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Responsabilidad y solidaridad cambaira

Todos los obligados cambiarios responden al tenedor del pago de la letra. Los endosantes
pueden excluir su responsabilidad en la cláusula de endoso. Cada una de las obligaciones
es distinta y autónoma. Incluso algunas de ellas puede no ser por el total importe de la
letra (aceptación y aval parcial), pero en los términos de cada obligación asumida por cada
suscriptor. Todos ellos responden del pago. Fracasada la letra, el tenedor puede dirigirse
contra cualquiera de ellos o contra todos conjuntamente. Pero son deudas de distinto
grado, de modo que sólo el pago efectuado por el librado extingue el crédito cambiario. El
pago hecho por otro obligado no tiene efecto satisfactorio, sino recuperatorio, de modo
que él mismo podrá reclamar el pago de los demás obligados que, por ser anteriores a él
en el curso de la circulación, les son garantes del pago de la letra.

Siguiendo las normas de la ley uniforme de Ginebra, todos los que firman una letra de
cambio, sea como libradores, aceptantes, o avalistas, quedan solidariamente obligados
hacia el portador.

El portador tiene derecho de accionar contra todas esas personas, individual o


colectivamente, sin estar obligado a observar el orden en que las obligaciones han sido
contraídas. El mismo derecho corresponde a cualquier firmante que hubiese pagado la
letra.

La acción promovida contra uno de los obligados no impide accionar contra los otros, aun
cuando fuesen posteriores a aquel contra el cual se ha procedido primero.

El enfoque de la solidaridad debe ser formulado desde un doble ángulo: por un lado, la
responsabilidad del obligado principal y de los obligados de regreso; por el otro, la
posición de los obligados de igual grado.

Si bien se ha hablado acertadamente de que en materia cambiaria no encontramos frente


a una solidaridad modificada, el tema pertenece al gran ámbito de la doctrina general del
derecho.
En tal sentido, ya Demolombe decía que en la obligación cambiaria hay una conjuncion de
tal carácter que las partes aferentes en la obligación a cada uno de los acreedores o a cada
uno de los deudores, en lugar de dividirse, se condensan, de suerte que forman tantas
obligaciones individuales como acreedores o deudores haya, sin perjuicio de que formen
al mismo tiempo, en el haz que las liga, una obligación única, para cuya extinción bastara
con una sola prestación.

Por ello, el tratadista francés hace resaltar la especie de antinomia que entraña la
obligación solidaria: multiplicidad, por una parte, y unidad, por la otra; multiplicidad de los
vínculos y unidad de fondo de la obligación.

La solidaridad puede ser activa cuando cualquier acreedor puede exigir el cumplimiento
de la obligación o pasiva cuando cualquiera de los deudores puede ser demandado por un
acreedor.

Como señala messineo, la solidaridad pasiva, juntamente con las garantías personales y
reales, forma parte de los medios de refuerzo del derecho del acreedor. Las leyes
cambiarias establecen solamente, la solidaridad pasiva; pero ello no obsta a que en el
propio documento, mediante el libramiento por endoso, pueda establecerse, también, la
solidaridad activa.

Ello significa que cualquiera de los sujetos a cuyo favor esta escrita esa solidaridad puede
ejercer su acción por el total de la obligación, contra cualquiera de los coobligados
cambiarios.

El esquema sobre el cual se apoya la solidaridad cambiaria puede sintetizarse así:

a) los firmantes de la letra o del pagaré quedan todos obligados por la prestación
registrada en el documento, de modo tal que cualquiera de ellos puede ser compelido al
cumplimiento de la obligación total.

B) los obligados de regreso carecen del beneficio de excusión. No debe confundirse esto
con la necesidad de la presentación y del protesto, por cuanto se trata de una
constatación de carácter solemne, ante la negativa de pago puesta por el obligado
principal.

C) los coobligados cambiarios no pueden oponer el beneficio de división. Si bien el


portador no puede negarse a recibir un pago parcial, el deudor queda siempre obligado
por el saldo de la deuda.

D) el portador puede ejercer la acción cambiaria contra algunos de los obligados o contra
uno solo de ellos, sin perder su derecho contra los otros: ius Electionis y ius variandi. Para
terminar este análisis de la solidaridad cambiaria, corresponde puntualizar sus diferencias
frente a la solidaridad civil.

