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A propósito de una reforma constitucional en el Reino Unido destinada a tornar el estatuto de

derechos en un sistema obligatorio por medio de la revisión judicial (judicial review) de las
actuaciones del legislador, el autor analiza la naturaleza y propósito de los constreñimientos
constitucionales (restricciones, limitaciones constitucionales) y su relación con los principios
democráticos que a menudo se entienden materializados en la “soberanía” de una legislatura tipo
Westminster. El autor aprovecha de precisar que las objeciones “contra mayoritarias” de la revisión
judicial en EEUU – impuesta en forma no democrática y heredada – no existirían en el Reino Unido
por su aprobación parlamentaria.

Ahora bien, el hecho que un determinado arreglo constitucional tenga apoyo popular (anclado en
el puro concepto de soberanía popular) no significa que dicho arreglo necesariamente deba
aprobarse, porque ello pasa por alto la distinción entre democracia y soberanía popular: el ejercicio
de la soberanía popular podría derivar en cualquier tipo de gobierno, si así lo decide (incluso uno
tiránico). Por lo tanto, se debe distinguir entre un método democrático de elección constitucional y
el carácter democrático de la constitución que tras ese método sea establecida (o, en otras palabras,
entre el procedimiento – democrático – para establecerla y el procedimiento – ¿democrático? –
para resolver conflictos constitucionales posteriores, una vez en vigor).

Dicho lo anterior, supuesto que la introducción de la revisión judicial no tenga objeciones contra
mayoritarias en su origen (establecimiento), no responde por qué se establece un mecanismo que
anticipada y deliberadamente restringe al pueblo británico, lo que el autor denomina “el pre
compromiso” (o compromiso previo) de los constreñimientos constitucionales. En términos
generales, que ante posibles cambios de opinión o desviaciones de los acuerdos iniciales sobre una
justa constitución, se otorgue a un órgano no legislativo y no electoralmente responsable
(inamovible) el poder de revisar la legislación aprobada por el parlamento en ejercicio de un no-
razonable derecho político (mayoría) en el proceso legislativo. Es decir, auto imponerse ciertos
constreñimientos en lo que dice relación con la toma de decisiones futura que suponen no una
derogación del principio de libertad individual, sino el epitome del auto gobierno (siguiendo el
ejemplo de Ulises, el electorado decide colectivamente limitarse a sí mismo por adelantado para
resistir los cantos de sirena (violaciones de derechos). [Página 280: una forma de sometimiento por
parte de A en un tiempo 1 a cualquier juicio que sea efectuado en un tiempo 2 por otro agente B en
la aplicación de principios muy generales que A le ha instruido a B tener en consideración. En
cualquier caso, la idea de pre compromiso no tiene sentido si las personas que se han limitado no
desafían la autoridad – órgano – que posteriormente resuelve las controversias; pagina 281].

Sin embargo, a diferencia de las elecciones individuales (Ulises, alcohólico) donde existen límites
externos (por ejemplo, atándose al mástil o el borracho que entrega las llaves del auto a su mejor
amigo), en el caso de los pre compromisos (constreñimientos constitucionales) no existen tales
limites externos: nada hay externo a la propia sociedad, que en cualquier momento podría dejar sin
efecto los pre-compromisos, del mismo modo en que los establecieron (principio de soberanía
popular). Con todo, la idea del “amigo” permite al autor sostener que el mecanismo del pre
compromiso opera no de modo causal o rígidamente, sino en virtud de un “juicio”: el juicio del
amigo sopesa las circunstancias y puede admitir excepciones a la regla (necesidad de conducir,
incluso con alcohol en la sangre, ante una emergencia médica). En materia constitucional, el juicio
queda entregado al órgano que ejerce la revisión judicial.
La ventaja de esta visión es que el órgano actúa ejerciendo su juicio (no rígidamente), la desventaja
es que su juicio no represente las intenciones del agente que los instituyó (lo cual es más profundo
si los desacuerdos ya no se limitan a los miembros del órgano que decide casos particulares sino
antes, al arreglo constitucional mismo que se supone materializa la constitución – por ejemplo, qué
precisas cuestiones cubre un determinado principio moral abstracto)klñ. En otras palabras, el
arreglo constitucional mismo es un acto de juicio (y no de mera “voluntad”) respecto de lo que la
República – en determinado momento “requiere” y sobre lo cual también puede haber posiciones
en pugna (desacuerdos que “trascienden” hacia el futuro).

El autor también explica los peligros de trasladar la forma en que los individuos ejercen su
autonomía racional en la toma de decisiones y la forma de esforzarlas (caso Bridget, página 284) y
la forma en que lo ejerce el cuerpo político entendido como una “comunidad” o entidad política (no
como un mero agregado de voluntades: la idea que los ciudadanos al menos comparten algún
sentido de que están juntos en algo y que ciertos problemas comunes sean resueltos en conjunto a
pesar de las visiones divergentes; sentido compartido de afirmar ciertos mecanismos colectivos de
decisión).

El autor aclara que los pre compromisos deben entenderse como reglas constitutivas (no en el
sentido conservador o Burkeano) de evitar cambios constitucionales sino en el sentido que
constituyen los procesos mismos sobre cómo se van a resolver conflictos o desacuerdos futuros (al
igual como operan las reglas de la gramática o de juego una vez fijadas= fijan el tipo de juego que
se juega).

Finalmente, tras aclarar que los procedimientos constitutivos no deben asimilarse a los pre
compromisos, afirma que otros tipos de pre compromisos pueden ser política o prácticamente
necesario en una constitución (por ejemplo, relativos a la democracia deliberativa y sus supuestos).

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