si la regresión en grado es algo excepcional en un
sistema progresivo, el mantenimiento debe responder a causas perfectamente probadas y no a
sospechas, conjeturas e hipótesis (Auto de AP, Sección 5ª de Madrid, 1005/1997 de 20 de
octubre de 1997).
En caso de desacuerdo con la resolución, se puede recurrir ante el Centro Directivo para que
estudie la resolución de la Junta de Tratamiento y resuelva lo procedente sobre el
mantenimiento o cambio de grado. Esta nueva resolución se notificará al penado con indicación
del derecho a acudir en vía de recurso ante el JVP (art. 105.1 y 2 RP). En los casos de penas.
Ahora bien, le corresponde al director resolver las revisiones de grado interesadas por los
internos al amparo del art. 105 RP, siempre que el acuerdo de continuidad sea en segundo
grado, se haya adoptado por unanimidad y el penado no haya cumplido la mitad de una
condena superior a cinco años o tenga dos o más sanciones graves o muy graves sin cancelar
Orden INT/1127/2010, de 19 de abril.
El Centro Directivo (DGIP) en sus resoluciones utiliza, con mucha frecuencia, criterios
políticos, y no de política-criminal –reeducación a través de tratamiento individualizado–.
Ejemplo: En determinados casos, la Junta de Tratamiento realiza una propuesta de tercer grado
–inicial, o durante la condena– y el Centro Directivo la resuelve manteniendo la clasificación
en segundo grado. En estos casos se puede recurrir el mantenimiento de grado al JVP, quien
estima el recurso en casi la totalidad de los casos (vid. entre otros muchos Autos de JVP de
Logroño 28 de julio de 1997 y 18 de abril de 1995).
Es posible clasificación inicial en tercer grado, salvo que la pena sea superior a cinco años (art.
36.2 CP). Si fuese superior, el juez o tribunal podrá ordenar que la clasificación del condenado
en tercer grado de tratamiento penitenciario no se efectúe hasta el cumplimiento de la mitad de
la pena impuesta.
Esta clasificación en tercer grado se realizará con carácter de urgencia, en aquellas personas
que acrediten un prolongado y consolidado proceso personal de inserción social, que se viera
notoriamente perjudicado con su ingreso en prisión para cumplir la pena impuesta.
Será necesario, en aras a que proceda la calificación inicial en tercer grado, que concurran
favorablemente de forma cualificada las variables intervinientes en el proceso de
clasificación del artículo 102.2 RP, valorándose especialmente: el historial delictivo y la
integración social (art. 104.3 RP), la primariedad delictiva, las relaciones familiares normales,
la trayectoria familiar consolidada, la trayectoria regular penitenciaria, el desempeño de
trabajos con regularidad y la ausencia de conflictividad en el comportamiento (Auto JVP de
Logroño de 20 de noviembre de 1996).
Como último apunte en el presente aportado, ha de recordarse que cuando exista una
enfermedad grave e incurable, con independencia de las variables intervinientes en el proceso
de clasificación, se puede clasificar al reo en tercer grado por razones humanitarias y de
dignidad personal, atendiendo a la dificultad para delinquir y a su escasa peligrosidad (art.
104.4 RP). La clasificación puede realizarla directamente la prisión o, en caso contrario, en vía
de recurso ante el JVP; en ambas hipótesis la petición tendrá que ir adjuntada a los informes
médicos que se tengan (penitenciarios, altas de ingresos en hospitales).
VIII. RECURSOS
En caso de que existan varios órganos judiciales sentenciadores, será competente el que haya
impuesto la pena privativa de libertad más grave, y si hubiere varias de igual gravedad, el que
la impusiera en último lugar.
En materia de recursos, una cuestión práctica a tener en cuenta es la gran importancia de que
en los recursos se expliquen (por escrito en el recurso, y a través de entrevistas) todas las
circunstancias concretas que concurren en el recluso (personales, sociales, familiares,
terapéuticas, etc.); circunstancias que tienen que ser acreditadas a través de informes. En este
sentido, los criterios de actuación de los Jueces de Vigilancia señalan que la prueba pericial no
ha de limitarse necesariamente a los informes de los Equipos de Observación y
Tratamiento, sino que el Juez de Vigilancia podrá contar con el asesoramiento de los médicos
forenses o de aquellos otros expertos que estime conveniente (criterio núm. 12).
La clasificación en tercer grado se aplicará a los internos que, por sus circunstancias personales
y penitenciarias, previo pronóstico individualizado y favorable de reinserción social, estén
capacitados para llevar a cabo un régimen de vida en semilibertad. Es necesario el
cumplimiento de la mitad de la condena si la pena de prisión es superior a cinco años (art. 36.2
CP, período de seguridad), haber satisfecho la responsabilidad civil y, para los casos de
terrorismo, haber abandonado las actividades terroristas. La adopción del período de seguridad
no es obligatorio salvo para las personas condenas por terrorismo, delitos cometidos en el seno
de organización criminal, los delitos del art. 183 CP y los relativos a la prostitución y
corrupción de menores (art. 36.2 CP reformado LO 5/2010, de 22 de junio).
A) Período de seguridad
La exigencia de que se haya cumplido la mitad de la condena si la pena de prisión es superior
a 5 años se refiere a las penas consideradas individualmente, y no al total de la condena,
aunque individualmente sean inferiores y cuya suma supere 5 años.
Cabe señalar que el período de seguridad destroza absurdamente y sin fundamento razonable
el principio de individualización científica, dado que la LOGP y el RP cuentan con los
suficientes mecanismos de control para evitar que las personas con penas elevadas obtengan
inicialmente el régimen abierto, pero no lo hacen imposible para casos excepcionales. En
efecto, el acceso al régimen abierto debería hacerse en función del tratamiento individualizado
legalmente establecido y aplicado sin límite temporal; es decir, en función de las variables que
establece la Legislación Penitenciaria.
Para todos los condenados, con independencia de que la pena de prisión sea superior o inferior
a cinco años, se exige, para tener acceso al tercer grado (art. 72.5 LOGP modificado por
LO 7/2003), la satisfacción de la responsabilidad civil.
De cara ala satisfacción de la responsabilidad civil se valora el esfuerzo por reparar el daño
causado y su tendencia para adecuar su conducta al respeto de la norma y a la víctima del
delito (Instrucción 2/2005). El procedimiento a seguir por los centros penitenciarios en esta
materia está regulado en la Instrucción 2/2005 de la DGIP.
