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Resumen
Abstract
The mission of education is to promote intercultural dialogue in building shared knowledge and
embedded in values and attitudes, a sense of belonging and membership, ensuring
development of the individual and society. This task requires the improvement of both the initial
and continuing training, through articulating and inclusive policies. The intercultural educational
practice, management also requires metacognitive theoretical and practical rationality and the
changing attitude of the actors involved in the educational process, taking into account the deep
self of the person and its three dimensions educable: Being a person, Be Social and Cultural
Ser.
Introducción
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nuestro Yo profundo 1, como un estado esencial de la conciencia para captar la vida desde
dentro, a fin de actuar con responsabilidad y sabiduría en la tarea educativa, en esta época de
crucial deshumanización a causa de los efectos nocivos de la globalización, el subdesarrollo, y
los elevados índices de inequidad y de exclusión.
Aspirar un cambio de actitud requiere una seria reflexión sobre la necesidad de abandonar
nuestro Yo empírico, superficial, aletargado, materializado y re-descubrir nuestro Yo
profundo, para relativizar nuestras posiciones altamente restrictivas y cerradas que obnubilan
la racionalidad y la creatividad. Esto obliga a sustituir, o cuando menos establecer un diálogo
entre los enfoques unívocos y lineales con los enfoques multifactoriales o de perspectiva
múltiple. La complejidad exige que el paradigma de la simplificación deba dar paso al
paradigma de, la comprensión o interpretación (Edgar Morin, 1999). Comprender un fenómeno
exige abordarlo como un todo, pero sin descuidar sus partes o componentes. Analizar las
relaciones sistémicas que existen entre sus componentes e interpretar sus comportamientos.
La verdad, por tanto, no es única sino múltiple (Mario Bunge, 2004).
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El Yo como centro esencial de la conciencia ha sido abordado principalmente por la filosofía y la psicología. José Ferrater Mora
(1981, p. 3519), expresa lo siguiente: En filosofía “yo” ha sido usado con el artículo “el” en “el yo”, o “el Yo”. En este caso “yo”, o,
como se escribe más comúnmente, el “Yo”, suele designar una realidad o una forma de realidad, equivalente a la persona, a la
conciencia o a la identidad personal.“El Yo” se ha entendido frecuentemente en sentido psicológico como designando aquello que
subyace en sus manifestaciones, esto es, a cualquier acto mental, o serie de actos mentales: El Yo es entendido entonces como
una sustancia que permanece, es decir, que sigue siendo idéntica, debajo de todos sus posibles actos. Algunos autores han puesto
en duda que haya algo que pueda llamarse “el Yo” sencillamente porque no hay nada que pueda llamarse “una substancia”. El Yo
es entonces el nombre que se da al conjunto de los actos mentales. Henri Bergson presenta al Yo-conciencia como una unidad de
diferentes niveles de concentración y profundidad; en esta perspectiva distingue un Yo superficial y un Yo profundo. (“Los datos
inmediatos de la conciencia”, Tesis Doctoral, París, 1888). Se emplea el constructo filosófico Yo profundo,, para definir un estado
esencial de la conciencia que permite al individuo la capacidad de contemplar, reflexionar, discernir, comprender y atender los
contenidos mentales en su integralidad. El Yo profundo guarda estrecha relación con la autoconciencia, definida como “la
capacidad de desdoblamiento de la conciencia de tal manera que es capaz de atender a los contenidos. La atención controlada y la
introspección son los mecanismos que lo definen y ha sido llamada indistintamente reflexión, autoconciencia o visión interior”
(Ramón de la Fuente y Fco. Javier Álvarez Leefmans, 1999).
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La praxis pedagógica intercultural 2, es producto de la praxis social recursiva, donde las
visiones multilineales predominan sobre la unilinealidad. Estas visiones se enmarcan en el
paradigma de la complejidad, el holismo y el sistemismo, en la perspectiva del desarrollo
humano. Esta mirada multidimensional, coadyuva a la comprensión de la esencialidad de las
culturas3. Entender por ejemplo, que existen culturas dominantes y dominadas, que necesitan
superar sus resentimientos históricos y dialogar para fortalecer sus prácticas de convivencia.
Fomentar el diálogo intercultural para afrontar los desafíos de la globalización trabajando en
red para garantizar su sobrevivencia y desarrollo.
La pedagogía intercultural exige una teórica y una praxis reflexiva y dialéctica, a partir del re-
descubrimiento y manejo consciente de nuestro Yo profundo. Cada maestro y cada alumno
es poseedor de un yo esencial, profundamente consciente, racional, analítico, creativo,
sensible, emocional y amatorio. El desafío es descubrir la esencialidad de nuestro Yo
profundo, como núcleo de nuestra persona, con toda su potencia consciente, creadora y
comunicativa para poner en práctica el principio de la alteridad, propuesto por Emmanuel
Lévinas, a través del diálogo tolerante, convocante e integrador. Sólo así se podrá vencer al
temor y será más cierto nuestro encuentro con el “otro” para construir una cultura de
convivencia y armonía con sentido de pertenencia y de pertinencia.
