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HOMICIDIO – INFRACTOR PERU

I. Antecedentes del Homicidio

I.I Derecho Romano

Los pueblos que habitaban la Península Ibérica antes de la llegada de los


colonizadores romanos no tenían un derecho común, sino que por el
contrario, cada pueblo contaba con un derecho y unas costumbres
diferentes, así como unas lenguas y una cultura distintas, por lo que no
constituían una unidad política. En general no se tiene constancia de que
estos pueblos conocieran el derecho escrito, sólo se tiene información de un
pueblo que parecía tenerlo en esta época, Tartessos, que elaboró un
importante sistema de leyes, como establece un texto de Estrabón2 , el cual
hablando de esta civilización dice que “tienen escritos de antigua memoria,
poemas y leyes en verso…”. El desembarco romano en la Península en el año
218 a.C en Ampurias cambió totalmente la situación en la que se encontraba
Hispania en la época prerromana, llevándose a cabo con la finalidad
principal de combatir a las tropas cartaginesas allí establecidas, pero con el
tiempo y viendo los recursos que esta poseía, la primera finalidad cambió,
convirtiéndose en crucial conseguir la conquista de Hispania por su gran
potencial económico, sobre todo por los recursos mineros con los que
contaba, como minas de oro, hierro, plata, cobre y mercurio. La conquista
fue lenta y difícil, pues existían grandes diferencias entre las regiones,
algunas como la Bética y el Valle del Guadalquivir asimilaron rápidamente
las formas de vida romana, pero otras como las regiones de los cántabros y
astures fueron más difícil de romanizar y permanecieron en rebeldía hasta
el año 19 a.C, año en el que el emperador Augusto consiguió pacificar a estos
pueblos del norte. Este proceso de romanización iniciado tuvo lugar no solo
a escala social y cultural, sino también a escala jurídica. En un principio el
derecho romano no se aplicaba a toda la población de Hispania, sólo se
aplicaba a los ciudadanos romanos que se trasladaban a ella como
comerciantes, soldados o funcionarios, pero a partir del año 211 a.C se
comenzó a otorgar la ciudadanía romana a algunos íberos, sobre todo a
miembros de la aristocracia indígena. La romanización jurídica se extendió
en los años 73-74 d.C, cuando el emperador Vespasiano concedió el ius latti
a todas las ciudades de la península, lo que supuso la transformación de las
ciudades peregrinas (o extranjeras) en municipios latinos y el desarrollo de
las consecuencias que se desprendieron de esta concesión, como la
posibilidad de disfrute del ius commerci por parte de los habitantes de estos
municipios y el establecimiento de una vía indirecta para conseguir la
ciudadanía romana. La romanización jurídica culminó en el año 212 d.C, en
el cual, el emperador Antonino Caracalla otorgó por medio de la Constitución
Antoniniana la ciudadanía romana a todos los súbditos del imperio y a sus
descendientes en el futuro. Por lo tanto, a partir de entonces, los ciudadanos
de Hispania eran considerados ciudadanos romanos y en consecuencia se
les aplicaban las normas del derecho romano.
I.I.I Homicidio

La definición de homicidio sufrió notables transformaciones en esta etapa,


de esta manera, en la antigua Roma la muerte dolosa y los delitos con
resultado de muerte eran calificados con el término parricidium, y el
asesinato o muerte violenta y maliciosa calificado como perduellio,
consideración que cambia a finales de la época republicana, cuando se
comienza a definir el parricidio como la muerte cometida por un individuo
contra sus parientes, surgiendo la necesidad de que apareciera una nueva
palabra para definir las muertes que no entraban dentro de este grupo. Así
fue como nació el termino homicidium cuya traducción es “muerte de
hombre”, para determinar la muerte causada a un hombre dolosamente.
Comenzado por el inicio de las conductas jurídicas, en el derecho de las
civilizaciones primitivas como la Antigua Grecia, Babilonia y el pueblo
hebreo se consideraba el homicidio como una falta grave que era resuelta
mediante la venganza o Ley del Talión. Es llamativo ver que en el derecho
romano esta venganza era también aplicada, pero primero hablaremos de la
organización de la familia y las importantes consecuencias que acarreaba.
Así, en la época romana, el hecho de que los individuos sean castigados o
penados por sus actos depende directamente de que estos sean considerados
como persona, lo cual implica la aceptación por parte del pater familias en
el seno de la familia y el reconocimiento de derechos jurídicos frente a la
comunidad. El pater en esta etapa tiene pleno poder sobre los filius,
pudiendo decidir sobre su vida, e incluso pudiendo venderlos, abandonarlos
o entregarlos si cometían un delito. Por lo tanto y como consecuencia de lo
establecido anteriormente, en esta época no se considera delito la muerte
provocada por el marido a la mujer o por el ascendiente a los descendientes.
Además, incluso se recoge este derecho del pater en la Ley de las XII Tablas
y se le da el nombre de ius vitae ac necis, sin embargo, que el derecho
estuviera recogido en esta ley no significa que no existieran unos ciertos
límites, y es que en cuanto al poder para matar a la esposa, solo estaba
autorizado a ejercitarlo cuando la mujer era adultera o se encontraba en un
estado de embriaguez habitual, y en cuanto a los hijos, se necesitaba justa
causa para matarlos, es decir, un motivo fundamentado. A partir de la época
republicana el pater debe ejercer este derecho mesuradamente y de forma
justa, ya que si no lo hace de esta manera se le imputa homicidio. Como es
lógico, surgieron más limitaciones, que se desarrollaron como consecuencia
de la aplicación de los mores mairoum, unas costumbres que surgían en el
seno de la familia, y que posteriormente se configuraron como leges rigiae,
estableciendo sanciones para el pater que se excedía de su poder dentro de
la familia, entre ellas la pena de muerte. De todo lo anterior se desprende
que el poder disciplinario, correctivo y sancionador dentro de una familia y
respecto a sus miembros lo ejerce el pater, ya que este es considerado el jefe
de la familia. Por lo tanto, cualquier asunto o problema surgido en el ámbito
de la familia se consideraba como privado (res privata) y la autoridad pública
no intervenía, resolviéndose por medio de la venganza o autojusticia y
declarándose la enemistad. Pero existe una excepción, y es que los actos de
una naturaleza e importancia criminal especialmente grave, llamados
crimina, entre los que se encuentra el homicidio, van a alcanzar
transcendencia pública y se van a juzgar por la comunidad en lugar de por
el pater, por medio de asambleas populares y tribunales cuya razón de ser
es la finalidad que se le atribuye poder público de asegurar la paz social,
además esta autoridad pública consolidó ciertos límites o principios para
evitar problemas, limitando por ejemplo las fechas en las que se podía
ejercitar la venganza estableciendo treguas, y exigiendo que se comunicara
a la autoridad pública la declaración de enemistad mediante la diffidatio. Por
otro lado, cuando los actos delictivos entre miembros de distintas familias
se resolvían en el ámbito privado, podían ocurrir dos cosas: que se ejercitara
la venganza privada o que se llegara a un acuerdo. En esta comunidad la
influencia de la religión era enorme y estaba presente en todos los aspectos
de la vida cotidiana. Se consideraba que este tipo de delitos turbaban la paz
de los dioses, por lo que se tenía el deber de vengarse para restaurar la paz
anterior. Un ejemplo de esto es la sanción parricidas esto de la Ley de Numa
del derecho romano primitivo, según la cual los familiares de un individuo
que había muerto por la acción de otro, tenían el deber y la obligación de
matar al homicida, salvo en el caso de que el homicidio fuera involuntario,
en cuyo caso el homicida tendría que entregar a los familiares del muerto un
carnero en presencia del pueblo para que fuera sacrificado.

