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SUMARIO

Noviembre 2017 | Tomo 105 / 10 (nº 1.227)

ESTUDIOS
Qué es y qué no es acompañamiento
espiritual
Luis María García Domínguez, sj 865
Formados, éticos y lúcidos.
consideraciones sobre el acompañante
espiritual desde una perspectiva
antropológica
Rufino J. Meana 879
Acompañar en el sufrimiento
Darío Mollá Llácer, sj 895
El acompañamiento en la escuela.
Límites y posibilidades
Jorge Enríquez Muñoz, sj 907

LA FAMILIA
¿Qué es la familia cristiana? La que vive
en el espíritu de Cristo las alegrías
y las penas del hogar
Javier de la Torre 921

LOS LIBROS
Recensiones 935
SalTerrae
SalTerrae
Revista de
Revista de Teología
Teología pastoral
pastoral
de la
de la Compañía
Compañía dede Jesús
Jesús en
en España
España

Revista mensual de divulgación científica


sobre teología,
sobre teología, Iglesia,
Iglesia, sociedad,
sociedad, familia,
familia, psicología.
psicología.

Fundada en 1912

ISSN: 1138 -- 1094


1094

Año 105
Número 1.227
1.225
SEPTIEMBRE 2017
NOVIEMBRE
DIRECTOR:
José Ramón Busto Saiz, sj
Maldonado, 1 / E-28006 Madrid
Tfno.: + 34 915 759 848
E-mail: jrbusto@salterrae.es / revistasalterrae@salterrae.es

CONSEJO DE REDACCIÓN:
Antonio Allende (Delegado de Educación SJ)
Ana Berástegui Pedro-Viejo (Universidad Pontificia Comillas)
Junkal Guevara (Facultad de Teología de Granada)
Diego Molina (Facultad de Teología de Granada)
José Mª Rodríguez Olaizola (Grupo de Comunicación Loyola)
Pedro Rodríguez Panizo (Universidad Pontificia Comillas)
Abel Toraño Fernández (Maestro de Novicios - San Sebastián)
Javier de la Torre (Universidad Pontificia Comillas)

COLABORADORES HABITUALES:
Dolores Aleixandre - Patxi Álvarez de los Mozos
Lola Arrieta - Adela Cortina - Cipriano Díaz Marcos
José Mª Fernández Martos - Jesús García Herrero
Joaquín García Roca - José Antonio García Rodríguez
Pedro José Gómez - José I. González Faus
Luis González-Carvajal - Juan Antonio Guerrero
Pablo Guerrero - Daniel Izuzquiza - Mariola López
Luis López-Yarto - Juan Manuel Martín Moreno
Xavier Melloni - Fernando Millán
Jon Sobrino - Gabino Uríbarri
863

PRESENTACIÓN

La revista SAL TERRAE dedica este número al acompañamiento espiri-


tual con la intención de ayudar e iluminar a directores o acompañantes
espirituales y, sobre todo, a las personas que se sirven de esas ayudas para
crecer y avanzar en su vida espiritual. Para ello hemos acudido a recono-
cidos especialistas en el tema.
En primer lugar, Luis María García Domínguez, S.J. describe en qué con-
siste el acompañamiento espiritual, delimitándolo de otros tipos de diá-
logo pastoral o espiritual y poniendo de relieve que el objetivo propio del
acompañamiento espiritual es buscar la voluntad de Dios y hacer posible,
con su gracia, su cumplimiento.
Rufino J. Meana presta atención a la figura del acompañante espiritual:
éste necesita de una buena y reglada formación tanto en aspectos teológi-
cos y psicológicos como éticos. Pone de relieve algunos escenarios que, si
se dan, constituyen una mala práctica: ambigüedades, manipulaciones y
colonización espiritual de las personas.
Nos fijamos a continuación en dos ámbitos concretos y peculiares de
acompañamiento: el acompañamiento en momentos de sufrimiento
de lo que se ocupa Darío Mollá Llacer, S.J., señalando las actitudes de
fondo que deben mover a quien quiera ayudar a otros en el doloroso
camino que conduce del sufrimiento a la esperanza.
Y Jorge Enríquez Muñoz, S. J. examina las posibilidades del acompaña-
miento en la escuela católica para ayudar a los alumnos a comprender su
existencia y situarse en la vida como creyentes.

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864 presentación

Finalmente, a modo de conclusión de los artículos que hemos dedicado


durante dos años a temas de la familia, Javier de la Torre responde a la pre-
gunta por la identidad de la familia cristiana adoptando tres perspectivas:
las exigencias del Evangelio, la vida familiar de los primeros cristianos y
las indicaciones del papa Francisco en su exhortación apostólica Amoris
Laetitia.

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ESTUDIOS
Qué es y qué no es
acompañamiento espiritual
L uis M aría G arcía D omínguez , S.J.*

Fecha de recepción: julio de 2017


Fecha de aceptación y versión final: octubre de 2017

Resumen
El acompañamiento espiritual es una modalidad de diálogo pastoral que adquie-
re formas muy diversas, aunque no se identifica propiamente con la amistad espi-
ritual, con la confesión, con el gobierno religioso, con la psicoterapia ni con otros
modos de encuentro pastoral o de diálogo humano. El acompañamiento requiere
frecuentes conversaciones, utiliza diversos recursos verbales y se dirige a funda-
mentalmente a buscar (a discernir) la voluntad de Dios y a facilitar su cumpli-
miento; aunque otros fines pueden también alcanzarse como objetivos parciales.
Palabras clave: acompañamiento espiritual, conversación espiritual, colo-
quio. diálogo pastoral, dirección espiritual.

