Вы находитесь на странице: 1из 9

Hernán Camilo Ávila

El concepto de fuerza en la Fenomenología del espíritu


El propósito del siguiente texto es mostrar la centralidad del concepto de fuerza
en la Fenomenología del espíritu de Hegel, exponiéndolo tal y como lo
comprende Hegel en el capítulo de la Fenomenología, ¨III. Fuerza y
entendimiento, fenómeno y mundo suprasensible”. A partir de la exposición del
cambio de opinión introducido en el momento del entendimiento, deseamos
mostrar la centralidad de este concepto en la Ciencia de la experiencia de la
conciencia y su peso filosófico.
Así pues, por medio de la exposición del recorrido del capítulo y del
movimiento que en él se desarrolla, destacaremos los puntos álgidos del
trayecto emprendido y las conclusiones más reputadas, para destacar el valor
filosófico de este concepto y lo que tiene de original y de concluyente para una
ciencia de la experiencia de la conciencia.
1. El camino hacia el concepto de fuerza (Delimitación de la
exposición)
1.1 Breve introducción a la Fenomenología y el lugar del entendimiento
en ella

Para comprender un aspecto fundamental de la Fenomenología del espíritu


podemos dirigirnos a su subtitulo, “Ciencia de la experiencia de la conciencia”.
Según el subtítulo, la Fenomenología tiene como objetivo hacer el recorrido de
la conciencia natural hacia la Ciencia o la Filosofía. La conciencia natural tiene
que hacer por sí misma la experiencia completa que, de hecho, ella, de
antemano, ya hizo y está haciendo en cada momento, para llegar a reconocer
su verdadera naturaleza como saber absoluto. Nosotros como lectores de la
Fenomenología debemos, por lo tanto, hacer este recorrido con ella.
Para exponer de mejor modo lo que nos concierne, vale la pena echar
un vistazo a la estructura de la Fenomenología. El conjunto de la
Fenomenología se constituye por seis momentos, a saber (A) el momento de la
Conciencia; (B) el momento de la Autoconciencia; (C. AA) el momento de la
Razón; (C. BB) el momento de El espíritu; (C.CC) el momento de La religión y
(C. DD) el momento de El saber absoluto; momentos que a su vez están
conformados por 8 capítulos: I. La certeza sensible; II. La percepción, o la cosa
y la “ilusión”; III. Fuerza y entendimiento, fenómeno y mundo suprasensible;
IV. La verdad de la certeza de sí mismo; V. Certeza y verdad de la razón; VI. El
espíritu; VII. La religión y VIII. El saber absoluto. En el marco de esta estructura
el capítulo “Fuerza y entendimiento” es el tercer capítulo y un capitulo decisivo
en el momento de la Conciencia, pues es el paso al momento de la
Autoconciencia. Cabe destacar que este es un capítulo en el cual nos
encontramos en una conciencia de objeto. En este recorrido hacia el Saber
absoluto, que es nuestro objetivo, la conciencia está situada en un momento en
el que, para ella, prima como verdadero algo que está fuera de ella.
1.1 Explicación del universal incondicionado y su rol como puerta al reino
del entendimiento

