Вы находитесь на странице: 1из 21

BASTA, ROXANA

“Trabajo Social e institucionalización. Fundamentos teóricos, metodológicos y políticos de la formación


e intervención profesional en instituciones de la provincia de Buenos Aires en las primeras décadas del
siglo XX”. Tesis Doctoral. Capítulo 3, punto 1. Pp. 138 a 158.

Capítulo III:
Formación y ejercicio profesional del Trabajo Social en
Argentina: un análisis a partir de fuentes documentales

En este capítulo nos proponemos revisar, desde fuentes documentales 112 ,


los procesos de institucionalización y de ejercicio profesional de los trabajadores
sociales en el período en estudio. El recurso central lo hallamos en el Boletín del
Museo Social Argentino, publicación mensual que desde el año 1912 discute
aspectos centrales de la vida social argentina.
En el mes de noviembre de 1929, y con motivo de promover un proyecto de
ordenanza municipal por medio del cual le serían adjudicados los terrenos para la
construcción de un edificio propio, el Consejo Directivo del Museo publica en el
diario La Prensa:
“Mientras en determinadas épocas se manifiesta la mayor solicitud por
cierto orden de cuestiones, en otras el criterio dirigente puede variar hacia la
consideración de problemas distintos, con detrimento de aquellas (…) Es deber
que ha de cumplirse con satisfacción prestarles la ayuda necesaria para
robustecerlos, cuando se comprueba por su arraigo que responden
ampliamente a los fines útiles a que se encaminan; y no podría desconocerse
que en ese caso se encuentra el Museo Social Argentino, con diecinueve
años de fecunda existencia y de éxitos continuados en su tarea de propender a
la solidaridad interna en el estudio de los problemas sociales, la información
sobre los movimientos de esa índole, la difusión del cooperativismo y de la
mutualidad y el afianzamiento de nuestras relaciones intelectuales y
económicas con los más destacados países del mundo” 113 .

112
Para el desarrollo de este capítulo se realizó una selección de documentos en función de la
muestra teórica organizada, y de acuerdo a los criterios de saturación de la información perfilados
en la misma.
113
Boletín del Museo Social Argentino, Entrega 91, Año XVIII, enero de 1930.
138
El Museo Social Argentino fue fundado el 23 de mayo de 1911 por interés
del Ingeniero Agrónomo Tomás Amadeo. La organización de esta institución se
relacionó con la estructura de su análogo francés, el Museo Social de París. En
1926 esta institución fue incorporada a la Universidad de Buenos Aires como
“Instituto de Información, Estudios y Acción Sociales” y cuatro años después
se creó la Escuela de Servicio Social del Museo Social Argentino.
Como mencionamos anteriormente, desde el año 1912 -más precisamente
desde el mes de enero-, comenzó la organización de la Biblioteca a manos del
que fuera su primer presidente, Emilio Frers; y en ese mismo año se dio inicio a la
publicación del Boletín que desde el año 1987 lleva el nombre de Conceptos.
Esta publicación se estructuró según secciones de estudio entre las que podemos
citar: el Centro de Estudios Cooperativos, Sección de Problemas Agrarios,
Sección de Trabajo y Economía Social, Centro de Estudios Financieros, Sección
Medicina Social, Instituto Argentino de Turismo, Centro de Estudios Económicos,
Centro de Estudios Bibliotecológicos, Sección de Estudios Penales, Sección de
Servicio Social.
A partir de estas secciones y centros, se fundaron en el año 1956 las
Facultades de la Universidad del Museo Social Argentino: Facultad de Servicio
Social (primer Decano, Dr. Germinal Rodríguez), Facultad de Eugenesia Integral
(primer Decano, Dr. Carlos Bernaldo de Quirós), Facultad de Periodismo (primer
Decano, Dr. J. C. Bavaso Roffo) y la Facultad de Ciencias Políticas, Jurídicas y
Económicas (primer Decano, Dr. Segundo V. Linares Quintana) 114 .
Sobre estas secciones trabajamos recuperando temas, problemas y
discusiones que no sólo se daban en la Sección Servicio Social. El objetivo fue
poder recuperar el clima de discusión que se desarrolló entre los años 1920 y
1955. Como referencia general podemos mencionar que es entre 1930 y 1940
donde se registra mayor número de intervenciones para el Servicio Social. Con
posterioridad a la creación de la Escuela de Servicio Social, el Museo emprende
otra publicación, la revista de Servicio Social, tal vez éste sea uno de los motivos
a partir de los que el número de intervenciones fue disminuyendo.
Para el año 1946 sólo se desarrolló un artículo referido a la intervención de
los asistentes sociales en casos de inmigración. A partir del año 1947 y hasta el
año 1956 el Boletín comienza a publicarse espaciadamente, y al inicio de 1950 no
114
Datos extraídos del Archivo de la Biblioteca “Emilio Frers” de la Universidad del Museo Social
Argentino.
139
hay registros sobre el Servicio Social en estas publicaciones. En el año 1952, el
Museo Social había sido intervenido a los fines de mejorar la adecuación de su
labor a la realidad social de entonces. Intervención que cesa con el gobierno del
Gral. Aramburu después del derrocamiento del presidente Perón.
Asimismo, se recurrió al Archivo General de Nación para acceder a
informes, notas, cartas y estadísticas realizadas en instituciones como hospitales,
asilos y dispensarios, efectuados por asistentes sociales o visitadoras de higiene.
Esta tarea no resultó sencilla debido a que en las firmas de las personas
intervinientes no fue frecuente la especificación de título o rango profesional.
Estos registros de expedientes y legajos, no se encuentran aún clasificados, por
lo que su acceso está limitado al proceso de revisión que desde el propio Archivo
están desarrollando historiadores. Este inconveniente es mayor en relación a
documentación sobre la Fundación Eva Perón. Luego de caído el gobierno
peronista, la destrucción de todo símbolo que estuviera vinculado con Perón o
Eva Perón fue la principal estrategia encarada por la Revolución Libertadora, por
lo tanto la dispersión y eliminación de archivos de la Fundación no escapó a tal
lógica.
En los siguientes apartados, abordaremos el análisis sobre la formación y
profesionalización del Trabajo Social teniendo como hilo conductor reflexiones en
torno a las transformaciones sociales, económicas y políticas que tuvieron lugar
en la Argentina de entonces. A partir de esta revisión, nos detendremos sobre el
carácter subalterno que atravesó la relación salarial a partir de la que se sostuvo
la profesión en estas primeras décadas.

