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Populismo punitivo y feminicidio

Carlos Quiroga
Para responder a la primera pregunta, conviene revisar rápidamente la definición de
populismo punitivo. La expresión ‘populismo punitivo’ refiere a cierto tipo de política
criminal, la cual está fundamentada en 3 proposiciones fundamentales: 1) mayores penas
pueden reducir el delito, 2) el aumento de las penas puede reforzar el consenso moral que
hay en la sociedad y 3) hay unos intereses políticos en la promoción del aumento de las
penas (Cadavid, 2010; Martínez, 2008; Muñoz, 2009). De acuerdo a Mauricio Martínez
(2008), el populismo punitivo es un modo de hacer política criminal desde la perspectiva de
las víctimas, entendiendo a las víctimas como la mayoría. En ese orden de ideas, todo aquel
que no se encuentre dentro de la mayoría es considerado como un caso anormal, son
“monstruos construidos socialmente como la fuente de todos los males y por eso las
tendencias punitivas son también mayoritarias” (Martínez, 2008, p. 189).
Debido a la percepción que tiene la mayoría de quien no es víctima, el populismo punitivo
promueve varias medidas en relación a la política criminal. En primer lugar, aumentar las
penas de los delitos, o, mejor, de los mismos supuestos de hecho (Muñoz, 2010). En
segundo lugar, aumentar al campo referencial de los delitos; es decir, aumentar el espectro
de supuestos de hecho a los que se aplica un delito (ibid.). En tercer lugar, tipificar nuevos
delitos.
En la ley 1761 de 2015 se tipifica el delito de feminicidio, el cual reza de la siguiente
manera:
Quien causare la muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o por motivos
de su identidad de género o en donde haya concurrido o antecedido cualquiera de
las siguientes circunstancias, incurrirá en prisión de doscientos cincuenta (250)
meses a quinientos (500) meses.
Lo más parecido al feminicidio antes de su tipificación es la ley 1257 del 2008, la cual tiene
como uno de sus objetivos reformar el código penal en virtud de la sensibilización,
prevención y sanción de la violencia contra las mujeres. Así pues, se dictan agravantes
sobre delitos cometidos contra las mujeres por el hecho de ser mujeres. Sin embargo, los
supuestos de hecho que entran en la modalidad de feminicidio son más que aquellos que se
juzgarían antes como homicidio agravado.
Así pues, a una primera vista, la ley 1761 tiene varios de los rasgos con los cuales son
caracterizadas las medidas populistas en materia penal. En primer lugar, esta ley tipifica un
delito. De esta manera, muchos supuestos de hecho son juzgados de manera más severa que
antes, pues se agrega el feminicidio como un delito que debe recibir una pena de entre 250
a 500 meses, con varias causales de feminicidio agravado. Es decir, muchos supuestos de
hecho que anteriormente se juzgarían de manera menos severa, ahora entran en la esfera del
feminicidio. En segundo lugar, si se hace hincapié en los motivos por los cuales se genera
la medida de la ley 1761, se descubrirá que esta medida responde a un consenso moral
esparcido en la sociedad. Basta con observar la reacción social que generaron los atroces
hechos ocurridos a Maria Elvira Cely en el 2012. Sin embargo, también hay una gran
cantidad de movimientos activistas y teóricos –en su mayoría no jurídicos, sino
sociológicos, antropológicos, etc- que apoyan la categoría del feminicidio antes y después
de la ley 1761 (Vargas, 2007; Lagarde, 2006; Alarcón, 2017). Por otro lado, si bien es claro
el consenso moral, social, activista y teórico que hay a favor del feminicidio como tipo
penal, también es necesario señalar que la promoción de la tipificación del delito y las
campañas en contra de los feminicidios también tienen incidencias políticas. Por estas
razones, la ley 1761 sí se puede considerar como un caso de populismo punitivo.
La segunda pregunta indaga sobre la necesidad de la tipificación del feminicidio. Para
abordar esta pregunta, me gustaría exponer ciertos elementos teóricos y, a partir de ahí,
revisar si estos se aplican al caso en cuestión. De acuerdo a Muñoz (2010), el objetivo de la
política criminal es reducir y prevenir los delitos. Por otro lado, Mauricio Martínez (2008)
señala que, de acuerdo al constitucionalismo, las medidas penales no deben responder
necesariamente al poder del pueblo, como si de un dios se tratase, sino que deben responder
a unos principios constitucionales que son, incluso, anteriores a la voluntad del pueblo. En
ese orden de ideas, el control constitucional de las leyes no debe responder necesariamente
al clamor de las personas –la vox populi- sino que deben adecuarse a principios
constitucionales. Así, los derechos, valores y principios constitucionales son el límite de la
democracia: la democracia va hasta donde están los derechos y principios anteriores a esta.