La noción que de mejor modo sintetiza los pensamientos a los que arribaba la
conciencia en el modo de ser de la percepción, una vez que había atravesado y
superado los diferentes sentidos —oído, visión, etc.— en la dialéctica de la
certeza sensible (Hegel 82), es la noción de universal incondicionado. El
universal incondicionado condensa en una unidad que no depende ya de los
sentidos —como si lo hacía el “esto” en cuanto universal condicionado— la
contradicción que generaba para la conciencia el hecho de tomar como
esencial, en cada caso, los momentos de la cosa, a saber, el momento de la
percepción de sus particularidades y sus propiedades múltiples, por un lado, y,
por otro lado, el momento de la unidad o de la reunión de estas materias
múltiples en una sustancia. Justamente esta unidad que la conciencia postula
para resolver la contradicción en la cosa, es la relación entre el para-sí —la
cosa en cuanto que para sí misma y una— y el para-otro —las múltiples
propiedades de la cosa— o, mejor dicho, la experiencia de la conciencia de
pasar a lo múltiple y a lo uno, y viceversa, tomando en cada caso cada
momento como esencial o insesencial. El objeto de conocimiento para la
conciencia será desde ahora, esta relación entre el para-sí y el para-otro de la
cosa, relación que no se puede percibir ni captar por los sentidos, sino que es
estrictamente pensable.
Así pues, a partir de este momento la esencia de la cosa y el objeto de
conocimiento de la conciencia es la relación entre el para sí y el para otro de la
cosa, como algo que, sin embargo, sigue estando fuera de la conciencia. Una
vez que el yo asume la contradicción de este vaivén, de este ir y venir de la
sustancia hacia las materias múltiples y viceversa, él postula una unidad que es
la esencia de la cosa y que le sirve para posponer esta contradicción. La
esencia de la cosa es ahora para el entendimiento la pura relación, el
movimiento reflexionante por el que la cosa esta expuesta en su multiplicidad
para otro y retorna a ella misma en la unidad como médium universal —soporte
de las propiedades múltiples de la cosa o coseidad—.
El universal incondicionado es el momento de la unidad entre el para-sí y
el para-otro de la cosa en su relación mutuamente recíproca de determinación.
El entendimiento es quien debe ocuparse ahora de esta unidad y así la
conciencia entra en su reino.
Con esto el foco de atención de la conciencia se traslada de la tesis de
la cosa y sus propiedades hacia la fuerza y el juego de las fuerzas. Hegel
muestra que el punto de vista de las ciencias empíricas no es suficiente para
entender qué sea propiamente la realidad en la que se dan las cosas con sus
propiedades, pues «[e]l percibir no sabe penetrar más allá de lo exterior »
(Gadamer 2000: 53). El valor de la introducción del concepto de fuerza consiste
en que él permite reconocer que por detrás de la estructura química de las
cosas y de sus propiedades, y de su análisis meramente científico-empírico, lo
que explica su ser es una dialéctica de fuerzas, unas fuerzas que ejercen entre
sí una acción recíproca; «[a]l poner la fuerza lo que ponemos es precisamente
la unidad misma 1, es decir, el concepto» (Hyppolite 1974: 111). Sin embargo,
veamos mejor en qué consiste este concepto de fuerza como dialéctica de las
fuerzas.
2. Exposición del concepto de fuerza
En el capítulo de “Fuerza y entendimiento” encontramos una noción-bisagra,
que permite la superación de la escisión entre saber y objeto (Siep 2015: 91),
presente en las anteriores figuras de la conciencia, certeza sensible y
percepción. Hegel muestra que el universal incondicionado como relación
entre el para-sí y el para-otro se sublima en una dialéctica de las fuerzas, que
tiene la estructura de un solicitar y un ser solicitado (Hegel 2012: 84). El vaivén
al que aludíamos anteriormente pasa a ser considerado por el entendimiento

1
La unidad misma del ser para-sí y el ser para-otro de la cosa como puro intercambio perpetuo
de estos momentos.
como el puro juego de una fuerza que quiere exteriorizarse y de otra que le
solicita su exteriorización. Se trata, pues de un mismo proceso, de un mismo
juego en el que lo solicitado y lo solicitante, en cuanto fuerzas, exhiben el ser
de la cosa. Entender el ser de la cosa, el ser del objeto de la conciencia, como
«la relación entre la cosas sustancial que permanece-idéntica-a-sí-misma y las
propiedades accidentales que cambian en esta, sería tener de ella una
comprensión meramente externa» (Gadamer 2000: 54). En aras de captar el
ser de la cosa, el entendimiento debe penetrar en el elemento de esta relación.
La exposición del concepto de fuerza como dialéctica de las fuerzas y
entonces como noción-bisagra a la que aludimos, aparece restituyendo al ser
de la cosa su realidad interna. El entendimiento penetra en la verdad de la
realidad de la cosa preguntando por las leyes que gobiernan las fuerzas.
Supera a la conciencia percipiente que cree percibir lo que permanece igual a
sí mismo y lo que cambia en esto que permanece, pero que, empero, no se
percata de que el hecho mismo de este movimiento, de esta relación entre lo
que permanece y lo que cambia, como contraposición absoluta, es lo interno de
la cosa y, asimismo, el objeto de la conciencia. Mirando al interior de la cosa la
conciencia se sitúa, ahora, en el reino del entendimiento.
2.1 El juego de las fuerzas