1.- Procesos de certificación y calificación profesionales

La estructuración de los espacios de formación fue asumiendo rasgos que


se objetivaron en un rol profesional específico, atravesado por rupturas y
continuidades con prácticas filantrópicas y caritativas desarrolladas en períodos
históricos previos. Sobre esas mismas prácticas se organizó un espacio de
inserción laboral para los primeros graduados (visitadoras de higiene y asistentes
sociales), lo que se vinculó con la emergencia de un espacio socio-ocupacional
relacionado con, por un lado, la existencia de instituciones de salud y asilares
pertenecientes a organizaciones privadas (como por ejemplo la Sociedad de

140
Beneficencia); y por otra parte, a la creciente ampliación de las funciones del
Estado y la consecuente estructuración de políticas sociales puestas en marcha
desde la Dirección Nacional de Asistencia Social.
Entre los años 1920 y 1955, en los que se ubicó la creación de los primeros
centros de formación, se profundizaron prácticas de reclamo y protesta social a
partir del arribo a la realidad nacional de corrientes ideológicas vinculadas al
anarquismo, socialismo y posteriormente al comunismo, las que encontraron
expresión en la conformación y organización del movimiento obrero. Así, la
sucesión de manifestaciones y estallidos sociales, implicaron cambios en el
accionar del Estado argentino. De esta forma, no sólo se modificaron leyes
tendientes a la represión física, sino que comenzaron a generarse los
lineamientos de una intervención sistemática por parte del Estado sobre las
manifestaciones de la “cuestión social”, a través de la organización paulatina de la
política social. Por lo tanto, las propuestas surgidas en torno a legislación laboral,
protección de la salud y atención de la infancia, en tanto expresiones de un
proyecto político-económico, respondieron al mismo tiempo a la acción
organizada de los sectores a los que fueron dirigidos.
El control social implicó un doble movimiento: por un lado, las políticas
surgidas tuvieron que ver con un proyecto socio-político amplio que las clases
dominantes intentaron desarrollar no sin fisuras en su interior (pensemos por
ejemplo, en las confrontaciones entre las distintas agrupaciones de las fuerzas
armadas y su vinculación con diversos sectores de la sociedad a lo largo del
período analizado), y por otra parte, tales proyectos se vincularon con la
capacidad de presión de los sectores subalternos sobre el bloque hegemónico,
poniendo en cuestión el orden social establecido.
En 1930, el Dr. Germinal Rodríguez en calidad de concejal por el Partido
Socialista en la Municipalidad de Buenos Aires, presentó ante el Concejo
Deliberante un proyecto para la creación de la Secretaría de Asistencia y
Previsión Social, dependiente de la Dirección Sanitaria y Asistencia Pública del
municipio. Bajo la dirección de la mencionada Secretaría, propuso que funcionara
el Servicio Social.
Este hecho coincidió con la concreción de la Escuela de Servicio Social
del Museo Social Argentino; proceso en el que intervino activamente el Dr.

141
Rodríguez a través de publicaciones 115 (en las que desarrolló reflexiones sobre el
“pauperismo”, la “asistencia pública” y la “asistencia social”) y como docente de
dicha Escuela. Desde ambas líneas de acción, Rodríguez exhortó al Estado a
llevar a cabo:
“obras de asistencia social (...) destinadas a combatir las causas de la
miseria, la indigencia y el pauperismo, y destinadas a prevenir la
enfermedad, la invalidez, la falta de recursos, de alimentos o de
alojamiento”.
Asimismo, ubicó el eje de acción sobre mujeres, niños y ancianos,
considerando que esta población era (por no estar directamente vinculada al
mundo del trabajo y de la previsión social) la que se encontraba en “peligro
social”. Así, por ejemplo, planteó las contingencias vinculadas a la maternidad
“desprotegida” o “en riesgo moral” haciendo referencia a madres “solteras” o
“abandonadas” y de “condición indigente”; y en igual sentido mencionó las
situaciones de “abandono infantil” y “delincuencia juvenil”, considerando que
ambas estaban estrechamente relacionadas a partir de los “vicios de moral” en los
que pudiera incurrir los “menores abandonados” 116 . De este modo, se perfilaron
las áreas de intervención en la vida de la población pauperizada y los espacios de
acción e inserción profesionales.
Como conceptualización del Servicio Social sostuvo que:
“implica toda obra humana destinada al bien de los semejantes y hecha
con el propósito del bien mismo; sin esperar de ella usufructo, beneficio u
honor, aun cuando su realización pueda reportar los mismos”.
Por lo cual, consideraba al Servicio Social como la resultante de la unión de
la asistencia social y de la previsión social: la primera, dedicada a la atención
sobre “causas individuales o sociales de las necesidades”, se diferenciaba de la
segunda por la matriz económica de esta última, ya que la previsión debía
organizarse como un “seguro social” sustentado a través de los aportes de
obreros y patrones. Finalmente, circunscribió la asistencia pública como medio
para la satisfacción de necesidades sin recurrir al recurso del estudio sobre la
situación que sí preveía la asistencia social, por lo que hizo énfasis en el carácter

115
El Dr. Germinal Rodríguez presentó variados artículos en publicaciones del Museo Social
Argentino compiladas como “Boletín” por entregas, y en números de revistas como “La Prensa
Médica Argentina”.
116
Boletín del Museo Social Argentino, Entrega 98, Año XVIII, agosto de 1930.

142
“científico” que debía asumir el Servicio Social y por ende todas las acciones de
asistencia social para diferenciarlas de otras prácticas asistenciales generalizadas
en la figura de la asistencia pública 117 :
“¿Qué diferencia hay de una a otra? Correctamente diremos así: las obras
de Asistencia pública tratan ‘los efectos’ de la pobreza o miseria; las obras
de Asistencia social, tratan ‘las causas’.
¿Cuáles son las necesidades indispensables a la vida de los individuos?
Podemos decir las cuatro que forman la mayor parte del presupuesto
familiar: alimentos; vivienda; vestimenta; cuidado de la enfermedad.
Ahora, cuando las obras de Asistencia se limitan simplemente a cubrir esas
necesidades sin indagar su causa, son obras de Asistencia pública (…)
debe atender (…) en caso de enfermedad (…) proveer alimentos, ropas y
un refugio adecuado. En estos casos, la asistencia atiende la necesidad en
sí.
Pero sabemos que esas necesidades son las resultantes de causas
distintas: individuales unas, sociales otras. (…) Si la Asistencia (o
Beneficencia) tiende a ir a tratar esas causas, entonces ya se hace una
obra de Asistencia social (…) La Asistencia pública puede ser comparada a
una terapéutica sintomática, que trata el dolor, la fiebre, pero no va a la
causa del mal. Dar una limosna es así una obra de beneficencia. La
Asistencia social es la terapéutica específica o etiológica; antes que
calmante es curativa”.
Las bases del discurso teórico, social y político del Dr. Germinal Rodríguez,
se sustentaron en la idea de ayuda, la que podía asumir distintas características:
económica, jurídica o moral. En este sentido, la profesional 118 del Servicio Social
debía cumplir con tareas de “informar, aconsejar, gestionar y controlar” a los
“indigentes y sus situaciones de pauperismo”. Por lo tanto, las funciones del
ejercicio profesional estuvieron centradas desde un principio en una triple
finalidad: prevenir, curar y restituir situaciones de pauperismo e indigencia 119 :
“Mejorar la capacidad técnica, física, productiva, educativa, moral, orientar
profesionalmente, etc., son medios de Asistencia social. Todo sacrificio que

