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Este artículo trata sobre la piratería marítima. Para otros usos, véase Piratería
(desambiguación).
Para otros usos de «pirata» o «piratas», véase Pirata (desambiguación).
Bandera Jolly Roger, de Calico Jack,1 tenida como representación clásica y simbólica de la piratería.
Índice
1Etimología
2Historia
o 2.1Antigüedad
2.1.1Grecia y Egipto
2.1.2Roma
o 2.2La Edad Media
2.2.1Piratería en el mar Adriático
2.2.2Los vikingos
2.2.3El Índico medieval
2.2.4El Mediterráneo
2.2.5Los vitalianos
o 2.3Edad Moderna
2.3.1Los corsarios berberiscos
2.3.2Los corsarios cristianos
2.3.3Los franceses descubren el oro de las Indias
2.3.4El corso inglés
2.3.5La piratería en el Caribe español
2.3.6La decadencia de la piratería caribeña
2.3.7Piratería en las Islas Canarias
2.3.8Piratas del pacífico español siglo XVII
o 2.4Edad Contemporánea
2.4.1Siglo XIX: las costas chilenas
2.4.2Siglo XIX: piratería en Estados Unidos
2.4.3Piratería en los siglos XX y XXI
3Homosexualidad en la piratería
4Referencia popular
5Democracia pirata
6Literatura y piratería
7Piratas célebres
o 7.1De ficción
8Véase también
9Referencias
10Bibliografía
11Enlaces externos
Etimología[editar]
El español Amaro Pargo fue uno de los corsarios más famosos de la Edad de oro de la piratería.
Según la Real Academia Española, la voz pirata viene del latín pirāta, que por su parte
procedería del griego πειρατής (peiratés),3 compuesta por πειρα, -ας (peira), que significa
'prueba'; a su vez deriva del verbo πειράω (peiraoo), que significa 'esforzarse', 'tratar de',
'intentar la fortuna en las aventuras'.
Otros autores[¿quién?] abogan porque proviene del griego pyros ('fuego') El fundamento que se
alega es que tras un acto típico de amotinamiento en un barco, para eliminar cualquier tipo de
pruebas y toda posibilidad de buscar culpables finalmente se le prendía fuego, no sabiendo
por tanto quién había muerto en la trifulca y quién no, resultaba prácticamente imposible
encontrar algún culpable si se daba a todos por desaparecidos. Siendo por tanto el
término pirata equivalente a incendiario. En este sentido, el término pirata fue usado con
anterioridad como actos puntuales de amotinados y saqueadores y no sólo referente al mar.
Cuando esto era así aún no existían piratas en el concepto que más tarde se implantó. Como
suele suceder en todas las épocas, una voz aplicada para denominar a un determinado
colectivo, sobre la base de un determinado hecho, se acaba generalizando a un rango mayor
y menos específico y aplicando a todo saqueador en general, y más específicamente a los
saqueadores del mar (toda vez que existían múltiples voces para designar a los «saqueadores
de tierra»), quemara ya, o no, el barco. Cuando más adelante en el tiempo los saqueadores se
organizan surcando el mar y no necesariamente como resultado de un amotinamiento, tienen
la necesidad de reparar su propio barco (dañado por los ataques o por lo embates del mar) y
por supuesto de apropiarse el ajeno. Sin embargo, el barco abandonado en la mayoría de los
casos seguía siendo incendiado.
A partir de entonces la voz ha sufrido muchos cambios, perdiendo la exclusiva como sinónimo
de incendiario. La voz pirata provenía originariamente de la pirotecnia y de los inevitables
accidentes asociados por los artesanos que militar o civilmente ocurrían de cuando en cuando.
No hay que olvidar que la pirotecnia fue introducida en Occidente por los árabes en la forma
de fuegos artificiales y que esto tomaron en parte de Asia y en parte remanente del esplendor
romano. La voz no aparece antes de la invención de la pólvora y es notable que durante los
siglos en que duró la piratería de forma «oficial», los progresos en pirotecnia quedaron
estancados, siendo estos siglos los XVI, XVII, XVIII y mediados del XIX. Lo que se supone es
debido a que los gobiernos monopolizaron la industria de la pólvora.
Al hablar de piratas, resulta más propio desde un punto de vista histórico hablar más
de navíos que de barcos. No obstante, a fecha de hoy usamos ambiguamente barco como
sinónimo de casi cualquier embarcación.
Este término califica a las acciones llevadas a cabo por personas en embarcaciones y, desde
mediados del siglo XX, en aviones, para retener por la fuerza a las tripulaciones y pasajeros,
así como a los propios transportes. Esta definición es dada por organismos como la ONU o
la Real Academia Española.4 Sin embargo, varios autores expertos en piratería, como el
alemán Wolfram Zu Mondfeld, amplían la piratería a aquellos ataques realizados desde el mar
contra buques y posiciones en tierra para robar o conquistar, pero sin hacerlo en nombre de
ningún Estado, al menos oficialmente.
Los términos filibustero y bucanero, más específicos, están relacionados con la piratería en
el mar Caribe.
Historia[editar]
Antigüedad[editar]
Las zonas de mayor actividad de los piratas coincidían con las de mayor tráfico de mercancías
y de personas. Las primeras referencias históricas sobre la piratería datan del siglo V a. C., en
la llamada Costa de los piratas, en el Golfo Pérsico. Su actividad se mantuvo durante toda
la Antigüedad. Otras zonas afectadas fueron el mar Mediterráneo y el mar de la China
Meridional.
Grecia y Egipto[editar]
Aunque los datos no son muy abundantes, por los mitos sabemos que los griegos clásicos
fueron buenos piratas.[cita requerida] Uno de los más famosos fue Jasón, quien guio a
los Argonautas hasta La Cólquida en busca del Vellocino de oro, lo que, aunque no entre en la
definición española de piratería, para algunos es, sin ningún género de dudas, un acto de
piratería (personas que vienen por mar para robar).1
También Ulises u Odiseo, según las traducciones griega o latina,realizó varios actos de
piratería en su regreso a Ítaca, como narra Homero en la Odisea.
Con estos dos ejemplos podemos ver una constante que se repetirá a lo largo de los siglos.
Los piratas son, en muchas ocasiones, considerados héroes nacionales en sus
países,[cita requerida] pese a practicar lo que en tierra se llamaría robo y secuestro. Especialmente
en una sociedad como la griega, donde el oficio de las armas era reconocido y estimado, un
motivo que llevaba a glorificar, en lugar de denostar, actos como el citado de Jasón. Debe
tenerse en cuenta que el oficio de mercenario, si bien es verdad que es llevado a cabo en
tierra, no tenía connotaciones negativas como las tiene actualmente.5
Uno de los piratas griegos más famosos de los que sí se tienen referencias fue Policrates de
Samos, quien en el siglo VI a. C. saqueó toda Asia Menor en diferentes expediciones y llegó a
reunir más de 100 barcos.6
También los egipcios consideraban piratas a los Pueblos del Mar porque su principal
expedición invasiva se dio por vía marítima y con la finalidad de efectuar saqueos. Sin
embargo, muchos otros autores no comparten esta clasificación porque los Pueblos del Mar
sólo fueron marineros en el último momento de su historia.1
Roma[editar]
Siguiendo la división historiográfica clásica podemos dividir a la Edad Media en Alta y Baja. En
la primera, los piratas protagonistas fueron los vikingos y los árabes; en la segunda, el centro
de atención se desplaza más hacia el Mediterráneo Oriental y la creciente expansión
del Islam.
