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de la romanización, y tanto el capítulo sobre la conquista romana coma

los últimos sobre la vida en la españa romana y el análisis de la crisis


del Imperio y de sus consecuencias en la península, nos muestran una
panorámica honesta de lo acontecido, buscando las raíces de los acon-
tecimientos en datos significativos y categóricos, sin caer en el tópico
anecdótico, tan frecuente en obras de esta índole.
Un epílogo en el que se rinde homenaje a la literatura hispano-
latina como hecho diferencial y en el que se nos proporcionan valiosos
datos sobre psicología social, así como sobre el influjo de lo hispánico,
cierra este libro admirable, que, según costumbre de la colección a la
que pertenece, se completa con gran cantidad de ilustraciones, en este
caso seleccionadas y clasificadas por Pedro Batlle Huguet y Julio Caro
Baroja.—JAIME FERRÁN.

" E L COLOSO DE MARUSI", DE H E N R Y MILLER

Henry Miller, americano, es uno de los últimos, más importantes


y menos- leídos —en España se entiende—, componentes de la bien lla-
mada por Gertrude Stein "generación perdida". Miller nació en 1891,.
y su obra empezó a atraer la atención de los lectores europeos después
de la segunda guerra mundial, con libros de indudable escándalo, coma
Trópico de Cáncer (1934) y Trópico de Capricornio (1938), editados
en París y prohibidos ambos en Inglaterra y Estados Unidos.
Al igual que la mayoría de los miembros de su generación, Miller
representa, en términos generales, una total desilusión —en su caso ésta,
adopta caracteres fanáticos— respecto de la civilización moderna, que
expresado en riguroso y estricto tono formal equivale al abandono de
concepciones pragmáticas y melioristas por otras de clara índole meta-
física.
Pruebas del furioso anhelo "anticivilizador" de Miller, en el sen-
tido menos peyorativo de esta palabra, se encuentra en su cuento "El
taller de sastre" y en "La pesadilla aireaconcionada", que son gritos
de amargura ante la inutilidad de las actividades del hombre moderno.
No por ello debe pensarse que se trata de un autor decadente, derro-
tista, conservador o algo por el estilo. Todo lo contrario. Tan decidida
actitud presupone en Miller otra como contrapartida de valores en
perspectiva, otro programa filosófico que oponer —regenerativo, pro-
gresista— a la náusa que, sin ir muy lejos, le produce su propio país.
Efectivamente, en El coloso de Marusi (1), aun tratándose de uno
de sus primeros libros (1941), pero maduro, hecho —y que ahora Bi

(1) HENRY M I L L E R : El coloso de Marusi. Biblioteca Breve. Editorial Seix


Barrai. Barcelona, 1957. 317 págs.

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blioteca Breve pone al alcance del lector español, gesto valioso, ya que
puede afirmarse sin temor a errores que es la primera obra de tan
importante escritor publicada en España—, expone Miller emociona-
•clámente la tesis entera de su producción literaria; esto es, acendrada
fe en la plenitud y riqueza de la vida natural, sencilla; desarrollando
asimismo una de sus usuales, sinceras, esperanzadas y cósmicas dia-
tribas contra la estéril mecanización moderna, muy particularmente
contra los Estados Unidos, su país, y Nueva York, su ciudad natal, la
"urbe más poblada y vacía del mundo", sentimientos aflorados y rati-
ficados con motivo de su viaje a Grecia, efectuado poco antes de que
estallara la segunda conflagración. En El coloso de Marusi se re-
fieren, pues, las experiencias de un largo viaje a través de Corfú,
Kalami, Atenas, Corinto, Micenas, el Peloponeso, Creta, etc., y es
libro dotado de un encanto raro y difícil de aprehender.
Tipos, ambientes, anécdotas y, sobre todo, una esencia final que no
cabe en esta enumeración y una buena serie de consideraciones filo-
sóficas sumamente vitales. Puede pensarse que dicho calificativo es el
que mejor cuadra a Miller. Vitalidad y todas sus consecuencias: emo-,
cionalismo, pasión, obcecación también y extremismo. El mejor Miller
está, desde luego, en las divagaciones y fantasías que leves experimen-
taciones reales inspiran a su duro verbo poético. La paz y dulzura de
Epidauro, por ejemplo, conducen a Miller a un revolucionador ensa-
yo sobre la urgente necesidad que el mundo actual experimenta de ra-
dicales cambios en su estructura social y en todas las conciencias, cam-
bio encaminado naturalmente al hallazgo de la felicidad, de la humana
dicha y de la paz eterna. Y por la forma en que plantea tales concep-
ciones resultan hermosas su ambición, su queja, su horror de la civili-
zación malhadada, que no logra nunca la paz ni consigue ahuyentar
el dolor.
Leyendas, poemas heráldicos, mitos palpitantes} siempre cantando
la sencillez, la pobreza, el aire de eternidad, Miller recorre la Grecia
de hoy con una luz de cultura espiritual y de dolor en sus ojos, odian-
do con fuerza —la que tienen todos sus sentimientos, sean de ira o
amor— otras visiones frías, secas, con que los eruditos pretenden ab-
sorber el pasado, un pasado quizá sólo hecho para el poeta. Sus pala-
bras arrastran por violentas y descaradas : "belleza espantosa", "vio-
lación cósmica". "El inglés en Grecia es un polichinela que causa en-
fado mirar. No vale ni la mugre que se mete entre los dedos del pie
de un pobre griego." Miller ve la salvación del mundo, inminentemente
condenado, en "abandonar, renunciar, rendirse, para que nuestro cora-
zón pueda latir al unísono con el gran corazón del mundo". Al planeta
Saturno lo describe como "una enorme aglomeración de esas flemas