117
Boletín del Museo Social Argentino, Entrega 102, Año XVIII, diciembre de 1930.
118
Desde sus producciones consideró que las mujeres poseían mayores cualidades para el
ejercicio profesional, cuestión que encontró sustento en las capacidades femeninas y el rol que la
mujer desplegaba en la organización doméstica de la vida cotidiana.
119
Boletín del Museo Social Argentino, Entrega 102, Año XVIII, diciembre de 1930.

143
haga la colectividad para ‘mejorar’ al individuo, es Asistencia social: todo lo
que haga para ‘salvarlo’ es Asistencia pública.
La Asistencia social no tiene por objeto mantener a los vagabundos, sino
ayudar a la gente que se ayuda a sí misma, o darle los medios para
ayudarse (…) La Asistencia o Beneficencia pública trata siempre un caso
ya necesitado y en el cual la necesidad abrió una brecha en el estado
físico, moral o intelectual de los sujetos o sus familias; la Asistencia social
va cuando la necesidad se ha presentado y antes que haga sus efectos, y
trata de restituir al necesitado a una situación que lo salve de la
necesidad”.
A través de estas reflexiones, Rodríguez expresó (en alguna forma) el
enfrentamiento con las acciones emprendidas desde la Sociedad de Beneficencia
y en relación al fundamento de la intervención frente a la “necesidad”. En este
mismo documento, reconoció que si bien las obras de Beneficencia podían ser
oficiales o privadas (según las sostuviera el Estado y las rigiera por ley, o las
financiara el sector privado), tales “obras” se realizaban bajo un principio de
caridad; es decir, en relación a un donativo que se sostenía en el amor a Dios al
originarse la acción en el principio “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Para el Dr. Rodríguez la asistencia y la previsión social se fundaban en
deberes y derechos derivados de la cooperación que implicaba la asociación de
los sujetos:
“La Asistencia no es solamente como la Beneficencia un deber social y
fraternal, sino que se da al prójimo por el prójimo mismo: ella se reclama
como un derecho y se impone a la sociedad como un deber. La Asistencia
es un deber de cooperación que es correlativo al derecho de asociación;
consiste en el deber que tiene el hombre de evitar que el progreso social
quede estancado por obra de la necesidad. Es un deber social por cuanto
se impone a los individuos y a la colectividad para remover toda causa de
rémora social. Y es el derecho que tiene el desvalido para reclamar de sus
semejantes una ayuda, desde el momento que él dio a la sociedad cuando
era válido todo su esfuerzo y su trabajo” 120 .
La perspectiva político-ideológica de esta propuesta resulta innovadora
frente a las prácticas sostenidas históricamente por el Estado al promover la

120
Boletín del Museo Social Argentino, Entrega 102, Año XVIII, diciembre de 1930.

144
acción desde la “beneficencia”. Rodríguez embate así, sobre viejas formas de
intervención social; sin embargo, sus propuestas favorecen la conservación del
orden vigente ya que implicaban reformas pero no transformaciones estructurales.
La realidad social había cambiando: la crisis económica que atravesaba al
capitalismo mundial, los resabios de la Primera Guerra y la Revolución
Bolchevique, se conjugaban con la particular forma en que estos acontecimientos
repercutían en la realidad local frente al crecimiento de la población a partir de las
corrientes inmigratorias, el comienzo de un proceso de industrialización que le
abría las puertas a nuevos sectores productivos y la progresiva acción del
movimiento obrero organizado.
Por su parte, el escenario político también había sufrido profundos cambios
a partir de la sanción de la Ley Sáenz Peña, y el ingreso de nuevas ideas al
debate parlamentario de la mano del socialismo; cambios que originaron
reacciones desde los sectores conservadores, la Iglesia y las fuerzas armadas, y
que fueron perfilándose en un discurso que apeló al nacionalismo frente a las
propuestas internacionalistas del comunismo.
En este contexto, la represión ya no constituía una respuesta legítima en la
intervención frente a “lo social”. Fue entonces que, desde los sectores
dominantes, se “incorporaron” ciertas propuestas que posibilitaron la legitimación
de la organización social a través de la configuración de políticas asistenciales-
proteccionales dirigidas a la neutralización del conflicto. Estas propuestas, que se
sostenían a través de las ideas de cooperación a partir de la asociación de los
individuos y de las acciones de reciprocidad, se fundaron no sólo en lazos
fraternos sino también, sobre el esfuerzo y el trabajo aportado a la sociedad por
cada individuo. Por lo tanto, el eje de debate sobre la “cuestión social” no estaba
puesto en relación a las desigualdades materiales frente a la igualdad jurídica,
desde un plano formal-abstracto; por el contrario, la preocupación se centró en
cómo construir un orden con ciertos niveles de cohesión que se pudiera sostener
en el tiempo.
En este sentido, es posible comprender las acciones emprendidas a través
de las políticas de Estado cada vez más interventivas en lo social y económico,
sostenidas a partir del discurso integracionista dirigido a la construcción del ser
nacional. Como ya se mencionó, el Dr. Germinal Rodríguez era miembro del
Museo Social Argentino y Concejal por el Partido Socialista en la Capital Federal.