Con todo, deben ser tomadas en consideración las siguiente cuestiones práctica: la cárcel tiene
que confirmar del Tribunal sentenciador si el condenado ha pagado la responsabilidad civil o si
se existe declaración de insolvencia; siendo suficiente solo con una u otra. Para ello, desde las
cárceles se tiene que solicitar del Juzgado o Tribunal sentenciador el informe correspondiente o
una copia de la pieza de responsabilidad civil. Es conveniente, asimismo, que el penado
solicite a cada juzgado o tribunal la responsabilidad civil pendiente; que vaya pagando parte de
cada una, si tiene varias causas, y que realice un compromiso formal de pago futuro cuando se
encuentre en tercer grado (Instrucción 2/2005 de la DGIP).
En estos supuestos se exige que los condenados muestren signos inequívocos de haber
abandonado los fines y los medios terroristas.
Debe además constatarse una colaboración activa por su parte con las autoridades, para
impedir la producción de otros delitos por parte de la banda armada, organización o grupo
terrorista; para atenuar los efectos de su delito; para la identificación, captura y procesamiento
de responsables de delitos terroristas; para obtener pruebas o para impedir la actuación o el
desarrollo de las organizaciones o asociaciones a las que haya pertenecido o con las que haya
colaborado.
Estas circunstancias se podrán acreditar mediante una declaración expresa de repudio de sus
actividades delictivas y de abandono de la violencia, así como una petición expresa de perdón a
las víctimas del delito. Además, se acreditarán por los informes técnicos que expresen que el
penado está realmente desvinculado de la organización terrorista, del entorno y de las
actividades de asociaciones y colectivos ilegales que la rodean.
Según consta en el protocolo de personalidad que obra en los archivos del Centro de
Rehabilitación Proyecto Vida de Badajoz, Luis comenzó a consumir drogas, en concreto
heroína y cocaína, a los 15 años de edad. Desde este momento, el grado de dependencia a estas
sustancias fue aumentando paulatinamente, hasta el punto de poder considerarse una
toxicomanía crónica y severa. Como en muchos otros jóvenes el entorno carencial en el que se
socializó motivó la inadaptación de su conducta, así como el inicio a tan temprana edad de los
consumos de sustancias estupefacientes. En el trabajo terapéutico ha conseguido una mejora del
autoconocimiento y profundización de su problemática personal, en la mejora del concepto de
sí mismo y en la plena conciencia de éste, inicio de una proyección hacia el futuro, asunción
de la estructuración de su comportamiento (estructura de horarios de trabajo, de roles de
residente donde ha ido asumiendo distintos grados de responsabilidad en la gestión de la casa),
de su historia personal e influencia de ésta en sus problemas y comportamientos, y por último
el conocimiento y reconocimiento de sus propias reacciones instintivas ligadas a sus
sentimientos. Aún no ha sido clasificado. En una entrevista en la cárcel pregunta lo siguiente:
I. CONCEPTO
En principio sólo la pena de prisión. Pero, podríamos afirmar que cualquier internamiento en
una cárcel con motivo del cumplimiento de una pena privativa de libertad, (prisión, localización
permanente de hasta 6 meses y cumplible en determinados supuestos los sábados y domingos -
art. 37.1 CP– y la responsabilidad personal por impago de multa –art. 35 CP-), con
independencia de su extensión, debería poder ser suspendido. Entendemos que si la actividad
penitenciaria está encaminada a la consecución de la reeducación y de la reinserción social (art.
2 Reglamento Penitenciario –en adelante RP- en relación con art. 25.2 CE) todo ingreso en una
cárcel supone el sometimiento al régimen penitenciario. Por tanto, no parece adecuado excluir a
determinadas penas de la posibilidad de suspensión/ libertad condicional.
El art. 90.2 CP establece que ”también podrá acordar la suspensión de la ejecución del resto de
la pena y conceder la libertad condicional a los penados que cumplan los siguientes requisitos:
De este adelantamiento de la libertad condicional se excluye a las personas que hayan cometido
delitos del cap. VII del título XXII del Libro II (delitos de terrorismo) o se hayan realizado en el
seno de una organización criminal.
El primer requisito de esta modalidad, estos es, que se “encuentre cumpliendo su primera
condena de prisión, y que no supere los tres años”, es compatible con la coexistencia de una
pena de responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa. Tres argumentos avalan esta
posibilidad. Por un lado, la RPS por impago de multa es una pena privativa de libertad, pero
distinta de la de prisión; por tanto, una persona condenada a ambas penas puede ser que esté
cumpliendo “la primera pena de prisión”. En segundo lugar, en una interpretación sistemática
del precepto, exige ponerlo en relación con la suspensión del art. 80 CP en el que se permite la
suspensión de penas de hasta dos años, sin que se tenga en cuenta los días de RPS; recordemos
que la libertad condicional con la nueva regulación tiene la naturaleza jurídica de suspensión.
Por último, resulta injusto que por que una persona condenada no tenga dinero ni bienes, no
pueda acceder a la suspensión de la pena, hecho que supondría una prisión por deudas.
Por otro lado, la exigencia de que se encuentre “cumpliendo la primera condena de prisión” es
compatible con la existencia de varias penas de prisión previas que integren la primera condena
y con la existencia de antecedentes penales cuya pena se hubiese suspendido –art. 80 CP-,
indultado, o cuyos antecedentes hubiesen sido cancelados. Se trata de primariedad penitenciaria
(Instrucción SGIIPP 4/2015).
Cuando la duración de la pena de prisión impuesta sea superior a cinco años, el juez o tribunal
podrá (no es obligatorio) ordenar que la clasificación del condenado en el tercer grado de
tratamiento penitenciario no se efectúe hasta el cumplimiento de la mitad de la pena impuesta.
El juez de vigilancia, previo pronóstico individualizado y favorable de reinserción social y
valorando, en su caso, las circunstancias personales del reo y la evolución del tratamiento
reeducador, podrá acordar razonadamente, oídos el Ministerio Fiscal, Instituciones
Penitenciarias y las demás partes, la aplicación del régimen general de cumplimiento. En estos
casos, el auto del juez de Vigilancia podrá ser recurrido directamente por la víctima en
determinados delitos –homicidio, aborto, lesiones, contra la libertad, integridad moral, contra la
libertad e indemnidad sexual, robos con violencia o intimidación, terrorismo, trata de seres
humanos- (Art. 13. Ley 4/2015, de 27 de abril. Estatuto de la víctima del delito).
