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Hugo Perez Navarro

La idea de la tecnología

Capítulo II de Dialéctica de la tecnología y el trabajo. Río Cuarto, Cántaro


de Piedra, 2018, pag. 71-98
Capítulo II

La idea de la tecnología

Las palabras
El habla cotidiana y los lenguajes más o menos estereotipados, al uso de periodistas
improvisados y de políticos sin formación ni compromiso, registran el empleo del término
ciencia casi invariablemente acompañado por la palabra técnica o por la más sofisticada
tecnología, en un hermanamiento siamés similar al que también afecta a filosofía y letras,
economía y finanzas, deportes y recreación, escrito y oral, sexo y violencia, ética y moral y otras
tantas duplas de insoportable inconsistencia.
Muy cerca de esta cuestión, Mario Bunge comentaba hace un tiempo que cuando un
científico escucha, justamente, de labios de alguno de estos personajes, un elogio de los
avances y la importancia de la ciencia referidos a televisores, medicamentos o
computadoras, la actitud más frecuente del científico es la de hacerse el desentendido y
aceptar el elogio. Y no porque desconozca la confusión, sino porque ésta le permite seguir
recibiendo subsidios para la investigación.1 En uno de sus libros el mismo autor avanza, en
idéntica línea de pensamiento, un poco más allá todavía:
“El primer problema que enfrenta quien estudia, diseña o pone en práctica políticas
científicas y técnicas es el de distinguir la investigación científica de las actividades
relacionadas con ella. No es que sea imposible efectuar tal demarcación, sino que a menudo
se la hace incorrectamente; como cuando se dice que el automóvil, la radio y la bomba
atómica son resultados científicos, simplemente porque se basan en conocimientos
científicos.”2
De hecho, los términos ciencia, técnica y tecnología corresponden a tres conceptos y designan
otros tantos niveles de la realidad, que reconocen diferencias esenciales y vínculos
singulares, y aun constitutivos en uno de los casos.
Este capítulo se encamina a indicar las características y vinculaciones (diferencias,
oposiciones, afinidades y complementariedades) establecidas por diversos autores con
respecto a dichas ramas del conocimiento.
El objetivo es determinar con la mayor consistencia posible el significado, sentido e
implicaciones del término tecnología. A partir del análisis de cada uno de los términos y de
sus relaciones, y establecido el concepto de tecnología, se podrá encaminar la consideración
dialéctica de su vínculo con el trabajo, considerando en esa instancia el rol y la influencia de

1 La nota fue publicada en el diario La Nación, de Buenos Aires, circa enero 1999.
2 Mario Bunge: Ciencia, técnica y desarrollo, Buenos Aires, Sudamericana, 1997, pag. 33.
la tecnología en la sociedad contemporánea, y atendiendo principalmente a la percepción
que de la misma tiene -los atributos que le asigna y las relaciones que con ella establece- el
común de los mortales.
Estas precauciones obedecen a la necesidad de disolver confusiones como las arriba
indicadas, que no se limitan a los ámbitos mencionados, sino que incluso llegan al
universitario. A tal punto que el área que atiende estas cuestiones en la Universidad
Nacional de Río Cuarto (lo mismo que en la Facultad de Ciencias Humanas) se denomina
Secretaría de Ciencia y Técnica, lo cual deja lugar si no a la objeción, al menos a la pregunta:
¿por qué no Ciencia y Tecnología, dado el elevado y sistemático componente científico en las
técnicas que se estudian, analizan y desarrollan en ambas unidades?
Naturalmente, estas consideraciones parten de un concepto de tecnología cuya base son las
definiciones en las que han coincidido prácticamente todos los autores consultados.
De todos ellos se toma como núcleo de referencia y punto de partida la siguiente,
propuesta por el autor de Causalidad, en la que queda planteada la relación ciencia-técnica y
su resultado:
"La ciencia como actividad —como investigación- pertenece a la vida social; en cuanto se la
aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de
bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología."3
Puede observarse entonces que no se dice que la ciencia se convierte en técnica, sino en
tecnología, de donde se deduce que el elemento constitutivo y radicalmente diferenciador de
ésta con respecto a aquella es, como queda expresado, el componente científico. Villoro y
Quintanilla también coinciden con este criterio.
Corresponde, entonces, realizar un proceso de reconstrucción del concepto de tecnología,
esto es, un proceso analítico primero, para luego arribar a la síntesis con todos los
elementos ya considerados, articulados e integrados en un concepto sustentable.

2.1. Ciencia
2.1.1. Conceptos de aproximación
En su clásica y ya citada La ciencia, su método y su filosofía, Bunge define a la ciencia como un
"conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible.”
Mediante la investigación científica –dice- el hombre ha alcanzado una reconstrucción
conceptual del mundo “cada vez más amplia, profunda y exacta." 4
Y a continuación precisa lo siguiente:
“Sin embargo, la ciencia se nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las
estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien por sí mismo, esto es, como un
sistema de ideas establecidas provisionalmente (conocimiento científico), y como una actividad productora de
nuevas ideas (investigación científica).”5

3Mario Bunge: La ciencia, su método y su filosofía, Buenos Aires, Sudamericana, 1995, pag. 11 y 12.
4 Id. pag. 11
5 Id., pag. 12. Itálicas HPN.
Y aunque, en última instancia, el producto de la investigación científica también se integra
al conocimiento en general y también al conocimiento tecnológico, esos dos rasgos
distintivos de la ciencia –como sistema y como actividad productora- refieren a un mismo
ámbito: el de las ideas. Y establecen un límite, más allá del cual se ingresa en el dominio del
hacer, de la técnica, correspondiendo a la tecnología el área de intersección o más bien de
integración, entre ambos campos. (Véase Diagrama 1.)

2.1.2. Antecedentes.
Hasta las proximidades del siglo V a.c., las explicaciones referidas al mundo, las cosas y los
fenómenos se buscaban en el ámbito del mito, la magia y la religión que, en última
instancia, constituían atributos y reaseguros de los poderes vigentes.
A partir de esa época comienza a producirse un quiebre en la manera de situarse frente al
mundo, de planteárselo como totalidad y de relacionarse con él. Ya no se trata sólo de
mirarlo o de contemplarlo en éxtasis, sino de observarlo, de indagarlo.
DIAGRAMA 1: CIENCIA, TÉCNICA Y TECNOLOGÍA: LÍMITES Y VINCULACIONES

CIENCIA
TÉCNICA

TECNOLOGÍA

A los primeros preguntadores no sólo les interesa por qué ocurren los hechos, sino “qué son las
cosas, de qué están hechas, cómo se hacen y de dónde provienen. No inquieren solamente la
causa inmediata de los fenómenos naturales, sino que indagan su primer principio, con lo cual
puede decirse que inician al mismo tiempo la Física y la Ontología.”6
Xavier Zubiri enseña, en su lección sobre Aristóteles, que el conocimiento propio de la
filosofía, el que la define como tal y refiere al gusto y al amor por la sabiduría, es el que “se
logra por el examen o inspección de las cosas; un examen al que los griegos llamaron
 (teoría”7

6 Fraile: Op. cit., pag. 140.


7 Xavier Zubiri: Cinco lecciones de filosofía, Madrid, Alianza,1980, pag. 12
Quienes ejercieron este examen o inspección fueron llamados en algunos casos sophós, en la
suposición de que andaban en tratos con la sophía, o bien, conforme con los preceptos del
socratismo, filósofos.8
“El sabio, en este sentido, existió también en Oriente. […] Pero sólo en Grecia se adscribió la
Sabiduría al examen, a la teoría. Y esta interna unidad de sophía y theoría, fue la gran creación del
espíritu griego..”9
Esta característica originalísima de examinar las cosas hasta el núcleo último y de
desarrollar teoría, identificándola, como si fuera poco, con la sabiduría, es la herramienta
que excava el profundo abismo que separa en dos tramos la historia de la humanidad, al
menos en occidente.10
Aunque Platón había hecho importantes consideraciones sobre la ciencia y los saberes
conexos en obras como Gorgias y especialmente en Teeteto, el primero en reflexionar
filosóficamente sobre este tipo especial de conocimiento, analizando con precisión sus
características, estableciendo el significado de cada uno de sus componentes y tratando de
aventar los resabios míticos y gran parte de los elementos espiritualistas subyacentes, es
Aristóteles.
Además de realizar una estudio crítico de la historia de la filosofía anterior a él (centrado en
el conocimiento de tipo científico), precisa términos, establece categorías, sistematiza la
lógica –no la crea, sino que la establece- y en una revolución comparable a la del enunciado
de la teoría de la relatividad, descubre nada menos que la diferencia entre la cosa y su
concepto.
Sin embargo, algunas décadas antes, Sócrates y sus discípulos, desde esa soberbia –definida
por Zubiri como altanería- que los llevaba a jactarse de aquello de “no sé nada”, con lo cual
adquirían paradójico lustre de sabios, tienen, según Jenofonte, la necesaria perspicacia para
reprocharles a los sofistas que con toda su theoría, y prescindiendo de que se contradijeran
entre sí, fueran “incapaces de saber acerca de la Naturaleza lo que es más necesario para la
vida: saber cómo el hombre va a poder predecir y manejar los eventos” 11. Ya entonces, la
ciencia empezaba a erguirse y sostenerse sobre sus pies.

2.1.3. Referencias características


Establecido que el origen del concepto de ciencia es un producto singular del espíritu de los
antiguos griegos, corresponde señalar, que la ciencia, la idea que de ella tenemos -incluso su
rol paradigmático con respecto a todo otro saber con pretensiones de certeza y de validez
en sí mismo-, es característica de la modernidad, de la que constituye uno de sus rasgos
definitorios.

