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Lula da Silva

Todo indica, por ahora, que el 7 de octubre habrá elecciones presidenciales


en Brasil; el 15 de agosto vence la fecha para presentar las candidaturas; Luis Inácio
“Lula” da Silva, es el candidato con mayor intención de voto pero está preso desde el 7
de abril, en cumplimiento de una condena que tiene una pena de 12 años emanada de
un Tribunal de Segunda Instancia, por los delitos no probados de corrupción y lavado
de dinero.

Hay varias alternativas posibles de aquí a octubre: Una: Que la candidatura de Lula sea
aceptada por el Tribunal Electoral cuando se presente el 15 de agosto. Si se diera esa
condición adquieren mucha importancia las encuestas que indican que Lula encabeza
la intención de voto con un 30%, seguido por el candidato ultraconservador Jair
Bolsonaro con 21,8%, y la ambientalista Marina Silva les sigue con el 9,2%.

Dos, que la candidatura de Lula no sea admitida, dado que la Justicia Electoral no acepta
candidaturas de personas condenadas en segunda instancia. Para ese supuesto las
intenciones de voto están a favor de Bolsonaro con el 23,6%, le sigue Silva con el 14,4%
y Ciro Gomes, del socialdemócrata Partido Democrático Laborista, con el 10,7%.

Mientras, La Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya, hizo una declaración la última
semana considerando al expresidente Lula como un preso político y exigiendo la
inmediata libertad del mismo por sufrir una persecución política.

El Partido de los Trabajadores (PT) lanzó el sábado 4, en San Pablo, la candidatura de


Luiz Inacio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, para “transformar a la nación
sudamericana en un mejor lugar para vivir”. Lula está preso en Curitiba desde el 7 de
abril, luego de que el juez Moro lo condenara a nueve años y seis meses de prisión por
la causa Lava Jato.

El plan propone un impuesto sobre la renta justo, insiste en objetivo de promover


la soberanía nacional y popular, reanudar la política exterior activa, centrándose en
la integración y el diálogo multilateral, promover la democracia, el pluralismo y la
diversidad y profundizar la democracia y empoderar la ciudadanía, activándola a través
de los dispositivos existentes en la Constitución, tales como el plebiscitos y referendo.

Asimismo, propone la promoción y la afirmación de los derechos de los ciudadanos fue


unos de los puntos afectados con el golpe de Estados producido contra Dilma
Rousseff, y señala que el próximo Gobierno se concentrará en la democracia y los
derechos humanos como interdependientes con la lucha contra la criminalización de los
movimientos sociales.

Asimismo se compromete con políticas centralizadas en la mujeres y la promoción de


la igualdad racial, así como el derecho de los jóvenes, la población de Lesbianas, Gays
, Transexuales y Intersexuales (Lgbti), niños , la tercera edad, personas con
discapacidades, pueblos originarios, el campo y las aguas.

Señala que se buscará la defensa y la promoción de los derechos a la


comunicación de la sociedad, que las comunicaciones sean libres de control de los
gobernantes y los grupos económicos, asegurando de esta manera la libertad de
prensa, el pluralismo y el acceso a fuentes diversificadas e independientes de
información. E insiste en fortalecer la importancia de la universalización de la Banda
Ancha, la consolidación del Marco Civil de Internet, el fortalecimiento de
medios comunitarios y la desconcentración de las inversiones publicitarias estatales.

Sobre los derechos sociales, indica que el Pueblo más pobre volverá a ser prioridad
a través de la reanudación de la ampliación del acceso a los derechos sociales con un
nuevo modelo de gestión pública y delegación de recursos financieros para estados y
municipios, que considere sus limitaciones institucionales, con el regreso de la
educación y la salud pública, y poniendo como prioridad superar la pobreza extrema.

El PT promocionará una economía de bajo impacto ambiental y alto valor agregado, que
garantice el derecho a la alimentación sana, al agua y al saneamiento, además de la
producción de alimento saludables, con reducción de agrotóxicos. También promete la
promoción de la reforma agraria y los derechos humanos en el campo. En materia de
educación se priorizará la educación media, derogando la reforma implantada por el
gobierno de facto.