Uno de los requisitos para la concesión de la libertad condicional es que hayan transcurrido tres
cuartas partes de la condena, dos terceras o la mitad de la misma. Para el cómputo de este
tiempo, hay que tener en cuenta las siguientes normas (art. 193 RP):
A) Cuando el penado sufra dos o más condenas de privación de libertad, la suma de las
mismas será considerada una sola condena a efectos de aplicación de libertad
condicional
Si dicho penado hubiera sido objeto de indulto, se sumará igualmente el tiempo indultado en
cada una y se rebajará de la suma total. Es decir, todas las condenas se enlazan y se convierten
en una sola (refundición), sobre la que habrá que computarse las tres cuartas partes o las dos
terceras (el plazo de la mitad no es aplicable a estos casos porque se exige primariedad
delictiva). Por ejemplo, si una persona ha sido condenada por tres delitos; por uno es condenada
a la pena de tres años, por otro a la de cuatro, y por otro a la de cinco, el cómputo sobre el que
se hace las tres cuartas partes es 12 años –9 años (3/4 partes)–. Además, si en una de las tres
causas del ejemplo anterior le concediesen un indulto parcial, ese tiempo se restará de 12 años y
sobre la pena restante se hará el cómputo de las tres cuartas partes.
Esta refundición tiene que hacerla el Centro penitenciario y ponerla en conocimiento del Juez de
Vigilancia Penitenciaria. Debemos tener en cuenta que no se trata de la determinación del límite
de cumplimiento de las penas por varios delitos que se hayan juzgado conjuntamente o hubieran
podido serlo por conexidad temporal (que se denomina acumulación) del art. 76.1 CP 1995 –
triple de la pena mayor, o 20, 25, 30 o 40 años–, sino de refundición al efecto de concesión de la
libertad condicional.
B) En determinados supuestos, los plazos (3/4, 2/3 ó 1/2) se someten a otros requisitos
Entendemos que no se puede exigir a la persona presa que tenga una conducta «superior» a la
del ciudadano libre. Lo único relevante para que pueda concederse la libertad condicional
respecto de este requisito es que no tenga partes sancionadores sin cancelar. No se puede
identificar buena conducta con la total ausencia de sanciones porque si el legislador lo hubiera
querido hacer así, lo hubiese dispuesto expresamente en la Ley o el Reglamento Penitenciario.
Un importante sector doctrinal señala que, incluso ante la comisión de determinadas faltas
disciplinarias, un estudio individualizado del preso puede aconsejar la concesión de tal
beneficio. Porque, si la libertad condicional tiene como base y fundamento el cumplimiento del
mandato constitucional que obliga a orientar la ejecución de las penas privativas de libertad
hacia la reeducación y reinserción social, bastará con que la persona haya tenido un
comportamiento mínimamente correcto.
La regulación anterior, hacía una proyección hacía futuro partiendo del presente, es decir, en el
pronóstico individualizado había que tener en cuenta los resultados logrados con el tratamiento,
pero además había que hacer una juicio de probabilidad sobre el comportamiento futuro en
libertad, ya que la reinserción y la rehabilitación social en los términos contemplados en el
artículo 25 de la Constitución, son términos que hacen referencia al futuro de una persona que
en su momento cometió un acto delictivo.
Sin embargo en la nueva regulación para poder conceder la libertad condicional, hay que tener
en cuenta algunas variables como son “su conducta durante el cumplimiento de la pena”, “sus
circunstancias familiares y sociales”, “su personalidad”, algunas variables de futuro tales como
“los efectos que quepa esperar de la propia suspensión de la ejecución y del cumplimiento de
las medidas impuestas” y además hay que volver a estudiar circunstancias que forman parte del
pasado del penado, las cuales ya fueron tenidas en cuenta a la hora de condenarle y de
cuantificar la duración de su condena, como son “sus antecedentes” y “las circunstancias del
delito cometido”. Estas dos variables deberían desaparecer en el futuro de la regulación, pues no
aportan ninguna información sobre el futuro comportamiento en libertad del penado. La
decisión que se adopta al resolver sobre una libertad condicional, está fundamentada en datos
actuales del penado y especialmente sobre pronósticos futuros, pero los antecedentes penales o
las circunstancias del delito cometido, son variables que ya fueron valoradas en la sentencia
condenatoria. Y, en todo caso, únicamente deberían tenerse en cuenta en una valoración
criminológica a los efectos de un juicio de peligrosidad de futuro, en ponderación con el resto
de las circunstancias que exige la norma. Nunca podría denegarse una suspensión en función de
la gravedad del hecho cometido por razones defensistas basadas en la creación de una eventual
alarma social por la información que se aporte desde los medios de comunicación. Estos datos
que tienen que ser valorados por el Juez de Vigilancia penitenciaria vienen a sustituir al
“pronóstico individualizado y favorable de reinserción social”, previsto en el art. 67 LOGP,
añadido por LO 7/2003, de 30-6, de cumplimiento íntegro y efectivo de las penas.
IX. REGLAS DE CONDUCTA
“El Juez de Vigilancia Penitenciaria resolverá sobre la suspensión de la ejecución del resto de la
pena y concesión de la libertad condicional a petición del penado. En el caso de que la petición
no fuera estimada, el Juez o Tribunal podrán fijar un plazo de seis meses, que motivadamente
podrá ser prolongado a un año, hasta que la pretensión pueda ser nuevamente planteada” (art.
90.7 CP).
Con esta regulación, a pesar de ser clara, se presentan muchas dudas cuando se pone en relación
con la legislación penitenciaria, pues no se derogan ni se modifican los preceptos relativos al
proceso de concesión de la libertad condicional establecidos en la LOGP y en el RP. En
principio, sorprende que el expediente que sirve de base para adoptar la decisión judicial, esté
regulado en el Reglamento Penitenciario (art. 195 del Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero) y
que no se haya hecho ninguna previsión en el Código Penal, en el sentido que imponga a la
Administración Penitenciaria la obligación de pronunciarse y en su caso remitir al juzgado de
vigilancia penitenciaria la documentación necesaria para de decidir sobre la suspensión/libertad
condicional de un interno cuando el mismo cumple la ½, las 2/3 partes o las ¾ partes, sobre
todo cuando se encuentran clasificados en 3º grado. Esta falta de previsión provoca en la
práctica que sean frecuentes las quejas de los internos, por no estudiárseles su libertad
condicional, al cumplir las 2/3 o las ¾ partes de su condena.
Una vez concluido el expediente, deberá remitirse al Juzgado de Vigilancia antes de que se
cumplan las tres cuartas partes de la condena. El director de la cárcel debe explicar, en caso
contrario, el retraso de su envío (art. 198.2 RP). Normalmente estos plazos se cumplen cuando
el penado se encuentra en el tercer grado, de manera que si esta progresión tarda, el inicio del
expediente de libertad condicional también se retrasa. El Juez remitirá el expediente al
Ministerio Fiscal y posteriormente decidirá sobre el mismo. Si en el tiempo que medie entre la
elevación y la fecha de cumplimiento el penado observase mala conducta, se modificase su
pronóstico o se descubriera algún error o inexactitud en los informes aportados al expediente, el
Director dará cuenta inmediata al Juzgado de Vigilancia a fin de que adopte la resolución que
proceda (art. 199 RP). Esta resolución deberá adoptar forma de Auto y será susceptible de
recurso de reforma. El de apelación se interpondrá ante el Juzgado o Tribunal sentenciador. Si
se aprueba, el penado será excarcelado el día propuesto. Si se deniega, continuará en prisión. La
Junta de Tratamiento puede someter a revisión esta situación y proponer nuevamente al Juzgado
de Vigilancia la libertad condicional cuando lo considere conveniente.