Piratería en el mar Adriático[editar]
Artículo principal: Pagania
Pagania fue un territorio poblado por la tribu eslava conocida como los narentinos (neretljani)
en una zona del sur de Dalmacia (en la actual Croacia), al oeste del río Neretva (Narenta).
Eran conocidos por su destreza marítima y su dedicación a la piratería.
Los vikingos[editar]
Artículo principal: Vikingo
Aunque este pueblo permaneció sumido en luchas internas durante varios siglos,
en 793 realizan el primer ataque en la costa norte de Inglaterra y dos años después en Irlanda.
Desde esa fecha hasta poco después del año 1000, los pueblos del norte efectuaron todo tipo
de incursiones en el mar del Norte, el Cantábrico y el Mediterráneo (tanto oriental como
occidental). El radio que alcanzaban sus excursiones fue aumentando progresivamente, según
crecían sus conocimientos de la costa y los ríos navegables. Así, entre otras acciones,
podemos reseñar:
Tampoco es cierto que aquellos hábiles marineros vencieran la mayoría de las veces. Sí se
sabe que arrasaron París y York o que se adentraron tierra adentro y capturaron al rey
de Navarra, García Íñiguez, en el asedio de Pamplona en el 858, por ejemplo. Pero, como ya
se ha indicado, Abdel Ramán II les infligió una seria derrota, como meses antes Ramiro I de
Asturias durante la misma incursión y también su hijo, Ordoño I, que marchó contra la
segunda expedición por tierras hispanas. Más contundente fue el conde Gonzalo Sánchez,
quien terminó con toda la flota de Gunrod de Noruega (Gunderedo, en español); el conde
Sánchez capturó y pasó a cuchillo a toda la tripulación y a su rey.10 Pero quizá la derrota más
contundente se la infligió Harold Godwinson, heredero del trono inglés tras la muerte sin
descendencia de Eduardo el Confesor; aquel defendió sus derechos frente al pretendiente
noruego Harald Hardrade y su flota de 300 naves (más de 10.000 hombres) en la Batalla del
puente Stamford en 1066, donde cayó el propio monarca pirata.9
Los vikingos muestran otra constante en la piratería. Pese a ser considerada siempre una
profesión de hombres (con prohibición expresa en algunos casos de embarcar mujeres), las
féminas siempre participaron en y dirigieron expediciones, navíos y flotas. Así, numerosas
naves normandas eran mandadas y tripuladas en su totalidad por mujeres. Es el caso
de Rusla la doncella roja, hija del rey Rieg y hermana de Tesandus, que fue desposeído de su
trono por el rey Omund de Dinamarca. La muchacha primero armó un barco y con el tiempo se
hizo con una flota entera, con la que atacó a todas las naves danesas que pudo, para
vengarse de la afrenta inferida a su hermano. En contra de lo que se podría pensar, fue
Tesandus quien la capturó, tras el naufragio de su drakkar, y la sujetó por sus trenzas
mientras sus hombres la mataban con los remos (el rey Omund había conseguido atraer bien
al príncipe hacia su causa después de adoptarlo).1
No se sabe con certeza la causa o causas que terminaron con los ataques vikingos. Algunos
autores opinan que la aceptación de la fe cristiana hacia el año 1000 por la mayoría de ellos
atenuó su deseo de atacar a sus correligionarios. También se apunta a que las incursiones
sólo constituían una moda y que cesaron cuando ya no fueron novedad. De cualquier modo,
los reinos nórdicos deseaban cada vez más abrirse al resto de países de Europa y comerciar
con ellos en lugar de invadirlos. Como ejemplo está el caso del rey castellano Alfonso X El
Sabio, que casó a su hermano Fernando con la princesa Cristina de Noruega el 31 de marzo
de 1252 porque dicho matrimonio era conveniente tanto para Alfonso X como para Haakon
IV.11
El Índico medieval[editar]
Dhow mozambiqueño en el océano Índico. Los dhows son embarcaciones tradicionales árabes muy
parecidas a las utilizadas por ese pueblo en tiempos de los abásidas, cuando fueron diestros piratas y
navegantes.
Si nos atenemos a la distancia de sus rutas, los árabes fueron los mejores navegantes de su
época. Ya en el siglo IX fueron capaces de abrir la mayor ruta comercial conocida entre
la península Arábiga y China, muy por encima de las travesías vikingas por Europa.12
La expediciones árabes buscaban tres cosas: materias primas que pudieran luego trabajar o
vender, productos de Oriente para negociar y esclavos que vender. Aunque otros o esos
mismos árabes atacaban asimismo barcos para apoderarse de su mercancía. La zona más
peligrosa era y continuó siendo el estrecho de Malaca, donde los buitres del mar campaban a
sus anchas. No debemos pensar que los ataques piratas eran perpetrados sólo por árabes,
también participaban en ellos gente de las islas y penínsulas índicas.
Guardando algunos parecidos con las de los griegos, sin ser el mismo caso, las singladuras
árabes han llegado a la cultura universal a través de cuentos de cierto carácter mitológico,
especialmente por las aventuras de Simbad el marino. Para el escritor Jordi Esteva, en esos
cuentos y relatos están plasmadas todas las regiones visitadas por los árabes en sus
travesías, bien es verdad que mitificadas con relatos de monstruos gigantescos. Así, en el
siglo IX bajeles de Yemen y la actual Arabia Saudita habían abierto rutas por Persia, India y
China en Asia y toda la costa este africana, inclusive las costas de Madagascar. En este
último continente crearon uno de los sultanatos más importantes, pero no el único,
en Zanzíbar, desde el que se canalizaba buena parte del oro, maderas valiosas, pieles
exóticas y marfil exportados por el Gran Zimbabue ya desde tiempos de los fenicios.13
Dado que los africanos no disponían de muchos productos elaborados, las principales
acciones de piratería consistían en la captura de esclavos para ser llevados a la península
Arábiga. Los otros productos igualmente se rapiñaban, pero era más corriente la compra a los
nativos. Debe tenerse en cuenta que África, en razón de enfermedades como la malaria, fue
un continente casi vedado a los no africanos. Pero esta actuación pirática de toma de esclavos
por la fuerza fue sustituida progresivamente por la compra a negreros africanos. Esta
conducta fue una práctica muy común y muy sangrante para los reinos del África negra,
comenzando el debilitamiento de sus estructuras que posteriormente aprovecharían los
europeos. Fueron estas actuaciones de los piratas/negreros árabes lo que contribuyó a
expandir el Islam en África. Debido a que las leyes islámicas no permiten la esclavitud entre
musulmanes, muchos africanos se convirtieron a esa religión para salvaguardar su libertad.
