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Trabajo de grado para optar por el título de Comunicadora social con énfasis en Periodismo
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en su
tesis de grado, sólo velará porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral
católica, y porque las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales. Antes
bien, se verá en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”.
Señor:
Decano Académico
Facultad de Comunicación y Lenguaje
Pontificia Universidad Javeriana
Cordial Saludo:
Por medio de esta carta presento y pongo a consideración mi trabajo de grado “Acoso sexual
callejero: un golpe silencioso. Tres miradas sobre esta forma de violencia de género.” con el
cual estoy optando por el título de Comunicadora Social con énfasis en Periodismo.
Agradezco su atención.
Cordialmente,
Señor:
Decano Académico
Facultad de Comunicación y Lenguaje
Pontificia Universidad Javeriana
Cordial Saludo:
Formalmente hago entrega del trabajo de grado de la estudiante Ana Gabriela Santamaría
Venegas, con cédula de ciudadanía Nº 1.020.761.516 de Bogotá, el cual se titula “Acoso sexual
callejero: un golpe silencioso. Tres miradas sobre esta forma de violencia de género”. El
trabajo cumple con los requisitos teóricos y metodológicos suficientes para ser aprobado de
mi parte como directora del mismo.
Agradezco su atención.
Cordialmente,
A mi mamá, por ser como Mary Poppins: “Practically perfect in every way”.
6
Agradecimientos
A mi mamá, Clemencia Venegas, por ser la mamá más envidiable del mundo. Porque me
criaste sola y nunca fallaste en nada, porque llenaste mi vida de libros de Jane Austen y
películas de Audrey Hepburn. Porque incluso en la universidad me ayudaste con mis
tareas cuando más lo necesitaba.
Un especial agradecimiento a Angélica Gallón que dispuso de su valioso tiempo para
dirigirme este trabajo, incluso en los momentos más difíciles.
A todas las personas que me dieron una entrevista para la realización del trabajo muchas
gracias por su tiempo, buena disposición y conocimientos: Andrés Bernal Blanco, Lina
Buchely, Mar Candela Castilla, Paola Marcela Gómez, Isabel Cristina Jaramillo, Angélica
López Blanco, Lizbeth Umaña Márquez, Elizabeth Castillo, Adriana González, Helena
Alviar, Julieta Lemaitre, Juliana Bazzani, Angélica Velásquez Granados, Sofía Carvajal
Ríos y Gloria Marcela Abadía.
A Jorge Esteban Benavides por su apoyo en la parte final del proyecto, sin el cual no
hubiera podido terminar.
A Miguel Mendoza por ser incluso mejor maestro que el Señor Miyagi, ayudándome hasta
último momento en todo lo que pudieras, gracias por ser mi amigo y, cuando llegue el
momento, mi padrino de bodas.
A todos los excelentes profesores que tuve en la universidad que lograron convertirme en
una mejor profesional, así no lo sepan (en orden de aparición): Federico García Naranjo,
Mauricio Bayona, Alberto Salcedo Ramos, Grace Burbano, Pedro Adrián Zuluaga,
Maryluz Vallejo, Catalina Ruiz-Navarro, Germán Ortegón, Harold Castañeda, Carolina
Jaramillo y Mauricio Sáenz.
Gracias a la distancia a Leila Guerriero, porque leer sus libros sigue siendo la mejor clase
de periodismo que he tenido.
A mi grupo de amigos, espero no se ofendan que no les escribí personalmente a cada uno
pero terminé de hacer la tesis el mismo día de la entrega (LOL). Les doy las gracias por
ser una partida de subnormales que siempre me hicieron reír y perder el tiempo en vez de
hacer mis tareas: Camila Abisambra, Daniela Serrano, Juanita Navarro Páez, Jessica
Guapacho, Nathaly Sánchez, Estefanía Zárate, Juan Camilo Orjuela y Andrés Felipe
Carrasco.
Gracias a Taylor Swift, por ser la banda sonora de esta tesis. Sí, es en serio.
7
Tabla de contenidos
Introducción
1.1) Genero
1.2) Violencia
4. Conclusiones
5. Bibliografía
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Introducción
La primera vez que fui consciente de estar en peligro sucedió mientras me movía por la
ciudad. Tenía 15 años. Era un día laboral y regresaba a mi casa desde la de una amiga después
de terminar un trabajo en grupo. Me devolví en Transmilenio. Tenía puesta mi jardinera del
colegio y todavía no eran las seis de la tarde. El viaje había sido totalmente normal,
perfectamente aburrido. Como de costumbre no había sillas libres; entonces me había hecho
de pie cerca a la puerta y escuchaba la radio de mi celular usando audífonos.
De repente, la señora sentada al lado mío llamó mi atención tocándome el hombro de forma
delicada. En una voz muy delgada, como si tuviera miedo, me dijo: “creo que el señor sentado
en frente te está tomando una foto por debajo de la falda”. Me volteé asustada y en efecto,
ahí estaba él, con una mano ubicada dentro de mi falda intentando tomar una foto con su
celular. Me corrí hacia atrás y logré escupir entre dientes la palabra “degenerado”. Admito
que el miedo y las ganas de llorar hicieron que fuera apenas un débil murmullo. El hombre
tenía unos 40 años y evitaba mirarme, como si genuinamente se preguntara por qué me
había puesto tan brava si él no hacía nada malo. El Transmilenio paró y el señor se bajó
corriendo antes de que yo pudiera reaccionar. Me temblaron las piernas hasta que llegué a la
casa.
Mi fastidio por el tema continuó, pero mientras crecí aprendí a ignorarlo. Pensaba que eran
hombres asquerosos y me sentí violentada, pero si a nadie más eso le parecía grave yo no
debía hacer escándalo. Así fue por mucho tiempo: aprendí a ignorar los comentarios,
reaccioné cambiando la calle por la que se camina, me resigné a no salir sola por la noche,
acepté no usar faldas en zonas peligrosas. Esto siguió así, hasta que en séptimo semestre de
universidad conseguí una columna de opinión en la revista virtual Cartel Urbano. Entre las
primeras que publiqué estaba una que trataba sobre el acoso en las calles y donde yo esperé
encontrar un público receptivo; pero lo que encontré en respuesta a mis denuncias fueron
comentarios machistas sobre la ropa de las mujeres y desestimaciones sobre las supuestas
exageraciones de las feministas.
10
Eso cambió mi opinión sobre la forma de enfrentar el acoso: era el momento de hacer
escándalo. Porque si la gente puede escuchar la historia de una agresión y no comprender por
qué es un acto violento, entonces hay que hacer evidente la necesidad de entenderlo y
explicarlo. Colombia es un país con un contexto supremamente machista y entre más avances
se hagan para enfrentar las violencias cotidianas de género, mejor.
El proyecto tenía la ventaja de que el acoso sexual callejero es tan ignorado por parte de las
instituciones que las cifras en Colombia son prácticamente inconseguibles. Sin embargo una
vez entré a formular la tesis, Angélica Gallón, mi directora me señaló que la ropa de las
mujeres era apenas un factor de la construcción de su identidad. Por ende, el enfoque más
recomendable era el de estudiar el acoso sexual callejero desde diferentes perspectivas: un
abordaje teórico, desde el periodismo en segundo término y con un caso real específico. El
anteproyecto fue modificado correspondientemente.
Para el desarrollo de este proyecto de investigación se necesitó como bases los conceptos de
violencia, género y espacio público. Ahora bien, en la investigación desarrollada se pretende
estudiar el fenómeno del acoso sexual hacia las mujeres en los espacios públicos. Esta
monografía pone el fenómeno bajo tres campos teóricos diferentes, para constatar cómo
cambia la forma de entenderlo.
El segundo capítulo tiene el interés por develar el fenómeno del género y la violencia,
instrumentales para entender el acoso sexual callejero hacia las mujeres, en productos de
11
periodismo narrativo. El periodismo siempre ha sido para mí una herramienta útil para la
comprensión y análisis de los fenómenos. Con esta idea en mente se plantea ver, a partir de
cinco piezas específicas, cómo ha sido abordado el tema y qué ha aportado a la discusión.
1.1) Género
Antes del siglo pasado, cuando se hablaba de género, se entendía por esto el sexo de una
persona: hombre o mujer. Sin embargo, en el siglo XX las ciencias sociales tomaron el
sencillo concepto binario y lo volvieron más complejo, hasta convertirlo en una categoría de
estudios de construcción social y cultural.
En su libro Cuerpos que importan, Judith Butler (1993, p. 163) plantea la idea de que la
noción de cuerpo se construye a partir de muchas cosas, incluyendo la faceta social. Esto
quiere decir que hay dos cuerpos: uno que es el biológico, aquel que se puede tocar y otro, el
representado, que es el resultado de los símbolos e imaginarios que se consumen y usan para
presentarse ante otros. Este cuerpo representado es una construcción simbólica en sociedad.
Por ejemplo una mujer puede vestirse de hombre, ser percibida como hombre y por lo tanto
ser hombre sin tener que cambiar su sexo biológico, con tal de que el acto de vestirse de esa
manera no esté aislado (Butler, 1993 p. 163).
La Teoría Queer plantea que el género es una construcción social. Esto quiere decir que
aunque los humanos nacen con ciertos órganos reproductivos, estos no necesariamente
determinan su comportamiento sexual u orientación, sino que los seres tienen la posibilidad
de construir quiénes son, cómo se comportan o presentan ante otros y qué quieren. Se habla
Según Judith Butler, en su libro Cuerpos que importan (1993, p. 18-39), sexo es el órgano
biológico con el que se nace (vagina, pene, intersexo), mientras que género es cómo se escoge
definir la expresión de ese órgano (mujer, hombre, etc.), ya que una persona que tiene vagina
se puede identificar más con la noción de hombre que con la de mujer. Por otra parte, Hank
Green complementaría en su video “Human Sexuality is Complicated” que orientación
sexual es aquello que les atrae a las personas como posible pareja sexual y romántica
(hombres, mujeres, asexual). Por último, está el comportamiento sexual, que es cómo se
podría definir la naturaleza del sexo (heterosexual, homosexual, célibe, etc.). ¿Para qué todas
estas categorías? Para poder aproximarnos a la complejidad de la sexualidad (Green, 2012).
Hay incluso expertos en el tema Queer que dividen el género en: identidad y expresión. Uno
de ellos es Sam Killermann, un activista de Texas que maneja el portal
http://itspronouncedmetrosexual.com/.
2 Green, H. (2012) “Human sexuality is complicated” [video vlog en línea], disponible en:
http://www.youtube.com/watch?v=xXAoG8vAyzI
14
Como se puede ver en la imagen del sitio web de Killerman (“The Genderbread Person V2.0”,
2012), identidad de género es lo que alguien piensa de su propia identidad; es decir, cómo las
personas interpretan su cuerpo (mujer, hombre, sin género, entre muchas posibilidades y
combinaciones). Expresión de género es el cómo se demuestra ese género, cómo actúan las
personas, cómo se visten, cómo interactúan (femenino, masculino, andrógino, etc).
Judith Butler, en su libro El género en disputa, se plantea la duda de qué alcances sociales
tiene el género. ¿Una mujer debe ser femenina para ser mujer o considerada mujer por otros?
Este comportamiento pareciera ser obligado, esperado por otros. La sexualidad de una mujer,
unida a su género, es performativa: una faceta pública de una decisión privada (1990, p. 17).
Esas categorías básicas anteriormente definidas ayudan a componer el ámbito privado de la
vida de una mujer y cómo se traduce públicamente en su sexualidad percibida y expresada.
La ropa, por ejemplo, es una forma de expresión de esto.
Cuando Simone de Beauvoir escribe célebremente en El segundo sexo: “No se nace mujer, se
llega a serlo” (1949, p. 109), establece lo que se planteó la Teoría Queer mucho tiempo
después: ser mujer es el resultado de un proceso constructivo que incluye lo social. La idea
parece extraña para muchos, pues las nociones que tienen que ver con el género están
impuestas socialmente. Las niñas se visten de rosado, toman clases de ballet y juegan con
muñecas (lo que las va preparando para la maternidad). Los niños tienen que usar ropa azul,
jugar con carros y practicar fútbol (lo que los va preparando para proveer en el hogar). ¿Pero
a las niñas les gusta ser princesas o solo les enseñan que así deben ser? Cuando nace un bebé,
las decisiones que tienen que ver con la expresión del género son tomadas por los padres,
basadas en el sexo biológico. Y si el niño en cuestión no sigue estos lineamientos, los padres
se preocuparán de que sus compañeros de colegio o la sociedad los trate mal por esto. La niña
es tachada de marimacha, el niño es un mariquita3 (Orenstein, 2006, p. 1).
3 Orenstein, P. (2006) “What’s wrong with Cinderella?” [en línea], disponible en:
http://www.nytimes.com/2006/12/24/magazine/24princess.t.html?pagewanted=all&_r=0
15
por su orientación sexual. También se reportaron 48 casos de abuso policivo por causa de la
orientación de las víctimas.4
La identidad en público debe hacerse a través del cuerpo, para que sea visible. Y la moda es
un mecanismo por el cual se puede lograr este objetivo (“The Genderbread Person V2.0”,
Killermann, 2012). El género femenino está ligado intrínsecamente con este mecanismo. En
el Volumen III de Historia Técnica y Moral del vestido, Maguelonne Toussaint-Samat
explica que a pesar de que el vestido (o la bata) comenzó a ser usado como una prenda
masculina en civilizaciones como la griega y la romana, eventualmente la diferenciación de
género se fue marcando y se transformó en un elemento exclusivamente femenino. Hoy en
día entonces un hombre no usaría una falda en público para representar su hombría (1994, p.
138).
4Colombia Diversa. (2011) “Impunidad sin fin” [en línea], disponible en:
http://colombiadiversa.org/colombiadiversa/images/stories/PUBLICACIONES_FINAL/DOCUMENT
OS/INFORMES_DH/documentos/InfDDHH%202010_2011.pdf
16
Al final, lo que para Kennedy expresa el anterior cuadro es que esa identidad de género, o
expresión, puede ser objetivo de violencia en el espacio público si las reglas se incumplen
(1992, p. 1329).
El texto Carne y Pierda de Richard Sennett hace una construcción sobre lo que es la ciudad
desde Grecia hasta la modernidad y cómo la noción del espacio urbano se fue construyendo a
la par con la noción de persona. Es decir, que a través del cuerpo del ciudadano y lo que vivía,
Sennett explica cómo las edificaciones fueron partiendo de sus necesidades y costumbres. Por
ejemplo, si en Grecia se creía que los hombres eran criaturas superiores a las mujeres,
entonces debían crearse espacios solo para ellos (1997, p. 44-46).
“En el curso del desarrollo occidental, las imágenes dominantes del cuerpo se han
resquebrajado en el proceso de dejar su impronta sobre la ciudad. Una imagen paradigmática
del cuerpo de forma inherente concita ambivalencia entre las personas a las que gobierna,
porque todo cuerpo humano posee una idiosincrasia física y todo ser humano siente deseos
físicos contradictorios. Las contradicciones y ambivalencias corporales provocadas por la
imagen prototípica colectiva se han expresado en las ciudades occidentales en alteraciones y
borrones de la forma urbana y en usos subversivos del espacio urbano. Y es este carácter
necesariamente contradictorio y fragmentario del ‘cuerpo humano’ en el espacio urbano lo que
ha contribuido a crear los derechos de diferentes cuerpos humanos y a dignificarlos (1997, p.
28).”
Así, la ciudad está constituida por dos ámbitos: el privado y el público. El último refleja y da
respuesta a sus habitantes. En términos simples, el espacio público o esfera pública es un
lugar en donde las personas pueden circular y hacer uso del entorno, libremente. Aquí los
ciudadanos socializan entre sí, se identifican y satisfacen sus necesidades, se encuentran en
lugares de fácil acceso y tienen el deber de hacer uso responsable de los mismos. A diferencia
de un espacio privado, los ciudadanos tienen derecho a circular libremente por estas zonas
públicas, tales como parques, calles, etc.5 (Habermas, 1964, p. 1). En términos jurídicos, el
espacio público está regulado por la administración pública encargada, que garantiza la
accesibilidad y además brinda el lugar para que se desarrollen interacciones sociales
cotidianas con fines materiales y que se cumplan necesidades urbanas colectivas. El espacio
público además permite la actividad cultural, recreacional y política6 (“Guía de mecanismos
de recuperación del espacio público”, 2005, p. 12).
5 Habermas, J. (1964), “La esfera pública: un artículo de enciclopedia” [en línea], disponible en:
http://es.scribd.com/doc/88325056/Habermas-La-Esfera-Publica-1964
6 Colombia, Ministerio de Ambiente, Dirección de Sistema Habitacional. (2005), “Serie de espacio
público. Guía Número 5. Mecanismos de recuperación del espacio público” [documento de trabajo].
17
En resumen, el espacio público es un bien colectivo que puede ser usado libremente para la
expresión de la identidad y el desarrollo pleno de los derechos y libertades fundamentales.
La historia o el progreso del feminismo se divide comúnmente en tres olas. La primera ola
corresponde a las movilizaciones que se dieron a finales del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, principalmente en Norteamérica y Reino Unido, para que las mujeres pudieran adquirir
el derecho al sufragio y a tener propiedades. La segunda ola se dio alrededor de los años
sesenta en Estados Unidos y se encargó de enfrentar los problemas de desigualdad no
oficiales como sexualidad, familia, lugar de trabajo, derechos reproductivos, educación y
algunas desigualdades legales7 (Krolokke y Sorensen, 2006, p. 1). Por último, la tercera ola es
una respuesta a todas las repercusiones negativas que provenían de la segunda ola en la
imagen del feminismo desde principios de los años noventa (Krolokke y Sorensen, 2006, p.
1). Después de la segunda ola se empezó a asociar al feminismo con mujeres feas, resentidas y
que odiaban a los hombres. Las feministas buscaron abrir el espectro para permitir que las
mujeres pudieran escoger qué tipo de vida querían vivir sin censura; si una mujer quería ser
vanidosa, o vestir de manera masculina, o ser ama de casa, o trabajar y no casarse, no habría
problema. Todas las opciones eran igualmente válidas y respetables8 (Rampton, 2008).