Los penados que hubieran cumplido la edad de 70 años, o la cumplan durante la extinción de la
condena, y reúnan los requisitos exigidos en el artículo anterior, excepto el de haber extinguido
las tres cuartas partes de aquélla, las dos terceras, o, en su caso, la mitad de la condena, podrán
obtener la suspensión de la ejecución del resto de la pena y la concesión de la libertad
condicional. El mismo criterio se aplicará cuando se trate de enfermos muy graves con
padecimientos incurables, y así quede acreditado tras la práctica de los informes médicos que, a
criterio del Juez de Vigilancia Penitenciaria, se estimen necesarios” (art. 91.1 CP).
3. Reflexionar sobre los instrumentos jurídicos de toda índole que pueden proteger a la
víctima durante el cumplimiento de la libertad condicional del penado.
8. Reflexionar sobre la situación jurídica en que tiene que estar una persona para poder
disfrutar la libertad condicional.
TEMA 7
LOS PERMISOS PENITENCIARIOS
I. CONCEPTO Y NATURALEZA
Los permisos penitenciarios constituyen una forma de preparación del condenado para la vida
en libertad (art. 47.2 LOGP y art. 154 RP). Concretamente, la jurisprudencia lo define como un
instrumento para la «corrección y readaptación del penado, y se integra en el sistema
progresivo formando parte del tratamiento...» (por todas, STC 112/1996, de 24 de junio).
III. CLASES
A) Duración
Para clasificados en segundo grado, los permisos penitenciarios tendrán una duración total de
36 días al año, correspondiendo 18 días a cada semestre.
Por su parte, para clasificados en tercer grado, la duración máxima permitida será de 48 días al
año, además de los posibles permisos de fin de semana, que serán de un total de 24 días por
semestre. (art. 47 LOGP).
B) Requisitos legales
Deberá tenerse extinguida la cuarta parte de la totalidad de la condena, salvo para los
clasificados directamente en tercer grado (criterio 38, reunión JVP 2003). Estos cálculos sobre
el plazo temporal serán los mismos que para las 3/4 partes o 2/3 a efectos de la libertad
condicional.
Además, el condenado no deberá observar mala conducta, requisito que admite dos
interpretaciones posibles:
Ha de recordarse que la cancelación tiene lugar luego de 6 meses para las faltas muy graves, 3
meses para las graves y 1 mes para las leves, desde el cumplimiento de la sanción. Es por ello
también necesaria la no comisión de nueva falta disciplinaria muy grave o grave (art. 260.1
RP). Además, el plazo se podrá acortar hasta la mitad con obtención de recompensas del art.
263 (art. 261 RP).
b) Interpretación gramatical
El informe preceptivo del Equipo Técnico podrá ser negativo, cuando por motivos tales
como la peculiar trayectoria delictiva, la personalidad anómala del interno o por existencia de
variables cualitativas desfavorables; resulte probable el quebrantamiento de condena, la
comisión de nuevos delitos o una repercusión negativa de la salida sobre el interno desde la
perspectiva de su preparación para la vida en libertad o de su programa individualizado de
tratamiento (art. 156.1 RP).
C) Cuestiones prácticas
D) Cuestiones críticas
En algunas cárceles el conocimiento de los presos es escaso, y los equipos técnicos utilizan con
frecuencia conceptos indeterminados para justificar la denegación de los permisos,
situación que origina inseguridad jurídica.
E) Procedimiento y tramitación
El contenido del acuerdo por el que se conceda el permiso ordinario debe contener una serie
de datos: nombre y apellidos del interno, NIF, fecha de nacimiento, acuerdo de la Junta de
Tratamiento, situación penal (condena, causa, delito, 1/4, 3/4 y 4/4 partes, todas sin redención
o, en su caso, con redención, responsabilidades pendientes), situación penitenciaria (grado de
clasificación, fecha de prisión interrumpida y fecha de ingreso en el centro actual, sanciones y
recompensas), número de días que se conceden (se tendrá en cuenta si existe prohibición
expresa de estancia o residencia en determinados lugares), dirección en la que se va a disfrutar
del permiso, valoración de la participación en las actividades, si se adjunta el informe social,
porcentaje de riesgo de quebrantamiento, motivación del permiso, medidas de seguridad y
condiciones, firmas del subdirector de tratamiento, secretario y visto bueno del Director. Se
adjunta además informe o propuesta del equipo técnico.
Ahora bien, estos permisos puede autorizarlos directamente el director del Centro de Inserción
Social si no se trata de penado por terrorismo o por delitos cometidos en el seno de
organización criminal -Orden int/1127/2010, de 19 de abril-.
Una consecuencia inexorable en largas condenas es que la persona condenada, tras cumplir la
cuarta parte de la misma, lo que le resta por cumplir es tres veces, o al menos dos, más larga
que la ya cumplida. Si bien pudo la Ley fijar las condiciones para acceder a los permisos en
otra fracción más alta de la pena pero, dado queº no lo hizo, es absurdo invocar lo obvio como
una razón de denegación de aquellos (Auto 586/1997 AP Madrid, Sección 5ª). Ver STC
112/1996, Autos 410/1997, 447/1997 y 670/1997, 795/2000, 508/2000 de la AP Madrid,
Sección 5ª.
La pena no tiene por objetivo principal la intimidación del delincuente, sino otros como la
reeducación y sobre todo, la prevención especial y la capacidad de reinserción, aspectos que
deben predominar sobre la intimidación en la fase de ejecución de la condena (Auto 755/1997
de AP Madrid, Sección 5ª).
C) Denegación de permisos por adicción a drogas
Es necesario que la adicción esté acreditada por algún medio, bien sea por analíticas positivas o
por sanciones debido a la tenencia o consumo de drogas en prisión que permitieran deducir la
adicción (Auto 247/99 de la AP Madrid, Sección 5ª).
Para la denegación de un permiso por estas razones es necesario que se acredite no sólo qué
factores hay que consolidar, sino también los medios para llevar a cabo esa consolidación. De
manera que si no se individualizan los factores o rasgos a trabajar terapéuticamente o, si la
administración penitenciaria no pone los medios, la denegación del permiso es injustificada y
atenta contra la seguridad jurídica del art. 1 de la CE.