145
Frente a estas propuestas, queda en cierta evidencia el perfil reformista-
conservador del Partido Socialista, donde las ideas de orden y progreso
fundamentan la emergencia de la profesión para “combatir toda rémora social”.
De este modo, comenzó a perfilarse un proyecto profesional vinculado a las
tendencias ideológicas de la época, a través del cual se previó la creación de
servicios sociales dentro de instituciones públicas, en los que ejercerían
profesionalmente visitadoras de higiene y asistentes sociales 121 . En el diseño
presentado (sobre previsión y asistencia social) por Rodríguez, la figura y el rol de
estos nuevos profesionales era de suma importancia debido a que el asistente
social cumpliría con la elaboración de una “ficha social” para el posterior
“tratamiento” del “caso”. Podemos inferir entonces, que el espacio socio-
ocupacional comenzó a ser organizado desde la formalidad del Estado, al regular
por medio de normativas las funciones y actividades que desempeñarían estos
profesionales dentro de las instituciones, recurriendo a fundamentos teórico-
metodológicos que favorecieran el “tratamiento” de “lo social” a partir de criterios
racionales vinculados a la necesaria modernización de la intervención estatal.
La propuesta presentada por Rodríguez sobre la creación de la Secretaría
de Asistencia y Previsión Social de la Capital Federal, preveía el trabajo de los
nuevos profesionales en los servicios de: 1) protección al convaleciente y ayuda
post-hospitalaria; 2) protección económica y moral a la madre soltera y creación
de Maternidades-refugio 122 ; 3) protección al desvalido, lisiado, anciano, huérfano,

121
Hasta ese momento el Curso de Visitadoras de Higiene era el antecedente de la formación y
ejercicio profesionales del Servicio Social en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires.
Con el proyecto, y posterior creación de la Escuela de Servicio Social del Museo Social Argentino,
se pretendió ampliar dicha propuesta y otorgarle un nuevo impulso científico al Servicio Social.
122
Como antecedente de esta atención a la maternidad, ya se puede encontrar para 1915 la
creación de Cantinas Maternales en la Capital Federal. El objetivo de estas instituciones era
ofrecer un “sistema de en el que la profilaxis y la asistencia médica y social se unen en pro de la
protección a la primera infancia. Para ello cuenta la institución con ramas anejas, como la
protección maternal a domicilio y las cantinas escolares”. El criterio de ubicación se estas cantinas,
radicó en la “densidad y condiciones de vida de la población obrera”. Para el año 1930 existían
seis cantinas maternales las que funcionaban en “modestas casas cuya disposición permite llenar
con holgura y comodidad su cometido (…) Existe instalado un amplio comedor con numerosas
mesitas blancas y limpias (…) una mesa escritorio en el cual hay un libro para comprobación de la
asistencia de las madres (…) Sus adornos murales son bien expresivos(…) contribuyen a que las
madres se eduquen en lo referente a sus deberes en la crianza” y continúa “He aquí uno de los
carteles (…) ‘La madre que en el curso anual presente a su hijo más hermoso y bien tenido
habiendo sido alimentado a pecho solo hasta los seis meses, obtendrá el premio de cincuenta
pesos’”. Esta descripción sobre el funcionamiento de las cantinas fundadas por el interés de Julia
Acevedo de Martínez de Hoz, es presentado en la Sección Asistencia y Beneficencia del Boletín
del Museo Social Argentino en la Entrega 91, en el mes de enero de 1930; seis meses antes de la
fundación de la Escuela de Servicio Social en la mencionada institución. Desde sus inicios, el
Boletín guardó espacios dedicados al debate sobre asistencia y beneficencia tanto pública como

146
etc.; 4) ayuda económica a las parturientas pobres; dotación de maternidad y
lactancia; 5) ayuda económica al tuberculoso:
“El organismo proyectado estará dirigido por un Consejo central de
asistencia social y por los Consejos de asistencia de distrito. Estos últimos,
serán presididos por un Asistente social titulado, asesor técnico y legal de
los mismos”. Y dentro de las disposiciones generales prevé
“Corresponderá a éstos [en referencia a los asistentes sociales] levantar la
ficha social de cada asistido; la visitadora, después, inspeccionará el
domicilio del solicitante para recoger las informaciones necesarias” 123 .
En este mismo documento, se presenta una interesante descripción de la
funciones de asistencia que debían desempeñar los asistentes sociales y
visitadoras: 1) otorgar dinero en efectivo, sólo para aquellos individuos o familias
que necesitaran una “ayuda económica”, prestación que se sostendría si
semanalmente el beneficiario rendía cuentas de la utilización del presupuesto
convenido con el asistente social; 2) dar trabajo a quienes estuvieran en
condiciones físicas de realizarlo, organizando un listado y con la posibilidad de
obtener un empleo dentro del orden municipal; 3) intervenir en las formas que
aconsejara y determinara el Consejo central de previsión y asistencia social frente
a “casos no previstos”. A su vez, se disponía que el monto de las prestaciones
económicas tenía que ser superior al salario mínimo que obtenían los obreros
municipales, incluyendo en ese monto la “ayuda o entradas” que los beneficiarios
recibieran por otros “conceptos, especies o habitación”.
Como parte de la labor, los asistentes sociales junto con el Concejo central
confeccionarían el presupuesto obrero semanalmente, al que se debían ajustar
los asistidos. Las proporciones serían: veinticinco por ciento por habitación;
cincuenta por ciento para alimentos; quince por ciento para vestimenta; diez por
ciento para gastos generales. Y sobre los considerados como “otros gastos”, sólo
se aceptarían “los que proporcionen distracción higiénica, gastos de transportes y
de instrucción”.
A lo largo de estos documentos, se especificaban funciones y actividades
referidas a la organización de la vida cotidiana de los asistidos. El horizonte de
intervención estaba puesto en mejoramiento del consumo doméstico, la higiene,

privada, dando especial énfasis a las actividades de higiene, profilaxis y protección de la infancia
“abandonada” y “delincuente”, y el fomento de la “instrucción” de las mujeres sobre puericultura.
123
Boletín del Museo Social Argentino, Entrega 98, Año XVIII, agosto de 1930.

