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LA UTOPÍA COMO SINERGIA INSTITUCIONAL

Una posible forma de enfrentar la quimera


José Ríos Claros 1

Sin duda alguna, cuando tocamos en tema universitario, a muchos nos suena y
resuena el término “académico”, usado ligeramente como una pánace que involucra
el quehacer de la universidad. Esa generalidad abstracta que aparenta tener sentido,
se usa como muletilla para sostener el quehacer universitario, en una suerte de venda
que tiende a mantener el estado de las cosas y, de esa manera, evitar ver que la
Universidad está a punto de involucionar por falta del impulso sinérgico propio de una
Utopía institucional acorde con las nuevas condiciones emergentes en el planeta,
incluido el universo. La intención de esta presentación es mostrar la necesidad de la
utopía como energía sinérgica que no solo reoriente sino organice y refuncionalice
aquel quehacer “académico” tan referenciado en la universidad. La UMSS logra
configurar un constructo utópico completando de manera inconsciente y parcial, en
plazos naturales, o por mera “alineación de los astros”. Estas características son
entendibles toda vez que el siglo XX, paradigmáticamente, estaba configurado de esa
manera, sin embargo, ese período inicial de la empírea positivista del Siglo XXI plantea
nuevos desafíos no solo en los planos sociales y políticos, que eran el fuerte del siglo
XX; el pensamiento involucra más esferas del quehacer de la sociedad, la humanidad
el planeta incluido, el universo. De alguna manera, el antropocentrismo ya sucumbió
y en la actualidad se hace necesario entender que la sobrevivencia de la especie no
será posible si no somos capaces de entender que los otros también existen y son
imprescindibles; que no somos los únicos seres vivos en el planeta y el universo; que
nuestra superioridad esta cuestionada y por lo tanto nuestros privilegios no son tales
(la naturaleza se impone con las llamadas catástrofes). Debemos entender que somos
parte de un meso y macro sistemas y, como microorganismos, debemos interactuar
aportando a la homeostasis al organismo planetario y universal. A partir de estas
nuevas constataciones, las instituciones humanas debemos reconfigurar los
constructos utópicos que nos permitan encontrar rumbos que orienten y funcionalicen

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Docente titular de la Facultad de Humanidades y Cs. de la Educación

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el quehacer específico. La universidad debe lograr establecer una nueva UTOPÍA,
pero de manera consciente e intencional, dirigida a darle contenido y sentido al ya tan
versado “quehacer académico” e institucional”.

Cómo entender una Utopía

De origen griego, la palabra "utopía" significa literalmente "lugar irreal, no existente".


Se trata de un neologismo usado por primera vez por Tomás Moro, en el siglo XVI
para referirse a una isla ficticia, donde sitúa una sociedad perfecta. Así, la utopía nace
como el nombre de un lugar que no existe. La utopía es una sociedad imaginaria,
como plasmación del ideal social construido arbitrariamente. En virtud de que este
ideal es irrealizable en la práctica, el concepto de utopía adquiere un carácter
metafórico, pasando a ser sinónimo de todo proyecto (social, técnico, científico) no
fundamentado científicamente. Las representaciones utópicas acompañan toda la
historia del pensamiento social, a partir de las ideas del “siglo de oro”, del poeta
antiguo griego Hesíodo (siglos 8 - 7 a.d.c.). Podemos advertir rasgos del utopismo en
obras de Platón (“El Estado”) y Agustín. El concepto de utopía fue introducido por
Moro. La utopía, por una parte, refleja algunas peculiaridades del régimen social que
la engendra. Así, la utopía de Platón representaba, como dijera Marx, “la idealización
ateniense del régimen egipcio de castas” t. 23, p. 379). Al mismo tiempo, las utopías
contienen la crítica directa o indirecta de la sociedad existente y se denota el afán de
enmendar sus defectos mediante la realización de ideales socio-políticos distintos.
Hasta mediados del siglo XIX se desarrolló en el cauce de la utopía el ideal social
socialista (Socialismo utópico). Después de la victoria de la revolución socialista en
Rusia (y más tarde en una serie de países) y de los éxitos reales alcanzados en la
construcción de la nueva sociedad, así como en virtud de la crisis general del
capitalismo, la ideología y la cultura burguesas revisaron el concepto de utopía.
Aparecieron las llamadas antiutopías en forma de novelas anticipatorias del futuro con
una perspectiva pesimista (“1984” y “Bravo mundo nuevo” de G. Orwell y de A.
Huxley), parábolas satíricas y literatura de ciencia ficción (novelas de I. Asimov, R.
Bradbury y otros). Las antiutopías suelen expresar la crisis de la esperanza histórica,
proclaman insensata la lucha revolucionaria y subrayan que el mal social es
ineliminable; no enfocan la ciencia y la técnica como fuerza que contribuye a la

