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El proyecto neoliberal comienza a gestarse en 1939, y fue perfeccionándose durante décadas a través de
una red internacional de instituciones y de intelectuales que dieron lugar a la consolidación de un
pensamiento económico-político dirigido a producir argumentos de todo tipo que apuntaran
fundamentalmente a combatir y desterrar el llamado “estado de bienestar”. Éste, había crecido al finalizar
la Segunda Guerra Mundial con el objeto de desarrollar funciones regulativas y redistributivas de la
riqueza, pero sobre todo como un paliativo ideado por Occidente a fin de poner un límite a la ilusión
expansionista del comunismo
Así, el pleno empleo, la justicia distributiva, el bienestar general o cualquier otra noción que
haga referencia a una meta colectiva, son entelequias que no hacen más que engañar a la gente
acerca de lo que realmente le corresponde.
La única libertad que debe respetarse es la llamada “libertad negativa”. Esto es la capacidad que
tienen los individuos de obrar y decidir dentro del marco legal existente sin obstáculos ni
interferencias, libres de cualquier tipo de regulación impuesta por el Estado.
El capital, tanto físico como financiero, posee primacía absoluta sobre el trabajo humano y
entonces su propietario tiene absoluta libertad para convertir no sólo al trabajo propiamente
dicho, sino a cualquier otro bien, como la cultura, la educación o la salud, en un insumo cuyo
costo se debe minimizar.
Al neoliberalismo le gusta imaginar que los seres humanos somos capaces de asumir decisiones
completamente racionales y en perfecto uso de nuestras libertades. Naturalmente hace foco sobre
el individualismo y también sobre la idea de que el mejor resultado se obtendrá si todos
perseguimos nuestro propio interés racional es decir, comportándonos de la misma manera en
que se conduce el mercado. Sin embargo, podremos ser capaces de tomar decisiones, pero el
foco en nuestra libertad estrictamente individual pasa por alto cualquier análisis sistémico. Uno
de los mejores ejemplos proviene de cómo la gente “decide” alimentarse, lo cual, como se sabe,
es algo estrechamente relacionado no sólo con nuestra calidad de vida, sino con nuestra salud.
En efecto, los individuos tomamos decisiones, pero lo hacemos a partir de opciones previamente
definidas por fuerzas que están más allá de nuestro control, por ejemplo:
el lobbing. Curiosamente, en EE.UU. el gobierno subsidia ciertos cultivos como el maíz lo cual
garantiza la distribución de muchísima comida barata en forma de los populares pop corn, llenos
de azúcares y de aceites poco saludables medrando la salud de su población que ya lidera el
mayor porcentaje de obesidad del mundo. Como se sabe, todo intento de cambio por una
alimentación más sana deberá enfrentarse con las corporaciones de la industria alimenticia y su
poderosa capacidad de hacer lobby (pensemos también en bebidas gaseosas como la Coca-Cola o
la industria de los sandwichsde hamburguesas, del pollo y las papas fritas que, en el gran país del
norte, consumen hasta los lactantes) Dejamos a la imaginación del lector asociaciones libres que
pueda hacer de esta problemática con la de la industria farmacéutica, por ejemplo.
La Salud Pública en tiempos del Neoliberalismo, se caracterizan por los siguientes rasgos:
1.- El Sistema de Salud es cada vez más fraccionado, y dividido
2.- El Sistema de Salud es cada vez más Desfinanciado
3.- Los Médicos y demás Profesionales de la Salud son tratados como Asalariados
4.- La Salud Pública se privatiza sin medir el impacto social y sin considerar que está
Demostrado que la privatización no resuelve los problemas sino los agrava
5.- Los Oligopolios y Monopolios de la salud arrasan con Farmacias, Clínicas, Centros
Odontológicos, Centros de belleza, Rehabilitación, laboratorios, Imágenes etc.
Convirtiendo la Salud en una Mercancía, sujeta a las leyes del Mercado
6.- Se dictan Leyes y Resoluciones que favorecen a las grandes Aseguradoras, como el
Descarado caso de la SUNASA que está en manos del sector privado.
7.- Se promueve las Asociaciones Público Privadas en contrataciones con el Estado.