Por una decisión arbitraria del Superior Tribunal Electoral se anticipó la fecha de registro
de las candidaturas

La definición recayó, por decisión de Lula –que estuvo siempre en el comando de las
articulaciones políticas– en Fernando Haddad, su ministro de Educación –el mejor que
tuvo Brasil– y ex alcalde de San Pablo.

Su rol es el de representar políticamente a Lula, así como participar de los debates y


entrevistas. Haddad será registrado, el 15 de agosto, como vice de Lula, junto al nombre
del ex presidente, en una marcha de miles de personas que acompañarán a la
presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, que llevará el nombre de los dos al Supremo
Tribunal Electoral, en Brasilia.

Por otra parte, el PT, orientado por Lula, hizo un acuerdo con el PC do B, que había
lanzado a la joven dirigente Manuela D’Avila como precandidata a la presidencia de
Brasil, con el siguiente esquema: si la candidatura de Lula es aceptada, ella será la
candidata a vicepresidenta. Si Lula es impedido de ser candidato, Haddad será el
candidato a presidente y Manuela la candidata a vice. De hecho, Lula había manifestado
varias veces que preferiría que el candidato fuera alguien joven, de las nuevas
generaciones. Pero cuando se configuró la persecución política en su contra, Lula
decidió aceptar el reto y lanzarse como candidato, para probar su inocencia y volver a
ser presidente de Brasil.

Bolsonaro

Bolsonaro, que va como candidato del pequeño Partido Social Liberal (PSL), elaboró
gran parte de su candidatura con declaraciones controvertidas, ya sea defendiendo la
dictadura militar del pasado o sugiriendo actos de violencia contra los homosexuales.

Bolsonaro disputará el lugar del antipetismo con Geraldo Alckmin, del Partido de la
Socialdemocracia Brasileña (PSDB), cuyo cacique más importante es el ex mandatario
Fernando Henrique Cardoso. Por esa razón en el acto de ayer Bolsonaro y sus
conmilitones de ultraderecha criticaron a la coalición conservadora que postula a
Alckmin.

Tiene, sin embargo, el apoyo de una parte de la población, en su mayoría hombres de


clase media, que ven en él a un candidato valiente de lengua suelta, contrario a la
dictadura de lo políticamente correcto, incluidas las causas de las mujeres y los grupos
LGBT. En un encuentro con empresarios —todos blancos en un país de mayoría
negra— fue aplaudido en seis ocasiones. Una cuando contó que quería a los militares
en su Gobierno. “Sí que quiero a generales en los ministerios. ¿Cuál es el problema?

Bolsonaro, un ex militar con veinte años de carrera parlamentaria, no acabó de


precisar una propuesta económica, pero subrayó su clara convicción de que el sector
privado debe tener una plena libertad de acción, sin "interferencias del Estado".

Su mensaje fue de una naturaleza más política y pasó sobre todo por la
"autoridad", un principio que en su opinión debe "rescatarse" en un Brasil corroído por
la corrupción y sobre el que alertó que debe "evitar el peligro del comunismo", el cual
sostuvo que está latente en América Latina, como "lo comprueba" Venezuela.

"No queremos ir por el mismo camino de Cuba o de Venezuela y ser todos iguales
en la miseria

Bolsonaro adelantó que su programa de Gobierno contemplará una reforma educativa,


que entre otras cosas propondrá acabar con las cuotas que existen por cuestiones
raciales en la educación superior, "pues todos son iguales y deben llegar a la
universidad por méritos" y no por cuestiones raciales.

Asimismo, reafirmó su intención de promover una legislación que facilite el acceso


de las personas a las armas, a fin de que puedan ejercer su "derecho a la defensa" en
un país en el que cerca de 50.000 personas son asesinadas cada año.

"Hay que gobernar en defensa de la vida y de la propiedad" y "es necesario actuar


pesado contra la violencia,

También se comprometió a promover medidas que "tipifiquen como terrorismo las


invasiones" como las promovidas por el Movimiento de los Sin Tierra (MST), y "acabar
con la ideología de género", para dar paso a un "rescate de los valores familiares"

El fenómeno de Bolsonaro, alimentado por casi cinco millones de seguidores en


Facebook, ha llevado a los analistas a revisar sus teorías sobre el conservadurismo de
los brasileños, además de constatar la desconfianza de una buena parte país en sus
políticos. Uno de los datos más llamativos es que el 60% de sus electores tienen menos
de 34 años, votantes que nunca conocieron la dictadura militar de Brasil (1964-1985),
defendida sin ambigüedades por el candidato.