A este respecto, el Auto 777/1996 de la AP Madrid, Sección 5ª, señala que «la sospecha de un
mal uso del permiso se apoya en un dato no fiable; no fiable porque ningún elemento indica
que el interno continúe consumiendo drogas. Sin duda que ello es posible, pero si durante su
estancia en prisión (lleva desde 1993 sin interrupción) no ha cometido ninguna falta
relacionada con las drogas, la presunción más armónica es la favorable al interno: que no ha
continuado consumiendo, por lo que no cabe inferir que durante el permiso sea probable la
comisión de un nuevo delito Auto de la AP Madrid, 777/1996, Sección 5ª.
No cabe indicar como motivo para la denegación de un permiso la gravedad del delito
cometido, porque supone manejar un criterio de desigualdad no recogido por el legislador
(Auto 770/1996 de la AP Madrid, Sección 5ª). Tampoco son atendibles la tipología delictiva,
la reincidencia y la alarma social. La primera porque precisamente en razón de la gravedad
de los hechos se impone la duración, más o menos larga de la condena. La reincidencia hay que
acreditarla. Y la alarma social, porque si ha transcurrido una cuarta parte de la condena
posiblemente haya disminuido, y sólo existirá para aquellos que ignoren que sólo es una
excarcelación temporal, y en todo caso un riesgo asumido en cuanto que el cumplimiento de
toda pena tiene como base el tratamiento individualizado, al margen de otras consideraciones
(Autos 449/1997 y 203/1999 de AP Madrid, Sección 5ª).
H) Reproche social de los delitos cometidos
No cabe argumentar este motivo para la denegación del permiso. El reproche social del delito
ya se encuentra embebido en el juicio de valor negativo que el legislador, en su función de
representante formal de la comunidad social, hace al elevar una conducta a la categoría de
delito asignándole como consecuencia jurídica una pena privativa de libertad (Auto de la AP de
Cádiz de 19 de enero de 1993).
I) Cuando se deniega por ser extranjero y la falta de garantía que ofrece el domicilio
facilitado por aquél
La principal y más directa consecuencia del no reingreso del permiso es la valoración negativa
por el Equipo de Tratamiento para la concesión de futuros permisos.
No obstante, también pueden sobrevenir consecuencias en el orden penal, como puede ser un
delito de quebrantamiento de condena, y en el orden penitenciario (art. 157.2 RP). No obstante,
si la persona se presenta voluntariamente pocos días después, se puede afirmar que no existe
dolo –es decir, conciencia y voluntad de eludir la acción de la justicia y dejar sin efecto el
cumplimiento de la pena–; por ello en algunos casos se procede a la absolución (Juzgado de lo
Penal núm. 1 de Lugo, Sentencia de 23 de marzo de 1995).
Las resoluciones de denegación de los permisos deben estar motivadas, puesto que si no se
argumentasen las razones de denegación, el Juez ignoraría si las mismas son o no fundadas.
Con todo, si en el preso recurrente concurren los requisitos de carácter objetivo exigidos en el
Reglamento y si no se aprecia ninguna circunstancia negativa, el permiso debe concederse
(Auto 629/1997 de la AP, Sección 5ª, de Madrid).
Cuando se produzcan hechos que modifiquen las circunstancias que propiciaron su concesión,
la dirección podrá suspender motivadamente el permiso con carácter provisional, poniéndolo
en conocimiento de la Autoridad administrativa o judicial competente para que resuelva lo que
proceda (art. 157.1 RP).
Puede resultar positivo con el Juez de Vigilancia penitenciaria y el Fiscal para aportar datos e
informes destinados a demostrar el cumplimiento de requisitos objetivos y cuestionar los
subjetivos argumentados por el CP. En definitiva, tratar de convencer con datos objetivos del
«no quebrantamiento» y «la no comisión de hechos delictivos», reduciendo a la par el margen
de riesgo que asume el juez. Destacadamente, deberá dejarse constancia de las siguientes
circunstancias: no consumo de drogas o tratamiento de la adicción, presentación voluntaria al
cumplimiento de la condena –indicio de no quebrantamiento–, relaciones y vínculos familiares
existentes, necesidad de retomar el contacto con su núcleo familiar o iniciar contactos de
búsqueda de una actividad laboral; destinos, tareas y cursos realizados; ausencia de sanciones,
notas meritorias, veces que ha disfrutado un permiso, o grado de compromiso personal de
responsabilización durante el permiso (Auto 1359/1998 de la AP Madrid, Sección 5ª).
Mención específica merecen las dilaciones características del sistema, donde los recursos
suelen tardar algunos meses en su resolución, con motivo del retraso en el envío de informes
penitenciarios. Son los Juzgados de Vigilancia penitenciaria los establecen la necesidad de
envío de los mismos junto el recurso del interno y, por ende, los que determinan la referida
dilación.
Por último, puede tener una cierta trascendencia práctica la posibilidad existente de disfrutar de
permisos fuera de España cuando existan comprobados motivos laborales o familiares
importantes. En estos casos se ponen condicionantes (presentación en el consulado, llamadas
telefónicas al juzgado...) a fin de garantizar el buen uso del permiso y el regreso (Auto del JVP
de Oviedo, de 28 de agosto de 1995).
X. PERMISOS EXTRAORDINARIOS
A) Motivos de concesión
Los motivos de concesión son también extraordinarios, señaladamente el fallecimiento o
enfermedad grave de los padres, cónyuge, hijos, hermanos y otras personas íntimamente
vinculadas con los internos; o el alumbramiento de la esposa o persona con la que el preso se
halle ligada por similar relación de afectividad. Las posibilidades de otros supuestos quedan
abiertas con la coletilla del artículo citado «así como por otros importantes y comprobados
motivos», lo que nos puede hacer pensar, por ejemplo, en exámenes en universidades o en
presentaciones a algún concurso-oposición (Auto JVP de Oviedo de 12 de marzo de 1997).
B) Duración
La duración vendrá determinada por su finalidad y no podrá exceder del límite fijado para los
permisos ordinarios.
C) Destinatarios
Los destinatarios de estos permisos extraordinarios serán los condenados preventivos. Los que
estén en primer grado necesitan autorización expresa del Juez de Vigilancia penitenciaria,
siendo también necesaria la autorización del Juzgado que haya ordenado la prisión provisional
(arts. 48 LOGP y 159 RP).
D) Tramitación
Estos permisos de salida, que cuentan con las medidas de seguridad adecuadas al caso y con el
previo informe médico, son de hasta doce horas de duración para consulta ambulatoria externa.
Cabe así mismo la concesión de permisos de hasta dos días de duración para ingreso en un
hospital extrapenitenciario.