A partir de la segunda mitad de los años ochenta, pero con mayor envergadura en los noventa, se inició un
proceso de reconfiguración de los sistemas de salud bajo la presión de un conjunto de factores, que
estaban signados por la versión neoliberal de la política y del desarrollo económico y social. Los sistemas
de salud en Latinoamérica no pudieron mantenerse al margen de estas concepciones. El discurso
neoliberal en salud se tornó hegemónico y las agendas de cambio de estos sistemas, en prácticamente
todos los países, adoptaron acríticamente las concepciones que sobre el particular emergieron de la
Universidad de Harvard y del Banco Mundial.
Desde la macroeconomía emergió una enorme presión para reducir la participación pública dentro de los
gastos nacionales de salud. Los gobiernos necesitaron hacer uso de una proporción significativa del
producto interno bruto (PIB) para pagar sus compromisos con la deuda externa, y los sectores sociales se
convirtieron en una fuente de ahorro que les permitiría asumir esos gastos. El movimiento para las
reformas de los sistemas de salud formó parte de los programas de estabilización y ajuste estructural que
recorrieron todo el continente, bajo el influjo del Fondo Monetario Internacional. 7
El modelo que sirvió de base a las concepciones en que se basó el discurso neoliberal en salud fue el de la
competencia administrada o managed competition desarrollado en Estados Unidos a partir de los años 70.
Las crecientes tensiones sociales que las reformas neoliberales han generado en la región, han causado
inquietud incluso en las instituciones financieras internacionales. Su preocupación cada vez mayor ante
los posibles efectos de una situación social tan explosiva las ha llevado a tratar de "mitigar" las
condiciones de miseria de los más empobrecidos. Es así como dentro de la llamada "lucha contra la
pobreza", el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Agencia Internacional para el
Desarrollo, han venido "asignando" recursos para proyectos específicos en algunos países, al tiempo que
sus "recomendaciones" actuales incluyen con más frecuencia el "componente social".
En las políticas neoliberales no se reconocen los efectos inequitativos, cada vez más abismales, de la
globalización neoliberal. Para ellos la globalización y el modelo único son el resultado de la naturaleza y
sus consecuencias inevitables. Por eso, sus soluciones a la crisis no están orientadas a actuar sobre las
causas, sino sobre las manifestaciones, es por ello que todo lo que hagan resultará inoperante , mientras
persista un modelo que destruye el empleo y deprime los salarios
Para el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Interamericano de Desarrollo, no
constituye un objetivo modificar el modelo de desarrollo, ni condonar la deuda externa que para la fecha,
en la mayoría de nuestras naciones se ha triplicado, ni mucho menos poner en práctica políticas
redistributivas. Se trata más bien de amainar las tensiones ante la eventualidad de estallidos sociales, que
para esta época son ya inevitables. Intentan garantizar el clima pacífico que requiere la implantación cabal
del modelo neoliberal, y sobre todo, la inversión extranjera. En otras palabras lo que se busca es
proporcionar la legitimidad necesaria para adelantar las reformas.
Lamentablemente, para América Latina, las políticas neoliberales se han mostrado incapaces de resolver
los problemas sociales del continente y los pueblos se presentan hoy más pobres y desiguales.