El Mediterráneo[editar]
La situación vivida por los pueblos europeos occidentales tras la caída del Imperio romano
hace que la navegación marítima se reduzca antes de la formación del Imperio carolingioy tras
su caída en todo lo que es el Mediterráneo Occidental, pero sin desaparecer por completo. En
la parte oriental de este mar, la comunicación continúa y con ella la actividad pirática.
Autores como Wolfram Zu Mondfeld incluyen a Roger de Flor, caballero y aventurero
de Brindisi, entre los no muchos piratas documentados de la época en esa parte del mundo.
La inclusión de Roger de Flor se debe a su carrera naval antes de comandar a
los almogávares y entrar al servicio del rey de Sicilia.1
En 1291 Roger de Flor marchó a la última cruzada y pronto se reveló como un gran marino.
Una de sus famosas acciones fue la evacuación con su flota de toda la nobleza de San Juan
de Acre; ya sea por haber pedido rescate, haber subastado los puestos o porque la
aristocracia franca utilizó sus influencias para lograr una plaza. Con sus naves llenas de
adinerados nobles logró llevarlos a Marsella sanos y salvos.
Durante los 20 años siguientes luchó al servicio del rey Federico II de Sicilia hasta que fue
reclutado por el emperador de Bizancio Andrónico II y mandó a los almogáraves en sus
victoriosas batallas contra los turcos. Saqueó Quíos y se estableció en Galípoli hasta ser
llamado y asesinado por el Emperador con 300 de sus hombres durante un banquete en su
honor. Esto hizo explotar en sus hombres la famosa Venganza catalana al aterrador grito de
«¡Desperta ferro!».
Pese a todo, el gran poder corsario de este mar aún estaba formándose y emergiendo en Asia
Menor. La progresiva expansión del Islam, primero por los árabes en todo el Norte de África y
después con los turcos en las costas asiáticas, iba a originar toda una serie de señoríos y
sultanatos que rápidamente adquirirían fuerza y tamaño, hasta llegar a convertirse en un
peligro sin igual para los reinos cristianos de Italia, España y en menor medida las órdenes
militares que gobernaban en islas como Chipre, Rodas y Malta. Debe tenerse en cuenta que
los árabes y también los berberiscos consideraban una forma de Guerra santa la piratería
contra los infieles (véase más adelante).
Los vitalianos[editar]
Gaspar Bouttats: Retrato de Horruc (Aruj, Baba Aruj, Barbarroja), aguafuerte, 1681. Inscripción: "Horruc
Cossario de los Turcos". Biblioteca Nacional de España.
Desde muy antiguo —como atestigua la campaña llevada a cabo por Julio César contra los
piratas— y organizadamente desde el siglo XIV, el mar Mediterráneo conoció numerosas
incursiones de piratas y corsarios turcos y berberiscos que atacaban las naves y costas
europeas en medio del conflicto entre el Cristianismo y el Islam, que culminó con la conquista
cristiana de Granada y la turca de Constantinopla, Chipre y Creta.
Los berberiscos contaban con los importantes puertos de Tánger, Peñón de Vélez de la
Gomera, Sargel, Mazalquivir y los bien defendidos en Túnez y Argelia, incluso Trípoli, desde
los que atacar cualquier punto del sur europeo y refugiarse con rapidez llevando los rehenes
por los que se pedía rescate.
Debe tenerse en cuenta que la piratería a naves cristianas era considerada por los berberiscos
una forma de Guerra Santa y, por tanto, noble y ejemplarizante.
Desde estas fortalezas, los berberiscos atacaban los puertos del sur de la península Ibérica, el
archipiélago de las Baleares, Sicilia y el sur de la península Itálica. Tanto es así que el cronista
Sandoval escribió: «Diferentes corrían las cosas en el agua: porque de África salían tantos
corsarios que no se podía navegar ni vivir en las costas de España».14
Puede sorprender que un peligro tan grande durara tantos siglos, especialmente sabiendo que
aquellos puertos no eran partes de un Estado centralizado (el poder de los sultanes era
nominal) y el tribalismo predominaba en la región, dividiendo las fuerzas frente a un ataque de
Europa. Autores como Ramiro Feijoo puntualizan que aquella región tenía un escaso o nulo
valor económico para las monarquías de Zaragoza o Valladolid. Sin embargo, la situación
cambió con la firma de la Paz de Lyon en 1504 y los ataques berberiscos
a Elche, Málaga y Alicante en 1505.
Los especialistas consideran un error pensar que la península Ibérica sufría muchos más
ataques que la Itálica. No obstante, la primera contaba con el conocimiento de la lengua, las
costas y las costumbres de los andalusíes que habían abandonado la península con
la Reconquista. Muchos de ellos se convirtieron en guías, lenguas, aladides, leventes o
incluso capitanes14 y, ya en tierra, contaban con la connivencia de los otros andalusíes que
reclamaban, e incluso varios musulmanes actuales siguen reclamando, aquella tierra invadida
como suya. De esta manera, las viejas incursiones medievales, como la cabalgada o
la algarada, vuelven a practicarse desde el mar.
En los primeros años del siglo aparece un personaje que, apoyado por los
gobernantes otomanos y bereberes, se dedicó a atacar numerosas naves europeas,
principalmente españolas e italianas: era Aruch Barbarroja. Este corsario llegó incluso a recibir
de manos del rey de Túnez, en 1510, el gobierno de la isla de Yerba, desde donde siguió
organizando pillajes y ataques, tales como la conquista de la ciudad de Mahón en 1535. Tras
su muerte, su hermano Jeireddín, que había heredado de él el apodo de Barbarroja, llegó a
empequeñecer la leyenda de Aruch. Tanto es así que el Abate de Brantone, en su libro sobre
la Orden de Malta, escribió de él: «Ni siquiera tuvo igual entre los conquistadores griegos y
romanos. Cualquier país estaría orgulloso de poder contarlo entre sus hijos.»1
La mayor parte de las naves berberiscas eran galeras de poca altura, propulsadas por remos.
Los remos eran bogados por multitud de esclavos no musulmanes, algunos raptados de
países europeos y otros comprados en el África Subsahariana. La galera generalmente tenía
un solo mástil con una vela cuadrangular. Las acciones berberiscas fueron aumentando en
número y osadía, llegando a tomar posesiones en Ibiza, Mallorca y en la propia España
peninsular con ataques en Almuñécar o Valencia.15 Bien es verdad que muchas de estas
acciones culminaban con éxito gracias a la cooperación que los argelinos y tunecinos obtenían
de los moriscos, hasta que fueron expulsados por Felipe III.
Pese a ser el Atlántico el principal foco de atención de los Austrias, las acciones en el
Mediterráneo nunca se descuidaron. Actualmente toda la costa mediterránea española está
todavía jalonada por torres de vigilancia (desde donde una siempre divisa otras dos) y torres
de guardia para defender las costas (un ejemplo es Oropesa del Mar, en Castellón). Estos
piratas dieron origen a una frase que ha perdurado desde entonces: «No hay moros en la
costa». Lo mismo que las acciones de la que hoy llamaríamos sociedad civil, para aliviar el
sufrimiento de los cautivos y sus familias con la fundación de la orden de
los Mercedarios dedicados únicamente a reunir rescates.