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Jesús Mosterín (1999), expresa: “La cultura es la información que se transmite por métodos no genéticos, es decir, la
información que se transmite entre animales por aprendizaje social”. Según este notable filósofo español, hay cosas que
sabemos hacer porque hemos recibido la correspondiente información genética, como por ejemplo, hablar, reproducir, etc. En
cambio hay otras cosas que se aprenden por interacción social, sin mediación de la información genética: “Cuando oímos a otro,
cuando imitamos a otro, cuando vamos a clase a la universidad, o simplemente nos ponemos junto a una persona que está
realizando una cierta tarea y miramos cómo esa persona la realiza y tratamos de realizarla de una manera parecida, como
hacían los aprendices de los oficios antes, esto es lo que conduce a la cultura. La cultura es esta información que no solamente
no es genética, que no solamente es inicialmente adquirida por ciertos individuos, sino que esos individuos no se la guardan, sino
que la transmiten. Si hay algo que yo descubro por mí mismo y no se lo cuento a nadie y esa información se muere conmigo, eso
no forma parte de la cultura. Lo que forma parte de la cultura es lo que se transmite por aprendizaje social, es decir, lo que se
aprende de otros”
3
Nuestro país que se caracteriza por su complejidad y biodiversidad (28, de 32 climas del mundo, 11 de 18 ecoregiones del
mundo, 72 grupos humanos con cultura y tecnología propias y con marcadas diferencias étnicas, sociales y culturales.
3
Se trata de salvarnos a nosotros mismos por la acción reflexiva de la racionalidad y por la
fuerza de la utopía para movilizar nuestro Yo profundo hacia la construcción de una
pedagogía intercultural innovadora, atendiendo y comprendiendo la unidad en la diversidad.
Por eso es indispensable entender también a la interculturalidad sensu strictu, como la
diversidad o heterogeneidad de cosmovisiones o idiosincracia de los alumnos. Cada estudiante
posee un peculiar comportamiento idiosincrático.
El docente debe ser consciente que es un mediador de la cultura que se trasmite a través del
currículo determinado por el sistema educativo. Debe estar atento, merced a su pensamiento
crítico, para diversificarlo y adaptarlo a las necesidades educativas de los educandos. Debe
entender que el contenido curricular es una porción cultural que se debe adaptar a las
necesidades de los alumnos para que puedan desarrollar sus capacidades y actitudes con
plena autonomía y libertad. La pedagogía intercultural exige emplear la fuerza de la afectividad
y el pensamiento sistémico para transversalizar y articular los métodos didácticos y lograr la
comunicación empática, considerando la heterogeneidad de los educandos, sus estilos y ritmos
de aprendizaje. El propósito es desarrollar capacidades, redes de conocimientos, socializados
y pertinentes, orientados a la solución de problemas intelectivos o prácticos. Por otra parte, la
práctica pedagógica intercultural es de carácter dialéctico y en círculos concéntricos. Parte del
localismo para articularse con el universalismo, sin caer en chauvinismos fundamentalistas o
nacionalismos ilusorios.
La pedagogía intercultural, debe partir desde las esencias racionales y creativas cimentadas en
el Yo profundo de cada persona y -por extensión- de cada cultura, que deben ser rescatadas
e integradas mediante el lenguaje 4 , el diálogo y el consenso. Para ello, proponemos lo
siguiente:
La escuela debe ser el centro de esta reflexión profunda y permanente a través del diseño
de sus procesos transcurriculares o transversales, cuya plasmación debe orientarse hacia
la valoración y transvaloración del mundo axiológico que se cultiva en cada comunidad,
donde el diálogo es un espontáneo fluir de la afectividad, no para argumentar ni persuadir
manipulatoriamente, sino más bien para integrar, sensibilizar y socializar.
4
Sergio Moriello (2005), aclara lo siguiente: El lenguaje incumbe –ante todo– a las relaciones entre las cosas y los conceptos.
Cada palabra no sólo transforma el estado de la red conceptual, sino que contribuye, además, a construir o a remodelar su misma
topología [Lévy, 2000, p. 35]. Su finalidad es permitir la comunicación. Es el medio principal con el que los sistemas intercambian y
comparten información y establecen una comunión de significados. Con él, un grupo de sistemas equivalentes puede definir y
desarrollar planes u organizar actividades complejas. En efecto, a medida que va aumentando el número de individuos y se van
formando grupos sociales, se acentúa la necesidad de comunicación entre sus miembros, no sólo a través de grandes distancias,
sino también a lo largo de extensos períodos de tiempo.
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Ninguna práctica pedagógica intercultural tendrá los logros previstos, si no parte de un
diálogo esencial en el que impere el sentido de pertinencia y de pertenencia cultural.
Conocer el perfil del Ser cultural es imprescindible para instaurar un proceso pedagógico
intercultural, acorde con una autorregulación dialógica profundamente metacognitiva. No
obstante, este conocimiento debe partir desde el autoconocimiento del Ser cultural del
maestro, para determinar el nivel de conectividad cultural entre su Ser Cultural con el
Ser Cultural del educando y aun del padre de familia. Es importante entonces, instaurar
un espacio para reflexionar sobre el rol del Ser del Maestro en relación con la cultura, el
ambiente y la visión prospectiva y circunspectiva de la educación intercultural, signada por
la complejidad (Edgar Morin, 1999) y orientada hacia el paradigma de desarrollo humano.
