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LA CIUDAD: ESE IDEAL INCOMPRENDIDO WARREN ORBAUGH

La ciudad es una población, una asociación de personas libres que tienen como fin establecer las condiciones
para que cada uno de los asociados pueda vivir la buena vida, consistente esta en poder alcanzar el mayor bien posible
para sí, o dicho de otra manera, en poder conseguir aquellos valores que lo hagan feliz. Fue un invento de los helenos.
Es distinta de cualquier otro tipo de asentamiento humano y la llamaron polis. Aristóteles nos la describe en sus libros
La Política y La Constitución de Atenas. La polis era producto de una constitución, una convención entre hombres libres
o eleutheros y no un establecimiento supuestamente dado por los dioses.

Platón, por medio de Sócrates, Adeimantus y Glaucón, nos narra en La República como nace la sociedad del
beneficio que encuentran los individuos en la división del trabajo y el intercambio de sus productos. Sócrates se preocupa
en encontrar cuáles son los principios de la ciudad e identifica dos: Primero, que los hombres no son autosuficientes y
que se benefician de cooperar en sociedad. Segundo, los individuos tienen diferentes aptitudes lo que los lleva a la
división del trabajo. De esta manera los hombres viven vidas felices gracias a su productividad.

Aristóteles nos dice en su libro La Política, que la ciudad es la asociación de hombres libres con el propósito de
vivir la vida virtuosa. Una buena acción es aquella cuyas consecuencias benefician la vida del agente, y una mala acción
es aquella cuyas consecuencias lo perjudican. La repetición de una misma acción forma el hábito. La conducta habitual
le hace más eficiente y por lo tanto le facilita al individuo alcanzar aquellas cosas que son el propósito de sus acciones.
La virtud es el hábito de obrar bien, es decir, es la acción habitual que le permite al agente conseguir y/o
conservar los valores que benefician su vida. El vicio es el hábito de obrar mal, es decir, es la acción habitual que le
permite al agente conseguir y/o conservar aquello que perjudica su vida. Virtud viene del latín Virtus que es un derivado
de vir que significa hombre libre, que no es propiedad de nadie, y si en cambio propietario de bienes, tierras, ganados,
etc. Es el equivalente al eleutheros griego. La virtus era el conjunto de comportamientos habituales que le permitían al
vir mantenerse como tal. En cambio la falta de virtus era el conjunto de comportamientos que le podían hacer perder
esa condición.

Si el individuo valora su vida, la realidad le dicta lo que debe hacer. Debe valorar y buscar producir aquellas
cosas que lo benefician, es decir aquellas que mantienen su vida. Por lo tanto tiene que identificar que lo beneficia, para
lo que le es necesario razonar correcta y eficientemente. Luego su virtud principal y de donde se originan todas sus
demás virtudes es la racionalidad. Esto significa ser un razonador habitual, objetivo, enfocado en identificar la realidad
en todo momento para valuar y actuar consecuentemente, y para ampliar y clarificar constantemente su conocimiento.
Implica ejercitar una mente activa en lugar de una pasiva, distinguir entre los hechos, interpretaciones y emociones;
examinar viejas conjeturas y ser receptivo a conocimiento nuevo; descubrir y corregir errores; y conocer no solo la
realidad externa sino que la interna, la realidad de las propias necesidades, sentimientos, aspiraciones y motivaciones.
Las otras virtudes que se derivan de esta y que son una aplicación de la misma a diversos tipos de circunstancias son:
sabiduría, entendimiento, prudencia, valentía, templanza, independencia, integridad, creatividad, honestidad,
determinación, productividad, laboriosidad, frugalidad, orgullo, limpieza, fortalecimiento, perseverancia, sinceridad,
confiabilidad, honradez, responsabilidad, benevolencia, tolerancia, justicia y serenidad.

El término romano urbs equivalente al griego astu, es la estructura física donde hay un orden legal cívico o
político particular. Su término para la forma civil equivalente a la palabra polis es civitas. Esta última, nos dice Cicerón,
es una multitud de hombres libres o vires unidos en concordia, garantizada esta por medio de la justicia y el imperio de la
ley.

