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FACULTAD DE FILOSOFÍA
DESOBEDIENCIA CIVIL
PRESENTADO POR
Antonio César Flores Carrera
DIRECTOR/A
Carlos Gómez Sánchez
Bibliografía ..................................................... 63
Introducción
Prometeo
Tanto uno como otro han pasado a la historia como defensores y héroes
de la ciencia ante un estado dogmático y autoritario. No nos
equivocaremos si pensamos que los dos fueron castigados, el primero, al
no retractarse, sufrió la brutalidad de la muerte en la hoguera, el
segundo, condenado en su domicilio, bajo la deshonra pública y al que
sólo le quedó la fuerza para murmullar para sus adentros un mítico “…y
sin embargo se mueve”.
Gandhi y Mandela.
Mientras que, por otro lado, existen grupos que se organizan alrededor
de una idea moral, que puede o no haber sido individual, sino aprehendida
en contacto con ese ser social. Y que no sólo propone la desobediencia
a una determinada ley, sino una lucha por cambiarla activamente.
Podríamos decir que la disidencia, ante la injustica, se sitúa en una
posición negativa, negándose pasivamente a seguir las leyes injustas,
abnegada a recibir el castigo correspondiente, mientras que la
desobediencia es una posición positiva en tanto que persigue cambiar la
ley o su interpretación, pudiéndose valer de todos los medios que
considere oportunos para conseguir su objetivo.
Para el estagirita la justicia emana del Estado del cual todos los
ciudadanos son miembros y tienen la capacidad de ser magistrados, ahora
bien; “…muchos creen que se deben dejar de cumplir los tratados
existentes, contraídos, según dicen, no por el Estado, sino por el
tirano”.
Así pues, un hombre bueno sólo puede ser un buen ciudadano en un buen
estado. Y el buen estado es el democrático, aquel en el que los
ciudadanos participan de la justicia; “¿quién podrá entonces reunir esta
doble virtud, la del buen ciudadano y la del hombre de bien? Ya lo he
dicho: el magistrado digno del mando que ejerce, y que es, a la vez
virtuoso y hábil, porque la habilidad no es menos necesaria que la
virtud para el hombre de Estado”.
Las normas de conciencia son negativas, no indican lo que hay que hacer
sino lo que no hay que hacer. Afirman: “No hagas mal porque entonces
tendrás que vivir con un malhechor. Platón, en posteriores diálogos (El
Sofista y Teeteto), estudió esta comunicación socrática del yo conmigo
mismo y definió el pensamiento como un diálogo mudo entre el yo y el mí
mismo; existencialmente hablando, este diálogo como todos los diálogos,
requiere que los participantes sean amigos. La validez de las
proposiciones socráticas depende de la clase de hombre que las expresa
y de la clase de hombre a quien se dirigen. Son verdades evidentes por
sí mismas para un hombre en tanto que éste es un ser que reflexiona;
para quienes no reflexionan, para quienes no mantienen comunicación
consigo mismos, no son evidentes en sí ni pueden ser demostradas[23].
Esos hombres —y son «multitudes»— pueden lograr un adecuado interés sólo
en ellos mismos, según Platón, creyendo en un mítico futuro con premios
y castigos” (Arendt, 2013)
“Platón deja a Sócrates hablar como filósofo que ha descubierto que los
hombres no sólo se comunican con sus semejantes sino también consigo
mismos y que la última forma de comunicación —con mi ser y realizada
por mí mismo— prescribe ciertas normas a la primera”
Cuando Prometeo se dio cuenta del gran error de su hermano, intentó por
todos los medios proporcionar al hombre tres cosas para restablecer el
equilibrio, el fuego, la ciencia y la justicia que, guardada por dos
guardias en las estancias de Zeus, resultó ser inalcanzable.
Mill, deja claro que debe prevaler el bien común sobre el interés
personal, y si no existe daño sobre otras personas, se debe dejar
libertad.
Es por ello por lo que creo interesante hacer un breve repaso de las
distintas bases sobre las que se han construido las sociedades humanas
en diversas épocas, para mostrar que no sólo no es fácil, sino imposible,
encontrar un criterio universal e inmutable, sobre el que se haya
construido un sistema legal.