I.II. Derecho Visigodo

La transformación social iniciada en el siglo III en el derecho romano culminó


con la caída del imperio en el año 476 a manos de los pueblos germánicos
de los suevos, vándalos y alanos. En la Península Ibérica estos pueblos
germánicos habían entrado ya en el año 409 y para combatirlos los romanos
pidieron ayuda en el año 418 a otro pueblo también germánico, los visigodos,
los cuales entraron en la Península en ese año como consecuencia del
Foedus firmado por el rey visigodo Walia y el emperador romano Honorio.
Finalmente los pueblos “bárbaros” como eran llamados por los romanos
perpetraron la devastación del Imperio Romano de occidente. Para Hispania
esto supuso el comienzo del Reino Visigodo, ya que estos se encontraban
perfectamente asentados en el territorio tras todos los años de ayuda
prestada a Roma. En cuanto a las legislaciones aplicables en esos años, las
leyes romanas siguen estando vigentes en Hispania hasta la caída del
imperio romano e incluso después, limitándose los reyes visigodos a crear
nuevas leyes enlazándolas con este derecho anterior. Así, por ejemplo, se
sigue aplicando el Código Teodosiano, pero este no puede ser actualizado, lo
que dio lugar a una etapa de vulgarización del derecho romano, es decir, un
proceso en el que el derecho romano clásico fue cambiando como
consecuencia de la influencia de la cultura de los pueblos indígenas y
visigodos sobre la cultura romana. A partir del Rey Eurico los visigodos
comienzan a tener leyes escritas, así surge el Código de Eurico, promulgado
justo después de la caída del imperio romano por lo que se trata de un código
profundamente romanizado. Más adelante sigue la producción normativa,
Alarico III promulga el Breviario de Alarico en el año 506, llamado también
Lex Romana Visigothorum, pero no es hasta el año 654 cuando Recisvinto
proclama la obra más importante de la etapa visigoda, el Líber Iudiciorum,
una recopilación de todas las leyes promulgadas por los reyes visigodos
hasta entonces. Para entender el final del Reino Visigodo en la Península hay
que tener en cuenta dos acontecimientos fundamentales. El primero de ellos
es la invasión musulmana de la Península del año 711, y el segundo es la
crisis institucional iniciada en el año 672 que dio lugar a sublevaciones para
acordar quien debía acceder al trono visigodo. Esto unido con la decadencia
económica y política del reino provocó el fin del mismo y el comienzo de la
etapa musulmana en España

I.II.I. Homicidio

En el derecho visigodo no se valora si existe dolo, sino que los juristas se


basan en el animus neccandi, es decir, la intención de cometer la acción
delictiva cuyo resultado sea causar la muerte a otra persona. En el derecho
canónico posterior esto se sigue teniendo en cuenta, la voluntariedad de acto
homicida, y así, tomando como fundamento el libro del Éxodo de la Biblia,
en el Concilio de Elvira 10 se diferencia entre homicidio casual y homicidio
intencionado. En el Código de Eurico se va a recoger también esta distinción,
de manera que el homicidio voluntario queda impune y al voluntario le
corresponde pena capital. Al igual que en la legislación romana, en el Código
de Eurico se recogen las eximentes de legitima defensa, asalto a la morada
a e incluso el de la mujer adultera, pero me voy a centrar en lo establecido
en la principal fuente legal de la época visigoda, el Líber Iudiciorum. En el
Líber Iudiciorum hay un título llamado “De cede et de morte homium” en el
que se distingue entre homicidio involuntario y homicidio preterintencional.
Pues bien, aquí el homicidio involuntario queda impune como consecuencia
de lo establecido en un precepto del libro del Deuteronomio de la Biblia.11
También con el Líber se empiezan a distinguir las penas, si en el homicida
concurren voluntad y acción se impone la pena capital, pero si solo existe la
voluntad pero no se ejecuta la acción la pena es distinta, esto ocurre por
ejemplo en el caso del instigador, en el que la pena impuesta es una sanción
de 200 azotes, decalvación e indemnización a los parientes de la victima. En
el caso de homicidio culposo, es decir, por negligencia o imprudencia, se
desvincula del homicidio voluntario al cual estaba equiparado en el derecho
romano postclásico y en lugar de pena capital se sanciona al causante de la
muerte al pago de una indemnización a los familiares de la victima. Las
conductas que entran dentro de este calificativo son aquellas en las que no
existe voluntad firme de causar la muerte, como el ocurrido cuando se
pacifica una riña o cuando se mata a otro de una pedrada sin quererlo.12
Por lo que hemos visto ya, el Líber recoge distintas conductas, y aparte de
las nombradas anteriormente, distingue entre otras como: - Las muertes
ocasionadas por animales 13 se obliga al dueño a matar al animal pero a
este no se impone ninguna otra pena. - El hombre que mata a un siervo
involuntariamente 14 es sancionado con devolver su precio a su dueño, y si
es el siervo el que mata sin voluntad a un hombre libre, el siervo pagara la
mitad de la pena y su dueño la otra mitad. - En cuanto al homicidio
correccional, es decir, el llevado a cabo por el señor o maestro sobre sus
siervos o discípulos en ejercicio de su derecho de corrección, no se considera
homicidio siempre que no sea voluntario.15 La inducción al homicidio
también se penaba en el Líber Iudiciorum, como por ejemplo el caso de señor
que ordena a un siervo a matar a alguien, pues bien, el señor seria
condenado a pena de muerte y el sirviente a ser azotado y marcado.16
También se regulaba la forma de acusación, así el delito de homicidio podía
acusarse de forma pública o privada. La pública la hacía el juez y la privada
los familiares de la víctima. Si los familiares de la víctima no hacían la
acusación perderían el derecho a la indemnización y tendrían que pagar una
multa por no vengar el delito.