8 Según el maestro español, sophía significaba también cierto tipo de “saber eminente que confiere a quien lo
posee […] autoridad para dirigir y gobernar: la Sabiduría. Tales fueron los Sophoí, los ‘Siete Sabios’…” Cf.
Op. cit., pag. 13
9 Id.pag. 14. Itálicas, HPN.
10 Hasta podría conjeturarse que separa a “Occidente” del resto del mundo, en tanto contribuye a

determinarlo y a proyectarlo como unidad.


11 Id. ibid.
Como se indicó, la ciencia es un cuerpo de conocimientos en constante evaluación,
refutación y expansión, procesos éstos que se registran, como en el mar, en la cresta de las
olas, en sus bordes, allí donde la masa de agua agitada se extiende buscando romper sus
propios límites.
Sin embargo, la noción a priori de que no todo conocimiento es científico se fundamenta
mediante la consideración de las características que definen positivamente al conocimiento
científico como tal.
Cuatro de ellas se presentan con rasgos muy intensos, de las cuales dos tienen la potestad
de definir no sólo a la ciencia sino al espíritu moderno que la concibe y al que ella misma
contribuye a determinar. Ellas son:
-Racionalidad
-Universalidad
-Necesidad
-Método
-Falibilidad

-Racionalidad. Es una de las características excluyentes del conocimiento científico. Sus


fundamentos filosóficos pueden rastrearse en los antiguos griegos, en los textos cartesianos
esenciales y en los que dan fundamento a la epistemología moderna, desde el propio
Descartes, pasando por el empirismo inglés hasta Kant, e incluso por el positivismo (cuyo
aliento contamina fuertemente al marxismo clásico), el Círculo de Viena y, con brillo
singular, por Bertrand Russell, Wittgenstein, Karl Popper y el propio Jürgen Habermas.
La razón, más que el fundamento, es el elemento de la ciencia.
La razón permite no sólo apreciar, evaluar, juzgar y conjeturar en torno a la información
surgida de la observación natural de la realidad o de fragmentos reecortados de la misma
(experimentación), sino, especialmente, ordenar provisoriamente todos los elementos
extraídos, en una suerte de cosmos ideal que pretende sustituir al caos de la realidad,
estructurando un sistema de ideas cuyo rasgo distintivo es su provisoriedad. 12
El conocimiento científico tiene plena certeza de sus limitaciones –aunque no de sus
límites. Sus juicios se ubican en las antípodas de los juicios de valor, de la emotividad y de
las pretensiones de infalibilidad, aunque como todo suceder social e histórico, atraviesa
inexorablemente por períodos de dogmatismo y estupidización, rasgos tanto más intensos
cuanto mayor sea su proximidad a situaciones de poder, ya se trate de un poder vicario o
justificador de la ciencia o de un poder cuyos fundamentos tienen un sustento
presuntamente científico. La deificación de la ciencia –en cualquiera de sus ritos- constituye

12 Para el animal que “se ha salido” de la naturaleza, la realidad es caótica, y dado ese desajuste estructural,
resulta inexplicable. De ahí que, para tratar de reestablecer el equilibrio y acercarse a un cierto orden que no lo
cuestione existencialmente, para justificarse y darse un lugar soportable en la vida, el animal tiene sólo dos
opciones: persistir en la animalidad, y volver a la naturaleza como parte absoluta de ella, o desarrollar la razón,
tratar de comprenderla y mantenerse en ese estado de precario equilibrio en que la misma razón lo sitúa al
darle la comprensión de que su ámbito no es ya la pura naturaleza, de la cual, no obstante, tampoco termina
de salir.
un indicio de su debilidad y agostamiento, en tanto implican una negación esencial de la
racionalidad, cuya sacralización, a su vez, constituye una autocontradicción.13
-Universalidad. Es el complemento de la razón (o acaso más que ello), en tanto sus
formulaciones son el fundamento de la verdad o la verdad misma, es inimaginable –por
definición- que tengan un alcance meramente local. Lo que es racional en el Barrio Alberdi
de Río Cuarto, ha de ser también racional en Tánger, La Coruña, Bruselas, y el Morro de
San Pablo.
El carácter universal de la ciencia –y su validez- no se ven menguados por el
desplazamiento de sus criterios definitorios hacia la política y hacia las llamadas ciencias
sociales –sea por convicción, conveniencia, error o mala intención-, ni por los juicios que
justifican y fundamentan las tropelías de la “razón universal” del Occidente capitalista. La
pretensión de universalidad del conocimiento científico tiene suficiente consistencia como
para ser cuestionada en base a una universalización que representa la negación de la propia
razón.
-Necesidad. Esta característica se desprende de las dos anteriores y aun puede encontrar en
el mismo proceso deductivo su justificación. Esto es: las leyes científicas son racionales y
universales porque necesariamente constituyen la explicación de los fenómenos y de las
leyes que rigen los diversos aspectos de la realidad, que son estudiados por las distintas
ciencias.
-Método. Para que un conocimiento o una investigación tengan valor científico (el cual es
otorgado por la comunidad de científicos), debe cumplir con determinados procedimientos
sistematizados y justificables que constituyen lo que se llama método. Lejos de ser un
capricho de los científicos, el método es un conjunto de ideas, criterios, conceptos
generales y de procedimientos que minimiza los márgenes de error, aportando garantías de
certeza y razonabilidad a las investigaciones y a los hallazgos y propuestas que de ellas
derivan.
-Falibilidad o Falsabilidad. A partir de Popper y su teoría del falsacionismo toma cuerpo la
idea puesta en práctica por siglos, sobre la necesidad de que el conocimiento científico,
para serlo, debe ser falible, a riesgo de caer en el dogmatismo, que es lo contrario a lo
científico. Esto es: que el conocimiento presentado como científico tiene que tener al
menos una fisura de imperfección que permita criticarlo y superarlo, para dar continuidad a
la investigación y búsqueda de conocimientos nuevos o de nuevos aspectos de los
conocimientos ya establecidos. La falibilidad es el componente de la ciencia que asegura la
vigencia de la investigación científica y la perfección del conocimiento. Ni Galileo ni
ninguno de los científicos de la modernidad inicial, ni los filósofos que se apoyaban en la
virtual condena del mundo aristotélico (cuando en realidad estaban condenando al universo
de pensamiento católico que hallaba en Aristóteles uno de sus más sólidos fundamentos),
ni Marx y Engels contra Feuerbach ni el propio Aristóteles contra Platón se frenaron ante

13 La deificación de la ciencia admite diversos cultos: los propiamente religiosos, de los cuales pudo dar cuenta
Galileo Galilei; los stalinistas, en sus varias iglesias, hoy extinguidas; los mediáticos, que designan maestro de
ética a un señor que copia títulos de Heidegger (“Qué significa pensar”) y “piensa” para lectoras de revistas
femeninas y los académicos sometidos al poder político en estados policiales, que declaran subversivos a los
vectores y llaman “filósofo” a un tal García Venturini.
las ideas definidas como verdades como un fuera para tirarlas abajo. Y fue de esta actitud y
de los nuevos conocimientos derivados de donde surgieron otros nuevos.

2.1.4. Formales y fácticas


En cuanto a sus objetos de estudio –y, consiguientemente, a los métodos empleados- se
establece una distinción entre ciencias formales y ciencias fácticas, teniendo en cuenta la
diferencia de especie a partir de la consideración de los ámbitos de investigación y
desarrollo y de los enunciados que se proponen establecer unas y otras.
Las ciencias formales son también llamadas ideales, y sus enunciados determinan relaciones
entre signos. Comprende a la lógica formal y a la matemática pura, cuyos desarrollos son
racionales, sistemáticos, etc., pero “…no son objetivos, no nos dan informaciones acerca
de la realidad: simplemente, no se ocupan de los hechos. La lógica y la matemática tratan de
entes ideales: estos entes, tanto los abstractos como los interpretados, sólo existen en la
mente humana.”14
Hume reconoce la misma división “entre los objetos de la razón e investigación humanas”
estableciendo dos grupos: relaciones de ideas y cuestiones de hecho (matters of facts), y señala que
a la primera clase corresponden “las ciencias de la geometría, álgebra y aritmética y, en
general, toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta”.. En cuanto a las
cuestiones de hecho, indica que no son averiguadas de la misma manera y que nuestra
evidencia de su verdad es “de distinta naturaleza que la de la precedente”, internándose
luego en el análisis lógico que deriva en su refutación de la causalidad.15
A diferencia de lo que ocurre con las ciencias fácticas, como la física, la biología o la
sociología, en el caso de las ciencias formales son los científicos quienes construyen sus
objetos, los cuales “sólo existen en la mente humana”16
Las ciencias fácticas, o experimentales, como se indicó, tienen su objeto en la realidad
material objetiva. Proceden mediante la observación de los fenómenos, recurriendo a
simulacros parciales de la realidad, deliberados, controlados y producidos en condiciones
determinadas, a los que se llama experimentos.
En cuanto a los enunciados, los de las ciencias formales describen relaciones entre signos,
mientras los de las ciencias fácticas aluden mayormente a objetos (cosas), sucesos y
procesos.
Puede señalarse también que, en líneas generales, las ciencias formales se valen por sí
mismas, mientras las experimentales, además de la observación y la experimentación, deben
recurrir al auxilio de la lógica o de la matemática o de ambas para dar consistencia a sus
afirmaciones.
Para las ciencias experimentales el criterio de verdad radica en la realidad y en la
verificabilidad de (en el proceso que hace verdaderos) los enunciados, esto es en el cotejo de lo

14 Bunge: Op. cit., pag. 12


15 David Hume: Investigación sobre el conocimiento humano, Barcelona, Alianza, 2001, pags. 57-58.
16 Bunge: Op. cit., loc. cit.
que se enuncia con respecto a lo que se observa y experimenta. Tanto es así que los
científicos realizan su labor con la abrumadora certeza de que “una sola conclusión que no
concuerde con los hechos tiene más peso que mil confirmaciones”.17
En cambio, siendo la matemática y la lógica ciencias deductivas, su fundamentación su
criterio de verdad (esto es tal vez más notorio en la matemática) consiste en la referencia a
axiomas previamente establecidos, de modo arbitrario y comúnmente aceptado. De ahí que,
al ser los axiomas elegibles a voluntad, sea fundamental respetar la coherencia lógica del
sistema elegido.
Bunge señala que hay teorías matemáticas abstractas en las que se trabaja con signos a los
que no se atribuye ningún significado fijo (términos no interpretados), que “pueden
desarrollarse sin prestar atención a la verdad.”18
CUADRO 1: CIENCIAS FORMALES Y CIENCIAS FÁCTICAS. CARACTERÍSTICAS
CRITERIOS CIENCIAS FORMALES CIENCIAS FÁCTICAS
Entes ideales. Signos vacíos,
Objeto Entes empíricos (hechos, procesos)
carentes de contenido empírico.
Tipo de
Analíticos Sintéticos
enunciado
Tipo de verdad Necesaria y a priori Contingente y a posteriori
Demostración lógica:
fundamentación de un Contrastación empírica (observación y/o
Método
enunciado a partir de su fundamentación)
deductibilidad de otros.
Ejemplos Lógica y matemáticas Ciencias naturales y sociales
FUENTE: Rubén Pardo: “Verdad e historicidad. El conocimiento científico y sus fracturas”.

