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Las técnicas de la Terapia Gestáltica son muchas y cubren un amplio espectro de conductas –
verbales y no verbales, estructuradas y no estructuradas, introspectivas e interpersonales,
dirigidas hacia adentro y hacia fuera, simbólicas y no simbólicas-. Algunas de estas técnicas no
son exclusivas de la Terapia Gestáltica y probablemente cada una de ellas pueda ser considerada
como una variación de una técnica que se puede encontrar en otra forma de terapia. Sin
embargo, una sesión de terapia gestáltica no podría ser confundida con otra, pues el enfoque de
trabajo constituye una nueva y peculiar Gestalt.
El objetivo que subyace a todas las técnicas gestálticas (y al proceso en sí) vengan éstas de
donde vengan, es la experiencia del darse cuenta. Sólo en el presente puede ocurrir esa toma de
conciencia y sólo ésta puede llevar a la responsabilidad. De modo que construimos un ideal
tripartito: ACTUALIDAD - TOMA DE CONCIENCIA - RESPONSABILIDAD, que comparten
tanto las técnicas como el proceso terapéutico en sí mismo.
1. Dejar de hacer lo que sea necesario, para descubrir la experiencia que se oculta detrás de una
determinada actividad: técnicas supresivas. “Cualquier acto que se realiza en lugar de
permitir a la persona percatarse del presente, constituye un acto de evitación del presente ”.
(Perls)
2. Reunir la energía suficiente para hacer frente al contenido del darse cuenta de la persona, ya
sea intensificando o exagerando la atención: técnicas expresivas.
3. Integrativas: aquellas que pretenden que la persona armonice sus 3 áreas: pensar, sentir y
actuar.
Las técnicas de integración: En términos generales, toda técnica expresiva o supresiva es una
técnica de integración, porque expresar significa traer al presente y percatarse lo que estaba
disociado de éste, o traer al dominio de la acción algo que la persona llevaba en su mente como
un pensamiento, imagen o sentimiento disociado, y por lo tanto ineficaz. Y suprimir algo permite,
igualmente, percatarse de lo que está ocurriendo para poderlo integrar.
LA SILLA VACÍA
La silla permite un encuentro intrapersonal que pone en contacto a dos partes de la persona,
indicándole que represente ambas partes en forma alternativa y haga hablar a esos “personajes”
entre sí, o que se relacionen de alguna otra manera. El motivo es obvio, en estos diálogos
internos, la persona es estimulada a cambiarse de una silla a otra para reforzar la realidad de su
identificación con esas dos partes de sí misma o poner en contacto aquellas partes que niega y
rechaza.
La silla se utiliza cada vez que aparece una polaridad, es decir, dos partes de la persona en pugna
o dos personas: el/la paciente y alguna de sus figuras relevantes, en pugna.
1. Ambas polaridades han de estar bien definidas, de modo que la persona se haya percatado lo
suficiente de los dos lados en sí misma y haya contactado con el modo de vivenciar de cada
una de ellas.
2. El encuentro no debe degenerar en una discusión intelectual; el contacto entre las dos partes
ha de lograrse a través de la expresión de emociones.
3. El/la terapeuta no debe tener ninguna hipótesis previa acerca del resultado del encuentro, eso
significa que ni siquiera ha de tener previsto que habrá integración, sino que debe dejarse
“atrapar” por la experiencia.
4. Es aconsejable que el/la terapeuta, cuando le pide a la persona que cambie de silla, repita lo
último que dijo con sus mismas palabras.
6. Cuando la persona pone en la silla vacía a un personaje del que no se puede salvar nada no se
cambia de silla.
7. No es aconsejable que la persona utilice el asiento del terapeuta para colocarse ni ella, ni el
otro personaje o partes de sí con la que está trabajando.
La persona puede ir entablando diálogos entre las diversas partes de sí hasta que las va
integrando y haciendo suyas, reincorporándolas a su personalidad, en especial, aquellas partes
alienadas y proyectadas. Cuando se desarrolla el diálogo entre el/la paciente y alguna persona
significativa para él o ella, va adquiriendo la habilidad, no sólo de reincorporar partes suyas
proyectadas en otro/a, sino también la capacidad de ponerse en su lugar, lo que le da una nueva
perspectiva y concepto del otro/a, con una visión que puede ser enriquecedora para sí y para la
relación entre ambos/as, pudiéndose dar una forma de contacto o de diálogo novedosa más
creativa.
