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Hay varias alternativas posibles de aquí a octubre: Una: Que la candidatura de Lula sea
aceptada por el Tribunal Electoral cuando se presente el 15 de agosto. Si se diera esa
condición adquieren mucha importancia las encuestas que indican que Lula encabeza
la intención de voto con un 30%, seguido por el candidato ultraconservador Jair
Bolsonaro con 21,8%, y la ambientalista Marina Silva les sigue con el 9,2%.
Dos, que la candidatura de Lula no sea admitida, dado que la Justicia Electoral no acepta
candidaturas de personas condenadas en segunda instancia. Para ese supuesto las
intenciones de voto están a favor de Bolsonaro con el 23,6%, le sigue Silva con el 14,4%
y Ciro Gomes, del socialdemócrata Partido Democrático Laborista, con el 10,7%.
Mientras, La Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya, hizo una declaración la última
semana considerando al expresidente Lula como un preso político y exigiendo la
inmediata libertad del mismo por sufrir una persecución política.
Sobre los derechos sociales, indica que el Pueblo más pobre volverá a ser prioridad
a través de la reanudación de la ampliación del acceso a los derechos sociales con un
nuevo modelo de gestión pública y delegación de recursos financieros para estados y
municipios, que considere sus limitaciones institucionales, con el regreso de la
educación y la salud pública, y poniendo como prioridad superar la pobreza extrema.
El PT promocionará una economía de bajo impacto ambiental y alto valor agregado, que
garantice el derecho a la alimentación sana, al agua y al saneamiento, además de la
producción de alimento saludables, con reducción de agrotóxicos. También promete la
promoción de la reforma agraria y los derechos humanos en el campo. En materia de
educación se priorizará la educación media, derogando la reforma implantada por el
gobierno de facto.
Por una decisión arbitraria del Superior Tribunal Electoral se anticipó la fecha de registro
de las candidaturas
La definición recayó, por decisión de Lula –que estuvo siempre en el comando de las
articulaciones políticas– en Fernando Haddad, su ministro de Educación –el mejor que
tuvo Brasil– y ex alcalde de San Pablo.
Por otra parte, el PT, orientado por Lula, hizo un acuerdo con el PC do B, que había
lanzado a la joven dirigente Manuela D’Avila como precandidata a la presidencia de
Brasil, con el siguiente esquema: si la candidatura de Lula es aceptada, ella será la
candidata a vicepresidenta. Si Lula es impedido de ser candidato, Haddad será el
candidato a presidente y Manuela la candidata a vice. De hecho, Lula había manifestado
varias veces que preferiría que el candidato fuera alguien joven, de las nuevas
generaciones. Pero cuando se configuró la persecución política en su contra, Lula
decidió aceptar el reto y lanzarse como candidato, para probar su inocencia y volver a
ser presidente de Brasil.
Bolsonaro
Bolsonaro, que va como candidato del pequeño Partido Social Liberal (PSL), elaboró
gran parte de su candidatura con declaraciones controvertidas, ya sea defendiendo la
dictadura militar del pasado o sugiriendo actos de violencia contra los homosexuales.
Bolsonaro disputará el lugar del antipetismo con Geraldo Alckmin, del Partido de la
Socialdemocracia Brasileña (PSDB), cuyo cacique más importante es el ex mandatario
Fernando Henrique Cardoso. Por esa razón en el acto de ayer Bolsonaro y sus
conmilitones de ultraderecha criticaron a la coalición conservadora que postula a
Alckmin.
Su mensaje fue de una naturaleza más política y pasó sobre todo por la
"autoridad", un principio que en su opinión debe "rescatarse" en un Brasil corroído por
la corrupción y sobre el que alertó que debe "evitar el peligro del comunismo", el cual
sostuvo que está latente en América Latina, como "lo comprueba" Venezuela.
"No queremos ir por el mismo camino de Cuba o de Venezuela y ser todos iguales
en la miseria
El derechista radical también capitaliza el odio que una parte del país, sobre todo en la
clase media, ha cultivado contra Lula. Y se mueve como nadie en medio de la histeria
moralista que se ha apoderado de un sector de los brasileños. Los casos de intolerancia
se han multiplicado en los últimos meses, con el hostigamiento a artistas, feministas o
miembros del movimiento LGTB, acciones aplaudidas con entusiasmo por Bolsonaro y
sus seguidores. “La marca emocional que Bolsonaro alimentó de combatir la violencia
con violencia y su discurso moralizador han sido comprados con mucha convicción”,
afirma el director de Datafolha. Las encuestas, sin embargo, revelan que una mayoría
de los brasileños defienden posiciones progresistas sobre derechos humanos,
matrimonio gay o aborto.
Silva, la ecologista
“Estamos en mejores condiciones para unir al país”, “dialogar y debatir con todos los
brasileños” y “convencernos de que la solución a los problemas vendrá con el debate y
no con el embate”, declaró Silva al aceptar la candidatura en un acto celebrado en
Brasilia.
Ahora, en un escenario atomizado por escándalos que han salpicado a casi todos los
partidos en los últimos años, las encuestas dicen que el preferido de los electores es el
expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, con cerca de un 30 %, pese a que está en prisión
y virtualmente inhabilitado de postular por su situación jurídica.
Aún así, con Lula proclamado candidato del Partido de los Trabajadores (PT), cuando
los sondeos no consideran al exmandatario, Marina Silva se sitúa en segundo lugar, con
un 13 %, por detrás del ultraderechista Jair Bolsonaro, al que se le atribuye un 17 %.
La candidata de Rede, partido fundado por ella misma, aludió a la corrupción y dijo que
frente a ese fenómeno y su expansión “no se pueden tener dos pesos y dos medidas” y
que la sociedad debe unirse en torno a un “pacto de honestidad”.
De todos modos, aseguró que los brasileños no pueden generalizar, ya que “personas
buenas también existen en todos los partidos” y la política debe contribuir a unirlos en
favor del bien común. “Tengo fe para mover las montañas que no puedo escalar”,
declaró Silva, de fuertes convicciones evangelistas, en aparente alusión a que su
candidatura sólo tiene el respaldo de su pequeño partido y de los Verdes, que también
tienen escasa presencia en la vida nacional.
Al Partido Verde pertenece el médico Eduardo Jorge Martins, quien fue oficializado hoy
como compañero de fórmula de Marina Silva y en 2014 fue candidato a la Presidencia
por esa formación y obtuvo sólo el 0,61 % de los votos.
Silva garantizó que su alianza con el Partido Verde “es fruto de un encuentro
programático, no de oportunistas, ni para obtener más tiempo en la propaganda por
televisión”, que en la campaña ofrecerá espacios gratuitos a los candidatos cuya
duración dependerá de sus niveles de representación parlamentaria, que son mínimos
en su caso.
La ecologista inició su vida política en la década de 1980, en las filas del PT, junto a
Lula, en cuya gestión llegó a ser ministra de Medio Ambiente, aunque renunció por sus
discordias en políticas ambientales con Dilma Rousseff, entonces titular de la cartera de
Minas y Energía.
Se desvinculó luego del PT y tras un breve paso por el Partido Socialista se dedicó a la
fundación de Rede, que se define como “ambientalista, progresista, socialdemócrata” y
que apuesta en la “sustentabilidad y la Tercera Vía”.