Pero no se debe caer en la idea de que los reyes españoles se limitaban a desplegar una
estrategia defensiva. Las operaciones que culminaron con la toma de Túnez y la de Argel
por Carlos V y Juan de Austria, incluso la misma Batalla de Lepanto protagonizada por este
último estratega, fueron los principales y más grandes intentos de combatir esta piratería que
suponía un auténtico martirio para España y otras naciones europeas.
El apogeo de la piratería berberisca llegó en el siglo XVII. Gracias en parte a las innovaciones
del diseño naval introducidas por el renegado cristiano Zymen Danseker, los corsarios
norteafricanos extendieron sus ataques prácticamente por todo el litoral del Atlántico Norte. De
esta época datan ataques tan al norte como en Galicia, las islas Feroe e incluso Islandia. Es
posible que incluso alguno de estos barcos hubiese alcanzado las costas de Groenlandia de
forma puntual. En el siglo XVIII la práctica, lejos de decrecer, se mantuvo e incluso aumentó
en algunos momentos gracias a la disminución del dominio marítimo español sobre el
Mediterráneo occidental con la pérdida de Orán y Mazalquivir durante la Guerra de Sucesión
Española de 1700–1714.
Las acciones de los piratas berberiscos no remitirían hasta comienzos del siglo XIX, cuando
países como Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos cesaron de pagar tributos a los reyes
berberiscos y comenzaron a realizar campañas de castigo contra la base pirata de Argel. Ésta
vio destruida gran parte de su flota en 1816, y en 1830 cayó ante las fuerzas francesas, que la
usarían como punto de partida para crear la colonia de Argelia a lo largo del siglo siguiente. La
presión internacional y la decisión del Imperio otomano de acabar con esta práctica, llevaron al
fin de la piratería en Marruecos, Túnez y Tripolitania en los años siguientes.
Los corsarios cristianos[editar]
Los corsarios cristianos también atacaban los navíos musulmanes bajo las órdenes de los
reyes cristianos. Desde las posesiones españolas de Italia solían reclutar militares para ejercer
de corsarios en el mar Egeo y el Norte de África. Los navíos españoles, al mando de
veteranos de las guerras imperiales de los Austrias, operaban unas veces por su cuenta
dando caza a los bajeles musulmanes, y otras se agrupaban para asaltar y saquear ciudades
e islas. El más conocido de estos corsarios es Alonso de Contreras, que además dejó en su
autobiografía (Vida del capitán Contreras) un relato pormenorizado de las luchas que vivió
entre 1597 y 1630.
Los franceses descubren el oro de las Indias[editar]
Como se ha indicado anteriormente, todas las naciones europeas, excepto España y Portugal,
quedaron fuera del reparto de tierras y comercio con las colonias americanas; este sólo lo
podía realizar la Casa de Contratación con sede en Sevilla.
Pese a que durante muchos años los monarcas de España y Portugal trataron de mantener en
secreto lo descubierto en América, en 1521 piratas franceses a las órdenes de Juan
Florin lograron capturar parte del famoso Tesoro de Moctezuma, abriendo toda una nueva vía
para asaltos y abordajes en busca de fabulosos botines. Tanto es así que al cabo de San
Vicente los españoles comenzaron a llamarlo El cabo de las Sorpresas.15
Sin embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas franceses, más
tarde ingleses, y empezaron la construcción de los impresionantes galeones, mucho más
armados que los navíos piratas y preparados para frustrar el abordaje con una descarga de
sus enormes y numerosas piezas de artillería.
Ante éstos, los corsarios franceses y algunos pocos españoles enrolados con ellos probaron a
cruzar el Océano y asentarse en las islas del Caribe donde pudieran atacar pequeños barcos
y poblaciones indefensas. Es el caso de Diego Ingenios y Jacques de Sores, que
sitiaron Nueva Cádiz y llegaron a capturar a su gobernador, Francisco Velázquez. También es
el caso de la ciudad hondureña de Trujillo, que fue saqueada y arrasada por los piratas en
varias ocasiones pese a los refuerzos enviados (sorprende que con tantos ataques siga
existiendo en la actualidad).
El corso inglés[editar]
Más tarde surge como nuevo pirata la figura del corsario inglés, una clase social sui géneris,
especializada en el robo marítimo, en el saqueo de ciudades, puertos y mercancías. Los
corsarios disfrutaban de lo que se llama patente de corso, es decir, «licencia para robar y
saquear» con la autorización explícita del rey u otro gobernante. Esta patente era privilegio
de Inglaterray Francia, que tenían a sus corsarios institucionalizados y cuya actividad se
convierte en lícita en tiempos de guerra. De esta manera, los piratas clásicos se van haciendo
corsarios, que es una postura más cómoda, pues actúan siempre dentro de un orden
legitimado y bajo la protección de la ley.[cita requerida]
La percepción de los corsarios depende obviamente del observador: para los atacados son
simplemente piratas, o mercenarios sin escrúpulos, mientras que para sus connacionales son
patriotas e incluso héroes.[cita requerida] En Inglaterra, la piratería se convirtió en un negocio
legítimo. Fue Enrique VIII el primer monarca que expidió las patentes de corso. Más adelante,
la reina Isabel I se convertiría, por este medio, en «empresaria marítima», otorgando las
patentes a cambio de parte del botín conseguido.
Asimismo debe tenerse en cuenta que estos corsarios muchas veces eran comerciantes que
vendían productos muy necesarios para los colonos y compraban a buen precio los artículos
que éstos debían vender exclusivamente a la Casa de Contratación. Por lo tanto, en muchas
ocasiones, la presencia permanente de piratas en el casi despoblado Caribe insular era bien
vista, e incluso necesaria, tanto para los habitantes como para las élites españolas residentes
en América.15 Es el caso de John Hawkins que vendió esclavos traídos desde África y compró
especies a mucho mejor precio que el pagado desde Sevilla.1
En algunos casos, después de expirada la licencia o acabada la guerra, los corsarios vuelven
a actividades privadas como ricos burgueses que incluso son condecorados. En Inglaterra
existen monumentos levantados a algunos corsarios, considerados como héroes. El más
famoso de los corsarios del siglo XVI es, sin duda, Francis Drake, insigne almirante, honrado
por su reina en agradecimiento a los servicios prestados y elevado a la categoría de sir.
Sobrino de otro pirata, también ennoblecido por la reina, sir John Hawkins, juntos
asaltaron Veracruz en 1568, cuando aún carecía de fortificaciones. Drake tiene en su haber el
más cuantioso botín registrado en la historia: dos buques españoles que transportaban oro y
plata americanos desde Nombre de Dios, lo que le supuso que Isabel I lo armara
caballero.[cita requerida]
Sir Walter Raleigh inició en 1617 una expedición en la Guayana (actual Venezuela), donde
esperaba descubrir minas de oro, y tomó posesión de parte de ese país en nombre de
Inglaterra. Tras destruir algunos establecimientos españoles en el río Orinoco, fue detenido a
solicitud de Felipe III de España y luego decapitado en la Torre de Londres.
Sin embargo, no todos los corsarios consiguen el título de caballero. Algunos de ellos, una vez
acabado el conflicto que propició la expedición de su patente, continúan su actividad
convertidos en simples piratas.