El mismo autor describe cómo, a partir de ser construido sobre trozos de realidad, el
conocimiento fáctico, aunque racional, es esencialmente probable.
“Las ciencias formales demuestran o prueban: las ciencias fácticas, verifican (confirman o
disconfirman) hipótesis que en su mayoría son provisionales”.19
Otra diferencia remarcable es la que se refiere a la perfectibilidad de los conocimientos y
teorías en uno y otro caso.
Las formales pueden llegar a un punto de culminación, de perfección y, por definición, de
estancamiento, como puede ser el caso, por ejemplo, del teorema de Pitágoras, que será el
mismo por siglos y cuya reformulación sólo daría lugar a otro teorema.
En cambio, las ciencias fácticas nunca pueden jactarse de ser definitivas. Sus sistemas
teóricos son relativos, probables y, por lo tanto, perfectibles.

17 Id., pag. 19
18 Id., pags. 16-17.
19 Id., pag. 19
Por la vía contraria puede sostenerse que, mientras menos experimentables sean los
sistemas de conocimiento y, por ello, más alejados estén de la posibilidad de establecer
teorías o leyes de mínima estabilidad, más imperfectos e inverificables serán sus postulados
y su propia estructura, siendo incluso más discutible su cientificidad.
Esta cuestión conduciría a la polémica sobre el carácter científico de las ciencias sociales, a
la hegemonía del modelo de las ciencias exactas, a las consideraciones de la hermenéutica y
a otras cuestiones que escapan al objeto de este trabajo.
El Cuadro 1 aporta una somera reseña de este punto en cuanto a las características de las
ciencias formales y fácticas hasta aquí consideradas.

2.1.5. Historicidad
En el artículo “Ciencia” de su libro Uno y el universo, escribió Ernesto Sabato:
“Durante siglos el hombre de la calle tuvo más fe en la hechicería que en la ciencia: para
ganarse la vida, Kepler necesitó trabajar de astrólogo: hoy, los astrólogos anuncian en los
diarios que sus procedimientos son estrictamente científicos”20.
Detrás de la ironía y la paradoja que dan forma al comentario, y de algún indicio de
sacralización, puede observarse el pleno imperio de la ciencia como referente de realidad y
de máxima certeza. Aun cuando se trate de una idea difusa, susceptible del bastardeo que
el ejemplo muestra, la idea de la ciencia como vertiente de verdad absoluta es, como se dijo,
característica de la Modernidad.
Interesa aquí subrayar el carácter histórico de la ciencia, precisamente a la luz de algunos de
los rasgos que se han descrito como definitorios y de algunas ideas complementarias que
contribuyen a una mejor exposición del planteo.
a. En el mismo Sabato –al igual que en Mumford- se encuentran referencias a la aparición
explosiva de elementos característicos de la época moderna, que constituyen su pulso y
referencia insoslayables: la matemática, la máquina, el cálculo, la tasa de ganancia; en suma,
aquello que el autor de El túnel describe como estallido de la abstracción. 21
Al señalar la íntima vinculación entre el proceso económico (y, por ende, político) que
preside el surgimiento de la Modernidad alimentando a la ciencia y nutriéndose de ella,
señala que “el misticismo numerológico de Pitágoras celebra matrimonio con el de los
florines, ya que la aritmética regía por igual el mundo de los poliedros y el de los
negocios”, pues, dice, “los negocios introdujeron en Europa el concepto de exactitud
numérica, que será la condición del desarrollo científico”22
“Este es el hombre moderno. Conoce las fuerzas que gobiernan al mundo, las tiene a su
servicio, es el dios de la tierra: es su diablo. Su lema es todo puede hacerse. Sus armas son el
oro y la inteligencia. Su procedimiento es el cálculo”.23
Esta matematización del mundo, presente en la frase de Galileo, según el cual “la naturaleza
está escrita en caracteres matemáticos”, significa la comprensión del mundo natural a partir

20 Ernesto Sabato: Uno y el Universo, Buenos Aires, Sudamericana, 1973, pag. 26-31
21 Ernesto Sabato: Hombres y engranajes, Buenos Aires, Seix Barral, 1991, pag. 19-23 y sigs.
22 Id., pags. 35-36
23 Id., pag. 37
de un a priori racional-matemático, como dice Rubén Pardo. Aunque el mismo autor agrega
que esta matematización universal no es sino la puesta en números de una confianza
absoluta en el poder de la razón, referido tanto al conocimiento como a su capacidad de
dominio y transformación de la naturaleza.24
b. Esta capacidad de transformación de la naturaleza, que excede el ámbito de lo científico
para internarse en lo técnico es un atributo nuevo de la razón, puesto que tanto la
Antigüedad como el Medioevo estuvieron lejos siquiera de concebir una cercanía entre el
logos (razón) y la episteme (conocimiento científico) y el saber empírico y técnico. No hay que
olvidar que, mientras el método científico moderno postula la experimentación como
garantía de certeza y validez, en la Antigüedad y el Medioevo el ámbito de la reflexión y el
conocimiento estaba bien lejos de los quehaceres materiales, ya que la máxima aspiración
del sabio era la contemplación.
La ligazón entre el conocer filosófico y científico con el saber práctico es propia de la
Modernidad.
c. En otro plano, la pretensión de universalidad y necesidad se entroncan con la creencia en
la inexorabilidad del progreso social como consecuencia del desarrollo de la ciencia.
Semejante creencia –verdadero artículo de fe sarmientina de los maestros argentinos- va de
la mano de la idea de que todo proceso de investigación científica es, en sí mismo, bueno.
El adjetivo científica transforma la proposición, otorgándole al proceso mencionado un
salvoconducto que, a la vez que lo distingue y justifica, apunta a reafirmar la importancia
social de la actividad científica.
Los elementos aquí considerados permiten establecer características que son propias no de
la ciencia sino de la concepción moderna de la ciencia, de la idea de ciencia propia de la
Modernidad. Una idea que es absolutamente sui generis, puesto que la ciencia como hoy la
entendemos es una creación de la Modernidad, así como la noción de infancia es propia de
los siglos XIX y XX.
Su carácter histórico no está dado por las referencias temporales que pueden observarse –
hubo un comienzo, hay una crisis de muchos de sus principios fundantes, empezando por
la razón y la justificación de cualquier experimentación o investigación por el solo hecho de
llamarse científica- sino porque sus rasgos definitorios, los fundamentos epistemológicos
que se nutren de la práctica científica y justifican a la ciencia como sistema y aun como idea
responden a momentos históricos y se agotan o entran en crisis cuando nuevos momentos
plantean nuevas necesidades.
Desde esta perspectiva es posible comprender que el hecho científico no está aislado de su
contexto social y temporal, que lo demanda (impulsa), genera y justifica, además de
sostenerlo materialmente.
No es ideológicamente inocente la noción de que la universalidad -espacial y temporal- de
la verdad científica escapa al vórtice de la historia. Los saltos científicos de principios del
siglo XX han dado por tierra con este tipo de creencias y las epistemologías derivadas han
dado cuenta de ello.

24 Rubén Pardo: Op. cit., pag. 48.


Incluso los planteos que sostienen la existencia de los contextos de descubrimiento y de
justificación, facticidad y validez o de historia externa e interna de la ciencia, reservando
para ésta un terreno “propio” de validación –lógico e indisputable, desde todo punto de
vista- dejan de lado el hecho de que los mismos criterios e instrumentos de validación
científica van mutando con la ciencia misma en razón de la tensión dialéctica que existe
entre ciencia y la sociedad.
Es atendible la observación de Pardo en el sentido de que aun esta graciosa concesión que
parece hacérsele a la influencia de lo histórico apunta en realidad a “salvaguardar la pureza
objetiva de las verdades científicas del influjo de lo histórico”25. La pretensión de atribuir a
la ciencia un carácter metahistórico constituye una actitud que bien puede considerarse como
netamente histórica y prolijamente ideológica, en tanto contribuye a brindar dos garantías de
tipo político, altamente benéficas para el sistema económico, social y político:
i) bloquear la crítica estructural del sistema mismo (económico-político-social) y su
cuestionamiento, e
ii) impedir la puesta en duda de la pertinencia de cientos de proyectos de investigación cuya
vigencia (sostenida por los apetecidos subsidios) sólo busca aislar y domesticar a la
comunidad científica.