Al caer Roma, las ciudades prácticamente desaparecieron. Fueron sustituidas por el régimen feudal. Sin
embargo a finales del siglo X y durante el siglo XI resurgieron ciudades asentadas en urbes fortificadas llamadas burgos.
En ellas, la población mercantil y artesanal, llamada burguesía, trató de sustraerse del sistema feudal y asegurarse las
condiciones indispensables para vivir la buena vida: libertad individual, libertad en la actividad económica,
autonomía jurídica, autonomía administrativa y un sistema de impuestos proporcional a las rentas. Los dineros
recaudados se usaban principalmente para fortificaciones y armamento. Nacieron como organizaciones privadas que
después debieron enfrentarse con los obispos y los príncipes feudales. Estos burgos se convirtieron en santuarios de
libertad, donde se refugiaban aquellos vasallos que escapaban del régimen feudal. El siervo que lograba permanecer en
el burgo un año y un día sin ser atrapado por el señor feudal, pasaba a ser hombre libre, es decir, a ser ciudadano.

La palabra ciudad viene de la palabra latina civitas que significa conjunto de ciudadanos integrantes de la
respublica, que significa asunto de interés público y constituye la forma de gobierno del Estado republicano o Estado de
Derecho.

Ciudadano es la persona que puede gozar de todos sus derechos: derecho a la libertad y derecho a la
propiedad. Ciudadano significa hombre libre. Este significado se puede ver también en la palabra inglesa ‘freeman’ que
significa ciudadano. Y es la razón por la cual los revolucionarios de la Revolución Francesa se designaban a si mismos
como ciudadanos. Un súbdito, por el contrario, no es un hombre libre. En el régimen feudal, el súbdito es un vasallo
sujeto a un señor. En una monarquía es sujeto al rey. En una dictadura o tiranía es sujeto del dictador o tirano. El súbdito
no goza del respeto a ningún derecho. No es libre ni tiene propiedades. Solo tiene permisos o privilegios otorgados por el
soberano. Estos le pueden ser revocados cuando se le antoje al regente. La historia nos muestra múltiples ejemplos de
los abusos que permiten esos regimenes. Basta mencionar uno: el “ius primae noctis” (derecho de pernada) que
concedía el privilegio al señor feudal de hacer uso sexual de la recién casada de su siervo, la noche de la boda, antes
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que el mismo novio. Los vasallos, tanto hombre como mujer, no eran respetados ni tratados como hombres, sino como
objetos de uso del señor. Por el contrario, el ciudadano es hombre libre cuyos derechos están amparados por la
república. El ciudadano es un fin en sí mismo y no un instrumento o medio para los fines de otro u otros hombres.

La república es un régimen político. En este se instituye un gobierno al que se le adjudica el poder exclusivo de
imponer ciertas reglas de conducta social. La autoridad de su gobierno reside en el consentimiento de sus gobernados.
Esto significa que el gobierno no es el soberano, sino que el agente al servicio de los ciudadanos. El gobierno como tal
no goza de ningún derecho a excepción de los derechos delegados en él por sus ciudadanos y para fines específicos. Y
los fines específicos del gobierno en la república son: proteger los derechos del ciudadano protegiéndolo de la violencia
física.

El término derecho se deriva del latín derectus, que significa recto, correcto, derecho; es equivalente a las
palabras griegas dikaion, (dikaieun), que significa recto, justo, correcto, derecho, moralmente justificable, y a orthos
(orqoV) que significa recto, justo, correcto.

Los derechos son un conjunto de principios morales fundamentales, meta-legales, expresivos de la


idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones de los ciudadanos entre sí y cuya observancia puede ser
impuesta de manera coactiva.

Son los principios que establecen relaciones justas, rectas y apropiadas entre los individuos de una sociedad
civil. Las relaciones justas son aquellas que son mutuamente ventajosas para los involucrados, aquellas en donde
ninguno daña al otro.

Los derechos son imprescindibles para convivir en concordia y se fundamentan en la naturaleza del hombre
mismo, la que exige que para vivir como tal, debe poder actuar correctamente, virtuosamente, es decir, de acuerdo a su
mejor juicio. La palabra clave aquí es actuar, pues no se puede ser virtuoso sino se puede llevar a la acción el juicio
correcto.

Un derecho es un principio moral que define la libertad de acción de la persona en un contexto social. Es una
autorización moral para hacer. El derecho fundamental, del cual todos los demás son consecuencia, es el derecho a la
propia vida. Como la vida es un proceso de acción auto sustentante y auto generado, el derecho a la vida es la libertad
de hacer todo aquello que requiera un ser racional para sostenerse, progresar, desarrollarse y disfrutar su vida. El
derecho se refiere a la posibilidad de actuar libre de la interferencia, compulsión y coerción de otros hombres. El derecho
faculta al individuo para exigir a los demás, respeto a su libertad para poder hacer lo que legítimamente conduce a los
fines de su vida.