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solución de los problemas globales y a la creación de un régimen social justo, sino
como medio de esclavización del hombre, medio hostil a la cultura. Así pues, en el
marco de la conciencia burguesa, la idea de la utopía llega a su autonegación lógica,
aunque en dicha conciencia, además de las antiutopías pesimistas, existen también
las pseudo-optimistas utopías tecnocráticas. Al mismo tiempo, adoptando la forma de
novela de ciencia ficción, la utopía puede desempeñar hasta cierto grado la función
de pronóstico de las relaciones sociales. (recuperado de
http://www.filosofia.org/enc/ros/utopia.htm).

En el lenguaje cotidiano usamos la palabra "utopía" para referirnos a algo deseable


pero inalcanzable, algo que queremos, y que está más allá de nuestras posibilidades
presentes e incluso futuras. Y aplicamos el adjetivo "utópico", tanto a situaciones
particulares diarias, como al orden social en su totalidad. En suma, para nuestro
sentido común, "utópico" es sinónimo de carente de realidad.

Desde esta falta de realidad se explica la connotación negativa que acompaña el uso
actual de este término. Cuando se hacen propuestas de cambios, en cualquier
institución, si se dice que esas propuestas son utópicas, eso implica siempre una
descalificación.

Sin embargo, esto no es necesariamente así. Desde la perspectiva del sujeto, el


recurrir a la utopía es imprescindible en el desarrollo histórico del ser humano toda
vez que es un hecho antropológico básico y un rasgo fundamental de su libertad.
Sabemos que el ser humano tiene que "construir" su realidad, fabricar una realidad
propia para poder sobrevivir. Continuamente estamos eligiendo entre diferentes
posibilidades. Si creemos que no existen estas alternativas, que todo está ya
determinado de antemano, no habría lugar para la utopía.

La utopía tiene su origen en la insatisfacción o desacuerdo con la realidad social


existente. En este sentido hablaremos de la utopía como motor de cambio y
transformación social (sinergia).

El ser humano es por naturaleza un "ser social" y, por lo mismo, un "ser utópico “. Las
utopías han provocado revoluciones con el fin de impulsar a las personas hacia él.

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Qué contienen las utopías

Las utopías se entienden como proyectos de modificación radical de un determinado


orden social; son, por tanto, revolucionarias, pues van en contra de lo establecido.

Tienen características comunes como:

Origen. Aparecen en momentos de crisis de las tradiciones, de las ideologías y del


orden social existente. El impulso utópico nace del rechazo de las condiciones
sociales existentes y de la búsqueda de soluciones a los problemas.

Fundamentación. Generalmente, se apoyan en determinadas concepciones de la


naturaleza humana y del bien común y parten de unos valores éticos y políticos desde
los que se elabora una idea del nuevo orden social.

Función. Suelen desempeñar una función crítica, porque denuncian las injusticias
del orden social vigente, y una función constructiva, pues ofrecen alternativas e
ilustran sobre el modo de llevarlas a cabo.

Objetivo. Las utopías pretenden idear instituciones que conduzcan a una sociedad
perfecta.

Metodología. Puede definirse como una "experimentación mental de posibilidades".


No trata de conocer la realidad, sino de ampliarla descubriendo nuevas posibilidades
en ella.

Carácter global. Las utopías son descripciones de cómo funcionarían ciertos ideales
en caso de que fueran realizados. De ahí que presenten con detalle propuestas claras
de planificación social, las reglas de convivencia, las instituciones, etc.