Otros debates que se trataron en la tercera ola son: la continuación de la violencia de género,
los derechos reproductivos (con énfasis en anticonceptivos gratuitos y derecho al aborto), el
retomar el uso de palabras que han sido históricamente ofensivas hacia las mujeres (puta,
perra, zorra, etc.), la violación y leyes para proteger a las víctimas, el acoso sexual en
diferentes ámbitos, la ruptura del “techo de cristal” laboral9 y la protección legal para mujeres
embarazadas o madres con bebés recién nacidos, en especial de madres solteras en el espacio
de trabajo (Krolokke y Sorensen, 2006, p. ).
Entre la década de los años setenta y ochenta, dentro de la segunda ola, se abrió un
polarizado debate entre feministas para discutir diferentes aspectos sobre el sexo tales como:
el uso y la expresión de la sexualidad, la pornografía, prostitución y otras formas de
representaciones sexuales (como la objetivación en la publicidad), la comunidad lesbiana, sus
prácticas sexuales, los roles de la mujer transexuales y el sadomasoquismo, entre otros temas.
Las dos grandes posturas eran: las feministas pro-sexo y las feministas anti-pornografía10
(“Lesbian Wars: The Sex Wars”, McBride, 2013).
Por su parte, las feministas anti-pornografía tenían una visión un poco más conservadora de
la sexualidad y asumían la postura de que las representaciones sociales del sexo solo hacían
parte de una estructura para objetivar a la mujer. Estaban en contra de la pornografía, por
ejemplo porque las mujeres podían salir lastimadas durante la producción de estos
espectáculos, se reducía la representación de la mujer a objetos sexuales únicamente y se
glorificaba la violencia sexual. Según ellas, la pornografía además distorsionaba las visiones
que se tenían sobre el cuerpo y la sexualidad. Consideraban además la prostitución como una
forma de violencia sexual y que el sadomasoquismo era una extensión de la misoginia 11
(“Battling Pornography”, 2011, p. 8).
Actualmente hay varias corrientes del feminismo que se enfrentan al problema del acoso
sexual callejero. Los dos lados del debate pueden identificarse como parte del feminismo
radical o de la corriente de Lipstick Feminism. Ambas partes están de acuerdo con que la
violencia hacia la mujer no puede ser legitimada o justificada de ninguna manera; sin
embargo, sí tienen puntos de vista críticos y opuestos en lo que se refiere a la apariencia o la
presentación en público de una mujer12 (Levy, 2005, p. 11).
10 McBride, A (2013) “Lesbian History: The Sex Wars”, en línea, [disponible en]:
http://sitemaker.umich.edu/lesbian.history/the_sex_wars
11 Bronstein, C. (2011) “Battling Pornography: The American Feminist Anti-Pornography Movement,
usualmente recae sobre la moral sexual de una mujer. Las diferentes herramientas de la
vanidad sirven para empoderar a una mujer a que conozca, acepte y haga lo que quiera con su
cuerpo13 (Austin, 1998, p. 8).
Por otra parte, el feminismo radical considera que la industria de la moda y belleza hace
parte de un engranaje de procesos de objetificación y que no se puede eliminar el discurso
patriarcal de esas prendas, puesto que se han construido a partir de una mirada masculina.
Los hombres se han apropiado históricamente de la sexualidad femenina y una mujer puede
intentar expresar su identidad a través de ropa y estilos, pero al final lo que está haciendo es
volverse a integrar al marco machista y de dominación bajo el cual se formularon los
productos, puesto que su significado supera al de sus intereses personales. Y aunque no se
justifica la violencia de género, sí se busca reconsiderar la participación en la cultura que
híper-sexualiza a la mujer (Levy, 2005, p. 11).
A pesar de esta marcada diferencia de posturas, hay dos conceptos desarrollados dentro del
feminismo para explicar de dónde proviene la violencia sexual hacia las mujeres y cuáles son
sus consecuencias en el momento de entender el ataque: slut shaming y victim blaming.
Slut shaming es el acto (usualmente verbal) que tiene la intención de hacer sentir condenada
a una mujer por las decisiones que ha tomado respecto a su cuerpo. Puede tratarse de la ropa
que usa o de sus parejas sexuales, entre otros comportamientos. A partir de un lenguaje
moralista se espera que la mujer se sienta culpable y en ocasiones insegura, por cuenta de por
lo que es y lo que ha hecho. En sus peores versiones, el slut shaming logra que una mujer
cambie sólo para complacer a otros14 (Green, 2010).
13 Austin, E. (1998, Noviembre) “Lipstick Feminists: Sexual power is a pistol loaded with one bullet”,
en The Washington Monthly, pp 8-10.
14 Green, L. (2010) “she's such a SLUT” [video blog en línea], disponible en:
http://www.youtube.com/watch?v=_BwuASx8yT8
15 Green, L. (2012) “RE: JENNAMARBLES' "SLUT EDITION"” [video blog en línea], disponible en:
http://www.youtube.com/watch?v=CCw2MzKjpoo
20
Victim blaming es cuando la ropa, la vida sexual o el estilo de vida de una mujer son
asumidas como justificaciones válidas para un ataque contra ella. Por ejemplo en los casos de
violación se razonaba que a partir de características personales de la víctima el ataque era
algo natural a suceder, frases como: “pero quién la manda a salir sola y vestida así” o “pero
todos le conocen la reputación, raro que no hubiera pasado antes”, entre otras16 (Ramsey,
2012).
En 2012 hubo un caso que tuvo un gran impacto en los medios norteamericanos, cuando en
Steubenville, Ohio, una chica fue violada en una fiesta por dos adolescentes mientras estaba
inconsciente. A pesar de que había videos sobre el ataque y muchos testigos presenciales, los
medios se encargaron de defender a los dos atacantes explicando que el silencio de esta niña
inconsciente y su incapacidad de decir que no era lo mismo que el sexo consensual. Además
de esto llamaron la atención respecto a la ropa “provocadora” que usaba la víctima, el hecho
de que solía asistir mucho a fiestas y que esa noche se había emborrachado17 (Green, 2013).
Tanto los medios como el abogado defensor de los atacantes creyeron que el silencio de la
víctima equivalía a un sí. Lo que está diciendo la reacción pública ante el caso es que todavía
las personas no saben qué constituye una violación. El delito se produce cuando los actos
sexuales no son consensuales, lo que incluye cuando la víctima dice que no, pero no excluye
otros casos que casi nunca se toman en cuenta (Green, 2013). Esto significa que no es sexo
consensual si alguno de los participantes está inconsciente, alguien cambia de opinión,
alguien es forzado a decir que sí, alguien no quiere hacerlo o si alguien está tan borracho o
drogado que no puede tomar una decisión en sano juicio. Todos esos casos son abuso sexual
porque ha estado presente por lo menos alguien que no está conforme o enterado de la
situación18 (Groover, 2013). Pero, dado que en el caso particular de Ohio se consideró la vida
16 Ramsey, F. (2012), “How Slut Shaming Becomes Victim Blaming” [video blog en línea], disponible
en: http://www.youtube.com/watch?v=1l3h8fzv-BM
17 Green, L. (2013), “WTF happened in Steubenville” [video blog en línea], disponible en:
http://www.youtube.com/watch?v=z86oaQ4aLcM
18 Groover, H. (2013) “You’re allowed to say no” [video blog en línea], disponible en:
http://www.youtube.com/watch?v=rlHbWwmm_Pw
21
privada de la víctima dentro del juicio del crimen, se desdibujó la falta de consenso,
permitiendo así que las penas fueran reducidas considerablemente.
Fue por estos dos conceptos, Slut Shaming y Victim Blaming, desarrollados por estudios de
género en Estados Unidos, que las leyes de protección de víctimas o Rape Shield Laws
empezaron a popularizarse y a crear coletazos legislativos en otras partes del mundo.
1.2) Violencia
La Organización Mundial de la Salud define la violencia como “el uso intencional de la fuerza
física o el poder, ya sea real o una amenaza, contra uno mismo, otra persona, un grupo o
comunidad que tenga altas probabilidades de resultar o resulte en lesión, muerte, daño
psicológico, subdesarrollo o privación”19 (2002). Pero así como el concepto de género, la
violencia y los métodos de la violencia se han complejizado. Coincidentemente, la violencia
de género se ha vuelto una de las preocupaciones del nuevo milenio para las organizaciones
internacionales y los países que son adherentes de convenios internacionales.
La violencia hacia la mujer está definida y decretada desde el 20 de diciembre de 1993 por la
Organización de Naciones Unidas (ONU). Esto significa que antes de 1993, aunque se supiera
que existía, el fenómeno realmente no había sido reconocido. Fue en esa fecha cuando, en un
documento de diez páginas titulado Declaración sobre la eliminación de la violencia contra
la mujer, definió qué constituye esta práctica: “Se entiende todo acto de violencia basado en
la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o
sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos,
la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública
como en la vida privada” (p. 4).
19 Organización Mundial de la Salud, (2002), “Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud” [en
línea], disponible en: http://www1.paho.org/Spanish/AM/PUB/Violencia_2003.htm
22
La primera Conferencia Mundial sobre la Mujer fue realizada en 1975 como un proyecto del
Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC). Dichos encuentros se
realizaban cada 5 años y tenían como propósito la búsqueda de la reivindicación de los
derechos del género. Hasta entonces los problemas que se habían discutido eran: igualdad,
paz, desarrollo, participación y la eliminación de la discriminación por género. Sin embargo,
el problema de la violencia que abarcan gran parte de los anteriores síntomas no se discutió
sino a partir de 1995.
A través de la re-evaluación del concepto mujer20, por medio de los estudios de género, se
replantea que es por medio de estos que se puede aspirar a una igual participación en
sociedad (Naciones Unidas, 1995, p. 32). Se adopta también de forma unánime la Plataforma
de Acción de Beijing (PAdB), que se propone señalar los obstáculos críticos para el avance a
la igualdad de género y también calcula la efectividad de las medidas de un gobierno, las
Naciones Unidas y grupos de la sociedad civil para que la búsqueda de los derechos se vuelva
una realidad (1995, p. 7).
La Plataforma de Acción de Beijing consiste en los siguientes doce puntos, señalados como
aspectos cruciales (1995, p. 17):
Mujer y pobreza.
El acceso desigual a la educación.
La falta y el acceso desiguales a los sistemas de salud.
La violencia contra la mujer.
Los diversos aspectos de la vulnerabilidad de la mujer en conflictos armados.
La desigualdad en las estructuras económicas.
La desigualdad en el poder y la toma de decisiones.
La carencia de variados mecanismos institucionales para mejorar el adelanto de la
mujer.
La falta de respeto y la protección inadecuada en cuanto a los derechos humanos.
La sub-representación de la mujer en los medios de comunicación.
20La ONU se adhirió a la corriente de los estudios de género donde no solo se considera que la mujer
es su sexo biológico sino que la construcción en sociedad y el libre desarrollo y expresión de la
personalidad influyen.
23
Desde entonces, cada cinco años se convoca un nuevo encuentro de la Conferencia Mundial
sobre la Mujer, para reevaluar con los diferentes gobiernos la aplicación de la Plataforma de
Acción. No obstante, aún no hay menciones relevantes en la misma respecto al tipo de
violencia conocido como acoso sexual callejero.
La ONG Stop Street Harassment afirma21 que solo desde marzo de 2013 se habló por primera
vez en la ONU de acoso sexual callejero como un problema a ser enfrentado. Además se
reconoce entonces el problema como un legado de una estructura e historia de desigualdad
de género: “La comisión confirma que la violencia en contra de mujeres y niñas se origina
en una desigualdad histórica y estructural en las relaciones de poder entre hombres y
mujeres, y persiste en todos los países del mundo como una forma permisiva de la violación
del disfrute de los derechos humanos. La violencia de género es una forma de
discriminación que seriamente viola e incapacita o dificulta el disfrute por parte de mujeres
y niñas de todos sus derechos humanos y libertades fundamentales”22 (2013, p. 2). Se
explica también que la violencia contra las mujeres se caracteriza por el uso y abuso del poder
y control en esferas tanto públicas como privadas.
Entre las conclusiones conjuntas a las que llegó la Comisión del Estatus de la Mujer en la
ONU, para la eliminación de la violencia hacia mujeres y niñas, está el punto 23: “la comisión
expresa una grave preocupación por la violencia que ocurre contra mujeres y niñas en el
espacio público, incluyendo el acoso sexual, en especial si se da en situaciones para
intimidar a mujeres y niñas que hacen uso de cualquiera de sus derechos humanos o
libertades fundamentales” (p. 4). También hay otras dos cláusulas que se refieren a tácticas
para enfrentar este acoso o matoneo en el espacio privado y/o público, y el uso responsable
de tecnologías para proteger a las mujeres y niñas y prevenir su maltrato:
21 Kearl, H. (2013), “2013 UN Comission on the status of women” [en línea], disponible en:
http://www.stopstreetharassment.org/2013/05/2013-un-csw/
22 Naciones Unidas (2013) “Comisión del Estatus de la Mujer. Reporte de la sesión cincuenta y siete (4
La violencia simbólica, que se construye en sociedad y ayuda a determinar los límites para
actuar y pensar, tiene también efectos negativos reales sobre la persona (Bourdieu, 1998, p.
28). Sin embargo, en muchas ocasiones es descartada, puesto que su cuantificación es
compleja, es difícil establecer cuántas personas han sido lastimadas por violencia verbal y
qué tan grande ha sido su efecto. En comparación con el número de huesos rotos que pueda
tener una persona o la cantidad de dinero que le han robado a una víctima, la violencia
simbólica es apenas un espejismo.
“el tomar «simbólico» en uno de sus sentidos más comunes, supone a veces que hacer hincapié
en la violencia simbólica es minimizar el papel de la violencia física y (hacer) olvidar que
existen mujeres golpeadas, violadas, explotadas, o, peor aún, querer disculpar a los hombres
de tal forma de violencia. Cosa que, evidentemente, no es cierta. Al entender «simbólico»
como opuesto a real y a efectivo, suponemos que la violencia simbólica sería una violencia
puramente «espiritual» y, en definitiva, sin efectos reales. Esta distinción ingenua, típica de un
materialismo primario, es lo que la teoría materialista de la economía de los bienes simbólicos,
que intento elaborar desde hace muchos años, tiende a destruir, dejando que ocupe su espacio
teórico la objetividad de la experiencia subjetiva de las relaciones de dominación” (1998, p.
28).
“la violencia simbólica se instituye a través de la adhesión que el dominado se siente obligado a
conceder al dominador (por consiguiente, a la dominación) cuando no dispone de otro
instrumento de conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que hace que esa
25
relación parezca natural; o, en otras palabras, cuando los esquemas que pone en práctica para
percibirse y apreciarse, o para percibir y apreciar a los dominadores (alto/bajo,
masculino/femenino, blanco/negro, etc.), son el producto de la asimilación de las
clasificaciones, de ese modo naturalizadas, de las que su ser social es el producto” (1998, p.
28).
La violencia simbólica hace parte de las interacciones sociales cotidianas de las personas y
tiene consecuencias reales en los desarrollos individuales, pero estas relaciones de poder han
sido naturalizadas dentro del sistema social: es una costumbre más dentro de una estructura
de violencia.
El sociólogo Johan Galtung desarrolló una teoría para representar la dinámica de la violencia
en conflictos sociales, que se evidencia en casi todos sus textos pero sobre todo en el ensayo
Violencia, guerra y su impacto. De acuerdo con Galtung, para poder solucionar un problema
de violencia se deben enfrentar las tres puntas, o los tres tipos de violencia que subyacen toda
situación. Las tres puntas son: la violencia directa, la violencia estructural y la violencia
cultural (2004, p. 3).
La violencia directa es la única de las tres que es visible. Se puede concretar o definir en un
comportamiento; la acción la realiza una persona y la sufre la naturaleza, las personas o una
colectividad en un nivel físico y/o mental. Se da en casos de abuso de autoridad, en relaciones
asimétricas de poder. Aunque es fácilmente identificable por la visibilidad de sus manifiestos
(golpes, marcas en el cuerpo, traumatismos), el sociólogo noruego prefiere que no se le
considere la peor violencia ya que al ser visible también se puede identificar y contrarrestar
26
más fácilmente (2004, p. 3). Esta violencia además no es el origen sino una manifestación
apenas; la violencia cultural o estructural son precisamente donde se debe buscar las causas
originales para enfrentarlas definitivamente.
Por último, la violencia cultural compete las diferentes herramientas mediante la cual se
legitima la cultura. Esta violencia también es invisible y por ende remediarla es difícil. Según
Galtung: “se expresa desde infinidad de medios (simbolismos, religión, ideología, lenguaje,
arte, ciencia, leyes, medios de comunicación, educación, etc.), y cumple la función de
legitimar la violencia directa y estructural, así como de inhibir o reprimir la respuesta de
quienes la sufren; ofrece justificaciones para que los seres humanos, a diferencia del resto
de especies, se destruyan mutuamente y sean recompensados incluso por hacerlo23 (1996, p.
280)”.
Se naturalizan así muchos actos violentos, puesto que se crea un marco que legitima ciertas
acciones y esto termina concretando actitudes. La violencia entonces no es apenas un evento
aislado, que nace y termina con un golpe o un ataque. La violencia es el resultado de un
continuum de violencias o estructuras previas.
