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INTRODUCCIÓN

En esta época denomina la moda francesa tanto en hombres como en mujeres. Se


utilizaban los calzones cortos con medias de seda, chupa y casaca que, a mediados
del siglo, se vuelve más reducida y con pliegues laterales hacia atrás y mangas
estrechas. Con la caída de la dinastía francesa vuelve el traje simple y se llevan
calzones ajustados hasta media pierna, chaleco, corbata y casaca, incluso
sombreros de tres o dos picos. Después de la revolución, se deja el cabello largo y
liso, sombreros de copa alta cónica o en tubo, con alas cortas y más tarde zapatos
con tacón de color al que se añaden lazos de hebillas y botas altas con vueltas. La
mujer viste con painers o verdugados anchos y aplastados en los frentes, corpiño
acorsetado y escote con gasas o encajes. Polonesas, batas con cuello de encaje y
manga larga. En el traje francés, corpiño puntiagudo, mangas encebolladas, faldas
rectas y abiertas, que luego son drapeadas con polizón y larga cola. Cuello doblado,
mangas tirantes hasta el codo con chorreras. Junto con la revolución desaparece el
vuelo de la falda y se imita a las vestiduras clásicas: talles alto, chaquetilla corta con
manga larga, falda con pliegues, grandes escotes, chales y guantes largos. En
cuanto al peinado, hacia atrás con rizado que luego se hacen más altos y
voluminosos con tirabuzones, lazadas y plumas. Botones y sombreros de alas
anchas. Zapatos con tacón alto y punta estrecha, y luego de algún tiempo se
pasaron a los bajos.

OBJETIVOS

OBJETIVO GENERAL:

 Dar a conocer sobre los cambios que realizó la moda durante la Edad
Antigua.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS:

 Describir los comienzos de la moda hasta adquirir reconocimiento en el


mundo de la moda.
 Determinar la transformación en las prendas femeninas de la época.
 Describir su estilo a la hora de diseñar.
LA MODA EN LA EDAD ANTIGUA

LOS ACCESORIOS DEL TRAJE


En siglo XVII los detalles (accesorios del traje) tomaron tal importancia y diversidad,
que es posible dedicarles un apartado propio en el estudio del traje.
LOS TOCADOS
A finales del siglo XVI el gorro del renacimiento, de forma variada, siguió estando
de moda para los hombres, casi como el sombrero a la española, de casquete alto
y redondeado con pliegues laterales. Al sombrero albanes, adornado con un
penacho, popularizado con los retratos de Enrique IV, siguieron en el tiempo de Luis
VIII los fieltros de casquete bajo y grandes a las blandas, llamada desde entonces
a la mousequetaire: el casquete redondo se deformaba cuando se colocaba en la
cabeza y daba ese borde ondulado y sobrealzado; estaban adornados con grande
plumas de avestruz, erguidas o tumbadas.
También se hicieron otros más sencillos con la corona redondeada por un galón
denominado cintillo. Una especia de gorra con doble visera, llamada boukinkan,
alteración de Buckingham de origen inglés, fue utilizada sobre todo por los militares.
Después de la guerra de los 30 años, el gran sombrero blando colocado
oblicuamente, con plumas sueltas al viento, llevado por la caballería sueca, fue
adoptado por la mayoría de los ejércitos de Europa. En Alemania, ese sombrero
llamado “Sombrero Sueco” adopto formas extraordinaria mientras que Holanda
prefirió un modelo más sencillo conservando el color negro español. En Inglaterra
los puritanos de Cromwell en su empeño por restablecer la austeridad de la religión
reformada, rechazaron los grandes sombreros de los “caballeros de Carlos I” para
adoptar el fieltro negó cilíndrico o sombrero holandés, este fue el sombrero puritano
de los emigrantes de Mayflower llevaron a América, y con el tiempo, fue considerado
como típicamente americano. En el siglo siguiente este sombrero de corona
truncada, denominado “sombrero cuáquero”, se puso de nuevo de moda durante la
guerra de independencia americana.
Durante el reinado de Luis XIV, el uso de las pelucas hizo del sombrero un accesorio
superfluo que el Hidalgo llevaba raras veces, pero que las normas de cortesía
obligaban a sujetar apretado bajo el brazo.
La corona también se rebaja, y las grandes alas se levantan por delante y detrás.
De ello se derivó el sombrero de dos o tres picos, de castor “gris blanco” o “raso
negro”, con borde de pluma y una ancha cinta bordada que Watteau dibujara al final
del reinado de Luis XIV.