2.2. Técnica
2.2.1. De la ambigüedad al límite
Resulta fácil comprender las imprecisiones que circulan en el habla popular o no
especializada con referencia a la técnica, empleando este término o tecnología de manera
indistinta, toda vez que autores consagrados como Mumford o Jaspers hacen lo propio en
estudios sólidos dedicados a la cuestión. Esta ambigüedad, que se desentiende de los
términos y que en ocasiones hace lo propio con los conceptos, parece haberse ido
constriñendo en los últimos tiempos, al menos en varios de los estudios producidos o
editados en nuestro país.26
Así las cosas, las consideraciones que se formulan en este apartado se apoyan en la
indiferenciación señalada y procuran arrimar más precisiones al concepto técnica.
Habiendo reservado para tecnología la referencia a los productos, procesos y sistemas en cuya
estructura y dinámica evolutiva la ciencia es factor clave, el análisis se centra en la
consideración de lo que queda. O más bien, de lo que estaba, de aquello que puede
entenderse por técnica prescindiendo –hasta donde sea posible- del componente científico.
En el Diccionario de la Real Academia el término técnica aparece como subsidiario de técnico:
técnica. (De técnico) f. Conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o
un arte/ 2. Pericia o habilidad para usar de esos procedimientos y recursos//3. fig.
Habilidad para ejecutar cualquier cosa o para conseguir algo.

Pardo: Op. cit., pag. 62.


25
26Vid. Marta López-Gil-Liliana Delgado: La tecnociencia y nuestro tiempo, Buenos Aires, Biblos, 2000; Miguel A.
Quintanilla: Tecnología: un enfoque filosófico, Buenos Aires, Eudeba, 1991; Héctor Ciapuscio: Nosotros y la tecnología,
Buenos Aires, Agora, 1999 y los ya citados trabajos de Bunge, además de numerosos artículos.
técnico. (Del lat. thecnicus, y este del gr. de  arte. Perteneciente o
relativo a las aplicaciones de las ciencias y las artes.// 2. Aplícase en particular a las palabras
o expresiones empleadas exclusivamente, y con sentido distinto del vulgar, en el lenguaje
propio de un arte, ciencia, oficio, etc.// 3 m. y f. Persona que posee los conocimientos
especiales de una ciencia o arte.27
Lo cual, una vez más, contribuye a formar en el observador la idea de que está frente a un
nuevo y calificado aporte a la confusión general.
Se observa también que, entre los diversos significados o usos del término, hay algunos
que lo emparentan con procedimiento, proceso, modo y aun método.
Así, se habla de “técnicas” sexuales, de relajación, respiratorias, contables, de amansamiento de
caballos, de colocación de jabs (en el boxeo), de teñido de telas y lustrado de muebles, de bordado a mano,
de saque (en el tenis), de actuación, de lectura veloz, etc. Por esta vía, todos los haceres dotados
de alguna sistematización, estarían comprendidos dentro de la técnica; todo sería técnica y
nada lo sería ciertamente.
Con todo, la diversidad conceptual permite disponer de distintos elementos de cuya
selección y análisis quedarán algunas ideas bien plantadas y referidas al sentido que se
asigna en este trabajo al término técnica, el cual se refiere a la capacidad de modificación
estructural de la realidad mediante la cual el hombre transforma el mundo natural en un
mundo humano

2.2.2. Estudios y estadios de la técnica


No deja de ser llamativo, aun hoy, comprobar que la técnica sea anterior a la ciencia. De
hecho, se hacía vino y se leudaba pan desde mucho antes que alguien concibiera la
posibilidad de un término como biotecnología.
Mil años antes de la era cristiana –y aun antes- existían grandes construcciones civiles y
militares, obras de riego, textiles, vidrio, artesanías, códigos, transportes, comercio,
alfabetos, calendarios, teología, literatura y formas de gobierno. Yendo más atrás todavía, se
puede encontrar que en el paleolítico surgen, con el cultivo de la tierra y la domesticación
de animales, la cerámica y la metalurgia.
Mucho más asombroso es comprobar que un instrumento de caza y de guerra, compuesto
por dos elementos que actúan combinadamente –el arco y la flecha-, cuya concepción
supone un altísimo nivel de abstracción, es del paleolítico.28
La antigüedad de la técnica contrasta con el hecho de que su estudio sea relativamente
reciente. Acaso porque la técnica como tal es, en sus diversas manifestaciones, parte de la
cotidianeidad de lo humano o, más aún, parte constitutiva de ello.
Impulsado en gran medida por el impacto producido por el encuentro con pueblos
“nuevos” y especialmente por el desarrollo de la antropología, el estudio de la técnica de

27Real Academia Española: Op. cit.


28Después de decir que de manos del hombre paleolítico surgieron instrumentos que con el tiempo se
convertirían en “arietes científicos”, Babini describe al arco como la “primera máquina de acumular energía
[…] que denuncia con la vibración de la cuerda y la flecha en el aire los primeros movimientos no naturales.”
Cf. José Babini: Ciencia y tecnología (Breve historia), Buenos Aires, Columba, 1967, pag. 12 y sigs.
diversos pueblos y épocas permitió no sólo una mejor y más ordenada visión de sus
culturas, sino que ayudó al mejor conocimiento de la historia de la humanidad en distintos
momentos y puntos del planeta. De allí la existencia de caracterizaciones de los períodos de
evolución de la humanidad fundadas en los diversos grados de evolución tecnológica (en el
sentido de técnica).
Darcy Ribeiro señala que la mayoría de los estudiosos acepta la clasificación de Gordon
Childe, quien distingue tres “revoluciones culturales”: agrícola, urbana e industrial.
Sobre esa base, el antropólogo brasilero propone como criterio análogo, pero más centrado
en el desarrollo técnico, lo que él denomina “revoluciones tecnológicas”, cuyo concepto,
en lo determinante, obra en consonancia con el que aquí se sustenta.
“Empleamos el concepto de revolución tecnológica para indicar que a ciertas transformaciones
prodigiosas en el equipamiento de la acción humana sobre la naturaleza, o de la acción bélica,
corresponden alteraciones cualitativas en todo el modo de ser de las sociedades que nos obligan a
tratarlas como categorías nuevas dentro del continuum de la evolución sociocultural. Dentro
de esta concepción suponemos que al desencadenamiento de cada revolución tecnológica o
a la propagación de sus efectos sobre contextos socioculturales distintos, a través de los
procesos civilizatorios, tiende a corresponder la aparición de nuevas formaciones
socioculturales”.29
La propuesta de Ribeyro apunta a correlacionar el esquema de las formaciones
socioculturales con los procesos de saltos en la tecnología y la organización ocurridos en las
etapas mencionadas, muchas de las cuales contribuyeron a generar las condiciones para el
paso a un nivel superador. Las revoluciones de la técnica que Ribeyro distingue son las que
siguen: agrícola, urbana, del regadío, metalúrgica, pastoril, mercantil, industrial y
termonuclear.
Sin embargo, aun en estos casos en los que la técnica se constituyó en uno de los ejes
estructurantes de los estudios realizados, llegando a ser determinante del grado y
características del desarrollo humano y considerada como el factor decisivo en las
modificaciones del habitat natural y en la constitución misma del hombre en tanto tal, su
consideración siempre fue subsidiaria de otros aspectos, considerados principales, a los que
necesariamente debió subordinarse.
Con lo que, a pesar de ser muy anterior a la ciencia, como ya se indicó, y con la noble y
previsible excepción de Aristóteles y acaso de Kant, de modo pasajero, el estudio de la
técnica per se, su abordaje sistemático y específico es, con mucho, más reciente.
En torno a esta cuestión, Mumford comenta que “mientras los antropólogos y arqueólogos
dedicaron la debida atención al equipo técnico de los pueblos principales, exageran a veces
el efecto formativo de los instrumentos, apenas si se trató de la más amplia influencia de la
técnica (como tema en sí mismo, HPN) sobre las culturas humanas…”30

29 Darcy Ribeiro: El proceso civilizatorio: de la revolución agrícola a la termonuclear, Buenos Aires, CEDAL,
1971, pag. 151. Itálicas: HPN.
30 Lewis Mumford: Técnica y civilización, Madrid, Alianza, 1971, 522 pag.
2.2.3. Del término al concepto
Lejos de aclarar o dar precisiones sobre el significado del término técnica, la traducción
literal de la voz que le da origen - es arte, lo cual no hace más que provocar la
necesidad de más explicaciones. Efectivamente: en el sentido actual del término en español,
queda claro que, si bien todo arte supone una técnica, no toda técnica es un arte; y acaso la
idea general de técnica tal vez se acomoda mejor enfrente de lo que el término arte
transmite más habitualmente.
Algunos de los sentidos más próximos que da el Diccionario de la Real Academia, tales
como: “virtud, disposición y habilidad para hacer una cosa”, “conjunto de preceptos y
reglas para hacer bien alguna cosa” o “arte servil”, entendido como “mecánica”, no
permiten avanzar gran cosa. De manera tal que, de la traducción literal, se podría rescatar la
significación que se aproxima al concepto de técnica entendida como “habilidad, capacidad,
método” para hacer alguna cosa o desempeñar algún oficio o actividad.
En busca de las raíces más profundas del significado empiezan a aparecer mayores
precisiones en la monumental Paideia de Werner Jaeger, donde se lee que “la palabra tekné
tiene en griego, un radio de acción mucho más amplio que nuestra palabra arte”.31 El
término, explica, no se limitaba a designar lo que hoy puede entenderse como “las artes”: la
pintura, la escultura, la arquitectura y la música, sino “a toda profesión práctica basada en
determinados conocimientos especiales”, y “acaso con mayor razón aún, a la medicina, a la
estrategia de guerra o al arte de la navegación”32. Aparece aquí el significado que en la
primera mitad del siglo pasado se utilizaba en la Argentina para designar a cierto tipo de
instituciones de enseñanza técnica: las escuelas de artes y oficios. Jaeger explica que aquella
palabra trataba de expresar que las referidas labores prácticas, así como las actividades
profesionales a las que aludía, no respondían “a una simple rutina, sino a reglas generales y
a conocimientos seguros”.33 Es notable, además, cómo el término va descubriendo ciertas
complejidades cuya comprensión alumbra una percepción más amplia y una mayor riqueza
semántica. Esto se advierte cuando el autor explica que “el griego tekné corresponde
frecuentemente en la terminología filosófica de Platón y Aristóteles a la palabra teoría en su
sentido moderno, sobre todo allí donde se la contrapone a la mera experiencia. A su vez, la
tekné como teoría se distingue de la “teoría” en el sentido platónico de la “ciencia pura”, ya
que aquella teoría (la tekné) se concibe siempre en función de una práctica.”34
Las referencias a Aristóteles, se encaminan al primer libro de la Metafísica, donde sin dudas,
Jaeger apoya la idea de que “los griegos designaban con la palabra tekné al conjunto de
conocimientos y habilidades profesionales susceptibles de ser transmitidos.” 35