En el año 2011, Forensis, la revista sobre violencia en Bogotá de Medicina Legal, definió la
violencia urbana así: “El concepto de violencia tiene varias acepciones, si bien en su sentido
más genérico se refiere al uso de la fuerza extrema. Sin embargo, la definición adoptada
para entenderla como problema de salud pública se refiere al ‘uso o amenaza de uso de la
fuerza física con la intención de hacer daño a otro o hacerse daño’” (p. 358). Esto quiere
decir que la definición usada y lo que se considera dentro de violencia urbana no tiene en
cuenta otro tipo de agresiones que no se enmarquen dentro del daño corporal; algo diferente
a las agresiones físicas es ignorado. El informe continua:
“Aunque la mayor parte de la violencia ejercida en contra de una persona tiene una dimensión
delictiva y, por tanto, está penalizada social y legalmente, usualmente se ha adoptado la
denominación de “violencia urbana” para hacer referencia al crimen cometido en los entornos
públicos de las grandes ciudades. Así, la violencia urbana sería aquella ejercida en el marco de
las relaciones y dinámicas mediadas por la convivencia urbana, cuyas expresiones más
frecuentes son el robo a mano armada, las amenazas, las agresiones, los golpes, los secuestros
y el homicidio” (2011, p. 358).
La ley colombiana se ha enfocado más en los últimos años a pasar o modificar leyes que
protejan víctimas de violación o acceso carnal violento. En el 2002, por ejemplo, quedó
aprobado en su conjunto total Las Reglas de Procedimiento y Prueba de la Corte Penal
Internacional debido al bloque de constitucionalidad que hay en Colombia24. En el conjunto
24 En Colombia existe dentro de la Constitución el artículo 93 que indica que: “Los tratados y
convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los derechos humanos y que
prohíben su limitación en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno. Los derechos y
deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con los tratados
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia. Adicionado por el Acto
Legislativo 02 de 2001, con el siguiente texto: El Estado Colombiano puede reconocer la jurisdicción
de la Corte Penal Internacional en los términos previstos en el Estatuto de Roma adoptado el 17 de
julio de 1998 por la Conferencia de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas y, consecuentemente,
ratificar este tratado de conformidad con el procedimiento establecido en esta Constitución. La
admisión de un tratamiento diferente en materias sustanciales por parte del Estatuto de Roma con
respecto a las garantías contenidas en la Constitución tendrá efectos exclusivamente dentro del
ámbito de la materia regulada en él” (Colombia, 1991).
28
de dichas disposiciones hay normas dedicadas al tipo de pruebas que se pueden allegar en un
juicio de violencia sexual o al trato que puede o no puede recibir una víctima, mientras
testifica.
Por ejemplo, en el capítulo 4 (reglas relativas a diversas etapas del procedimiento) existe la
regla 70 que alude a los principios de la prueba en casos de violencia sexual:
“En casos de violencia sexual, la Corte se guiará por los siguientes principios y, cuando proceda,
los aplicará:
En el mismo capítulo, se añaden otras normas, como la regla 63, en la cual se clarifica que no
se pedirán repeticiones de las pruebas físicas para corroborar su veracidad, y la regla 71, que
prohíbe admitir pruebas sobre otro comportamiento sexual de la víctima: “Teniendo en
cuenta la definición y la naturaleza de los crímenes de la competencia de la Corte (…) la
Sala no admitirá pruebas del comportamiento sexual anterior o ulterior de la víctima o de
un testigo” (Naciones Unidas, 2000).
Aprobar este tipo de normas corresponde a una corriente reciente del derecho
estadounidense llamada “rape shield laws” (leyes escudo en casos de violación) que tuvo un
coletazo en Colombia. Estas se desarrollan para “evitar que se soliciten o admitan pruebas
que afecten de manera innecesaria el derecho a la intimidad de la víctima o que le infrinjan
un daño desproporcionado, como una estrategia para demostrar la existencia de
consentimiento de la víctima, bajo el entendido que al hacerlo, se la somete a un proceso
casi tan degradante como la misma violación” (p. 43), según explica el magistrado ponente
Manuel José Cepeda Espinosa en la Sentencia Número T-453 de 2005 (Expediente T-
1004602)25.
El magistrado también añade que: “en esos eventos, se ha considerado que tal información
es irrelevante, tanto para demostrar la falta de credibilidad de la víctima, como para
25Colombia, Corte Constitucional (2005, mayo), “Sentencia Número T-453” [en archivo digital], M.P.:
Cepeda Espinosa, M. J., Bogotá.
29
probar la existencia de consentimiento y, por lo tanto, tales pruebas deben ser excluidas,
salvo que el acusado logre demostrar la relevancia específica y directa, no genérica y
eventual, de la prueba o de que la exclusión de la prueba implique una violación de su
derecho a la defensa” (2005, p. 43).
Dicha sentencia también resuelve que se debe prevenir a los funcionarios judiciales “para
que se abstengan de ordenar la práctica de pruebas (i) que invaden de manera irrazonable
o desproporcionada el derecho a la intimidad, o (ii) que tengan como finalidad demostrar
que de la vida íntima anterior o posterior de la mujer se infiere que prestó su
consentimiento a un acto sexual completamente separado al que fue objeto de denuncia”
(2005, p. 61).
contenido sexual y preguntas o comentarios sexuales respeto a alguien más, entre otros
(“What is sexual harassment?”, EEOC, p. 2-3).
Ahora bien, a nivel nacional el acoso sexual tiene otras connotaciones. En diciembre de 2008,
la ley 1257 incluyó el artículo 210A en el Código Penal Colombiano, en este se tipificaba el
delito de acoso sexual. Lee así: “El que en beneficio suyo o de un tercero y valiéndose de su
superioridad manifiesta o relaciones de autoridad o de poder, edad, sexo, posición laboral,
social, familiar o económica, acose, persiga, hostigue o asedie física o verbalmente, con
fines sexuales no consentidos, a otra persona, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3)
años”26.
Esto significa que en Colombia se acepta a un nivel institucional que las relaciones de poder
pueden ser una forma como se ejerzan la violencia y los actos no consensuales. Sin embargo,
más allá de que se tipifica el crimen, con la esperanza de que el reconocimiento legal implique
un cambio social, no se ha logrado con dicha medida que la práctica se disuada. Por el
contrario, la abogada experta en derecho penal, Isabel Cristina Jaramillo, considera que ha
creado problemas desincentivando las denuncias, porque la sanción en que se incurre se
considera desproporcionada (Bogotá, 2013).
Por otra parte, el enfoque que se le ha dado legislativamente en Colombia al acoso ha sido en
su mayoría al que ocurre dentro de los ámbitos laborales. Hasta el año 2008, el acoso sexual
era apenas una falta tipificada en el Código del Trabajo como una variación del acoso laboral,
lo que dejaba a los “no asalariados” desprotegidos en espacios por fuera de la oficina. Y a
pesar de que en general la violencia simbólica es difícilmente cuantificable, en Colombia ya
existe un primer intento de medir el problema.
Además, este año, el caso de acoso sexual en un bus articulado de Transmilenio logró llamar
la atención de los medios de comunicación sobre el tema, nuevamente. Carolina Castro, una
bogotana de 36 años y madre de dos hijas, iba para su casa en una de las rutas del servicio
público de transporte cuando un hombre desconocido se masturbó y le eyaculó sobre ella. El
suceso ocurrió el 3 de mayo de 2013 y el hombre fue detenido en la estación de Banderas
donde lo trasladaron a la URI de Kennedy. A pesar de que la víctima interpuso una denuncia,
el periódico El Tiempo reportó27 que hasta el 17 de julio todavía no había ocurrido nada, pues
para la audiencia de conciliación en la Fiscalía la única que asistió fue Castro. El esposo de
Castro afirma que la familia del perpetuador les ofreció dinero para evitar problemas, pero
ellos se negaron a aceptarlo. Por su parte, la demandante advierte que el suceso le dejó
secuelas psicológicas que le impiden utilizar el transporte público con confianza.
Según la organización Stop Street Harassment el acoso sexual callejero es: “palabras o
acciones no bienvenidas por parte de personas desconocidas en espacios públicos, que están
motivadas por género e invaden el espacio emocional y físico de una persona en una forma
irrespetuosa, espeluznante, sorprendente, miedosa, o insultante”28.
La autora del libro La Política Económica del acoso callejero (1981), Micaela di Leonardo,
explica que: “A través de miradas, palabras o gestos, un hombre ejerce su derecho a
entrometerse en la atención de una mujer, definiéndola como un objeto sexual y
obligándola a interactuar con él”. Por su parte Hawley Fogg-Davis añade en su libro Crítica
de una feminista negra al acoso callejero de la misma raza (2005): “El término terrorismo
sexual es una descripción apta del acoso sexual callejero. Como mujer joven, sabes que
sucederá, pero nunca sabes con seguridad cuándo o cómo. Esto hace que el acoso sexual
callejero sea difícil de definir y de combatir. Su insidia deriva en gran medida del lugar
donde se presenta: durante el evento diario semiprivado, semipúblico de caminar, sentarse
o detenerse en las calles de una ciudad u otro espacio público tales como parques o centros
comerciales”.
Jessica Valenti la autora de Él es un semental, ella una perra… y otras 49 doble morales que
toda mujer debería conocer (2008) añade a esto que:
“Aunque he escuchado el argumento de que el acoso sexual callejero es un cumplido –tú sabes,
porque se supone que nos sintamos halagadas de que un hombre extraño nos grite sobre
nuestro culo– realmente es una forma súper insidiosa de sexismo. No solo perfectos extraños
27 El Tiempo, (2013, 17 de julio), “Fiscalía indaga presunta agresión sexual en un bus de TransMilenio”,
[en línea], disponible en: http://www.eltiempo.com/colombia/bogota/ARTICULO-WEB-
NEW_NOTA_INTERIOR-12934406.html
28 Stop Stree Harassment (2013), “What is Street harassment?”, [en línea], disponible en:
http://www.stopstreetharassment.org/about/what-is-street-harassment/
29 Stop Stree Harassment (2013), “Definitions”, [en línea], disponible en:
http://www.stopstreetharassment.org/resources/definitions/
32
creen que es apropiado ser sexuales hacia cualquier mujer que quieran, sino que el acoso
sexual callejero está predicado sobre la idea de que está permitido decirle lo que quieran y
cuando quieran a las mujeres”.
Por su parte la organización INCITE! Women of Color Against Violence explica en sus
panfletos oficiales contra el acoso sexual callejero que es: “una interacción en un espacio
público que te hace sentir sexualizada, intimidada, avergonzada, objetivada, violada,
atacada, o insegura. Una interacción en un espacio público que restringe tus movimientos o
te hace modificar tu comportamiento en un intento de evitar la posibilidad de ser verbal y/o
físicamente acosada”30.
“el acoso callejero en sus formas diversas es una expresión de la supremacía masculina y el
sexismo y una forma de aterrorizar a las mujeres, con el efecto final de amenazar cualquier
actividad pública. Creemos que todas las mujeres son objeto de acoso en la calle y que algunos
grupos de mujeres, incluidas las jóvenes, las mujeres de color y las mujeres percibidas como
lesbianas estamos sometidas a las formas de acoso en la calle, que reflejan esos prejuicios
también. Y rechazamos la idea de que esta situación es inevitable e inmutable, y que este
comportamiento representa la naturaleza innata masculina” 31 (2013).
Todas las definiciones tienen en común que el acoso sexual callejero es la intimidación a una
persona en el espacio público debido a su género (entre otras cosas), esta se expresa, entre
otros, a través de:
Silbidos.
Comentarios sexistas.
Piropos, gestos vulgares.
Comentarios sexualmente explícitos.
Sonidos de besos.
Seguir a la víctima.
Cerrarle el camino a la víctima.
Contacto o manoseadas de carácter sexual.
Ser el objetivo de masturbación pública.
Mirar lascivamente
Asaltos.
30 INCITE! Women of Color Against Violence, s. f., “End street harassment”, [en archivo digital],
EE.UU.
31 Street Harassment Project. (2013), “History”, [en línea], disponible en:
http://www.streetharassmentproject.org/history.html
33
El acoso sexual callejero, de acuerdo con Stop Violence Against Women32, tiene además el
propósito o efecto de violar la dignidad de una persona. Es un acto que le indica a una mujer
que el espacio público no es de ella y que además es producto de la objetivación de su cuerpo.
Asimismo, existe una clara intención y comportamiento sexualizado de forma no consensual
y forzada hacia la víctima. El agresor ya no puede ver a la persona agredida con la capacidad
de decir no y de detener el comportamiento hacia sí misma y por ende continúa
perpetrándose como una forma de violencia de género muy discutida en los últimos veinte
años. Este tipo de ataques son parte del comportamiento sexualmente violento hacia las
mujeres y tienen como consecuencia evitar que una mujer use el espacio público libremente,
además de hacer parte del proceso de naturalizar o quitarle importancia a la violencia de
género y a la violación (“Street Harassment”, 2013).
De las 811 mujeres que tomaron la encuesta de Stop Street Harassment en el 200833, todas
afirmaron que por lo menos una vez al mes asumían comportamientos que se pueden
identificar como defensivos. Un 80% dijo que analizaba su entorno, 69% evitó hacer contacto
visual, 37% usó ropa para voluntariamente llamar menos la atención y un 42% habló o fingió
hablar por el celular. Además la encuesta reveló cuáles son los comportamientos más
comunes para limitar el acceso a espacios públicos: por lo menos una vez al mes un 50% de
las mujeres cambió de ruta o de acera, un 45% evitó salir de noche y un 40% evitó estar
afuera sin compañía. Por último, se midió la forma como este tipo de acoso motivó a algunas
mujeres a tomar decisiones importantes en su vida. Un 19% se mudó por lo menos una vez de
vecindario por causa de los acosadores en la zona y un 9% cambió de trabajo al menos una
vez por acosadores en su ruta diaria (“Why Stopping Street Harassment Matters”, 2013).
La abogada Isabel Cristina Jaramillo, experta en derecho penal y feminista, explica que en
Colombia y en el derecho colombiano “el cuerpo no es, en el sentido estricto, una categoría
32 Stop Violence Against Women, (2013), “Street Harassment”, [en línea], disponible en:
http://www.stopvaw.org/street_harassment_2
33 Stop Street Harassment, (2013), “Why stopping Street harassment matters”, [en línea], disponible
en:
http://www.stopstreetharassment.org/about/what-is-street-harassment/why-stopping-street-
harassment-matters/
34
jurídica”34. Por ejemplo, mientras que en Estados Unidos existe el crimen de assault que
indica el acto intencional por parte de una persona para crear en otro un posible contacto
dañino u ofensivo inminente, en Colombia el cuerpo es un concepto que la ley ha desdibujado
o definido de manera negativa. Jaramillo continúa explicando que: “Legislar sobre el cuerpo
es difícil. El cuerpo está vinculado al derecho a la integridad física, pero el ordenamiento
está consagrado de manera negativa” (2o13). Esto quiere decir que en Colombia el cuerpo
está delimitado no por lo que sí puede hacer o por los derechos que tiene, sino por lo que le
queda prohibido: no puedes venderlo, no puedes mutilar tus órganos para comerciar con
ellos, un tercero no puede lastimar tu integridad física.
Añade además que Colombia es un país orientado en las leyes por el pensamiento
conservador y que pensar el cuerpo como una propiedad propia es un argumento que hace
parte del derecho liberal. “Uno podría ver todo el problema del piropo o de la agresión
verbal como una manera en la que no se respeta la esfera de intimidad que es el cuerpo. Ese
cuerpo debería poder deambular sin problema. Culturalmente, acá eso es una idea muy
foránea y además negativa, porque acá ‘sí somos chéveres, cálidos’”, explica Jaramillo.
A pesar de todo esto la abogada penalista, conocida por despenalizar el aborto en tres casos
en Colombia, dice que el acoso sexual callejero es tan solo una parte de la problemática
imagen: “El problema es el de la igualdad, no la intimidad. Los costos son muchos más
grandes en las mujeres para ir a trabajar. Existe toda esta violencia que no solo las
disciplina en la calle y que se traslada a espacios privados y son formas de domesticar a las
mujeres. Se puede mirar como un problema, pero es un síntoma” (2013).
34 Jaramillo, I. C., (2013, 13 de Agosto), entrevistada por Santamaría Venegas, A. G., Bogotá.
35
un ataque a la integridad moral. Así, lo que estuvo en juego en este caso no fue la seguridad
sexual y el cuerpo de la víctima sino su honor y su dignidad (“Proceso No. 25743”, Corte
Constitucional, p. 2-8).
Isabel Cristina Jaramillo cree que este es un ejemplo perfecto sobre el problema para
concebir el cuerpo, pasando por la ley y terminando en un juzgado:
“Si tuviéramos una noción de cuerpo pensaríamos que nadie tiene porque tocarlo a uno en la
calle, ¿cómo así que la honra? La noción del cuerpo diría que es su espacio íntimo. Si uno lo
mira desde la igualdad de género es un acto sexual porque es una forma de disciplinamiento,
es pensar que si una mujer sale sola es porque está disponible para cualquier hombre. Pero la
corte se ubica en lo conservador, en la honra. La legislación es frágil” (2013).
Estas definiciones culturales y del derecho hacen que penalizar o tipificar un crimen como el
acoso sexual callejero sea muy difícil. Las razones principales son las siguientes (Jaramillo,
2013):
Por ahora el derecho penal y quienes lo ejercen en Colombia han considerado que penalizar o
tipificar el acoso sexual callejero sencillamente no es una medida o solución eficaz, puesto
que el Estado es incapaz de enfrentar el problema. El derecho penal siempre debe ser usado
como una última instancia, después de que todas las otras medidas fallan. El Estado entonces
debe priorizar sus esfuerzos al enfrentarse a esta situación.
Una de cada cinco mujeres que respondieron la Encuesta Nacional de Demografía y Salud,
realizada por Profamilia en 2010, afirmaron que en algún punto de su vida habían
experimentado algún tipo de acoso sexual en un espacio público sin su consentimiento y que
esto les había hecho sentir incómodas (p. 392). A pesar de que sea un problema común en
Colombia, todavía hay pocas respuestas al fenómeno del acoso sexual callejero; como se
explicó en el apartado anterior, no es probable o conveniente que sea tipificado como un
crimen. Pero si la solución no está en la cárcel, el gobierno debe buscar otras estructuras del
Estado a las cuales les corresponda solucionar el problema. En Bogotá se han desarrollado
dos tipos de respuesta al fenómeno: la movilización ciudadana y la política pública.
35Real Academia Española, (2001), Diccionario de la lengua española, 22ª ed., 2 tomos, Madrid,
España.