EL PEINADO
El Hombre:
En la primera mitad del siglo XVI se prefirió el pelo
corto. Se sigue llevando el copete. Hacia 1602 es
más abultado, rizado o ligeramente ondulado (durará
hasta los años 30). Habrá, por supuesto, quien lo
considere un estilo propio de hombres afeminados.
Hacia 1600 tiene lugar otra revolución, la de doblar
las puntas hacia arriba (ver retrato de Felipe III). En
algunos casos estas se llevan abiertas y levantadas,
en otros muy curvas y afiladas (tenacillas, engomado
o bigotera de cuero al servicio de sus dueños). Estos
bigotes levantados será signo de bravura y por
supuesto, se utilizará como arma de seducción.
Las patillas se ponen de moda.

En los años 30 el hombre empieza otra vez a dejarse crecer el pelo (que alcanzará
la espalda durante el reinado del Carlos II) y se coloca un mechón por delante de
las orejas. El bigote se lleva grande o como años anteriores.

En los años 40 sobrepasaba ya las orejas y años después llegará a rozar los
hombros e incluso sobrepasarlos.
Los villanos (que no renuncian a su barba poblada) y el resto de la población llevará
el pelo corto, salvo cuando se pone de moda el pelo largo.

La Mujer
A finales del siglo XVI surge el copete llamado jaulilla. A inicios del XVII es ya muy
apuntado.

En la segunda década, la cabeza pasa de ser apuntada a ser redondeada.


Y por la misma década el peinado baja ya del todo y tiende a abultarse por los lados,
que será cada vez más exagerado en la segunda mitad del siglo XVII. También se
coloca un pequeño mechón delante de las orejas, e incluso se vuelven a cubrir.
Sobre la frente se luce un pequeño mechón liso o rizado, que también perdurará
pasado los años 50.

En los años 30 hasta los 60 la melena es corta y abultada en los laterales; se decora
con joyas y lazos. Será moda exclusiva española.

Luego se ponen trencitas, se hace una raya al lado y una onda sobre la frente,
durando este estilo hasta los años 80. Se llega a colocar postizos.

Finales del XVII. Margarita de Austria, Claudio Coello, subasta


En los 90 se vuelve a rizar el pelo o se ahueca y desparece la onda. Se mantienen
los postizos.

De todos modos habrá alguna mujer que seguirá con la moda de los cabellos
elevados, ya muy abandonada por la fecha del siguiente retrato (ver aquí la
evolución de este peinado fuera de España):

Mientras, el resto de mujeres llevarán el pelo largo recogido en trenzas y moños.

EL ADORNO PARA EL CUELLO


El cuello rizado subsiste durante algún tiempo después de la muerte de Enrique IV,
en su forma flexible, es decir la función, que se llevaba junto con el carcan o golilla
con armazón de latón.
En la época de Luis XIII se sustituye por la golilla o cuello vaciado, plano y adornado
con encajes, adaptando a la forma del cuello gracias a unos pliegues que lo rodean.
Esta golilla se llevaba muy ajustada por delante por los eclesiásticos, de donde
procede el nombre de “cuello pequeño”, conservó durante mucho tiempo y que no
tiene ninguna relación con el cuello del manto, como han creído ciertos autores.
Desde los comienzos del reinado de Luis XIV, esta golilla, que se había simplificado
como todo el traje, durante 25 años, tanto en sus dimensiones como en sus adornos
volvió a ampliarse de nuevo, modificando su forma, la cual se hizo más estrecha en
los lados y más largo a delante. Se confeccionaba entonces a base de vistosos
encajes de Venecia, de Flandes y más tarde de Francia. Se anudaba debajo del
cuello por dos o cuarto cordones que terminaban en unas borlas, generalmente
visibles por abertura de delante.
A juego con la golilla, se llevaban los pomos de lencería, o bocamangas, vueltos
sobre la parte inferior de las mangas.
La aparición de la corbata coincidió casi con la de la casaca. Se llevaba ya en el
ejército, simplemente anulada y colgante. El traje civil le proporciono una gran
fantasía extremos de vistosos encajes y un lazo de cinta más o menos voluminoso.
Se introdujo entonces la costumbre de montar estas corbatas encima de una cinta
que se sujetaba detrás del cuello. La tradición dice que en 1962, el día de la batalla
de Steinkerque, los oficiales, sorprendidos por el ata que del enemigo, no tuvieron
tiempo de anudarse la corbata, por lo que se apresuraron a enrollarla alrededor del
cuello, pasando los extremos por el sexto ojal del uniforme. Tanto si esta historia es
verdadera como si es falsa, ello dio origen a una moda que duro hasta los últimos
años del siglo y fue incluso adoptada por las mujeres en sus trajes de caza.