Si el penado tuviera que permanecer más tiempo en el hospital, el permiso deberá ser
autorizado por el Juez de Vigilancia penitenciaria cuando la persona esté en segundo grado,
y por el Centro Directivo cuando esté en tercero. Este tipo de permisos pueden ser utilizados
durante la tramitación de la libertad condicional para enfermos graves con padecimientos
incurables.
9. Reflexionar sobre argumentos para contrarrestar el posible mal uso del permiso (Auto
1138/2000 de la AP Madrid, Sección 5ª).
10. Reflexionar sobre argumentos en contra de la intensa prisionización del interno (Auto
9/99 de la AP Madrid, Sección 5ª).
a) ¿Qué pasos tiene que dar para poder acceder al régimen abierto?
b) ¿Qué diferentes modalidades puede tener?
c) ¿En qué momento puede disfrutar de permisos?
d) ¿Qué trámites legales tiene que hacer?
TEMA 8
LAS COMUNICACIONES
I CONCEPTO
Las comunicaciones hacen posible que las personas presas puedan establecer contacto
periódicamente, de forma oral y escrita, en su propia lengua, con sus familiares, amigos y
representantes acreditados de organismos e instituciones de cooperación penitenciaria, salvo
cuando el juez haya ordenado prisión incomunicada (arts. 51.1 LOGP y 41 RP).
El derecho a comunicar viene garantizado en la Constitución Española, concretamente en los
arts. 18.3 y 25.2 CE. Las comunicaciones permiten al preso no quedar reducido exclusivamente
al mundo carcelario y se le permite relacionarse con el exterior; y lo que es más importante, la
comunicación posibilita la futura vida en libertad en el seno de la sociedad (STC 175/1997,
de 27 de octubre).
El Consejo de Dirección de cada prisión fijará los días de la semana en que las personas presas
pueden comunicar (sábados y domingos). La concesión se realizará previa petición de hora,
bien telefónicamente o bien personalmente por las personas que deseen comunicar.
Los familiares deberán acreditar documentalmente el parentesco con los reclusos, siendo a
tal efecto suficiente con la presentación del libro de familia. En los casos de convivencia de
hecho basta con un certificado de convivencia expedido por el Ayuntamiento, y en algunas
cárceles con el expedido por el cura de la parroquia. Por su parte, la comunicación con amigos
y allegados necesita la autorización del Director y, para ello, el preso tiene que solicitar la
comunicación por escrito en una instancia al mismo, quien la autorizará o denegará.
Las comunicaciones entre letrados y presos sólo se pueden intervenir previa orden expresa de
la autoridad judicial (arts. 51.2 LOGP y 48.3 RP) (ver, entre otros, Auto del Juzgado de
Vigilancia penitenciaria de Melilla de 28 de junio de 1996).
a) existan fundadas razones para creer que las personas que comunican están preparando
alguna actuación delictiva o que atente contra la convivencia o la seguridad de la cárcel, o que
estén propagando noticias falsas que perjudiquen; o
b) puedan perjudicar gravemente a la seguridad o el buen orden del establecimiento (art.
44.1.a RP).
Ante tal eventualidad, el jefe de servicios dará cuenta inmediata de la suspensión al director y
éste, a su vez, si ratifica la medida en resolución motivada, deberá ponerlo en conocimiento del
Juez de Vigilancia penitenciaria en el mismo día o en el siguiente. En todo caso, será una
conditio sine qua non para la orden de suspensión la existencia de los requisitos fijados por la
jurisprudencia constitucional.
Las personas presas pueden comunicar por escrito con las personas, asociaciones, profesionales
e instituciones que quieran. No se establecen limitaciones en cuanto al número de cartas o
telegramas que se puedan recibir o mandar salvo en los supuestos de intervención, en cuyo
caso, sólo podrán mandarse dos por semana (art. 46 RP).
En las cartas que manden las personas presas deberá figurar el nombre y apellidos del
remitente y se registrarán en un libro. Cuando estas cartas llamen la atención al funcionario
encargado del registro por su volumen o, respecto de los datos del preso, se devolverán a éste
para que, en presencia del funcionario, las introduzca en otro sobre que será facilitado por la
Administración (art. 46.3 RP).
Si bien cabe la posibilidad de que los presos se manden cartas entre si, tales comunicaciones
se cursarán a través de la dirección y, por lo tanto, podrán ser intervenidas (art. 46.7 RP).
A) Comunicaciones íntimas
Las comunicaciones íntimas se concederán una vez al mes como mínimo, se realizarán en
locales preparados al efecto y los horarios de las mismas serán establecidos por los Consejos de
Dirección y su duración no será inferior a una hora ni superior a tres. Los familiares que
realicen estas comunicaciones no podrán portar bolsos o paquetes, y tampoco podrán llevar
consigo a niños menores (art. 45.3 RP). Ahora bien es indiferente que los comunicantes sean
del mismo sexo (Auto JVP Castilla-La Mancha nº 2, de 11 de noviembre de 1999 y Criterio 27,
Reunión JVP 2003). Asimismo, estas comunicaciones podrán concederse aunque los dos
miembros de una pareja estén en prisión (Criterio 28, reunión JVP 2003); y no existirá
inconveniente en que la visita íntima tenga lugar con una persona (esposa o novia actual) y las
comunicaciones de convivencia se realicen con los hijos, incluso acompañados por persona
distinta a la anterior (Criterio 31, Reunión JVP, 2003).
Se concederá, una vez al mes como mínimo, una comunicación con familiares y allegados
durante un espacio de tiempo de una a tres horas (art. 45.5 RP). Con todo, allegados no pueden
ser todos los amigos, sino los especialmente cercanos, más aún si pensamos que la ley no habla
de allegados, sino de allegados íntimos y es evidente que el Reglamento se refiere a éstos, pues
el art. 45 RP desarrolla, al menos en parte, el art. 53 LOGP que se refiere a los allegados
íntimos, esto es, a los inmediatamente próximos.
C) Comunicaciones de convivencia
Las comunicaciones de convivencia se pueden conceder a las personas presas para que se
comuniquen con su cónyuge o persona ligada por semejante relación de afectividad e hijos
menores de diez años. La duración máxima será de seis horas, siendo la mínima de cuatro,
según la Instrucción 24/1996. Los Jueces de Vigilancia han establecido en su reunión de 2003
que sea la máxima posible (criterio 30).
Para las personas extranjeras existe un problema añadido, que es el alejamiento y dispersión –
concentración– en determinadas cárceles, así como la falta de recursos económicos de muchos
de sus familiares.
V. COMUNICACIONES TELEFÓNICAS
El penado se puede comunicar por teléfono con las mismas personas que pueden hacerlo de
forma oral, cuando aquéllas residan en localidades alejadas del Centro Penitenciario y no
puedan desplazarse para las comunicaciones orales. También es posible cuando el interno deba
comunicar algún asunto importante a los familiares, abogado defensor o a otras personas (art.