En esta última, la obligación se divide entre los diversos deudores, y el cumplimiento por
parte de un codeudor libera a los otros. En la solidaridad cambiaria, por el contrario, la
misma cesa, solamente, si paga el deudor principal aceptante en la letra o emitente en el
pagaré o el girado, como tal.

8.1 IRREIVINDICABILIDAD DEL TITULO-VALOR

El título valor adquirido de buena fe, de conformidad con las normas que regulan su
circulación, no está sujeto a reivindicación

El fundamento de la irreivindicabilidad del título-valor es la protección a la buena fe, que


se expresa en la fórmula la posesión de buena fe equivale al título. De este modo, el
poseedor de buena fe es el propietario. Contrario sensu, esté sólo podrá intentar la acción
de reivindicación contra el poseedor de mala fe.

Se exige dos requisitos, el primero que la adquisición sea de buena fe, que tiende a
favorecer la seguridad del tráfico, por ser imposible en al práctica distinguir en los títulos
en circulación, los regularmente emitidos, de los títulos robados; el segundo, que se haya
hecho de acuerdo con las normas que regulan la circulación del título, ello significa que la
tradición del título-valor se ha efectuado teniendo en cuenta la forma como debe
trasmitirse, o sea, si es al portador, con la simple entrega material; si es a la orden,
mediante el endoso; y si es nominativo, con el endoso y la anotación en el registro que
debe llevar el emisor.

No es de estricta aplicación a los títulos-valores el principio de derecho civil que se refiere


a la propiedad de las cosas muebles en cuanto no basta la buena fe del adquiriente para
obtener el dominio si los bienes se hubieran encontrado en poder del enajenante por
haber sido sustraídos por éste.

Sólo en el caso en que pueda probarse la mala fe del adquiriente, podrá ejercitarse por el
propietario desposeído la acción reivindicatoria. La víctima de la desposesión deberá
acreditar que el poseedor de los títulos contra quien intenta la acción, tenía o debía tener,
al tiempo de adquirirlos, conocimiento de la posesión ilegítima del enajenante110.

Toda esta materia de la legitimación está dominada por el dogma de la apariencia jurídica.
La posesión del título engendra apariencia de titularidad del derecho, y con el fin de
favorecer la circulación, se exonera de demostrar que es titular del crédito. La apariencia
actúa, así, tanto a favor del tenedor como del obligado al pago, a éste le libera de la deuda
si paga a quien tiene la apariencia, aunque no sea el verdadero titular del derecho; al
tenedor lo exime de demostrar su condición de acreedor, y es el deudor quien tendrá que
demostrar que el poseedor que el poseedor no tiene derecho a recibir la prestación para
poder negar válidamente el pago. Pero sería peligroso extender al máximo los efectos de
la apariencia. En toda esta materia tiene que jugar siempre la buena fe un papel esencial
Son las exigencias del tráfico y de la rápida circulación las que imponen ese eventual
sacrificio del verdadero titular (el propietario del título), no poseedor, frente al poseedor
titular aparente. Pero ese sacrificio sólo es compatible con la buena fe del deudor. La
legitimación por la posesión queda paralizada cuando el deudor tiene conocimiento de la
ilegalidad de la posesión o de la oposición al pago formulada por el verdadero propietario
del título.
1. Título valores incompletos

Títulos valores incompletos son aquellos que se denominan títulos valores empezados y se
caracterizan porque en ellas el deudor ha colocado su firma (es el único requisito que no
debe omitirse; adicionalmente de acuerdo con la práctica judicial es conveniente que no
solo se exija la firma del deudor en el título valor sino también la inclusión de la huella
digital, para evitar la dilatación del proceso) y que a propósito ha dejado espacios en
blanco, sea total o parcialmente, para ser llenados por el acreedor del título valor en
concordancia con los acuerdos pactados. De este modo, los títulos valores deben ser
completados por el acreedor antes de solicitar el cobro de la deuda al obligado o deudor.

Los títulos valores son por ejemplo, la letra de cambio, el cheque pagaré, la factura
conformada, etc.

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