37
“una forma de acoso sexual que tiene lugar en el espacio público. En el fondo
es una dinámica de poder que recuerda constantemente a los grupos
históricamente subordinados (mujeres y personas LGBTQ, por ejemplo) de su
vulnerabilidad al asalto en los espacios públicos. Además, se refuerza la
objetivación sexual omnipresente de estos grupos en la vida cotidiana. En
HollaBackNYC, creemos que lo que cuenta específicamente como acoso
callejero está determinado por aquellos que lo experimentan. Si bien no
siempre es el clásico, ‘Ey bebé, buenas tetas’ hay muchas otras formas que van
más desapercibido. Si usted siente que ha sido acosado, holla back!" 37
(“FAQs”, 2013).
Para Paola Marcela Gómez el problema del piropo es que es una forma
mediante la cual se le hace saber a la mujer que está ocupando un espacio que
no es de ella:
“Me han dicho que no convendría decir esto; sin embargo, las mujeres
deberían evitar vestirse como putas para no ser victimizadas”, afirmó el
40 Gómez, P. M., (2013, 30 de agosto), entrevistada por Santamaría Venegas, A. G., Bogotá.
41 Atrévete Bogotá, (2013), “Mitos”, [en línea], disponible en: http://bogota.ihollaback.org/mitos/
39
Una modificación que se dio en la Marcha de las Putas de Bogotá es que Mar
Candela Castilla ha permitido que marchen colectivos feministas con agendas
anti-prostitución y pornografía, a pesar de que el objetivo original con el que
nace la movilización es sencillamente el de oponerse al Slut Shaming. Aparte
de que la marcha se celebra una vez al año (este año se realizó el 13 de abril) no
hay ningún grupo oficial de la marcha que se reúna con frecuencia. Aunque
42 Daily Mail, (2011, 18 de febrero), “Police officer apologises to students after saying they could avoid
sexual assaults by not 'dressing like sluts'”, [en línea], disponible en:
http://www.dailymail.co.uk/news/article-1358453/Police-officer-tells-student-avoid-sexual-assaults-
dressing-like-sluts.html
43 SlutWalk Toronto, (2013), “How”, [en línea], disponible en:
http://www.slutwalktoronto.com/about/how
44 Castilla, M. C., (2013, 20 de agosto), entrevistada por Santamaría Venegas, A. G., Bogotá.
40
La razón por la cual es apropiado enfrentar el fenómeno con una política pública es que
cuando surge un problema en la sociedad, la última instancia debería ser la de crear un nuevo
crimen o ley; antes de eso el Estado se tiene que asegurar de crear todas las opciones de
manejo posible. Lo ideal es que en un Estado haya una mínima intervención por parte del
derecho penal, que debería ser usado solo de la forma más eficaz y cuando sea estrictamente
necesario. La política pública es además un mecanismo preventivo en vez de reactivo y la
búsqueda de la solución de este tipo de problemas debe ser parte de la agenda pública
(“Citizen Security. Conceptual Framework and Empirical Evidence”, 2012, p. 15).
45 Bernal Blanco, A., (2013, 17 de septiembre), entrevista por Santamaría Venegas, A. G., Bogotá.
41
“Table 3. Range of Areas of IDB Interventions in Citizen Security”, Inter American Development
Bank, 2012.46
La tabla anterior, por ejemplo, explica que para que una persona sea considerada por el
sistema penitenciario debe ser un riesgo de nivel terciario o alto. Para comportamientos
negativos o nocivos, pero que todavía no implican un alto riesgo, se deben tomar medidas de
prevención e intervención para modificar esos comportamientos. Para el caso del acoso
sexual callejero, que no se incluye en el riesgo del tercer nivel porque en la mayoría de los
casos no se constituye en violencia física, las medidas tales como cursos pedagógicos o de
convivencia y cultura ciudadana sirven como sanción para el agresor. Por otra parte, políticas
públicas de prevención tales como campañas masivas de comunicación o capacitaciones
gratis para los ciudadanos sirven para que las personas sepan acerca de los comportamientos
nocivos, cambien su comportamiento si es propio y lo rechacen si ven que otros lo practican
(“Citizen Security. Conceptual Framework and Empirical Evidence”, 2012, p. 15).
A nivel institucional, lo que se propone es que el centro de los programas no sea la ley, sino el
fortalecimiento de las instituciones y la interacción entra las normas ya existentes para su
aprovechamiento. El populismo punitivo, que se refiere a cuando se tipifica un delito o se le
46Inter American Development Bank, (2012), “Citizen Security. Conceptual Framework and Empirical
Evidence”, s. l., s. e..
42
Esto se complementa con la explicación que da la cartilla número tres del programa de
Departamentos y Municipios seguros, Políticas Públicas de convivencia y seguridad
ciudadana. La prevención de la violencia, delincuencia e inseguridad, sobre lo que es una
política pública respecto de la “cultura ciudadana”: “toda Política Pública de Seguridad
Ciudadana debe por principio responder a los problemas de inseguridad ciudadana,
violencia, delincuencia y crimen que afectan a una comunidad, entendiendo estos como
problemas públicos, que como tal demandan una intervención desde el espacio público” (p.
14).
El Estado puede regular los comportamientos e interacciones entre las personas sin
necesidad de modificar o crear nuevas leyes: el método para hacerlo es la existencia de
políticas públicas explícitas al respecto.
Tal como se exploró en el primer capítulo la violencia de género, o violencia contra la mujer,
es un fenómeno reconocido hasta hace apenas veinte años por las Naciones Unidas
(“Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer”, 1993, p. 4).
43
“No tengo ni idea de quién concibió la etiqueta de «El Nuevo Periodismo» ni de cuándo fue
concebida. Fue a finales de 1966 cuando se oyó hablar por primera vez a la gente del «Nuevo
Periodismo» en las tertulias, que yo recuerde. Sin embargo, la etiqueta de «Nuevo
Periodismo» acabó por pegar. No era un «movimiento». Carecía de manifiestos, clubs,
salones, camarillas; ni siquiera disponía de un café donde se reunieran los fieles, desde el
momento en que no existía credo ni fe. En la época, mediados los años sesenta, uno sólo se
daba cuenta de que por arte de magia existía una cierta agitación artística en el periodismo, y
de que este hecho resultaba nuevo en sí mismo” (1973, p. 36).
A pesar de haberse desarrollado en Estados Unidos, Andrés Puerta argumenta que “la
crónica es un género latinoamericano, con fuerte acento colombiano. Aunque tiene un
origen remoto es en América, en momentos definitivos, donde la crónica recibe un impulso
vital48” (2011, p. 56). Puerta afirma a que esto se debe a que a los cronistas actuales les
antecede la herencia cultural de los Cronistas de Indias en la época colonial y porque en los
primeros cincuenta años de 1900 hubo una gran explosión de periodismo y cronistas en
América Latina, sobre todo Colombia (2011, p. 58). Latinoamérica tiene su propia trayectoria,
que determina las historias que se relatan.
La investigación profundiza que esa situación de pobreza a la que se enfrentaron los países
implicó para el periodismo muchos personajes envueltos en crímenes y violencia donde se
personificaban las consecuencias de los problemas económicos intangibles: “las políticas
neoliberales aplicadas en la región provocaron el surgimiento de nuevas identidades
sociales, más frágiles y volátiles, acompañadas por un aumento cuantitativo y cualitativa
de las formas de pobreza; el aumento de la desocupación y la subocupación; el
desmantelamiento sistemático de las políticas sociales universalistas; el cierre de fábricas y
comercios medianos y pequeños; la concentración del poder económico y la destrucción de
las economías regionales” (Callegaro et al., 2011, p. 31). Los estados nacionales en
latinoamerica debilitaron su poder poblacional en pos de pertener a la economía globalizada
del libreo mercado, esto significó un aumentó en la pobreza y que la calidad de vida para las
clases bajas y medias empeorara. Debido a esa profundización de la miseria en ciertos grupos
poblacionales, las diferencias sociales se volvieron más marcadas.
Hasta ahora ese ha sido el primordial interés del periodismo narrativo latinoamericano:
evidenciar de forma humana los problemas sociales (pobreza, violencia, etc.) que se dan en la
realidad de los países del continente (Callegaro et al., 2011, p. 31). Sin embargo, es tal la
concentración de historias de pobreza y personajes marginales que ya ha suscitado
comentarios por parte de dos de los Nuevos Cronistas de Indias buscando un mejor balance
en la distribución de personajes. Leila Guerriero enfatiza en que se necesita más información
sobre el lado opuesto del espectro, las clases altas:
“parece que la crónica latinoamericana tiene una enorme deuda con los temas. ¿Por qué no
aplicar la misma mirada sesuda, desprejuiciada, que le damos al pobre o al narco, a las clases
altas y el poder, por ejemplo? ¿Por qué no me cuentan la de la señora más rica del país?
¡Estamos regalando esa historia a las revistas funcionales para esa clase social! Nuestra visión
tradicional de la crónica contribuye a esta visión folclórica que se tiene fuera de Latinoamérica.
Apelamos siempre a la tragedia y a la pobreza. ¿Por qué no somos capaces de contar historias
felices? Nos estamos perdiendo el 50% de la realidad” 50 (El Comercio, 2013).
Mientras tanto Alberto Salcedo Ramos también reconoce que: “el reto de la crónica es
aproximarse al poder para mostrarlo, explicar su dinámica y poner en evidencia cómo
incide en nuestras sociedades. En eso estamos en deuda. Las crónicas sobre el desarrapado
y la villa miseria ya empiezan a agotarse”51 (La Nación, 2013). Aunque Salcedo también ha
50 Planas, E. (2013, agosto), "Leila Guerriero: 'El cronista siempre llega tarde'" [en línea], disponible
en: http://elcomercio.pe/espectaculos/1613131/noticia-leila-guerriero-cronista-siempre-llega-tarde-
video
51 Tarifeño, L. (2013, octubre), “Alberto Salcedo Ramos: ‘Yo no mido a un cronista por el valor de sus
metáforas, sino por el polvo que tiene en sus zapatos’” [en línea], disponible en:
45
reconocido durante entrevistas que una de las ventajas de la crónica es que visibiliza a la
víctima, le da espacio para contar su historia. Como por ejemplo en el caso de su crónica “Un
país de mutilados” (que ganó en el año 2009 el Premio Nacional de Periodismo Simón
Bolivar y el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa en la modalidad
de cobertura noticiosa) que trata sobre las víctimas de las minas antipersonales en el oriente
de Antioquia que es la región del mundo más afectada por las minas.:
“ese texto ayudó a hacer visibles a esas personas, no solamente por el drama del día en que
sufrieron el percance, sino también por los padecimientos que debían vivir para que el Estado
los atendiera. Yo no soy nada mesiánico en mi trabajo, no lo veo como algo con una misión.
Pero con mucha frecuencia descubro que ciertas historias que cuento hacen visibles a los
invisibles. Y me gusta que el resultado sea que esos invisibles luego reciban un poco más de
atención”52 (El Nacional, 2012).
Lo que eso significa es que el periodismo narrativo permite que en una persona, o la historia
de una persona, se evidencie un fenómeno más grande e inalcazable. Las mutilaciones
causadas por bombas terrestres no se materializan hasta que se miren con el lente de la
víctima que ha perdido las piernas. Para la persona promedio las consecuencias de las minas
antipersonas son abstractas, es un cuerpo sin rostro y sin identidad. La crónica le obliga a esa
persona común y corriente a ver quién fue el afectado.
http://www.lanacion.com.ar/1629023-alberto-salcedo-ramos-yo-no-mido-a-un-cronista-por-el-valor-
de-sus-metaforas-sino-por-el-pol
52 Hernández, D. (2012, octubre), "'La crónica se inventó para salvar al periodismo del
Por último, Guerriero defiende las técnicas narrativas como una nueva forma de dar
información al lector. No se trata solamente de los datos básicos sino de descubrir qué tiene
el periodista para decir sobre el tema: “No importa el contenido de mi colección de recortes:
importa el filamento que la une. La mano de autores que, con premeditación y absoluta
alevosía, para bien, para mal y para todo lo contrario, escanciaron el adjetivo asqueroso
junto a la palabra niño, dotaron a un cable de una cualidad furiosa, a unos cuantos cuadros
de una voluntad demente, e hicieron todo eso porque sintieron la profunda fe en que tenían
algo para decir” (p. 13).
El periodismo narrativo tiene además como objetivo el contar una historia que sobrepase los
datos básicos de una noticia, acercándose a la literatura en la narración, pero sin olvidar su
compromiso de informar y ser veraz (Hoyos, 2003, p. 387). Juan José Hoyos explica en su
libro Escribiendo historias: el arte y el oficio de narrar en el periodismo en qué consiste esa
delicada relación donde el periodismo no puede forzar la realidad para que se acomode a lo
que le conviene a la historia: “Escribir un relato no significa abusar de todas las libertades
para trastocar la realidad al amaño de la imaginación. Si se cambia un solo dato en un
reportaje o en una crónica, esto los convierte de inmediato en literatura. El compromiso con
la verdad implica la entrega al lector de la verdad íntegra, completa, abarcando la
totalidad del hecho, mostrando su contexto, para que el lector se forme una idea acabada de
él”53 (2003, p. 387).
Por su parte Andrés Puertas argumenta en su texto El periodismo narrativo o una forma de
dejar huella de una sociedad en una época, que este tipo de periodismo pareciera ser
atemporal. Si el texto ha desarrollado una buena narración, entonces la información se
mantendrá vigente: “El periodismo narrativo tiene, además, la particular característica de
trascender en el tiempo, se puede leer una buena crónica de hace mucho tiempo e identificar
todos los elementos de validez que se encuentran en un buen relato literario, en el que se
establece un diálogo entre el lector y el escritor de cualquier época”, (2011, p. 49). Según lo
que dicen Puertas y Hoyos, el periodismo narrativo logra presentar de forma universal y
asequible la información, haciendo del género una forma en la que una persona común y
corriente puede acceder a información compleja y lejana fácilmente.
53Hoyos, J. J., (2003), Escribiendo historias: el arte y el oficio de narrar en el periodismo, Medellín,
Editorial Universidad de Antioquia.
47
Ahora bien, esa idea se complementa con lo que sostiene la periodista argentina Leila
Guerriero, “el periodismo narrativo ofrece una visión más hacia lo profundo y como el
mundo es cada vez más complejo, me parece que este tipo de periodismo es cada vez más
necesario”54 (2012). Guerriero se refiere a que posiblemente un lector promedio no tendrá
conocimientos profundos sobre política, leyes, medio ambiente, violencia, etc., pero sí podrá
entender la historia mientras los datos se presenten de forma organizada y dosificando la
información. El periodismo permite tener la historia más completa posible porque integra
una realidad fragmentada.
Un texto periodístico puede analizarse desde lo que dice (el tema que trata) y cómo lo dice
(las técnicas usadas). Para encontrar un tema Juan José Hoyos sostiene que hay cuatro
condiciones que se tienen que cumplir para poder escribir una crónica o un reportaje: ir al
sitio y conocerlo, permanecer en el sitio por algún tiempo, encontrar una historia y encontrar
un personaje (Escribiendo historias: el arte y el oficio de narrar en el periodismo, 2003, p.
114-117). Hoyos además resume cuatro herramientas para escribir un producto de
periodismo narrativo, basado en el libro El nuevo periodismo de Tom Wolfe, que son: “Al
examinar la experiencia de los "nuevos periodistas", Tom Wolfe encontró que los reportajes
escritos por ellos se basaban en procedimientos narrativo propios de la literatura, en
especial de la novela realista, tales como el uso de la voz personal, el empleo del punto de
vista, la construcción del relato escena por escena y el registro realista del diálogo” (2003,
p. 358).
A pesar de los cambios en las tecnologías y el oficio del periodismo, esas técnicas se
mantienen todavía vigentes y se pueden identificar en productos actuales de periodismo
narrativo (Hoyos, 2003, p. 298). Se debe tener en cuenta que las técnicas narrativas son
fundamentales para que el periodista o autor pueda revelar una situación más amplia (Wolfe,
1973, p. 76) a los datos básicos encontrados. Por otro lado, mientras que identificar las
técnicas que un autor usa es relativamente fácil el tema de un producto nunca será solamente
la historia central. El tema son todas las otras problemáticas que se asociaron con la historia
o el personaje.
Leila Guerriero realizó un perfil periodístico en 2008 para la Revista La Nación acerca de
Romina Anahi Tejerina. La mujer argentina fue protagonista de uno de los casos de
infanticidio más famosos de los últimos tiempos cuando fue condenada a 14 años de prisión
después de que el 22 de febrero de 2003 asesinara a su hija recien nacida. Para cuando la
54Agencia EFE (2012), “La crónica periodística es cada vez más necesaria”, [en línea], disponible en:
http://seniales.blogspot.com/2012/09/la-cronica-periodistica-es-cada-vez-mas.html
48
crónica de Guerriero fue publicada, 13 de abril de 2008, Tejerina llevaba cinco años detenida
en la Unidad Penal Número 3 en Jujuy. En el mismo año la Corte Suprema de Justicia
rechazó la apelación presentada por la defensa para acortar la pena de Romina, quien solo
podrá apelar hasta que se cumplan dos tercios de su sentencia.
“Una mujer antigua, el rostro roto de furia, lleno de pecas, grita perra, perra, perra,
hija de perra, perra, perra. La empujan, la sacan a empujones de la sala.
Eso ya pasó. Ahora sólo se escucha el tironeo doloroso de la respiración de una mujer
de veinte años vestida de beige, y la voz […] La voz respira en los dos puntos, y cae sin
ímpetu sobre la siguiente frase:
Romina Anahí Tejerina busca, entonces, lo único que le queda allí de familiar y
encuentra a un hombre con sequedad de máscara que baja la cabeza y aprieta los ojos.
Y cuando Romina Anahí Tejerina ve a su padre, empieza a llorar […] Eso es todo. Es 10
de junio de 2002” (2009, p. 35).
Los datos que la autora decide usar en el escrito aportan al desarrollo de la historia.