II. ¿Qué es el infractor?

Según él Dr. Chunga Lamonja: “Se considera adolescente infractor al autor


o partícipe de un hecho punible tipificado como delito o falta en la ley penal.”

Para poder afrontar el problema del adolescente infractor de la ley penal,


debemos buscar sus causas y así poder detectar ciertas patologías sociales
que se están desarrollando actualmente, aplicando la norma según cada
caso concreto – con énfasis tratándose en caso de menores – y con criterios
de razonabilidad, contemplando las consecuencias a futuro, tanto del menor
como del ambiente en el que este último se desarrolla.

Con ayuda de ciencias como la criminología, psicología, sociología, economía


y hasta médica (en su faz social).

En principio, se halla – en palabras de Jiménez de Asúa – “el origen del delito


en los influjos del mundo circundante y en la reacción de la personalidad
sobre ese mundo”.

II.I.- Causas del porque el adolescente se convierte en infractor de la


Ley Penal

Las causas del delito son diversas, puede ir desde lo más congénito hasta
cualquier hecho exterior de importancia para el sujeto, acentuando la
relevancia en las condiciones de su desarrollo.

Tratándose de adolescentes infractores se hará énfasis en la familia, los


colegios y las instituciones sociales que participan activamente en el
desarrollo del menor. Además, se debe tener en cuenta las instituciones en
general y el tratamiento que la justicia les tiene preparado.

Según el Derecho penal alemán, la edad de responsabilidad criminal


comienza a los 14 años; “niños” por debajo de esta edad no son penables. La
“adolescencia”, que comprende individuos entre 14 y 18 años, sólo lo son
cuando, después de su desarrollo moral y espiritual, son capaces de
comprender la ilegalidad de su acción y cuando su voluntad determina esta
inteligencia adecuadamente. El número de adolescentes que por esta
inteligencia quedan libres no es grande (aproximadamente 3 %), pero no son
muchos los denunciados a pesar de que el acto cometido sea indudable.
Asimismo, numerosos adolescentes dejan de ser denunciados y condenados
porque ya anteriormente fueron empleados contra ellos medios de educación
y otras medidas que se creyeron necesarias, o bien porque el Tribunal
prescindió de la pena. Dr. Franz Exner.

La Familia (...) La ruina de muchas familias numerosas no tiene su causa en


la falta de energías educadoras, sino en las adversas condiciones sociales,
económicas y de vivienda, que conducen a un ambiente amargo, lleno de
preocupaciones, al agotamiento de la madre, a la borrachera del padre y al
descuido de los hijos. Algunos autores, al estudiar grupos de niños
delincuentes de la misma edad y el mismo origen, han observado que los
delincuentes provenientes de familias más reducidas que los no
delincuentes, y contienen una proporción más elevada de los hijos únicos y
una menor proporción de hijos menores (Folson). Jacques Leclerq

La familia se nos presenta como el primer núcleo social, creado por el doble
instinto del sexo y la paternidad. No podemos concebir un comienzo lógico de la
sociedad humana, ni un comienzo histórico de las diversas sociedades
concretas, sin recurrir a una forma de familia por más elemental y rudimentaria
que sea. Luigi Sturzo

La familia juega un papel importante respecto a la socialización y adaptación


del menor a su realidad social, la inserción de valores y demás características
que permitan desarrollo de su educación. • Los adolescentes infractores suelen
venir de familias disfuncionales, es decir, de aquellas que no cumplen el rol de
educar a los menores; así como también de los grupos antisociales que influyen
en su conducta.

Es fundamental resaltar el influjo que tenga el papel del sexo sobre el menor: El
predominio del varón puede crear en la muchacha un fuerte sentimiento de
insuficiencia, con todas las consecuencias de la “protesta viril”. A menudo se
presenta este influjo en las épocas en que los procesos en la esfera de los
órganos sexuales hacen resaltar el papel femenino: como en la aparición de la
menstruación, en la llegada del embarazo, en el periodo de lactancia y
especialmente en las horas del climaterio, durante las cuales la mujer halla aún
cierta compensación en su papel sexual educador típicamente femenino. Estas
causas engendras sinnúmero de injurias, engaños, hurtos en almacenes,
denuncias falsas, estafas, etc. Análogos fenómenos presenta la pubertad en los
varones: el muchacho quiere, ante todo, aparecer varonil, y llega por este
empeño a actos agresivos, delitos violentos, etc. La llegada de un hermano
menor engendra en el otro (…) celos infantiles, que a veces pasan inadvertidos
para los padres y a menudo hasta por el propio titular de la envidia. Estos celos
originan el que se ha llamado “Complejo de Caín”. (…) De aquí la frecuencia con
que “estos niños” se vuelven malos (…) No les importa recibir castigos por sus
actos (…) Jiménez de Asúa

Prueba de ello son los diversos atentados feministas en estos últimos años, que
han tenido como activistas a muchos jóvenes; esto al igual que algunos delitos
contra los homosexuales (y viceversa); así como las reacciones ante lo
“Políticamente Correcto” (PC), entre otros actos que hacen violentos a los
adolescentes. Estando, dichas conductas, muchas veces justificadas, por lo que,
se decidirá en cada caso concreto con atención a las condiciones de cada uno
de los adolescentes implicados.

Se entiende que muchos de los jóvenes – actualmente de la generación Millenial


– protegen mucho su libertad, por lo que cualquier atentado contra ella podría
significar una reacción indeseable en términos sociales y que pueden calzar en
algún tipo penal.