What is and is not spiritual accompaniment

Abstract
Spiritual accompaniment is a pastoral dialogue modality that takes on very
diverse forms, even though it does not strictly identify with spiritual friendship,
confession, religious governance, psychotherapy or other methods of pastoral

* Profesor en el Instituto Universitario de Espiritualidad. Universidad P. Comillas


(Madrid). lmgarcia@comillas.edu

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encounters or human dialogue. Accompaniment requires frequent conversa-


tions and the use of diverse verbal resources. Its fundamental aim is to seek
(distinguish) the will of God and to facilitate its fulfilment; although other
purposes may be achieved as partial objectives.
Key words: spiritual accompaniment, spiritual conversation, discussion,
pastoral dialogue, spiritual guidance.

1. Variedad de enfoques

El acompañamiento espiritual se inscribe en una tradición muy antigua.


Fue utilizado por eremitas y cenobitas, por peregrinos y clérigos, por se-
minaristas y sacerdotes, por religiosos y religiosas de vida recluida o apos-
tólica; pero también por laicos y laicas de todas las clases sociales, desde
personas de la nobleza y de cultura refinada hasta sencillos campesinos
rusos que acudían masivamente a visitar a sus ancianos starsy.
Ayer y hoy se ha hablado de paternidad y de padre espiritual, de dirección
de conciencia y de guía espiritual, de consejo y consejero, de asesoría
y de coloquio. Se ha puesto en relación con la confesión, con el gobierno
eclesial y con la amistad espiritual; pero también se ha relacionado con la
labor del médico, del psicoanalista, del psicoterapeuta no directivo y con
el counselor. Y, en tiempos más recientes, algunos quieren complemen-
tarlo con la sabiduría de otras religiones, con el coaching, con técnicas
gestálticas y corporales, con el reiki y con muy variadas formas de ayuda
personal, no siempre suficientemente contrastadas.
Generalmente la fuente principal de inspiración de un acompañante pro-
viene de alguna tradición espiritual, por lo que se habla de distintas «es-
cuelas» de acompañamiento, como la eremítica y de los padres orientales,
las tradiciones monásticas, la agustiniana, la dominicana, la francisca-
na, la carmelitana, la ignaciana, la oratoriana, la de salesiana, la alfonsia-
na y otras muchas1. Hoy algunos encuentran inspiración en algún autor

1. Ver G. Firolamo (Ed.), Storia della direzzione spirituale, I. L’età antica; II. L’età
medievale; III. L’età moderna, Morcelliana, Brescia 2006, 2010, 2008.

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contemporáneo que les resulta inspirador por sus publicaciones, sus con-
ferencias o su atractivo carismático.
Pero la mayoría de los acompañantes espirituales utilizan la multicolor
sabiduría acumulada por la Iglesia, especialmente a partir de la Sagrada
Escritura meditada y estudiada. Y resultan notablemente eclécticos en sus
fuentes de inspiración, sacando de su arcón particular lo que les parece
útil, tanto antiguo como nuevo (según Mateo 13,52).
El acompañamiento también viene condicionado por el contexto y la situación
de la persona acompañada. Un buen acompañante se acomoda a la persona
joven o mayor, con buena salud o enferma, laica o consagrada, que está en bús-
queda inquieta o que persevera en sus opciones de vida. No se puede acom-
pañar de igual modo a dos personas distintas. Por lo mismo también puede
modular el acompañamiento la geografía (la costa o la sierra, el altiplano o el
trópico, la ciudad o la aldea); la condición económica y social (riqueza o po-
breza, status y profesión, estudio, trabajo o paro); el recorrido formativo (his-
torial académico, capacidad o limitación intelectual); el tipo de personalidad
(más activo, más reflexivo, más afectivo); la forma de vida eclesial (sacerdote,
consagrado, laico); y el tipo de problemas presentados. En definitiva, existen
muchas posibles formas de acompañamiento que la Iglesia desea fomentar2.

2. Qué no es el acompañamiento espiritual

Se diferencia de la amistad espiritual


El acompañamiento no es una relación ordinaria de amistad. Los amigos
se conocen y se tratan, salen juntos, se llaman y se mandan mensajes, se
comunican sus problemas y alegrías, intercambian ideas y sentimientos
en un trato frecuentemente informal y a veces más serio. Se trata de una
relación bidireccional, donde el intercambio de las confidencias es de
ida y vuelta. Los amigos creyentes intercambian su experiencia de fe, sus

2. «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos– en
este “arte del acompañamiento”»: Papa Francisco, Evangelii gaudium, n. 169;
ver también nn. 24, 169-173, 199, 214.

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opciones cristianas, sus dudas y sus seguridades; en ocasiones comunica-


rán experiencias religiosas muy profundas, sentimientos muy vivos sur-
gidos en la oración. La amistad espiritual es muy beneficiosa y tenemos
ejemplos de ella en la tradición espiritual3.
Pero el acompañamiento no es una relación entre iguales, sino «asimé-
trica», donde uno comunica de modo personal y el otro no, donde uno
pide consejo y el otro lo recibe, donde uno manifiesta sus sentimientos y
proyectos y el otro los escucha y ayuda a discernir, pero sin comunicar su
mundo interior a la persona acompañada.

No es cualquier diálogo pastoral


El diálogo pastoral ofrece una palabra creyente sin pretensión de conti-
nuidad. Puede surgir en un encuentro espontáneo, cuando una persona
pide consejo a un «pastor»4 o si éste sale al encuentro de su grey. Este diá-
logo es puntual o se repite alguna vez; en él hay escucha, acogida, ánimo
y quizá orientación o propuesta. Pero, por su condición misma, no suele
profundizar en los problemas, aunque abre a la esperanza. Ciertamente,
el diálogo pastoral es muy importante en la vida cristiana como gesto de
acogida y anuncio que debe tener todo cristiano.
Pero el acompañamiento espiritual pide prolongar el tiempo del diálogo,
repetir las conversaciones, profundizar en los temas, examinar los antece-
dentes, comprometerse a poner algunos medios, revisar el camino, incluir
algún proyecto a medio o largo plazo.