A partir de estas características, podemos llegar a una definición: una utopía social
es un modelo ideal de sociedad alternativo al existente, que presenta los valores e
instituciones necesarios para llevar a la práctica una concepción de persona y una
idea de la vida buena y feliz. Pretende lograr así una orientación para el cambio
social y la transformación de la realidad. (recuperado de
https://www.acfilosofia.org/materialesmn/filosofia-y-ciudadania-3013/filosofia-moral-
y-politica-democracia-ciudadania/723-utopias-y-distopias).

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Cómo entender las utopías después del siglo XX

A las utopías se las ha criticado y catalogado de diferentes y variadas formas, en este


caso las podemos contener en tres núcleos básicos:

La imposibilidad de realización- Los impulsores del realismo político la presentan


como generadora de consecuencias nefastas, porque no ha reconocido los límites de
la realidad que se pretende. El "realismo político" afirma que los seres humanos son
como son y es imposible cambiarlos.

La experiencia histórica. En la misma línea, pero desde otra perspectiva, los críticos
indican que la mayor parte de los intentos históricos de aplicar las ideas utópicas a la
realidad han acabado perjudicando precisamente a aquellos a los que tenían que
haber beneficiado, porque han producido regímenes dictatoriales y peores
condiciones de libertad e igualdad.

Finalmente, el realismo político manifiesta que poner en práctica las utopías, con sus
fuertes dosis de planificación, exige recurrir a la violencia y conduce a una sociedad
"cerrada" donde es imposible vivir con libertad. Unos pocos toman el poder y se
convierten en la nueva clase social privilegiada, pues para alcanzar la utopía es
necesario eliminar cualquier oposición.

En el Siglo XX, las utopías tenían una fuerte carga social toda vez que apuntaban a la
imaginación de sociedades más justas, esta perspectiva al influjo de la emergencia de
las sociedades complejas parece estar desapareciendo. Se puede sostener
considerando algunos acontecimientos:

 El avance de la ciencia y su aplicación tecnológica han solucionado muchos


problemas, pero, también, como "profetizaron" las antiutopías, han llevado a
situaciones indeseables, como las catástrofes nucleares o la destrucción del
medio ambiente.

 Los intentos de realizar una sociedad igualitaria desde una planificación estatal
han desembocado en regímenes totalitarios o en sociedades fuertemente
burocratizadas.

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 También la ideología del mercado, que a menudo se ha presentado como la
única utopía realizable, se muestra impotente para hacer frente a una situación
donde la mayor parte del planeta se encuentra en condiciones de extrema
pobreza o de miseria absoluta.

 Los medios de comunicación y las redes de información unifican las conductas


e igualan las tradiciones, las culturas y las creencias. Como consecuencia, la
falta de identidad individual y colectiva favorece la falta de imaginación para
hacer frente a los problemas.

Este aparente agotamiento de la perspectiva utópica pone en el escenario, con


mucha fuerza, el sometimiento de la utopía por el realismo político, que concibe a un
ser humano atrapado en un conflicto de valoraciones contrapuestas. Acepta que el
hombre no es un ser completamente racional, puesto que una parte importante de
sus comportamientos hunde sus raíces en el componente emocional, cuyo motor
son las pasiones, entendidas éstas como el primado de lo irracional por sobre lo
racional. Tales contradicciones internas dificultan la toma de decisiones, ya que
constantemente el hombre debe elegir entre valores divergentes. Esto lleva a que el
hombre esté enfrentado a dilemas insolubles, en los que se oponen por una parte
sentimientos altruistas (simpatía, piedad, compasión) y, por otra, sentimientos
derivados del miedo (vulnerabilidad, precariedad e inseguridad).

Frente al escenario anterior, ¿debemos renunciar a la utopía? Considero que no. Es


más, debemos ampliar el ámbito restringido para dar respuestas más allá del
bienestar social y humano, la utopía debe involucrar un núcleo básico sostenido cada
vez más en una Bioética planetaria.

Para cerrar esta parte, es bueno puntualizar que se debe tomar en cuenta dos
componentes esenciales en la formulación o construcción de utopías.