31 Werner Jaeger: Paideia, México, F.C.E., 1971, pag. 515. En cuanto a la castellanización del vocablo, son
muy diversas las grafías adoptadas por los distintos traductores para el término  thechné, tékhne,
techné y tekné son algunos de los usos. Para simplificar se ha optado por la forma tekné.
32 Idem.
33 Id. ibid.
34 Id. ibid.
35 Id., pag. 19. Es justamente el Viejo Maestro quien, en la exposición referida, precisamente, a la tekné dice

que “es una prueba de la posesión de la ciencia la capacidad de enseñarla”. Cf. Aristóteles: Metafísica I, 1, ed.
cit., pag. 910.
Estas referencias, revisten suma importancia en el concepto de técnica y, como se verá,
resultan muy pertinentes para la comprensión de la frontera nebulosa que existe entre
técnica y tecnología.

2.2.4. La técnica como ámbito y como hacer


Una de las consideraciones más simples acerca de la técnica es aquella que se refiere a la
interacción entre el hombre y la naturaleza.
Al respecto, las páginas electrónicas de la Enciclopedia Encarta predican que la técnica (usan
como sinónimo la palabra tecnología) es el “término general que se aplica al proceso a través
del cual los seres humanos diseñan herramientas y máquinas para incrementar su control y
su comprensión del entorno material.”36
Simétricamente, Ortega y Gasset se opone a esa definición de la técnica considerada como
recurso, proyecto o sistema de recursos del hombre para adaptarse al medio o circunstancia.
“La técnica es lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación
del medio al sujeto”.37
O, dicho más ampliamente:
“La técnica es la reforma de la naturaleza, de esa naturaleza que nos hace necesitados y
menesterosos.”38
¿Qué hace el hombre frente a las imposiciones de la naturaleza e, incluso, frente a las que le
plantea la sociedad o la propia necesidad de desplegar su vocación humana o sentido
histórico?
“El hombre responde imponiendo, a la vez, un cambio a la naturaleza. Es, pues, la técnica,
la reacción enérgica contra la naturaleza o circunstancia que lleva a crear entre estas y el
hombre una nueva naturaleza puesta sobre aquella, una sobrenaturaleza.”39
Esta “sobrenaturaleza” conforma, obviamente, un ámbito nuevo en la realidad, que no es
en sí el ámbito de lo técnico sino el ámbito de lo humano, que se constituye exclusivamente
por la técnica.
Se concluye, entonces, que esa “sobrenaturaleza” no es precisamente la técnica (entendida
como algo aislado, abstracto), sino que es la humanidad, tal como la percibimos,
entendemos, significamos y vivimos a comienzos del siglo XXI: es el suceder del hombre
en el mundo, del cual la técnica es el factor constitutivo.
Va de suyo que no toda vinculación entre el hombre y su medio requiere una técnica, pues
existen incontables actos instintivos que no se valen precisamente de técnica alguna, aun
cuando Spengler hable de “la técnica del león, que acecha a la gacela”.40

36 Microsoft Corporation: Enciclopedia® Microsoft® Encarta 2001. Microsoft Corporation. 1993-2000


37 He aquí el fundamento de la afirmación citada: “Actos técnicos no son aquellos en que el hombre procura
satisfacer directamente las necesidades que la circunstancia o naturaleza le hace sentir, sino precisamente
aquellos que llevan a reformar esa circunstancia eliminando en lo posible de ellas las necesidades, suprimiendo
o menguando el azar y el esfuerzo que exige satisfacerlas.” José Ortega y Gasset: Meditación de la técnica.
Madrid, Revista de Occidente. 1968, pag. 27-28.
38 Id., pag. 26
39 Id. ibid.
Este autor, que maneja una noción más amplia del término, extendiendo la noción de
técnica a los diversos usos que tiene para luego ir estableciendo delimitaciones y recortes,
contribuye a fortalecer lo antes dicho:
“La técnica de los animales es técnica de la especie. No es inventiva, ni aprendible, ni
susceptible de desarrollo.”41
Destaca, además, la perfecta fusión entre esa técnica de especie y la estructura física de los
animales más “técnicos”, tales como abejas, hormigas y castores..42 Y tras consignar que
“nada de esto tiene que ver con la técnica humana”, establece las diferencias:
TÉCNICA DE LA ESPECIE TÉCNICA HUMANA
Pertenece a la especie Pertenece al individuo
No inventiva Inventiva - Creativa
No aprendible Enseñable y aprendible
No susceptible de desarrollo Básicamente desarrollable
Invariable Variable
Instintiva Racional
Atemporal, hic et nunc Supone un plan, un hacer en el futuro

Spengler comenta, además, que siendo la técnica humana independiente de la vida de la


especie humana, es “el único caso en toda la historia de la vida en que el ser individual
escapa a la coacción de la especie”43, aunque en ello y por ello –puede agregarse- reafirma
su condición y fortalece a la especie como tal.
Al margen de la ironía pretendidamente aristocrática y ciertamente reaccionaria y de cierto
halo místico y racista que destila el pensamiento spengleriano, en general, resulta
interesante el cotejo de los más lúcidos aspectos de su trabajo sobre la técnica con algunos
de los enfoques más difundidos y, por cierto, menos elaborados, del calibre de los de
Encarta o de las notas de vulgarización científica con las que Clarín, -ejemplo paladino-
“informa” a sus lectores.
La consistencia de su pensar le hace advertir al autor de La decadencia de Occidente que “la
técnica no debe comprenderse partiendo de las herramientas. No se trata de la fabricación
de cosas sino del manejo de ellas; no se trata de las armas, sino de la lucha”44.
Sin embargo, Mumford aborda el análisis del tema precisamente refiriendo la historia y
exhibiendo en detalle las peculiaridades de la máquina.

40 Oswald Spengler: El hombre y la técnica, Santiago de Chile, Nueva Época, 1933, pag. 19.
41 Id., pag. 38. Itálicas del autor.
42 Lo que el autor observa es evidente en los ejemplos citados, aunque menos notorio en casos como los de

los horneros, por ejemplo, y en ciertas especies de pájaros constructores de nidos complejos, como algunas
golondrinas del sur de China o cierta especie de loros del centro y sur de la provincia de San Luis, los cuales
carecen de rasgos físicos que denuncien su oficio. Con lo que se observa una vez más que una serie de
ejemplos eficaces no bastan para inducir una ley, a pesar de los esfuerzos teóricos y prácticos de Bacon, quien,
según Bertrand Russell, parece haber dado su vida por el método inductivo. Cf. Spengler, id. ibid. Sobre la
referencia a Bacon, vid.: Bertrand Russell: Historia de la filosofía occidental, t. II, Buenos Aires, Espasa-Calpe,
1947, pag. 163.
43 Spengler: Op. cit., pag. 40
44 Spengler: Op. cit., pag. 18.
“Durante un siglo hemos aislado los triunfos técnicos de la máquina; y nos hemos
inclinado ante la obra del inventor y del científico; alternativamente hemos exaltado
aquellos nuevos instrumentos por su éxito práctico y los hemos despreciado por la
limitación de sus logros.”45
Y va mucho más allá al afirmar:
“Cuando se examina el tema […] encontramos que en la máquina existen valores humanos
que no sospechábamos...”46
No lejos de esta línea de pensamiento, aunque desde una perspectiva dialéctica, y en un
muy alto nivel de abstracción, se puede sostener que la técnica es la manifestación
(instancia fenoménica), la concreción y, más ampliamente, el ámbito de la contradicción
entre el hombre y la naturaleza.
Siendo un objeto de conocimiento complejo, susceptible de ser abordado por más de una
rama del saber, pueden considerarse como válidas, más que definiciones, diversas
perspectivas de análisis, que tienen que ver con características ineludibles del hecho técnico,
cuyos fundamentos se entrecruzan en las líneas precedentes.
Así, se puede considerar a la técnica:
 Como un saber hacer general, de aplicaciones específicas (técnicas de relajación,
técnicas sexuales, administrativas, de ventas, etc.), en un sentido próximo al de
procedimiento;
 Como un saber hacer apoyado en instrumentos que mediatizan la relación entre el
hombre y la naturaleza
A la luz del concepto que define a la técnica como la capacidad de modificación estructural de la
realidad mediante la cual el hombre transforma el mundo natural en un mundo humano, no está de más
precisar, en primer lugar que los animales están excluidos del universo y de la posibilidad de
la técnica y que por reiterado que sea un ejercicio, un hábito o un movimiento, lo instintivo
jamás puede constituir una técnica.
El suceder de la técnica se da entonces cuando se conjugan los siguientes factores:
el hombre
la realidad que lo circunda, en la que está y de la que es parte
un hacer del hombre que la modifica
Hasta aquí no se habla de instrumentos, pero es obvio que si hay instrumentos subyace una
instancia de producción y de empleo de los mismos, aunque no es eso lo que ahora se
considera.
Esa tríada de elementos y, en especial, ese hacer que modifica la circunstancia, para emplear
un término orteguiano, esa factibilidad de hacer del mundo natural un mundo humano,
sitúa también el análisis ante el concepto y la realidad del trabajo.

