Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
“Libro de la genealogía de Jesús, el Cristo, hijo de David, hijo de Abraham”. Así empieza el
evangelio de Mateo. La “genealogía” son los “orígenes”, los comienzos. Así que
también se podría traducir “Libro de la génesis de Jesús, el Mesías”, pues es su “génesis”
lo que se describe en este capítulo inicial, y Cristo es simplemente la traducción griega
del hebreo “machiach”, que es de donde procede nuestra palabra “Mesías”. En
nuestras traducciones, el uso de las palabras “génesis” y “Mesías” hace obvio el hecho
de que Mateo era un judío que escribía para unos destinatarios judíos, sobre el judío
Jesús, con la intención de afirmar que ese Jesús era el Mesías que esperaban. Sospecho
que esto era evidente para Mateo y para sus lectores. Según veremos después, Mateo
dividirá la enseñanza de Jesús en cinco bloques principales, igual que la Tora estaba
dividía en cinco libros (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). Así que
no debería sorprender que comience su evangelio con un relato del “Génesis” de Jesús.
En esta columna, nos fijaremos en el principio del evangelio de Mateo, a fin de
examinar su visión de los orígenes de Jesús.
La genealogía que elabora Mateo comienza con Abraham, el padre del pueblo judío.
Jesús ha de ser el heredero y el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham. En
este “Génesis”, Mateo también aludirá a un segundo momento importante de la
historia judía. Será el recuerdo de los días de gloria, la edad dorada de su historia, que
ellos identifican con el rey David. Entre sus muchos méritos, estaba el haber
comenzado los planes de construcción del Templo de Jerusalén. Su hijo Salomón llevó
a término la obra. Con el paso de los años, y a pesar de sus debilidades de carácter, el
rey David adquirió una reputación con un contenido mítico, similar al de los héroes.
En último término, todos los sueños judíos sobre la venida del Mesías incluían el
restablecimiento de la dinastía de David, como señal de la llegada del Reino de Dios.
Mateo aludió a todos estos presupuestos en su “Génesis” de Jesús. Él era hijo de
Abraham, hijo de David y el Mesías que el pueblo anhelaba.
La tercera experiencia de la historia judía a la que alude este “Génesis” es el momento
más doloroso por el que pasó este pueblo. Lo llamaban “el Exilio de Babilonia”. Vino
tras la derrota de los judíos ante el ejército babilonio, que tuvo lugar, primero en 596
a.E.C. y luego, otra vez, una década más tarde, en 586 a.E.C., cuanto estalló en
Jerusalén una desafortunada rebelión. Para pacificar el país, los babilonios desplazaron
a Babilonia a una parte muy importante de la población judía, donde éstos se
convirtieron en siervos y en mano de obra barata. Este tipo de exilio solía llevar a la
pérdida de la identidad nacional, a medida que se producían matrimonios mixtos y la
gente olvidaba tanto sus raíces biológicas como su lugar de origen. Tal había sido el
destino del Reino del Norte cuando lo derrotó Asiria y sufrió el exilio, en el siglo VIII
a.E.C. Hoy, llamamos a estos exiliados “las diez tribus perdidas de Israel”.
Mateo, sin embargo, era muy consciente de que el pueblo judío vencido sobrevivió a
esta crisis del Exilio de Babilonia. Fue a base de tremendos esfuerzos por mantenerse
separados de los babilonios. Para ello, insistieron en aquello que los separaba y los
hacía diferentes. Los judíos del exilio respetaron el Sábado y por eso se negaron a
trabajar en el día séptimo de la semana; adoptaron los preceptos de la dieta kosher, y así
[ © www. ProgressiveChristianity.com ]