“…la historia no ha encontrado, hasta ahora, otros medios para hacer avanzar a la
humanidad que oponiendo, siempre, a la violencia conservadora de las clases
condenadas, la violencia de la clase progresista.” Trotsky. P. 3, Terrorismo y Comunismo. “Zizek reivindica la adopción de la política de comunismo de guerra como necesaria ante la gran cantidad de ataques, tanto internos como externos que recibía el naciente Estado revolucionario”. “…pragmatismo político a favor de la conservación del poder… en realidad, el comunismo de guerra fue una política necesaria ante la intervención que asediaban el naciente poder”. “La historiografía conservadora, mejor conocida como escuela del totalitarismo ‒que inicia con las memorias de los derrotados por la revolución‒ ha insistido en que tanto el comunismo de guerra, como la Nueva Política Económica o posteriormente el proceso de industrialización y colectivización están destinados al fracaso, en tanto que el propio proyecto del comunismo no es más que una forma absurda ‒y hasta criminal‒ de concebir al mundo”. “…en aras de una política tolerante han aceptado los postulados de la democracia capitalista como la única forma válida de hacer política y la única forma de gobierno que permite llevar a cabo los intereses de las distintas sociedades”. La revolución nos dice Zizek se legitima a sí misma: “Con Lenin, como con Lacan, la revolución ne s´autorise que d´elle-meme: uno debe asumir la responsabilidad del acto revolucionario sin ninguna cobertura del gran Otro; el temor a tomar el poder ´prematuramente´, la búsqueda de garantía, es el miedo al abismo del acto”. “En estos momentos ya no sólo basta con evocar la resistencia sino de reivindicar el acto revolucionario y con ello plantear una política claramente comunista.” ¿Qué propone el jacobinismo? Estricta justicia igualitaria, terror disciplinario, voluntarismo político y confianza en el pueblo. El jacobinismo fue una dictadura, nacida de la guerra civil, dictadura de clase. Operó con el terror y los impuestos. Su objetivo era la transformación de la sociedad. Robespierre cree que la salvación de la Revolución está ligada a la victoria inmediata en los campos de batalla. Se apoya en las clases inferiores. Robespierre justifica el terror por las necesidades de la lucha interior y exterior, aunque proclama que lo suspenderá después de la victoria. Bajo el régimen revolucionario, el poder público mismo está obligado a defenderse contra todas las fuerzas que lo atacan. Saint-Just dice: “Lo que constituye una República es la destrucción total de todo lo que se le opone” (8 Ventoso). Lenin dice: “Sería la más grande estupidez y la utopía más absurda suponer que, sin coacción y sin dictadura, el paso del capitalismo al socialismo sería posible” (28 de mayo de 1917). Robespierre: “Queremos un orden de coas en el cual todas las pasiones bajas y crueles sean encadenadas, todas las pasiones bienhechoras y generosas sean despertadas por las leyes…, en el cual la patria asegure el bienestar de cada individuo…, en el cual el comercio sea la fuente de la riqueza pública y no solamente de la opulencia monstruosa de algunas familias”. Robespierre afirma que: “El gobierno revolucionario no tiene nada en común con la anarquía. Su fin, por el contrario, es reprimirla para asegurar y consolidar el reino de las leyes” (25 Nivoso). Para Robespierre es importante el compromiso. Robespierre dice: “La disciplina es el alma de los ejércitos, la disciplina suple al número y el número no puede suplir a la disciplina. Sin disciplina no hay ejército, sino un conjunto de hombres sin unión, son concierto, que no pueden dirigir eficazmente sus fuerzas hacia un objetivo común, como un cuerpo que ha abandonado el principio de la visa o como una máquina cuyo motor está destrozado”. Los jacobinos colocan por encima de los derechos del individuo los derechos de la sociedad. Eran patriotas. Los jacobinos decían: “Hay algo más despreciable todavía que un tirano, eso son los esclavos… No nos corresponde hacernos cargo de la Revolución de Inglaterra. Cuando veamos a ese pueblo liberarse él mismo, nosotros le rendiremos toda nuestra estima y amistad. Robespierre no tenía la mentalidad de un imperialista moderno. Robespierre