4. Aún así, a partir del derrocamiento de Perón en 1955, el programa ideado por Carrillo fue
deteriorándose paulatinamente y ya en la década de los ‘70 había conciencia de que no sólo
nuestro sistema de salud sino el de toda América Latina era poco equitativo e ineficiente debido
a su baja inversión económica. A partir de la Declaración de “Alma-Ata” (1978)en la que se
adoptó la meta de salud para todos, los ministerios del área en países de la región empezaron a
extender sus servicios a poblaciones marginadas y rurales siguiendo los principios allí
enunciados. El modelo aprobado estaba basado en los ideales de solidaridad y universalidad para
el acceso a los sistemas de salud mediante la promoción de la atención primaria, de la
prevención y de la participación comunitaria, es decir, de la democratización del cuidado
sanitario. Sin embargo, tanto el orden biomédico de la atención sanitaria como la crisis
económica que empezó poco tiempo después, abortaron aquella iniciativa y, para superar la crisis
económica que comenzó en 1980, el Fondo Monetario Internacional (FMI) exigió a los
gobiernos que recortaran los gastos en los sectores sociales, entre ellos los del área de la salud
pública. La reducción de estos presupuestos provocó un deterioro aún mayor de los servicios así
como el aumento de la insatisfacción de los proveedores y de los usuarios. Por si esto fuera poco,
el Banco Mundial aprovechó la crisis para fortalecer su programa de préstamos al sector
sanitario y a finales de la década de 1990 ya se había convertido en la agencia internacional que
más dinero prestaba a los países en vías de desarrollo. En efecto, hacia 1999 ya había concedido
empréstitos por un valor total de US$ 16.800.000 de manera que estamos en condiciones de
afirmar que, apoyado en el poder de sus recursos, el Banco Mundial promovió una reforma de
salud basada en la convicción de que el sector privado es más eficiente que el sector público y de
que la función de los Estados es la de regular y no la de garantizar derechos. Siguiendo una
ideología neoliberal, consecuentemente propuso la privatización del sistema de salud, su
descentralización, su separación de las funciones de financiación y provisión, más la
universalización del acceso a un paquete de servicios mínimos que cada país debía definir de
acuerdo con sus propios recursos. En consecuencia, también estamos en condiciones de afirmar
que, bajo la promoción de tales políticas, ni las intervenciones del FMI ni las del Banco Mundial
han contribuido a mejorar los niveles de salud de las poblaciones y ésta es una de las causas por
la que, en América Latina, los ‘80 son conocidos como “la década perdida” ya que se trata de un
período marcado por el bajo crecimiento económico y los diversos problemas estructurales entre
los que destacan la elevada inflación y la baja calidad de la salud pública, entre muchos otros.
El sistema de salud argentino se divide en:
1. Subsector público, es decir el área de cobertura de salud y asistencia social a cargo del Estado,
con sus policlínicos, sus hospitales polivalentes y monovalentes y sus Centros de Atención
Primaria de la Salud (CAPS) en los barrios.
3. Subsector privado con sus clínicas, sanatorios, hospitales y empresas de medicina prepaga
Es curioso observar que en países de constituciones garantistas como el nuestro, el principio de libre
elección liberal aún se halla más asegurado que en los mismísimos países neoliberales como EE.UU. ya
que los ciudadanos que no tienen acceso al sistema de salud privado aún pueden contar con el servicio
que les ofrecen tanto el Estado como las obras sociales a través de los dos primeros subsectores
anteriormente mencionados. En ellos priman los principios de solidaridad y de salud en tanto derecho
sobre los que Ramón Carrillo había trabajado en la década de los años 40 para el diseño del sistema de
salud pública argentina. Hoy éste se halla nuevamente en peligro pues, de acuerdo a las exigencias del
FMI, el programa de Cobertura Universal de Salud (CUS) previsto por el gobierno apenas prevé una
canasta básica de prestaciones médicas, más allá de las cuales habrá que comenzar a pagar en forma
individual. En efecto, en el modelo de economía de mercado del neoliberalismo, la condición humana se
subsume a sus posibilidades económicas y transforma la salud en una mera mercancía en tanto que los
pacientes devienen clientes cuya calidad de consumo dependerá de su poder adquisitivo, de manera tal
que quienes no puedan acceder a calidad en prestaciones de salud, quedarán librados a su suerte.
En la década del ́ 9 0, las políticas sanitarias fueron mermando para dejar al sistema cada vez más
en manos del “mercado”, situación que marcó la incapacidad operativa del Estado para asistir a
la enorme demanda sobre el sector público generada en la debacle del 2001/2002. Desde el 2003
fueron reconstruyéndose las políticas públicas en salud, mediante la inversión sostenida, la
presencia firme de Estado nacional en los territorios, y, especialmente, el aumento de los
trabajadores de la salud. La evolución asimétrica y disímil de cada programa y área, también
planteó una paradoja: se avanzó al punto de hacer palpable la necesidad de una reforma
profunda de las políticas sanitarias que tiendan a la integración del sistema.
La nueva oleada neoliberal que volvió a juntar a nuestro país con los destinos del mundo, cada
vez en manos más concentradas, pareciera poner un particular énfasis en la destrucción,
desnaturalización y subejecución de las políticas sanitarias. La menor presencia del Estado
prestador, que reduce su rol al de mero financiador, es una excelente oportunidad de negocio
para los sectores concentrados de la economía financiera, que aún no está completamente
desarrollada en el sector salud en Argentina, a diferencia de lo que se observa en las economías
centrales.