El siglo XVI será un siglo de fomento entre los corsarios y piratas, del asalto y captura de los
galeones españoles y el apresamiento de sus hombres. En Dover se llegan a pagar 100 £ en
pública subasta por hidalgo capturado.[cita requerida]
Surge igualmente una actividad nueva: los piratas o corsarios se hacen negreros y se
apoderan en África de seres humanos para vender y esclavizar. Figura del esclavista británico
más sobresaliente de este momento es el ya citado John Hawkins, que pobló de negros
africanos toda el área del Caribe.[cita requerida]
En 1709, 110 corsarios al mando de Woodes Rogers y Stephen Courtney (el famoso William
Dampierre, «el pirata literario», que ya había estado en Guayaquil integraba también el grupo)
entran en Guayaquil y se presentan como «negreros», y al ver el miedo dibujado en el rostro
del corregidor, Jerónimo de Boza y Solís, no sólo exigieron 40.000 pesos de rescate por dos
rehenes que se llevaron, sino que se entregaron al pillaje durante cinco días, llegando a
acumular 60.000 pesos en joyas y dinero a más de una enorme cantidad de víveres y objetos.
La piratería en el Caribe español[editar]
Véanse también: Piratería en el Caribe, Antillas españolas, Flota de Indias y Edad de oro de la
piratería.
Ilustración de un pirata por Howard Pyle.
La Ruta de las Indias que seguían las embarcaciones españolas, cruzaba el océano
Atlántico rumbo a Cuba o a La Española. De estas islas partían rutas hacia el continente:
a Veracruz, Portobelo, Maracaibo, La Guaira, y Cartagena de Indias.
Durante los primeros siglos del dominio español en América, los piratas intentaban, y en
muchos casos lograban, robar valiosos cargamentos de oro y otras mercancías procedentes
del Nuevo Mundo abundaron en el mar Caribe, que presentaba un lugar ideal para la actividad
por su abundancia de islas en las que los piratas podían refugiarse. Hay que tener en cuenta
que los Reyes Católicos permitieron en 1495 a todos sus súbditos tripular naves a las recién
descubiertas Indias, lo que hizo que muchas embarcaciones se lanzaran al Atlántico sin la
debida preparación, siendo fácil presa para los lobos del mar.16
El Spanish Main, la región costera continental de las posesiones españolas que daban al mar Caribe.
Principal lugar desde donde salían los navíos que llevaban las riquezas extraídas de América para
España.17
Felipe II ordenó que ningún barco hiciera la Ruta de las Indias sin protección para evitar el
ataque de los piratas a los navíos españoles. Para ello optó por la formación de convoyes en
los que las carabelas y las naos eran escoltadas por los poderosos galeones y carracas,
llamado Sistema de flotas y galeones. Este sistema constituyó un gran éxito si nos atenemos a
la proporción de flotas fletadas (más de cuatrocientas) frente al de flotas atrapadas (dos), que
da un porcentaje de capturas de un 0,5%, y ninguna de estas dos se debió a la acción de los
piratas o corsarios, sino a la de Marinas de guerra pertinentemente armadas.16
En cualquier caso, en el siglo XVII el trópico de la América hispana se convirtió en el escenario
donde actuaban a destajo los lobos del mar, a menudo amparados por los grandes países de
Occidente (principalmente Inglaterra, Francia y Holanda).
Como se ha indicado, se llamó corsarios a los que actuaban por cuenta de sus reyes,
quedándose con parte del botín. Por su lado, los simples aventureros y ladrones fueron
conocidos con el nombre genérico de bucaneros, pues sus tripulaciones se nutrían de
habitantes de las islas que preparaban y vendían carne al bucán, es decir, ahumada.
Sembraron el terror y la desolación en las poblaciones situadas en el Golfo de México y el
Caribe. Veracruz, San Francisco de Campeche, Cuba, Santo Domingo, Cartagena de Indias,
Honduras, Venezuela, Panamá y Nicaragua fueron los lugares más castigados, víctimas de
saqueos, asaltos y asesinatos.
Resaltan las figuras del galés Henry Morgan, de los franceses El Olonés (de nombre Jean
David François de Nau) y Michel de Grammont , el holandés Laurens de
Graff, Lorencillo (llamado así por su corta estatura; otros hacen referencia a él como Lorent
Jácome), todos ellos piratas sin escrúpulos. Los peores asaltos que se recuerda
fueron: Maracaibo por El Olonés, Veracruz por Grammont y Lorencillo y Puerto Bello por
Morgan. Estos lugares azotados y desprotegidos no contaban con ninguna defensa por parte
del Imperio español de ultramar.
Pero esta situación fue cambiando a medida que las colonias iban aumentando en población,
y la metrópoli fue invirtiendo en la flota, defensas y guarniciones. De esta forma, a finales del
siglo XVI los principales piratas y corsarios habían muerto o estaban prisioneros:
Fuerte de Cartagena de Indias, Colombia. En contra de la creencia popular, ni los piratas ni los marinos
de otras naciones pudieron llegar a capturar siquiera el 1% de las flotas que salieron desde el puerto
caribeño.
En opinión de estos historiadores, el empobrecimiento causado por los bandidos del mar, pese
a tener puntos de verdad, es más una deformación fruto de la literatura y la filmografía.
En la Isla de la Tortuga (frente a las costas de Haití, rodeada de islotes, lo que hace que, a
veces, sea mencionada en plural como Las Tortugas), los bucaneros tuvieron una base
internacional durante los siglos XVII y XVIII. Formaban una asociación llamada Cofradía de los
Hermanos de la Costa. No se conoce el preciso origen de esta cofradía, pero se sabe que
llegó a elaborar una constitución que regiría sus vidas. Se presume que era transmitida por
tradición oral, ya que no se han encontrado registros escritos al respecto. Tales preceptos
son:23
— «Ni prejuicios de nacionalidad ni de religión». En este punto, la coincidencia es general.
Convivían perfectamente católicoscon protestantes e ingleses con franceses. Se privilegia la
individualidad como materia de crítica. Las guerras europeas y sus odios no llegan a la Isla de
la Tortuga. No hay países, hay hermanos, pero cabe destacar que existían diferencias
lingüísticas que separaban a algunos grupos.
— «No existe la propiedad individual». Entendiéndose por esto la propiedad de un
determinado terreno. Quiere decir que la isla es de todos y para todos; cabe destacar que los
barcos de la cofradía tampoco tenían un propietario fíjo.
— «La Cofradía no tiene injerencia en la libertad de cada cual». Quiere decir que no habría
impuestos ni imposiciones de trabajos forzados ni código penal. Cualquier problema entre
hermanos debía solucionarse solamente entre ellos. La participación en travesías es
completamente voluntaria y no existirá obligación alguna cuando llegue la hora de componer
tripulaciones o armar un ejército.
— «Si un cofrade abandona la sociedad, jamás será perseguido». Esta ley permitía libertad
absoluta para abandonar la cofradía en cuanto su integrante lo decidiera o volver a entrar si lo
quería.