Por ejemplo, el embarazo de Romina Tejerina fue producto de una violación y como
era menor de edad no podía hacerse un aborto sin la autorización de un padre.
Identificando que el problema del aborto trasciende los límites de la historia,
Guerriero incluye en el texto información sobre que Jujuy, la provincia donde ocurrió
el suceso, tiene un alto porcentaje de delitos sexuales en comparación con el resto del
país y además la mayor tasa de mortalidad materna de la Argentina. Dando así a
49
entender que Romina es apenas una víctima de un gran grupo de mujeres que
atraviesan por la misma situación.
55 Hace referencia a cuando se le juzga a una mujer moralmente y se le ataca (de manera verbal,
usualmente) por la ropa que usa, la forma en que usa su cuerpo y la vida social y sexual que lleva
(Green, 2010).
56 Esto ocurre cuando una mujer es víctima de ataques sexuales y se usan características personales,
pasado sexual, comportamiento y ropa para legitimar o explicarlo. De esta manera se minimiza y
naturaliza el crimen, esto no solo se encarga de liberar de responsabilidad al atacante sino que llena de
culpabilidad a la víctima. (Ramsey, 2012).
50
En esa primera cita el personaje del perfil admite que la actitud de juzgar a una mujer
por el tipo de ropa o vida social que lleva era bastante común en su entorno, lo cual
terminó restringiendo que ella contara que la habían violado y que estaba
embarazada. Por otro lado, en el siguiente fragmento demuestra que tan cercano era
el fenómeno a ella, hablando de las actitudes de su padre respecto a su vida social.
La crónica de Alberto Salcedo Ramos trata de un equipo de fútbol en Cali que juegan vestidos
como travestis para incrementar la visibilidad de las minorías LGBTI y reunir fondos para
homosexuales que sufren de SIDA. El texto fue publicado en 2007 y habla de los problemas
de homofobia y discriminación de la ciudad de Calí, incluyendo el hecho de que los gays
tienen problemas para conseguir trabajo por fuera de las peluquerías y la prostitución.
La crónica inicia con una escenificación del ritual previo a los partidos de fútbol. Lo
hace porque esto le da al lector una sensación de acción, y es muy efectivo para
realizar una narración atrapante (Hoyos, 2003, p. 29-30): “los integrantes de Las
Regias continúan arreglándose, en un ritual que, por ahora, parece más
emparentado con los salones de belleza que con las canchas de fútbol. En el
escenario no hay todavía ningún balón y, en cambio, abundan las extensiones
capilares, las uñas esmaltadas, los cabellos teñidos, los lápices labiales, las cejas
depiladas y los cosméticos faciales” (2011, p. 193).
2003, p. 363). Por su parte, Wolfe afirma que para que se pueda crear una escena
realista y atrapante en un texto debe haber un trabajo impecable de atención y
memoria por parte del periodista (Wolfe, 1973, p. 16-17)
—“Si es difícil que la sociedad acepte a un gay común y corriente —dice—, imagínese
cómo se complican las cosas cuando ese gay se viste de mujer o se pone tetas.
Ni las mujeres ni los hombres heterosexuales lo ven como alguien de su género, sino
como un ser disfrazado, una caricatura. Hasta el gay convencional lo rechaza, porque
lo considera una criatura disparatada que necesita ponerse falda para asumir su
sexualidad. A menudo, los policías que patrullan la ciudad desalojan al travesti del
mismo espacio público en el cual le permiten estar a la prostituta. Cuando termina el
acoso del mundo exterior —explica “La Madison”— comienzan los conflictos
personales. En principio está el abismo entre lo que el transexual quiere proyectar en
la sociedad y la percepción que en realidad se tiene de él. Le pesa, además, la
obligación de vivir aprisionado dentro de un cuerpo que no desea, y sufre cada noche
en su habitación, al final de la jornada, desandando los pasos de su propia
metamorfosis: entonces le toca destruir a la mariposa nocturna que él mismo había
creado, para que reaparezca el escarabajo de siempre. Desmaquillarse, redescubrir la
sombra azulosa de la barba debajo del polvo facial, es una muerte diaria que, según
“La Madison”, solo pueden entender quienes la han experimentado. Quizá por la
depresión que generan todos estos problemas —concluye— los transexuales son tan
propensos a la drogadicción” (2011, p. 196).
57El género puede ser construido de manera fluida para ser una combinación de ambos lo femenino y
masculino, esto se expresa en la forma de usar el cuerpo, en la forma en que hablamos, las actividades
que decidimos realizar y la ropa que usamos (Killermann, 2012).
53
El texto también relata que la expresión a través del equipo de fútbol tiene
consecuencias que pueden desencadenar en violencia58 motivada por género y
orientación sexual. Usar ropa de mujere en público puede que les cause amenazas,
golpes o burlas. Pero quien decide vestirse así asume los costos para expresar su
identidad. (“El fútbol de las Regias”, 2011, p.198). Por último, la crónica explica otra
reacción que tienen los caleños ante los movimientos de reivindicación expresados en
el equipo de fútbol de travestis. La forma de convivencia que Cali permite con ellos es
la de asumir que la persona diferente haciendo uso del espacio público no merece ser
tomada en serio. Las víctimas de la discriminación por orientación y género son
minimizadas:
“Si los espectadores los ovacionan no es solo por cortesía, sino también para
premiarlos por el hecho de convertir su propio travestismo en motivo de burlas. Acaso
suponen, en el fondo de sus conciencias, que es preferible tenerlos enjaulados aquí,
como rarezas de circo, que presenciarlos en las calles, mezclados con el resto de la
sociedad (2011, p. 194).
El texto está compuesto solo por voces masculinas. Entre los entrevistados están los
integrantes del equipo de fútbol, un activista de derechos LGBTI y un abogado que
trabaja como Defensor del Pueblo de Caldas y apoya los esfuerzos de la comunidad
LGBTI. Salcedo Ramos combina las voces de las víctimas de violencia en Calí, con los
defensores para dar un balance entre lo que ocurre y las soluciones que existen.
La crónica tiene un uso muy efectivo de la técnica de punto de vista. Hoyos definía
esta técnica como “el ángulo de visión, el foco narrativo, el punto óptico en el que se
58“El uso intencional de la fuerza física o el poder, ya sea real o una amenaza, contra uno mismo, otra
persona, un grupo o comunidad que tenga altas probabilidades de resultar o resulte en lesión, muerte,
daño psicológico, subdesarrollo o privación” (Organización Mundial de la Salud, 2002).
54
Por ejemplo, la historia empieza con una anécdota de Lemaitre con sus amigas en
Guadalajara mientras toman un descanso del trabajo. Mientras almuerzan ven a un
hombre que se está masturbando públicamente y Lemaitre recuerda que desde los
diez años ha tenido un sentimiento de asco, terror y odio por las calles. La historia
continúa con más anécdotas propias que le ocurrieron desde pequeña, que la
obligaron a enfrentarse al acoso en la calle y cómo debido a esta amenaza tuvo de que
desarrollar formas para protegerse.
Lemaitre abarca el fenómeno de acoso sexual callejero durante todo el desarrollo del
texto. Entre las formas de acoso que alcanza a describir están: los piropos, las frases
sexualmente explícitas, la masturbación pública y los gritos amenazantes (2003, p. 1-
5). Además, Lemaitre escribió sobre los comportamientos defensivos que tuvo que
adaptar a su rutina para enfrentar el acoso: cambiar el uso del espacio creando rutas
seguras y caminando solo por lugares familiares, actuar cohibidamente, caminar
rápido, fingir estar coja y por último, y la que ella denomina la más efectiva de todas:
caminar con un hombre, -ya fuera su novio o su hermanito menor- (2003, p. 2).
“Los hombres no están en todas partes, me enteré (…) Ahora me doy cuenta de que al
aprender las ‘rutas seguras’, realmente solo aprendí a permanecer en el interior de los
lugares familiares. Cynthia Bowman caracteriza esta práctica como la "guetización
informal de las mujeres" en un artículo del Harvard Law Review de 1993. Atrapada en
el gueto de mi barrio, me crié en una ciudad que nunca he experimentado. Aunque los
hombres no estaban en todas partes, cualquier calle, esquina, parque o barrio que no
estaba demostrado ser seguro era peligroso por definición. Mientras mis amigos
55
La creación de estas microciudades para mujeres impide el uso del espacio público,
que según la autora es exactamente lo que el agresor quiere, puesto que Lemaitre
también caracteriza qué tipo de comportamientos en públicos implican seguridad o
violencia y la razón por la que eso ocurre. Por ejemplo si la mujer va vestida de forma
un poco más descubierta o va sola, el acoso sexual callejero es casi seguro; sin
embargo al estar acompañada de un hombre es muy raro que se dé en absoluto:
Los teóricos dicen que los acosadores, cuando acosan a las mujeres que caminan por
las calles sin dueño, están defendiendo el código patriarcal que establece que todas las
mujeres deben pertenecer a un hombre. Inconscientemente o no, los hombres saben
que lo que están haciendo cuando miran, se burlan, agarran e insultan es mantener
con vida el patriarcado. Si eres una mujer joven no se supone que debas estar sola en
una ciudad de América Latina, excepto en tus rutas de seguridad y siempre debes estar
caminando con brío, con los ojos en el suelo, sosteniendo los libros o el bolso en el
pecho y en especial nunca deteniéndose. (2003, p. 3)
Lemaitre termina el texto preguntándose qué se puede hacer cuando sucedan este tipo
de cosas: ¿Responder de forma grosera, ignorar el asunto, correr?, ¿y si hay
consecuencias?, ¿y si se enfurece y me lastima? (2003, p. 5). La autora se identifica a
sí misma en la posición de víctima de acoso sexual callejero y admite que no está en
posición de dar una respuesta a lo que debe hacer una víctima, pues ni ella misma lo
56
sabe cuando la atacan. Sin embargo, guarda la esperanza de que pueda ser lo
suficientemente valiente para responder y tener la suerte de que no le ocurra nada.
El famoso cronista estadounidense Gay Talese, a quién se le conoce por sus historias sobre la
mafia y la vida sexual en Estados Unidos, hace una crónica sobre Vogue, la famosa revista
para mujeres de la casa de publicaciones Conde Nast. Actualmente Vogue tiene más de cien
años de historia y más de 23 países tienen sus propias versiones de la publicación.
A través del texto Talese le hace entender al lector que la revista Vogue, los escenarios
y las personas descritas son todas construcciones artificiales. Si los diálogos se
retiraran de su contexto, parecerían estructurados, falsos y sin mucho ritmo. Sim
embargo, para el entorno que ha construido Talese para el lector, los diálogos que
decide mostrar son perfactamente creíbles. Esta es la razón por la cual funciona en
este texto el uso de diálogos largos y muy estructurados.
La dobla hacia atrás, abre la boca. Y la cámara de Horst hace clic. Luego ella se
recuesta en la banqueta, hace un puchero. Horst hace clic.
Dorothea sonríe (clic); abre la boca (clic); más abierta, una O grande (clic).
–Sonríe no más, sin mostrar los dientes –dice él (clic)–. Estira el cuello.
“Basta con salir del ascensor e ingresar al piso diecinueve para experimentar la
repentina sensación de estar en Vogue. Los pisos son negros con estrellas incrustadas
59
(…) hay un corredor curvo que lleva a las oficinas de la redacción de Vogue. La
primera, la de la Editora de Belleza, huele a polvos y pomadas. Más allá, doblando una
segunda curva, hay media docena de oficinas de otras editoras y, dividiéndolas, está el
amplio y bullicioso Salón de Modas. En un rincón la Editora de Géneros y Tejidos,
pellizca con desgano unas muestras de seda; en otro, cerca de una ventana, la Editora
de Calzado averigua qué viene en materia de zapatos ‘flamantes’; en otro más, la
gestora de Modelos escarba en un archivador que contiene información sumamente
secreta sobre las modelos” (2009, p. 152).
El tipo de fuentes que utiliza Talese son personas que trabajan en o para Vogue. En
ese sentido todas sus fuentes tienen el mismo tipo de jerarquización, sirven para
contar Vogue desde adentro y para demostrar como Vogue afecta la construcción de
su identidad en un espacio específico.
En 1963 la periodista Gloria Steinem trabajó encubierta en el Club de Playboy de Nueva York.
Steinem registró toda su experiencia en un diario personal que después publicó en la revista
Show. El texto causó revuelo por denunciar las pésimas condiciones laborales y el acoso
sexual al que debían ser sometidas las Conejitas del Club.
Steinem parte el texto explicando que aquello que se necesita para ser una Conejita
Playboy es ser joven y bonita, y que en el anuncio al cual aplicó al trabajo ni siquiera
piden experiencia. La autora decide crear un personaje falso y una vez aplica al
trabajo se da cuenta de que las aplicantes que no cumplen los prerrequisitos físicos
son rechazadas inmediatamente (1963, p. 32-36).
Después de ser contratada por el Club Playboy, Gloria Steinem confirma rápidamente
que los 200 a 300 dólares a la semana que le prometieron de sueldo no son una
realidad y además las Conejitas deben pagar el costo de mantenimiento por los trajes,
las medias y deben comprar sus propios tacones. Cuando incumplen cualquiera de las
estrictas reglas de trabajo del club (que incluyen estándares de apariencia) se les
60
Otra técnica usada en el texto es la del uso de detalles simbólicos. De acuerdo con
Tom Wolfe esto:
En este caso el detalle simbólico es el traje de Conejitas que se debe usar para poder
trabajar. Steinem usa el traje para resaltar que todas las mujeres que trabajan en el
club se conviertan en un mismo objeto andante vestido con orejas y cola peluda. Entre
las interacciones de Steinem describe con los clientes se resaltan las siguientes dos
que revelan el trato que reciben las Conejitas:
“‘Esta es la parte que las chicas odian,’ dijo el doctor y tomo una muestra de
sangre de mi brazo para una Prueba Wasserman. Le dije que hacer pruebas
para enfermedades venéreas parecía un poco siniestro. ‘No seas majadera,’ me
dijo, ‘todos los empleados deben hacerlo. Sabrás que todos en el Club están
limpios’. Le dije que eso a mí no me afectaba realmente y que yo objetaba el
que me hicieran estas pruebas. Silencio. Me dijo que me parara derecha para
‘ver si tus piernas están torcidas’. ‘Okay’, le dije, ‘tengo que hacerme la
Wasserman. Pero, ¿y qué del examen interno? ¿Es eso también un requisito
para las meseras en el estado de Nueva York?’
‘¿Qué te importa?’ me dijo. ‘Es gratis y es por el bien de todos.’ (1663, p. 46)
A pesar de que Steinem pregunta una y otra vez el por qué de la necesidad de las
pruebas si igual se prohiben las relaciones entre las meseras y cualquier otro
empleado de Playboy, nadie nunca le da una respuesta sobre cómo estas pruebas son
para la protección de todos. Steinem además averigua con el Departamento de Salud
de Nueva York si la prueba de enfermedades de transmisión sexual era un requisito en
la ciudad de Nueva York para ser mesera. El departamente de salud le confirma que
62
no solo no es necesario, sino que para ser mesera no piden ninguna prueba médica.
Esa forma de control sobre la vida sexual de las Conejitas es acoso sexual.
Pero el acoso sexual no se daba solamente a nivel administrativo, el texto está lleno de
anécdotas de Steinem interactuando con los clientes. En estas se describen
situaciones sexualmente agresivas hacia las meseras, donde el agresor usualmente no
toma su rechazo muy en serio:
“Un grupo de hombres con escarapelas en sus solapas se pararon cerca de mí:
‘Aquí está mi querida conejita’ dijo uno y lanzó su brazo alrededor de mis hombros
como si los dos fuéramos compañeros de juego abandonando el campo.
‘Por favor, señor,’ dije y murmuré la frase icónica que habíamos aprendido del
Papá Conejito en su clase: ‘No tiene permitido tocar a las Conejitas’.
Sus compañeros rieron y rieron. ‘!Ay hombre, creo que ella te reprendió!’ dijo uno
y me acomodo el rabito de conejo mientras me alejaba” (1963, p. 52).
En 1965 la historia se vuelve publicar, al final del texto se incluyen dos listados de
consecuencias a corto y largo plazo del artículo sobre las Conejitas. Entre las
consecuencias se encuentran las siguientes dos: a corto plazo Steinem perdió
credibilidad como periodista y por un tiempo le dejaron de hacer serios encargos
periodísticos porque se había convertido en una Conejita, un objeto sexual solamente,
y la razón por la cual lo había hecho no importaba. La segunda consecuencia fue a
largo plazo y tiene que ver con que Steinem llegó a concluir que “todas las mujeres
son Conejitas. Después de que el feminismo llegó a mi vida dejé de arrepentirme por
haber escrito el artículo. Gracias a la versión de televisión del mismo, empecé a
sentir placer por las conexiones que hice con mujeres, que tal vez nunca hubieran
leído una revista o libro feminista, pero que respondieron positivamente a la poco
frecuente consideración de las condiciones reales del trabajo y con un grupo de
mujeres que se apoyaban entre sí.” (1965, p. 75)
Las fuentes que Gloria Steinem usa para nutrir el texto son las otras personas que
trabajan en el Club. Como todas las meseras comparten vestidor y entrenamiento,
Steinem constantemente habla con ellas sobre lo que creen de los clientes, sobre sus
deseos profesionales y sobre las condiciones laborales del lugar. La mayoría de las
Conejitas creen que los clientes son tontos y fácilmente manipulables para que den más
propinas, hay bastantes que ya trabajan como modelos o desean serlo y por útlimo, todas
se quejan de que los salarios son mucho menos de lo prometido cuando aplicaron al
trabajo. La única mesera que Steinem conoció que lograba hacer 200 dólares a la semana
tenía que trabajar todo el día, en ambos el turno de la mañana y de la noche.
63
Las fuentes son todas voces testimoniales de lo que es el espacio de trabajo para las
mujeres. Y si bien todas están constantemente expuesta a violencia y acoso sexual,
ninguna es retratada como víctima. No hablan de los sucesos como si fueran una
agresión, para las meseras este tipo de fenómenos son cotidianos, irrelevantes, y a menos
de que sea un caso exagerado de manoseo ninguna habla con mayor sorpresa del asunto.