Las mujeres lucieron en los comienzos del siglo unos grandes cuellos levantados y
almidonados en forma de abanico alrededor dela cabeza, los cuales duraron tanto
como el verdugado. Hacia 1620 fueron sustituidos por unos cuellos doblados hacia
abajo que descubrían cada vez más el pecho. A veces iban acompañados por un
camisolín ligero y en algunas ocasiones cubiertos por un pañuelo doblado. En 1645,
el cuello almidonado desaparece y el adorno de lencería se adapta estrechamente
a la forma de los hombros. Al principio se trata de un gran pañuelo plegado en
diagonal y estrechamente cerrado por delante. Luego, hacia 1650, aparece un
volante plano que iba a llevarse con variantes, hasta finales del siglo, orillando el
gran escote asociado por primera vez a los vestidos de día. Algunas veces, el escote
se subraya tan solo por el pequeño volante que bordea la camisa. El cuello de piel
aparece cuando en 1676, a la princesa palatina se le ocurrió “por el frio que hacía,
aprovechar una vieja piel de marta cebellina para mantener el cuello caliente, y
ahora todo el mundo encarga una con el mismo patrón”.

EL CALZADO
En la época de Enrique IV desaparecen los escarpines y las chinelas, y el zapato
adquiere una forma más robusta cuyo uso se prolonga una gran parte del siglo sin
grandes cambios. Sujetado, encima del pie por un lazo o nudo en los comienzos,
luego por una hebilla y finalmente, durante el Luis XIII, por rosas de cinta de gasa
tiene un extremo redondeado y luego más largo y cuadrado, levantándose mediante
un tacón probablemente inspirado por los chapines venecianos, lo que le valió el
nombre de calzado de cric o ponleví.
En los comienzos del siglo estaban de moda sobre todo las botas. Enrique IV mando
a Hungría, ocupado por los turcos, a un hábil curtidor para que estúdiese la
preparación, muy especial, de los cueros en la Europa central y con la misión de
que trajese su secreto. La fabricación de botas flexibles experimento una moda tan
grande, que incluso fueron admitidas en los salones y en baile de 1608, un extremo
alargado de cuero, el surpied, cubría el empeine del pie, sostenida por la soulette,
que se sujetaba debajo del pie y fijaba la espuela. Estas botas eran altas el embudo
cubría la rodilla cuando se montaba a caballo y se bajaba alrededor de la pierna
para ir por la ciudad.
En la época de Luis XIII, unas botas más cortas y ligeras se denominaron ladrines.
En los comienzos del reinado de Luis XIV, la bota únicamente fue admitida para
cabalgar, un zapato gascón, lestage, adquirió en 1663 reputación universal al
confeccionar la bota sin costura.
Hacia1652, la moda adopto los zapatos puntiagudos. Veinte años más tarde se
volvieron cuadrados, elevándose de nuevo el tacón, probablemente porque Luis XIV
quiso elevar su estatura. En Inglaterra, los tacones y bordes de suelas de color rojo
se habían llevado desde el inicio del siglo XIV. Entre 1670 y 1680, una hebilla
sustituyo los lazos. Incluso en la época de Luis XIV, los hombres llegaron a utilizar
hebillas forradas con terciopelo en oro.
En cuanto al calzado de las mujeres, se inspiraron en las formas masculinas, con
tacones muchos más altos y al principio estrechos, pero sus zapatos eran a menudo
de seda brochada o de terciopelo. Algunos zapatos de cuero están ornamentados
con bordados de seda. El Mercure galant de 1672 apunta que perdrigeon, el famoso
comerciante proveedor de la corte, lanzo la moda de las medias de seda China
“donde las figuras eran las más agraciadas del mundo”.

