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Lic.

en Psicología Diego Provera

El fútbol como organizador de la masculinidad

Transcripción de lo expuesto por el Lic. Diego Provera en la Radio HCD – FM


105.7 – el día 05 de julio de 2010, Buenos Aires, Argentina.

Antes de introducirnos en el tema que nos convoca, me gustaría primero


tomar dos conceptos que nos ayudarán a comprender las construcciones que se
entraman en relación al fútbol, que son las concepciones de “género” y
“patriarcado:

“Género” es una adscripción cultural ligada al sentirse varón o mujer. La


identidad de género está supeditada a las expectativas de la cultura. Es una
construcción simbólica y social, determinada por el momento histórico. Entonces,
uno se siente varón o mujer a partir de construcciones socio-históricas.

El “patriarcado” es un sistema donde los varones hacen acopio de poder,


dejando a las mujeres en situación de inferioridad o desventaja. En la Modernidad
se hace menos visible, al menos en nuestra ciudad, pero sigue vigente en la
actualidad de nuestro país. El patriarcado interviene fuertemente en la
construcción de las subjetividades masculinas y femeninas, es decir, el sentimiento
íntimo de sentirse mujer o varón.

En su texto “El fútbol como organizador de la masculinidad”, la Dra. en


Psicología Débora Tajer señala la relación entre el fútbol, el “hacerse hombre” y el
“ser hombre” en la Argentina. El fútbol constituye un área social privilegiada para la
constitución de la subjetividad masculina. Es un dador fuerte de identidad poco
modificable, un dato particularmente llamativo en estos tiempos posmodernos, en
los que se puede cambiar de profesión o esposa, pero difícilmente de camiseta.
Cambiarse de equipo simpatizante sería tildada de traición, lo hemos visto con
ciertos jugadores profesionales que decían de ser de un equipo y pasaron a jugar
para otro. Se infringe un código compartido por el grupo. El fútbol expresa afecto,
pasión y vínculos. Está pintado de género masculino. Nos brinda información de
las identificaciones del niño. Tantas veces vemos que se identifica con el equipo
del padre, del abuelo, o de otra persona significativa.
No es casual la presencia de cada vez fuerte de mujeres en el fútbol. La
mujer en la actualidad apela más a identificaciones laborales y vocacionales por la
vía paterna. Frente a la democratización de las relaciones entre los géneros, la
equidad tiende a una universalización, a homogeneizar los gustos. Sin embargo, el
macho dirá que la mujer no entiende sobre fútbol, como si biológicamente hubiera
algún impedimento para que ellas no vivan este deporte tanto como los varones.
En esta concepción vemos claramente las falacias que forman parte del
patriarcado.

La “captura de la escena deportiva” es la fascinación masculina por el


fútbol. Esta tiene ciertas características: la sorpresa, la impredictibilidad, el ganar o
perder, la creencia de los espectadores de que su entusiasmo puede cambiar las

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oportunidades de su equipo, entre otras. Podemos pensar esta fascinación desde


el texto “Psicología de las masas y análisis del Yo”, donde Sigmund Freud señala
la relación que existe entre la masa, un grupo, y el líder, el que se ubica como
ideal. En el caso del fútbol, en este momento del mundial, podemos ubicar por
ejemplo como líder a la selección nacional o al director técnico (Diego Maradona).
En la masa hay enlace entre los miembros, entre ellos identificaciones horizontales
y reina la misma ilusión o fantasía colectiva, por ejemplo que alentar al equipo
aumenta las posibilidades de ganar, aunque el grupo aliente al equipo por
televisión. En la masa el sujeto pierde individualidad, y por eso puede llegar a
hacer cosas que solo no haría. Por eso debemos señalar por ejemplo la gravedad
que tiene que quienes son líderes de la masa actúen con violencia en el fútbol,
porque el líder ocupa este lugar de ideal, como habíamos dicho.

La identidad masculina siempre se tiene que ser reconfirmada y el macho


se ve obligado a demostrar su virilidad, sobre todo si algún tipo de situación la
pusiera en duda, así sea en un ápice. En de este proceso de socialización, el
grupo de pares tiene gran peso como garante de la masculinidad. Los otros
varones van a afianzar la identidad del macho, proceso que Vincent Marquéz
denomina “homosocialización”. En 1928, la revista “El Gráfico” caracterizaba al
porteño con la descripción de un jugador liviano, veloz, con habilidad, mañoso, con
la indolencia como virtud.

El proceso de subjetivación del varón reduce las masculinidades a solo una:


la ideal. Así, un único modelo de varón será el más valorado socialmente. Se
valora en el hombre su pasión por el fútbol, incluso pudiendo llegar a dudarse de la
masculinidad de quienes manifiesta desinterés por este deporte. Dentro de las
características que se les impone a los varones podemos ubicar la exigencia de
ser “seres de logro”, no así a las mujeres. En este sentido podemos hacer un
paralelismo entre lo que el fútbol es para el varón y lo que la telenovela es para la
mujer clásica. Las telenovelas generalmente tienen como protagonista a una mujer
de clase baja, muchas veces mucama, que conoce a un varón de clase económica
alta, con poder, dinero culto, educado, un galán. Ellos se enamoran, y finalmente
se casan, lo cual le permite a la muchacha acceder a una elite que ella por sí sola
no habría alcanzado. Este argumento está teñido por el patriarcado en la mujer
que logra el éxito a través del varón. Pero el fútbol no es solo diversión, sino que
también pone en juego fantasías colectivas en el anhelo por dejar de pertenecer a
la clase baja o media y sentirse reconocido por una sociedad que pareciera valorar
más a los futbolistas que a los científicos. Así, es habitual escuchar a un niño
manifestar que cuando sea grande quisiera ser como Messi. Los futbolistas logran
a través del fútbol pertenecer a una elite, adquieren riquezas, fama, mujeres
bellas… son propuestos como ídolos. El patriarcado le exige al varón alcanzar el
logro personal, lo cual también tiene un alto costo para todo paladín de la
masculinidad.

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