147
la prevención de “vicios” que fueran contra la moral 124 . Asimismo, la clasificación
por área de intervención implicó una tendencia a considerar los problemas
sociales de forma segmentada, para los cuales (una vez clasificados) se disponía
una cantidad de herramientas procedimentales que garantizarían el fin que guiaba
todo proceso de intervención profesional: que los individuos se ayuden a sí
mismos, que los individuos aprendan a ayudarse por sí solos.
La realidad era pensada en términos de riqueza-pobreza, y los problemas
se relacionaban a causas individuales y a deficiencias en el sistema de
distribución social. Introducir reformas institucionales en este sentido,
modernizando la organización profesional a través de la ampliación de funciones
por parte del Estado en materia de asistencia social y previsión, era condición
necesaria si se quería lograr el ansiado progreso. Así, a partir de sus acciones
profesionales, tanto asistentes sociales como visitadoras de higiene, participarían
en la capacitación y el disciplinamiento de los sectores obreros para el trabajo y la
vida familiar, garantizando la reproducción social a través de la autonomía
económica de las familias 125 .
En diversas publicaciones, realizadas desde 1920 y en diversos medios de
difusión científica, se produjeron debates en torno a las habilidades que debían
tener las visitadoras de higiene y los asistentes sociales.
Así, en varios artículos firmados por los doctores Alberto Zwanck y Manuel
Carbonell 126 se detalló el perfil de la visitadora de higiene y del asistente social.
Estas publicaciones fueron escritas a lo largo del período en que se produjo la
institucionalización profesional y la inserción laboral de los primeros egresados en
los servicios sociales dependientes de instituciones estatales.
El Dr. Carbonell sostuvo sobre la necesidad de la creación de la
especialización de las visitadoras de higiene:

124
Dentro del presupuesto que se otorgaba como “ayuda económica”, el tabaco y las bebidas
alcohólicas no se consideraban para justificar el dinero utilizado en los rubros “otros gastos” y
“alimentación”.
125
La posibilidad de participar de la distribución del ingreso estaba basada en la capacidad de
trabajo de los individuos. Fomentar en este sentido el aprendizaje de oficios era condición para
garantizar la supervivencia de las familias sin el recurso de la beneficencia.
126
El Dr. Zwanck era al momento de la creación del Curso de Visitadoras de Higiene, titular de la
Cátedra de Higiene, mientras que el Dr. Carbonell era el director del Instituto de Higiene
dependiente de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. El Dr.
Germinal Rodríguez se desempeñó como docente del mencionado Curso y como el primer
Decano de la Facultad de Servicio Social del Museo Social Argentino.

148
“la intervención de la higiene social es entonces necesaria, pues considerar
al hombre, a la mujer y al niño, concretos, vivos, tales como los hacen el
medio que los rodea, el trabajo, el salario; llegamos a explicarnos así la
razón por la cual los múltiples y perseverantes esfuerzos de los servicios
sanitarios, no alcanzan algunas veces más que un éxito relativo; es que
habíamos olvidado que la cuestión higiénica y la cuestión social están
indisolublemente ligadas” 127 .

La prevención y la profilaxis fueron los fundamentos del accionar de las


visitadoras de higiene, debido a que asegurar la atención de la enfermedad
(optimizando el alcance de la asistencia) y el cuidado de los niños, era necesario
en función de la política de población que se sostuvo a lo largo del período, dentro
de la cual el incremento cuantitativo y el mejoramiento cualitativo eran fines a
alcanzar.

En este sentido, si revisamos la propuesta del Dr. Germinal Rodríguez


sobre la acción integral que debían desempeñar los asistentes sociales (teniendo
como eje la “reeducación y readaptación social, económica y mental” de los
sujetos) existen puntos de contacto con lo expresado por el Dr. Carbonell.
Desde ambos planteos, la “cuestión social” se pensó desde una
perspectiva fragmentada. Es decir, sobre la totalidad social se realizaron recortes,
los que fueron conceptualizados como problemas abstractos (sin conexión entre
sí) y sobre los que se montó un aparato administrativo-burocrático que, mediante
las políticas sociales, intentó dar respuesta a las demandas sociales, y por el
mismo movimiento legitimar el orden social vigente. Así, los problemas sociales
se explicaron por la incapacidad de los individuos de adaptarse al medio social,
por lo que el Trabajo Social surgió como una profesión cuya función radicó en la
capacidad de homogeneizar, por medio de procedimientos formal-abstractos, la
cotidianeidad de los grupos sociales a los que dirigió su acción 128 .

127
Carbonell, M. (1924). “Proyecto de creación del curso para Visitadoras de Higiene Social”,
Revista La Prensa Médica Argentina, Nº 5, Bs. As.
128
“La funcionalidad histórico-social del Servicio Social aparece definida precisamente en cuanto
tecnología de organización de los componentes heterogéneos de la cotidianeidad de grupos
sociales determinados para redituarlos en el ámbito de esta misma estructura de lo cotidiano –el
disciplinamiento de la familia obrera, la organización de presupuestos domésticos, la reconducción
a las normas vigentes de comportamientos transgresores o potencialmente transgresores, la
ocupación de tiempos libres, procesos compactos de resocialización dirigida, etc.-, connotándose
la tecnología de organización de lo cotidiano como manipulación planifica (…) lo que (…)
singulariza en este ejército de tecnólogos son las condiciones peculiares que la división social (y

149
De este modo, el disciplinamiento de la familia obrera, la readaptación de
aquellos individuos con conductas transgresoras de la norma y moral vigente, la
organización del consumo doméstico, y la higiene, fueron estrategias de
intervención que apuntaron a la integración de inmigrantes y nativos a la nueva
configuración socio-histórica de la Argentina en las primeras décadas del siglo
XX.
Pero, al mismo tiempo (dentro del incipiente campo profesional) se intentó
establecer las diferencias entre la visitadora de higiene y el asistente social.
Debate que rondó entre la polivalencia del asistente social y la especialización
de la visitadora de higiene.
La organización creciente de las políticas sociales sectoriales tendientes a
dar respuesta a las demandas y necesidades sociales, se objetivaron en un
abanico institucional amplio y diverso, el cual reprodujo la multiplicidad de
problemas por resolver desde la intervención planificada del Estado 129 . La
realidad fragmentada en problemas adjudicados en su causalidad a una
dimensión individual, fue el principio sobre el que se organizó el espacio socio-
ocupacional del Trabajo Social, y así la polivalencia y la especialización cobraron
sentido en la formación profesional.
Polivalencia de la intervención al reclamar una pretendida “integralidad” de
las acciones profesionales. Es decir, la posibilidad de intervenir a través de
funciones burocrático-administrativas en diversas áreas institucionales a partir de
la operacionalización de un método preestablecido, reforzando esta tendencia con
una formación básica en el primer período de la formación, para profundizar la
especialización a partir de cursos sobre puericultura, profilaxis, higiene, economía
doméstica, derecho y protección de la infancia, etc., los que se complementaban
con el aprendizaje a través de la práctica institucional.
A partir de la inserción de los graduados en distintos ámbitos laborales se
propició la especialización en temas específicos, así se fueron conformando
cursos de capacitación dentro del ámbito de salud, educación y justicia
centralmente. De esta forma, se comenzó a delinear la disputa al interior del

técnica) del trabajo imperante en la sociedad burguesa consolidada y madura reserva para su
quehacer profesional” (Netto, 1997:93)
129
Según Netto (1997) en tanto refracciones de la “cuestión social”. Si los problemas sociales eran
abordados desde la fragmentación de la realidad, éstos representaban una imagen refractada de
la tensión capital-trabajo, es decir en aparente disociación de las causas fundamentales de la
desiguadad.

