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IMPUESTO SEGÚN MONTESQUIEU

Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu (1689-1755) es conocido por


trabajos como sus “cartas persas” (1721) y sus “Consideraciones sobre las causas
de la grandeza y decadencia de los romanos “ (1734); pero, sobre todo por “el
espíritu de las leyes”, su obra más importante, aparecida en Ginebra en 1748 y que
en solo dos años vio salir veintidós ediciones. Ello demuestra cómo esta publicación,
una de las principales de la ciencia política en la que analiza la república, la
monarquía y el despotismo como formas de gobierno, con el fin de garantizar los
derechos y libertades individuales, sobrepaso el interés de los estudiosos
especializados y se insertan directamente en el sistema de acontecimiento y
precauciones de la sociedad de mediados del siglo XVIII.
El espíritu de las leyes consta de veintinueve libros, siendo el número XIII el que
lleva por título “De las relaciones que existen entre la recaudación de los impuesto
y la cuantía de los presupuestos con la libertad”. Al estudio de dicho libro se refiere
el estudio que recensionamos, en el que el profesor Pérez de Ayala pretende
establecer un puente conceptual y terminología entre la obra de Montesquieu y las
construcciones doctrinales y legales del derecho tributario actual.
Nos encontramos con un trabajo que, como nos advierte el autor español, se ha
desarrollado exclusivamente en el terreno de la filosofía y de la dogmática tributaria,
lo que implica varias limitaciones, entre otras que los aspectos no jurídicos han
quedado excluidos del análisis y que, desde el punto de vista bibliográfico, las
referencias de los especialistas al libro XIII de la obra del bordelés, brillan
prácticamente por su ausencia.
El libro de Pérez de Ayala, catedrático de la Universidad San Pablo-CEU recoge el
texto de su discurso de ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
y está estructurado en nueve apartados, donde se tratan los temas a que iremos
haciendo referencia a continuación.
Los dos primeros capítulos se refieren a la doctrina tributaria de Montesquieu y los
fundamentos de la imposición en El espíritu de las leyes. La escasa o nula tención
dedicada a esta obras por los tributarias no ha impedido la constante cita de la
doctrina de la separación de poderes, de donde se deriva el principio de reserva de
ley en materia tributaria así como el principio de competencias en el ámbito
presupuestario, a la hora de considerar los fundamentos de contribución.

Impuesto según Gunter schmolders


Según w. Gerloff,(1) los impuestos y contribuciones públicas, entendidos en el
sentido etimológico de colaboración económica, son tan antiguos como la sociedad
humana, ya que siempre que existan comunidades que hayan de satisfacer
necesidades colectivas, existirán métodos encaminados a hacer que los miembros
de la comunidad aporten su colaboración económica para la satisfacción de esas
necesidades comunes" a ese respecto nos dice gerloff($) %desde el donativo
en cierto modo voluntario de la comunidad hasta la aportación forzosa, es decir, hasta la
prestación obligatoria, coactiva" desde la retribución de la actividad del 'efe
(derechos descaudillare) hasta las contribuciones al presupuesto público" desde las
contribuciones privadas y semiprivadas hasta los gravámenes fundados en estricto
derecho público" desde la satisfacción ocasional de las necesidades mediante
contribuciones extraordinarias hasta la creación de fuentes financieras
permanentes" desde los impuestos finalistas, es decir, aquellos cuyos productos
es afectado a fines concretos, hasta los medios generales y regulares de
satisfacción de las necesidades" desde las prestaciones cuyo gravamen recada
únicamente sobre determinadas clases sociales hasta la obligación general de
contribuir" desde las prestaciones en especie o en servicios hasta las prestaciones en dinero
y, finalmente, desde los medios complementarios de satisfacción de las
necesidades hasta los de satisfacción total de las necesidades
fundamentales%. el derecho financiero adquiere un notable desarrollo en las
monarquías absolutas del antiguo oriente, como en Egipto y babilonia, debido a las

