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blioteca Breve pone al alcance del lector español, gesto valioso, ya que
puede afirmarse sin temor a errores que es la primera obra de tan
importante escritor publicada en España—, expone Miller emociona-
•clámente la tesis entera de su producción literaria; esto es, acendrada
fe en la plenitud y riqueza de la vida natural, sencilla; desarrollando
asimismo una de sus usuales, sinceras, esperanzadas y cósmicas dia-
tribas contra la estéril mecanización moderna, muy particularmente
contra los Estados Unidos, su país, y Nueva York, su ciudad natal, la
"urbe más poblada y vacía del mundo", sentimientos aflorados y rati-
ficados con motivo de su viaje a Grecia, efectuado poco antes de que
estallara la segunda conflagración. En El coloso de Marusi se re-
fieren, pues, las experiencias de un largo viaje a través de Corfú,
Kalami, Atenas, Corinto, Micenas, el Peloponeso, Creta, etc., y es
libro dotado de un encanto raro y difícil de aprehender.
Tipos, ambientes, anécdotas y, sobre todo, una esencia final que no
cabe en esta enumeración y una buena serie de consideraciones filo-
sóficas sumamente vitales. Puede pensarse que dicho calificativo es el
que mejor cuadra a Miller. Vitalidad y todas sus consecuencias: emo-,
cionalismo, pasión, obcecación también y extremismo. El mejor Miller
está, desde luego, en las divagaciones y fantasías que leves experimen-
taciones reales inspiran a su duro verbo poético. La paz y dulzura de
Epidauro, por ejemplo, conducen a Miller a un revolucionador ensa-
yo sobre la urgente necesidad que el mundo actual experimenta de ra-
dicales cambios en su estructura social y en todas las conciencias, cam-
bio encaminado naturalmente al hallazgo de la felicidad, de la humana
dicha y de la paz eterna. Y por la forma en que plantea tales concep-
ciones resultan hermosas su ambición, su queja, su horror de la civili-
zación malhadada, que no logra nunca la paz ni consigue ahuyentar
el dolor.
Leyendas, poemas heráldicos, mitos palpitantes} siempre cantando
la sencillez, la pobreza, el aire de eternidad, Miller recorre la Grecia
de hoy con una luz de cultura espiritual y de dolor en sus ojos, odian-
do con fuerza —la que tienen todos sus sentimientos, sean de ira o
amor— otras visiones frías, secas, con que los eruditos pretenden ab-
sorber el pasado, un pasado quizá sólo hecho para el poeta. Sus pala-
bras arrastran por violentas y descaradas : "belleza espantosa", "vio-
lación cósmica". "El inglés en Grecia es un polichinela que causa en-
fado mirar. No vale ni la mugre que se mete entre los dedos del pie
de un pobre griego." Miller ve la salvación del mundo, inminentemente
condenado, en "abandonar, renunciar, rendirse, para que nuestro cora-
zón pueda latir al unísono con el gran corazón del mundo". Al planeta
Saturno lo describe como "una enorme aglomeración de esas flemas
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de apariencia siniestra que se expulsan por la mañana después de ha-
ber fumado la víspera varios paquetes de tabaco refrescante". En con-
traposición a esta actitud belicosa y de repulsión, es muy definidor y
dotado de un efluvio de ternura —dada su combatividad y extraña
vida anterior (fué aprendiz de sastre, cavador, pedigüeño, hambrien-
to)— el hecho de que, mirando la "devastadora belleza de la gran lla-
nura de Tebas", Miller se echara a llorar de repente, como un niño,
y preguntara ingenuo por qué no se lo habían advertido. En las últi-
mas páginas de El coloso de Mariisi se torna profético, proclama el
desinterés y la humildad como única norma de vida posible para él,
que quiere, más que recabar gloría literaria o dinero, servir a sus
semejantes. Cree en el arte y en la religión como medio para hallar la
absoluta perfección en el vivir e impregnarse del mundo, siendo al
final libre, con un sentido superior de la responsabilidad.
La impresión más importante que le produce Grecia es la de ser
un mundo hecho a la medida del hombre. "No habrá esperanza de paz
hasta que el viejo orden no sea destruido. El mundo debe hacerse pe-
queño de nuevo, como lo era el mundo griego/' Siguiendo esta tónica,
enjuicia Miller como de maravillosa impresión del carácter griego la
visión de unas parejas de novios sentados en la oscuridad, hablando
bajo y bebiendo agua. Habla también de la nobleza griega, de la inte-
gridad admirable de la raza: "Cuando el griego se va de un lugar,
deja un vacío. El americano, por ejemplo, deja tras él un montón de
chatarra." Da nombres de poetas griegos inéditos en el resto del mun-
do, y grandes : Sekelianos, Yannoupoulos, suicida por pura embria-
guez de amor. Y hace magistrales retratos de sus buenos amigos grie-
gos que convivieron con él y lo atendieron durante su permanencia,
entre los que destacan Katsimbalis, personaje, por lo visto, fabuloso,
en honor del cual está pensado y titulado el libro; Seferíades, el poeta,
como el hombre que ha logrado atrapar ese espíritu de eternidad que
reina en Grecia por doquier; Antoniou, el marino, a quien compara
con Sherwood Anderson, que, según Miller, es el único escritor de su
tiempo que se ha paseado como un auténtico poeta por sus ciudades ame-
ricanas, etc.
En suma, El coloso de Marusi, editado con la corrección y deli-
cadeza habituales de Biblioteca Breve, constituye una preciada mues-
tra de este audaz, apasionado e íntegro Henry Miller, escritor de los
más locos, sanos y beneficiosos que existen. Y si bien a veces habla
con verdadera desfachatez, piensa siempre en cristiano.
Aboguemos porque Seix y Barrai aporte nuevas muestras de
tan vigente autor al acervo nacional. Tradujo del inglés Gil Novales,
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ostentando la sobrecubierta una fotografía realizada por Y. Hortet.
EDUARDO TIJERAS.
(1) Paul Winkler : Les sources mystiques des concepts moraux de l'Occident.
Editions de Trévise, Paris, 1957, 89 págs.
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