Cuando Moisés baja del monte Sinaí con las tablas de la ley de Dios, no
sólo trae un nuevo ordenamiento jurídico, sino que, al estar gravadas
en piedra, muestra que esas leyes son inmutables y eternas, por lo que
el no cumplimiento supone, a su vez, una condena también eterna.
Bajo este marco legal, parece difícil cualquier confrontación o
discrepancia, en tanto que no debería haber nada por encima de la ley
divina, esta no puede ser discutida y las únicas opciones posibles son
la obediencia o la condena.
Ahora bien, los acuerdos, por su propia naturaleza, en tanto que son
establecidos en un mundo cambiante de relaciones cambiantes, deben ser
a su vez, cambiantes y revisables. Hemos perdido, pues, el valor absoluto
del que disponían las leyes divinas o naturales. Esto significaría que
la rebelión y la desobediencia ya no estarían justificadas en tanto que
esos acuerdos son justificados.
Los jueces habían pasado de ser seres escogidos por los dioses o por la
selección natural, con una visión directa del absoluto, a ser uno más,
con una visión mundanizada de la ley, jueces con las mismas pasiones
que los demás seres humanos, el error en su juicio es el fundamento para
dudar de cualquier consenso.
Las crisis suceden siempre en los periodos en los que ocurren cambios
de paradigmas, donde el surgimiento de una nueva interpretación del
mundo y las relaciones interpersonales dinamita lo anterior, no para
destruirlo, sino para crear un nuevo espacio donde situarse.
En las crisis surgen también grandes personas que construirán en ese
espacio lo necesario para restablecer el orden en el caos, Kant es
nuestro hombre.
Sin ningún ente superior sobre el que fundamentar la ley mas que nuestra
propia conciencia, es necesario encontrar un faro que evitara caer en
el relativismo moral. Kant se ocupó de este problema en su obra
“fundamentación de la metafísica de las costumbres”, en ella describe
el camino para ir desde lo personal a lo universal, el imperativo
categórico “Obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se
convierta, al mismo tiempo, en universal”.
Ante una máxima universal que contradiga una ley terrenal, se debe
seguir la máxima de la razón, esta determina la voluntad que “es pensada
como la facultad de determinarse uno a sí mismo a obrar conforme a la
representación de ciertas leyes”.
Es pues quizá un signo de los tiempos, pero Kant no solo creó el edificio
epistemológico para entender la física de Newton, también creó el
edificio moral para entender
Es pues quizá un signo de los tiempos, pero Kant no solo creó el edificio
epistemológico para entender la física de Newton, también creó el
edificio moral que justifica la desobediencia, ya que el hombre nace
libre, siendo un fin sí mismo, siendo el fin el fundamento objetivo de
la voluntad y el medio el fundamento de posibilidad de acción;
“el hombre, y, en general, todo ser racional, existe como fin en sí
mismo y no sólo como medio para cualesquiera usos de esta o aquella
voluntad”, por lo tanto; “No son éstos, pues, fines subjetivos cuya
existencia tiene un valor para nosotros como efecto de nuestra acción,
sino que son fines objetivos, es decir, seres cuya existencia es un fin
en sí misma” y concluye que “El imperativo práctico será entonces como
sigue: obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu
persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo
como un medio”.
Así es como Kant encuentra el camino para llegar de nuevo a una ley
universal mediante el ser particular, en tanto que somos humanos todos
compartimos el mismo ser, siglos más tarde el imperativo categórico se
verá plasmado en una ley suprema, la carta universal de los derechos
humanos.
La tensión entre derecho y ética
Las cuatro preguntas Kantianas; ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer?,
¿Qué me cabe esperar? y ¿Qué es el hombre? se pueden responden
contestando a la última de ellas. En la referente a la moral, ¿Qué debo
hacer? la definición de ser humano como ser social, en relación con
otros, le otorga unos derechos inherentes, sin los cuales, quedaría
excluido de la condición humana.
Por otro lado, Gómez (1998) sitúa la tensión entre el derecho y la ética
entre dos puntos; el sentido de legalizar la moral o moralizar el
derecho.
Carlos Gómez plantea la tesis de González Vicén en la que se pregunta
qué imperativo moral nos exige la obediencia al derecho. Habitualmente
se intenta cimentar la inviolabilidad del Derecho en la seguridad
jurídica que proporciona. La seguridad jurídica hace posibles ciertos
valores que son tomados como esenciales para la vida en sociedad, de
esta manera el derecho implementa un sistema de valores en la sociedad.