En diciembre de 1993, el Congreso colombiano aprobó la Ley 100, más conocida como Reforma de
Seguridad Social, aparte del sector de la salud, esta reforma se ocuparía de las pensiones y de los riesgos
profesionales.
Otro de los problemas del sistema de salud colombiano es el relacionado con el proceso inconcluso de
descentralización iniciado desde 1990, y que hoy día solo involucra al 30 % de los municipios del país.
El otro factor que explica la crisis de los servicios de salud y seguridad social en Colombia es el continuo
incumplimiento del Estado con las obligaciones financieras contraídas con estos sectores
Definitivamente ante tantas debilidades uno de los elementos más criticados ha sido la disminución de la
ética de las intervenciones de salud, ya que estos servicios, que tienen que sobrevivir en un medio de
competencia económica muy imperfecta, irregular y oligopólica, tienen más motivación por elementos de
carácter económico que por cumplir con su misión social, lo cual ha deteriorado al personal de salud y
hecho que se pierda legitimidad y credibilidad en las instituciones sectoriales.
La última década del siglo XX, fue de una prolongada crisis económica para el pueblo cubano por causas
que todos conocen, solo en los últimos años comenzaron a salir adelante. Sin embargo, esto no provocó el
colapso social gracias a que el Estado cubano asumió la mayor parte del impacto negativo de la
coyuntura, aplicando una política social compensatoria para defender las conquistas sociales de la
Revolución, a ello se sumó la existencia de una política participativa de todo el pueblo en la adopción de
las principales decisiones y de una distribución equitativa de los recursos disponibles, entre otras razones.
El proyecto cubano, ejemplifica que en naciones con una economía subdesarrollada, bajo presiones,
carencias y un cerco que sobrepasa ya los cuarenta años, es viable ocuparse del hombre y de su vida,
entregarle beneficios sociales, movilizando todas las fuerzas creativas de la sociedad y promoviendo a un
primer plano la salud y la educación.
Como resultado de una política social sostenible durante los primeros años de la Revolución, Cuba logró
superar una serie de saldos negativos, que caracterizaban a la Isla social y económicamente para 1959.
A finales de la década del ochenta Cuba había alcanzado los indicadores de salud propuestos por la OMS,
para el año 2000 (Salud para Todos en el año 2000), ahora los cumple y los perfecciona. Sin embargo, los
esfuerzos de la Isla destinados a preservar la salud se manifiestan en otras dimensiones del bienestar que
más allá de la supervivencia, tienen que ver con la calidad de vida, baste solo citar el renovado
compromiso y las acciones concretas para poner al niño a salvo de las enfermedades inmunoprevenibles,
de la EDA y las infecciones respiratorias, junto a este campo de acción se ubican los esfuerzos de amplia
cobertura destinados a la planificación y control del embarazo, cuidados posnatales y la atención a un
grupo poblacional tan sensible como son los ancianos. Un aspecto importante es el Sistema de Seguridad
Social, que apoya a los más vulnerables socialmente, discapacitados y con bajos recursos económicos.
Para alcanzar estos logros ha sido preciso desarrollar a lo largo de cuatro décadas un sistema de salud de
cobertura nacional cuyo punto de encuentro cotidiano con la población lo representa, el médico y la
enfermera de familia, que conjugan las competencias científicas y técnicas con las capacidades para
entender y atender los problemas de salud de las familias y de las comunidades, procediendo con un
enfoque integral.
Cuba posee ya 30 133 médicos de familia, si lo comparamos con Canadá por ejemplo veremos que allí
existen 35 mil y en Estados Unidos 56 mil. Cuba se ha convertido en una potencia importante en materia
de salud familiar.
La relación médico-enfermera de la familia cada 600 u 800 habitantes es única en el planeta. El promedio
mundial es de un médico cada 2 mil a 2 500 habitantes.
Este plan, más el esfuerzo conjunto de todos los niveles de atención de salud, y de la sociedad en su
totalidad, con el pleno respaldo del Estado, ha permitido que indicadores tales como la mortalidad
infantil, de 6,2 por cada 1 000 nacidos vivos en el año 2001, la esperanza de vida al nacer de 76 años,
similar a la de EEUU, mientras que al triunfo de la Revolución era de 59,5. En América Latina y el Caribe
es de 68 años. El número de partos institucionales 99,9, así como las principales causas por las que
mueren los cubanos: enfermedades del corazón, tumores malignos, enfermedades cerebrovasculares,
accidentes, influenza y neumonía y enfermedades de las arterias, nos ubiquen a la par de las estadísticas
en materia de salud y desarrollo humano de los países capitalistas industrializados.