Por último, la familia también puede ayudar a corregir el complejo que se


produce a partir de la situación de inferioridad orgánica de la que padezca el
menor.

- Causas Económicas y Sociales

Cuando hablamos de estas causas nos referimos a situaciones diversas en la


vida del menor, tanto si consideramos que la educación es el mayor recurso
económico, como la predisposición de los padres a cumplir con sus obligaciones
parentales. • El orden económico en el ambiente del menor es fundamental, ya
que repercute su psicología y su manera de entender las cosas que le rodean. •
Los conceptos del trabajo y dinero son insoslayables en el entendimiento del
menor hacia su exterior. Restarle importancia a ello sería no entender por qué
suceden tantos robos provenientes de familias carentes de recursos o por qué
algunos adolescentes con recursos suficientes hurtan a sus ascendientes
cuando éstos no están predispuestos a entregarles mayores cantidades de
dinero.

Es falso que todos los delitos contra la propiedad estén determinados por el
“mundo circundante económico”. Naturalmente que a este respecto siempre
existen relaciones; sólo cuando alguien vive en relaciones suficientes o cuando
fuese capaz de adquirir el sustento suficiente con su trabajo honrado y, a pesar
de ello, roba, estafa o desfalca, entonces habría que mirar, en primera línea, a la
idiosincrasia de su carácter para comprender su conducta y no a su situación
económica. Tal vez, en estas mejores condiciones económicas el sentido del
individuo estuviese dirigido a un “más”; en todo caso no es posible apoyar, por
codicia de riquezas, sus acciones en su situación económica personal o general
(…) No se puede caer en el en error de hacer iguales la criminalidad de condición
económica y la criminalidad de necesidad. Dr. Franz Exner

- Instituciones Sociales.

De la misma manera, las instituciones sociales son las encargadas de


desarrollar lo que el adolescente aprendió y continúa aprendiendo en casa con
la familia. Tales instituciones como el colegio u otros centros educativos son
responsables de desenvolver los valores adquiridos e inculcar otros nuevos
propios de la convivencia en sociedad, tomando en cuenta la libertad de las
personas que interactúan.
Estas, así como la familia, permiten el desarrollo de la personalidad del
adolescente:

Existen, sin embargo, algunas características del entorno urbano que


afectan a la mayoría de los habitantes de la ciudad. Desde el punto de vista
social, la crisis no sólo se refiere a la pobreza, aun cuando es definitivamente
en elemento más crítico. Implica también un cambio en la estructura de los
valores sociales, lo cual está alterando de forma muy importante la naturaleza
de la vida familiar y el patrón general de las relaciones humanas. A ello se suma
un aumento en el consumo del alcohol y de las drogas, y las tensiones que se
derivan de una inseguridad cada vez mayor y de nuestra incapacidad para
controlar y desahogar la hostilidad. El debilitamiento general de nuestras más
importantes instituciones de control social, especialmente la familia y la
educación es también característica de esta crisis urbana.

II.II. Antecedentes en el Perú

Código Penal de 1924, la más remota protección a los menores en la legislación


nacional se inicia con el Código Penal de 1924.

• El tratamiento que se les daba estaba en función a su edad.

• Se investigaba su situación moral y la de su familia. El carácter y los


antecedentes del menor, y se aseguraba de cautelar su porvenir.

• Se usaban los exámenes que fueren necesarios para dicho fin.

• El menor podía quedar bajo el cuidado de una familia o en una casa de


educación privada o pública hasta cumplir la mayoría de edad o, incluso, en
una escuela correccional.

• Se imponía medidas socioeducativas, tratando de que adquiera un oficio y


así pueda reintegrarse.

La legislación penal, incluyendo nuestro Código Penal actual y sus preceptos


diversos – que comunican la especial consideración que se le debe tener al
menor bajo criterios de discriminación positiva – hasta el novísimo Código
de Responsabilidad Penal de Adolescentes, que viene a unificar la legislación
correspondiente al tratamiento del menor en sede jurisdiccional y
competencial tratándose de ilícitos de carácter penal.

• Desde el inicio se puede apreciar que las leyes penales han reaccionado,
ante el menor, de la manera más adecuada, por lo menos en sus preceptos.

III. Adolescente infractor a la Ley Penal – Derecho Comparado

En la presente investigación, y a diferencia de lo establecido en la Convención


de Derechos del Niño (la cual, en su artículo 1°, no distingue entre niños y
adolescentes, pues considera que se considera “niño” a todo menor de 18 años)
se ha deseado seguir la nomenclatura establecida en el Código de los Niños y
Adolescentes, el cual establece que se considera como adolescentes a las
personas que tengan entre 12 y 18 años.
En consecuencia, por “adolescente infractor de la ley penal”, se hará referencia
a toda aquella persona que, contando entre 12 y 18 años, haya cometido algún
delito tipificado en el Código Penal. Si bien en algunos proyectos de ley
sometidos al Congreso se sanciona penalmente únicamente por algunos delitos
-como homicidio calificado, secuestro o robo agravado-, en la presente
investigación se considerará al adolescente que cometa cualquier conducta
sancionada por el Código Penal, sea dolosa o culposa.

III.I. Los adolescentes infractores de la ley penal: una visión en el derecho


comparado

En el derecho comparado, tanto en la legislación como en los pronunciamientos


de los distintos órganos jurisdiccionales, encontramos diversos puntos de vista
acerca de la edad mínima de responsabilidad penal que, según diversos
criterios, abordan este tema.
En América Latina la gran mayoría de los países adopta un sistema de
responsabilidad penal con características muy similares entre sí, entre las
cuales está considerar a los menores de dieciocho años como penalmente
inimputables. Sin embargo, una excepción se presenta en el caso de Bolivia,
pues según la Ley del Código del Niño, Niña y Adolescente, Ley N° 2026, desde
1999 se reguló que un adolescente es imputable a partir de los dieciséis años,
pero con un tratamiento legal y penitenciario especial regulado por la misma ley
a la que hacemos referencia.

