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Así empezó la televisión argentina. Con una imagen de un referente popular.

Esta dama
daba su último discurso y esta otra se mostraba por primera vez. Ambas con la
particularidad de ser masivas, populares.
Y a partir de esos primeros años de la década del `50 esta otra dama trastocaba y
cambiaba radicalmente la manera de ser de cada argentino.
La televisión comenzó siendo estatal, nació un día de lluvia de democracia, pero
rápidamente los militares, apenas llegaron al poder, tomaran posesión de ella. Y así como el
pañis decrecía cada vez que los militares “mandaban” en la nación, la televisión
involucionaba cuando era estatizada.
Salvo excepciones, lo que se vio por canal 7 a partir del 18 de octubre fueron números
sueltos, saludos y, fundamentalmente, pruebas de tonos, sonido e imagen.
Las informaciones que llegaban de los Estados Unidos y que hablan de la televisón
advertían que en ese país estaban produciéndose fenómenos que seguramente iban a
repetirse aquí.
Para finales de la década del `50, y antes de que Arturo Frondizi otorgara las licencias
para la explotación de los canales 9, 11 y 13 en manos privadas, habían hecho su aparición
en las pantallas Mirta Legrannd, Alberto Olmedo, Pinky, Tincho Zabala, Juan Carlos
Mareco, Narciso Ibáñez Menta, Tita Merello, Carlos D`Agostino, entre otros. Ya eran
famosos los concursos de Odol Pregunta como así también las series norteamericanas de
El llanero solitario, Superman, Rin-tin-tin, Lassie y El Zorro.

La década del ’60 encuentra a Buenos Aires con más de 650.000 televisores
funcionando y la posibilidad de que los televidentes opten por tres canales, además del 7.
Son el 9, el 11 y el 13 que fueron licitados a partir de 1957.
Canal 9 fue el segundo canal de televisión y el primero armado con capitales privados.
Había sido adjudicado a la empresa CADETE (Compañía Argentina de Televisión). Canal
11 fue entregado a la empresa DICON (Difusora Contemporánea) y el 13 a al sociedad
anónima Río de la Plata TV.
En esta época las grandes cadenas televisivas de Estados Unidos se interesaron en
aportar capitales para las sociedad argentinas y si bien la ley lo impedía, con la creación de
la figura legal de la productora asociada , la CBS, la ABC y la NBC se instalaron en el país.
Así la competencia y la lucha por el raiting comienzan a ser una constante en la vida de
cada canal y cada porductora. La televsión comienza a demostrar su potencial y un
romance apacionado con el público.
Mientras que Frondizi era desalojado del poder por parte de las Fuerzas Armadas en
marzo de 1962 y conducido a la isla Martín García, Biondi, Balá, Marrone, Calabró, Sapag
y compañía trataban de ponerle una sonrisa al castigado pueblo argentino.
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Además de los programas cómicos, comienzan a florecer las telenovelas, y Alberto
Migré como en el gran escritor de este género.
Los jóvenes también tuvieron su espacio: Violeta Rivas, Johnny Tedesco, Chico
Novarro, Raúl Lavie, Palito Ortega, Nicky Jones se proyectaron y consagraron en el
programa que se emitía los sábados a als 20.30.
Pero los sábados no sólo pertenecía a los jóvenes, Nicolás Pipo Mancera, por canal 9,
conduce Sábados Circulares, para aquella gente que “no iba al cine, ni al hipódromo, ni al
fútbol, ni al café con billares” como le gustaba decir al conductor del programa de cinco
horas de duración y de un género que consagró un nombre aquí y en todo el mundo:
programas ómnibus.
La Familia Falcón, Dr,. Cáncido Pérez, señora, La nena, La Tuerca, Tato Bores,
tuvieron un espacio destacado, como así también Reporter Esso y Telenoche, en la década
que la tevé se convirtió como en partre de la familia, mientras que los militares se
encargaban de bajar gobiernos constitucionales.
“Un kilo y dos pancitos”, “me das el besito de las buenas noches”, Intríngulis chíngulis”
no eran sólo fraces que se desprendían de la pantalla sino que fomaban parte de la vida de
cada ciudadano, sino hay que acordarse de “Piluso… la leche”, que varias generaciones de
chicos aprendieron a tomar la leche, como diría Olmedo años después.
A mediados de esta década hay que agregarle que comienzan a nacer canales de
televisión en el interior del país.