No se identifica con la confesión sacramental


La reconciliación es un sacramento que generalmente tiene lugar en una
breve conversación espiritual para recibir el perdón de Dios en la Iglesia.

3. La valoración teórica de la amistad espiritual siempre partía de una experiencia


muy positiva de la misma, en autores como san Basilio y san Gregorio Naciance-
no, san Agustín, Juan Casiano, san Anselmo o el cisterciense Elredo de Rielval.
En siglos posteriores cayó bajo cierta sospecha este tipo de relación, aunque
continuaron los testimonios.
4. Que puede ser varón o mujer, sacerdote, laico o consagrado.

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«Quienes se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la mise-


ricordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él y al mismo tiempo se
reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su
conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones»5. En el sacra-
mento se confiesa el pecado reconocido y se recibe alguna orientación;
pero en ese diálogo la mediación de la Iglesia queda en un segundo plano
para resaltar la misericordia de Dios. Con todo, es cierto que la confesión
ha sido un ámbito muy utilizado en la historia cristiana para incluir en
ese momento alguna consulta de dirección espiritual.
Pero ambas constituyen realidades diferentes, pues en el acompañamien-
to no hay perdón sacramental, ni se requiere el orden sacerdotal para ser
buen acompañante. En la entrevista de acompañamiento se puede hablar
de faltas y pecados, pero con la intención de discernir sus antecedentes y
causas, de entender mejor y buscar soluciones. El acompañamiento nos
hace más lúcidos y conscientes de nuestras predisposiciones, capacidades
y limitaciones; por eso el acompañamiento no suple la confesión, sino
que más bien ayuda a su uso más consciente y profundo.

No es una psicoterapia
La psicoterapia es una técnica conversacional para la curación de algún
daño o dolencia en el psiquismo; busca curar una psicología herida, blo-
queada o alterada. Trata de aliviar el malestar y de potenciar las capaci-
dades del sujeto para un mayor equilibrio personal, incrementar su efi-
ciencia y mejorar sus relaciones. La psicoterapia puede proporcionar más
realismo al paciente, mayor sosiego ante angustias innecesarias y mostrar
algunos recursos para enfrentar los problemas. La psicoterapia requiere
una buena preparación profesional, pues la psicopatología humana es no-
tablemente compleja y según la especificidad o profundidad de la enfer-
medad psíquica hay que estar notablemente especializado.
Pero el acompañamiento y la psicoterapia se mueven en planos diversos,
con objetivos diferentes y utilizan instrumentos distintos. El acompaña-
miento espiritual tiene un horizonte específicamente espiritual, busca la

5. Lumen Gentium, n. 11.

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transformación de la persona en Cristo, en la situación en que ésta se


encuentre (madura o frágil, sana o enferma). El acompañamiento sí pue-
de ayudar indirectamente a mejorar el psiquismo humano, por ejemplo,
robusteciendo la voluntad, enseñando a tener relaciones más equilibradas
o generosas, mostrando el valor de la familia, de la amistad o del trabajo
bien hecho y, en general, aportando sentido a la vida. El acompañamien-
to también puede sostener la motivación para hacer un esfuerzo de me-
jora personal, por lo que es compatible con que la persona acompañada
siga una psicoterapia con otro profesional.
Pero el acompañamiento espiritual no debe utilizar herramientas técnicas
y profesionales para afrontar la depresión, las crisis de ansiedad, los tras-
tornos paranoicos, narcisistas u obsesivos (incluidos los que manifiestan
escrúpulos patológicos); ni para aliviar la multitud de dolencias que pue-
den atormentar el alma psíquica de la persona. Por eso el acompañamien-
to espiritual está más bien orientado a personas sin especiales disfuncio-
nes psicológicas, a sujetos con una personalidad normal; y ha de discernir
muy bien si asumir, o no, la responsabilidad de un acompañamiento de
personas con claros problemas psíquicos6.
En la tradición espiritual del Oriente cristiano se habla de las «enfermedades
espirituales» y de su tratamiento mediante un trabajo espiritual7. Pero estas
dolencias se refieren siempre a las producidas por las pasiones y por el pecado,
que alteran la impasibilidad primigenia, la referencia primordial a Dios de
todas las facultades. Aunque algunos textos antiguos pueden mostrar cierta
ambivalencia en este punto, las enfermedades físicas y psíquicas no se deben
tratar con remedios «espirituales»: el enfermo debe acudir al médico8.

6. Aunque, por supuesto, puede hacer con fruto algún «diálogo pastoral» con esas
personas.
7. J. C. Larchet, Terapéutica de las enfermedades espirituales, Sígueme, Salamanca
2014; F. Rivas Rebaque, Terapia de las enfermedades espirituales en los Padres
de la Iglesia, San Pablo, Madrid 2013; T. Spidlik, La espiritualidad del Oriente
cristiano, Monte Carmelo, Burgos 2004, 156 y 318-323.
8. «El director espiritual debe captarlo para no atribuir al nivel espiritual lo que tie-
ne un origen simplemente orgánico»: L. M. Mendizábal, Dirección espiritual.
Teoría y práctica, BAC, Madrid 1982, 284.

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qué es y qué no es acompañamiento espiritual 871

Tampoco la psicoterapia ofrece a su cliente un sentido de la vida, ni le


mostrará todas las opciones evangélicas, ni necesariamente confrontará al
sujeto con sus creencias y valores; aunque algunas escuelas sí le invitarán
a darle algún sentido a su vida. El psicólogo no debería pronunciarse ante
las creencias cristianas de su cliente9.
Con todo, el acompañante espiritual, como buen discernidor, debe co-
nocer el corazón humano10, por lo que le podrán ser de utilidad algunos
conocimientos de las ciencias humanas y de la psicología para mejorar su
modo de acompañar, aunque sin «contaminar» la relación de acompa-
ñamiento con esos conocimientos más técnicos, ni utilizar terminología
psicológica y clínica en sus observaciones y consejos.