Necesidades ocasionadas por las guerras, lo que hizo que la administración


fiscal ocupara un lugar preponderante dentro de la administración estatal" los
relieves egipcios y los documentos fiscales babilónicos, nos dan una idea más o
menos precisa de la importancia y diversidad de tributos cuya administración en la
primera !poca fue descentralizada, y generalmente encomendada a la actividad
religiosa, y que con el tiempo se sometió a una enérgica centralización, pues se
formó un cuerpo de funcionarios, quienes con auxilio de la contabilidad pudieron
determinar con alguna exactitud, cuál era la obligación fiscal de cada súbdito" también
ayudaron a la fijación de las bases tributarias, el catastro y el registro fiscal
En Grecia no se contaba con la técnica de los egipcios y babilonios pues sus gastos
públicos eran demasiado pequeños en aquella época, ya que esos se producían
con ocasión de fiestas religiosas o de edificaciones públicas, y ni aún en estos casos
se produzcan, pues generalmente eran costeados por algunos ciudadanos en
servicio honorifico a la ciudad. En los primeros tiempos de la monarquía los ingresos
del estado procedan principalmente del patrimonio privado del rey, consistente en tierras y
ganado" más tarde se sumaron ciertas tasas por la administración de justicia y por el
usufructo de los bienes comunales. Con el aumento de los gastos militares, m
s tarde, se hizo necesario encontrar la forma de procurar al estado más ingresos" y
es así como el estado ciudad de los siglos iv y v antes de cito contaba ya con
un sistema tributario de acuerdo a sus necesidades. Según b. Laum, se distinga por
tres características a) predominio de las prestaciones voluntarias" b) por una
imposición predominantemente indirecta" y c) por una administración según el
sistema de arrendamiento.

Ingreso ordinario es la entrada bruta de beneficios económicos, durante el


ejercicio, surgidos en el curso de las actividades ordinarias de una entidad, siempre
que tal entrada dé lugar a un aumento en el patrimonio neto que no esté relacionado
con las aportaciones de los propietarios de ese patrimonio.
Es el importe por el cual puede ser intercambiado un activo o cancelado un pasivo,
entre partes interesadas y debidamente informadas, que realizan una transacción
en condiciones de independencia mutua.
Los ingresos ordinarios comprenden solamente las entradas brutas de beneficios
económicos recibidos y por recibir, por parte de la entidad, por cuenta propia. Las
cantidades recibidas por cuenta de terceros, tales como impuestos sobre las ventas,
sobre productos o servicios o sobre el valor añadido, no constituyen entradas de
beneficios económicos para la entidad y no producen aumentos en su patrimonio
neto. Por tanto, estas entradas se excluirán de los ingresos ordinarios. De la misma
forma, en una relación de comisión, entre un principal y un comisionista, las
entradas brutas de beneficios económicos del comisionista incluyen importes
recibidos por cuenta del principal, que no suponen aumentos en el patrimonio neto
de la entidad. Los importes recibidos por cuenta del principal no constituirán
ingresos ordinarios, aunque sí lo será el importe de las comisiones.
La valoración de los ingresos ordinarios debe hacerse utilizando el valor razonable
de la contrapartida recibida o por recibir.
El importe de los ingresos ordinarios derivados de una transacción se determina,
normalmente, por acuerdo entre la entidad y el vendedor o usuario del activo. Se
valorarán por el valor razonable de la contrapartida recibida o por recibir, teniendo
en cuenta el importe de cualquier descuento, bonificación o rebaja comercial que
la entidad pueda otorgar.
En la mayoría de los casos, la contrapartida revestirá la forma de efectivo u otros
medios equivalentes al efectivo, y por tanto el ingreso ordinario se mide por la
cantidad de efectivo u otros medios equivalentes recibidos o por recibir. No
obstante, cuando la entrada de efectivo u otros medios equivalentes se difiera en
el tiempo, el valor razonable de la contrapartida puede ser menor que la cantidad
nominal de efectivo cobrada o a cobrar. Por ejemplo, la entidad puede conceder al
cliente un crédito sin intereses o acordar la recepción de un efecto comercial,
cargando un tipo de interés menor que el del mercado como contrapartida de la
venta de bienes. Cuando el acuerdo constituye efectivamente una transacción
financiera, el valor razonable de la contrapartida se determinará por medio del
descuento de todos los cobros futuros, utilizando un tipo de interés imputado para
la actualización. El tipo de interés imputado a la operación será, de entre los dos
siguientes, el que mejor se pueda determinar:
(a) el tipo vigente para un instrumento similar cuya calificación financiera sea
parecida a la que tiene el cliente que lo acepta; o
(b) el tipo de interés que iguala el nominal del instrumento utilizado,
debidamente descontado, al precio al contado de los bienes o servicios
vendidos.
La diferencia entre el valor razonable y el importe nominal de la contrapartida se
reconoce como ingreso financiero por intereses, de acuerdo con los párrafos 29 y
30 de esta Norma, y de acuerdo con la NIC 39.

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