cree que el motor del nuevo régimen debe ser la virtud, o, en otras palabras, el sacrificio del interés privado al interés general. Vencer o morir. Los jacobinos pusieron la moral en el orden del día. Se esforzaron en educar a las masas y en refrenar el egoísmo mediante todo un sistema enlazado de fiestas cívicas e instituciones sociales. (Colección de acciones heroicas y civicas). La Revolución Francesa fue una revolución nacionalista. Trotsky en La revolución traicionada menciona que: “Se sabe suficientemente que hasta ahora todas las revoluciones han suscitado reacciones y aun contrarrevoluciones posteriores que, por lo demás, nunca han logrado que la nación vuelva a su primitivo punto de partida, aunque siempre se han adueñado de la parte del león en el reparto de las conquistas. Por regla general, los piones, los iniciadores, los conductores, que se encontraban a la cabeza de las masas durante el primer periodo, son las víctimas de la primera corriente de reacción, mientras que surgen al primer plano hombre del segundo, unidos a los antiguos enemigos de la revolución.” ¿Se puede hacer una revolución a medias? Hay una ley en el desarrollo de las revoluciones. Según Saint-Just, “los que hacen la revolución a medias no hacen más que cavarse su propia tumba”. La Revolución Francesa es la resultante de una alianza objetiva duradera entre las masas campesinas, levantadas contra los aristócratas y el viejo régimen feudal. Totsky: “La necesidad de la dictadura, tan característica lo mismo de la revolución que de la contrarrevolución, se desprende de las contradicciones insoportables de la dualidad de poderes. El tránsito de una forma a otra se efectúa por medio de la guerra civil. Además, las grandes etapas de la revolución, es decir, el paso del poder a nuevas clases o sectores, no coinciden de un modo absoluto con los ciclos de las instituciones representativas, las cuales siguen, como la sombra a cuerpo, a la dinámica de la revolución.” Se trata de una ley de desarrollo de la revolucio y de la contrarrevolución. El Terror sólo tiene sentido en tiempos de guerra. “Una vez preservadas las fronteras gracias a las victorias militares y después de la destrucción de esta fanatica Comuna que había querido llevar la libertad a los pueblos a punta de bayoneta, el Terror, como arma de la Revolución, se sobreviviría a sí mismo. Es verdad que Robespierre estaba entonces en la cima de su poder, pero luego el Terror se volvió para él un medio para su propia conservación y, de repente, se convertía en un absurdo.” El jacobinismo es el apogeo en la tensión de la energía revolucionaria en la época de la autoemancipación de la sociedad burguesa. Es el máximo de radicalización que podía producir la sociedad burguesa, no por el desarrollo de sus contradicciones internas, sino por su retroceso y su represión. Los jacobinos actúan con Terror porque las condiciones económicas y sociales de su época no dan ninguna base sólida para la perduración de su poder y el desencadenamiento del Terror es para ellos un medio para violar las leyes de la historia que deben sufrir. “La historia debía detenerse para que los Jacobinos pudiesen conservar el poder. La guillotina era la táctica de los Jacobinos por su instinto de conservación política. Los Jacobinos movilizaban a las masas en defensa de la nación por medio de un patriotismo que creaban sobre la base del principio revolucionario y la defensa incondicional contra el extranjero. Eran utopistas. Trataban de fundar una república sobre las bases de la razón y la igualdad. Querían una república igualitaria sobre la base de la propiedad privada. Sus métodos de lucha no hacían más que derivarse de su utopismo revolucionario. Eran idealistas. Creían en la fuerza absoluta de las ideas. Todo lo que se apartaba de los principios que ellos proclamaban de la moral universal no era más que el fruto del vicio y de la hipocresía. Robespierre discurso del 8 Termidor: “En la carrera en que estamos, detenerse antes del final, es morir y habremos retrocedido vergonzosamente. Ustedes han ordenado al castigo a algunos criminales, autores de todos los males, que se atreven a resistir a la justicia nacional, y se los sacrifica por los destinos de la patria y la