No incluye ninguna técnica arcana


El acompañamiento no incluye el uso de técnicas o procedimientos es-
peciales, recónditos, secretos o reservados solamente a algunos elegidos.
El acompañante cristiano no es un «gurú» iluminado que proporciona
las claves para vivir desde alguna ilustración que le ha sido inspirada o
mediante fórmulas que solo él conoce.
El acompañamiento espiritual no incorpora ninguna supuesta sabiduría
antigua ni moderna que requiera emplear durante la entrevista técni-
cas corporales de relajación, ejercicios físicos o posturas especiales. En
la entrevista de acompañamiento no se emplea el contacto físico para
transmitir acogida, dar confianza, ofrecer seguridad, ni para animar a
la persona con roces, caricias o besos, ni para relajarla con algún masa-
je. No conviene acabar las entrevistas rezando un padrenuestro con las
manos entrelazadas ni con los cuerpos fundidos en un abrazo11. Algunas

9. Cosa distinta es cuando un sujeto acude a psicoterapia con notables distorsiones


cognitivas o conductuales de contenido religioso; en tal caso ese contenido reli-
gioso «enmascara» o da cuerpo a la desorganización psíquica y, por supuesto, el
psicólogo debe tratar dicha desorganización.
10. Es la «cardiognosis» de los antiguos: J. C. Larchet, Terapéutica, op. cit., 426-
428; T. Spidlik, La espiritualidad, op. cit., 337.
11. Ver A. Cencini, «El cuerpo en la relación de ayuda» [original italiano]: Tredi-
mensioni 1 (2004), 42-58.

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872 luis maría garcía domínguez, s.j.

de estas «técnicas» pretenden inspirarse en teorías psicológicas determi-


nadas. Pero lo que resulta al menos discutible desde el punto de vista
de la psicoterapia12, es claramente ambivalente y contraproducente en
el acompañamiento espiritual cristiano y, además, es totalmente inefi-
caz para el fin que se busca. La necesaria y valiosa recuperación de la
dimensión corporal o emotiva en la vida cristiana no se educa con estas
prácticas.
La persona que acompaña encuentra en la rica tradición de la Iglesia
todos los recursos para ayudar mejor, aunque también se interesa por las
aportaciones contrastadas de las ciencias humanas. Pero el acompañan-
te espiritual utiliza la escucha y la palabra, en un diálogo «cara a cara»13
que se inscribe siempre en esa relación «triangular», donde el Espíritu
está misteriosamente presente para iluminar y mover a ambos inter-
locutores. No existe más magia que la escucha respetuosa y activa, el
discernimiento esforzado y la voluntad perseverante en el seguimiento
de Jesús. La respuesta consoladora y eficaz que la persona acompañada
necesita solo se la debe proporcionar su único Señor, «abrazándola en
su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle
adelante»14.

El acompañamiento no dirige
Se puede hablar legítimamente de dirección espiritual o de dirección de
conciencia; pues en el acompañamiento se incluyen instrucciones, orien-
taciones o referencia a criterios morales, alguna enseñanza sobre los con-
tenidos de la fe y se puede ofrecer una pedagogía de la oración. Pero
la decisión corresponde siempre a la persona acompañada. Por eso el

12. El contacto corporal suele suscitar sensaciones y emociones muy variadas en


ambos interlocutores, como dominio y control, exhibicionismo, atracción y de-
pendencia, sumisión, humillación o excitación sexual, entre otras. Y esto a nivel
consciente o inconsciente.
13. La relación «cara a cara» se diferencia, en psicoterapia, de la relación psicoanalí-
tica, que favorece más la regresión (el paciente recostado en el famoso diván, sin
mirar al analista), y de otras posturas corporales posibles.
14. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, Sal Terrae, Santander 1990, n. 15.

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qué es y qué no es acompañamiento espiritual 873

acompañamiento se distingue del gobierno religioso y eclesial, aunque,


ciertamente, tal autoridad ha de ejercerse de modo espiritual. El acompa-
ñamiento busca formar personas autónomas y adultas, y no dirige la vida
de las personas, sino que las ayuda a decidir por sí mismas, de modo libre
y responsable. Sin embargo, sí tiene una función pedagógica o educado-
ra y, por lo tanto, requiere un papel respetuosamente activo por parte del
acompañante15.

3. Qué es el acompañamiento espiritual

El acompañamiento espiritual supone encuentros frecuentes, a un ritmo


estable. La duración de cada entrevista puede ser de una hora, o algo
menos. El ritmo de los encuentros no se puede fijar de igual manera
para todos, ya que puede ser desde semanal hasta más espaciado, según
la situación particular de la persona acompañada, sus necesidades o su
momento espiritual.
El acompañamiento requiere una relación de confianza mutua, pues se
comunican confidencias muy personales, como la experiencia personal de
Dios o las fragilidades personales.
Hemos dicho que la relación de acompañamiento es asimétrica y unidi-
reccional. También tiene algo de relación profesional, entendiendo bien
este término. En la tradición espiritual del Oriente cristiano solo se per-
mitía la dirección espiritual a personas muy experimentadas, generalmen-
te de cierta edad, que tenían hecho un largo recorrido espiritual: un suje-
to pneumatikós16. Aunque hoy podemos tener un ideal menos elevado, es
claro que no basta la buena voluntad para poder acompañar.
También el espacio ordinario donde tiene lugar la entrevista es relevante:
conviene un lugar un tanto formal, no demasiado personal, situado en un

15. La «no directividad» se aconseja frecuentemente al acompañante espiritual.


Pero, aplicada estrictamente, impediría preguntar, explorar, analizar, instruir,
sugerir, aconsejar, proponer, discernir y ayudar a elegir.
16. J. C. Larchet, Terapéutica, op. cit., 421-429.

