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Para citar adecuadamente el poems de Gertrude Stein, la presentacién lleva por titulo: “Una rosa es una rosa es una rosa es una rosa”: O sobre el suefio del analista en la clinica de las psicosis. Desde que tuve noticia de la convocatoria a este Coloquio, la experiencia de la que pretendo dar cuenta hoy irrumpid, por asi decir, en mi mente. Creo que uno de los motivos que me llevé a “recoger el guante” y a tratar de conceptualizar esta irrupcidn, fue considerar que se traté de una experiencia clinica mas © menos extraordinaria, dado su contraste con experiencias anteriores y posteriores con el trabajo con suefios, tanto en posicién de analista como en posicién de analizante: condensaciones, desplazamientos, relatos, fragmentaciones, interpretaciones. Si bien habian sido experiencias de gran riqueza, plenas de singularidad ademas; al mismo tiempo, me parecia que se trataba de experiencias clinices bastante habituales para las que, en gran medida, parecia bastar con las orientaciones tedricas y técnicas dadas por Freud pars el trabajo de andlisis de suevios. En algin punto, “nada nuevo bajo el sol”. En lo sucesivo, intentaré dar cuenta de una experiencia onirica que no remite al escenario donde convencionalmente acontece el suefio, esto es, el aparato psiquico del paciente; sino que involucra de manera esencial las producciones psiquicas del analista. Y cuya interpretaci6n, mucho mds que dirigirse a develar el contenido latente de tal o cual fragmento del suefio, apunta al contexto trnsfero-contratransferencial que posibilita un fenémeno de comunicacién de inconsciente a inconsciente. Sé que puedo estar yendo bastante répido, este aspecto del trabajo serd sélo enunciado por ahora, para retomarlo hacia el final de mi intervencién. A fin de localizar esta experiencia, que he calificado como mas o menos extraordinaria, debo hacer referencia al contexto en que acontecid. Contexto que, toda vez que involucra no sélo la subjetividad del paciente sino también la mia propia, me obliga a hacer, junto con una breve historia del tratamiento, una breve resefia autobiografica. Sobre la historia del paciente Para los fines de esta presentacién, llamaré a este paciente Jorge. Comenzamos el trabajo analitico cuando él tenia 36 afios. Fue referido por su psiquiatra, se trataba de un caso de diagnéstico complejo y cuya evolucién avanzaba t6rpidamente. La hipétesis diagndstica principal era una psicosis afectiva, melancdlica. Ahora bien, se trataba de un paciente cuyo hermetismo hacfa particularmente compleja la tarea diagnéstica y terapéutica. En cierto sentido, la derivacién a psicoterapia cumplia la funcién de incorporar un nuevo elemento al plan terapéutico, en el contexto de uns cierta duda o, incluso, desesperanza con el caso. Jorge fue recibido en el Hospital de Dia local. Se trataba de un espacio terapéutico destinado al trabajo con pacientes cuyas problemsticas se inscribian en el amplio campo de las psicosis. Pido disculpas a los oyentes por no detenerme mayormente en los aspectos psicopatolégicos de esta experiencia, pues no es alli donde quiero situar esta reflexidn. La participacién en el Hospital de 1 Dia contemplaba distintas modalidades: desde pacientes que asistian diariamente a diversas actividades terapéuticas grupales e individuales, hasta pacientes que asistian a actividades mas n al hermetismo y a las dificultades de relacién con los otros que Jorge referia, le propusimos un plan terapéutico més bien acotado, que contemplaba una Participacién en tres espacios: psicoterapia individual, terapia ocupacional individual y el club social, espacio en el que participaban pacientes, familiares y miembros de la comunidad, cuyo ‘objetivo era favorecer la perticipacidn en actividades sociales y culturales locales. Como es de esperar, centraré mi texto en algunos aspectos desarrollados en la psicoterapia. Recuerdo vividamente las sesiones con Jorge. Nunca faltaba y siempre llegaba puntualmente. Dado que Jo atendia fuera del horario de actividades del hospital de dis, él llegaba cuando el grupo de pacientes estaba iniciando el regreso a sus casas. Yo me quedaba trabajando con él mientras los otros profesionales del equipo estaban cerrando su jornada laboral, en muchas ocasiones éramos los titimos ocupantes del hospital. Las sesiones con Jorge tenian una regularidad repetitiva que resultaba, por momentos, un tanto agobiante. Entraba 2 la sala, se sentaba en su silla y hacia un breve relato sobre sus actividades de l2 semana, En ese entonces habia vuelto a vivir con sus padres, luego de un periodo de independencia que concluyé abruptamente, con el inicio de su trastorno. Su rutina estaba muy empobrecida, la mayor parte de las veces se trataba de estar en cama viendo