Queda claro que no debemos cometer el error de negarle a la utopía el papel que le
corresponde, porque creamos que ya se ha realizado o que nunca se podrá realizar.
Ambos extremos están equivocados. Como dice Marcuse, no se trata de convertir el
pensamiento utópico en una teoría científica que debe cumplirse, porque entonces

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apagamos toda iniciativa e innovación social; se trata de abrir caminos desde la
utopía, descubriendo nuevas posibilidades de lo real. Este es el papel de la utopía.

En la actualidad, el modelo de una UTOPÍA que sirva como horizonte de actuación


debe contener dos aspectos básicos:

*Un núcleo ético universal. Cualquier sociedad, para ser justa, ha de satisfacer
unos mínimos que constituyen la ética cívica e incluyen los valores de libertad,
igualdad y solidaridad; los derechos humanos, el respeto al medio ambiente y,
finalmente, una actitud de diálogo.

*El contenido utópico. Para cumplir su papel, las utopías deben incluir también
propuestas concretas acerca de cómo organizar la sociedad y la vida en común.
Las utopías deben incluir aspectos imaginativos sobre los planes de vida, el papel
del trabajo, de la economía, de la sociedad civil, etc.

Ambos momentos deben conjugarse para que la utopía pueda cumplir su función
básica: ayudarnos a superar lo existente. Por eso, ser utópico es ser realista, puesto
que es intentar descubrir nuevas posibilidades de lo real.

La constitución utópica en la universidad boliviana

A partir de los supuestos, los elementos y componentes descritos, intentemos situar


a la Universidad en este escenario.

Lo que sigue es una radiografía de toma rápida para identificar el núcleo ético de la
Utopía Universitaria.

Como contexto básico, se hace necesario citar algunos momentos significativos en el


contexto internacional y nacional para entender el por qué de la emergencia de un
núcleo ético de la utopía universitaria:

a) Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 21 de junio de 1918. Marca


una ruptura esencial que referencia y reivindica la autonomía universitaria.
Manifiesto que es transitado en los ámbitos universitarios como referencia ética
del qué y cómo hacer de una institución académica.
b) El Mayo Francés de 1968. Generado a partir de una revuelta utópica de
estudiantes, sostenida por algunas consignas como: ¡La imaginación al poder!

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¡Tomemos el cielo por asalto! ¡Seamos realistas, pidamos lo imposible! Permite
situar a los estudiantes y a través de ellos a las instituciones universitarias del
mundo, en un nuevo quehacer ético; vincula la lucha política en torno de las
clases obreras.
c) Los hechos revolucionarios del 1965 al 1970. La emergencia de las acciones
guerrilleras de Ñancahuazú y Teoponte, respectivamente, son claves para
entender el compromiso ético de los universitarios y las universidades con las
acciones políticas expresadas en acciones armadas.

En la memoria histórica de la universidad boliviana y, por ende, en San Simón,


estuvieron presentes estos compromisos éticos que constituyen los referentes del
núcleo ético de cualquier UTOPÍA. En el caso específico, esta produjo la sinergia
institucional necesaria para darle sentido, coherencia y rumbo al quehacer
Universitario, por lo menos, en nivel político e institucional, marcada con fuerte carga
ideológica de corte popular de nuestras Universidades. Le valió ser punta de lanza en
primera instancia en catalizar las ideas de cambio social revolucionario; de la imagen
del hombre nuevo encarnada en el Che Guevara. Esta Utopía le permitió a la “U”
boliviana generar acciones con poca inversión de recursos discursivos toda vez que
el compromiso ético (utopía) le proveía la sinergia necesaria para generar condiciones
y accionar, como cuerpo institucional, más allá de la acción partidaria y caudillista. La
posición ética coherente con la Utopía alcanzó su máxima expresión en la resistencia
contra las dictaduras y la consecuente recuperación de la democracia representativa
en el país.

d) Una utopía requiere un contenido. En este punto podemos situar el Primer


Congreso Institucional de la UMSS, instancia que le dotó de un estatuto, la base
normativa y una estructura funcional que le permitió existir, pero está claro que
del congreso a la fecha la UMSS ha perdido esa sinergia dotada por el Utópico
Institucional, situándose en una inercia a punto de la inercia negativa. Esta
afirmación se corrobora a partir de una mirada básica de las gestiones
rectorales posteriores al congreso.

