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Demian

Hermann Hesse

El dualismo como término tal vez pertenece a Hyde pero en esencia es inherente a cada

persona consciente. Siempre ha estado allí ese fuero interno que pierde sus razones

pasando constantemente de la luz a la oscuridad y viceversa, esa cruda decisión moral a

la que muchos quieren escapar pero que tanto atormenta su soledad.

Ahí es donde se ubica Sinclair, protagonista de este libro, sobre quien recae el peso de la

culpa y al tiempo la condena gratuita que incluye el paquete de haber obtenido una

mente inquieta.

En principio se narra una situación muy básica para un jovencito que intenta pertenecer

a esa extraña raza colegial de chicos temerarios (por llamar de alguna manera a esas

estupideces pre adolescentes que hacemos por llamar la atención de una que otra chica o

por ganar un lugar en el pódium de la popularidad escolar). Sinclair miente, inventa una

historia que lo hace parecer el mejor ladrón de manzanas de su ciudad y por mentir

gana algunos puntos con sus compañeros excepto uno, Franz Kromer, un bandidillo, un

Benito como ese del que habla la canción del cuarteto de nos, uno que por ser bueno

engañando no se dejó engañar del fracasado intento de mentira de Sinclair.

Así que usando una plétora de mentiras comienza a extorsionar a nuestro protagonista,

lo exprime como nadie, hasta que aparece en la escena Demian. ¿Tuvieron o tienen un

compañero de colegio con una sombra en la espalda, que parece el hijo de una bruja no

por feo sino porque en su mirada parece tener un conocimiento oscuro mayor a su edad

y en ocasiones nos parece que huele a azufre? ¿Ese que cuando habla –si es que lo hace-

nadie se atreve a mirarlo?.


Así es Demian y aparece como caído del cielo o más bien como subido del hades a

ayudar a Sinclair en su problemita con Kramer y a guiarlo en muchas otras cosas que

pasaban ya por su cabeza.

Después desaparece lo simple de la historia, y comienza la introspección, los dilemas

filosóficos, los sucesos extraños, los personajes amantes y amados, los sueños, la

simbología, todo narrado – a mi parecer – de la manera más simple posible, aunque no

por eso no se confíen en no prestar atención a los detalles de esta obra.

Del mismo autor de “El lobo estepario”, los invito a leer a “Demian”, una lectura para

los habidos de narraciones un poco más filosóficas o para esos momentos en que

estamos mas trascendentales (ojo, no es una guía espiritual ni mucho menos).

Un abrazo y nos vemos en una próxima lectura.

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