televisién, comer, volver a la cama, pensar en suicidarse con un arma de fuego que tenia su padre (nunca lo habia intentado, ni con ese medio ni con otros). Las Uinicas actividades que lo sacaban fuera de esta rutina eran asistir al hospital de dia 0 a los controles con su psiquiatra, que tenian lugar en el hospital general. Luego de este breve relato sobre su vide cotidiana se instalaba un pesado silencio, sélo interrumpido por el constante rechinar de sus dientes. El decia que habia cosas de las que no podia hablar, o bien de las que no podia hablar todavia. A mi me parecia ver a su Propio cuerpo como un campo de batalla, donde se desplegeba una lucha entre hablar / no hablar. La mayor parte de las veces el silencio ganaba la contienda. Muchas veces le decia que en ocasiones resultaba dificil hablar de algunos asuntos, y que lo acompafiaria hasta que para él fuera el tiempo propicio de hacerlo. El manifestaba agradecimiento y decia que, en cualquier caso, preferia estar ahi y no en su cama viendo televisidn. Como decfa, una parte importante de la sesién transcurria en un denso silencio, interrumpido a veces por el rechinar de sus dientes, un cruce de miradas, una tenue sonrisa suya o mia, un breve comentario sobre algtin acontecimiento reciente (relacionado con su tratamiento, o bien con alguna noticia o evento familiar). Muchas veces tuve la sensacién de estar acompafiando a alguien gravemente enfermo, como cuando se esté en el hospital junto a un paciente que lucha por recuperar la conciencia, 0 incluso por sobrevivir, Cuando Ia sesién terminaba, sentfa una mezcla de importante cansancio fisico y mental y, al mismo tiempo, una esperanzada conviccién de que ahi estarfamos la semana siguiente. La situacién analitica se mantuvo asi por algunos meses. Un buen dfa —una buena noche, més bien- tuve un suefio. En él, aparecfan nitidas imagenes de flores muy coloridas: grandes arbustos de rosas rojas, rosadas y amarillas, en un dia soleado. Se trataba de hermosas imagenes que, en el suefio, contemplaba con una tranquila alegria. Del mismo modo stibito en que irrumpieron en mi conciencia, desaparecieron. A la mafiana siguiente, recordé el suefio de las rosas. Para poder dar cuenta de las asociaciones que pude hacer en mi autoandlisis del suefio, asi como del valor que pude dar a este suefio en el marco del tratamiento con Jorge, debo compartirles un breve contexto autobiogréfico. Tenia entonces unos 28 afios y estaba viviendo desde hace 2 en un puerto de Chile, lugar al que me habia trasladado por motives laborales. Si bien me sentia bastante satisfecha del trabajo clinico que estaba realizando, junto un equipo al que me sentia fuertemente ligada; la vida en la provincia se me hacia dificil por momentos, aun siendo provinciana de origen. Muchas précticas y cédigos locales me resultaban aun distantes y ajenos, particularmente la habitual y decepcionante constatacién de que cualquier procedimiento o institucionalidad quedaba relativizada y sujeta a lazos amistosos o familiares, de los que no formaba parte. Otro aspecto, quizés mas banal pero que me resuitaba profundamente dificil, era el clima del puerto: constantemente nublado, con una brisa muy fresca 0 derechamente fria. Extrafiaba el sol, el calor y la luz con toda el alma. En relacién a mi propia actividad onirica, puedo decir que suefio regularmente y que mis suefios suelen estar saturados de palabras (ya sea didlogos entre personajes del suefio, o bien palabras © textos escritos). Aigo que resumiria en una primacia de la palabra por sobre la imagen. En tal sentido, la experiencia de un suefio pleno de nitidas y hermosas imégenes y carente de palabras, me parecia muy discordante con mis claves oniricas habituales. Al intentar algunas asociaciones respecto de este suefio, recordé une calle cercana a mi casa de aquel entonces, por la que solia caminar cuando volvia del trabajo. La calle se llamaba, ni més ni menos, Rosedal. Recordé ademas que habia casas muy bonitas en esa calle, varias tenian Jardines cuidadosamente mantenidos. Una de elas tenia grandes rosales a la entrada, los que solia contemplar cuando estaban florecidos. La caminata por ese lugar, al regreso del trabajo, me resultaba muy grata y aliviadora. ‘Al momento de sofiar el suefio de las rosas, era atin invierno. La primavera parecia todavia muy ejana. Recuerdo haber pensado algo asi como “Bueno, es muy probable que extrafie la primavera, el sol y el color de esas rosas, que alegraban mi regreso a casa”. Sin embargo, también recuerdo haber experimentado una sensacién de ajenidad respecto de este suefio, algo asi como si se tratase de un suefio que no me pertenecia. Por algin tiempo, retiré mi interés del asunto. Volvamos a Jorge. Su tratamiento continuaba en modo de sobrevivencia psiquica, atin en esta