Ahora bien, el criterio que se toma en cuenta para realizar una demarcación en
la edad punible en muchos ordenamientos jurídicos es el del discernimiento,
según el cual se establece un límite para poder sancionar a un adolescente.
También se advierte que reducir la edad punible a una menor de dieciocho años,
sería olvidar la responsabilidad que tienen los Estados de proteger a los niños y
adolescentes, tomando como referencia la Convención sobre los Derechos del
Niño de Naciones Unidas de 1990, en la que se destacan entre otros aspectos,
que los estados deben tener en cuenta la edad del niño y la importancia de
promover la integración del niño y de que éste asuma una función constructiva
en la sociedad, y es desde este punto de vista que desarrollaremos los aspectos
relevantes a este tema.
Existe al parecer un consenso entre los Estados para definir la edad mínima de
responsabilidad penal, y también en enfatizar que en ningún caso un menor de
doce años puede ser imputado en un proceso penal.

En este sentido, en algunos países, empezando por el continente americano,


este tema se aborda emulando un mismo modelo y una clara determinación por
conservar al niño y al adolescente como base de su estructura social y por ende,
como figura principal del desarrollo estatal y destinatario de protección y
educación, salvando algunas excepciones. Un ejemplo es el pronunciamiento
de la Corte Suprema de Justicia de Colombia al resolver el recurso de casación
n° 33510 que resalta y recuerda que: “es pertinente recordar que desde hace
bastante tiempo los niños, entendiendo por tal toda persona menor de dieciocho
años de edad, han concentrado la atención de organismos multilaterales a efecto
de consagrar en diversos instrumentos de derecho internacional su protección
especial e integral por parte de la familia, la sociedad y el Estado, pues debido
a su falta de madurez y consiguiente vulnerabilidad o indefensión, urge la
necesidad de garantizarles un proceso de formación o desarrollo en condiciones
adecuadas, ya que ellos representan el futuro de la humanidad, motivo por el
que resulta perentorio hacer una breve recapitulación de la correspondiente
normatividad.”

El legislador en Venezuela, por ejemplo, ha optado por dividir a los adolescentes


en dos grupos (los que tengan de doce hasta menos de catorce años y los que
tengan catorce y menos de dieciocho años de edad) para los efectos de la
aplicación y ejecución de las sanciones previstas en la Ley Orgánica de
Protección del Niño y Adolescente, Ley n° 5266, y esta ley en especial hace
referencia a la “culpabilidad” en el sentido que los adolescentes que cometiesen
algún hecho punible penalmente responden en tanto su culpabilidad quede
acreditada y que se asimile a una que podría atribuirse a un adulto. También,
de conformidad con esta ley, existe una jurisdicción especial que examinará
dichas sanciones diferenciadas de los mayores de catorce años hasta menos de
dieciocho años en el momento de cometido el acto punible, aunque durante el
proceso o cuando sean acusados estos alcancen la mayoría de edad (en el caso
venezolano dieciocho años).

Una situación muy similar es la de El Salvador, donde la Ley del Menor Infractor
de 1994, es aplicada a los adolescentes de entre doce y dieciocho años de edad,
y básicamente con las mismas características que vemos en el ordenamiento
jurídico venezolano, pero algo importante y que debemos tomar en cuenta es
que en este Estado, si un menor (de entre doce y dieciocho años) comete una
infracción penal o lo que la ley salvadoreña llama (conducta antisocial), el juez
de menores deberá aplicar cualquiera de las sanciones previstas en dicha ley,
siempre que sean en beneficio del menor, es decir, se busca que las medidas
correctivas en favorezcan al menor, siguiendo los lineamientos de la Convención
sobre los Derechos del Niño, lo mismo sucede en Ecuador, Colombia, Brasil y
otros países de esta parte del mundo.

En el caso argentino, se preveía un sistema de no punibilidad entre los 0 a 16


años, es decir, la imposibilidad de aplicar penas para niños y niñas que no
hayan cumplido 16 años, con la disponibilidad de disponer- es decir, internar,
o bien restringir algunos de sus derechos- del niño hasta los 21 años si se
encuentra en peligro material o moral según la impresión personal del juez.

Asimismo, se reconocía un régimen de punibilidad a menores de 17 a 18 años,


lo que significa que exista un llamado régimen penal de la minoridad y que no
se advierta una distinción entre las sanciones aplicables a los adolescentes de
16 y 17 años y las aplicables a los adultos. Se ha manifestado que este sistema
atentaba contra el principio de interdicción del derecho penal de autor, ya que
se tomaba en consideración la peligrosidad del agente en el momento en que se
determinaba si se aplicaba una pena privativa de libertad1.

En todo caso, se ha hecho recordar, al menos en el continente americano, que


la edad mínima para el establecimiento de la responsabilidad penal de menores
debe darse a partir de los 18 años. Sobre este punto, la Defensoría del Pueblo
de Bolivia, siguiendo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha
observado con extrema preocupación que en varios Estados Miembros se
excluya del sistema de justicia juvenil a niños que aún no han cumplido los 18
años. Al someter a personas menores de 18 años al sistema ordinario de
justicia, su condición de niños es totalmente negada y sus derechos violados2.
En efecto, la contundencia del pronunciamiento de la CIDH da a entender que
el establecimiento de responsabilidades penales en la vía ordinaria es, per se,
incompatible con los principales tratados internacionales en materia de
derechos humanos.

III.II. El derecho internacional frente a las situaciones de menores


infractores de la ley penal

El Derecho Internacional de los Derechos Humanos no es contario al


establecimiento de sistemas de responsabilidad juvenil. El Tribunal
Constitucional del Perú ha sostenido que “un sistema de responsabilidad penal
juvenil es compatible con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos
y la Convención sobre los Derechos del Niño, siempre y cuando dicho sistema
tenga una naturaleza garantista y sus disposiciones guarden conformidad con
la doctrina de protección integral reconocido en el artículo 4º de la Constitución
Política”3.

De esta manera, y en lo que concierne a los principios que inspiran a la justicia


juvenil, el artículo 37 de la Convención sobre los Derechos del Niño establece
que los Estados velarán porque “ningún niño sea privado de su libertad ilegal o
arbitrariamente. La detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño se
llevará a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan sólo como medida de
último recurso y durante el período más breve que proceda”. A través de esta
disposición se ha reconocido el denominado principio de excepcionalidad, el
cual implica que todo menor sea privado de su libertad solamente como medida
de ultima ratio, lo cual supone, a su vez, que este principio también se relacione
con la aplicación del sistema de justicia juvenil o la judicialización de los casos
que involucran a los niños.