LOS GUANTES, CINTURONES, ETC.


El lujo de los guantes, ya muy destacado en el siglo XVI, fue todavía mayor durante
el reinado de Luis XIII. En general de procedencia española, eran de piel flexible,
con grandes puños ensanchados cubiertos de bordados, llamados manoplas, a
menudo perfumados. Sus nombres muy variados, corresponden a los perfumes que
se hallaban impregnados. La gente corriente llevaba manoplas, en los cuales solo
el pulgar estaba separado.
Otro lujo de la moda de los tahalíes, bordados, acolchados, adornados con galones
y flecos, que sustituyeron a los cinturones de los comienzos del reinado, la espada
se sujetaba a ellos mediante cuatro hebillas. Sin embrago, fueron eclipsados
algunas veces en el curso del siglo. Fueron menos habituales, durante la época de
los rhingraves, para reaparecer con la casaca, y alcanzaron hacia 1675-1680 unas
dimensiones que una ornamentación muy sobrecargada acentuaba aún más. Hacia
1684 volvieron a dar paso al cinturón.
También se anuda encima de la casaca. Con un abandono estudiado, un echarpe
de punto de España, de red bordada y, luego, de seda adornada con flecos cuyos
extremos anudados caen encima de las caderas. En la época de los últimos
tahalíes, la vistosidad y la variedad de los encharpes habían llegado a su apogeo, y
estuvieron de moda hasta del final del reinado de Luis XIV.
La indumentaria se completaba, para el gentil hombre, con el bastón y la espada,
suspendida al principio oblicuamente con respecto al tahalí y más tarde sujetada en
el cinturón debajo de la casaca. Durante el invierno, todo el mundo elegante
adoptaba el manguito de felpa o de piel, que se sujetaba en la cintura mediante el
pasacalle.

EL TRAJE EN EL RESTO DE EUROPA

EL TRAJE EN HOLANDA Y EN INGLATERRA


HOLANDA
El extraordinario auge del comercio holandés había empezado con el éxodo de los
hombres de negocios que huían, en los últimos años del siglo XIV, de la invasión
española en el sur de los países Bajos: los capitales flamencos, el abandonar
Amberes, se instalaron en Ámsterdam.
El comercio holandés, dirigido hacia Levante, Guinea, Insulindia e incluso hacia
América, organizado en compañías poderosas, se extendió con rapidez, obteniendo
inmensos beneficios en provecho de una burguesía realista que se rodeó de lujo y
opulencia. En este ambiente, que tenía en sus manos la admiración y la fortuna del
país, se formó un estilo nuevo indumentaria.
En los comienzos del siglo, ciertas características del traje femenino español del
Renacimiento-cuerpo recto y verdugado se conservaron en Holanda de una forma
más clara que en Francia, la ropa se convirtió en el vlieger, una prenda holgada
abierta por delante. La parte de adelante del cuerpo de falda, vistosamente
adornada y bordeada, forma un saliente arqueado hacia adelante, un adorno muy
en boga en 1620 a 1635. El vestido se abre por la parte delantera y se remanga
algunas veces encima de la falda, lo que acentúa la tendencia del ensanchamiento
de la silueta. La cofia de alas, de tradición local, suele sostenerse mediante un aro
metálico.
Los hombres llevan aun el jubón español, las calzas cortas y luego, los calzones
anchos y sombrero de las grandes y cilíndrico.
Entre 1625 y 1635 el traje masculino señala en Holanda, al igual que en Francia,