batalla entre hablar / no hablar. Hoy me resulta muy dificil precisar con exactitud cuanto tiempo cronolégico transcurrié entre el suefio de las rosas y el acontecimiento que les relataré a continuacién... han pasado unos 12 afios desde aquella experiencia. Aun a riesgo de temporalidades y recuerdos encubridores, diria que la situacién que ahora describiré transcurrié unas dos semanas después del suefio de las rosas. Jorge llegé a su sesién. Silencioso como habitualmente, con sus lentos movimientos y su rechinar de dientes. De pronto, dijo que habia traido algo que queria mostrarme. Lentamente, introdujo su mano en uno de los bolsillos interiores de su chaqueta. Mientras lo hacia, una parte de mi atencién estaba dirigida a aquel elemento sorpresa, hasta cierto punto agradeciendo que surgiera una novedad. Por otra parte, me generaba cierta tensién que la novedad se tratase de un “objeto a ver”, mucho mas que de una palabra a escuchar. Consideré ‘oportuno apaciguar mi impaciencia y aceptar la forma en que Jorge estaba pudiendo traer un contenido nuevo a sesién. Finalmente, extrajo el objeto de su bolsillo: se trataba de una fotografia de una rosa roja, cuyo parecido con las rosas del suefio resulté muy impresionante para mi. Luego de reponerme de esta sorpresa, le pedi que hablara de esa rosa, de los motivos por los que habia decidido llevaria a sesién. Jorge logra hablar como jamés lo habia hecho previamente. Seffala que tomé esa fotografia hace algunos afios, en una época que califica como el tiempo en el que estaba bien. Tomar fotografias era una actividad que disfrutaba mucho, recuerda la tranquilidad que sentia al estar tras la cémara y su particular interés por fotografiar flores. Dice que al ver la fotografia evoca con nostalgia aquel tiempo en que vivia solo y se sentia bien, situacién tan contrastante con su experiencia de aquel entonces. Me indica también que su fotografia era un regalo para mi, en agradecimiento por estar acompafiéndolo durante ese periodo tan dificil de su vida. Si bien podria desarrollar largamente los alcances de este fragmento del tratamiento, para los fines de esta presentacién me interesa subrayar lo siguiente: el suefio del analista surge en un contexto contratransferencial especifico, brindando un espacio que posibilita nuevas variantes de figurabilidad psiquica del sufrimiento del paciente. Para afirmar esto me apoyo en el trabajo de Gaetano Benedetti, notable analista de pacientes psicdticos, quien afirma lo siguiente: “Mi experiencia es que [los suefios del terapeutal sefialan la profundidad de la contratransferencia intervienen en aquelias fases en que terapéuticamente son necesarios. A veces desarrollan Motivos nuevos respecto a los contenidos de la terapia y la enriquecen con principios imprevistos. Otras veces van més alld de lo que podria ser el alcance de la fantasfa en estado de vigilia del terapeuta y, con sus respuestas imprevistas, dan la llave para abrir ciertas influencias, donde todo parece cerrado” (1980, p. 340) Uegado a este punto, huelga decir que estamos en un terreno muy distinto a suponer que lo que estaria en juego en este fragmento es una suerte de “comunicacién telepatica” entre el inconsciente del paciente y el de su analista. Baste con recurrir a Freud (aqui estoy haciendo referencia al texto “Suefio y telepatia”, de 1922) para encontrar materiales que permiten afirmar que aquello que podria ser calificado como “fenémeno telepatico” no es mas que una operacién del inconsciente: es del todo plausible que la formacién del suefio no comience necesariamente con Ia instalacién del estado de dormir. Como indica Freud, los pensamientos oniricos latentes pueden haberse pregarado por todo el dia hasta que, durante Ia noche, pueden engancharse al deseo inconsciente que los refunde en el suefio. Vale decir, de fo que se trataria es de un trabajo de “tasar y colegir inconsciente” durante la vida de vigilia, que se engarza al deseo inconsciente del sofiante ~de la analista sofiante, en la experiencia que nos convoca. De un modo un tanto esquemético, mi autoanilisis del suefio de las rosas me permitio 4 reconocer como propio el anhelo de ver nuevamente luz y coloridas flores en el sombrio invierno de aquel puerto. De un modo mucho més enigmético, inconsciente dirfa Freud, debo haber registrado cierto interés de Jorge por las imagenes y las flores. Es en este contexto trénsfero-contratransferencial que el suefio de las rosas puede figurarse, puede tener lugar y abrir algo, alli donde todo parecia cerrado. \Volvamos a la historia del andlisis. Luego de la apaticién de la fotografia de la rosa roja, que decidi aceptar como regalo y de ahi en mds nos acompafié como un objeto ornamental en mi oficina, algo en Jorge parecié distenderse y, si me permiten la