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Personajes Bíblicos

Amós
El boyero convertido en profeta
Primera Parte

En el ministerio es algo sabido que algunas veces un predicador que no es profesional se


puede relacionar mejor con su auditorio, que un pastor que haya estudiado en un seminario.
Esto sucedía con Amós, un hombre que “No era profeta”, ni hijo de profeta” (7: 14) Sólo
era una persona común y corriente a la que Dios había escogido para presentar un mensaje
de juicio, sobre todo al reino norteño de Israel.
Amós vivía en Tecoa, pequeño poblado situado a unos dieciséis kilómetros al sur de
Jerusalén. Allí administraba una finca de ganado lanar. En sus tiempos libres, también
escogía higos silvestres (Amós 1: 1; 7: 14) La forma en que usaba el hebreo sugiere que era
una persona con estudios, y que conocía de manera directa la corrupción que existía en el
pueblo de Dios.

Perjudicial para el negocio


Cuando Dios llamó a Amós para que predicara contra los pecados de Israel, éste se
enfrentó a un serio desafío. Le tenía que llevar el mensaje sobre el juicio divino a la misma
gente con la que él negociaba. Eso significaba que tenía que tomar una decisión, y era una
decisión que algunas veces le costaría caro. De hecho, Amazías, el sacerdote de Betel, lo
juzgo mal e incluso volvió al rey Jeroboam contra él, diciéndole: “Amós se ha levantado
contra ti en medio de la casa de Israel” (7: 10) A pesar de las amenazas de Amazías, y
aunque era probable que perdiera negocios, Amós respondió con su convicción y valentía
características: “Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Vé y profetiza a mi
pueblo Israel. Ahora, pues, oye palabra de Jehová (7: 15-16)
Amós estaba haciendo lo que Dios le había ordenado. No había pedido aquel trabajo, ni
disfrutaba de la tarea. Sin embargo, puesto que amaba a Dios, decidió ser fiel y obediente.
Su mensaje para Israel era muy concreto. No lo suavizó con un lenguaje espiritual, sin oque
más bien utilizó una poderosa metáfora tomada de la vida cotidiana para captar su atención.
Comenzó diciendo que veía al Señor “sobre un muro hecho a plomo”—una pared vertical, que
no se torcería ni derrumbaría—y, el Señor tenía “en su mano una plomada de albañil” Dios
había puesto aquella “plomada” en medio de su pueblo, y ellos no daban la medida dispuesta
por Él (7: 7, 8) No estaban a plomo. Ningún sacerdote habría hablado así.
Amós compara al pueblo de Israel con una pared inclinada a punto de derrumbarse,
porque ha violado las leyes de Dios. Pasa a exponer los detalles concretos, de manera que
no puedan negarlo: Se han pisoteado “las cabezas de los desvalidos” y cometido
inmoralidades horrendas (2: 7) Han oprimido a los justos y han aceptado sobornos (5: 12)
Han adorado ídolos e incluso elevado a su rey a una posición más alta que la de Dios mismo
(5: 26) Por consiguiente, Dios le ha indicado que le diga al pueblo que Él “no lo tolerará
más” (7: 8) Todos van a ser capturados y llevados “cautivos lejos de su tierra” (7: 17) El
mensaje de Amós demostró ser cierto: Israel fue esparcido por los confines de la tierra y
el ejército babilonio se llevó al cautiverio a Judá, el reino del sur.

Obligado a hablar
Amós realizó esta difícil tarea porque se había sometido a Dios. Una y otra vez se
referiría a “Jehová el Señor” (1: 8; 2: 7, 11; 4: 2; 6: 8; 7: 1, 4, 5; 8: 3, 9) Él sabía que la
mano de Dios se hallaba sobre él y sobre Israel. Tenía que hablar, cualesquiera que fueran
las consecuencias para su persona.
Dios usó a Amós para proclamar un serio mensaje. Este tipo de confrontación siempre
es difícil, sobre todo si un no tiene las “credenciales” necesarias para la tarea. Sin
embargo, esto es exactamente lo que hizo que Amós fuera tan eficaz. Se comunicó con
claridad, en un lenguaje que todos podían comprender. Tenía credibilidad. Era “una
persona común y corriente”; un trabajador. No era pobre, de manera que su mensaje e
condenación contra los que maltrataban a los pobres no se podía interpretar como un
producto del resentimiento.
Sin embargo, su credibilidad se puede atribuir también en gran parte a su estilo de vida.
Amós era un hombre íntegro. Había tomado en serio la plomada de Dios en su propia vida.
A diferencia de muchos de sus iguales, no adoraba ídolos ni deificaba al rey de Israel. No
cometía adulterio, ni ninguna otra forma de inmoralidad. Aunque sólo era un hombre del
pueblo, no se andaba con rodeos para ganar la aprobación de los sacerdotes de Israel.
Cuando daba sus diezmos y ofrendas, los daba con el corazón. No era un hipócrita dedicado
a presentar una fachada de hombre bueno a base de realizar rituales carentes de sentido.

Y usted, ¿qué?
Dios siempre tendrá algo que hacer para hombres como Amós. Aunque la Iglesia de hoy
en general no se halle en el mismo estado moral y espiritual en que se hallaba Israel en
tiempos de Amós, lo cierto es que todos estos pecados sí existen, en mayor o menor grado.
Necesitamos hombres del pueblo que sean justos—muchos—; que escuchen la voz de Dios y
presenten con valentía un mensaje de exhortación.
Como le sucedía a Amós, es posible que usted goce de mayor credibilidad que el pastor
promedio. La exhortación al arrepentimiento es lo que la gente espera escuchar de los
labios de sus líderes espirituales profesionales. Sin embargo, cuando la escuchan de labios
de hombres de negocios que temen a Dios, el mensaje suele ser más poderoso.
Ciertamente, Dios quiere utilizarlo. ¿Esta usted dispuesto a arriesgar sus intereses de
negocios por Él, si se lo pide? ¿Permitirá usted que Él sea Jehová su Señor, como lo era
para Amós?

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