2.3. Tecnología
45 Id., pag. 16
46 Id. ibid. (Itálica HPN)
La tecnología, como hoy la conocemos, definimos y entendemos -esto es, como hecho y
como noción-, es uno de los resultados más conspicuos del desarrollo de la humanidad,
correspondiéndole a la sociedad capitalista la estructuración del contexto y los medios para
su desarrollo, así como su finalidad y sentido.
Por tanto, y con arreglo a los fundamentos del método científico, resulta de gran
importancia mantener el mayor equilibrio en cuanto a la estrategia, selección, exposición y
conclusiones relacionadas con este tema. La referida búsqueda de equilibrio sostiene la
pretensión de que el análisis y los juicios sobre la tecnología deben permitir la
consideración de sus innegables méritos distinguiéndolos de la injusticia estructural del
modo de producción, es decir, de la finalidad y uso característicos de la sociedad capitalista.
Para delimitar el ámbito de análisis de la cuestión, conviene retomar la referencia de Bunge,
consignada al comienzo de este capítulo, pues permite constituir un espacio conceptual
consistente y ampliamente avalado.
"La ciencia como actividad —como investigación- pertenece a la vida social; en cuanto se la
aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de
bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología”47
Esta referencia, y otras de similar tenor, que parecieran cubrir la finalidad descriptiva del
presente capítulo, dejan, no obstante, sin saldar las relaciones entre técnica y tecnología,
ciencia y técnica y ciencia y tecnología. Y, en última instancia, no aportan al problema más
que una endeble, aun cuando inteligente, definición.

2.3.1. Técnica - Tecnología


En su conocido estudio sobre el tema, Miguel Quintanilla propone distinguir "dos grandes
clases de técnicas: las técnicas artesanales o pre-industriales y las técnicas industriales de
base científica. Para estas últimas reservamos el término tecnología.."48
Más adelante reafirma, en la misma línea de pensamiento de Bunge, que tecnologías son las
"técnicas productivas que incorporan conocimiento y métodos científicos en su diseño y
desarrollo".
Esther Díaz sostiene lo siguiente: “La técnica o tecnología modifica la realidad, tanto de las
ciencias naturales como sociales”.49 Obsérvese que, al igual que Rifkin, Mumford y otros, la
investigadora se vale de ambos términos como si trataran de lo mismo.
Con esto queda establecida la posibilidad de considerar:
1. Que las aplicaciones fácticas de la ciencia, sus desplazamientos al terreno del hacer,
constituyen la tecnología: son tecnologías;
2. que las tecnologías son técnicas, aunque de mayor potencialidad y eficacia, y

47 Bunge: La ciencia, su método y su filosofía, Buenos Aires, Sudamericana, 1995, pags. 11 y 12.
48 Quintanilla: Tecnología: Un enfoque filosófico, Buenos Aires, EUDEBA, 1991 pag. 33
49 Esther Díaz: “Investigación básica, tecnología y sociedad. Kuhn y Foucault”, en Esther Díaz (Editora) La

posciencia, Buenos Aires, Biblos, pag. 65.


3. que la tecnología es una técnica de grado diferente, superior, si se quiere, por el
componente científico que la define.
Se ratifica de todos modos lo expuesto en el apartado anterior, según lo cual la técnica
corresponde al dominio del hacer: es, como escribe la señora Díaz, “la instrumentación
concreta de medios para obtener ciertos objetivos”, u otros medios, se podría agregar. 50
Queda entonces por precisar:
1. a partir de qué momento la técnica deja de ser meramente técnica para pasar a ser
considerada tecnología; esto es, a partir de qué momento, hecho o descubrimiento
histórico la técnica accede a su “grado superior”;
2. cómo se relacionan la ciencia y la técnica y cómo se articulan en el proceso constitutivo
de la tecnología;
3. si existe un pensamiento tecnológico y cuáles son sus características;

2.3.2. El componente científico


Previsiblemente, habiéndose establecido que el componente científico interviene en la
diferenciación de lo tecnológico con respecto a lo técnico, gran parte del análisis se centrará
en el rol que la ciencia tiene en esta cuestión.
A simple vista, puede pensarse en la existencia, por un lado, de aspectos contradictorios
entre ciencia y técnica (dominio del saber vs. dominio del hacer, saber teórico vs. saber
práctico, etc.), y, por otro, de un tránsito gradual de la técnica hacia la tecnología, como si
ésta alcanzara un grado superior en virtud de un proceso evolutivo.
Puede observarse que cuando Bunge, en el párrafo citado, dice que la ciencia “en cuanto se
la aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura
de bienes materiales y culturales”, es decir, en cuanto se desplaza un paso más allá de lo que le
compete, deja de ser lo que es. De hecho, desde la perspectiva bungeana, esto de decir que
la tecnología está un paso más allá de la ciencia no parece significar lo mismo que en el
enfoque que define a la tecnología como un grado superior de la técnica en virtud del aporte de la
ciencia. Desde el enfoque del autor simplemente habría que considerar a ese
desplazamiento más allá de lo propio y constitutivo de la ciencia, como el avance hacia otra
cosa, hacia algo diferente sobre lo que no se emiten juicios comparativos: la ciencia deja de
ser ciencia para ser otra cosa.
Sin embargo, desde una perspectiva dialéctica –que no es la de Bunge-, puede considerarse
que la tecnología es un nivel superior de realización de la ciencia, en tanto se vale de su
aporte cognoscitivo para operar en la modificación de la naturaleza.
Expresado de otro modo, es esta contradicción inexcusablemente dialéctica entre ciencia y
técnica la que induce el paso hacia el nivel superior que es la tecnología, por el cual
aparecen ambos factores contradictorios en una nueva unidad que, no sólo supera y
contiene a ambos sino que incluso pasa a determinar sus respectivos perfiles y aun su
propio sentido.

50 Id. Ibid.
Se han hecho, en páginas anteriores, referencias acerca de la precedencia de la técnica con
respecto a la ciencia. O quizás debamos decir del conocimiento técnico con respecto al
conocimiento científico. Es casi obvio que los hombres sabían ya de la flotabilidad de la
madera mucho antes que Arquímedes enunciara el principio que lleva su nombre, y no hay
dudas de que los mismos y otros hombres empleaban cierta máquina tan poderosa en su
increíble elementaridad –la palanca- mucho antes que el científico griego enunciara sus
leyes.
Los ejemplos de la anticipación técnica en el desarrollo de nuevos instrumentos, que
suponen nuevas nociones teóricas se suceden a lo largo de toda la historia de la humanidad.
La certidumbre de la importancia del riego, de la humedad y de la luz en el proceso de
crecimiento de los vegetales es sin dudas muy anterior a los primeros rudimentos de la
botánica o a la noción de la fotosíntesis.
De manera más directa, Ignacio Ikonicoff sostiene que los inventos o descubrimientos
fundamentales que transformaron la vida humana, tales como el fuego, la rueda, el buque,
la alfarería, el cultivo de cereales y los tejidos, “nada deben a la actividad científica
organizada como tal: son conquistas puramente técnicas, prácticas, productos de los
propios artesanos o quizá de personas aún menos especializadas.”51
En todos los casos se registra la observación de situaciones problemáticas, la existencia de
determinadas nociones, como conocimientos particulares procedentes de la experiencia y
no considerados en sus fundamentos profundos, y la impronta creativa que propone una
síntesis concreta, material, instrumental y realizable.
Sin dudas, hay en la Antigüedad excepciones, que no son pocas ni tantas, en las que la
ciencia –cuyos parámetros establece Aristóteles- se manifiesta como tal y aun avanza hacia
orientaciones tan insólitas (desde nuestra perspectiva) como la mecánica. Dichas
excepciones muestran, por un lado, la búsqueda de conocimiento “puro”, aunque también
exhiben fuertes canales de comunicación con lo técnico.
Aristarco de Samos, discípulo de Aristóteles y bibliotecario de Alejandría, es autor de un
tratado sobre las dimensiones del sol y la luna y sus distancias desde la tierra, con las
medidas casi exactas. La obra, escrita dieciocho siglos antes que Copérnico describe un
cosmos heliocéntrico. Euclides, cuya geometría rige nuestras nociones de espacio y
superficie, marca un salto en la cadena histórica. Herón de Alejandría sistematizó los
conocimientos de mecánica y dedicó su tiempo a la fabricación de autómatas “en los que
empleaba casi todas las cadenas cinemáticas que conocemos: válvulas, poleas, engranajes,
contrapesos, programación.”52 Posiblemente la más notoria sea la personalidad de
Arquímedes, a quien Héctor Ciapuscio define como “el primer mecánico racional”, figura
que no se repetiría hasta Galileo. Bien merecería el título de primer tecnólogo, por su
capacidad de articular conocimiento científico, que él mismo producía, a diferencia de
buena parte de los tecnólogos contemporáneos, que en general aplican de la ciencia lo que
otros descubren. El diseño y empleo de los espejos cóncavos como armas de guerra contra
la flota del cónsul romano Marcelo, convalida esta idea. Y lleva también la mirada hacia