metéfora, vivimos una breve primavera en su tratamiento. Pudo hablar més de si, de las actividades que antafio disfrutaba, de sus intereses. Durante un breve lapso de tiempo, volvid a tomar fotografias de flores. De igual modo, comenzé a hablar més de su familia, de sus padres a lo largo de su historia y de sus padres en la actualidad. Particularmente, de su padre. Su padre era un hombre que profesaba tendencias politicas de extrema derecha. Con bastante frecuencia bebia excesivamente y, estando ebrio, relataba perturbadoras historias en que habria colaborado con agentes de la represién politica en Dictadura, delatando a simpatizantes de izquierda con las “nuevas autoridades”. En el lenguaje coloquia! asociado 2 esos siniestros afios de Ia historia de Chile, su padre habria sido un “sapo”. Cabe sefialar que el puerto en cuestién — al igual que muchas otras localidades de nuestro pais- fue un lugar donde la represién politica y la tortura se vivieron con intensa crudeza, dividiendo fratricidamente a diversas instituciones, grupos y familias. Jorge quedaba perplejo e impotente ante la posibilidad de atribuir (0 no) un valor de verdad histérica a los relatos de su padre: éste nunca hablaba de ellas estando sobrio, constituyendo una suerte de ambiguo y perturbador secreto familiar (secreto a voces, en cualquier caso). Habia momentos en los que pensaba que su padre, por asi decir, fantaseaba y fanfarroneaba con acciones de delacién que nunca habia cometido. Me parecia que la posibilidad de esclarecer este dilema histérico le resultaba aterrorizante. Chocamos contra un escollo: Jorge ya no pudo seguir habiando. Las palabras cesaron y el silencio regresé. Luego de algunas sesiones, Jorge finalmente abandono la psicoterapia. Como parte del encuadre terapéutico del Hospital de Dia, el terapeuta de referencia de cada paciente realizaba algtin contacto en caso de inasistencias no programadas, a través de una llamada telefénica o bien de una visita domiciliaria. Decidi intentar primero con el contacto telefénico. Quien respondié fue el mismo Jorge. En un tono amable pero al mismo tiempo cortante, agradecié Ia llamada y sefialé que no continuaria asistiendo al Hospital de Dia. Aciaré que mantendria su tratamiento farmacologico con el psiquiatra y que, en cuanto fuese capaz de hacerlo, irfa al Hospital a despedirse. No parecia razonable ni respetuoso insistir en que reconsiderare su decision. Le sefialé que alli estaria, para cuando él pudiese ir a despedirse. Luego de algo més de un mes visité brevemente el Hospital, en un horario distinto de aquel en que tenian lugar las sesiones. Pienso que, tal vez, esperaba encontrarme ocupada en otras actividades. Le ofreci una breve conversacién, que él acepté tener. Una vez en mi oficina, sefialé que no le resultaba posible continuar con su psicoterapia. Que ya no podia seguir hablando. Que habia hechos muy oscuros y dolorosos en Ia historia de su familia, que crefa conocer 5 algunos, pero que no queria continuar indagando al respecto. Que amaba a su padre y que no Queria cuestionar lo que su figura representaba para él. Tenia miedo de hablar en ese espacio pues podia poner en riesgo a su padre, “delatarlo”. Prefiere dejar las cosas asi y ahi. Sefiala que, si alguna vez se siente capaz de continuar hablando de estas historias, volveria. Nunca més volvi averlo. Para concluir, quiero retomar la pregunta sobre el trabajo interpretativo 2 realizar con respecto a este tipo de producciones oniricas. Apoyéndome nuevamente en Benedetti: dado que acé estamos frente a una inversion de la situacién cldsica {esto es, es el analista quien suefia y no el paciente}, en nada avanzarfamos si concluyéramos que se trataria de conferir al paciente el rol de reconstruir los pensamientos latentes del analista. Si aceptamos la premisa que el terapeuta puede sofiar para ~o incluso dirla por- su paciente, el valor o utilidad de dicha produccién onirica descansaré, ante todo, en su contenido manifiesto. O, dicho de otro modo, “una rosa es una rosa”, En la psicoterapia de pacientes con psicosis, el fenémeno de comunicacién de inconsciente a inconsciente podré acontecer en un contexto trénsfero-contratransferencial especifico. Comunicacién que Ginette Michaud Ilamé trans-inscripcién, aludiendo al pasaje de significantes del paciente por la actividad mental del analista, @ los fines de posibilitar una inscripcién de fa historia del sujeto en el enunciado temporal En el caso de Jorge, parece que el contenido manifiesto del suefio de la rosa pudo entrar al espacio analitico. Pero, podriamos hablar de una inscripcisn de su historia? Creo que la rosa se cerré antes de llegar a ese punto, inerme ante insalvable escollo de lo que atin no puede ser dicho, Muchas gracias.

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