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La gestión de Tonchy Marinkowich pasó intrascedente y estaba caracterizada por la
funcionalidad cotidiana, en los primeros momentos con resabios políticos partidarios
y nostalgias revolucionarias no efectivizadas de algunos de sus miembros. No hay que
perder de vista que el Congreso coincide con una contradicción ideológica expresada
en el pacto MIR-ADN, elemento que iba a favorecer al realismo político, como
alternativa.
El siguiente período, de Alberto Rodríguez, advertida seguramente de esta situación,
de manera empírica, pretende “hacer academia” incorporando a la universidad en el
modelo gerencial empresarial, situación que sin duda no encuentra resonancia porque
este contenido se aleja del núcleo ético del Utópico Institucional.
La gestión de Augusto Argandoña se caracteriza por una falta de capacidad de gestión
a falta de comprensión del Utópico institucional y sus contenidos establecidos en el
estatuto y las normas administrativas. Intenta dar continuidad al modelo heredado,
opta por la compra de los dirigentes docentes, estudiantes y administrativos
(prebenda), situación que le garantiza mantener el cargo por cuatro años sin más que
hacer. Este es el periodo de mayor evidencia en el sinsentido institucional.
En las gestiones de Franz Vargas y Lucio Gonzales, lo único que se tiene es una
funcionalidad rutinaria intrascendente, caracterizada por mantener el grupo, el
esquema, ya no en doctrina ni ideología, sino esencialmente de beneficio personal y
particular. La universidad se convertía en fuente laboral con buenos réditos
económicos.
De las gestiones de Juan Ríos, se pueden identificar dos momentos. El primero sin
muchas diferencias que las gestiones de Vargas y Gonzales, la toma del poder es
para asegurar beneficios traducidos en réditos económicos del “otro grupo de poder”
que igual que el anterior, en una sociedad de beneficios personales. La diferencia es
que se utiliza los gremios para accionar la gestión institucional, toda vez que Ríos
pasa a ser Rector sin ninguna trayectoria en gestión ni de carrera o facultad. Se asiste
al sometimiento del cogobierno y de los gremios y, para mantener estas condiciones,
emergen de la mano de algunos viejos prebendales y los “mercenarios políticos” que
ofrecen sus servicios con “evidencias” para quitarse del camino a cualquier opositor o
adversario. El segundo período está caracterizado, más bien, por un distanciamiento

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mayor de los dos pilares que siguen sosteniendo la Utopía institucional, la Autonomía
y el Cogobierno. A estas alturas, queda absolutamente claro que ni el núcleo ético
universal ni el cinturón del contenido utópico ya son parte de la actividad en la UMSS,
toda vez que se incorpora la judializacion de los actos académicos y políticos como
instrumento de amedrentamiento y sometimiento para sostenerse en el poder.

Todo lo anterior nos muestra que estamos en la etapa terminal de la UTOPÍA


INSTITUCIONAL, por lo que es notoria la inercia universitaria. Frente a este escenario
y en concordancia con la nueva realidad mundial amerita considerar la construcción
de una nueva utopía que nos dé una nueva sinergia institucional. Está claro que no es
el simple parche estatutario, ni una reformulación funcional de la burocracia
institucional; así estamos llamados como generación a asumir una posición y hacer el
esfuerzo para formular los componentes esenciales del nuevo núcleo ético y en base
a ellos, construir el contenido utópico coherente con la demanda universal y planetaria
que permitirá encontrar un ethos universitario.

A manera de conclusión propositiva

La nueva UTOPÍA INSTITUCIONAL puede constituirse al asumir una posición


BIOÉTICA DE NÚCLEO DE UNIVERSAL, que nos permita satisfacer unos mínimos
que constituyen el respeto a toda forma de vida que incluyen los valores de libertad,
igualdad y solidaridad; los derechos humanos, el respeto al medio ambiente y,
finalmente, una actitud de diálogo, en otras palabras, constituir el SUJETO DE
APRENDIZAJE.