Si la televisión del ’60 se caracterizó por ser parte de la familia, la década del ’70
encuentra a la televisión decididamente como algo de todos. Son muy pocos los que aún no
poseen un aparato. Se puede buscar la causa en una estrategia de mercado, en los bajos
costos por la competencia, o en una cuestión de moda. Lo cierto es que recién en esta
década se puede decir que la televisión está en todos los hogares argentinos.
Cuando Cámpora llega al gobierno los tres canales seguían siendo privados, en tanto el
7 se mantenía en manos del Estado. En el 9, Romay había comprado las acciones de la
NBC, y luego los otros le seguían. Héctor García, dueño del diario Crónica, compró las
acciones de la cadena ABC, mientras que Goar Mestre, tuvo que buscar socios argentino
para adquirir las acciones de la CBS, y así los hermanos Vigil, dueños de Editorial
Atlántida, ingresaron a la sociedad que enabezaba el cubano.
En esta época comienza un dur debate entre la tevé y la cultura. La competencia por el
raiting parece hever hecho olvidar las funciones que debía tener: educar, informar y
entretener, limitándose a lo último.
Los teleteatros han sido desplazados. La sista y la tarde de los canales buscan y
provocan otro tipo de emociones en la audiencia. Las pasiones amorosas resultan lentas
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para el vértigo que pide la información. Todo admite información y así aparecen Matiné y
Teleshow. Dos programas que ofrecían una suerte de show periodístico.
Las telenovelas comienzan a ocupar el horario nocturno. Migré envía al aire Un extraño
en nuestras vidas y Rolando Riva, taxista. Rolando se convierte en un boom y marca un
antes y un después para las telenovelas.
El cruce entre 1973 y 1974 es complicado. La intervensión oficial de los canales fue
definitiva durante el gobierno de Isabel Martínez, caducaron las licencias de los privados y
toda la TV fue estatal. Los canles comienzan a decaer y a endeudarse, a lo que hay que
agregarle la baja en la inversión publicitaria y bajo raiting.
La tevé cumple 25 años y ella sola festeja. Para muchos falta educación, cultura,
servicio público y sobran entretenimientos y teleteatros. Se exportan a Los Angeles
programas como Pobre Diabla, El show de José Marrone y Papá Corazón.
Mientras los militares disolvían el Congreso y caducaban los mandatos políticos, se
repartieron, según influencias de sectores del gobierno los canales: el 7 (ATC desde el
inicio de la TV color en 1978 y hasta 1999) a la Presidencia de la Nación, el 9 al Ejército,
el 13 a la Armada y el 11 a la Fuerza Aerea.
A pesar de la llegada del color a las pantallas argentinas la novedad no es accecible.
Quienes hacen la televisión saben que antes de ofrecer color, deben ofrecer programas.
Las noticias se suceden, producen verdaeros sacudones y terminan cambiando la
historia argentina. Después de dos años de escazo raiting la televión se convierte en el lugar
donde todas las cosas pasan.
Las Fuerzas Armadas también ataca a los programas y prohíbe a Mario Sapag, Olmedo
y un sketch de La Tuerca.
Sin embargo tras la guerra de Malvinas, el gobierno militar se ha vuelto frágil y
comienza a olerse democracia en el ambiente.
El ‘83 es un año de avances y retrocesos para la televisión nacional.
En lo jurídico, el futuro de los medios audiovisuales se presenta complejo. El ambisioso
plan militar de privatizar y crear nuevas ondas radiales y televisivas choca contra el inciso
E del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión que impide a las empresas periodísticas
presentarse a los concursos abiertos.
Desde 1984 y hasta la privatización llevada a cabo por Carlos Menem en 1989, los
canales siguieron siendo estatales, salvo el 9 que de la mano de Romay acumuló ganancias,
mientras que los otros se presentaban en bancarrota.
El ’89 es el año de la mayor transformación política. Comienzan las privatizaciones de
las empresas nacionales, entre ellas ENTEL y los canales de televisión.
Menem consigue la derogación del mentado artículo 45 de la Ley de Radiodifusión. Los
canales 11 y 13 pasaron a manos empresas periodísticas. El 11 fue adjudicado a TELEFE,
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de la Editorial Atlántida; el 13 a ARTEAR, propiedad del diario Clarín; y el canal 2 de La
Plata al grupo que conduce Eduardo Eurnekian.
Las decisiones más importantes con respecto a la tevé puede verse en las pantallas
mismas ya sea en los almuerzos de Mirtha Legrand o en los programas políticos como
Hora Clave o Tiempo Nuevo.

La década del ’90 no resulta una década cualquiera para la televisión argentina. Las
programaciones aparecen más definidas, con mayor caracte y personalidad.
Y si bien los acontecimientos políticos, nacionales e internacionales, como el llamado
efecto tequila, repercuten en el interior de las pantallas, promediando la década comienzan
a abrirse espacio los talk show, el futbol y los rality show.
Comienza a crecer la figura de Adrian Suar, mientras muta el paisaje televisivo. La tevé
cede espacio a las productoras independientes. Cuatro Cabezas cambia el metabolismo de
la producción televisiva con El Rayo, y Mario Pergolini comienza su marcha ascendente
con Caiga Quien Caiga, un magazine humorístico, cínico, jugado, incómodo.
También , Alfredo Casero, proveniente del under, inicia su camino en la televisión.
Las telenovelas que en sus inicios se preocupaba por cómo hacer que el galán
millonario se enamorara de la hermosa y buena muchacha que tenía como empleada
doméstica, ahora se inclina por historias contidianas y las desarrolla en la ficción.

La disputa por ser el nuevo Zar de la televisión, puesto que dejara bacante Alejandro
Romay, parece hacerle bien a la programación. Sin embargo todo parece indicar que la cara
más visible de Pol-Ka será quien ocupe el trono. Con programas diarios y miniseries como
Por el Nombre de Dios, El hombre o Vulnerables, Adrián Suar, parece ser en indicado.
Mientras seguiremos del otro lado, seducidos por la misteriosa atracción que nos
produce esta enigmática dama y que hace que no le saquemos los ojos de encima.

Final: LA CIGARRA, por Leon Gieco

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