51 Ignacio Ikonicoff: “La expansión técnológica”, en Siglomundo, La historia documental del siglo XX, fascículo 28.
Buenos Aires Centro Editor de América Latina, febrero de 1969, pag. 577.
52 Héctor Ciapuscio: Nosotros y la tecnología, Buenos Aires, Agora, 1999, pag. 16.
otro fenómeno reiterado por siglos e intensificado en los últimos cien años: el de la guerra
como escenario de descubrimientos, generadora de productos tecnológicamente
innovadores y como inductora de la investigación científica.
“Aún los inventos que posibilitaron –en el plano técnico- el paso de la economía medieval
a la moderna, prescindieron del aporte de la ciencia, en su mayoría (como el martinete de
fragua y el fuelle mecánico) o con un aporte incierto, y en todo caso menor, del saber culto
(como los lentes, la pólvora y la imprenta). Es quizá todavía más claro que la inventiva de
los trabajadores fue el factor principal del conjunto de transformaciones técnicas que
posibilitaron y constituyeron la Revolución Industrial”.53
Esta característica se mantendrá incluso después del advenimiento en Europa –y en el
mundo- de la ciencia como tal. Así, un lego como Roberto Arlt pudo patentar un sistema
de engomado que prevenía el corrimiento de los puntos de las medias de mujer. Y “un
aficionado optimista con conocimientos de física no demasiado profundos”, pudo
comprobar en 1895 que las ondas electromagnéticas descubiertas por Hertz nueve años
antes, podían transportar señales de un lugar a otro del planeta, refutando la idea sostenida
por la ciencia de la época, según la cual las señales de dichas ondas se expandirían en el
espacio sin retornar a la tierra. El aficionado optimista se llamaba Guillermo Marconi.54
Estas referencias permiten señalar que ha sido la técnica, la permanente aplicación práctica
–instrumental, podría decirse- de nociones referidas a características esenciales de la
naturaleza, la fuerza impulsora más persistente de la ciencia y de la constante expansión de
sus fronteras, al menos hasta el siglo XVI.
A partir de entonces, y aun cuando dicha característica se mantenga hasta la actualidad –al
punto de que haya quien crea que la característica esencial de la industria del siglo XX no se
debe a la incorporación de conocimiento científico sino a “una innovación de tipo
organizativo-, será la ciencia la que tome a su cargo el desarrollo del conocimiento teórico,
de modo sostenido y a un ritmo cada vez más acelerado, como se muestra en el Cuadro 3.55
No obstante, la iniciativa, las estrategias y los objetivos de la investigación provendrán del
lado de la técnica, ahora conformada como tecnología y articulando tales requerimientos en
función de las necesidades de la producción y del mercado.
Lewis Mumford recomienda explorar cuidadosamente “el período preliminar de la
preparación ideológica y social. No basta con enumerar simplemente la existencia de los
nuevos instrumentos mecánicos: debe explicarse la cultura que estaba dispuesta para
utilizarlos y aprovecharse de ellos de manera tan extensa.”56 Aunque este autor sitúa los
antecedentes del período de “preparación del clima” en el interior de los monasterios, esto
es, antes del despliegue de la Modernidad, sus rasgos se hacen más evidentes entre los
siglos XVI y XVIII, período en el que, precisamente, se produce no sólo la irrupción de las
ciencias exactas y naturales, sino una nueva forma de pensar el mundo y la sociedad. Con
mucha agudeza percibe que los “instrumentos críticos” de la modernidad, tales como el

53 Id., pag. 578.


54 Cf. Ikonicoff: Op. cit., pag. 589-590. Sobre la popularización de nociones y conocimientos científicos y
proyecciones tecnológicas, véase Beatriz Sarlo: La imaginación tecnológica. Sueños modernos de la cultura argentina,
Buenos Aires, Nueva Visión, especialmente “Divulgación periodística y ciencia popular”, pags. 65-83.
55 Ikonicoff: Op. cit., pag. 578
56 Mumford: Op. cit., pag. 22
reloj, la prensa para imprimir, el molino de agua, el telar, el torno y la pólvora, sin olvidar la
matemática, la química y la mecánica, existieron en muchas civilizaciones anteriores.
Comenta también Mumford que los chinos, los árabes, los griegos y especialmente los
romanos, desarrollaron máquinas de relativa complejidad:
“Tenían máquinas, pero no desarrollaron la máquina. Correspondió a los pueblos de Europa
occidental llevar las ciencias físicas y las artes exactas hasta un punto que ninguna otra
cultura había alcanzado y adaptar toda la forma de vida al paso y a las capacidades de la
máquina.”57
¿Qué ocurrió entonces? Habría que pensar que en todo este proceso histórico hubo algo
que no fue simplemente algo más. Hubo en Europa un reacomodamiento de todas las
fuerzas sociales que articuló los diversos elementos que aquí se analizan con una riqueza y
complejidad pocas veces vistas en la historia. El crecimiento explosivo de la ciencia y su rol
en el desarrollo del conocimiento, de la forma de ver el mundo y la sociedad se apoyaron
en un nuevo eje de sustentación y desplazamiento –el comercio y la producción para el
mercado. Más allá de la voluntad, la vocación y los deseos personales de los científicos y
filósofos, la enorme ola de conocimiento científico que se desplegó por el mundo fue parte
integrante, y en muchos aspectos determinante, del crecimiento de la burguesía como
grupo social y especialmente de su proyecto de vida, definitorio de la modernidad y
trampolín del gran salto de la revolución industrial.

2.3.3. La escala de la investigación


Las precisiones en torno al carácter histórico de la ciencia, más las características expuestas
en este apartado, empiezan a descubrir las contradicciones entre ciencia y tecnología. El
estudio de las escalas de la investigación científica que no siempre confluyen en la
presentación de un nuevo conocimiento a la sociedad, exhiben paladinamente la naturaleza
y formas de las relaciones entre ciencia y técnica y ayudan a una mejor determinación de la
idea de la tecnología.
Se sabe que el proceso de desarrollo del conocimiento científico supone la construcción de
ese conocimiento, que se efectiviza mediante procesos sistematizables en los que se verifica
la aplicación de métodos, muchos de los cuales son, incluso, ajustables de modo muy preciso
bajo la forma de protocolos.

57 Id. Ibid. Itálicas, HPN.


CUADRO 2. CIENCIA Y TECNOLOGÍA. ACELERACIÓN DE LOS CAMBIOS
ACORTAMIENTO DEL TIEMPO TRANSCURRIDO ENTRE EL DESCUBRIMIENTO Y SU
APLICACIÓN INDUSTRIAL

AÑO DE AÑO DE TIEMPO


INVENTO TRANSCURRIDO
DESCUBRIMIENTO APLICACIÓN
(EN AÑOS)
Fuerza del vapor 1665 1785 120
Fotografía 1727 1825 98
Motor eléctrico 1821 1886 65
Teléfono 1820 1876 56
Radio 1867 1902 35
Tubo de vacío 1884 1915 31
Tubos de rayos
1895 1913 18
catódicos
Radar 1925 1940 15
Televisión 1922 1936 14
Reactor nuclear 1932 1942 10
Semiconductores y
1948 1953 5
transistores
Circuito integrado 1958 1961 3
Rayo láser 1959 1959 - de un año
FUENTE: MARIO SOSA: Régimen de producción y pobreza Una alternativa metodológica. Río Cuarto, UNRC, inédito,
1998

El proceso que va desde la observación, la curiosidad y la simple conjetura inicial hasta la


formulación de un enunciado de cualquier grado –desde un simple teorema hasta una teoría
o una ley- es lo que se conoce como investigación científica.
Hasta hace un tiempo era frecuente definir a la investigación como básica (también llamada
pura) o aplicada, según cuáles fueran las ramas del conocimiento involucradas, los
procedimientos empleados y los alcances y finalidades de la investigación.
Esther Díaz postula la existencia de los siguientes cuatro escalones posibles en el desarrollo
de la investigación:
Diagrama 2. ESCALONES DE LA INVESTIGACIÓN
Investigación Investigación Investigación Tecnología
básica pura básica orientada aplicada

Fuente: Esther Díaz: “Investigación básica, tecnología y sociedad: Kuhn y Foucault”, en Esther Díaz
(Editora): La posciencia. Buenos Aires, Biblos, 2000, pag. 65
La investigación básica procura la obtención de nuevos conocimientos sin tener en cuenta las
posibles aplicaciones de sus resultados. La investigación básica pura “se produce al arbitrio
del científico individual”, sin inducción alguna, dice la autora y agrega que tal investigación,
que “puede ser subsididada económicamente o no”.
La investigación básica orientada, en cambio, está encaminada hacia algún campo de interés
determinado por la institución que financia el proyecto. No existe el imperativo de aplicar
el conocimiento a la realidad, pero sí el de buscar en determinadas direcciones que ya están
claramente establecidas por quienes trazan las estrategias de investigación a escala nacional
o internacional, que son, justamente, quienes financian la investigación.
En cambio, en el caso de la investigación aplicada se encamina hacia la búsqueda de nuevos
conocimientos, “pero dirigidos ahora hacia algún objetivo práctico. Se trata de una
transición hacia el uso de las teorías científicas. Los modelos teóricos que en este tramo se
desarrollan pueden ser materializables, y puede haber desarrollos capaces de modificar la
realidad.
Finalmente, “la tecnología es la aplicación concreta del conocimiento”. El desarrollo
tecnológico o experimental es el uso del conocimiento científico para generar productos,
sistemas o procesos nuevos. En esta instancia, “los técnicos... dirigidos por los científicos,
transforman los modelos teóricos en tecnología propiamente dicho...”. 58

2.3.4. La tecnología como conocimiento


En un artículo publicado en 1990, Luis Villoro retoma la idea orteguiana de la técnica como
“segunda naturaleza” y señala que la transformación que aquella produce “se acompaña del
desarrollo sin precedente de un pensamiento que expresa el poder de la tecnología tanto en el
mundo natural como en el social.” Y una líneas más abajo, agrega que “la invasión del
pensamiento tecnológico ha suscitado reacciones de alarma…”59
Esto conduce a la pregunta acerca de qué se entiende por pensamiento tecnológico. Si
pensamiento tecnológico es el que genera la tecnología que se piensa a sí misma, se estaría
en condiciones de hablar de un pensamiento químico, un pensamiento zoológico o un
pensamiento bibliotecológico.
Es indudable que la tecnología, con la invasividad que la caracteriza, el poder que concentra
y la omnipresencia que define su situación, al menos en el mundo occidental y en sus
periferias adscriptas, transfiere hábitos, maneras de percibir y actuar, conceptos de
coyuntura, enfoques y visiones de la cotidianeidad y, desde luego presiona sobre la sociedad
con una masa de ideas, preceptos y creencias con las cuales la misma tecnología se
proyecta y circula como parte de la cultura, más allá del simple contacto de las personas con