1 Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Argentina. Estándares mínimos de


derechos humanos para una nueva ley de justicia penal juvenil. Impreso en Buenos
Aires, Argentina (2006), pág. 4.
2 Defensoría del Pueblo del Estado de Bolivia, IX Informe del Defensor del Pueblo al

Congreso Nacional, Gestión 2006, pág. 143.


3
Tribunal Constitucional del Perú. Expediente 03386-2009-PHC/TC, párr. 13.
Otra cláusula relevante a fin de determinar las obligaciones generales de los
Estados en relación con los menores de edad de deriva del artículo 40 de la
misma Convención, el cual establece que los Estados parte deben tratar de
promover medidas que no supongan la judicialización, como la reorientación
hacia servicios sociales, siempre que sea apropiado y deseable4. Ello supone que
las medidas o sanciones que se impongan respecto de menores deben atender
antes a la readaptación que al establecimiento de alguna clase de consecuencia
por el incumplimiento del ordenamiento jurídico.

No puede olvidarse, por lo demás, que las medidas adoptadas en esta materia
deben seguir el principio de especialización, el cual demanda que se tome en
consideración la particular situación de vulnerabilidad y diferencia que tienen
los niños en relación con los adultos, en particular, por su diferente grado de
desarrollo físico y psicológico y sus necesidades emocionales y educativas. Este
es, pues, el fundamento de la diferencia entre los sistemas de justicia para los
menores y los adultos5.

Asimismo, el derecho internacional de los derechos humanos se dirige a


procurar que las penas que imponen graves restricciones de los derechos
fundamentales de los niños, se limiten únicamente a las infracciones más
severas, de forma que los sistemas de justicia juvenil tiendan a abolir la pena
privativa de la libertad. En el caso de infracciones tipificadas, cuando se trate
de personas menores de edad la legislación debe permitir la aplicación de formas
de sanción distintas a la reclusión o privación de libertad6. Sobre este punto, se
admite que los Estados puedan establecer restricciones a la libertad individual
de los adolescentes que sean responsables en cuanto a la comisión de delitos,
pero tales restricciones deben ser aplicadas con criterio de última ratio y
siempre tomando en consideración otra medida alternativa menos lesiva y que
permite readaptar al menor.

IV. Responsabilidad Penal Juvenil

A partir de la aprobación de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para


la Administración de Justicia de Menores (Reglas de Beijing), se establece
una visión inicial de protección al menor; no solo en el respeto a las garantías
procesales básicas sino también en las decisiones que emita el sistema de
Administración de Justicia; puesto que dichas decisiones tendrán que
ajustarse a principios rectores en busca del bienestar del menor, aplicando
para ello el principio de proporcionalidad entre las circunstancias y la
infracción cometida. Pero es con la entrada en vigencia de la Convención de
Derechos del Niño (considerado todo ser humano menor de dieciocho años),

4 Comité de los Derechos del Niño, Observación General No. 10, Los derechos del niño
en la justicia de menores, CRC/C/GC/10, 25 de abril de 2007, párrs. 24 y 25.
5 Comité de los Derechos del Niño. Observación General Nº 10 (2007). Los derechos del

niño en la justicia de menores. CRC/C/GC/10. 25 de abril de 2007, párr. 10.


6 CIDH, Informe No. 41/99, Caso 11.491, Admisibilidad y Fondo, Menores detenidos,

Honduras, 10 de marzo de 1999, párr. 117.


que los Estados Partes se obligan a cumplir con lo definido y diseñado en
ese instrumento y además, reconocen la Doctrina de Protección integral del
Niño donde se establece que el menor no comete delitos sino infracciones a
la ley penal.

Para la aplicación de dicho enunciado se tuvo en cuenta el Principio del


Interés Superior del Niño; no solo como un conjunto de garantías necesarias
para el bienestar del niño; sino que también se establece la caracterización
jurídica especifica al niño y adolescente fundada en sus derechos
prevalentes e inherentes, a cuya virtud se les protege de posibles
vulneraciones y se garantiza de manera excepcional sus derechos.
Aunándose a ello, se suma el reforzamiento de los principios especiales de
administración de justicia juvenil establecidos en las Directrices de RIAD.

Es a través de este proceso que la orientación de la legislación en el caso del


Perú, se plasma en el Código de los Niños y Adolescentes, cuerpo normativo
que establece y diseña un tratamiento especial al Adolescente Infractor de la
Ley Penal, tanto en las garantías como en las reglas procesales mismas,
basadas en la protección especial máxima.

En este proceso evolutivo, no solo la doctrina ha permitido configurar los


derechos y garantías procesales de la llamada justicia penal juvenil, sino que
también existe un desarrollo jurisprudencial obligatorio, más aún con la
entrada en vigencia Nuevo Código Procesal Penal donde se insertan mayores
garantías a las ya establecidas en el Artículo VII del T.P. y el Art. 192 del
C.N.A.

Es así que la comprensión de la Jurisprudencia es vital para una buena


administración de justicia. Por ello, se la define como un conjunto de
decisiones judiciales que conllevan la interpretación del derecho con los
medios de prueba propuestos para solucionar una controversia. Es bajo esta
construcción de decisiones jurisdiccionales donde se puede visualizar y
comprender el análisis interno y externo que establece un juzgador para la
aplicación y concepción de un derecho. Es decir, este instrumento podrá
referirnos no solo a la evolución del derecho mismo, sino también a la
efectividad de la tutela procesal para defender los derechos de los niños y
adolescentes; entendiéndose como el cumplimiento de una medida de
protección o socioeducativa y como la visión en la justicia restaurativa (por
ejemplo, en el caso de la remisión), con lo cual prevalece el Interés superior
del niño.

La importancia de tener conocimiento de una construcción jurisprudencial


nacional, llevará a comprender diligentemente las decisiones judiciales
frente a conflictos entre derechos de igual jerarquía. Es en la resolución de
dichas controversias que podrá comprenderse mejor los principios de
razonabilidad y proporcionalidad utilizada por los juzgadores para una
correcta aplicación de Justicia.
V. Sistema de Justicia Penal Juvenil

El Sistema de Justicia Penal Juvenil en el Perú es regulado desde el Código del


Niño y el Adolescente, en cuyo contenido encontraremos principios normativos
y mecanismos procesales en un proceso único para el juzgamiento de los
adolescentes, que van a legitimar de manera directa los actos decisorios de los
administradores de Justicia. Sin embargo, el mismo código señala un sistema
de fuentes internacionales y nacionales para su interpretación, así como la
aplicación supletoria de los Códigos Sustantivos y Procesales vigentes. Es bajo
este sistema que se pretende entregar un conjunto de decisiones
jurisdiccionales de diferentes instancias y regiones, con la finalidad de hacer
conocer la visión de los actores de justicia en cuanto a las infracciones a la ley
penal.