Es claro que la tipificación del feminicidio responde a la voluntad popular, pero
¿promueven los principios y derechos constitucionales? A simple vista, parece que la
tipificación del feminicidio responde a valores constitucionales, pues defiende formalmente
los derechos de las mujeres. Sin embargo, en términos materiales lo anterior no está
pasando. En otras palabras, no se está cumpliendo la principal máxima de una política
criminal, esto es, la prevención y disminución de los delitos. Dado que la tipificación del
feminicidio se establece principalmente en respuesta a un consenso moral y no en virtud de
la prevención, la tasa de supuestos de hecho que han entrado dentro de la tipología han
aumentado considerablemente: hasta un 22% entre el 2016 y el 2017 (Públimetro, 2017).
Por otro lado, de acuerdo a la Defensoría del Pueblo, la tasa de impunidad es superior al
90%. Así pues, la tipificación del feminicidio no está logrando realmente defender los
derechos de las mujeres.
Tomando en cuenta lo que ocurre materialmente, es posible arriesgar una posible hipótesis
en relación al razonamiento práctico de quienes cometen este tipo de delitos. En primer
lugar, quien comete estos delitos puede pensar que el sistema policial en Colombia es tan
deficiente que si se cometiere un delito, muy probablemente no se lo juzgaría, pues la
policía no llegaría a llevarlo ante un juez. Pero, si por alguna razón, llegase a ser llevada
ante un juez, la persona podría juzgar que el sistema judicial en Colombia es tan deficiente
que probablemente no llegaría a ser condenado. Este razonamiento práctico se sigue de la
percepción social acerca del sistema policial y judicial en Colombia, a saber, la percepción
del gran porcentaje de delitos impunes y del gran aumento de los delitos.
Por otro lado, la política criminal debe llegar a unas conclusiones que afirmen
razonablemente la necesidad de restringir los derechos a los delincuentes para poder
cumplir un fin social, el cual debe ser la disminución o prevención de los delitos (Muñoz,
2010). Así, se restringen los derechos de libertad de locomoción y los derechos políticos, si
con ello se logra ese fin social. Sin embargo, si esos objetivos sociales no son logrados, en
vano se están restringiendo los derechos de las personas. Así pues, la tipificación del
feminicidio vulnera los derechos de los condenados, pero no logra sus fines sociales. Así
pues, esta tipificación, por responder a un consenso popular, está dejando de lado principios
constitucionales; es decir, se vulnera la máxima del constitucionalismo que afirma que el
límite de la democracia son los derechos y principios constitucionales. Por esta razón y las
anteriores, se puede concluir que la tipificación del feminicidio no es necesaria.
Como se señaló, el razonamiento práctico de quienes cometen violencia contra mujeres
puede apelar a creencias acerca de la deficiencia del sistema policial y judicial colombiano.
En ese orden de ideas, una primera medida para disminuir la violencia de género no
consiste necesariamente en la tipificación del feminicidio, sino en la reestructuración
eficiente del sistema policial y del sistema jurídico.
En segundo lugar, la política criminal debe responder a principios y valores
constitucionales como algo superior al consenso popular. En ese orden de ideas, cualquier
política criminal debe tener en cuenta la defensa de los derechos de todas las personas,
tanto de quienes cometen los delitos como de quienes son víctimas. Así pues, una
reestructuración del sistema policial y judicial puede llevar, inicialmente, a que muchas de
las personas que cometen delitos sí sean condenadas, aumentando así la cantidad de
personas en las cárceles. Ahora bien, dado que la política criminal debe tener en cuenta los
derechos de los delincuentes como los de las víctimas, es necesario reestructurar el sistema
carcelario, de modo que no se pongan en riesgo los derechos de unas personas.
En último lugar, si bien esto no se trató en el trabajo, la violencia de género se debe a
ciertas creencias arraigadas en la sociedad, las cuales son reproducidas por mujeres y
hombres. Para disminuir la violencia de género se requiere, por tanto, atacar directamente
esas causas por medio de un cambio en la educación de las personas y de aquello que causa
estas creencias: los medios de información. Sin embargo, el debate en este punto es
demasiado amplio, pues hay muchos derechos que se deben ponderar, como el derecho a la
libre expresión.
Referencias
Vargas, E. (2007). Feminicidio: mujeres que mueren por violencia intrafamiliar en
Colombia: estudio de casos en cinco ciudades de país. Bogotá: Profamilia Social.
Lagarde, M. (2006). Del femicidio al feminicidio. En Desde el jardín de Freud – Revista de
psicoanálisis (6), pp. 216-225
Alarcón, J. (2017). Feminicidio en Colombia: elementos para entender el mantenimiento de
su práctica social. En Nuevos paradigmas de las ciencias sociales latinoamericanas
3(16), pp. 159-174
Publimetro. (2017). Feminicidios en Colombia aumetaron 22% en el último año.
Consultado en https://www.publimetro.co
Cadavid, N. (2010). Populismo punitivo en Colombia: una aproximación a la política
legislativa de las recientes reformas de los delitos sexuales. En Cuadernos de
investigación Universidad EAFIT.
Muñoz, J. (2009). Populismo punitivo y “una verdad” construida. En Nuevo Foro Penal
(72), p. 13-42
Martínez, M. (2008). Populismo punitivo, mayorías y víctimas. En Nomos – Universidad
de Viña del Mar (2), pp. 183-199

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