— «No se admiten mujeres». Esta ley sólo se aplicaba a la restricción de mujeres blancas en
la isla, ya que representaban un tipo de propiedad individual. Esta ley evitaba que se formaran
formas de vida estables que pusieran en peligro la libertad adquirida. Sólo se admitían
mujeres negras y esclavas, puesto que las esclavas no eran consideradas personas que
pudiesen «apresar» a un hombre en tareas indignas para un hermano.
El espíritu libertario de esta hermandad se modeló necesariamente en las propias
características de las vidas que habían llevado sus componentes: proscritos, forajidos y a los
tipos más crueles que se presentasen, gente por lo general perseguida, atormentada y
desarraigada, formularon leyes que fomentaban la libertad de su propia sociedad. Los
nombres más conocidos de esta época son los de Michel de Grammont, Pierre
Legrand, Henry Morgan, El Olonés, Rock el Brasileño, Bartholomew Roberts y Edward Low.
Muchos colonos insatisfechos con el provecho que sacaban a sus tierras y deseosos de
enriquecerse con rapidez, se les unieron en sus hazañas.
Pintura de Jean Leon Gerome Ferris (1863–1930), que interpreta la batalla entre Barbanegra y el
teniente Robert Maynard.
Lo más curioso de esta constitución es la total ausencia de deberes. La Cofradía sólo teme a
la omnipotencia, la dictadura, la tiranía. Los nuevos integrantes eran bienvenidos, ya que esta
sociedad se hacía más fuerte cuanto más numerosa.
Hubo un pirata con vocación de escritor, llamado Alexander Olivier Exquemelin, que ha dejado
un verdadero tesoro histórico en su obra Los piratas de América o Bucaneros de América.
Describe a los piratas, la geografía por donde se movían, la historia de muchos de ellos,
sociedad, costumbres y recompensas.
Otro tipo de bandidos del mar fueron los «filibusteros», especialistas tanto en el robo y pillaje
de barcos españoles como en introducir mercancías de contrabando, sobre todo en Cuba y en
las islas cercanas. No hay unanimidad respecto al origen de la palabra. Unos la derivan
del inglés free booter, merodeadores del mar. Otros afirman que puede venir del nombre de
los buques ligeros fabricados en la zona de Las Tortugas, muy veloces por su proa afilada, por
lo que eran llamadas fly-boats y a los que los españoles llamaban filibotes. Existe una tercera
versión, más inverosímil, que sostiene que pudo surgir de una hermandad pirata fundada en
Las Tortugas, la hermandad de los hijos de los botes o filiboat. En cualquier caso, se trataba
de tipos sin escrúpulos como sus anteriores colegas, pero tenían costumbres distintas, pues
esta nueva especie liquidaba rápidamente el botín conseguido para empezar de nuevo la
aventura del pillaje. Tenían a gala un lema: «Contamos con el día en que vivimos y nunca con
el que habremos de vivir». Belice fue un importante refugio filibustero durante el siglo XVII.
Aunque pertenecía a la Capitanía General de Guatemala, los filibusteros encontraron fácil
acomodo allí al estar su costa resguardada por arrecifes y de difícil acceso a través del
continente.
A partir del año 1697, parte de la piratería se trasladó a América del Norte y parte al continente
asiático, al mar Rojo y la costa de Malabar, con su base de operaciones en la isla
de Madagascar. En Asia, el nuevo escenario es el mar de la India. El corso británico vuelve a
tomar la patente y surgen figuras como Henry Every o Avery y William Kidd. En el Extremo
Oriente persiste la actividad de piratas portugueses, holandeses y británicos y sus andanzas
visitan los mares de la India, China, Japón, Malasia y Borneo.
En toda esta selva de piratería hay un personaje insólito que representa el auténtico
romanticismo pirata. El Capitán Misson, de nacionalidad francesa, era un idealista,
preocupado por la justicia, por construir un estado utópico en alguna isla del Océano Índico.
Se ha dicho de él que es un equivalente al Quijote en el mundo de la piratería. Sus biógrafos
cuentan que siempre repartía equitativamente el botín entre su gente y que dejaba en libertad
al capitán de la nave apresada. Misson aparece sólo en la obra de Charles Johnson, cuyo
cuento de Misson no conviene con los datos disponibles; por eso, la mayoría de los
historiadores de la piratería consideran a Misson un mito.
Piratería en las Islas Canarias[editar]
Véase también: Piratería en Canarias
Mural que representa el ataque de Charles Windon a San Sebastián de La Gomera (1743). Iglesia de la
Asunción de San Sebastián de La Gomera.
Año 1600. Oliverio van Noort. Conocido en España como Oliverio Nort.
Año 1615. Joris van Spilbergen. Conocido en España como Jorge Spilberg.
Año 1624. Jacques L'Hermite. Conocido en España como Jacobo Heremita Clerk.
Año 1643. Hendrick Brouwer. Conocido en España como Enrique Breaout.
Edad Contemporánea[editar]
El fenómeno de la piratería ya estaba muy disminuido a medida que los Estados podían fletar
armadas nacionales sin recurrir a los corsarios. Al mismo tiempo, la progresiva organización y
fortificación de las colonias y colonización de nuevas tierras como África cierra las
posibilidades a los buitres del mar de atacar posiciones en tierra.
Sin embargo, la piratería continúa existiendo.
Siglo XIX: las costas chilenas[editar]
Al producirse la guerra de independencia de Chile, los habitantes del archipiélago
de Chiloé tomaron partido por el bando realista y se enfrentaron a los independentistas en el
territorio continental. Además, a partir de 1817, el gobernador de las islas, Antonio Quintanilla,
le dio patente de corso a Mateo Mainery y su bergantín General Quintanilla para que
hostilizaran a los mercantes chilenos. A principios de 1818 la independencia de Chile estaba
consolidada, pero Chiloé no pudo ser derrotado entonces y las andanzas de corso contra los
chilenos y la piratería contra barcos de otras banderas se extendieron hasta 1824.
Siglo XIX: piratería en Estados Unidos[editar]
A partir de 1850 los piratas son aún más acosados con la ayuda de adelantos técnicos y
militares. Los ladrones del mar se ven impotentes, sobre todo ante el avance de los medios de
comunicación y el aumento en el calibre y la precisión de las organizaciones defensivas.
En la América hispana se mezclan los idealistas, contrabandistas, mercenarios y negreros y
luchan al lado de los independentistas que quieren liberarse de la Corona española. Actúan
desde Florida, donde los filibusteros estadounidenses acosan los barcos españoles. Los
historiadores ven en este proceder un antecedente para la guerra de Cuba.
Los investigadores y analistas de la piratería señalan que éste no es un asunto resuelto aún y
que sigue actuando de maneras diversas.
A mediados del siglo XIX, una nueva ideología se une a las anteriores compartidas en mayor o
menor medida por los piratas. Es la Doctrina del destino manifiesto invocado por el gobierno
estadounidense. Siguiendo esta doctrina, y teniendo en cuenta que la práctica totalidad de la
superficie continental estaba dominada y anexionada, América Central era el próximo objetivo
de los norteamericanos y el modelo era el Estado de Texas.