Para ello es importante entender que la Administración de Justicia Juvenil


contiene una estructura básica que se fundamenta principalmente en principios
garantistas procesales que nacen de la dogmática jurídica, la compatibilidad
con el cuerpo Constitucional de la República del Perú y que su aplicación tiene
como objetivo la protección de los derechos fundamentales del Interés Superior
del niño. Para ello, es necesario comprender que un pilar fundamental del
sistema penal juvenil es la consolidación de la Doctrina de Protección Integral
en cuanto a la custodia y tratamiento integral de los derechos del niño y los
adolescentes.

Entender que el sistema deja de ser Punitivo-Preventivo para ser Garantista de


Protección Integral; toda vez que bajo esta corriente doctrinaria han nacido
principios que hoy los juzgadores aplican sobre la vida de los adolescentes.

V.I.- La Doctrina de la Protección Integral

Dicha doctrina surge como motivo de la Convención de la Derechos del


Niño dada por las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. Este documento
reconoce la Doctrina de Protección Integral del niño y dentro de la misma
establece principios rectores como los de la “No discriminación, el del Interés
Superior del Niño, la supervivencia y el desarrollo y la participación”, así como
instaura el reconocimiento de principios sustanciales y procesales básicos al
llamado el infractor de la ley penal. Esta doctrina establece el reconocimiento
del niño y el adolescente como sujeto de derechos, puesto que los niños tienen
los derechos propios de los seres humanos, pero además son beneficiarios de
una protección especial en su calidad de grupo vulnerable, donde debe tenerse
en cuenta dos elementos importantes. El primero es la inmadurez inherente a
la infancia y el segundo, la dependencia hacia otros. Por eso, la definición de
niño tiende a entenderse no solo como lo dice la Convención a todo ser humano
menor de dieciocho años, sino también al hecho de que la niñez es una
construcción social. Es bajo esa adquisición de la condición de niño que se
establece un sinnúmero de garantías procesales en la administración de justicia
a niños y adolescentes privados de su libertad; pero, también se establecen
principios jurídicos básicos como son: el principio de humanidad, el principio
de legalidad, el principio del derecho a la defensa, el principio de impugnación,
juez natural y doble instancia; estos conllevan a estructurar debidamente un
procedimiento que incluye a actores como Familia, sociedad y Estado.

V.II.- Interés Superior del Niño

Como ya se mencionó anteriormente uno de los pilares fundamentales de


la doctrina de Protección integral es el Principio del Interés Superior del Niño,
principio que se consagra en la Convención de Derechos del Niño en su Artículo
3 inciso 1. El Perú, país signatario de la Convención (bajo el llamado precepto
de conectividad y coherencia entre el derecho interno y el internacional)
establece la regulación a este principio en el Código del Niño y Adolescente en
el Artículo IX del Título Preliminar. Pero siendo este el precepto más utilizado
resulta inverosímil que sea el menos comprendido en su total dimensión.
Siempre se hace referencia al mismo, pero en la aplicación se desconoce su
naturaleza tutelar (la misma que conlleva al mejor tratamiento del niño de
acuerdo a sus circunstancias) aplicándose lo que está al mejor parecer de quien
decide el futuro de un niño.

La consideración primordial de los actores de justicia hacia el niño y el


adolescente debe centrarse en comprender que el mismo es un ser especialísimo
al que es necesario vigilar y proteger. Es dentro del marco de este cuidado que
se construye el principio del interés superior del niño, que es considerado según
la doctrina como “un conjunto de bienes necesarios para el desarrollo integral
y la protección de la persona menor de edad, que buscan su mayor bienestar”.
Ese es el deber moral que toda sociedad en su conjunto debe asumir hacia los
niños, es dicha obligación que se convierte en principio; es decir, la categoría
moral se eleva a la categoría de norma jurídica para lograr mayor eficiencia y
seguridad en la protección del menor.

Esta implicación del deber que privilegia a los niños conlleva una mayor
responsabilidad cuando se trata de menores privados de su libertad, en el
entendimiento de que no juzga la actitud del menor, sino que se establece una
solución terapéutica para que se convierta en un ciudadano útil en la sociedad.
Este principio es un instrumento jurídico que asegura el bienestar del niño y
funda de obligaciones al Estado, bajo este criterio, al momento de tomar una
decisión socioeducativa con respecto a un niño, el interés superior representa
una garantía a largo plazo para ser tenido en cuenta. Además de aglutinar
múltiples factores, establece la obligatoriedad a diversos agentes tales como
familia, Estado y sociedad instándolos a adoptar medidas efectivas para su
cumplimiento.

Cabe señalar que el Interés superior del niño “…implica entre otras
consideraciones que el análisis de cada caso se realice de forma individualizada
porque cada niño, niña y adolescente tiene necesidades diferentes, permitiendo
escuchar la opinión del niño de conformidad con el nivel de desarrollo de su
personalidad, así como la opinión de sus padres o familiares más cercanos
dentro de los procedimientos y procesos relativos a la justicia penal juvenil.

V.III. Principios Garantistas en el Procesamiento al Adolescente Infractor


La administración de justicia penal juvenil debe ser entendida como una
justicia garantista de protección integral. Es decir, la conducta infractora del
adolescente debe verse como un acto no delictuoso puesto que no establece una
persecución del Estado en contra un delincuente, sino que el Estado debe
establecer la responsabilidad del adolescente por la infracción y el tratamiento
educativo para la corrección de la infracción. Ciertamente la discusión de
imputabilidad e inimputabilidad en los adolescentes es necesaria para poder
aplicar con claridad la administración de justicia; pero también es cierto que
dichos actos antisociales deben ser corregidos por la justicia, en razón que el
adolescente debe hacerse responsable de sus actos. En esa búsqueda de
tratamiento para la infracción es que nace el sistema de responsabilidad juvenil,
que debe dirigirse a la reintegración del niño y adolescente a la sociedad.