58 Todas las citas de este apartado fueron tomadas de Esther Díaz: Op. cit. pag. 64-65.
59 Luis Villoro: “Sobre el conocimiento tecnológico”, en Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. XVI, N° 2,
julio de 1990, pag. 131. (Itálicas, HPN). El autor señala entre los críticos a Heidegger, Mounier, Hannah
Arendt, Horkheimer y Marcuse. Indica además que el pensamiento tecnológico, que respondería al mismo
interés que el científico – explicativo, podría ejercerse con independencia de otras formas de pensamiento y
que habría “una racionalidad-científico-técnica, separable de otras formas de racionalidad, si las hubiere, y
comprensible sin ellas”.
el mundo de los artefactos. Es imaginable y hasta comprensible que dicha masa de ideas y
creencias pueda fungir como una suerte de “pensamiento”. Pero dicho cuerpo amorfo
carece de rigor y de otro sentido que no sea el de autoafirmación en la sociedad. O, en
última instancia, de ocupación de espacios ideológicos por parte de quienes conducen el
macro sistema tecnológico y a quienes Lewis Mumford denomina “tecnócratas”.
En los ejemplos dados, la química, la zoología y la bibliotecología no se piensan a sí
mismas: sólo actúan, fijan objetivos, establecen métodos, se dan normas y generan
documentos producto de su accionar. Puede que los profesionales y científicos de esas
ramas del saber reflexionen incluso sobre su quehacer; en estos casos, sus reflexiones
serán específicas: técnico-procedimentales, metodológicas o descriptivas. Pero en cuanto
reflexionen sobre las generalidades de sus actividades respectivas estarán incursionando,
quiéranlo o no, en la sociología, en la política, en la ética o la epistemología; en última
instancia, en la filosofía.
Así, las ciencias darán respuestas sobre las ciencias, la tecnología dará respuestas sobre
cuestiones tecnológico - técnicas y la filosofía indagará sobre ambos sub-universos como
temas filosóficos.
Estos postulados constituyen lo que en el discurso de la tecnocracia se denomina “la
trampa antropocéntrica”60 y constituyen la antítesis de lo que aquella representa. Al advertir
contra enfoques como el que orienta el presente trabajo, los tecnócratas y sus amanuenses
pontifican que “sólo hay tecnología cuando el discurso sobre la técnica es tecnológico.”61
Esta pretensión, implica -de hecho- que sólo los tecnócratas juzguen a los tecnócratas. Y
tiene ciertas resonancias con lo que se puede inferir de la propuesta de Bunge (declarado
enemigo de la tecnociencia, otro nombre que se aplica a esta suerte de pensamiento)
referida a la creación de una ética de base científica, para cuya evaluación sólo estarán
capacitados los científicos.62
El referido análisis de Villoro distingue ciencia y técnica (o tecnología) como dos tipos de
conocimientos identificables por el tipo de enunciados que emplean la una y la otra. Así,
mientras la ciencia se expresa como un saber proposicional, que describe propiedades o
relaciones de hechos que pueden llegar a constituir teorías, el saber tecnológico se vale de
reglas instrumentales. Los enunciados de la tecnología no describen, sino que prescriben
acciones: se trata de enunciados prácticos.63
El pensador mexicano señala que, como ya se ha visto, el conocimiento tecnológico es
fuente del conocimiento científico y que éste, a su vez abastece a aquel.
“El ‘saber hacer’ es una fuente continua de saberes proposicionales [...] También en la
ciencia aplicada encontramos saberes proposicionales fundados en un ‘saber hacer’.

60 “Cuando se fundó la Royal Society en Inglaterra, las humanidades fueron excluidas intencionalmente.” V.
Lewis Mumford: Op. cit., pag. 70.
61 Manuel García Pelayo: Burocracia y tecnocracia, Madrid, Alianza, 1987, pag. 42 .
62 Mario Bunge: Ética, ciencia y tecnología.. Buenos Aires, Sudamericana, 1995, pag. 103 y sigs.
63 Villoro: Op. cit., pag. 132
210 Id, pag. 134
Muchos saberes de la ciencia aplicada se convierten en técnicas, justo cuando pueden
codificarse en un conjunto de reglas prácticas para transformar el objeto manipulado.”64
Y tras señalar la estrecha relación que existe “entre el saber técnico y la ciencia aplicada, por
su mutua vinculación con la práctica”, advierte sobre la inconveniencia de “establecer
límites tajantes entre ellos”..65
En lo que se refiere puntualmente a la indagación sobre el conocimiento tecnológico, los
conceptos del autor de Creer, saber, entender guardan una distancia cercana a cero con los dos
primeros capítulos de la Metafísica de Aristóteles, que Zubiri comentara de modo magistral.
“Tanto la ciencia como la técnica parten del conocimiento cotidiano, anterior al establecimiento
de teorías y reglas.”66
Y Aristóteles:
“Porque gracias a la experiencia alcanzan los hombres el arte y la ciencia, ya que la
experiencia, como con razón dice Polo, construye el arte, mientras que la carencia de ella
lleva tan sólo al azar. Se llega al arte cuando a partir de muchas nociones, obtenidas por
experiencia, se viene a parar en un concepto único y universal, aplicable a todos los casos
semejantes”..67
Villoro coincide también con el viejo maestro cuando afirma que además de prescribir
acciones las reglas también “transmiten un conocimiento”, en tanto expresan un ‘saber
hacer’68.. Sin embargo, luego se aleja un poco y posteriormente parece entrar en
contradicción con sus propias afirmaciones.
“El ‘saber hacer’ no se refiere propiamente a un conocimiento sino a una habilidad o
destreza para efectuar un conjunto ordenado de acciones. Sin embargo, un saber hacer puede
ser fuente de varios saberes proposicionales. Saber construir, diseñar y utilizar un artefacto me da a
conocer sus características y funciones. Los ensayos y errores repetidos en la construcción
de útiles, estructuras, trebejos artificiales, dan un conocimiento directo de ellos que no
puede lograrse sin su uso”.69
Distinto es el parecer de Aristóteles, quien sostiene que “en la práctica poco se diferencia la
experiencia del arte”, como lo demuestra el hecho de que quienes sólo se valen de la
experiencia suelen obtener resultados más inmediatos que quienes sólo cuentan con la
teoría.
“La razón de ello está en que la experiencia es conocimiento”.70
Tras afirmar que la ciencia y la tecnología son “formas de conocimiento” que “acuden a un
‘saber hacer’ práctico como fuente de conocimiento”, sostiene que la búsqueda del saber
teórico, objetivo, guía la exploración del objeto, mientras la finalidad transformadora y las

211 Id. Ibid.

66 Id., pag. 135. Itálicas: HPN.


67 Cf. Aristóteles: Metafísica, I, 1, 980 b, en Obras, ed. cit., pag. 910.
68 Villoro: Op. cit., pag. 133
69 Id., pag. 134. Cf. Aristóteles, op. y loc. cit. y Popper: El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y

refutaciones, Buenos Aires, Paidós, 1967, pags. 359-361 y 9-40.


70 Aristóteles, Id. ibid.
reglas derivadas de ello indican la presencia de la técnica, cuyo fin “no es tanto conocer el
objeto sino poder transformarlo.”71
“El primer procedimiento conducirá a la ciencia, el segundo a la técnica. […] El resultado
de todo este proceso es doble: proposiciones que describen y explican los objetos tal como
creemos que son (la ciencia), por el otro, enunciados que prescriben cómo transformar los
objetos (la técnica).”72
En la misma dirección Villoro ratifica la necesidad de “un conocimiento previo, pretécnico,
del comportamiento natural de los objetos” y determina la finalidad mediatizadora del
objeto que se construye o se reformula en la práctica (una rama puede ser una rama o un
garrote) como rasgo diferenciador.
“Al introducir en ellos la acción humana dirigida por una intención, el objeto natural se
convierte en útil, esto es, en medio para la realización de un fin. Sólo entonces empieza
el conocimiento técnico”.73
Se observa que, en el texto aquí considerado, Aristóteles deja establecidas al menos tres
ideas que importa señalar a los fines de este trabajo:
La primera se refiere a la importancia de la experiencia como camino hacia el conocimiento
y el carácter de tal que tiene la misma, aun cuando se trate de una forma muy precaria de
conocimiento.
“Los empiristas conocen que una cosa existe, pero ignoran por qué existe”.74
La segunda es la que se refiere al conocimiento que tienen los que se dedican al arte, a la
tekné. Ellos “conocen el por qué y la razón de las cosas”..
“Y así, los que dirigen las obras, son superiores a los operarios en saber, no por su
habilidad práctica, sino por poseer el don de la teoría y el conocimiento de las causas de los
hechos”..75
Y la tercera idea es la que, montada en el dominio de dicho saber, se refiere a la capacidad
de enseñar. Aristóteles ha ido mucho más allá de lo que son los compartimentos del
conocimiento vigentes en nuestra época, hijos todos de la división del trabajo en su versión
taylorista.
El propósito que anima a su texto es, en realidad, enseñar qué es la filosofía como sabiduría
de grado superior. Por esa vía, ha establecido niveles y le ha asignado el suyo a la técnica.
Pero en ningún caso se ha apartado de la referencia implícita de un modelo de hombre
virtuoso, que es fundamento de la sabiduría tanto como el conocimiento.
Por eso, cuando afirma “que es una prueba de la posesión de la ciencia, la capacidad de
enseñarla” le está asignando al técnico, al tecnológo, dos elementos: el conocimiento, la
ciencia como saber, y la responsabilidad que ese saber impone. Este es un elemento
medular en el momento de considerar la responsabilidad de los tecnólogos.76

71Villoro: Op. cit., pag. 135


72 Id. ibid.
73 Id., pag. 136
74 Id. ibid.
75 Id. ibid.
76 Id. ibid.

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