150
campo profesional entre los propulsores de cursos de formación especializados
en un sector de la política social frente a la perspectiva integral de la asistencia
social sostenida por otros.
Sin embargo, ambas tendencias (tanto la polivalencia como la
especialización de la práctica) compartieron el apriorismo metodológico,
desarrollando una intervención basada en tareas burocráticas como los informes,
las fichas y encuestas, las estadísticas, las notas de internación, por las que se
ajustaron los problemas diagnosticados a pautas de tratamiento específico
preestablecido. Procedimiento que encontró su fundamento en las estructuras
burocrático-administrativas que les adjudicaron funciones subsidiarias respecto de
130
otros cargos y profesiones al interior de las instituciones .
De este modo, las categorías para evaluar las condiciones de vida de la
población asistida eran definidas como buenas o malas según las reglas de
procedimiento previamente establecidas (sobre las que no se especificaron ni
definieron criterios de elaboración), lo que contribuyó a refirmar desde la propia
práctica el perfil ejecutivo del rol profesional que le fue adjudicado desde la lógica
institucional.
En diversos informes (a los que se accedió tras el trabajo en archivos), se
pudo observar una descripción y breves comentarios realizados por los
profesionales sobre condiciones sanitarias, educativas, habitacionales y de
economía doméstica de los individuos o familias que eran asistidos, tras lo cual se
detallaban las acciones a seguir. En numerosas ocasiones, estas propuestas
tenían que ver más con otras exigencias de la vida social, que con la necesidad
expresada por los sujetos. Por ejemplo, desde los servicios hospitalarios las
madres solteras fueron impulsadas a contraer matrimonio regularizando
convivencias no formalizadas ante la ley. La figura del descendiente legítimo o
ilegítimo primó en estas propuestas de acción.
En tanto que la derivación fue el recurso central que operó dentro de la
estructura sanitaria a lo largo del período. Los centros dispensarios ubicados en
diversos barrios de la Capital Federal, constituían los lugares de referencia para la
atención de urgencias. La población en que se detectaba enfermedades como

130
Tanto médicos como abogados sostuvieron la necesidad de contar con profesionales que
accedieran a la vida cotidiana de la población. Con esta direccionalidad fue que impulsaron la
organización de los cursos y escuelas de formación para visitadoras de higiene y asistentes
sociales.

151
tuberculosis (de alto contagio y tratamiento limitado) era derivada a hospitales de
llanura en los que se brindaba la asistencia específica. En estos casos, los
profesionales debían completar planillas de inspección domiciliaria en las que se
registraban deficiencias psico-físicas y morales y se mencionaban como ejemplos
vicios, taras y condiciones de higiene. En la estructura de estas encuestas ya
impresas se consideraban los medios de subsistencia referidos a los ingresos
familiares. Y en el espacio destinado a observaciones se registraban breves
comentarios sobre la ventilación de la vivienda y la alimentación del grupo
familiar.
La consideración sobre los medios de subsistencia no avanzaba sobre la
reflexión en torno a las condiciones materiales de vida, es decir no se cuestionaba
la posibilidad de tratamiento teniendo en cuenta los bajos salarios en relación a
los costos de alquiler y el escaso margen para la compra de alimentos y
medicamentos. Sólo se mencionaba si los familiares de los enfermos habían
concurrido a los centros asistenciales para control y profilaxis de la enfermedad, y
se consideraba como fuente de contagio el trabajo excesivo sin ponerlo en
relación con el nivel de salario de acuerdo al trabajo realizado 131 .
Sin embargo, esta tendencia en la intervención profesional no estuvo
alejada de la lógica que primó en este período a partir de la cual se sostuvo que
los problemas sociales eran expresiones de necesidades individuales, y que por
lo tanto requerían un tratamiento en este sentido. La direccionalidad de la
intervención profesional de las visitadoras de higiene y los asistentes sociales
apuntó (más allá de oposiciones al interior del campo profesional) a la
reproducción de las relaciones sociales, y las propuestas de enfrentamiento a las
manifestaciones de la "cuestión social" reprodujeron la desigualdad que les dio
origen.
Sin embargo, a pesar de compartir este rasgo común en la función
profesional, a lo largo de los años ´30 y ´40 se comenzó a instaurar un debate al
interior del campo profesional, que se expresó finalmente en el cambio curricular
del curso de Visitadoras de Higiene en 1957. En el año 1940 se había extendido a

131
A modo de ejemplo, una familia compuesta por la hija y la madre, contaban con $23 mensuales
de los que $15 eran abonados en concepto de alquiler por una habitación, restándoles para su
subsistencia sólo $8. La hija padecía de tuberculosis, y su madre como cuellera era el sostén de
ambas. La visitadora de higiene registró el número de Libreta de Trabajo de la madre como forma
de verificación de ingresos. Toda la información fue registrada en una Planilla de Inspección
Domiciliaria del Dispensario Central María Ferrer. Documento del Archivo General de Nación, año
1947.

152
tres años la formación de las visitadoras, a la vez que se había inclinado la
orientación del plan de estudio a la polivalencia, modificándose la titulación en
Visitadora de Higiene Social. La supresión de las especialidades ampliaba (de
alguna manera) el campo de acción de las visitadoras y se cuadraba a los
requerimientos de la época.

En un artículo publicado en 1958 132 por el Dr. Guido Ruiz Moreno (titular de
la Cátedra de Higiene), la Visitadora de Higiene Srta. María Luisa Ruiz Ventue y la
Asistente Social Srta. Karma Elena Adam 133 , discutían en torno a las funciones y
objetivos de las visitadoras de higiene y los asistentes sociales:

“Los agentes de Servicio Social, con jerarquía de profesional en nuestro


país son: la Asistente Social, con funciones integrales, y Visitadora de
Higiene, con funciones parciales y especializadas que surgen no sólo de su
preparación técnica que han recibido en las escuelas y cursos especiales,
sino también de las finalidades y objetos que deben cumplir. Sus fines son
la familia (como núcleo social) y el hombre (como individuo y persona). Su
objeto: el bienestar social”134 .