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874 luis maría garcía domínguez, s.j.

contexto religioso o pastoral, que garantice la discreción de las palabras,


pero suficientemente accesible o transparente, como es un despacho o
una sala pastoral; no son buenos los rincones recónditos o demasiado
intimistas. Ni tampoco espacios públicos como una cafetería, un parque
o un paseo, en los que surge la distracción y la informalidad del trato y
donde se dificulta la profundidad.

Tiene fines claros


El acompañamiento parte de las cuestiones que plantee cada persona
acompañada, pero busca un objetivo principal: ayudar a la persona acom-
pañada a ser más fiel a su condición cristiana, a seguir a Cristo e imitarle,
a configurarse con Él según su propia vocación.
Dios es lo central en el acompañamiento espiritual cristiano17: el Dios
cristiano, trino y uno, manifestado en Jesucristo, único salvador de los
hombres. Un Dios sentido y vivido como cercano; o buscado en la duda,
la incertidumbre o en la adversidad. Dios tiene que estar presente en la
experiencia del acompañamiento; sin espacios de silencio, sin oración,
sin sacramentos, el acompañamiento no puede avanzar mucho y acaba
siendo un diálogo amistoso y quizá estimulante, pero no será «espiritual».
Además, el seguimiento de Cristo pasa siempre por alguna opción de vida,
pues Dios tiene un proyecto para cada persona. Y el acompañante no co-
noce ese plan que Dios tiene, pero debe ayudar a la persona acompañada
a encontrar su proyecto sin miedos ni condicionada «por afección alguna
que desordenada sea»18.
Junto a este objetivo general, el acompañamiento puede tener otros ob-
jetivos parciales que se pueden integrar con el anterior: conocerse a sí
mismo cada vez mejor; aceptarse en los propios límites; saber manejar
los conflictos; suavizar o fortalecer el propio carácter; responder mejor a
las obligaciones académicas, laborales, familiares o sociales; crecer en las

17. W. A. Barry – W. J. Connolly, La práctica de la dirección espiritual, Sal Terrae,


Santander 2011, 34-55.
18. Como dice Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, op. cit., n. 21.

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qué es y qué no es acompañamiento espiritual 875

relaciones interpersonales. Todos estos, y otros, pueden ser jalones en el


camino hacia una internalización personal del evangelio.

Utiliza variados recursos verbales


El acompañamiento es un tipo de conversación muy cuidada, que utiliza
distintos recursos. Los primeros son, indudablemente, acoger y escuchar.
Pero no es fácil escuchar largamente, atendiendo a los hechos narrados,
a la comunicación no verbal, a los sentimientos y al sentido de lo que se
va diciendo. El acompañante también debe saber preguntar, para ayudar
a hablar, para profundizar; nunca por curiosidad, sino para entender y
facilitar el proceso espiritual, mediante preguntas abiertas que posibiliten
la libre exploración. Pero muchas veces no será menester preguntar, pues
bastará hacer eco o reflejo de lo escuchado para que la persona siga ha-
blando y comprendiéndose mejor.
En el diálogo de acompañamiento, aunque no sea muy frecuente, puede
haber alguna intervención de contraste, cuando el acompañante no ve claro
el discurso de la persona acompañada. ¿Ha tomado una decisión por mo-
ción de Dios o por un impulso propio? ¿Emprende un voluntariado por
generosidad cristiana o por acallar su conciencia? ¿Se engaña en alguna rela-
ción, sin darse cuenta? También se pueden hacer propuestas de algunos ins-
trumentos de vida cristiana para practicar en la vida ordinaria. En síntesis,
el acompañamiento acompaña en la curación, no solo en el diagnóstico19.
Ante posibles crisis o bloqueos se han de multiplicar los esfuerzos para
ayudar, mediante escucha, reflejo, pregunta, instrucción o propuestas. Si
la persona acompañada sufre en su alma, el acompañante la puede animar
un poco, pero la verdadera consolación solamente la puede proporcionar
Dios. Pues apoyar demasiado a una persona desanimada no la ayuda a
soportar adultamente la adversidad ni a buscar en Dios su confianza, sino
que la hace más dependiente de su acompañante. Y si surge alguna crisis

19. El diagnóstico te permite guardar las distancias: le has dicho al paciente lo que
le pasa y tu tarea termina ahí. En cambio, la cura te obliga a implicarte, te ves
comprometido en su situación y no sabes por cuánto tiempo: S. Guarinelli, El
sacerdote inmaduro. Un itinerario espiritual, Sígueme, Salamanca 20162, 105.

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876 luis maría garcía domínguez, s.j.

psíquica, el acompañante espiritual no debe intentar sustituir al profe-


sional adecuado, puesto que Dios no altera las leyes de la naturaleza y
distingue la salud psíquica de la salud espiritual.

Incorpora el discernimiento
Todos los recursos de la conversación se ponen últimamente al servicio
del discernimiento espiritual, ya que no es suficiente aplicar criterios ge-
nerales a las situaciones concretas20.
La persona acompañada ha de aprender a discernir su propia vida, sus
reacciones, sus sentimientos. Ha de familiarizarse con las señales de
Dios y del «buen espíritu», que en ocasiones punza y remuerde la con-
ciencia y en otras ocasiones da ánimo y fuerzas, consuela e inspira bue-
nas decisiones. Y también ha de reconocer las mociones y tentaciones
del mal espíritu que puede tentar con placeres sensuales y con impe-
dimentos patentes; pero que también engaña con consolaciones que
pueden parecer de Dios21. Ese discernimiento de la persona acompaña-
da ha de ser ayudado y confirmado por su acompañante, que discierne
conjuntamente con ella.
Pero muchas veces la persona acompañada acertará perfectamente en
su discernimiento y en el seguimiento de Cristo. Pues el discernimiento
«empodera» a las personas acompañadas y hace que el acompañante deba
ir «disminuyendo», a medida que su discípulo «crece» y es guiado más
directamente por el Espíritu, como hace el Bautista ante Jesús (Jn 3,30).
Por eso la relación de acompañamiento que incorpora el discernimiento
es respetuosa, no directiva. Incluso la confrontación se hace en un clima
de mutua confianza, con la certeza de que solo se busca ayudar. Pero
siempre la decisión pertenece a la persona acompañada, que tiene dere-
cho a decidir y a equivocarse, como también a rectificar posteriormente.