En Bogotá existen algunas respuestas directas e indirectas al acoso sexual callejero. Una de
las respuestas directas es la manifestación ciudadana conocida como la Marcha de las Putas.
Las personas que manifestaron en la Marcha de las Putas de este año se reunieron en el
monumento de Rafael Uribe Uribe del Parque Nacional Enrique Olaya Herrera a las diez de
la mañana el 6 de abril. Mar Candela Castilla, la organizadora de la marcha en Colombia,
calcula que la participación de ese sábado fue de 1500 a 2000 personas.
La Marcha de las Putas realmente se originó en Toronto donde se le conoce como SlutWalk.
La razón fue que en enero 24 de 2011 el policía Michael Sanguinetti en una conferencia que
dictaba sobre prevención de crímenes en la Universidad de York, dijo respecto al tema de
violaciones dentro del campus universitario: “me han dicho que no convendría decir esto; sin
embargo, las mujeres deberían evitar vestirse como putas para no ser victimizadas”. Dos
estudiantes, Sonya Barnett y Heather Jarvis, cansadas de estos patrones de culpabilizar a
las víctimas de abusos sexuales, de la insistencia en el control de la sexualidad de una mujer y
hastiadas con la vigilancia y juicios hechos al cuerpo y la moral de una mujer, decidieron
organizar la protesta. La primera marcha se realizó el 3 de abril de 2011 y asistieron alrededor
de 3000 mujeres. Desde entonces se ha llevado a más de 30 países.
Mar Candela Castilla descubrió por internet acerca de la existencia de la marcha, mientras
buscaba información sobre cómo la vida sexual de una mujer se usaba de excusa para
violentarla, y decidió que se debería realizar en Colombia. La primera versión se realizó el 25
de febrero de 2012 en Bogotá. “La primera fue el boom, la moda, la indignación
internacional. Asistieron unas 5000 personas. Pero no hubo una cobertura de medios
poderosa. Este año fue el contrario; hubo una buena acogida mediática, fue noticia y
llegamos a todas las esquinas del país. Pero no marchamos tantas personas”, asevera Mar
Candela.
De cualquier manera Castilla destaca del evento de este año que: “todas las personas que
marcharon son nuevas. ¿Qué hacemos marchando los mismos todos los años? Qué bueno
que llegue cada vez gente más nueva y del común. Esto significa que se les da la
oportunidad a mujeres, hombres y familias de empoderarse de su cuerpo. Este año marchó
una señora de 70 años y una niña de 10. Cada mujer debe representaste a sí misma.
Muchas mujeres nacieron feministas pero no lo saben”.
De hecho los gritos de la Marcha se han vuelto muy populares por su forma desparpajada de
contestar a las agresiones: “en falda o pantalón, respétame cabrón”; “no quiero tu piropo,
quiero tu respeto”; “ni puta, ni loca, mi cuerpo no se toca”; “Colombia necesita saber: puta o
65
no, yo decido”; “¿Si digo no? Es no. ¿Y si digo no? Es no. ¿Y qué pasa si vuelvo a decir que
no? Es no”; “¡ALERTA! ¡ALERTA! ¿Quién camina? La marcha de las putas por América
Latina”; y “Putamente libres. Putamente libres. Putamente libres”.
***
Carolina Castro, madre de dos hijas, también confiesa que la vida íntima con su esposo se ha
visto afectada por el suceso y que no puede montar en transporte público sintiéndose
tranquila. A pesar de que la familia del hombre le ofreció una indemnización económica para
cerrar el caso, Castro la rechazó esperando que la justicia se encargue del proceso. La víctima
lamenta además que la Fiscalía no corrobore los datos de las personas involucradas en una
denuncia, puesto que es posible que el demandado haya dado una dirección falsa y por eso no
pudieron contactarlo de nuevo cuando no se presentó a la audiencia (“Hablamos con víctima
de abuso sexual en TransMilenio”, Vibra Bogotá, 2013).
El caso de Carolina Castro no es único. El acoso sexual en espacios públicos se ha vuelto una
nueva tendencia criminal. En el Boletín de Prensa No. 17 de la Secretaría Distrital de la Mujer
se informa que en una encuesta realizada en conjunto con la Secretaría de Movilidad a un
total de 17.399 mujeres de Bogotá:
“el 14.09 % de mujeres encuestadas (2443 mujeres) afirmó haber sido afectada por algún tipo
de violencia o agresión al acceder al servicio de transporte público. De estas 2443 mujeres, el
64.20% (1391 mujeres) recibieron agresiones de tipo sexual y el 88.74% (2168 mujeres) fueron
víctimas de agresión o violencia en medios de transporte, de las cuales el 80% sufren
agresiones en articulados, buses y busetas y el 2.86% en taxis. Las mujeres de las localidades
de Bosa, Kennedy, Rafael Uribe y Engativá reportaron mayor incidencia de esta problemática”
(2013).
Por otra parte, hasta julio de este año la Policía reportó que se habían capturado a 60
hombres acusados de manosear mujeres en TransMilenio. El año pasado 81 personas fueron
66
Ahora bien, una vez ocurre el crimen de acoso sexual en un espacio público el procedimiento
que corresponde es poner una denuncia de injuria por vía de hecho en una URI. El proceso
que suena sencillo, precisamente porque las Unidades de Respuesta Inmediata fueron
creadas por la Fiscalía para facilitarles a los ciudadanos el trámite de presentar una denuncia,
se complica en su ejecución. Para que cualquier investigación de denuncia hecha ante la
Fiscalía tenga esperanza de progresar, la víctima debe tener identificado al agresor (por lo
menos nombre y cédula de ciudadanía). Si no se tiene esta información es poco probable que
se lleve a cabo el proceso, puesto que localizar al agresor es casi imposible. Es decir que en el
caso hipotético de que una persona toque inapropiadamente a una mujer en la calle, la
víctima tendrá dificultades para poner la denuncia en una URI puesto que su agresor es
anónimo y el ataque ocurrió en un lugar de donde podría escabullirse fácilmente.
En el caso que no se pueda identificar al agresor ¿qué se puede hacer? ¿Cómo identificar a
este tipo de personas? Y en el caso improbable de que se lo encuentre, de igual manera toca
seguir con el proceso de probar que sí ocurrió una agresión. La forma de presentar la
denuncia puede ser verbal o escrita, pero se tienen que anexar documentos o elementos que
prueben el delito. En la gran mayoría de los casos no los habrá. Por otra parte, los delitos
sexuales se deben denuncian específicamente en los Centros de Atención a las Víctimas de
Abuso Sexual (Caivas), pero como no se considera que el acoso sexual callejero es un tipo de
violencia sexual el delito por el cual se presenta la denuncia es “injuria por vía de hecho”. Es
decir, que otra persona a través de una acción le dio un mal nombre a la víctima. Cuando a
Carolina Castro se le eyaculó un hombre encima en el TransMilenio eso no fue una violencia
sexual. Fue injuria porque la hizo quedar mal ante otros.
La abogada penalista Lina Buchely explica que lo que sucede es que las “vías legales están
agotadas, el estado es precario y el derecho también. El acoso es esa agresión que tiene dos
adjetivos: es cotidiano y frecuente. Y hay una cadena de violencias sofisticada que no nace
con el golpe o la violación, sino que se va construyendo con lo diario. El acoso sexual
callejero hace parte de esa cadena”. Según ella parte del problema también es que no se
considera que ser deseable sea un daño. Se acepta socialmente que un hombre desee una
67
mujer y para que otros acepten el acoso como violencia tiene que haber una acción directa,
con un efecto claro. No hay un consenso en que esa acción fue dañina y eso hace que los
procesos sean aún más lentos e ineficaces, porque ¿cómo se prueba una agresión?
***
La organización sin ánimo de lucro Not Me!, que promueve el aprendizaje de técnicas de
defensa personal para las mujeres a través de internet, define el acoso sexual callejero como
cualquier “comportamiento que sea irrespetuoso, inapropiado o amenazante hacia alguna
mujer en el espacio público” (“Postcard: Street Harassment”, 2010). Es considerado un
comportamiento peligroso pues conduce a más violencias sexistas en otros ámbitos, como el
laboral o el privado en donde puede materializarse. El proceso completo implica pasar de
acciones que vuelven a la mujer un objeto sexual, -como agresiones verbales de contenido
sexual explícito-, a comportamientos más agresivos que la degradan, -como manosearla o
masturbarse en público-, hasta que por último se convierte en un ataque sexual
materializado. El bienestar de la mujer solo disminuye progresivamente con cada acción que
se permite.
Dentro de las pocas cifras que se pueden encontrar del fenómeno está la Encuesta Distrital de
Demografía y Salud de Profamilia realizada en 2011, en la cual el 23% de las mujeres
bogotanas respondió que sí había sido tocada o manoseada sin su consentimiento en algún
momento. Esto hace que Bogotá se encuentre a 6 puntos por encima del promedio nacional,
que es de 18%, en este problema. En la encuesta distrital 40% de las mujeres encuestadas
fueron manoseadas en la calle y el 27% en un bus. Y en un problema de género que no
discrimina edades: el 10% de las adolescentes (entre los 15 y los 19 años) dijeron haber sido
manoseadas y un 15% declaran que les ocurrió en el colegio. Las localidades donde más
ocurre el fenómeno son: Antonio Nariño (35 por ciento); Barrios Unidos (30 por ciento), y La
Candelaria (28 por ciento).
Por otra parte, de las mujeres en Bogotá que asistieron a establecimientos de salud para
tratar alguna lesión como resultado de ser víctimas de violencia psicológica, física o sexual
solo el 17% recibió información sobre qué entidades le permitían denunciar la agresión o
68
solicitar protección. Ese porcentaje está dos puntos por encima del promedio nacional.
Teusaquillo, Sumapaz, Santa Fe y Suba fueron las localidades en la que las mujeres han
recibido más información; mientras que Barrios Unidos, Fontibón y Usaquén fueron los
porcentajes menores. Y como si la falta de respuesta institucional no fuera suficiente
Tunjuelito, Usaquén, Chapinero, Bosa, Fontibón y Engativá son las localidades en donde
sucede más frecuentemente que las mujeres violentadas no acuden a un médico o centro de
salud.
En Colombia la Ley 1257, aprobada en 2008, busca que se desarrollen programas y normas
de sensibilización, prevención y sanción a las formas de violencia y discriminación contra las
mujeres. Fue una ley totalmente pensada en el bienestar de las mujeres, en donde se incluye
también que el Estado debe garantizar una vida libre de violencias tanto en ámbitos públicos
como privados. Y la violencia sexual está además consignada como todo acto que obligue a la
persona a mantener contacto sexualizado físico o verbal. Es por esta legislación que desde
entonces se espera de todos los proyectos del Estado incluyan dentro de sus consideraciones
el género como factor. Con eso en mente la primera pregunta que surge es: ¿por qué no se ha
tipificado como un crimen el acoso sexual callejero? ¿Por qué existe el acoso sexual laboral, el
abuso sexual, el acceso carnal violento y la violación en el código penal, pero no esto que
concierne a un comportamiento de agresión sexual en el espacio público? ¿Por qué no se
penaliza si es tan dañino y la administración debe estar comprometida con la prevención de
la violencia contra la mujer?
Lina Buchely, abogada graduada de los Andes, responde que hay movimientos que esperan
lógicas punitivas dentro del derecho, es decir que se impongan más penas y así disuadir el
crimen. Pero este tipo de lógica no funciona para el acoso sexual callejero porque “no se
persiguen efectivamente los fenómenos y se celebran las conductas. Las penas además son
muy altas y no se ejecutan. Entonces el aparato judicial no se encarga y queda en el nivel
simbólico del derecho”.
Por otra parte, según Buchely en las cárceles de Colombia sacan primero a las personas que
cometen crímenes de violencia intrafamiliar y pensión alimentaria. En tales casos no se
considera la gravedad de la pena porque al existir un problema de sobre ocupación carcelaria
grande esos criminales quedan libres sin tener que cumplir con la responsabilidad o la
sanción de su crimen. Además, “el derecho penal no es la vía; puedes sacar una ley
permeada del estudio de género pero el derecho tiene complejidades dentro de su
funcionamiento. La letra puede ser ambigua, los que informan la ley pueden estar
permeados por algo que no les permita ejercerla, puede ser insuficiente. Se trata de
cambiar comportamientos micro-sociales concretos”.
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Según la abogada la mejor opción para enfrentar este problema es la regulación de las
conductas sociales a través de ejercicios de sensibilización, creación de burocracias callejeras
y mayor presencia policial como representación del estado en el espacio público, entre otros.
La política pública, -ya sea de intervención y capacitación sobre el tema, de educación sexual,
campañas en los medios o de penas no privadoras de la libertad-, busca finalmente una
visibilización del fenómeno que lleve a una sanción social a ese tipo de comportamientos.
***
Es difícil enfrentar una clase de violencia en particular si tanto hombres como mujeres no
saben qué es. ¿Qué actos constituyen el acoso sexual? Y, ¿por qué es sexual? Según el grupo
Not Me! en su apartado sobre acoso sexual publicado en 2010 hay tres tipos de acciones que
hacen parte del acoso en el espacio público y que tienen niveles progresivos de afectación en
la víctima. El primero tiene como consecuencia volver a la víctima un objeto, en vez de
tratarla como persona e incluye: miradas o lascivas o de reojo, silbar, tocar la bocina,
lanzarles piropos y comentarios vulgares o propositivos y abuchearlas, entre otras. El
segundo nivel son comportamientos degradantes para la mujer, entre los cuales están:
avergonzarlas, humillarlas, exponer partes privadas del cuerpo, masturbarse en público,
tocarlas o manosearlas y amenazarlas Por último, está la instancia final que constituye lo que
mayoría entiende por violencia sexual: acechar, atacar y violar. El problema con creer que se
trata de violencia sexual solamente cuando sucede el peor de los casos, es que se ignora por
completo todos los actos previos que han creado la estructura cultural que permite la
violación. Silbarle a una mujer como si fuera un perro, gritarle un piropo, manosearla por la
calle son todos actos que si no se enfrentan, eventualmente cohonestan con la impunidad
ante la violación. No se puede legitimar ningún acto violento asumiéndolo como natural o
inofensivo.
De la misma forma que hay tipos de agresiones hacia la mujer, hay tipos de agresores. Not
me! los identifica a partir de sus objetivos: tener una fantasía visual (miradas lascivas, seguir
a las mujeres por la calle con la mirada); llamar la atención (pitar desde un carro, intenta ser
encantador o impresionar a la mujer a pesar de que se aclare que no hay interés); provocar
reacciones (al hacer comentarios vulgares, piropear mientras se trabaja, o cuando se está
borracho); auto complacerse (expone los genitales en público, masturbarse en público,
manosear a una mujer o invadir su espacio personal); y realizar intentos predatorios (seguir a
las mujeres, buscar víctimas). El acoso sexual callejero no es un asunto de sexualidad, sino de
poder. Se trata de controlar a la víctima y bajo esta teoría hay diferentes motivaciones que
existen para que una vez se conozcan las intenciones del agresor se pueda actuar.
Not Me! le recomienda a las mujeres seguir un plan de acción de tres pasos si en algún
momento se ven enfrentadas a la situación; reconocer cuando uno mismo u otra persona está
70
siendo víctima de violencia. Después, evaluar qué tipo de acosador está involucrado y qué
intenciones tiene, si obtendrá apoyo de otras personas o fuerza pública y si resulta realista
pensar que podrán confrontarse, o si lo más probable es que se saldrá lastimada. El último
paso es actuar; si no hay una amenaza inmediata para la seguridad personal, se debe actuar
contra el agresor. La acción debe decir que su comportamiento es inaceptable y que no será
tolerado. Frases cortas, pero dichas con fuerza, que pueden servir son: “no me toque” o “deje
de acosar mujeres”.
La organización I Hollaback ofrece una forma de actuar que evidencia las agresiones de
manera más evidente. Este movimiento internacional empezó en 2005 en la ciudad de Nueva
York con un grupo de siete personas, tres hombres y cuatro mujeres. Uno de los integrantes
se dio cuenta a partir de las historias de acoso sexual callejero que contaban sus amigas que
vivían en una ciudad muy diferente a la de él por su condición de mujeres, a pesar de ocupar
el mismo espacio. Por casualidad durante la misma época la historia de una mujer llamada
Thao Nygen que se enfrentó a su agresor fue muy popular. Mientras estaba tomando el tren
en Nuevo York este hombre se masturbó mientras la miraba, así que Nygen tomó una foto
con su cámara e intentó denunciar el crimen a la policía pero ellos la ignoraron. Decidió
subirla a su flickr y se popularizó tanto por internet que eventualmente llegó a la primera
página del New York Daily News causando que la gente hablara de acoso sexual callejero.
Siguiendo su modelo de acción, que le permitía a la víctima defenderse de manera segura, los
integrantes del grupo fundador decidieron usar internet para contar y compartir todas las
historias de quienes han sufrido de este tipo de acoso. De esa forma se visibiliza el problema,
se denuncia a los perpetuadores de forma segura, se revelan zonas con mayor incidencia y
además se logra crear conciencia de lo atemorizante que puede llegar a ser la experiencia a
partir de las miles de historias que comparten en su portal. Debido a que su sistema es
fácilmente replicable por solo necesitar del uso de una plataforma para compartir las
historias, Hollaback! ya es un movimiento internacional con presencia en más de 20 países
haciendo parte del proceso de combatir el acoso en ciertos sectores específicos (“About”,
IHollaback, 2013).