En lo que hace al CONTENIDO UTÓPICO para dar cumplimiento al NÚCLEO


UTÓPICO, debemos incluir propuestas concretas acerca de cómo organizar la
Universidad en sus niveles académicos, de investigación e interacción.

Como las utopías deben incluir aspectos imaginativos sobre los aspectos funcionales
e institucionales, me permito lanzar agunas ideas.

Desde La perspectiva macro institucional, está claro que existe una necesidad sentida
y demandada por el cambio de la UTOPÍA INSTITUCIONAL sostenida en la
complejidad, la transdisciplinariedad y fundamentalmente en la BIOÉTICA. Se debe
configurar el nuevo modelo educativo sostenida en la perspectiva del aprendizaje
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situado, esto equivale a decir que debemos pasar del modelo circunscrito a la actividad
funcional, cuya acción transmisionista hace inocuo cualquier aprendizaje significativo.
La universidad ya no debe ser el centro de trasmisión de información; debe
resignificarse en función a un nuevo objeto de pertinencia coherente con la posibilidad
de aprender. Busquemos acercarnos más al desarrollo de habilidades y competencias
para aprender a aprender.

En el nivel meso, hace falta un cambio de paradigma en el “ser docente”,


entendiéndola, ya no como una simple función u oficio sino, básicamente, como una
profesión para lo que se generaran los espacios suficientes readecuando el sistema
administrativo y político de la universidad, facultad y carreras. El cambio de paradigma
no supone la utilización de algunos conceptos retóricos del paradigma del aprendizaje,
ni la incorporación de algunas técnicas y/ o metodologías de manera aislada; el
cambio de paradigma implica internalizar la concepción filosófica y epistemológica de
las teorías del aprendizaje que no solo hacen referencia a lo funcional sino,
fundamentalmente, a lo estructural. Al ser profesionales debemos adoptar un estilo de
vida concordante con las teorías críticas y constructivistas que sostienen a las teorías
del aprendizaje.

El “ser estudiante”, de la misma manera que “ser docente”, debe cambiar solo que en
diferente nivel. Está claro que el “estudiante” debe modificar su representación social,
toda vez que conlleva una condición de subordinación y dependencia que ya no
coincide con el período ni el nivel de complejidad en las que nos encontramos. Si
afirmamos en el nivel macro, que debemos pasar del modelo centrado en la
enseñanza a uno centrado en el aprendizaje, debe estar claro que el rol y la función
del docente y del estudiante deben cambiar. Ese cambio debe apuntar a pasar del
“SER” AL SUJETO DE APRENDIZAJE. Este nuevo categórico debe estar a la par del
núcleo BIOÉTICO del UTÓPICO INSTITUCIONAL. Entender a este sujeto de
aprendizaje es entender que la relación vertical de dependencia da paso a la relación
de sujetos en la misma valía, pero con diferencias en el saber y no así en la capacidad
de producir conocimiento.

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Finalmente, en nivel micro o específico, la incorporación de actividades de innovación
con su consecuente acompañamiento de la investigación acción se constituye en la
herramienta básica que funcionaliza y refuncionaliza el quehacer en el aula. Lo
anterior se entiende como parte del nuevo instrumental del profesional docente
vinculado a las condiciones macro y meso descritas en párrafos anteriores. En
definitiva, estamos frente a un gran desafío: el de cambiar el quehacer de la
universidad sostenida en una NUEVA UTOPÍA que esté acorde a la BIOÉTICA, que
vaya más allá de la mirada sociocéntrica y androcéntrica, dando un valor mayor al
SUJETO DE APRENDIZAJE que, a diferencia del “estudiante” y el “docente”, son
subversivos en sí mismos. Este retorno del sujeto subversivo estripado por el individuo
y ciudadano, sintoniza coherentemente con la complejidad de la sociedad en la
posmodernidad. En otras palabras, la “educación universitaria” ya no debe pasar por
lo social ni lo regional; debe ser humana y planetaria, por lo que debemos dar cabida
al SUJETO BIOÉTICO como expresión de la NUEVA UTOPÍA UNIVERSITARIA.

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