20. Aplicar las normas no es igual que hacer discernimiento; las normas son prin-
cipios generales, el discernimiento mira a lo concreto: Papa Francisco, Amoris
laetitia, nn. 304-305.
21. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, o.c., nn. 314-315 y 331. Antes de él
lo señalaron numerosos autores espirituales desde san Pablo (2 Cor 11,14).

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qué es y qué no es acompañamiento espiritual 877

El acompañante debe alejar la tentación de controlar la vida de la perso-


na, incluso cuando considere que se equivoca22.

Y el acompañamiento remite a la vida


El acompañamiento espiritual busca que la persona sea fiel a Dios en su
vida concreta: en la familia, en la profesión, en las relaciones de amistad y
de pareja, en su presencia pública, en la comunidad cristiana, en la Iglesia.
La persona que acompaña (varón o mujer) no debe gobernar la vida de la
persona acompañada, pero sí puede intervenir con sugerencias o propues-
tas para que esa vivencia espiritual se refleje cada vez mejor en su vida
cotidiana. No debe organizarle la vida, hacerle su proyecto personal, mar-
carle las pautas de una vida cristiana; pero sí debe invitarla a que lo haga.
En conclusión, el acompañamiento es una relación temporal de ayuda
espiritual, que tiene un carácter «triangular», donde confluyen el misterio
de Dios y el misterio de la persona. Es un terreno sagrado, que el acom-
pañante habrá de transitar con gran discreción y respeto, aunque con la
libertad de quien busca ayudar de parte de Dios a crecer como personas
adultas y libres y como cristianos cada vez más fieles al seguimiento de
Cristo mientras habitamos significativamente en este mundo.
Terminamos aquí esta incompleta presentación para que el lector conti-
núe su propia reflexión sobre el importante ministerio eclesial que es el
acompañamiento espiritual.

22. Las diferencias de criterio en el acompañamiento pueden ser puntuales o muy


repetidas; en este segundo caso parece que dicho acompañamiento no fluye muy
bien y seguramente sería mejor terminarlo.

Sal Terrae | 105 (2017) 865-877


Walter Kasper
Lo absoluto en la historia
(Obra Completa
de Walter Kasper – 2)

P.V.P.: 30 €
640 págs.

Más información en
www.gcloyola.com

La mediación entre lo absoluto y la historia constituye el hilo conductor


de la filosofía última de Schelling, cuya influencia en el pensamiento de
Kasper está vinculada asimismo a uno de los grandes temas estudiados en
este libro: puesto que lo absoluto ha entrado libremente en la historia, que
es el campo de las libres decisiones de los hombres, la historia ha de con-
cebirse como diálogo de libertades: la humana y la divina.

Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)


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879

Formados, éticos y lúcidos.


Consideraciones sobre
el acompañante espiritual desde
una perspectiva antropológica
R ufino J. M eana *

Fecha de recepción: septiembre de 2017


Fecha de aceptación y versión final: octubre de 2017

Resumen
Se presta atención a la figura de acompañante espiritual subrayando la diferen-
cia que hay entre éste y el director de conciencias. A continuación, se habla de la
necesidad de una buena y reglada formación para que su trabajo responda a los
estándares éticos que ya se aplican en diversas profesiones de ayuda. Más adelante
se destacan dos escenarios de acompañamientos constitutivos de mala práctica. El
primero se refiere al mundo de las ambigüedades y manipulaciones. El segundo al
ámbito de la colonización de los sujetos acompañados desde la mejor de las inten-
ciones y sin plena conciencia de la manipulación que se está dando destacando el
daño que esto supone para la institución eclesial.
Palabras clave: Acompañante, acompañamiento, mala práctica, espiritua-
lidad, antropología psicológica.

Trained, ethical and lucid . T houghts on the spiritual


companion from an anthropological perspective

Abstract
Attention is paid to the figure of the spiritual companion, highlighting the difference
between such companion and the director of conscience. Subsequently, conversation

* Profesor de psicología clínica en la Universidad Pontificia Comillas. Colabora


en el Instituto de Espiritualidad y en el “Máster en Discernimiento vocacional
y Acompañamiento Espiritual” rmp@comillas.edu

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880 rufino j. meana

turns to the need for good and regulated training so that his or her work meets the
ethical standards that are now applied in different support professions. Later, two
accompaniment scenarios of bad practice are discussed. The first regards the world
of ambiguities and manipulations. The second relates to the field of colonisation of
accompanied subjects, with the best intentions and without being fully aware of the
manipulation taking place, stressing the harm it entails to the ecclesiastical institution.
Key words: Companion, accompaniment, bad practice, spirituality, psy-
chological anthropology.

Queremos subrayar la necesidad que tiene la Iglesia de contar con perso-


nas suficientemente saludables y bien formadas para dedicarse a la delica-
da tarea del acompañamiento espiritual. Nuestro interés en este artículo
es ofrecer a acompañantes y acompañados materia para reflexionar. A los
primeros, sobre sus modos de hacer las cosas, para mejorarlos si fuera
necesario y posible; a los segundos, para que puedan caer en la cuenta de
si sería conveniente cambiar de acompañante y poder seguir avanzando
en el camino espiritual. Recordemos que el acompañante espiritual no
tiene por qué ser la misma persona a lo largo de toda la vida, lo que sirve
en un momento vital puede ser impedimento en otro; conviene tener la
suficiente conciencia de uno mismo, de lo que ocurre en la relación y li-
bertad interior para cambiar cuando sea necesario; es la experiencia de los
grandes maestros místicos con sus confesores y acompañantes.