El caso texano consistió en inmigrar al territorio mexicano, proclamarlo independiente en
violación del juramento de lealtad al gobierno mexicano, vencer al ejército mexicano (incluido
el capítulo de la Batalla de El Álamo profusamente mitificado por los estadounidenses) y, una
vez obtenida la plena soberanía, anexarlo a Estados Unidos. De acuerdo con Juan A.
Sánchez Giménez, éste resume: parece un maquiavélico plan bastante premeditado y en
cierto modo lo era.27
Siguiendo el éxito anterior, Estados Unidos pretendía crear un imperio tropical, especialmente
en los Estados del Sur, que formaría los efímeros Estados Confederados de América. A este
fin se prestaron hombres de mar como John Quitman o Narciso López, de origen venezolano,
que planearon invadir Cuba, proclamarla independiente de España y unirse a la emergente
potencia mundial.
Personas como los citados volvieron a poner en uso el viejo término de filibustero sin ninguna
connotación peyorativa en aquella época.
Quizá el más famoso de todos aquellos filibusteros, pese a su corta vida, sea William Walker,
quien realizó tres expediciones para tomar distintas partes de América Central.
En la primera de aquellas incursiones y a sus 28 años conquistó La Paz, capital de
la península de California, en 1853 con 45 hombres y proclamó la República de la Baja
California. Poco después la uniría a la recién creada República de Sonora, proclamándose él
como presidente. El ejército mexicano lo derrotó y cruzó a Estados Unidos por la frontera. Fue
juzgado y en el jurado se puede apreciar la influencia de la Doctrina del Destino Manifiesto,
pues sólo tardaron un minuto en decidir que era inocente de haber provocado una guerra
ilegal.
En 1855 se lanza a la conquista de Nicaragua con sus 58 Inmortales, 170 nicaragüenses y
100 norteamericanos. Vence al ejército nicaragüense el 1 de septiembre; pero en esta ocasión
se muestra más prudente y nombra como presidente a Patricio Rivas. Pero el resultado no
dista mucho del anterior: Nicaragua es invadida por 2.500 hombres de Costa Rica y Walker es
vencido en Santa Rosa (territorio costarricense) y Rivas. Posteriormente se celebran
elecciones, pero las elecciones son amañadas por Walker y éste sale elegido.
Sin embargo, esta serie de acciones son vistas como peligrosas por países centroamericanos
al percibirlas como una amenaza para su soberanía, y los ejércitos de Costa
Rica, Guatemala, El Salvador y Honduras lo derrotan y huye en 1857. En noviembre vuelve a
ser juzgado en Estados Unidos y se vuelve a apreciar la creencia estadounidense de estar en
su derecho de querer anexionar esas tierras, pues Walker es absuelto.
En su tercera expedición a Honduras en 1860 no tiene tanta suerte y es capturado por Nowel
Salman de la Marina Real Británica. Fue juzgado en Honduras y fusilado ese mismo año.
Pese a ser acogido como un héroe en los Estados del Sur, Walker actualmente es un olvidado
en Estados Unidos, no así en Centroamérica, donde las guerras contra él pueden ser, como
indica Juan A. Sánchez Giménez, el equivalente a las Guerras de la Independencia del resto
de las ex-colonias españolas que los pueblos de América Central no vivieron (véase Guerra
Nacional de Nicaragua y Campaña Nacional de 1856-1857).27
Piratería en los siglos XX y XXI[editar]
El MV Sirius Star.
Durante el siglo XX, la piratería, ejercida de forma sistemática, está concentrada a reductos
del Tercer Mundo. Los países que, se estima, albergan más piratas
son Somalia, Indonesia y Malasia. En especial alrededor de Asia y en particular en el estrecho
de Malaca, un estrecho canal entre Singapur, Malasia por al noreste e Indonesia al suroeste.
En 2004, los gobiernos de éstos tres países acordaron incrementar la protección de las naves
que lo atravesaban.
En el siglo XXI, los ataques piratas se realizan con apoyo del GPS y se dedican a robar las
cámaras digitales y otros objetos de valor a los turistas.22 Su zona de actuación siguen siendo
las mismas que en el siglo XX (sureste asiático, el Cuerno de África principalmente), donde los
Estados no tienen verdadera jurisdicción y, a veces, ni siquiera el poder para controlar a sus
fuerzas, ya sean de seguridad o armadas.
Los actos llamados de piratería para barcos de gran tonelaje son muy escasos en el Atlántico,
buena parte del Pacífico y de gran incidencia en la costa oriental de África.28 La piratería
también afecta a las aguas de Somalia y Nigeria y, en menor escala, en algunas costas
de América del Sur [cita requerida].
Se pueden citar:
Entre 1994 y 1995, Canadá y España mantuvieron una disputa, llamada guerra del fletán,
cuando la marina de guerra del primer país atrapó y remolcó a uno de sus puertos a un
pesquero de altura español cuando faenaba en aguas internacionales. El gobierno
canadiense acusó a los pescadores españoles de expoliar el caladero de fletán negro.
España consideró este apresamiento como un acto de piratería, a lo que respondió con el
envío de un patrullero de altura de la Armada. Por su parte, Canadá amenazó con
considerarlo un acto de guerra y unos pescadores ingleses capturaron otro pesquero
español e izaron en él la bandera canadiense.
En 1995 varios barcos españoles apresaron un pesquero francés por faenar con redes
ilegales de un kilometraje superior al permitido. Como en el caso anterior, Francia lo
calificó como un acto de piratería.
En 2008 piratas somalíes capturaron, en el océano Índico, el buque petrolero más grande
jamás secuestrado: el Sirius Star, que transportaba dos millones de barriles de petróleo a
los Estados Unidos.28
Producto de los continuos actos de piratería en la zona, la Quinta Flota de los Estados
Unidos desplegada en la zona anunció la creación de una fuerza marítima multinacional
denominada CTF-151 para enero de 2009 para enfrentar dicha situación. En ella participarán
20 países y el área de operaciones comprenderá el Golfo de Adén, el mar Rojo, el Océano
Índico y el mar Arábigo, ya que sólo en el 2008 se registraron alrededor de una centena de
naves atacadas en las cercanías de la costa de Somalia.29 Por su parte, los piratas somalíes,
autodenominados en un principio como «Guardia Costera Voluntaria de Somalia», la mayoría
pescadores, denuncian que los verdaderos bandidos del mar son los pescadores clandestinos
que saquean nuestros peces, en clara alusión a los barcos pesqueros de países
desarrollados, y recuerdan a su vez, el grave problema de contaminación que sufren debido al
vertido de sustancias contaminantes (radioactivas entre ellas) que estos países realizan en su
litoral.30
En cambio, la piratería es un problema casi endémico en las aguas del sureste asiático. Para
luchar contra ella, Japón y otras naciones de la zona realizan maniobras para entrenar a sus
fuerzas en la lucha contra la piratería y el rescate de embarcaciones, como la llevada a cabo a
principios de febrero de 2007.31
Asimismo, la piratería aérea ha tomado protagonismo en los siglos XX y XXI.