Los derechos son un concepto moral que permite una transición lógica de los principios que sirven de guía
para la acción del individuo, a los principios que le sirven de guía para su relación con otros. Son la conexión entre el
código moral del hombre y el código legal de la ciudad, entre la ética y la política. Los derechos individuales son el medio
para subordinar a todos los individuos asociados en una ciudad a una ley moral. Decir que uno tiene derecho a la vida, a
la libertad y a la propiedad equivale a decir: tú respeta mi vida, mi libertad y mi propiedad y así yo respetaré tu vida, tu
libertad y tu propiedad. Si no lo haces, atente a las consecuencias. Si quieres que convivamos en armonía,
establezcamos ciertos principios de conducta recta: tú me respetas y yo te respeto igual.

El principio de los derechos del individuo, por ser una extensión de la moralidad en un sistema social, impone
una limitación al poder del Estado. Sirve como protección del individuo contra el uso de la fuerza de la mayoría al
subordinar el poder al derecho. Esto constituye un Estado de Derecho, o sea un Estado donde el gobierno no está por
encima de la ley. El gobierno se instituye con el único propósito de asegurar los derechos de los ciudadanos,
protegiéndolos de los criminales, y la Constitución se escribe para proteger al ciudadano del gobierno. Se declara
explícitamente de esta manera que los derechos individuales reemplazan cualquier poder social o público.

El derecho es la confirmación de la libertad del individuo de actuar para buscar sus propios fines según su
juicio y voluntad, y la imposición de una única obligación: abstenerse de violar el derecho de otro individuo. Promueve la
tolerancia entre los hombres cuyos actos no violan los derechos de los demás.

La implementación del derecho a la vida es el derecho de propiedad. Como cada hombre debe sustentar su
vida, quien no tenga derecho al producto de su esfuerzo no tendrá los medios para sostener su vida. Si alguien produce
mientras otros disponen de su producto, es un esclavo. El derecho de propiedad es el derecho a ganar, conservar, usar y
disponer de sus bienes.

El derecho de propiedad comprende sólo la libertad de acción del individuo y no a que se le provea de cosas.
El individuo no tiene derecho a una casa, salud, educación, vestido, alimentación, trabajo, etc., pues alguien tendría
entonces la obligación de proveerlo con esos bienes. A lo que tiene derecho el individuo es a la libertad para producir,
procurarse y disponer una vez lo haya conseguido de una casa, salud, educación, vestido, alimentación, etc.

Los derechos del hombre sólo pueden violarse por medio de la fuerza. Sólo por medio de la violencia puede un
hombre o un grupo de hombres privar a otro u otros de su vida, su libertad y su propiedad. Sólo por medio de la fuerza
pueden robarle, esclavizarle, impedirle actuar virtuosamente para conseguir sus propios fines u obligarle a actuar en
contra de su propio juicio racional. Aquel que recurre a la fuerza para violar los derechos de otros es un criminal. Para
resolver esos casos la ciudad establece protección legal en contra de los criminales.
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La ley es la organización colectiva del derecho individual de defender, incluso por la fuerza si fuera necesario,
su vida, su libertad y su propiedad. Este derecho de legítima defensa antecede a la ley. Esta última reemplaza las
fuerzas individuales por la fuerza colectiva para perseguir y castigar a quien viole el derecho de algún ciudadano. Sirve
así para garantizar la integridad de las personas, las libertades y las propiedades.

El uso de la fuerza colectiva, que es la unión de las fuerzas individuales, no puede invocarse para ningún otro
fin que no sea el de legítima defensa. Por eso, la ley que tiene como instrumento necesario la fuerza, no puede tener
dominio legítimo más allá del dominio legítimo de la fuerza.

La ley es la fuerza común organizada para combatir la injusticia. La justicia es la retribución para enmendar la
violación al derecho de alguien. Cuando la ley hace esto, entonces la ley es justicia. Cuando la legislación no lo hace,
sino que otorga privilegios, entonces se convierte en un instrumento de injusticia. La justicia es un instrumento para
proteger el derecho del individuo. Y como los derechos de todos los ciudadanos son iguales, entonces en la ciudad todos
son iguales ante la ley.

Por tanto la ciudad es una asociación de individuos que proscribe el uso de la fuerza en las relaciones
humanas. Su gobierno actúa como policía y se le autoriza usar la fuerza solo como represalia y solo contra aquellos que
iniciaron su uso. Esta es su función, su única justificación moral y la razón de por que los hombres necesitan un gobierno.

