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EN EL DERECHO ROMANO
Los viajes en el mundo antiguo tenían, por lo general, mucho de aventura. Los
caminos no siempre resultaban seguros, y mucho menos el mar.
Indudablemente que el grado de inseguridad era muy superior al actual. Por
ello es sobre los viajeros pesaba un riesgo muy grande, no sólo afectando a sus
propias personas, sino además a las cosas que transportaban, ya se tratare de
mercancías, como de los demás efectos personales. En el Derecho Romano
nos encontramos con determinadas medidas jurídicas que se refirieron a estos
riesgos, que buscaban otorgar seguridad a los viajeros frente a los eventos que
se les podían presentar.
a) Dado que una nave se encontraba muy cargada de mercancías de tal modo
que no podía seguir avanzando para entrar en un río o en al puerto, se resolvió
transbordar alguna mercaderías a una chalupa. Ahora bien, ocurre que dicha
chalupa se hundió, perdiéndose las mercancías transbordadas. Sabino y Calístrato
entendieron que en este caso, los que continuaron en la nave principal
manteniendo a salvo sus mercaderías, debían contribuir proporcionalmente a pagar
las mercaderías que se perdieron en la chalupa. Acá se entendía que el transbordo
efectuado para aligerar la nave valía tanto como si hubieran sido echadas al mar
(tanquam si iactura facta esset; Dig., 14.2.4 pr.).
En cambio, si hubiera ocurrido que la chalupa se salvó con parte de las
mercancías. pero se perdió la nave. no existe la posibilidad de que los que las
perdieron en la nave, siguiéndose acá la regla general que ya hemos mencionado:
"porque la echazón obliga a la contribución, habiéndose salvado la nave [y no si
ella se hundió] (quia iactus in tributum nave salva venit: Dig., ibídem).
b) A su vez, se podía dar esta otra hipótesis: en una nave azotada por una
tormenta, para aliviar la nave se efectuó la echazón de mercancías que pertenecían
a (A). La nave continuó su viaje y naufragó en otro lugar (in alio loco submersa
est). Pero ocurre que algunos de los cargadores pagaron a algunos buzos que
alcanzaron a rescatar algunas mercancías. ¿Deben éstos contribuir por la echazón
de las mercaderías de (A)? Calístrato entiende que sí, por cuanto habiéndose
efectuado la misma la nave pudo continuar su navegación (Dig., 14.2.4.1).
Pero, recíprocamente, los que las recuperaron con los buzos no deben ser
compensados por (A), por mercancías no rescatadas, ya que éstas no se pueden
considerar como echadas para salvar la nave, puesto que ésta naufragó (Calístrato,
Dig., ibídem).
su valor actual, es decir como deterioradas: así, si por ej. "si hubo mercancías de
dos [cargadores], que valían 20 [cada una de ellas], y las de uno comenzaron a
valer 10 por la mojadura, aquél cuyas cosas estaban íntegras contribuirá por 20, y
éste por 10" (Calístrato, Dig., 14.2.4.3).
En este mismo párrafo, el jurista romano, establece distinciones más sutiles,
derivados de la causa por la cual se estropearon las cosas que permanecieron en las
naves, ya que podía suceder, por ejemplo. que las mismas se deterioraron por
haber quedado al descubierto como consecuencia de la maniobra de la echazón
efectuada o también que ellas se hubieran perjudicado por otra causa que nada
tenía que ver con la echazón, así porque se hallaban en un lugar y allí penetraron
las olas. La cuestión era siempre la misma: ¿pueden los perjudicados ser obligados
a contribuir por los bienes arrojados al mar?
Calístrato da prontamente la respuesta afirmativa respecto del segundo caso, lo
cual se explica porque este perjuicio en sus mercancías nada tiene que ver con la
echazón efectuada. Y respecto del primero, es decir cuando el deterioro de las
mercancías ha ocurrido por acción del agua que las salpicó por causa de la
echazón, el jurista citado hace una distinción más sutil (Sed distinctio subtilier
adhibenda est). Y ésta es si es más alto el valor del daño o el de la contribución a
la echazón. "Por ejemplo, si estas cosas [deterioradas] valieron veinte, y la
contribución importa ciertamente diez, y el daño dos, deducido el daño que sufrió,
deberá contribuir por lo restante. ¿Qué se dirá, pues, si el daño importare más que
la contribución, por ejemplo, si se deterioraron las cosas en diez áureos. pero son
dos los de la contribución? Indudablemente (indubitate) no debe soportar una y
otra carga".