De la dirección de conciencia al acompañamiento espiritual1

No podemos tirar del tallo tierno para que crezca al ritmo de la impaciencia /
No podemos estrujar el corazón con las manos para que acelere su latido …
(González Buelta)2

1. Se puede encontrar un mayor desarrollo de este punto en: C. COUPEAU, “In-


vitación al acompañamiento espiritual: la aproximación empírica”: Manresa 76
(2004), 109-122.
2. B. GONZÁLEZ BUELTA, En el aliento de Dios. Salmos de gratitud, Sal Terrae,
Santander 1995, 80.

Sal Terrae | 105 (2017) 879-893


formados, éticos y lúcidos 881

Jean Laplace3, en los años 60 a las puertas del Concilio Vaticano II,
afirmaba que el director espiritual debería instruir en el discernimien-
to conjugando respeto por la libertad del dirigido con un claro objetivo
formativo. También sostenía la tesis de que la “dirección” tenía carácter
de carisma ligado al estado clerical; a su juicio al sacerdote se le supone la
idoneidad carismática para dirigir conciencias.
Tras el Concilio, fue emergiendo otra escuela con un aire más anglosajón
muy en la línea de la ‘conversación espiritual’ tan querida por místicos
como Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús y muy asistida por la psicología.
La experiencia del acompañado se sitúa en el centro; no se trata tanto de
dictar modo y orden sobre prácticas de piedad o de transmitir directrices
de orden moral, dogmático o disciplinar. Se asienta sobre la idea de dos
personas que dialogan, donde una de las partes es más experta en ver e
identificar lo espiritualmente relevante de modo que la otra persona vaya
creciendo en fe, esperanza y caridad4. También subraya la importancia de
establecer claramente un acuerdo mutuo –“contrato” en las profesiones
de ayuda– sobre las condiciones de la relación: frecuencia, lugar, dura-
ción, objetivos, etc.
Ambas corrientes contienen elementos interesantes y dignos de ser
tomados en consideración, pero lo cierto es que cada vez resulta más
infrecuente hablar de ‘dirección de conciencia’ seguramente porque
el término ‘dirección’ implica que alguien dicta a otro modos de ser,
de estar, incluso sentimientos (v.gr. “deberías sentirte triste… alegre…
avergonzado/a…” etc.). Consideremos que a lo largo de la segunda mi-
tad del s. XX ha ido ganando valor la idea de autonomía: el individuo
con su conciencia es más que nunca un bien a cuidar y promover5.

3. J. LAPLACE, “La dirección de conciencia: el diálogo espiritual”. Hechos y Di-


chos, Zaragoza 1965.
4. J. RUFFING, “Spiritual Direction: beyond the beginnings”, Paulist, Nueva York
2000.
5. La Iglesia, en el Concilio Vaticano II, subraya este cambio y lo incorpora a su
modelo antropológico en la deslumbrante y única Constitución Pastoral Gau-
dium et Spes: “En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia
de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer” (n. 16).

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882 rufino j. meana

Hoy la meta de un acompañamiento no sería tanto ‘formar conciencias’


cuanto colaborar mediante el diálogo en la conformación de personas
libres, capaces de discernir, con altos niveles de independencia. El fi-
lósofo Carlos Díaz nos dirá algo que se puede trasladar fácilmente a la
tarea de acompañamiento: “El proceso de ayuda no está completo hasta
que el otro actúa según su propio criterio”6; nosotros añadiríamos ‘criterio
iluminado por el Espíritu’. A nuestro juicio, el acompañante que es
impedimento para que esto vaya adelante tendría que cuestionarse la
calidad de un trabajo que, por otro lado, va a ser más complejo y com-
prometido que el puro dirigir porque supone implicación personal: la
puesta en juego en la relación de la experiencia humana y espiritual del
acompañante. Se trata de ir al lado del otro sin dictar, con la sensi-
bilidad suficiente para responder cuando hace falta y guardar silencio
cuando hay que dejar a la persona que se desvele y vaya cayendo en la
cuenta de la acción de Dios en su vida, a su propio ritmo, porque “el
que en un diálogo guarda silencio puede ‘dar a entender’, es decir promo-
ver la comprensión con más propiedad que aquel a quien no le faltan las
palabras”7. El peligro de este acompañamiento, con mayor implicación
personal del acompañante, serán las ambigüedades que puedan surgir,
algunas de las cuales mencionaremos más adelante.
Los acompañados en estas condiciones se irán constituyendo como per-
sonas más inclinadas a discernir para obrar según su propia conciencia
que a asumir acríticamente lo que les es dictado y vivimos una época rica
y compleja en la que discernir cobra una importancia, seguramente, sin
precedentes; por eso el papa Francisco insiste en este asunto siempre que
puede. Nunca fue de mayor actualidad dar cumplimiento a la expresión
evangélica “El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sába-
do” (Mc. 2, 27), es decir, el empeño de Jesús de Nazaret por hacernos ver
que la exigencia de su mensaje va mucho más allá de cualquier posible nor-
mativa pormenorizada hasta el mínimo detalle; siempre resultaría escasa.
Más bien, estamos ante el reto de alcanzar un compromiso existencial

6. C. DÍAZ, La salud mental soy yo mismo, la enfermedad mental también, Sinergia,


Madrid 2017, 55.
7. M. HEIDEGGER, El ser y el tiempo, FCE, Buenos Aires 2009,167.