La precisión semántica del término cultura, teniendo en cuenta la interacción de las tres
dimensiones del Yo profundo (Ser persona, Ser, Social y Ser Cultural), coadyuvará al
fortalecimiento del espíritu de pertenencia y de pertinencia cultural del maestro y del
alumno, así como también de los demás actores involucrados en el proceso educativo.
Por consiguiente, el concepto Pedagogía intercultural debe entenderse como un
proceso y una práctica cultural, interactiva, dialógica y reflexiva, asumida por el docente y
el alumno, para la construcción de saberes compartidos e integrados con valores y
actitudes. Todos los conceptos, saberes y prácticas educativas asumidos en un currículo
intercultural deben ser herramientas dialógicas para la construcción de un genuino
discurso educativo intercultural que fortalezca la alteridad y las vías de acceso al
desarrollo humano local, regional y nacional.
La práctica pedagógica intercultural debe ser resignificada y desarrollada con gran fuerza
metacognitiva, en el marco de la racionalidad teórico-práctica, para garantizar la
socialización y el empoderamiento de los conceptos en virtud del perfil que se pretende
lograr. Que estos saberes, actitudes y valores se incorporen en el Yo profundo de cada
educando.
Los currículos con visión intercultural, deben brindar importancia a la transversalidad. Más
allá de la acostumbrada convencionalidad circunscrita a los temas transversales, la
transversalidad es el tejido dinámico y dialéctico, integrador de los contenidos, valores y
actitudes que orientan el sentido teleológico de la educación hacia el desarrollo humano
sostenible. El currículo inscrito en el enfoque humanista debe priorizar sus mayores
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esfuerzos en formar ciudadanos interculturales con probada calidad humana. Ciudadanos
educados, con actitud emprendedora, productiva y saludable. Así, la transversalidad se
convierte en un gran río de contenidos, capacidades y valores (competencias) que
denotan una gran fuerza actitudinal para arribar al desarrollo humano sostenible. En
consecuencia, es necesario definir las grandes vías o ejes transversales de la educación
como herramienta facilitadora de cultura sostenible: En virtud del Proyecto Educativo de
la región Cajamarca-Perú, los ejes propuestos para nuestra región, son: 05: 1) cultura
productiva (en y para la economía solidaria), 2) cultura en salud (calidad de vida y del
ambiente), 3) cultura en valores y en la ética (calidad humana y social), 4) Cultura en
investigación e innovación (calidad educativa y desarrollo social), s) educación intercultural
(convivencia ciudadana, inclusión y ruralidad). Cada uno de estos ejes debe articularse,
bajo un proceso metacognitivo (aprender a meta-pensar) con los principios rectores que
constituyen el soporte del cambio de actitud: aprendiendo a pensar, a vivir, a ser, a
conocer y a convivir.
El perfil del maestro debe ser re-pensado para su desempeño exitoso en el escenario de la
interculturalidad, El Yo profundo, conector e impulsor de las tres dimensiones del ser humano
(ser persona, ser ciudadano y ser profesional), es el eje transversal e irradiante del currículo
de formación docente. En estas dimensiones se definen los contenidos, capacidades, valores y
actitudes que debe aprehender el docente en su proceso de formación inicial y continúa.
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orienta su mirada conectiva al grupo social circundante y a la biodiversidad del mundo
natural y comprende que es necesaria su preservación para garantizar su existencia.
Ser Social significa la transvasación y subsunción del Ser humano en el Yo profundo
del colectivo social y su correlato, en el corazón de la naturaleza viva. Si se debilita o se
pierde la conectividad, muere el hombre, muere el colectivo social y aun la naturaleza
mueren. Por esta razón, el Ser Social debe buscar el diálogo y equilibrio entre el
antropocentrismo y el biocentrismo.
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Por otra parte, debe asumir en su práctica pedagógica la racionalidad teórico - práctica
para fomentar el principio de la alteridad mediada por el diálogo y el consenso; así podrá
interrelacionarse con las microculturas (familias) que se presentan al interior de la
comunidad donde la escuela debe desempeñar un rol fundamental para la práctica
educativa y la convivencia intercultural. Mucho dependerá de la práctica discursiva del
docente en base al desarrollo de su potencial comunicativo, profundamente afectivo.
Conclusiones
1. El desarrollo integral, espiritual del ser humano exige un cambio de actitud orientado
hacia ese fin, para cuyo efecto es preciso abandonar el Yo empírico, superficial,
aletargado, materializado y encontrar la esencialidad del Yo profundo, como un
estado esencial de la conciencia para captar la vida desde adentro, y utilizarlo como
herramienta clave, a fin de superar las posiciones dogmático-restrictivas que
obnubilan la racionalidad y creatividad, y así poder actuar con responsabilidad y
sabiduría en la tarea educativa.
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