Sobre las condiciones y el desarrollo social alcanzados, impactó la crisis de los noventas, un contexto
internacional caracterizado sobre todo para los cubanos, por la desaparición del llamado campo socialista
y con ello la desintegración del CAME, con la consiguiente desaparición del sistema de relaciones
económicas internacionales al cual Cuba estaba insertada, más la agudización del bloqueo hizo transitar a
Cuba en el plano nacional, por la crisis económica más grave de la historia de la Revolución, a la cual se
denominó, período especial.
Todos los indicadores económicos con la consiguiente repercusión social, fueron afectados por la crisis.
Sin embargo, la enorme inversión social de la Revolución, considerada por especialistas como "el capital
de reproducción capaz de impulsar el desarrollo", dio al país la posibilidad de concretar un programa de
ajuste preservando las conquistas sociales y repartiendo equitativamente el peso de las reformas
estructurales en medio de un reducido espacio económico.
El Estado decidió asumir el costo de la crisis, para evitar en lo posible la afectación de los programas
sociales básicos, que han contribuido durante años a mantener el respaldo popular al proyecto socio-
económico de la Revolución.
El ajuste por supuesto no incluyó medidas de corte clásico neoliberal. Se veló por garantizar una
distribución equitativa del efecto adverso de la crisis y se tomaron una serie de medidas y decisiones en el
plano económico que permitieron a finales de 1994, detener la caída de la economía, que presenta un
crecimiento moderado hasta la fecha.
Mientras en América Latina se producían las reformas de los sistemas de salud, bajo el influjo del Fondo
Monetario Internacional, en Cuba, se escogió la posibilidad de optimización y transformación del sistema
de salud teniendo en cuenta la especificidad de las situaciones nacionales, el rol de la salud dentro de sus
procesos de desarrollo y de sus concepciones de los derechos humanos fundamentales, la equidad, la
solidaridad y la redistribución de la riqueza nacional con justicia social.
Particularmente como respuesta a la crisis económica que trascendió a todas las esferas de la vida
nacional fue necesario acometer una serie de medidas; podría hablarse del perfeccionamiento de la
gestión del sistema y cambios de estilo de trabajo, encaminado a optimizar los escasos recursos
disponibles para utilizarlos con eficiencia, calidad, equidad, y sustentabilidad, para ello se comenzó a
trabajar en:
En este contexto, la política social y los resultados obtenidos hasta hoy, demuestran que es indispensable
la voluntad política en la búsqueda de alternativas que permitan preservar la justicia social y fomentar el
desarrollo humano.
Niveles de atencion
Constituye una de las formas de la OMS, en la cual se relacionan con la magnitud y severidad de las
Primer nivel
Se atiende más o menos el 70-80% de la población.
La severidad de los problemas de salud plantean una atención de baja complejidad con una
oferta de gran tamaño y menor especialización y tecnificación de los recursos.
Se desarrollan actividades de promoción y protección específica, diagnostico precoz y
tratamiento oportuno de las necesidades de salud más frecuentes.
Funciones
Creación y protección de entornos saludables
Fomento de estilos de vida saludables
Prevención de riesgos y daños
Recuperación de la salud
Análisis de la situación local, encuestas
Segundo nivel
Este nivel se enfoca en la promoción, prevención y diagnostico a la salud los cuales se brindaran
acciones y servicios de atención ambulatoria especializado y de hospitalización a pacientes derivados del
primer nivel o de los que se presentan de modo espontaneo con urgencias.
Tipo de atención I
Tipo de atención II
Funciones
Las mismas que el anterior, empero, se realiza más énfasis en la recuperación.
Tercer nivel
Este nivel se ubica a nivel del ámbito nacional y constituye el centro de referencia de mayor
complejidad nacional y regional.
Aquí laboran especialistas para la atención de problemas patológicos complejos, que necesiten
equipos e instalaciones especializadas.
En este nivel su categoría de los cuidados tienen el propósito de ayudar a los usuarios más
graves.
Son hospitales de mayor complejidad.
Realizan más énfasis en investigación y docencia.