Hemos visto que las contradicciones que se dan en el plano de lo sensible se


resuelven a través de los conceptos del entendimiento y específicamente en el
concepto de fuerza. Ahora, lo que aparece como esencial a la conciencia es la
unidad en la que hacen contacto las fuerzas. El resultado del juego de fuerzas,
el resultado de este movimiento, es la fuerza como concepto. Es el concepto de
la fuerza mismo como puro movimiento de la contraposición absoluta, lo que
resulta del intento de la conciencia de evitar la contradicción entre la sustancia
y las propiedades múltiples de ésta.
Así, el juego de fuerzas enlaza el entendimiento y lo interior, el ser de la
cosa. La esencia de la cosa —su interior— se ha revelado como puro
movimiento y canje de las fuerzas solicitante y solicitada. A su vez, la fuerza
efectivamente real es la fuerza como concepto, toda vez que Hegel ha
mostrado que la efectividad de la fuerza se da en el pensar. Pero la realidad no
se explica por ella misma. Hegel hace depender, entonces, la realidad del
pensamiento, pues es él el que la explica. Esto es, precisamente, lo que se
alcanza con el concepto de fuerza: la subordinación de la realidad a los
conceptos del entendimiento en virtud de la esencialidad de la contraposición
absoluta inherente a la dialéctica de las fuerzas.
Sin embargo si lo que se revela en la postulación del concepto de fuerza
es que el ser de la cosa es el intercambio absoluto, y en este sentido, la fuerza
solo se despliega negándose, lo que se decanta del concepto de fuerza es la
diferencia universal, pues « el pensamiento del mundo fenoménico como juego
de fuerzas no es sino un intercambio incesante de determinaciones, una
inestabilidad perpetua que tiene su unidad y su consistencia en el solo
pensamiento» (Hyppolite 1974: 113)
El ser de la cosa se ha mostrado como la fuerza. Fuerza es el concepto que le
permite a Hegel explicar el ser del ente como fuerza, que se concibe aquí como
movimiento puro, y que por esta razón mantiene distante a la experiencia de la
conciencia de una ontología de la substancia. Cabe destacar que el juego de
fuerzas no se da solo en el interior de las cosas sino también en la conciencia.
Este juego es en la conciencia misma; la dialéctica de las fuerzas es inmanente
a la conciencia. No obstante eso, y como la conciencia no ha llegado a la
plenitud de su saber como saber de sí misma, como certeza de sí misma, sigue
poniendo la esencia de la cosa en algo afuera de ella, en algo interior a las
cosas.
2.2 Lo interior

Lo que se ha abierto con la postulación de la dialéctica de las fuerza es,


por tanto, lo interior de la cosa. El entendimiento «contempla, a través de este
término medio del juego de las fuerzas 2, el fondo verdadero de las cosas»
(Hegel 2012: 89 subrayado de Hegel). Este fondo verdadero de las cosas que
se muestra una vez que la fuerza se ha revelado como ser de las cosas, se
opone a la manifestación fenoménica. Vale la pena recordar que en el concepto
de fuerza como dialéctica de las fuerzas, como intercambio absoluto, esto es,
como unidad en la cual cada fuerza desaparece en la otra y cuya esencialidad
es la persistencia de este trueque, lo que se ha mostrado como la única
realidad de las fuerzas que tienen una objetividad sensible —una efectividad ya