Lo “integral” y lo “especializado” se vinculaba con la formación que recibían


en los cursos y escuelas; y en relación a las funciones reconocidas en los
espacios de inserción laboral se sostenía que, la asistente social:

“orienta, educa, informa, vigila, previene, coopera, organiza, etc., según el


medio en el que desarrolla su acción, estando facultada para valorar la
importancia de los problemas dándoles la prioridad necesaria, planear
soluciones y colaborar en la ejecución de las mismas”.

Lo que se objetivaba en acciones tendientes a:

“otorgar ayudas económicas, planificación de programas de recreación,


administración de recursos, desarrollo de tratamientos de las necesidades
sociales integrales”.

132
Si bien el artículo se publicó tres años después del período considerado para este trabajo, su
análisis es necesario ya que nos remite a un proceso que se dio con anterioridad, y en estrecha
relación a la complejización de la realidad nacional, la expansión de las funciones del Estado y el
desarrollo de las políticas sociales.
133
Mencionamos los nombres y las titulaciones tal y como son presentados en el artículo, en el
que además se adjunta la dirección del domicilio particular del médico, quien encabeza la autoría
en calidad de Profesor.
134
Ruiz Moreno, G.; Ruiz Ventue, M. L.; Adam, K. E. (1958), “La Visitadora de Higiene como
Asistente Médico-Social”, en Revista La Prensa Médica Argentina, Nº 22, Buenos Aires.

153
Por su parte, la visitadora de higiene era considerada como:

“un agente de Servicio Social especializado en los aspectos médico-


sociales que colabora con el médico en Higiene individual, Higiene pública
e Higiene social, así como en Medicina Preventiva y la Medicina Social”.

Si nos detenemos en las funciones adjudicas a unos y otros profesionales


del campo del Trabajo Social, podemos observar un debate en torno a los
distintos procesos de formación y su posterior salida laboral; es decir, se pusieron
en evidencia los conflictos al interior del campo profesional sobre qué le competía
a cada uno de estos profesionales hacer en los espacios de trabajo. La distinción
entre lo “integral” y lo “especializado” giró en una puja entre la conformación de
centros de formación en asistencia social vinculados a Universidades y el
precursor Curso de Visitadoras de Higiene sostenido desde la Facultad de
Ciencias Médicas, a la vez que esta tensión fue expresión de una realidad que se
tornaba más compleja en relación a las demandas y respuestas exigidas 135 .

Sin embargo, en un punto hubo acuerdo en ambas perspectivas de


formación: el carácter subalterno expresado en su dimensión técnica respecto de
otras profesiones consideradas como tradicionales (tal es el ejemplo de la
medicina y la abogacía) y disciplinas de las ciencias sociales:

“Sabemos que el Servicio Social no es una ciencia sino una aplicación de


ciencias, y de allí surge la amplitud del campo de acción donde se
desenvuelve el Asistente Social. Podemos nombrar entre los principales: el
económico-social, el jurídico-social y el médico-social”.

En este sentido, la conformación de la profesión no fue vinculada con las


transformaciones socio-históricas producidas en la realidad nacional y mundial,
sino que su consolidación partió de la acumulación de una serie de conocimientos
provistos desde otras disciplinas y ciencias. Esta visión endógena sobre los
procesos de institucionalización y profesionalización del Trabajo Social, contribuyó
a la aceptación en los espacios laborales de funciones adjudicadas por otras

135
Con respecto al cambio en el plan de estudios de las visitadoras de higiene, el Dr. Ruiz Moreno
opinó en diversos artículos que al suprimir la palabra “social” de la titulación, se ampliaba su
significado a toda manera de higiene y no sólo “la social”. Según este autor “En realidad no se hizo
otra cosa que dar claridad a lo que siempre fue, una Visitadora de Higiene integral; de la higiene
individual, pública y social, de Medicina Preventiva y Social (…) La Visitadora de Higiene Social
que Carbonell y Zwanck formaron estuvo siempre más cerca de la actual Enfermera Sanitaria que
del actual Asistente Social, sin ser exactamente ni una cosa ni la otra”, Ruiz Moreno, G. (1959),
“Visitadoras de Higiene”, en Revista Psiquiatría Año II-Nº 2 citado en Alayón, 1980:126.

154
profesiones sobre el propio quehacer, asumiendo actividades que paulatinamente
conformaron una rutina cotidiana de trabajo burocrático que obstaculizó la
posibilidad de apartarse de reglas formales de aplicación. Por lo tanto, el Trabajo
Social se consolidó más como un saber de segundo orden respecto a otras
disciplinas de las ciencias sociales, que a partir del reconocimiento de la demanda
histórica objetiva que fundamentó su espacio en la división social y técnica del
trabajo 136 .

Como antecedente a este debate podemos mencionar las reflexiones


vertidas por el Dr. Lorenzo A. García, en tanto Subsecretario de Salud Pública y
Trabajo, en una publicación del año 1945:

“La Asistencia Social para desplazar la miseria, el pauperismo y la


inseguridad económica; la Visitadora de Higiene para prevenir la
enfermedad, la invalidez y la muerte prematura y junto al lecho del ser
doliente, el médico en función asistencial y la colaboradora eficaz
representada por la enfermera para devolver la salud al enfermo, mitigar
sus dolores y aún inermes de recursos materiales, sumar su fervor y
consuelo en torno al semejante que se aleja definitivamente” 137 .

Así, y en relación hasta lo ahora desarrollado, la condición de subalternidad


se construyó tanto desde los espacios de formación como desde los espacios de
ejercicio profesional. En los primeros, la subalternidad estuvo delineada a partir de
considerar a la propia profesión como un agregado de conocimientos de posible
aplicación en la inmediatez; es decir, sin posibilidad alguna de superar como
horizonte profesional la vida cotidiana, siendo la dimensión instrumental de la
práctica la que otorgaría validez a las acciones profesionales. Mientras que en los
espacios de inserción laboral, la multiplicación de los servicios funcionales
tendientes a la profesionalización de la administración, orientó las acciones

136
Netto afirma al respecto “dadas las necesidades profesionales e interventivas del Servicio
Social, esa condición de receptáculo de los productos de las ciencias sociales era insuficiente –y
por lo tanto, ella es sólo un aspecto de la relación del Servicio Social con las ciencias sociales; hay
otro de gran importancia: el de soldar de alguna forma esas contribuciones externas en un marco
de referencia mínimamente articulado y estable- una especie de sistema de saber de segundo
grado, obtenido por la acumulación selectiva de los subsidios de las ciencias sociales según las
necesidades de la propia profesión. La historia profesional del Servicio Social, a partir de la
vertiente norteamericana y, después, de su afirmación hegemónica en escala mundial, es una
sucesión de sistemas de saber de este quilate” (Netto, 1997: 150).
137
García, L. A. (1945), Las funciones específicas de la Visitadora de Higiene”, en Revista de
Sanidad, Asistencia Social y Trabajo, Volumen 1-Nº 1, Buenos Aires.