humanidad… Dejen flotar las riendas de la revolución por un momento, verán al despotismo militar apoderarse de ella… y moriremos por no haber querido apoderarnos de un momento determinado en la historia de los hombres para fundar la libertad… que debía ser querida para el género humano.” “¿quieren una revolución sin revolución? ¿De dónde procede este espíritu de persecución que ha llegado a revisar, por decirlo así, lo que ha roto nuestras cadenas? ¿Cómo se puede pretender someter a juicio los eventuales efectos de tales conmociones? ¿Quién puede señalar, después de que sucediera, el punto preciso donde iban a romper las olas de la insurrección popular? A ese precio, ¿qué pueblo podría nunca sacudirse el yugo del despotismo? Dado que una gran nación no puede alzarse de forma simultánea, y que quienes pueden derrocar la tiranía son necesariamente los ciudadanos que se hallan más próximos a ella… Deberían ser considerados más bien como representantes tácitos de toda sociedad. Los franceses amigos de ña libertad, congregados en París en agosto pasado, actuaron en realidad en nombre de todos los departamentos. Hay que aprobarlos o desaprobarlos en su conjunto. Hacerlos criminalmente responsables de unos pocos desórdenes, aparentes o reales, inevitables en una conmoción tan grande, equivaldría a castigarlos por su devoción….”. De acuerdo con Schmitt, la política romántica se vuelve una cuestión secular, ya que su fanatismo tenía carácter religioso y el nuevo culto a la libertad era su consecuencia natural. En otras palabras, se invoca con éxito una nueva religión: la política. El romanticismo está arraigado en el sufrimiento de la tierra, y un pueblo se encontrará tanto más romántico, cuando más nefasto sea su Estado. Es por ello que en el romanticismo “sale al encuentro una serie de figuras conocidas que son consideradas como específicamente románticas: el cándido e inocente hombre natural, el bon sauvage, el caballeresco señor feudal, el candoroso campesino, el noble jefe de los bandoleros, el vagabundo y todos los holgazanes honrados del romanticismo alemán, el buen mujik ruso.”1 El romanticismo es fuerza y energía, y paradójicamente, también es enfermedad y desgarramiento; entre la esperanza de que a partir de la descomposición de lo viejo se origine un orden nuevo y el miedo de que el desarrollo termine en caos. En el caso que nos atiende, el Terror de Robespierre se irguió con fervor sangriento contra todo disidente político, contra toda opinión divergente. Todo enemigo político ‒v.g. Dantón, Hébert‒ era un rebelde contra el soberano único y supremo, y en consecuencia, un ateo. Los románticos tienen gusto por lo exótico, la libertad, las tradiciones culturales de los países. Defienden “lo sublime”, es decir, todo aquello que va más allá de la grandiosidad y “lo pintoresco”. Las composiciones de las obras son dinámicas y tensas, se opta por gestos dramáticos y emotivos. Los románticos abandonan los temas de héroes y dioses, utilizan personajes anónimos ‒masas populares, superviviente, personas derrotadas tras una batalla‒. El paisaje adquiere importancia y los artistas representan una naturaleza misteriosa y nostálgica, para darle un ambiente tenebroso incluyen ruinas y nieblas y dejan a un lado al ser humano. El pesimismo, la muerte, la locura, el nacionalismo, los temas bélicos y trágicos y la lucha de la libertad son más temas que se realizan en el romanticismo. También asume un papel importante el gusto por lo oriental y lo exótico. El romanticismo es fuerza y energía, y paradójicamente, también es enfermedad y desgarramiento; entre la esperanza de que a partir de la descomposición de lo viejo se origine un orden nuevo y el miedo de que el desarrollo termine en caos. En ese sentido, lo que se puede percibir en el ánimo de Rousseau y, en consecuencia de Robespierre, es que hacían de su propia vida un objeto de arte, intentaban heroizar el presente, descubrir lo que existe de poético en lo histórico.
1 42, Carl Schmitt
Robespierre no era nada para sí, pero era todo en su función como portavoz del verdadero poder, es decir, del pueblo. El pueblo es una comunidad emotiva, su voluntad es ley, su voz es la verdad, no sólo jurídicamente, sino también en la realidad.