47 RP), siempre que las circunstancias del establecimiento lo permitan.
I. CONCEPTO
Estos actos siempre llevan aparejados conflictos con el orden constitucional, puesto que la
intimidad personal entraña constitucionalmente la existencia de un ámbito propio y reservado
frente a la acción y el conocimiento de los demás que es necesario para mantener una calidad
de vida mínima en la vida humana (SSTC 231/1988; 179/1991 y 20/1992).
El cacheo no puede hacerse de manera arbitraria, caprichosa, ni de forma sistemática, sino con
motivación suficiente y urgente necesidad. Es necesaria una valoración entre la gravedad que
supone el ataque a la intimidad de la persona presa y si el cacheo es imprescindible para
asegurar la defensa del interés público que interesa proteger (Auto JVP de Castilla y León, de
29 de julio de 1997).
En esta misma línea garantista, el motivo del cacheo debe justificarse ante el Director (también
debería exigirse ante el JVP) en cada caso concreto, así como su forma de realización (STC
57/1994, de 28 de febrero). A estos efectos los funcionarios que realicen el cacheo deberán
dirigir un parte escrito al Jefe de Servicios, especificando los cacheos con desnudo integral
efectuados (art. 68.5 RP).
En todo caso, deberán existir sospechas fundadas y concretas de que se va a introducir una
sustancia prohibida para proceder a la realización de un cacheo, pero nunca se podrá hacer por
razones de prevención general (Auto del JVP Granada, de 31 de julio de 1995). Los cacheos se
podrán practicar cuando no quede otra vía de registro y se hayan utilizado previamente todos
los medios alternativos posibles, tales como el arco o la raqueta detectora de metales o los
rayos X, siempre y cuando su uso no perjudique la salud (Auto del Juzgado de Vigilancia
penitenciaria de Badajoz, 28 de septiembre de 1989).
Para la práctica de un cacheo es necesario que exista la autorización del jefe de servicios (art.
68.2 RP), teniendo en todo caso que quedar debidamente justificados y motivados (entre otras,
SSTC 218/2002, de 25 de noviembre y 204/2000, de 24 de julio).
Sin embargo, en los cacheos con desnudo integral debería ser necesaria la autorización de la
autoridad judicial porque lo que está en juego es la vulneración de derechos garantizados por la
Constitución: la intimidad y la dignidad (Auto del Juzgado de Vigilancia penitenciaria de
Castilla-León núm. 1, de 21 de febrero de 1990).
Los Jueces de Vigilancia penitenciaria han dicho que se «inste a la Dirección General a que
por medio de una Instrucción se requiera a las direcciones de las prisiones para que se
proceda a dar cuenta a los Jueces de Vigilancia penitenciaria de los cacheos con desnudo
integral practicados a los internos» (Criterio 59), con el objeto de tutelar los derechos
fundamentales y realizar el control de la legalidad en la actividad penitenciaria. De esta forma,
el Juez de Vigilancia penitenciaria podrá examinar los presupuestos de necesidad, idoneidad
y proporcionalidad de la medida acordada.
Los cacheos con desnudo integral tendrán que ser realizados en una habitación cerrada y
separada o en un lugar apartado de la vista de terceras personas (art. 68.3 RP), de lo que se
deduce que debe habilitarse, por tanto, una habitación a estos efectos (Auto del Juzgado de
Vigilancia penitenciaria núm. 2 de Madrid, de 29 de enero de 1991). El motivo de esta
privacidad no es otro que el hecho de que que «el desnudo integral ante personas
desconocidas, así cuando no se realice en un lugar público, crea en la persona que lo sufre
una sensación de envilecimiento que bien podría ser considerado como trato humillante o
vejatorio» (Auto del Juzgado de Vigilancia penitenciaria de Sevilla de 20 de febrero de 1990).
TEMA 10
LA MEDIACIÓN PENITENCIARIA
I. CONCEPTO
La mediación penitenciaria es una técnica que permite que las personas, siempre que tengan
definido el conflicto y aceptado que no pueden resolverlo por ellos mismos, puedan:
En referente a la aplicación del régimen disciplinario, hemos de notar que éste está dirigido a
garantizar la seguridad y el buen orden regimental y a conseguir una convivencia ordenada, de
manera que se estimule el sentido de la responsabilidad y la capacidad de autocontrol dentro
del Centro Penitenciario (art. 231 RP).
Las ventajas que la mediación ofrece, si se le compara con la vía legal son de un menor coste
económico y emocional, una resolución más rápida y positiva del conflicto, así como la
creación de acuerdos satisfactorios para todas las partes implicadas.
Hemos de partir del hecho de que en un conflicto existente entre varias personas, todas tienen
una parte de razón. Cuando tienes un conflicto con otro y te pide disculpas, es que reconoce su
parte de responsabilidad, lo cual redunda en que tú te sientes mejor. Por eso, cuando estás
dispuesto a reconocer la parte que tienes en el asunto sobre el que vamos a trabajar, por
pequeña que sea, estás permitiendo que la otra persona reconozca su parte. Esto te ayudará a
sentirte mejor y, en última instancia, a poder plantear una solución positiva al conflicto.
También es un hecho común a todo conflicto, la existencia de una pérdida o un sufrimiento, los
cuales pueden ser presentes o futuros. Por ejemplo, se puede perder un objeto, dinero, salud, un
privilegio, poder, tranquilidad, seguridad, la libertad, una amistad o la vida.
Consiguientemente, si buscamos la solución sin contar con la otra persona, intentando
ganar todo, también podemos perder todo, porque el otro lo puede ganar. Pero si para
solucionar el conflicto pensamos en que la otra persona lleva parte de razón, por pequeña que
sea y permites el diálogo en un espacio de seguridad y serenidad como es el de la mediación, el
conflicto se solucionará y podrás ganar, aunque sea una parte. No existirán pérdidas, si te fijas
en las ganancias.
Va de suyo que dialogar exige escuchar al otro. Por lo tanto, cuando otro nos habla mal o con
violencia, aunque lleve razón en lo que diga, nos separamos de él y nos salen contestaciones
defensivas y, en ocasiones, con ganas o ánimo de ofender o golpear. En cambio, cuando la otra
persona nos habla de forma tranquila, serena y sin intentar llevar razón a toda costa, es el
momento en que nos apetece escuchar. Si esto es así, la clave para que nos escuchen es estar
serenos, tranquilos y hablar sin ofender, sin menospreciar, sin insultar y sin emplear violencia.