155
profesionales en relación a la ejecución de decisiones en las que las visitadoras
de higiene y los asistentes sociales no participaron.

De este modo se fue definiendo un sistema jerárquico de relaciones


laborales entre roles a desempeñar, donde la autoridad fue la fuerza que pudo
asegurar la transmisión de informaciones codificadas en reglas específicas una
vez que el juicio sobre el objeto hubo sido eliminado. Es decir, una vez
establecidos los criterios procedimentales y validada formalmente la acción
profesional a través de la normativa institucional, a las visitadoras de higiene o a
los asistentes sociales sólo les restaba ajustar su intervención profesional a las
reglas jerárquicamente formuladas y operacionalizadas. Ejemplo de ello serían los
planes de política sociales sectoriales, en cuyos diseños se pautó no sólo la
asignación de recursos sino también, las reglas de procedimiento en la realización
de prestaciones.

Otro rasgo significativo respecto de la calificación de la profesión, fue el


papel de la mujer en este proceso. Los primeros centros de formación requerían
de un certificado emitido por algún hombre probo, reconocido socialmente, que
diera cuenta de las condiciones morales, de honorabilidad y conducta de las
postulantes a ingresar a los centros de estudio. Si bien a los cursos de Visitadora
de Higiene sólo se aceptaba la inscripción de mujeres, de hecho en las escuelas
(que no figuraba esta restricción) la nómina de varones era notoriamente escasa
respecto de la de mujeres. La profesión, desde los mismos precursores, era
identificada con ciertas cualidades femeninas, lo que repercutía en el ejercicio
profesional dentro de las instituciones: las cualidades de las mujeres, su saber-
hacer, eran subevaluadas respecto de los hombres en las calificaciones
profesionales.

Así, por ejemplo, el médico varón tenía un “par de ojos femeninos” para
entrar en la casa de los asistidos siguiendo las reglas de procedimiento-
tratamiento, lo que contribuía a reforzar el carácter de segundo orden de la
profesión respecto de otras, pero ya no en el espacio académico sino en el
laboral. Por lo tanto, la construcción social de la calificación estuvo atravesada por
la fragmentación sexuada del mercado de trabajo, la cual comenzó a
estructurarse en el propio sistema de formación, y ese reconocimiento

156
institucional de las identidades femeninas y masculinas orientó la búsqueda e
inserción laboral hacia empleos sexuados.

Dentro de los espacios laborales fue donde se puso en juego la


calificación, la cual no era sólo saberes sino, poder de negociación. De este
modo, el campo profesional se estructuró en torno a la mujer y a las cualidades
adjudicadas socialmente (a partir de los antecedentes de trabajo desarrollado por
ellas en tareas caritativas y filantrópicas), lo que reforzó esta particular expresión
de la división sexual del trabajo. Muchas de las primeras profesionales no
percibieron salario alguno, a pesar de su vinculación con las instituciones a través
de un empleo formal. En este sentido si bien era un trabajo socialmente
necesario, en determinados períodos presupuestarios no era económicamente
rentable para los empleadores reconocer a las mujeres con una calificación que
fuera retraducida en un salario concreto. Lo que también impactó en la
variabilidad en las posiciones adjudicadas dentro de las jerarquías institucionales,
teniendo como rasgo central la dependencia respecto de otras profesiones,
ajustándose el rol profesional a los requerimientos de la normativa institucional 138 .

Siguiendo a Rozemblatt, podemos sostener que la jerarquía profesional y


salarial del Trabajo Social se construyó a partir de la puesta en juego con otras
calificaciones profesionales en un contexto social más amplio, y en este sentido,
cita a Naville (1956) cuando éste afirma que:

“la forma de la sociedad impone su marca, desde el punto de vista de las


modalidades de la producción y de la constitución política, a una
calificación de los trabajos, cuyos criterios en la conciencia social son más
morales y políticos que técnicos. La jerarquía de la calificación del trabajo
está siempre mezclada con una jerarquía social de las funciones” 139 .

138
Del trabajo en el Archivo General de Nación se obtuvieron datos sobre la distribución de
partidas presupuestarias para los siguientes centros de salud (1940-1943): Hospital Nacional de
Alienadas, Item III Personal de Servicio, Visitadora de Higiene $ 160; Maternidad “Ramón Sardá”,
Visitadoras de Higiene (2), $ 200 para cada una; Instituto de la Maternidad, Personal
Administrativo y Técnico-profesional, Asistentes Sociales (2), $ 250 para cada una. En estos
documentos se remarcó que frente a la contingencia vinculada a la obtención de insumos, las
partidas de dinero para cubrir gastos de personal podrían sufrir modificaciones, siendo el sector de
servicios sociales el que podría encontrarse más afectado. Para los médicos se estimaba en
promedio una cifra no inferior a los $600, existiendo diferencias entre las especialidades.
139
Naville, P. (1956), Essai sur la qualification, Recherche de Sociologie du Travail, Marcel
Rivière et Cie, París, citado en Rozemblatt P. (1999), El cuestionamiento del trabajo.
Clasificaciones, jerarquía, poder, pp. 3.

157
al ejercicio profesional del Trabajo Social en sus orígenes. Sin embargo, esta
debe ser reducido a un simple reflejo de la división social y técnica del trabajo,
sino que debe superar el plano de la singularidad referida en lo cotidiano a las
comparaciones naturalizadas de las calificaciones; por ejemplo, la discusión en
torno a las profesiones dedicadas a “pensar” y las otras referidas al “hacer”,
indicando una subsidiariedad de las segundas respecto de las primeras, tal el
caso del Trabajo Social respecto de la Medicina o la Abogacía.

De este modo, no perdemos de vista las múltiples determinaciones que se


estructuran a partir de la legalidad que asume la dirección social como producto
de la contradicción y conflicto de intereses expresados por las clases. Y este
proceso de construcción de la calificación implica su renovación a través de las
luchas al interior del campo profesional y respecto a la vinculación con el mercado
de trabajo más amplio. Así, es posible comprender negociaciones en torno a la
inserción laboral, recorridos de promoción, reconocimientos de títulos y revisión
de los planes de formación.

158

Вам также может понравиться