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Es ingeniero, tiene 26 años, una vida tranquila y una pareja estable desde hace un lustro.

Aunque no padece ningún problema sexual, pide que no se mencione su nombre. Lo hace
porque le da vergüenza reconocer que se dejó llevar por la moda de consumir
potencializadores sexuales para no fallar en el sexo y dejar una imagen de 'superhombre' en
la cama.

Lo paradójico es que una investigación de la Universidad de Texas con 1.207


universitarios, tanto consumidores de medicamentos para la disfunción eréctil por razones
médicas como aquellos que lo hacen solo por fines 'recreativos', encontró que ambos
grupos registraron erecciones similares.

La gran diferencia está en que los segundos mostraron menores niveles de satisfacción
sexual, asegura el estudio, porque la dependencia sicológica de medicamentos como
Viagra, Cialis y Levitra -que al producir vasodilatación mejoran la erección- les hace
pensar que sus erecciones 'sin ayuda' son de menor calidad, lo cual, los acompleja.

La leyenda urbana dice que estos fármacos producen erecciones más fuertes y prolongadas
en los hombres sanos. Pero el urólogo José Miguel Silva lo desmiente: "Un varón sin
problemas no tiene cómo notar la diferencia entre una erección sin haberse tomado la
pastilla y otra después de tomársela. El que diga que nota una mejor erección cuando toma
la píldora tiene un problema y debe consultar al médico". Lo que sí puede suceder, añade el
especialista, es que, a veces, estas drogas disminuyen el periodo de recuperación entre una
erección y otra, razón por la cual muchos jóvenes justifican su uso.

El fenómeno no es nuevo. "Los jóvenes se autoprescriben desde que esas pastillas


aparecieron, pero hace unos cinco años, cuando se popularizaron, la tendencia se hizo
mucho mayor", dice la médica sexóloga Nereyda Lacera, de Profamilia.

Y añade: "La mayoría lo hacen presionados por su entorno de amigos. Sienten la necesidad
de un desempeño sexual más allá de lo normal, pues miden el éxito de sus relaciones por la
cantidad y no por la calidad. Y sin duda, la cultura machista de Latinoamérica influye
mucho en todo esto".

Jaime Calderón, cardiólogo y cirujano cardiovascular y vicepresidente de la Asociación


Colombiana de Sociedades Científicas, va más allá: "Por lo general, el uso de estos
fármacos entre jóvenes está asociado con el consumo previo de sustancias psicoactivas y
alcohol, que deprimen la libido y generan un mal desempeño sexual. Eso los lleva a
autoprescribirse este tipo de medicamentos, para compensar los efectos negativos de las
primeras sustancias".

El problema, según Calderón y otros expertos es que estas pastillas no solo producen
vasodilatación en los senos cavernosos del pene, sino en todo el cuerpo. Y el riesgo para la
salud es muy alto cuando se combinan con otro vasodilatador. "Puede llevar a un colapso
circulatorio", dice el cardiólogo.

"Esa mezcla es peligrosísima", corrobora Lacera. Y más aún en personas con problemas
cardiovasculares.
Testimonio
'Mis amigos me las aconsejaron'

"Una noche le fallé a mi novia -cuenta un publicista de 29 años-. Ella me trató bien, pero
sentí miedo y una vergüenza horrible. Como nunca me había pasado, me desesperé. Le
conté a un médico, amigo de mi papá (sin todos los detalles, porque me daba vergüenza), y
él me dijo que era normal, que no debía tomar nada. Y me advirtió que si decidía tomar una
de esas pastillas famosas, sería bajo mi propio riesgo, porque ningún doctor me las iba a
formular. Al final, hice lo que me aconsejaron mis amigos: fui a una farmacia y pedí una.
No me pidieron receta. Yo estaba muy nervioso. Me la tomé con una bebida energizante;
mis amigos hacen eso. No la uso todo el tiempo, pero a veces me parece que la necesito,
porque me hace sentir más enérgico. No quiero que ponga mi nombre; no le veo nada de
malo a lo que hago, pero no es chévere que se sepa".

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