2
Como unidad de la contraposición pura, el puro vaivén de la fuerza solicitada y la solicitante.
que han sido exteriorizadas— es el movimiento mismo que las hace
desaparecer la una en la otra (Hyppolite 1974: 114). Sin embargo ¿qué pasa
con la manifestación o el fenómeno de la cosa, lo que aparece de él? Por el
hecho mismo de que el movimiento perpetuo consiste en el desaparecer las
fuerzas la una en la otra, el fenómeno remite a una «verdad interna que en
principio parece más allá de él» (Hyppolite 1974: 114). Lo importante es ver
que esta verdad interna por cuanto es el movimiento perpetuo del desaparecer
una fuerza en la otra se opone a la manifestación fenoménica, en la medida en
que la conciencia proyecta esto interior como lo que está “dentro” de las cosas
pero más allá de ellas, y en la medida en que consituye lo otro de la conciencia
y la nada del fenómeno como lo que está más allá de ellos.
No obstante esto, Hegel va a mostrar que detrás del fenómeno, detrás
del velo que parece recubrir el interior de las cosas no hay nada más que
captar. Si bien en la experiencia de la fuerza como puro vaivén o
contraposición absoluta de las fuerzas la conciencia distingue entre un interior
objetivado como reflexión de las cosas en sí mismas y la reflexión de la
conciencia en sí misma, el conocimiento de este interior es imposible por la
naturaleza misma de la cosa.
No se trata de que no tengamos conocimiento de este interior porque el
interior se encuentre más allá de la conciencia y del fenómeno, sino que
precisamente no podemos tener conocimiento de él porque el fenómeno es la
carta de presentación del interior. El fenómeno, lo que aparece, es lo que llena
el interior de las cosas. Lo que la conciencia ponía como lo suprasensible, lo
que ponía como estando por encima de lo sensible y entonces perteneciente al
reino de esencias que llenan le dan consistencia al fenómeno pero en un más-
allá de la conciencia y detrás-del-fenómeno es, en realidad, puesto como de
verdad es, lo sensible. De igual manera, «la verdad de lo sensible y lo percibido
es, empero, ser fenómeno» (Hegel 2012: 91 ).
Así pues, tampoco se trata de un regreso al mundo sensible, pues el
fenómeno es el mundo sensible puesto como superado, sino de retener el
hecho de que el mundo fenoménico en verdad es «el movimiento mediante el
cual no cesa de desaparecer y de negarse a sí mismo» (hyppolit 116) El
fenómeno es, por tanto, este puro intercambio, este movimiento de la
contraposición absoluta de la reflexión en si misma de la conciencia y de la
“cosa en sí”. Ahora bien, como veníamos diciendo anteriormente lo que se
mantiene en esta contraposición absoluta como inestabilidad perpetua es el
cambio mismo, el movimiento en el cual la fuerza se despliega desapareciendo
la una — solicitada — en la otra —la solicitante — .
«Lo que subsiste en la en la inestabilidad fenoménica, en el incesante
cambio de sus momentos, es la diferencia, desde luego, pero la diferencia
recibida en el pensamiento, convertida en universal. En otras palabras: la ley
del fenómeno. En consecuencia, lo universal no es ya la nada más allá del
fenómeno, sino que hay en ello la diferencia o la mediación. Esta diferencia
esta expresada en la ley como “imagen constante del fenómeno siempre
inestable”. Por consiguiente el mundo suprasensible un tranquilo reino de
leyes; “sin duda dichas leyes están más allá del mundo percibido —puesto
que este mundo presenta la ley solamente a través del cambio continuo—,
pero las leyes se hallan, ciertamente, presente en él y son su tranquila e
inmediata copia “» (Hyppolite 1974: 116)
El concepto de fuerza ha dejado traslucir la verdad de la conciencia como el
cambio incesante de sus momentos que, si bien como unidad es suprasensible,
no está más allá de la conciencia ni detrás del fenómeno. La conciencia se
empieza a revelar a partir de este momento como una autoconciencia
incipiente, ya que desde el choque con la fuerza como pura diferencia, la
conciencia empieza a inquietarse cada vez más por sí misma, y empieza a
dirigir cada vez más el centro de atención hacia lo que se muestra como
verdadero en ella misma. Con la afinación de la experiencia se reduce cada