A nadie se le escapa que estar abiertos al diálogo, a reconocer la verdad a través de formas
pacíficas y serenas de expresarte, exige mucha valentía. Es más cobarde quien golpea, o se
esconde, para no reconocer su parte de responsabilidad, que quien se mantiene en su verdad y
reconoce sus errores. Y es que la verdad y la no violencia no son cosas de cobardes; de
hecho, algunas personas a lo largo de la historia han conseguido cambiar el rumbo de muchos
pueblos con esas tres claves: verdad, no violencia y valentía.
El proceso de acogida constituye el primer contacto entre el mediador y cada una de las partes
por separado. El trabajo del mediador debe ir encaminado a «arropar el conflicto» utilizando las
técnicas de escucha activa a fin de generar confianza en la persona, y permitir que el contenido
emocional negativo se libere. De este modo, el mediador recaba cierta información sobre varios
aspectos del conflicto y de la situación legal de las personas.
La segunda fase del proceso posibilita el encuentro interpersonal entre las dos personas que
tienen el conflicto para que ambas tengan la misma información y objetivo común de resolver
el problema, hecho que favorece la posibilidad de que se equilibre el poder de ambas.
Las distintas percepciones de lo que nos sucede, así como las respuestas emocionales y las
dificultades de comunicación desembocan en emociones entremezcladas con las cuestiones
objetivas del problema, y por ello, las soluciones son realmente difíciles de conseguir. Para
trabajar las situaciones conflictivas es fundamental el previo desahogo emocional de las partes
para que puedan centrarse en las cuestiones concretas.
La posición es una postura que la persona decide por sí misma y tiene un fundamento
emocional. De la posición inicial en el conflicto surge necesidades básicas: no quedar mal, no
perder imagen al ceder; hay que tener en cuenta que la imagen de poder y de ganador en el
espacio penitenciario es básica para la supervivencia.
Por otro lado, las posiciones encubren las necesidades reales de las personas en conflicto. Estas
necesidades se denominan intereses y se encuentran en el ámbito racional. Trabajar desde la
búsqueda de los intereses es una manera útil de poder encontrar soluciones que satisfagan a las
dos partes.
Las partes tienen que generar ideas que aporten solución final al conflicto siempre que respeten
intereses comunes; se deben expresar sin hacer valoraciones ni juicios, y el objetivo último
consiste en la búsqueda de aquellas en las que ambas partes puedan resultar beneficiadas.
Todas ellas pueden ser válidas, si bien deberán concretarse, al menos, en tres.
A título de curiosidad, cabe señalar que a este método de intervención de opciones en beneficio
mutuo se le conoce comúnmente con el nombre de lluvia de ideas o, siguiendo la terminología
anglosajona, brainstorming.
E) Resumen estratégico
Sintetizar los logros a fin de que las partes puedan avanzar en la negociación. El resumen
estratégico refuerza a las partes cuando éstas han quedado atascadas en algún punto de la
negociación.
F) La normalización
Cuando las personas creen que su problema es único, sólo ven soluciones concretas. Ello
genera resistencia al cambio, por miedo. Cuando vemos que el conflicto es normal, común y
que le ocurre al resto de la gente, la tranquilidad que ello genera nos abre a la posibilidad a ver
el cambio y la solución algo normal dentro de la dinámica de la vida.
G) La reciprocidad
Se trata de que las partes entiendan que la conducta de uno es interdependiente de la conducta
de otro. El deterioro de la relación trae como causa parte de responsabilidad de cada una de
ellas. Se trata, a través de esta técnica, de llevarles a que comprendan la participación de ambos
en el problema. Si ambos entienden la postura del otro, es más fácil llegar a un acuerdo. Para
ello se pueden utilizar las preguntas circulares.
Se trata de centrar la conversación en lo que quieren hacer, no en lo que hicieron. Cuando las
partes se centran en lo que uno hizo o dejo de hacer, se pueden cerrar las posibilidades de
acuerdo porque emergen emociones negativas que eclipsan las salidas racionales. Por tanto,
construir hacia el futuro es una clave de salida cuando las negociaciones se atascan.
Para poder poner en práctica los criterios anteriores y con el objetivo de ir llegando a acuerdos
de solución es necesario el conocimiento objetivo de la situación conflictiva, así como la
percepción subjetiva que las partes tienen de la misma. De esta forma, permitiendo que emerja
toda la información, así como la vivencia subjetiva del conflicto, las partes pueden llegar a
comprender (empatizar) y ceder en las posiciones personales en búsqueda de acuerdos que
ahonden en los intereses comunes. Asimismo, se hace necesario que el mediador vaya
conociendo toda la situación para poder ir facilitando la negociación.
A) Preguntas informativas/abiertas
Se utilizan para que el mediador pueda obtener más información o para que alguna de las partes
llegue a un conocimiento más preciso de lo que está ocurriendo a la parte contraria.
B) Preguntas clarificadoras
Las puede utilizar el mediador para aclarar algún término, cuestión o idea que necesite ser
concretada o precisada.
C) Preguntas justificativa
Se pueden utilizar para pedir razón o motivación de una de las afirmaciones de las partes.
D) Preguntas circulares
Son aquellas que puede hacer el mediador para hacer comprender a una parte las decisiones o
posiciones de la otra. Es decir, cambio de papeles o de posición.
E) Preguntas creativas
Pueden servir al mediador para abrir nuevas posibilidades de solución cuando la negociación o
un aspecto concreto se obstruye.
F) Preguntas reconductoras
Tienen como finalidad reconducir la negociación cuando se ha obstruido para llevarla hacia
otra postura o ámbito para permitir que la comunicación continúe.
G) Preguntas de cierre
Ejemplo: Entonces ¿queda claro que lo que tienes que hacer es pagar veinte euros al mes?
En grupos de tres personas, dos de ellos tendrán que simular un conflicto que debe ser resuelto
a través de la intervención de un tercero: un mediador. Los conflictos existentes son los
siguientes:
a) Dos personas. Ambas consumen drogas. Juan prestó a Luis 100 euros. Éste no se los ha
devuelto el día que fijaron. Ambos se enzarzan en una disputa que ve el funcionario.
Posibilidades: sancionar a los dos, o mediar, con las limitaciones que obviamente tiene el
proceso.
Datos: a Juan le van a conceder un permiso en un par de meses, y el recurso del tercer grado
está en el juzgado para que resuelva el juez. Luis comunica «vis a vis» con su mujer todos los
meses y tiene un destino en la biblioteca. Le quedan tres años de condena; aún no ha salido de
permiso.
b) Dos personas: Mario y Amed. Comparten celda. Mario se queja continuamente de que
Amed reza en alto a horas en las que él quiere descansar. Le despierta y molesta. Amed se
enfrenta a Mario porque necesita rezar. Amed es una persona culta y ordenada que lee mucho.
Mario, en cambio, no tiene la formación básica terminada y tiene dificultades para la lectura y
el aprendizaje. Es muy poco ordenado.
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