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de apariencia siniestra que se expulsan por la mañana después de ha-
ber fumado la víspera varios paquetes de tabaco refrescante". En con-
traposición a esta actitud belicosa y de repulsión, es muy definidor y
dotado de un efluvio de ternura —dada su combatividad y extraña
vida anterior (fué aprendiz de sastre, cavador, pedigüeño, hambrien-
to)— el hecho de que, mirando la "devastadora belleza de la gran lla-
nura de Tebas", Miller se echara a llorar de repente, como un niño,
y preguntara ingenuo por qué no se lo habían advertido. En las últi-
mas páginas de El coloso de Mariisi se torna profético, proclama el
desinterés y la humildad como única norma de vida posible para él,
que quiere, más que recabar gloría literaria o dinero, servir a sus
semejantes. Cree en el arte y en la religión como medio para hallar la
absoluta perfección en el vivir e impregnarse del mundo, siendo al
final libre, con un sentido superior de la responsabilidad.
La impresión más importante que le produce Grecia es la de ser
un mundo hecho a la medida del hombre. "No habrá esperanza de paz
hasta que el viejo orden no sea destruido. El mundo debe hacerse pe-
queño de nuevo, como lo era el mundo griego/' Siguiendo esta tónica,
enjuicia Miller como de maravillosa impresión del carácter griego la
visión de unas parejas de novios sentados en la oscuridad, hablando
bajo y bebiendo agua. Habla también de la nobleza griega, de la inte-
gridad admirable de la raza: "Cuando el griego se va de un lugar,
deja un vacío. El americano, por ejemplo, deja tras él un montón de
chatarra." Da nombres de poetas griegos inéditos en el resto del mun-
do, y grandes : Sekelianos, Yannoupoulos, suicida por pura embria-
guez de amor. Y hace magistrales retratos de sus buenos amigos grie-
gos que convivieron con él y lo atendieron durante su permanencia,
entre los que destacan Katsimbalis, personaje, por lo visto, fabuloso,
en honor del cual está pensado y titulado el libro; Seferíades, el poeta,
como el hombre que ha logrado atrapar ese espíritu de eternidad que
reina en Grecia por doquier; Antoniou, el marino, a quien compara
con Sherwood Anderson, que, según Miller, es el único escritor de su
tiempo que se ha paseado como un auténtico poeta por sus ciudades ame-
ricanas, etc.
En suma, El coloso de Marusi, editado con la corrección y deli-
cadeza habituales de Biblioteca Breve, constituye una preciada mues-
tra de este audaz, apasionado e íntegro Henry Miller, escritor de los
más locos, sanos y beneficiosos que existen. Y si bien a veces habla
con verdadera desfachatez, piensa siempre en cristiano.
Aboguemos porque Seix y Barrai aporte nuevas muestras de
tan vigente autor al acervo nacional. Tradujo del inglés Gil Novales,

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ostentando la sobrecubierta una fotografía realizada por Y. Hortet.
EDUARDO TIJERAS.

F U E N T E S MÍSTICAS DE LOS CONCEPTOS MORALES


DE OCCIDENTE

He aquí un libro breve y atrayente (i) en más de un sentido. Cons-


tituye una parte de la obra publicada en Nueva York en 1943 y en
Londres en 1944 con el título The Thousand-Year Conspiracy, cuya
primera mitad vio la luz en francés, en 1946, bajo el título L'allemag-
ne Secrete.
¿ Por qué esta fragmentación ? Y ¿ por qué la segunda parte se pu-
blica once años después de la primera versión francesa? La culpa de
todo ello la han tenido, de un lado, los secretos que Winkler descubría
sobre la Alemania nazi ; de otra, los responsables de la publicación de
esta segunda parte han sido los esenios. A primera vista parece impo-
sible que los componentes de tal secta judía hayan intervenido en este
asunto. Y ciertamente ellos vivieron muy ajenos a Winkler y a la edi-
torial francesa que había de publicar este librito.
El caso es que, en 1947, se descubrieron los ya famosos "Manuscri-
tos del Mar Muerto", donde se consignan extremos importantes en
relación con las doctrinas esenias. Como Winkler se ocupaba de ellas
en la segunda parte de su obra, que tenía poco que ver con la primera,,
un editor avisado ha hecho traducir esta porción concisa, ajustada, su-
geridora. Un folleto que está llamado a dar que hablar, sin duda.
Por sucinto que sea, nosotros no podemos dar aquí sino una leve
referencia de su contenido. Para Winkler, es cierta la afirmación de
W. T. Stace, según la cual "las fuerzas que han modelado el Occiden-
te son el cristianismo y la filosofía griega". Ahora bien, en una labor
analítica muy rigurosa, aunque apoyada en escasos documentos, nues-
tro autor descubre, al margen de la filosofía oficial helénica, una cos~
movisión esotérica, cuya moral influía, no obstante, tanto y más que
las doctrinas de los grandes maestros, en la vida de las gentes. Para él,,
las ceremonias de los misterios, sobre todo de los misterios de Eleusis,
con sus grados, su secreto y su criptoética, transmitidos a través de las
generaciones con una pureza superior a la de la tradición filosófica de
carácter público, constituyen un camino cultural, una fuente de patterns
morales, más fecunda que la enseñanza fundada en paradigmas al al-
cance de todos.
Además, los grandes filósofos, como Platón, habían sido iniciados

(1) Paul Winkler : Les sources mystiques des concepts moraux de l'Occident.
Editions de Trévise, Paris, 1957, 89 págs.

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