El domingo 6 de noviembre emprendimos un viaje académico hacia la
provincia de Azua, principalmente a la comunidad de Las Charcas con el motivo de realizar un trabajo de campo orientados por los profesores de antropología y compartiendo con los locales de la comunidad desde temas tan clásicos como cuáles son sus tradiciones hasta temas tan contemporáneos como cuales son los problemas que los afectan como comunidad. Esto fue realizado tomando en cuenta los objetivos pautados por los profesores que hicieron posible este viaje y apoyándonos en la técnica antropológica de la entrevista. En este informe se expondrán las respuestas obtenidas del encuentro con los habitantes de esta comunidad junto a las reflexiones de los que realizaron el estudio.
El primer enfoque fue en los problemas que afectan la sociedad,
probablemente fue en esto que se destacó más el encuentro, ya que las diferentes respuestas dieron evidencia de las diferentes percepciones que pueden existir en un solo pueblo, pero con puntos fundamentalmente comunes. No era tanto el hecho de que entre los lugareños entrevistados hubiera diferentes preocupaciones, si no el grado de estas. Por ejemplo, un problema claro era la electricidad, la cual está sujeta a un horario aparentemente arbitrario en vez de estar disponible 24 horas los 7 días de la semana. La mayoría de los lugareños expone que no hay electricidad desde las 10 de la mañana hasta las 3 o 6 de la tarde. Lo interesante es la actitud que toman los habitantes del pueblo, algunos están acostumbrados a esta ocurrencia y hasta agradecen que en la noche puedan tener electricidad, mientras que otros se quejan apasionadamente de esto y hasta aseguran que la luz tiende a tardar mucho más en volver, por lo que es importante destacar que es un nombrado como un problema de manera unánime, pero la actitud que toman las personas sigue siendo diferente. Al ser preguntados por la delincuencia, todos estaban de acuerdo que el sector donde residían era tranquilo y más seguro que los demás, alegando que el verdadero problema radicaba en sectores vecinos, más adentrados al pueblo. Algo curioso es que consideraban cualquier acto que pudiera perturbar la paz como delincuencia, desde robos hasta motoristas “calibrando” sus motores a gran velocidad, culpando a los últimos como el origen de la mayoría de las ocurrencias criminales en el lugar. Mientras algunos habitantes exponían que el agua no es problema, otros expusieron con frustración que el agua solo llegaba a una parte de la comunidad. También expresaron una preocupación por una creciente presencia de drogas. En cuanto a las ocupaciones y sustento del pueblo, dos son las que predominan mayormente. El centenario uso de los conucos, tradicionalmente emblemático del campo dominicano, y el transporte de mercancías agrícolas a través del uso de camiones, también un emblemático componente de las sociedades rurales contemporáneas del país. Los habitantes al parecer siguen dependiendo en cierta medida de las temporadas de cosecha, al ser los productos que más se den cada cierto tiempo los que son transportados hacia la capital para su venta. Esto comenzó a ser fomentado por la venta de productos agrícolas de INESPRE dirigida al mismo pueblo, pero que al parecer apenas ha comenzado y todavía no causa mucho impacto en los locales. En cuanto actividades recreativas estas son dominadas completamente por el deporte, sea el baloncesto o el juego de pelota, pero ninguno de estos se realiza en el pueblo a falta de estructura y abecés de integrantes, por lo que los aficionados se trasladan a Baní para jugar con sus compatriotas. Una tradición característica de toda comunidad rural dominicana son las fiestas patronales, las cuales reportan ser cada vez menos por lo religioso y más por el ocio de beber y festejar. Tal vez sea evidencia de una necesidad inherente que tienen todas las sociedades de tener un tiempo especial para dedicarlo al festejo y la algarabía, y más una que cuente con el carácter festivo de las culturas de Latinoamérica. En cuanto a sus hábitos gastronómicos, el hondear de “La bandera” se hace presente sin falta en cada hogar donde se pueda, acompañada de otros platos comunes en las sociedades rurales y urbanas como el mangú, los espaguetis, pescado y “un chivo muy bueno”. Acompañados en un buen día con una arepa o un pan de batata. En palabras de una anciana del lugar: “lo que aparezca”. La comunidad estaba privilegiada con viviendas con infraestructura comparable a la de los centros urbanos, existiendo una beneficiosa escases de casas de zinc en las partes del pueblo que logramos explorar, con las típicas casas de madera pintadas con colores brillantes que han sido reconocidas como uno de los símbolos del campesinado dominicano.
El trabajo de campo demuestra que es imposible el estudiar una comunidad
de forma antropológica sin entrar en contacto con ella lo más cerca posible. Algunos antropólogos como los arqueólogos no pueden viajar en el tiempo y estudiar sociedades de las cuales solo quedan algunas pruebas de apenas sus existencias, por lo que es importante aprovechar el privilegio de tener acceso a las comunidades que se desea estudiar y poder entrar en contacto con ellas cara a cara. De esa forma participando en un minúsculo pero importante proceso de transculturación donde ambas partes aprendan la una de la otra… Y mucho que estábamos dispuestos por aprender, lo que hacía mucho más placentero el encuentro personal con las personas de la comunidad.