Ahora bien, Atrévete Bogotá llegó a Colombia en 2011 y funciona con el mismo sistema que
Hollaback! Paola Marcela Gómez, abogada y activista, fue una de las tres integrantes del
grupo original local que se contactó con Hollaback! para traerlo con la esperanza de
visibilizar y atacar el fenómeno de forma segura. “Colombia tiene muchísimos problemas y la
violencia de género tiene muchísimos problemas; este es apenas uno de ellos. Estando
conscientes de esto decidimos traer Atrévete a Bogotá. No queremos judicializar que los
hombres nos respeten en la vía pública, buscamos evidenciar el problema. El portal del
grupo te permite contar tu historia, el lugar, la hora. Queremos encontrar focos en donde se
centre la actividad para tener impacto en el desarrollo y formulación de políticas públicas”,
71
Paola Marcel aclara que Atrévete Bogotá (como se le llama al grupo en español) “no es una
cruzada contra el piropo, no es un movimiento clasista. El piropo no es lo fundamental, lo
que importa son las miradas morbosas, agresiones vulgares y verbales, el manoseo. Se
trata de lanzar un discurso de respeto y educación, que la mujer se empodere para que
responda”. Realmente el problema del piropo es que es una forma mediante la cual se le hace
saber a la mujer que está ocupando un espacio que no es de ella: “la calle es territorio
masculino y debemos recuperarlo. El piropo es el reflejo de una sociedad patriarcal, el
hombre se siente con derecho a opinar sobre el cuerpo de la mujer. Lo hace porque no siente
miedo de la mujer y eso se ve porque cuando uno va acompañada de otro hombre por la
calle no te echan el piropo. Hay un sentimiento de propiedad, de creer que pueden irrumpir
en tu espacio público porque el cuerpo de la mujer está sexualizado y el del hombre no. Está
naturalizado y es un problema de género”.
Los mitos a los que se opone atrévete Bogotá son: que el acoso en las calles es parte de la libre
expresión; que no se puede combatir porque es un problema cultural; que los piropos son
halagos inocentes; que esa es la naturaleza masculina y no se puede negar; que a los hombres
les encantaría que les dijeran piropos; que si el acosador es atractivo entonces las mujeres
disfrutan de la agresión; que el acoso fue el resultado de algo que hizo la víctima; y
finalmente, “el acoso en las calles solo les sucede a los/las jóvenes y atractivo/as y
cualquiera que se queje del acoso en las calles es una odia-hombres/ quema-brassieres/
psico-femi-nazi/ que odia la libertad de expresión/que necesita un hombre/falta de sexo/fea
(Sí, lo dijimos…ya que muchos lo piensan)” (“Mitos”, Atrévete Bogota, 2013).
Respecto a por qué se cree que el tema todavía no se considera o no importa, Gómez
responde que es porque se minimiza el acto del piropo, cuando ese no es el problema, “el
problema es el contexto. La calle, la mujer sola, el hombre es el dueño de la vía. El hombre
se siente dueño de la calle y atemoriza a la mujer para que vuelve a su espacio privado. La
mujer sale a la calle atemorizada de que la violen, la agredan, la roben. El grado de
concientización sale del contexto, la agresión va desde el silbido hasta la violación”.
72
Para Marcela el acoso callejero sí tiene que ver con dominación y tiene un carácter sexual
pero admite que no es fácil verlo. La ciudadanía reduce los incidentes a que son hombres
groseros y eso lo vuelve un problema de clase. La abogada y activista afirma que es como si
dijéramos que un hombre de clase alta o de buena educación no lo haría; ¡pero los
magistrados, senadores y el procurador sí lo hacen! Para ella no es un tema de clase ni de
procedencia sexual, es un asunto de género. La apuesta de Atrévete Bogotá es decirle a la
gente “dese cuenta de qué pasa”. La postura oficial del grupo reconoce que “la violencia
escala rápidamente, y quienes sienten que está bien opinar sobre el cuerpo de un
desconocido, a veces llegan a pensar que tienen derecho a tocar, forzar, abusar e incluso a
violentar otras personas, como ocurre a diario en la vía pública”.
El problema también incluye que en el espacio público un hombre puede dominar a una
mujer con el piropo, porque la mujer tiene miedo de responderle y que él la agreda. Ese
miedo es una forma de dominación para Paola Marcela quien añade que “la ropa no es lo
central. El acoso es una opinión sobre tu cuerpo y no tiene justificación. En los países que
existe la burka también hay agresión a la mujer y violación. Es el imaginario masculino que
cree que nuestros cuerpos son de ellos y están sexualizados y por eso pueden opinar”. A la
activista le gustaría ver más inversión en educación acerca de la violencia de género y
campañas por parte de la Alcaldía que refuercen la idea de que la calle es para hombres y
mujeres.
***
La vloguera y activista Lauren Bird recalca la importancia de hablar del tema como un
problema real en su video “ANTI STREET HARASSMENT WEEK” comparándolo con el
fenómeno del matoneo: “las personas no creen que sea un problema, por la misma razón
que hasta hace un par de años nadie creía que el matoneo era un problema. Le ha pasado a
todos. Es parte de la vida. Te hace crecer. Hasta que pasa algo mucho peor. ¿Qué fue lo que
causó que las personas empezaran a tomar el acoso en serio? ¿En realidad necesitamos una
epidemia de suicidios para que las personas se den cuenta de que es grave?” (Bird, 2013).
Por su parte la sexóloga y educadora Laci Green, quien aprovecha YouTube como plataforma
para enseñarle a la gente joven sobre educación sexual, explica que su primer acoso en la
calle se dio a los 13 años y desde entonces ha notado que “solo pasaba si estaba sola o con
otra mujer, no importaba qué tuviera puesto y esto le pasaba a todas las mujeres que yo
conocía. Los agresores no entienden que lo que hacen es atemorizante. Uno piensa: ¿qué tal
si abusa de mí?”. Además se opone a la idea de que caminar por la calle sea una invitación
para que la acosen porque implica que los agresores no ven a un humano, sino un objeto que
les da placer. Green también reafirma la idea de que se empiece a sancionar socialmente la
73
práctica, pidiéndole a sus espectadores que intervengan si ven que ocu89rre para darle apoyo
a la víctima (“Creeps on the street”, 2013).
Kat Lazo, feminista y vloguera, recomienda además en su video “Dear men, Street
harassment sucks” que para enfrentar el problema se debe: primero reconocer que es una
práctica peligrosa que lastima a las mujeres y que existe; segundo contar la historia, ya sea
por las redes sociales o como denuncia; tercero, es importante tener aliados hombres que
entiendan que la práctica está mal para que ellos mismos puedan usar el privilegio que tienen
en la sociedad para sancionar a otros hombres; y por último, se le sugiere a la mujer agredida
que haga algo “poco sexi” para burlarse de los agresores de forma segura. Por último, recalca
que el acoso sexual callejero: “no es un cumplido porque no es una conversación. Es algo que
nos dices y ya, se impone y tiene que ver con poder y mostrar masculinidad” (Lazo, 2013).
***
¿Qué tipo de acciones se pueden tomar entonces? Andrés Bernal Blanco, asesor de política
criminal y penitenciaria en el Ministerio de Justicia y Derecho explica que “una política
pública es el conjunto de planes, acciones, programas o incluso omisiones que lleva acabo
un gobierno para enfrentar una problemática social o las demandas que se requieran para
cumplir con las necesidad de los ciudadanos y para atender las necesidades del estado”
(2013). Dentro de esto caben políticas de educación y comunicación, que se catalogan como
preventivas o antes de la agresión, o políticas de intervención, después de la agresión.
Por ejemplo en el documento de Ciudades Seguras para Mujeres de la ONU se pide que las
iniciativas tomadas por el Estado no solo alienten el transporte público seguro para las
74
mujeres y niñas, sino que “no deberían estar limitadas a mejorar las formas motorizadas de
transporte. Es decir, pasajes bien mantenidos, calles peatonales, veredas bien iluminadas,
ciclovías, zonas para encadenar las bicicletas, y programas comunitarios para compartir
bicicletas, son formas integrales de hacer que las ciudades sean seguras para las mujeres y
niñas, así como hacerlas más acogedoras y habitables en general” (p. 28). Además de que
los sistemas de transporte público deben ser “planificados y diseñados para satisfacer las
necesidades específicas de las mujeres de acuerdo con las rutas que utilizan, las horas del
día que dependen del transporte público, los lugares donde esperan por el transporte
público, y los lugares donde se bajan del transporte público” (p.28).
Otras recomendaciones de la ONU para diseñar espacios públicos seguros son que esto
tengan:
“fácil acceso hacia y desde el lugar, fácil movilidad dentro del lugar, buena iluminación para
que los usuarios puedan ver y ser vistos, señalización fácil de leer para ayudar a los usuarios a
ubicarse, caminos limpios, bien mantenidos donde los usuarios puedan verse unos a otros con
facilidad, visibilidad general de todo el lugar, libre de lugares donde alguien pudiera esperar
escondido, prevé variedad de usos– muchos lugares para pasar el tiempo, caminar, jugar,
comer, hacer ejercicio, etc., para diferentes grupos a distintas horas del día, previsiones para
las diferentes estaciones del año (sombra para la época de calor, y protección para la época de
frío) y acceso a baños limpios, seguros y de fácil acceso con espacio para cambiar pañales” (p.
24).
Y en Bogotá la Secretaria Distrital de la Mujer, Martha Sánchez, afirma que ya se han puesto
en prácticas planes parecidos, “hemos hecho ejercicios en el que se ha detectado que hay
espacios que representan inseguridad para ellas (las mujeres) como casas abandonadas,
terrenos baldíos, zonas cerca de TransMilenio y parques públicos donde se facilita el asalto.
A las horas tradicionales de salida y llegada del trabajo; en zonas como potreros,
humedales y lotes baldíos, y en calles oscuras y puentes peatonales” (“Bogotá se planeará
para ser más amigable con las mujeres”, Diario ADN, 2013).
Umaña tiene claro que es una problemática que apenas se empieza a visibilizar y que tiene un
número bajo de denuncia porque está naturalizado en el contexto de la ciudades, pero cree
que su importancia reside en que las mujeres tienen “derecho a una vida libre de violencia,
transitar sin miedo, no ser acosadas en ningún ámbito en donde se deban mover en la vida
diaria. Se debe poner el tema en la agenda, ¿qué hace la secretaría de movilidad y la de
planeación?” (2013). Así se le informa a la ciudadanía de lo que existe.
Entre las alianzas que han hecho se encuentra una con TransMilenio sobre la importancia de
sensibilizar sobre el acoso sexual en el medio de transporte a los funcionarios y a la policía.
De esta forma, ambos el ciudadano y los funcionarios saben qué hacer, porque “cuando se
minimiza el acoso eso desincentiva las denuncias por parte de las mujeres. No se investiga
porque se piensa que hay cosas más graves y se atienden los incidentes que sí son graves.
La capacitación es importante por eso, para saber reconocer las violencias y poder
responder para que cuando ocurra que la mujer no termine re victimizada, sino que haya
un acompañamiento” (2013).
La Secretaría además reconoce la importancia de las respuestas ciudadanas, pues estas hacen
que los temas de discusión se pongan en la agenda y así se llegan a respuestas institucionales.
De hecho, el 28 de septiembre de este año la Secretaría estuvo apoyando una bicicletada por
los derechos de las mujeres en conjunto con la Secretaría de movilidad. A las mujeres
asistentes se les hizo preguntas sobre lo que les pasa cuando están en las calle y si eso las hace
sentir agredidas. Entre las alianzas con la Secretaría de Movilidad, para que las mujeres
pudieran andar libremente, la primera iniciativa fue la de tomarse las calles y mostrar que
puede ser un espacio femenino lo que demuestra que hay un apoyo a la movilización
ciudadana de forma institucional (Umaña, 2013).
Lizbeth Umaña recalca también la importancia de “seguir rompiendo esos esquemas que
encierran la violencia en el ámbito privado, se deja por fuera que las mujeres son víctimas
de violencia en todos los espacios de la vida cotidiana. Es importante porque son las más
comunes, frecuentes, que con mayor recurrencia ocurren, las que menos se visibilizan. Es
una tarea de la secretaría hablar con las mujeres sobre sus derechos, sobre las violencias,
reconocer las especificidades de las violencias. No le pasa lo mismo a una mujer LGTBI, a
una mujer afro desplazada, trans, o que ingresa a la prostitución” (2013). Se diseñan así
estrategias que visibilizan las violencias específicas, porque hay ciertas características que
exacerban la situación. Por ejemplo, según la funcionaria las mujeres transgénero en Bogotá
son las mayormente afectadas pues se les castiga porque creen que irrumpe un orden y estas
reciben violencia incluso de las mismas autoridades (Umaña, 2013).
La Secretaría además esperar capacitar tanto a hombres como a mujeres para que sepan
sobre los diferentes fenómenos de la violencia. A los civiles se les enseña a través de un curso
76
o un panfleto el ABC de la Ley 1257 de 2008, sobre las violencias contra las mujeres para
que entiendan qué comportamientos rechazar o dejar de hacer y además para que las mujeres
sepan cuáles son sus derechos y a dónde pueden acudir si son vulneradas. Por otra parte,
también existe un panfleto sobre Rutas de Seguridad para que los ciudadanos sepan de todos
los diferentes lugares que ofrece la Alcaldía para asistir en caso de que se presente violencia
de género, entre ellos la Fiscalía, la Policía, Casas de Igualdad de Oportunidades y Casas de
Justicia, entre otros. De esta forma saben cuál es el problema y qué existe para ayudarlas.
Según Lizbeth Umaña, la idea de este tipo de planes es que se construya junto con las
mujeres el eje de la Política Pública y Género, por el derecho a una vida libre de violencias, y
que las mujeres mismas ayuden a identificar cuáles son los campos prioritarios y con qué
acciones se les podría atender. Se busca comenzar por lo local para seguir con respuestas
institucionales, porque por ahora no existe ningún plan o proyecto específico de la Secretaría
de la Mujer contra el acoso sexual callejero. Lo que existe está encaminado a la eliminación
de violencia y discriminación por género, pero en términos más generales.
Angélica Patricia López Blanco, también funcionaria de la Secretaría de la Mujer, explica que
en el caso de que una mujer quiera recibir atención o acompañamiento después de una
agresión en la calle puede acercarse a alguna de las 20 Casas de Igualdad de Oportunidades
donde se le atenderá. La funcionaria asegura además que lo más probable es que “si una
mujer es víctima de un tipo de violencia, este se articula a muchísimas otros. En el caso del
acoso callejero es más complicado porque no es un delito pero sí es una violencia simbólica,
de lenguaje y emocional. Si una mujer se siente muy afectada por el hecho y quiere y
necesita un acompañamiento porque tiene miedo a salir se puede dirigir a una Casa de
Igualdad de Oportunidades”. Una vez allí se le da la cita con la psicóloga disponible más
cercana y en caso de que se identifiquen otros tipos de violencia sí tipificados se empieza el
proceso jurídico, con orientación y acompañamiento a la víctima (2013).
Tanto Angélica Patricia López como Lizbeth Umaña creen que posibles medidas para
encargarse específicamente del problema son las campañas de sensibilización para hacer
modificaciones de comportamiento, además de proyectos por parte de las Alcaldías locales
con hombres y mujeres para lograr calles seguras. Es importante también que se articulen
todas las acciones institucionales de las diferentes secretarías, para que exista un frente
institucional común que garantice todos los derechos de las mujeres. Por último, aseguran
que la educación también es clave para estas situaciones y que no sobra una alianza o
programa con la Secretaría de Educación para que acuda a los colegios y explique a los
estudiantes, desde los primeros grados, en qué consisten los problemas de violencias de
género, de manera sostenida, lo que idealmente incluiría la participación de los padres.
Angélica López añade que las mujeres debemos “desnaturalizar el acto. Cambian de acera
77
para evitar el acoso, cambian el comportamiento, la forma de vestir y creen que eso es
normal, común. Para evitar, me restrinjo” (2013).
Cabe resaltar que Profamilia ya ofrece cursos virtuales de educación sexual en donde se
incluyen los temas de violencia de género, información para explicarles a hombres y mujeres
que lo que hacen puede ser agresivo sin saberlo y por último, suministrar información sobre
los derechos sexuales y reproductivos. También es posible programar para que visiten los
colegios para dar conferencias sobre los mismos temas. Se puede acudir directamente a la
sede de Profamilia y pedir citas particulares para recibir asesorías sobre el tema.
Es importante tener en cuenta que en el documento Bogotá: Sin violencia hacia las mujeres,
un desafío posible de la Alcaldía Mayor de Bogotá se critica que el Plan de Organizamiento
Territorial no incluya todavía entre sus factores de decisión información estadística
pertinente a las mujeres de la ciudad:
“De acuerdo al documento de diagnóstico del POT desde la perspectiva de género, la ciudad no
ha implementado sistemas de análisis con enfoque de género, de la información desagregada
por sexo producida en las fuentes de información disponibles, que haga posible identificar
demandas diferenciadas, diseñar estrategias y orientar recursos hacia la superación de
inequidades no sólo sociales sino de género –éstas atraviesan todos los sectores sociales–, en
el acceso al hábitat, los equipamientos, la movilidad, el espacio público entre otros” (p. 45)
Se considera entonces que mientras el tema de género no esté incorporado tanto en los
factores de decisión y planeación, como en la realización de pruebas piloto “las mujeres son
consideradas como población vulnerable, quedando por fuera del cubrimiento de los
enfoques de seguridad humana y seguridad ciudadana expresado en políticas, programas y
proyectos de inversión” (p. 46). Las políticas deben involucrar las condiciones y aspectos
identificados que hagan sentir seguras o inseguras a las mujeres, de esta manera se podrá
revertir la tendencia en la cual se les dificulta apropiarse de su espacio para permitir la
utilización equitativa del territorio.