una transformación muy notable que se extiende poco a poco al resto de Europa, el
jubón se acorta y un calzón sustituye las antiguas calzas, este calzón se ira
alargando para dar a la silueta una línea larga y vertical, completada con botas más
o menos anchas. El manto sigue siendo utilizado en forma de capa.
Hacia la misma época la moda femenina se vuelve más esbelta. Elimina las ultimas
peculiaridades de la indumentaria española que se habían conservado durante el
primer cuarto de siglo, la gorguera, de cuerpo recto y rígido, el verdugado,
denominado en Holanda jardegalijn, y el vestido acampanado.
Adopta el cuello liso, alisado o caído que cubre todavía el cuello, así como el cuerpo
corto y ancho, de talle alto, una forma abierta más amplia y flexible, y la manga tres
cuartos.
A ello hay que añadir varias clases de mantos. El huik, elemento del traje holandés,
es un gran velo negro que envuelve a las mujeres de la cabeza a los pies, que se
adopta en España para el atuendo de las dueñas.
El traje de los Países Bajos ejerció cierta influencia en Europa quizá menos por sus
características generales que por sus accesorios y adornos de lencería.
Después de las orlas dentadas que aparecieron hacia la mitad del siglo XIV, los
pasamanos encontraron en las provincias meridionales (Flandes) la finura de hilo
necesaria y, sobre todo, una mano de obra de sorprendente habilidad. Desde 1585,
una extraordinaria actividad animaba a esta industria de encajes, que permitía
incorporar la liviandad de una ornamentación calada florar o geométrica a la
austeridad de los blancos puros.
La reputación del punto al aire flamenco era ya bastante general en los comienzos
del siglo para que Vecellio propusiese punti flamenghi en su libro de modelos de
1617. Las mujeres llevan entonces cuellos abiertos en forma de abanico y erguidos
detrás de la cabeza, como en Francia los galones utilizados en esta época alrededor
de las cofias y de los puños presentan unos grandes adornos dentados y en punta,
con unos dibujos muy finos. Seguidamente se recargan hacia 1620-1625 con una
ornamentación en forma de palmitas, más voluminosas y vigorosa, que se halla más
en consonancia con la nueva moda de los cuellos de un solo color.
A mediados del siglo, el traje de los holandeses sucumbe a las fantasías y a cosas
superfluas, como sucedería seguidamente con los franceses. Los calzones más
anchos y colgantes se adornan con tufos de cinta, y la abertura y las mangas cortas
del jubón permiten ver la camisa. Hacia 1660, los rhingraves hacen su aparición
bajo la forma de un calzón ahuecado o recto u holgado.
Finalmente, la casaca es adoptada sobre todo por los jóvenes elegantes. Hasta el
comienzo del siglo XVIII, las modas francesas tienden a sustituir a las españolas en
el traje holandés, tanto masculino como femenino.
De todas formas, esta última evolución se realiza con un cierto retraso y sin tocar el
ambiente de los “regentes” y “regentas”, fieles a las tradiciones de la indumentaria
más austeras. Así se da el caso de que la burguesía distinguida de Holanda,
protestante en general, conserva su prelicción por el negro, color especialmente
apreciado en un país productor de paños de lana bien teñidos.
INGLATERRA