vez más la brecha entre el objeto de conocimiento de la conciencia y el saber
de sí misma. A nuestro parecer, el concepto de fuerza es el detonante de esta
aproximación a su verdad. Gracias a la fijación de la esencia de la cosa y al
hecho de que en esta cosa se encuentran igualmente la reflexión en si misma
de la cosa y la reflexión de la conciencia en sí, la conciencia empieza a
penetrar cada vez más y a hundirse con mayor refinamiento en su esencia;
tiende cada vez menos a arrojarla fuera de ella y se va percatando de que ese
algo incondicionado que ahora ha devenido como la ley del fenómeno y,
entonces, como la pura diferencia, se halla justamente presente en ella y ella
como momento constitutivo del intercambio perpetuo de momentos.
4. Conclusiones: el concepto de fuerza como puerta de entrada a la
autoconciencia
La conciencia ha dado en este recorrido con un elemento primordial en su
tránsito a la autoconciencia. Captando el ser de las cosas como lo interior a
ellas y como puro cambiar los momentos o el trueque de fuerzas, se sitúa
ahora en el punto de vista que le permitirá captar la certeza de sí misma como
el terreno firme en el cual le espumea la plenitud de su saber.
Por lo anterior hemos visto que el capítulo sobre Fuerza y entendimiento
se encuentra dominado por la investigación por cómo se convierte la
conciencia en autoconciencia o cómo llega a ser la conciencia consciente de
que es autoconciencia (Gadamer 2000: 50). Hegel quiere en la Fenomenología
sacar a la luz la figura en la cual se consuma el saber, quiere hacer explícito el
momento en el cual el saber llega a su plenitud como verdad en la identidad
entre certeza (de sí) y verdad. Como indica Gadamer, la demostración de la
conversión de la conciencia en conciencia de sí misma y, entonces, el paso de
la conciencia a la autoconciencia, es el paso preliminar en el camino que lleva
hacia esta plenitud del saber.
Ahora bien, en la tarea de la demostración de esta tesis de que la
conciencia es autoconciencia, el concepto de fuerza aparece como un
concepto neurálgico y que funciona como una bisagra entre la conciencia y la
autoconciencia, por cuanto es él el que despierta a la conciencia del sueño en
que se veía inmersa en las figuras anteriores, en el que arrojaba su propia
verdad por fuera de ella. En nuestro texto nos hemos limitado a subrayar la
centralidad y originalidad del concepto de fuerza para el trayecto de la
conciencia hacia su plenitud como saber de sí misma, por cuanto él conduce al
punto de vista, adquirido en la experiencia, según el cual «lo que explicamos
como el ser real de las cosas tiene la estructura misma de la subjetividad»
(Siep 2015: 92) Es justamente a partir de este concepto que la conciencia llega
a ser consciente de su propia esencia como autoconciencia, en la medida en
que postula el puro movimiento reflexionante que acontece en la cosa como su
objeto de conocimiento propio.
Si bien es cierto que el concepto de fuerza es el que nos permite dar el
siguiente paso en el camino, también debemos reconocer sus limitaciones,
pues éste concepto es el que nos da paso al camino de la dialéctica,
propiamente dicho; no obstante, se queda en una tímido movimiento que no
termina de reconocerse a sí mismo y a su propia naturaleza. Aunque para lo
que nos propusimos para este trabajo no fue necesario el concepto de infinitud
podemos decir que es en este concepto donde se da completo del movimiento
dialectico, que, empero, sólo pudo darse pasando por el concepto de fuerza.
Referencias Bibliográficas

GADAMER, HANS-GEORG. (2000). “La dialéctica de Hegel” En La dialéctica de

Hegel. Cinco ensayos hermenéuticos. Madrid: Ediciones Cátedra.

Manuel Garrido (trad.). 49 – 74.

HYPPOLITE, JEAN. (1974). Génesis y estructura de la Fenomenología del espíritu

de Hegel. Barcelona: Península. Francisco Fernández Buey (trad.)

HEGEL, G. W. F. (2012). Fenomenología del espíritu. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica. Wenceslao Roces (trad.).

SIEP, LUDWIG. (2015). Un comentario introductorio al “Escrito sobre la

Diferencia” y la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel. Barcelona:

Anthropos.

Вам также может понравиться