Y finalmente presenta la cuestión: ¿los otros cargadores deberán contribuir en
forma proporcional por el deterioro de las cosas que han sufrido el daño por causa
de la echazón?. La conclusión final en la cual Calístrato sigue la respuesta de
Papirio a Fronto es que lo deben hacer, ya que "¿qué importa que yo haya perdido
mis cosas por haber sido echadas [al mar],o que haya comenzado a tenerlas
deterioradas por haber quedado al descubierto? Porque así como se auxilia al que
las hubiere perdidos, así también debe auxiliarse al que hubiere comenzado a tener
deterioradas las cosas por causa de la echazón. Así respondió esto Papirio a
Fronto" (Dig., ibídem).
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a) ¿Qué ocurre con las cosas que han sido arrojadas al mar para aliviar la carga?
La respuesta primera es que, en principio continúan siendo de su dueño, de tal
modo que si alguien la recoge no la puede hacer suya como si fuese una cosa
abandonada, puesto que las cosas que han sido arrojadas al mar no son
consideradas como haciendo la echazón animus derelictionis, es decir con la
intención de abandonarlas (Paulo, Dig., 14.2.2.8). Por lo tanto le sigue
perteneciendo a su dueño.
Pero si las cosas echadas al mar hubieran sido recobradas, entonces se prescinde de
la contribución; y en caso de que ésta ya se hubiera pagado, entonces los que
hubieran pagado podrán ejercitar la actio locati contra el capitán de la nave, para
que éste promueva la actio conducti, y devuelva lo que hubiere cobrado (Paulo,
Dig., 14.2.2.7), determinándose en cada caso la rectificación de la indemnización.
A su vez, cuando la nave se ha hundido, Alfeno entendió que cada uno guarda
las cosas suyas que se hubieron salvado del desastre, lo mismo que ocurre cuando
se ha producido un incendio (Alfeno-Paulo, Dig., 14.2.7).
f) En caso de que la nave hubiese sido tomada por piratas, y se hubiera pagado
un rescate por ella, todos debían contribuir. Y si alguna cosa hubiera sido retenida
por los piratas ladrones, se la considera perdida para su dueño, no existiendo la
obligación de contribuir por parte de los demás pasajeros (Servio-Ofilio-Labeón-
Paulo, Dig., 14.2.2.3).
por parte del juez, parece que era costumbre estar limitada por una taxatio del
pretor (Paulo, Dig., 4.9.6.2).
mismos y él no los elige; Ulpiano, Dig., 47.5.6 in fine). Pero sólo responde si el
daño hubiese sido causado en la misma nave. En cambio, fuera de ella, aún
causado por los marineros, no responderá (Ulpiano, Dig., 4.9.7 pr.).
Asimismo, si el transportista hubiese prevenido que cada pasajero cuidase de
sus cosas, y que él no respondería del daño, y los pasajeros hubiesen asentido al
aviso, no quedaba responsabilizado por el furtum (Ulpiano, Dig., 4.9.7 pr.). Se
podría preguntar si una cláusula de exención de responsabilidad podía resultar
válida para substraerse a la actio de recepto. Los textos no dicen nada, por lo que
se puede dudar que se la haya permitido para escapar a una regla establecida en el
interés público.
En el caso del mesonero, o del que tiene una caballeriza, éste responde del
furtum cometido por sus empleados, y también de los que están en él para
habitarlo, pero no responde por el hecho de los pasajeros, "porque no se considera
que el mesonero (caupo) o el dueño de la caballeriza (stabularius) elige para sí
pasajero, ni puede rechazar a los viajeros, pero a los que habitan perpetuamente los
elige en cierto modo el que no los rechazó, y debe responder por el hecho de los
mismos (Ulpiano, Dig., 47.5.6).
Esta actio furti por responsabilidad refleja es por el duplum (Ulpiano, Dig.,
47.5.2).
ii) En el caso del "daño" causado de manera injusta a cosas de los viajeros, el
pretor concede también la actio utilis de la ley Aquilia, siendo las penas el mayor
valor que hubiese tenido la cosa dentro del año anterior (caso de la muerte de un
esclavo ajeno), o el que tuviera dentro de los últimos 30 días (otros daños); Lenel,
E.P. § 76.