Homosexualidad en la piratería[editar]
En un ambiente marítimo carente de mujeres o grupo social de un mismo sexo, la
homosexualidad y las prácticas homosexuales eran ampliamente aceptadas32 y parte de la
vida diaria en el mundo de los bucaneros o piratas. La mayoría de los piratas rechazaban
la heterosexualidad incluso cuando en los puertos existía dicha posibilidad de tener contactos
sexuales con mujeres, generalmente prostitutas.33 Las mujeres capturadas rara vez eran
utilizadas sexualmente, sino más bien eran usadas para pedir rescate. Algunos piratas
preferían a los muchachos jóvenes, debido a ello solían raptarlos y obligarlos a aprender sobre
marinería siendo entrenados por un pirata tutelar. El pirata y su «aprendiz» creaban fuertes
lazos llegando incluso a dormir y comer juntos, en algunas ocasiones compartían el botín. Los
piratas conformaron los primeros «matrimonios» o uniones homosexuales de la historia
moderna en la institución conocida como matelotage.33 Era una unión contractual entre dos
hombres, que incluía la herencia de los bienes en caso de fallecimiento de uno de los
«cónyuges».3435 El «matelot»36 era generalmente el pirata, pareja sexual o compañero más
joven o económicamente desfavorecido. También se conocen casos de piratas mujeres con
tendencias o rasgos homosexuales, tal es el caso de Anne Bonny y Mary Read.
Referencia popular[editar]
En la imaginación moderna, los piratas eran rebeldes. Grupos inteligentes que operaban fuera
de la ley y la burocracia de la vida moderna. La imagen de los piratas se asocia
frecuentemente con el izado de la Jolly Roger, nombre de la tradicional bandera de piratas
europeos y americanos, y un símbolo que ha sido adoptado por las grandes producciones
cinematográficas y en la creación de peluches y juguetes.
Democracia pirata[editar]
Artículo principal: Código de conducta pirata
Literatura y piratería[editar]
Tema de libros de aventura y poesía, la piratería ha tenido una parte importante en la
literatura. Sirvan de ejemplo:
La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.
Capitán Blood, de Rafael Sabatini.
Sandokán, de Emilio Salgari.
El corsario negro, de Emilio Salgari.
La reina del Caribe, de Emilio Salgari.
En costas extrañas, de Tim Powers (Piratas del Caribe y Monkey Island están basados en
este libro).
Canción del pirata, de José de Espronceda.
El libro de los piratas, de Howard Pyle.
Vampiratas, una ola de terror, de Justin Somper.
La taza de oro, de John Steinbeck.
El Pirata enmascarado, por Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba.
Los piratas circulares, de Rafael Estrada.
Long John Silver, de Björn Larsson.
Historias de piratas, de Arthur Conan Doyle.
Latitudes piratas, de Michael Crichton.
La Canción del Pirata, de Fernando Quiñones.
Bandidos Del Mar de Franco Alvarez
Piratas célebres[editar]
Categoría principal: Piratas y corsarios.
Anne Bonny
Mary Read
Jeireddín Barbarroja
Roger de Flor
Barbanegra
Francis Drake
Pier Gerlofs Donia
John Oxenham
Thomas Cavendish
John Hawkins
Richard Hawkins
Olivier de Norh
José Gaspar
Michel de Grammont
Laurens de Graff
Henry Morgan
Rock el Brasileño
Amaro Pargo
El Olonés
Hipólito Bouchard
John Clipperton
Jack el Calicó (Jack Rackham)
Bartholomew Roberts
Lope de Aguirre
Benito Soto Aboal
Walter Raleigh
William Walker
Willian Dampier
William Kidd
Cabeza de Perro
Roberto Cofresí
Hendrick Brouwer
Samuel Bellamy
Edward England
Louis Michel Aury
Bartholomew Sharpe
Thomas Tew
Wodes Rogers
Mateo Mainery
Pirata enmascarado
Jacques de Sores
Walter Kennedy (Pirata)
Amyas Preston
George Somers
Klaus Störtebeker
Kristoffer Trondsen Rustung
Charles Vane
Benjamin Hornigold
William Kidd
Henry Every
De ficción[editar]
Long John Silver
Guybrush Threepwood
LeChuck
Edward Kenway
Monkey D. Luffy
Gol D. Roger
Trafalgar Law
Jack Sparrow
Capitán Barbossa
Sandokán
Capitán Garfio
Capitán Blood
John Silver El Largo
Rackham el Rojo
Davy Jones
Jack Hunter
Will Turner
Elizabeth Swann
Saïd (Mar i cel)
Véase también[editar]
Referencias[editar]
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1978, ISBN 84-226-1034-5
2. Volver arriba↑ Convención de las Naciones Unidas sobre derecho del mar.
3. Volver arriba↑ Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua
Española (2014). «pirata». Diccionario de la lengua española (23.ª edición).
Madrid: Espasa. ISBN 978-84-670-4189-7. Consultado el 27 de agosto de 2015.
4. Volver arriba↑ Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua
Española (2014). «pirata». Diccionario de la lengua española (23.ª edición).
Madrid: Espasa. ISBN 978-84-670-4189-7.
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la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, ISSN 1579-427X
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10. ↑ Saltar a:a b c Eduardo Morales Moreno, «Los vikingos en España», n.º 12 de Historia de
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20. Volver arriba↑ Gonzalo Torrente Ballester, Crónica del rey pasmado, Editorial Planeta,
Barcelona, 1994, ISBN 84-08-01302-5
21. Volver arriba↑ Germán Vázquez Chamorro, «Mujeres piratas», n.º 75 de La Aventura de la
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22. ↑ Saltar a:a b Germán Vázquez Chamorro, «Sangre por oro», n.º 84 de La Aventura de la
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23. Volver arriba↑ «Los Hermanos de la costa. La piratería como preanarquismo, utopismo y
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24. ↑ Saltar a:a b La piratería. Enciclopedia Virtual de Canarias
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26. Volver arriba↑ Amaro Pargo: documentos de una vida, I. Héroe y forrajido. Ediciones Idea.
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27. ↑ Saltar a:a b Juan A. Sánchez Giménez, «William Walker, el Filibustero», n.º 94 de La
Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, agosto de 2006
28. ↑ Saltar a:a b «Piratas con 2 millones de barriles de crudo», BBCMUNDO.com, consultado
el 18-11-2008.
29. Volver arriba↑ "Pirates seize British cargo ship in Gulf of Aden." CNN.com. Consultado el
06-04-2009.
30. Volver arriba↑ «¿Luchadores por la libertad o criminales?», Telesur.
31. Volver arriba↑ Noticias, Antena 3, Madrid, 3 de febrero de 2007
32. Volver arriba↑ Barry R. Burg (1983, 1995). «Sodomy and the Pirate Tradition: English Sea
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33. ↑ Saltar a:a b Paul Bohannan (1996). «Para raros, nosotros .pag.56.».
34. Volver arriba↑ Irma Ramirez Gonzalez, Facultad de Antropología, U.A.E.M (2011). «La
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diciembre de 2014. Consultado el 28 de diciembre de 2014.
35. Volver arriba↑ Silvia Miguens. «Breve Historia de los piratas (2010)». p. 261.
36. Volver arriba↑ Paul Bohannan (1996). «Para raros, nosotros .pag.323.».
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Bibliografía[editar]
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