La influencia isabelina en el traje se prolongaba hasta bastante tiempo después de


la muerte, de la reina, acaecida en 1603. Si bien su formase inspiran en las del
continente - jubón ajustado y calzas hasta la rodilla para los hombres, verdugado
– tambor y cuellos almidonados en forma de abanico por las mujeres-, el volumen
de las siluetas, la vistosidad de los tejidos y su rigidez, así como la ornamentaría,
muy sobrecargada, conservan el carácter de las modas del siglo XVI.
Hasta 1620, aproximadamente, las mujeres llegaban todavía el jacket, adornado
con bordados, y la gran soberanía, drapeado sobre el hombro izquierdo.
A partir de 1625, en cambio, se encuentran en Inglaterra casi el mismo traje que en
Francia: jubones con cuchilladas, calzas largas para los hombres, y para las
mujeres, vestidos o manto con mangas cortas de las que sobresalen las mangas el
cuerpo.
Esta situación durara hasta 1650, cuando las modas puritanas, se hallan ya en boga
en la clase media, serán impuestas a la sociedad por el austero gobierno de
Cromwell.
El parentesco de innegable inspiración de la indumentaria holandesa inglesa de esta
época es más aparente que sea, los trajes de la clase burguesa media ofrecen
analogías, debido a sus líneas sencillas y a su colorido liso, con las modas de los
países bajos. Sin embargo, los trajes dela aristocracia inglesa se distinguen por un
fasto y una suntuosidad que plasma el pintor Van Dyck.
El advenimiento de Carlos segundo se reintrodúcelas modas francesas en
Inglaterra. Hechos concretos permiten seguir la penetración de estas últimas. A
partir de 1630, la reina María-Enriqueta de Francia escribía a su amiga Madame de
Saind-Georges para que el sastre PIN se trasladase a gran Bretaña para hacerle
sus cuerpos de falda; además, Carios II adquiría en Paris prendas confeccionadas
por un tal Claude Sourceau, a pesar de tener en Londres un sastre John Allen. La
nueva reina Catalina de Bragansa, infanta de Portugal, observo como la gente se
burlaba de su atuendo y del de su Sequito cuando llego a la corte de Inglaterra, lo
que indica hasta qué extremo se había introducido ya las modas francesas. Es cierto
que Carlos II debido a la boda de su hermana Enriqueta con el hermano mayor del
rey de Francia, se hallaba más próximo a la corte de Francia y estaba tentado de
emitir su fasto. Por otra parte, iba manifestarse una reacción contra las formas del
carácter puritano mediante una búsqueda a menudo excesiva de adornos,
accesorios y cintas. La nota dominante en todos los elegantes es mostrar una
negligencia estudiada. Las mujeres cubren el rostro con lunares postizos que hacer
furor.
EL TRAJE MASCULINO EN INGLATERRA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVII
El espíritu isabelino es eliminado del traje masculino en la época del Carlos I, muy
pronto al traje francés contemporáneo: jubón con grandes cuchilladas calzas atadas
mediante agujetas anudadas a la cintura, cuello caído o valona. Las botas muy altas
flexibles y ajustadas constituyen una moda inglesa al igual que los guantes de
grandes puños y cuyos dedos demasiado largos ésta rellenos.
Pero en el primer cuarto del siglo XVIII cuando el uso de las agujetas para unir el
calzón al jubón se convierte en parte decorativa esencial del conjunto masculino.
Ya no solamente se utilizaba para unir el calzón al julon, sino, al seccionarse en
cuerpo y faldones, estos últimos eran unidos al resto también por medio de las
agujetas, las cuales eran visibles y mostradas cual joya preciada. Se confeccionan
con cintas de seda con remates de oro o plata y piedras, perlas.
Las agujetas o aigullette fueron cayendo en desuso poco a poco, siendo sustituidas
por botones o corchetes, pero la estética de las cintas como decoración del atavió
tuvo todavía mucha presencia, su influencia es visible en ese atuendo masculino de
extremo barroquismo estético como lo fue el Rhingrave.

A principios del desarrollo industrial se manifiesta entonces en la Europa occidental