El derechista radical también capitaliza el odio que una parte del país, sobre todo en la
clase media, ha cultivado contra Lula. Y se mueve como nadie en medio de la histeria
moralista que se ha apoderado de un sector de los brasileños. Los casos de intolerancia
se han multiplicado en los últimos meses, con el hostigamiento a artistas, feministas o
miembros del movimiento LGTB, acciones aplaudidas con entusiasmo por Bolsonaro y
sus seguidores. “La marca emocional que Bolsonaro alimentó de combatir la violencia
con violencia y su discurso moralizador han sido comprados con mucha convicción”,
afirma el director de Datafolha. Las encuestas, sin embargo, revelan que una mayoría
de los brasileños defienden posiciones progresistas sobre derechos humanos,
matrimonio gay o aborto.

Silva, la ecologista

La ecologista Marina Silva se comprometió con “la estabilidad económica”, la


“honestidad” y el “diálogo”, al ser proclamada por el partido Rede como su candidata
presidencial para las elecciones que se celebrarán en octubre en Brasil.

“Estamos en mejores condiciones para unir al país”, “dialogar y debatir con todos los
brasileños” y “convencernos de que la solución a los problemas vendrá con el debate y
no con el embate”, declaró Silva al aceptar la candidatura en un acto celebrado en
Brasilia.

La ecologista de 60 años ya aspiró a la Presidencia en las elecciones de 2010 y 2014 y


en ambos casos quedó en tercer lugar, con cerca de 20 millones de votos.

Ahora, en un escenario atomizado por escándalos que han salpicado a casi todos los
partidos en los últimos años, las encuestas dicen que el preferido de los electores es el
expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, con cerca de un 30 %, pese a que está en prisión
y virtualmente inhabilitado de postular por su situación jurídica.

Aún así, con Lula proclamado candidato del Partido de los Trabajadores (PT), cuando
los sondeos no consideran al exmandatario, Marina Silva se sitúa en segundo lugar, con
un 13 %, por detrás del ultraderechista Jair Bolsonaro, al que se le atribuye un 17 %.

La candidata de Rede, partido fundado por ella misma, aludió a la corrupción y dijo que
frente a ese fenómeno y su expansión “no se pueden tener dos pesos y dos medidas” y
que la sociedad debe unirse en torno a un “pacto de honestidad”.

De todos modos, aseguró que los brasileños no pueden generalizar, ya que “personas
buenas también existen en todos los partidos” y la política debe contribuir a unirlos en
favor del bien común. “Tengo fe para mover las montañas que no puedo escalar”,
declaró Silva, de fuertes convicciones evangelistas, en aparente alusión a que su
candidatura sólo tiene el respaldo de su pequeño partido y de los Verdes, que también
tienen escasa presencia en la vida nacional.

Al Partido Verde pertenece el médico Eduardo Jorge Martins, quien fue oficializado hoy
como compañero de fórmula de Marina Silva y en 2014 fue candidato a la Presidencia
por esa formación y obtuvo sólo el 0,61 % de los votos.

Silva garantizó que su alianza con el Partido Verde “es fruto de un encuentro
programático, no de oportunistas, ni para obtener más tiempo en la propaganda por
televisión”, que en la campaña ofrecerá espacios gratuitos a los candidatos cuya
duración dependerá de sus niveles de representación parlamentaria, que son mínimos
en su caso.

La ecologista inició su vida política en la década de 1980, en las filas del PT, junto a
Lula, en cuya gestión llegó a ser ministra de Medio Ambiente, aunque renunció por sus
discordias en políticas ambientales con Dilma Rousseff, entonces titular de la cartera de
Minas y Energía.

Se desvinculó luego del PT y tras un breve paso por el Partido Socialista se dedicó a la
fundación de Rede, que se define como “ambientalista, progresista, socialdemócrata” y
que apuesta en la “sustentabilidad y la Tercera Vía”.

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