El/la terapeuta no pone la importancia en que la persona represente a su propia madre, por
ejemplo, sino a la madre que tiene interiorizada, es decir, invitar a desenredar las
representaciones internas, subjetivas y contradictorias para lograr darle una nueva forma a la
imago materna, en el sentido jungiano del término.
Todas las intervenciones tratan de favorecer un contacto más auténtico y más directo. No se trata
de ponerse de acuerdo en una unión superficial y sospechosa, sino de aclararse y conocerse. No
se trata de justificarse, ni convencer, ni explicarse, ni explicar: simplemente expresar, per-
maneciendo atento/a (de una parte y la otra), no a los porqués múltiples, sino al cómo de las
acciones, elecciones y de la relación en sí misma.
LOS SUEÑOS
Mensaje existencial que habrá que descubrir, y que la persona que sueña se dirige a sí misma, así
como las evitaciones a la comprensión de dicho mensaje. Su significado corresponde a la persona
que lo sueña y no a quien dirige el trabajo. A través de ellos podemos ver el tipo de contacto que
establece la persona tanto consigo misma como con las demás y la activación de sus angustias y
temores. Todos los elementos del sueño se vincularán, por tanto, con la persona que lo sueña.
En nuestro abordaje el sueño se dramatiza, así que el/la terapeuta invita a la persona a ir
representando los distintos elementos del sueño. Es fundamental que dicha representación no sólo
sea verbal, sino que contenga contenido emocional y corporal, que la persona vivencie cada
elemento. El sueño ha de ser experimentado y no contado.
Y una de las técnicas más útil para trabajarlos es la silla vacía, al tratarse de la técnica
fundamental para la integración. Veamos:
Narrar el sueño en primera persona y en tiempo presente, como si la persona lo estuviera
soñando ahora. Se trata de permitir que la experiencia hable por sí misma, de "entrar" en el
sueño, a modo de un director de escena, en lugar de "traerlo a la mente", vivenciándolo en el
aquí y en el ahora terapéutico para ganar conciencia de lo que transmite. La persona ha de
“ser” cada cosa que figura en su sueño.
El/la terapeuta, tras escuchar atentamente, hará que la persona se detenga en aquellas partes
que, según su experiencia, puedan ser más importantes y contener gestalts inconclusas, o
aquello que parezca que la persona quiere evitar, que contenga polaridades ocultas.
A veces conviene trabajar con lo opuesto a lo que se presenta en el relato del sueño, es decir,
con lo que no se observa, con la idea de trabajar con lo que la persona evita o rechaza y con
lo que se vivencia en opuestos. Es en los elementos que se rechazan (ya sean desagradables o
agradables) donde se encuentra la fuerza de resolución del conflicto planteado.
Puede elegir la persona aquella parte del sueño que desea trabajar, o puede el/la terapeuta
elegir los elementos que le parezcan más significativos para realizar un encuentro entre
ambos. Hay que tener en cuenta que para llevar a cabo dicho diálogo es más fácil hacerlo
seleccionando elementos inanimados que personas. Sobre los primeros la proyección es más
pura y está menos contaminada. El trabajo con personas moviliza más las defensas de quien
sueña y es más difícil de llevar a cabo. Cabe la posibilidad de preguntarle a la persona con qué
elementos quiere trabajar.
Hacer un encuentro dialogado entre las dos partes más significativas del sueño, objetos,
personas, paisajes, polaridad,…
Se le puede preguntar a la persona si el sueño contiene algún mensaje para ella.
En consonancia con los principios de la Gestalt el/la terapeuta no interpreta, acompaña y facilita
con sus intervenciones los procesos de contacto y expresión vivencial de lo soñado. El objetivo es
que la persona contacte, y se de cuenta y las interpretaciones brillantes no sirven de mucho, más
bien parecen una intromisión en la persona, dado que para Perls el/la terapeuta no sabe más que
el/la paciente acerca de lo que significa. En ningún caso contribuyen al darse cuenta que ha de ser
en todo momento el horizonte terapéutico: facilitar el awareness de algo constructivo que facilite
el crecimiento de quien trabaja terapéuticamente el sueño.
Igualmente se persigue que la persona se haga responsable del mensaje que el sueño le trae.