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EY H. Neuroleptiques et services psychiatriques hospitaliers. Confrontations
psychiat, 1975, 13: 1959 [Neurolépticos y srvicios psiquiátricos hospitalarios]

Dice Ey que los psiquiatras están de acuerdo en que los neurolépticos han influido en
la atmósfera del hospital psiquiátrico y se pregunta respecto al impacto de los
antipsicóticos sobre la organización de los servicios hospitalarios, previamente sobre su
eficacia terapéutica y qué parte les corresponde en la totalidad del tratamiento
(modernización de los servicios, psicoterapia colectiva y socio-institucional).

(A) Introducción histórica.


Recuerda que H. Laborit (1952) buscando sustancias capaces de producir una
‘desconexión’ de los centros nerviosos, de potencializar la acción de los anestésicos y
de reducir los efectos del estrés (shock) entendió que el uso de la primera de estas
sustancias, cloropromazina (CPZ) permitía prever la amplitud de acciones en el uso de
este fármaco (de ahí su nombre de Largactil, Ampliactil), e incluso de indicaciones en
psiquiatría. El uso de estos fármacos en psiquiatría disminuyó la utilización de las
terapéuticas biológicas (insulina, electroconvulsoterapia) y llevó a cabo una revolución
centrífuga del campo hospitalario hacia el campo estrahospitalario.

B) Acción antipsicótica de los neurolépticos.


Desde las primeras observaciones se hizo evidente la acción de la CPZ sobre los
trastornos psicóticos por un efecto esencialmente delirio-alucinolítico. De ahí su
creciente uso en los episodios delirantes y en las formas delirantes crónicas
(paranoides). De 1955 a 1965 se planteó el problema de la realidad de la eficacia de los
neurolépticos sobre la producción psicótica. Efecto objetivo en diferentes grupos
culturales que se estableció como una impresión general con cierta correlación entre el
síndrome neurolépticos y los efectos terapéuticos.
Los neurolépticos actúan en el plano neurobiológico (sobre determinadas áreas
cerebrales, en el metabolismo de neurotrasmisores) pero ¿tienen una acción
antipsicótica real? Se está de acuerdo en que sí, dice Ey, pero no se sabe muy bien en
qué consiste ese efecto. Es que el poder precisar este efecto se complica por la
diversidad de fármacos y porque al no proceder con un análisis estructural de las
diferentes formas de delirio (formas agudas, formas crónicas) solo se considerarn
‘síntomas blanco’ (refiere diversos trabajos de esa época). Ey insiste en que una psicosis
depende de un proceso negativo que desinhibe, y que el efecto de esos fármacos sería el
de inhibir esa desinhibición (Barrés et al), es decir: inhibir el proceso negativo que
desorganiza, que hace perder la normal inhibición integrativa.

C) Neurolépticos y / o psicoterapia.
Ey señala que en psiquiatría cuando aparece un nuevo método terapéutico, es
utilizado para curar pero también para discutir, una vez más, sobre los factores físicos y
psíquicos en la etiología y en el tratamiento de las enfermedades mentales. Y casi
siempre se impone una idea fuerte pero confusa: los métodos biológicos preparan y
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favorecen el acto psicoterapéutico (función ‘bifocal’ de los fármacos). A partir de esa


idea: unos sostienen que los medicamentos operan por sus efectos neurobiológicos
(efecto que es ‘psicoterapéutico’), y otros entienden que su acción está determinada por
la relación psicoterapéutica (el medicamento obra por su causalidad psico-sociogénica).
Algunos piensan que la quimioterapia es condición necesaria y suficiente, otros (la
mayor parte) de que es condición necesaria pero insuficiente, y otros finalmente (los
psicoanalistas más ‘puros’) ‘interpretan’ el efecto farmacológico como ‘simbólico’. Ey
considera largamente este modelo que entiende que el efecto de un fármaco se da en en
el encuentro médico / paciente mediatizado por un sistema simbólico que incluye el
medicamento (con lo cual la acción de los neurolépticos, interpretada como el poder
mágico de las fantasías que representan, se reduce a una relación psicoterapéutica de la
se excluye toda prescripción medicamentosa). Dice Ey que el mito de que hay que
‘desmedicalizar’ a la psiquiatría pasa necesariamente por afirmar el mito farmacológico
(‘los fármacos son solo placebos’).
Lo cual constituye dice Ey, una ‘lógica del absurdo’ que debe ser confrontada
afirmando que los fármacos deben ser prescriptos por su poder antipsicótico (sin dosis
elevadas y continuas) y porque posibilitan la psicoterapia.

D) Neurolépticos y organización psiquiátrica hospitalaria.


En relación con este punto dos imágenes se interfieren: a) los neurolépticos han
bajado los decibeles sonoros de los hospitales psiquiátricos, pero b) en varios servicios
¿no son un ‘chaleco de fuerza’ químico?
En los años 50 se decía que por fin los neurolépticos permitieron el uso del
medicamento por excelencia: el trabajo psicoterapéutico. De hecho, disminuyó la
población hospitalaria (la sedimentación hospitalaria) llevándose a cabo un éxodo de la
población ‘intramuros’ hacia el exterior (las altas de psicóticos graves pasaron del 30 al
67%).
Dice Ey que esa observación generalizada debe ser corregida señalando: 1) que el
número de pacientes hospitalizados (no ‘internados’) se incrementó con formas menos
graves, y b) que las altas aumentaron en la medida que se crearon formas de atención
extra-hospitalaria.
Como ‘alta’ no es sinónimo de ‘curación’ ni tampoco de mejoría sino solo de que
puede ser asistido mejor afuera que adentro, una evaluación terapéutica objetiva debe
ser aquella que aprecie la capacidad del paciente de manejarse a si mismo. Ey concluye
de acuerdo a los pacientes del servicio que ha dirigido por más de 40 años: (a) que la
introducción de los neurolépticos han permitido acelerar la ‘desalienación de los
servicios’ ya iniciada, (b) que en un tercio de psicóticos graves, puede hablar de una
‘curación’.
Ey insiste en que un servicio hospitalario psiquiátrico debe ser terapéutico, con una
estructura física que permita el máximo de libertad posible como para que se organice
un sistema relacional al que cada paciente pueda y deba sentir el deseo de integrarse (no
creando una ‘microsociedad’ lo que sería vivir en un medio artificial y por lo mismo
‘alienado’).
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El efecto ‘sedante’ de los neurolépticos debería ser reservada para las fases agudas y
subagudas de la evolución psicótica. El efecto saludable sobre el proceso psicótico debe
ser completada por las relaciones socio-psicoterapéuticas que transformen los servicios
(es necesario e indispensable lograr una organización disciplinada de los servicios
asistenciales).

E) Neurolépticos y cuidados extra-hospitalarios.


Ey afirma que los alienistas siempre soñaron con poder hacer salir a sus pacientes del
asilo y que hoy los psiquiatras solo piensan en no hacerlos entrar en sus servicios
hospitalarios. Y así se ha establecido una ósmosis entre los espacios intra y
extrahospitalarios (non-restreint, open-door) vinculada al uso de los antipsicóticos
(considera el uso de las formas de acción prolongada, ‘retard’).
En relación a esta ‘apertura’ de los hospitales Ey considera los aspectos económicos
que subtienden esta forma de organización de los servicios y la difusión de las
cuestiones de responsabilidad médica que ha generado.

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