suscita entre Inglaterra y diversos estados del continente una curiosa rivalidad que
sorprende con mucha frecuencia por el cinismo de sus procedimientos. En Inglaterra
a principios del siglo XVIII las primeras industrias textiles del traje mientras que en
el advenimiento de las compañías de comercio entre las que se encuentran las
famosas West indies Company fundada en 1600, anuncia la hegemonía marítima
británica.
La producción inglesa se orienta hacia una fábrica en cantidad y busca el mejor
mercado. Los comerciantes ingleses exportan a los leventes paños ligeros de
colores vivos y son muy apreciados.
Esta industria textil sufre la competencia de una producción de paños establecidas
en las manufacturas reales y privadas de la región de carcasoma protegida por el
gobierno francés. El gobierno de Inglaterra atrae a los tejedores extranjeros en
1685, refugiados flamencos fabrican cotonadas en Lancashire.
Esta región se convierte en el centro de producción de tejidos de algodón muy
importante durante el siglo XVIII. En 16662, después del parlamento ingles
prohibiera la importancia de encajes de Flandes, leños comerciantes ingleses
intentaron atraer a las obreras flamencas para fabricarlos en Inglaterra; sin
embargo, el proyecto fracaso porque el lino ingles no ofrecía el hilo de calidad
requerida. Para proporcionar a la corte los encajes flamencos que vendían por el
nombre de punto de Inglaterra. Cuando se sabe que un buque arribado en 1678
suministro cerca de 800.000 años de encaje, si incluir todas las piezas de lencería
adornadas con punto de brúcelas supuesto puntuó de Inglaterra, el cual no había
existido jamás.
William Lee, vicario de Nottinghamshire, invento a finales del siglo XVI un telar de
género de punto al ser rechazado por la reina Elizabeth I, emigro a Francia donde
murió a principios del siglo XVII. Sin embargo, esta industria consiguió desarrollarse
en Inglaterra, como demuestra la carta otorgada a Cromwell, en 1657, aun grupo de
tejedores de género de punto.
A finales del siglo, Inglaterra contaba con una cantidad importante de manufacturas
de gorros.
Según cuenta Evelin en su Diary, para apoyar a la industria inglesa, hacia 1666,
Carlos II consistió abandonar las modas francesas, demasiado lujosas, por una
indumentaria puramente nacional: una especie de túnica, acompañada con una
chaqueta de inspiración “persa”, como se denomina al principio.
Sin embargo, este intento fracaso; se introdujeron tanto cambios en el modelo que
casi todo el carácter ingles de la prenda desapareció unos años después, bajo la
influencia victoriosa de las modas llegadas de Francia.
TRAJES DIVERSOS
EL TRAJE DE FIESTA Y DE TEATRO
El clima creado por las guerras de religión, las dificultades económicas y luego las
miserias engendradas por la guerra de los treinta años no eran en absoluto
favorables durante la primera mitad del siglo, para la reanudación de fiestas y
diversiones parecidas a las del Renacimiento. Poco a poco no obstante al lado de
manifestaciones teatrales y festividades populares con gran despliegue de
muchedumbre, etc.
Se volvieron a celebrar fiestas principescas, proporcionando un lugar cada vez más
importante en el curso del siglo, a la fantasía de los trajes.
Renovando el exotismo del siglo precedente, y bajo la influencia del gusto personal
de Luis XIII, pudo verse poco a poco la ordenación del gran ballet de la corte y los
carrouseles con baile, de lo que resulta un estilo puramente francés: el ballet de las
quatre parties du monde, que se presentó en el Louvre en 1625, reunía trajes de
americanos, moros, negros y asiáticos.
EL TRAJE DE LUTO
Desde siempre, los lutos habían estado señalados por la adopción de una
indumentaria oscura y sin adornos, pero no parece que hayan establecido reglas de
etiqueta muy estricta antes del siglo XVII. Hasta entonces, aunque el negro, el
blanco, el perla y el violeta estaban considerados como colores de luto, su empleo
se modificaba frecuentemente debido a las iniciativas individuales.
En la edad media, las reinas llevaban el color blanco en señales de luto por el rey,
Ana de Bretaña fue la primera que llevó luto negro por Carlos VIII, y cuando murió,
Luis XII se puso de negro el luto tradicional de los reyes había sido de color violeta.
A dinales del siglo XVI, se introdujo la costumbre, para las viudas, de llevar una cinta
para ceñir la cabeza a base de una tela blanca,
supervivencia de caperuza y una falda de frisa negra
que se denomina najes; el luto por los allegados se
mostraba por el hecho de llevar caperuza, una
especie de manto largo y estrecho por un capuchón
blanco y estrecho.
Fuera de las ceremonias se mostraba el luto
mediante un vestido negro con grandes puños de
teña blanda lisa, denominada plañideras, cuyas
dimensiones se reducían en los duelos pequeños.
Las medias blancas o de color, los encajes, las pelucas con lazos o empolvadas
estaban prohibidos en la corte para los lutos y las visitas de luto.
CONCLUSIÓN

En este trabajo hablaremos principalmente sobre la moda francesa de la primera


parte del siglo XVII, enfocándose en el estilo que surge a partir del reinado de Luis
XV, el rococó.
También hablaremos sobre como Francia se convierte en el líder de la moda a partir
de que surge una nueva metáfora epistemológica por el cual entendemos que “el
modo de estructurar las formas de arte refleja el modo como la ciencia o, sin más,
la cultura de la época ven la realidad”: también mencionaremos la nueva manera
que el arte refleja la cultura de rococó. A su vez compararemos a la moda francesa
con la moda inglesa y española para comprobar si nuestra hipótesis: “La influencia
francesa en la moda produce homogeneidad de la vestimenta de las potencias
europeas del siglo XVII”.
Conclusión gracias a la participación del rey Luis xiv, lograda en el siglo xvii,
mediante la creación de una monarquía absoluta exitosa, a la que los demás países
seguían. Francia en el siglo XVII logra influenciar en el ámbito de la moda a las
principales potencias del principio de este siglo, como España y Gran Bretaña,
logrando así una apariencia homogénea, de unidad. Esto se puede ver claramente,
en las descripciones del estilo de la ropa utilizada por ambos países, el cual
provenía de Francia. De esta manera podemos confirmar nuestras hipótesis: “La
influencia francesa en la moda produce homogeneidad en la vestimenta de las
potencias europeas del siglo XVII”.

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