Sin embargo, Vicén no considera el Derecho como algo permanente sino
histórico y social, y por lo tanto mutable.
Concluye Vicén, siguiendo a Kant, que el Derecho no puede ser un
imperativo categórico o incondicionado, es decir, ético, por lo que sólo
nos queda la conciencia individual y por tanto no hay obligación de
obedecer al Derecho. El derecho es un imperativo hipotético,
condicionado, la coacción de una voluntad ajena.
Así pues, obedecer al Derecho sólo tiene sentido como convención para
establecer reglas de convivencia para obtener ventajas sociales, ahora
bien;
“Si un derecho entra en colisión con la exigencia absoluta de la
obligación moral, este Derecho carece de vinculatoriedad y debe ser
desobedecido. O dicho con otras palabras: mientras que no hay un
fundamento ético para la obediencia al Derecho, sí hay un fundamento
ético absoluto para su desobediencia”
La lucha por el derecho que menciona Muguerza y que sitúa dentro del
conflictivismo, se refiere a la que Ihering propugnaba; Rudolf von
Ihering establece que la voluntad jurídica de un sujeto de derecho se
transforma en un derecho subjetivo es decir en un interés jurídicamente
protegido, esto sitúa el derecho ante un conflicto de interés. Ya no se
trata sólo de como el derecho defiende esos derechos, sino una lucha
por el derecho en sí. Para Ihering “Sólo luchando alcanzaremos nuestros
derechos”, eso sí, supeditando nuestro propio interés en la defensa de
esos derechos.
Desde mi posición, creo que tanto Habermas como Rawls presuponen que el
conflicto previo al consenso, las partes están abiertas al diálogo y a
un comportamiento ético, sin embargo, tal y como hemos visto
anteriormente y como intentaré mostrar a continuación, esto no siempre
ocurre. Los derechos pocas veces se han conseguido por consenso sin
atravesar previamente una lucha. Lucha que debe continuar si no queremos
perderlos, en ningún caso el sistema democrático es garante de derechos
tal y como sucedió en la Alemania nazi o sucede en otros países
actualmente, como Turquía, en los que se utiliza la mayoría social para
disfrazar una dictadura de democracia.
Causa sorpresa la habilidad que tuvieron los nazis de hacer caer tal
responsabilidad sobre los propios judíos, sin una colaboración tan
diligente, no habría sido posible, o hubiera sido mucho más difícil la
aplicación de la Solución Final, colaboración que los nazis supieron
ganarse dando favores, como evitar la deportación.
Los hechos ocurren tres años después de que la corte suprema de los
estados unidos declarara que la segregación en la escuela no era
constitucional (Bates, 1957); nueve estudiantes Minnijean Brown,
Terrance Roberts, Elizabeth Eckford, Ernest Green, Thelma Mothershed,
Melba Patillo, Gloria Ray, Jefferson Thomas y Carlotta Walls, intentaron
integrarse en el instituto Little Rock de Arkansas ante las protestas y
la oposición del Gobernador y buena parte de la población. Martin Luther
King llegó a escribir al presidente Eisenhower para que diera una pronta
resolución al problema.
Y es en este sentido donde considero quese vuelve a probar que las tesis
de los consensualistas como Habermas y especialmente Rawls, no pueden
llevar más que a una claudicación ante la injusticia o una persecución
política del disidente.
Tampoco deja de llamar la atención que aquello que pueda hacer avanzar
una sociedad en derechos sea perseguido y castigado
Por otro lado, y este creo que es uno de los pecados mas graves que
comete el consensualismo, es la exigencia de una confianza plena y la
defensa de las instituciones estatales dentro de una sociedad
democrática. Rawls admite que las democracias son imperfectas y que
cierta injusticia debe ser admitida, por otro lado, Habermas desactiva
el imperativo categórico al someter la ley que queremos que sea universal
al criterio de validación de los otros (Gómez, 1998). Esto nos lleva a
una consecuencia nefasta; la dictadura de la mayoría.
En este caso que el TEDH sea el que garantizara tal derecho eliminaría
la cobertura legal aquellos casos inadmisibles en los que la
desobediencia está dirigida a restringir el disfrute de cualquiera de
los derechos humanos, acciones como las de Faubus no estarían permitidas