Es importante mencionar que el Código de los Niños y Adolescentes


definen claramente al actor infractor y denomina el acto como responsabilidad
determinada de un hecho punible. Es en ese sistema de responsabilidad penal
juvenil que se establece un mecanismo garantista en el juzgamiento y en el
tratamiento. También conviene expresar que el derecho de la infancia descansa
en tres cuerpos normativos básicos para una mejor protección de derechos al
infractor de la Ley Penal como lo son: a) La Convención de Derechos del Niño,
b) las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de Justicia
de menores c) las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Protección de
los Jóvenes privados de Libertad y d) Las Directrices de las Naciones Unidas
para la Prevención, que reconocen la necesidad de que toda medida relativa a
los niños considere el interés superior de los mismos.

Es por ello que consideramos necesario indicar los diversos principios


garantistas que se mencionan en la Convención de derechos del Niño y el propio
Código del Niño y el Adolescente, en relación a la Administración de justicia
para el Adolescente Infractor. En esta dinámica podemos identificar los
siguientes: a. Principios de Humanidad (basado en la responsabilidad del
Estado y la asistencia en el proceso de resocialización o rehabilitación). b.
Principio de Legalidad (Prohibición de la existencia de un delito y pena sin
preexistencia de ley). c. Principio de Protección de Reserva de identidad
(Conveniencia a proteger la identidad para evitar la estigmatización). d. Principio
del debido procedimiento (Presupone el tipo de procedimiento que debe estar
fijado por la ley y no sujeto a la libre discrecionalidad del órgano jurisdiccional).

Estos principios refuerzan la visión preventivo-garantista que hace que


al menor de edad se le reconozcan garantías sustantivas y procesales en
concordancia con la Constitución. De otra parte, bajo los principios contenidos
en el cuerpo legislativo, se establece también en el derecho interno la aplicación
supletoria de diversas fuentes, con la finalidad de proteger las garantías de la
administración de justicia. Para ello que consideramos necesario apuntar que,
bajo la vigencia del Nuevo Código Procesal Penal, se establece un sinnúmero de
herramientas recomendables para la búsqueda de una mejor medida socio-
educativa a imponerse, con lo cual se integra una visión garantista en la
administración de justicia penal juvenil, en cuanto a todo lo que le pudiera
favorecer en el proceso único del adolescente infractor regulado en el CNA. Es
necesario indicar que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
establece un interesante punto de vista en cuanto a los tradicionales objetivos
de la justicia penal (la represión o castigo), para que estos mismos sean
sustituidos por una justicia especial para este sector importante de personas,
la cual debe estar enfocada a la restauración del daño, a la rehabilitación y a la
reinserción social del niño.

V.IV.- Las Medidas Socioeducativas en el sistema de Responsabilidad de la


Justicia Penal Juvenil

Las medidas en el sistema de justicia penal juvenil se determinan una vez que
se establece la responsabilidad del infractor y en función a su edad cronológica.
Tratándose de adolescentes, se instituye que estos serán pasibles de medidas
socioeducativas a partir de los 14 años de edad. Dichas medidas parten
efectivamente del principio educativo y resocializador que en términos generales
busca la instrucción del adolescente para la vida en sociedad. Sin embargo,
debe entenderse a la medida socioeducativa como un argumento para
direccionar la conducta del infractor, es decir como una prevención especial y
no ser visto como una imposición coactiva para direccionar la conducta ante la
exigencia de un comportamiento legal (control social).

Más allá del ánimo de reintegración a la sociedad, que es importante, debe


comprenderse que la reintegración esperada no se cumplirá si se carece de una
orientación al infractor para la mejor comprensión de sus derechos y deberes.

En la administración de Justicia juvenil, se establece un conjunto de


medidas socioeducativas destinadas a la rehabilitación del adolescente
infractor. Estas tienen una dinámica interesante puesto que el juzgador tiene
una gama de medidas para imponer de acuerdo a cada caso en particular, al
momento de cometida y probada la infracción, tales como:

a) AMONESTACIÓN.- Consiste en la recriminación al adolescente, a sus padres


o responsables. Debe entenderse que esta es también un llamado de reflexión
directa a los padres para la búsqueda de un mejoramiento en las conductas de
sus hijos y para los adolescentes es un señalamiento directo de su conducta y
las consecuencias de sus actos.

b) PRESTACIÓN DE SERVICIOS A LA COMUNIDAD.- Consiste en la realización


de tareas acordes a la aptitud del adolescente (sin perjudicar su salud,
escolaridad, ni trabajo) por un periodo máximo de seis meses.

c) LIBERTAD ASISTIDA.- Consiste en la designación por la Gerencia de


Operaciones de centros Juveniles del Poder Judicial de un tutor para la
orientación, supervisión y promoción del adolescente y su familia, por un
periodo de ocho meses.

d) LIBERTAD RESTRINGIDA.- Consiste en la asistencia y la participación


diaria y obligatoria del adolescente en el servicio de Orientación, a fin de
sujetarse al programa dirigido a su educación y reinserción. Se aplica un
máximo de doce meses.

e) INTERNACIÓN.- Es una medida privativa de libertad que no excederá de 06


años.

La Remisión es un procedimiento especial dentro del CNA con un punto


de vista preventivo especial dentro de la corriente de justicia penal restaurativa.
Tiende a darse dentro del sistema de justicia penal juvenil y está definida como
la separación del adolescente infractor del proceso judicial, con el objeto de
eliminar los efectos negativos del proceso. Dicha medida no anula el
reconocimiento de la infracción y la aplicación de una medida socioeducativa.

Por todo ello, el principio educativo resocializador conlleva a la obligación


de orientar al adolescente infractor, pero también insta a los actores de justicia
y a la sociedad civil a comprender las circunstancias sociales básicas del
adolescente. Esto debe enmarcarse dentro de tratamiento integral para que se
note que cuando existe una colisión entre la ley y el adolescente es porque existe
una falla primaria cuya responsabilidad es de la familia, de la sociedad y del
Estado. La Corte Interamericana ha indicado “…que cuando el aparato del
Estado tiene que intervenir frente a las infracciones a la ley penal cometidas por
personas menores de edad, debe de realizar un esfuerzo sustancial para
garantizar su rehabilitación a fin de permitirle cumplir un papel constructivo y
productivo en la sociedad.”

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