***
Por otro lado, aunque la tipificación del acoso sexual callejero no es una opción para
controlar el fenómeno sí se está pensado desarrollar una política pública criminal para
encargarse de los efectos del problema. Andrés Bernal Blanco, quien trabaja desarrollando el
plan piloto en cuestión, dice sobre el acoso sexual callejero que: “es importante enfrentarlo
porque este tipo de comportamientos cuando desbordan, en magnitud y por ineficacia del
Estado, lleva a los individuos de la sociedad civil a tomar la justicia por sus manos. En este
caso se producen soluciones que no se adhieren a las normas del país”. Y además que las
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Bernal Blanco dice además que se deben busca sanciones diferentes a la cárcel para este tipo
de problemas, ya que tanto el factor disuasivo de la pena como el populismo punitivo
(castigar severamente a las personas que cometan un crimen con mayor tiempo en la cárcel,
porque lo pide la opinión pública dominante) no han demostrado cambiar estadísticamente
la cantidad de crímenes cometidos por la ciudadanía. Lo que significa que lo que se propone
es que el centro de los programas no sea la ley, sino el fortalecimiento de las instituciones y la
interacción entre las normas ya existentes para su aprovechamiento (Bernal Blanco, 2013).
Por decreto todos los programas de políticas públicas criminales deben estar encaminados a
la no discriminación de género. Pero por ahora no existe específicamente nada para el
fenómeno de acoso sexual callejero, en parte explicable por cuenta del enfoque que tenía la
política criminal hasta hace poco hacia el conflicto armado. El proyecto en el cual trabaja
Andrés Bernal será una primera medida para enfrentarlo desde una perspectiva criminal.
Consiste en un programa de tribunales especializados que se encarguen de hacer justicia
restaurativa con cursos educativos, de resocialización y de conducta civil (Bernal Blanco,
2013). El programa piloto se pondrá a prueba alrededor de 2016 y las sanciones educativas
las administrarán jueces, que no condenan con tiempo de cárcel sino con sesiones de trabajo
de interés comunitario. Según Andrés Bernal este tipo de medidas, muy parecidas a las del
sistema judicial estadounidense, “no existen en Colombia pero se tienen pensados para el
tema de drogas, manejo de la ira, comportamiento civil, entre otros. A un individuo de estos
que tienen problemas para comportarse, en temas de acoso sexual o índole sexual, se lo
podría referir a una de estas medidas obligatorias” (2013).
Los tribunales funcionan bajo la lógica de los strikes en el béisbol. El tribunal especializado se
encarga de manejar en primera instancia la situación problemática completa, y busca
enseñarles a los ciudadanos a comportarse de manera cívica en sociedad para el buen
funcionamiento de la misma. Por su parte, el agresor tiene un número de veces en que puede
reincidir en el mismo mal comportamiento. Sin embargo hay penas más altas para los que
repitan la mala conducta. Bernal añade que este tipo de medidas específicas se pueden tomar
para el acoso sexual callejero porque es un problema concreto con carácter de género y
requiere entonces de una acción diferenciada y concreta para enfrentarlo. Para asegurarse de
que los programas sean lo más completos posibles en el Ministerio de Justicia y Derecho se
asesoran con grupos de género (Bernal Blanco, 2013).
***
Ahora bien, la revista sobre violencia en Bogotá de Medicina Legal, Forensis del año 2011,
define la violencia urbana así: “la definición adoptada para entenderla como problema de
79
salud pública se refiere al ‘uso o amenaza de uso de la fuerza física con la intención de hacer
daño a otro o hacerse daño’” (p. 358). La definición no tiene en cuenta otro tipo de
agresiones que no se enmarquen dentro del daño corporal a pesar de que en la calle se dan
muchos otros tipos de agresiones. La abogada Lina Buchely cree que el acoso sexual callejero
sí es violencia sexual “porque el nivel de agresión es igual a otras formas. Hemos reducido el
concepto de la violencia a la penetración carnal. El daño sexual va mucho más allá. Un
daño emocional puede ser mucho más traumático porque el choque es inhabilitante. Esa
violencia es opresora porque te cohíbe” (2013).
Por otra parte, añade que es ridículo que no se tome más en serio el tema porque “la gran
mayoría de las mujeres han sufrido violencia callejera. Es la reproducción cotidiana de la
dominación. Yo no uso transporte público por una experiencia de estas y mi vida y mi
economía se manejan de forma diferente” (2013). En la Encuesta de Percepción y
Victimización realizada por la Cámara de Comercio de Bogotá para el primer semestre de
2013 que se realizó a 8605 personas, el 38% de los encuestados respondió que él o uno de los
integrantes de su hogar había sido víctima de un delito y de estos 50% de los delitos
ocurrieron en las calles y un 19% en el transporte público, que ha venido en aumento desde
2012. Solo el 34% de las víctimas denunciaron ante las autoridades y de los que respondieron
que no lo hicieron un 28% dijo que fue por falta de confianza y un 34% porque el trámite era
lento y difícil. De los denunciantes un 58% no quedó satisfecho con el proceso.
Por otra parte un 14% de los encuestados respondieron que habían sido atacados en el
espacio público, de los cuales un 64% ocurrió en la calle y un 18% en transporte público. Con
un 34% las calles son percibidas como el espacio más inseguro de la ciudad. Y el delito que
genera más preocupación entre los encuestados es el hurto con 37%, mientras que abuso
sexual tiene 15%. El 82% de los encuestados toma alguna medida de seguridad para ellos o su
familia, entre esas medidas, las de no salir de noche y no transitar por lugares oscuros tienen
un 17% cada una.
Según la revista de Medicina Legal Forensis, año 2012, hubo 21.506 exámenes médico-legales
por presunto delito sexual. La distribución de casos según el sexo de la víctima fue 84 %
mujeres y 16% hombres. Por su parte, los lugares públicos (como la vía pública, calle,
carretera, etc.), como el escenario de la violencia sexual se presentaron como el 16,97 %
(3.649) de los casos. Según estos datos, existe una alta victimización de agresiones sexuales,
pero baja percepción de la seguridad asociada a ellos. De acuerdo con la encuesta de la
Cámara de Comercio a Bogotá y sus localidades esto implica que las medidas que se deban
tomar para enfrentar el problema sean: controlar la victimización, incentivar participación
comunitaria y hacer estrategias de comunicación preventiva y de conciencia social en las
zonas afectadas.
80
“Hay que anotar la ausencia de información sobre otros tipos de violencia contra las mujeres y
de género que tienen lugar en espacios no domésticos que aún no han sido claramente
visibilizados e identificados como vulneraciones al derecho a una vida libre de violencia. Tal es
el caso de actos que pueden asociarse al acoso sexual, el uso de lenguaje e imágenes sexistas en
los medios de comunicación, situaciones de vulneración y agresión que tienen lugar en los
espacios públicos, la calle, los sistemas de transporte y los espacios de recreación, los cuales
deben ser visibilizados para poder tomar las medidas de política pública para su prevención y
atención” (p. 20).
***
Por otra parte, en el título III, que corresponde al derecho de las personas a la seguridad y a
las de sus bienes, está el capítulo 1, que trata de la Vida e Integridad de las personas. Dentro
del mismo está reglamentado el artículo 43: “Comportamientos que ponen en riesgo la vida
e integridad. Los siguientes comportamientos ponen en riesgo la vida e integridad de las
personas y por lo tanto no deben realizarse; incurrir en ellos da lugar a medidas
correctivas. Numeral 3. Agredir, insultar o amenazar a personas por cualquier medio”. El
81
castigo por incurrir en este comportamiento es una multa tipo 2: Ocho salario mínimos
diarios legales vigentes.
***
Hubo un caso de acoso sexual callejero que resonó mucho en Colombia. Sucedió en junio de
2005 cuando Diana Marcela Díaz caminaba por la calle 97 con Avenida Suba. Víctor Alfonso
García, un hombre que iba en bicicleta, le tocó los glúteos y parte de la vagina mientras
pasaba a su lado. Diana Marcela gritó asustada por ayuda y el sujeto fue detenido con la
ayuda de las personas alrededor. Originalmente fue acusado por el delito de acto sexual
violento y se le penalizó con 48 meses de cárcel. Sin embargo, después se consideró que el
mecanismo que utilizó García, el de la sorpresa, no constituía una tipificación de la violencia,
por lo cual se cambió el delito del acusado por el de un ataque a la integridad moral (“Proceso
No. 25743”, Corte Constitucional, p. 2-8). Al igual que con Carolina Castro, la víctima de una
masturbación pública en TransMilenio, lo que estuvo en juego en este caso no fue la
seguridad sexual y el cuerpo de la víctima sino su honor y su dignidad.
Este tipo de casos resuenan con los medios y es lo que se conoce en derecho como casos
ejemplares. La exposición de estas historias y comportamientos de forma masiva lo que logra
hacer es impulsar procesos que en teoría benefician a las víctimas o le ofrecen respuesta.
Cuando no se habla del tema sin embargo, tanto la víctima como el agresor son anónimos. En
el espacio público si alguien sufre esta violencia encontrar al culpable es difícil: no tiene cara.
Esto lo vuelve un anónimo; es todos y nadie, lo que permite que se siga tolerando la agresión.
Y en un país donde la ex congresista Liliana Rendón pudo llegar a decirle a Yamid Amad en
CM& respecto a la noticia de que el técnico de fútbol Hernán Darío Gómez, el Bolilllo, golpeó
a una mujer: "hay que mirar qué desató la reacción, hay una conducta celotípica que es una
patología de la mujer que incita, que provoca, que induce a reacciones gravísimas como la
que tuvo el Bolillo”, nunca sobra hablar más de las víctimas, para defenderlas.
Según el abogado norteamericano Duncan Kennedy, en su libro Sexual Abuse, Sexy Dressing
and the Oriticization of Domination: “El residuo tolerado del abuso funciona para hacer
cumplir las normas de conducta femenina apropiada. En otras palabras es una medida
disciplinaria. En la calle las probabilidades de ser victimizada aumentan dramáticamente
si la mujer viola el set de reglas de comportamiento femenino acostumbrado” (p. 1329).
Cuando una mujer sale a la calle desafía la forma tradicional en la que debe comportarse.
Pero esto no es lo único que tiene el potencial de desafiar paradigmas.
82
“La sexualidad heterosexual, como la hemos construido, atrapa a las mujeres en el rol de
objetos del deseo sin importar qué hagan ellas para evitarlo” (1992, p. 1347), lo que significa
que sin importar lo que las mujeres hagan como individuos, serán juzgadas en relación con lo
que los hombres quieren de ellas. Consecuentemente, este modelo no permite el ejercicio de
la autonomía individual en cada mujer y el uso del espacio libremente porque:
“en este modelo los hombres tienen reacciones (socialmente construidas) de excitación y
obligan a las mujeres a producirlas, punto. La coerción puede que no sea directa (los hombres
penalizan a las mujeres por no lucir sexis para ellos), o puede funcionar a través de la
destrucción de la autoestima para que las mujeres no tengan otra opción para sentirse bien
que a través de la privación material que no les deja nada con qué negociar. En este punto de
vista existe poco espacio para el placer femenino en la propia objetificación o en el
agenciamiento de desarrollar un repertorio contra la ropa sexi” (1992, p. 1347).
La abogada Lina Buchely está de acuerdo con eso y explica que uno de los avances de los
estudios de género es que es performativo, que se puede escoger qué comunicar pero las
mujeres llevan los costos de la ropa que usan. ¿Qué mujer quieres ser, qué efectos tiene ser
esa mujer? Porque estar tapada o ser provocativa tiene efectos igualmente radicales. En la
calle la diferencia, o el ser diferente, es aún decisión costosa puesto que favorece lo
homogéneo. Pero es importante enfrentarlo, porque hace daño a las mujeres desde el día a
día, “hay que enfrentarse a lo cotidiano, así haya menos resonancia, porque la manera en
la que construimos el daño minimiza las violencias diarias. Es una manera de mostrar la
violencia y dominación masculina a nivel estructural y como siempre ocurre, no es solo en
el trabajo. No se puede ignorar la violencia cotidiana; es ahí donde se fortalecen las otras
violencias”.
***
Existen pocos proyectos concretos en contra del acoso sexual callejero, los únicos que se
dedican exclusivamente a eso son: Atrévete Bogotá y La Marcha de las Putas. En acciones
estatales en 2016 el Ministerio de Justicia y Derecho instaurará el plan piloto de los jurados
especializados, sin embargo para eso falta mucho. Como todos los demás programas que
existen con enfoque de género sencillamente tocan el tema dentro del espectro de violencias
que sufre una mujer sin darle una clara importancia al acoso en espacio públicos. Por otra
parte, es vital para la visibilización del problema una alta participación ciudadana en los
movimientos. Tal y como indican en la Secretaría de la Mujer entre más participación haya es
mejor, pues se podrán determinar qué medidas tomar en conjunto con las mujeres de la
ciudad.
La Marcha de las Putas finaliza en la Plaza de Bolívar, donde hay una programación variada
para los asistentes de discursos y música. Y es ahí que se ve una de las modificaciones que
83
permitió Mar Candela Castilla en la Marcha de las Putas versión Bogotá. El interés original de
manifestar en contra de los juicios sobre la sexualidad de una mujer, en contra de la violación
y de legitimar las agresiones sexuales, se ve unido con los intereses de otros colectivos. Ya no
se trata solamente de minifaldas y acoso sexual callejero. Hay jóvenes entregando panfletos
que denuncian al capitalismo como la razón de la explotación femenina, otras que reparten
folletos en contra de la pornografía y la prostitución. Una mujer sale a hablar sobre la
campaña “Ni con el pétalo de una rosa”, dos grupos de hip-hop cantan. Es un verdadero
pastiche de intenciones. Al respecto, Mar Candela comenta, “el ideal es que todos
participemos. Si un colectivo no se siente identificado es respetable que no vaya. Todos
deberíamos salir, pero nos fijamos en las diferencias” (2013).
A pesar de que La Marcha de las Putas se ha asociado con otros colectivos e intenciones, no
pierde totalmente su significado original. Lo ideal es que las mujeres se tomen las calles
mediante movilización ciudadana para hacer valer su derecho a usar el espacio libremente.
Manifestaciones como estas le permiten a 2,000 mujeres pararse en un mismo sitio
totalmente seguras de que nada les pasará y gritar: “¡VENIMOS A TUMBAR EL ACOSO
SEXUAL! ¡VENIMOS A TUMBAR EL ACOSO SEXUAL! ¡VENIMOS A TUMBAR EL ACOSO
SEXUAL!”.
4. Conclusiones
El acoso sexual callejero es una forma de violencia simbólica. Cuando es usada contra las
mujeres generalmente logra que estas se sienten inseguras en ese entorno en el que no
puedan expresar su identidad o hacer uso del espacio público libremente. Entre los
comportamientos a los que incurren las mujeres para protegerse del acoso sexual
callejero están: cambiar de rutas de movilidad, empezar a tomar menos transporte
público, no salir de noche, cambiar su forma de vestir, entre otros. Los efectos del acoso
sexual callejero como una forma de violencia simbólica son reales y por ende igual de
importantes a la violencia física.
84
Esta forma de acoso específico suele ser ignorada, tolerada o no reconocida como
violencia por otros ya que no se materializa físicamente como otros tipos de violencia. Es
por esto que conseguir datos o información estadística al respecto es tan difícil. Al no ser
considerado un tema de importancia, no se estudia.
Ser mujer en el espacio público es una condición peligrosa, pues implica que un sujeto de
derechos está condicionada a seguir unos lineamientos invisibles de comportamiento
marcados por el género, que si llegan a ser trasgredidos traen consigo consecuencias
negativas. Sin embargo, son las personas con identidad transgénero las que sufren de
mayor violencia en los espacios públicos.
En Bogotá la búsqueda por parte de las mujeres de apropiarse del espacio no es tomada
en serio y se descarta como algo innecesario. Lo mismo aplica para la búsqueda de
soluciones ante el acoso sexual callejero. Cuando las mujeres intentan apropiarse de la
calle, tal como es el caso de La marcha de las putas la respuesta de la sociedad es
observar esta acción de protesta como si fuera un espectáculo de circo, deslegitimando su
valor. Así como las mujeres lucharon por la equidad en el espacio laboral en la década de
sesentas, ahora es necesario que se reivindique el derecho con equidad frente a las calles,
reafirmando el derecho del género a pertenecer y usar el espacio público.
El paradigma machista hace que los ataques a una mujer se justifiquen a partir de la ropa
femenina, una forma de expresar género. Lo que esto significa es que la mujer no puede
realizar ejercicios performativos en los espacios públicos para construir género sin
esperar retaliación.
Entre las formas más limitantes mediante las cuales el acoso sexual callejero controla las
acciones de las mujeres esta la creación de guetos propios o espacios seguros por donde
se pueden movilizar las mujeres, sin sentir miedo o correr peligro. A pesar de que sí
funciona, esta forma de control social también elimina partes del mapa de la ciudad para
las mujeres, que cambian sistemáticamente sus rutinas de movilidad para evitar
amenazas a su sexualidad. La ciudad es diferente para los hombres y las mujeres, éstas
últimas no viven el espacio público de la misma forma; la ciudad de las mujeres se limita
físicamente a las posibilidades de su seguridad.
La concepción binaria de género, como la mujer siendo lo opuesto al hombre, sólo
contribuye a acrecentar las posibilidades de violencia. Si a la mujer se le ataca por ser
mujer y el hombre es dueño del espacio por ser hombre, no reconocer que hay un
espectro de expresiones de género fomenta más violencia.
Se percibe la identidad por default de la mujer como femenina. Esta percepción bipolar
de la condición de género implica un problema, porque si la mujer no se arregla o no es
vanidosa puede sufrir agresiones o consecuencias por no “ser linda”. De la misma
manera, una mujer que se arregla mucho o es muy seductora también es castigada por su
comportamiento. Ambas mujeres provocan una respuesta negativa al no ocupar el rol que
el machismo ha designado aceptable para ellas.
Hay una tradición en Latinoamérica en la que el periodismo se alimenta de las víctimas
de la violencia para producir textos. Ese mismo periodismo narrativo brinda la
posibilidad de narrar las historias de las víctimas, les da espacio y las visibiliza. Además,
permite que el tema sea tratable, universal, accesible y permanente.
En ese sentido el periodismo tiene una posibilidad, e incluso un deber, de narrar este
tema y hacerlo visible. Sin embargo, debido a que se maneja bajo la lógica de una
violencia de género se debe tener en cuenta, o conocimiento sobre, la Teoría Queer para
asegurarse que al hablar de las mujeres no se cree un estereotipo o se le violente más al
86
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