No todo régimen se basa en el principio del contrato ni busca la paz. Otros regimenes, como la monarquía,
feudalismo, tiranía y dictadura, que ven al hombre como un medio para alcanzar los fines de los soberanos, se basan en
el principio de la violencia. Este principio de pensamiento feudal, queda resumido en esta frase de la narración que hace
Tacitus de los antiguos germanos: “Pigrum quin immo et iners videtur sudore adquiere quod possis sanguine parare”
(Parece una incompetencia, o lo que es más, una haraganería, adquirir por medio del trabajo afanoso y sudor aquello
que puede tomarse por el derramamiento de sangre.)

La urbe es la arquitectura de la ciudad. La palabra se deriva de la palabra latina urbs que significa la fábrica
rodeada de murallas de una población. La urbe es el conjunto de edificios, calles, plazas, parques, infraestructura de
instalaciones, monumentos, murallas, etc. La urbe es la estructura física, el lugar donde reside un poblado con un
orden político.

La urbe de la ciudad es heterotópica, producto de una sociedad basada en el respeto al derecho individual, de
una sociedad “heterárquica”, donde todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Su arquitectura debe expresar la
libertad y virtud de sus ciudadanos. Es producto de la oferta y la demanda de los mismos. Por lo tanto, la urbe civil refleja
el orden dinámico de la ciudad, que se reorganiza constantemente. El orden de la ciudad es dinámico, producto de que
ésta es una comunidad sistémica abierta, cuya estructura consiste en una autoorganización espontánea, es decir
voluntaria, por iniciativa propia, de funciones, donde, la interdependencia de los individuos es necesaria, donde cada uno
de los individuos de la población tiene que tener libertad para reaccionar según su conveniencia al medio, donde cada
individuo tiende a conservar y expandir su vida al máximo, donde las limitaciones sobre la capacidad adaptativa de un
individuo de la población es indeterminada y donde todo individuo se encuentra sometido al aspecto temporal. La
autoorganización es aquella cuya lógica de sistema se modifica incesantemente, de manera no preestablecida, bajo
efectos reacciónales al entorno por los agentes, dando lugar a un aumento de la complejidad del sistema. El fenómeno
de autoorganización consiste en que al verse afectado por perturbaciones aleatorias, el sistema con una estructura o una
organización dada, modifica su estructura, se reorganiza. De la interacción local de los agentes individuales del sistema
emergen tipos de propiedades globales, que no eran previsibles a partir de lo que se sabía de las partes componentes. A
la vez, la nueva propiedad global o comportamiento emergente, vuelve a influir en el comportamiento de los
componentes individuales que la produjeron. Es orden surgiendo de un sistema dinámico complejo, son propiedades
globales fluyendo del comportamiento de los individuos.

Como el orden de la urbe civil surge de un sistema dinámico complejo fluyendo del comportamiento de los
ciudadanos, el pretender, como hacen algunos planificadores urbanos que no comprenden la diferencia entre ciudad y
monarquía o tiranía, ordenar la ciudad por medio de ordenar estáticamente su urbe es tratar de revertir causa y efecto.
La urbe es la expresión del orden de la ciudad y no al revés. Al zonificar, prohibiendo la actividad de los ciudadanos en
distintas áreas, limitando arbitrariamente alturas y densidades, impidiendo el cambio y regeneración de edificaciones, los
planificadores cual criminales que utilizan al gobierno como arma, desvirtuándolo así de su función , no sólo violan los
derechos de los ciudadanos, sino que les condenan a morir al dificultarles y eventualmente impedirles actuar
virtuosamente. Al distorsionar el mercado, impiden que la oferta y la demanda indiquen a los ciudadanos cuales son los
valores objetivos deseados y truncan su libertad para reaccionar según su conveniencia. Los ciudadanos así
injustamente agredidos, si pueden, optan por abandonar dichas zonas urbanas en busca de lugares donde se respete su
libertad de hacer todo aquello que requiera un ser racional para sostenerse, progresar, desarrollarse y disfrutar su vida.
El resultado de este caos planificado, producto de la arrogancia fatal de los planificadores urbanos, quienes creen saber
mejor que cada uno de nosotros lo que más nos conviene individualmente, es exactamente el contrario del que
buscaban: el deterioro de la zona urbana regulada y la invasión de esta por bárbaros menos virtuosos.

El propósito de la urbe civil es facilitar la interacción de los ciudadanos para que estos puedan
conseguir sus fines individuales y así vivir una vida placentera.

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