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formados, éticos y lúcidos 883

que brote de una conciencia en honesta relación con Dios. Resulta difícil
imaginar hoy que la vida espiritual de las personas, y el impacto de ésta
en su vida cotidiana, se pueda resolver con una serie de normas o reglas
cuyo cumplimiento aseguraría que todo se ha hecho bien y uno merece
un lugar en el estrado de los justos. Benedicto XVI es muy consciente de
la importancia de esto para nuestro momento histórico cuando dice a un
grupo de sacerdotes8: “Ninguno de nosotros tiene una receta hecha, entre
otras razones, porque las situaciones son siempre diversas”. No es relativismo,
ni situacionalismo que dirían los moralistas más críticos. Se llama discer-
nimiento y ha guiado la mística cristiana durante milenios.

Formación y ética profesional…

Santa Teresa de Jesús mostraba gran interés en seleccionar el más ade-


cuado confesor/consejero/acompañante tanto para sí misma como para
sus hermanas carmelitas9. Es muy clara al expresar su opinión de que no
todos los confesores son lo suficientemente eruditos en las cosas de Dios y,
por tanto, no son merecedores de su confianza. No duda en cambiar de
persona las veces que estime necesarias prefiriendo los acompañantes más
formados porque son gran cosa letras para dar, en todo, luz. Buenas letras y
erudición en las cosas de Dios son dos asuntos diferentes y complemen-
tarios: no basta con un currículum académico para ser buen ayudador.
Las letras son gran cosa y hay que alcanzar este conocimiento, pero sin
olvidar la erudición en las cosas de Dios que viene forjada en la propia
experiencia de oración y en una honesta y profunda relación con las per-
sonas porque, no olvidemos, a Dios también se le descubre mediante el
conocimiento del ser humano (“quien me ve a mi ve al Padre” Jn 14, 9).
Todavía hoy, hay personas dedicadas a acompañar que denigran la
formación específica en esta materia; más aún, si ésta incluye algún

8. “Discurso del papa Benedicto XVI a los sacerdotes de la diócesis de Aosta”


(25-07-2005), en línea https://goo.gl/scTmDF (Consulta 12 junio 2017)
9. TERESA DE JESÚS, Obras Completas, Monte Carmelo, Burgos 1984 (Vida,
cap. 23 y Camino de Perfección, cap. 5)

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884 rufino j. meana

asunto relacionado con la psicología; les parece que ellos ya tienen


suficiente intuición natural sobre lo que es lo nuclear del alma hu-
mana. Afortunadamente cada vez son menos. No son pocos quienes
optan por una pseudo-auto-formación a base de cursillos o lecturas
deshilvanadas de las que toman lo que les resulta más interesante sin
un criterio técnico claro, lo cual suele manifestarse como un caos con-
siderable en el manejo de las personas que atienden. Están también
quienes distorsionan las cosas desde a priori antropológicos blindados
mezclados con principios morales a los que otorgan categoría de abso-
lutos; toman elementos de la psicología científica descontextualizán-
dolos para que confirmen lo que ellos ‘ya saben’, descartando aquellos
datos o aspectos que les contradicen. Estos últimos son particular-
mente peligrosos porque tienden a llamar ‘acompañamiento’ a lo que
en realidad es inoculación de su idea de persona; caer en sus manos es
entrar en un círculo casi sectario donde la culpa y la vergüenza son
articuladores indispensables para lo que ellos entienden como ayu-
da. En general, estas y otras circunstancias distorsionan la situación
de acompañamiento ofreciendo desde un verdadero desorden errático
poco útil hasta claras manipulaciones al servicio de las necesidades
narcisistas o de poder del acompañante.
Por suerte, en nuestra época la idea de ética profesional está alcanzando
también al mundo del acompañamiento10. Ser un buen profesional sig-
nifica tener buena formación teórica y práctica, así como haberse visto
supervisado por expertos que le ayuden a realizar bien su trabajo. For-
mación que ha de incluir aspectos teológicos específicos sobre vida es-
piritual y discernimiento de espíritus junto a aspectos importantes de
la psicología humana que hoy no podemos desestimar. Además, no nos
cansaremos de repetirlo, debería haber vivido la experiencia de haber sido
intensamente acompañado en su propio itinerario vital como existencia
abierta a la transcendencia.

10. Una buena reflexión sobre la relación pastoral vista desde estándares profesio-
nales lo encontramos en: R. GULA, Just Ministry. Professional Ethics for Pastoral
Ministers, Paulist Press, Nueva York 2010.

Sal Terrae | 105 (2017) 879-893


formados, éticos y lúcidos 885

Sin estos mimbres, resulta difícil imaginar a un acompañante razonable,


pero, además, hay otro elemento muy importante que no podemos per-
der de vista si lo hacemos desde una perspectiva ética: no todo el mun-
do sirve para la tarea de acompañar. Sencillamente, hay personas que
no están equipadas con las cualidades necesarias para ello. Acompañar
tiene un aspecto artístico en cuanto que requiere intuición, creatividad,
abnegación (el artista deja su tiempo y vida en su obra, el acompañante
desaparece para que el acompañado viva); sabemos que no todo es mun-
do puede ser considerado artista por más que lo desee. Formarse y actuar
éticamente también significa asumir que, tal vez, uno no esté llamado a
tener ese rol en la comunidad eclesial.
Por lo que se refiere a la formación psicológica, si algo nos ha enseña-
do la práctica clínica es lo mucho que hay que examinar la figura del
terapeuta. La sombra de Freud alcanza a toda escuela de psicoterapia
al poner sobre éste un gran interrogante que se traduce en un largo y
riguroso camino de formación hecho de estudio, de análisis personal
y de supervisión. El objetivo no es otro que garantizar al paciente un
instrumento lo más adecuado posible. Hoy toda escuela de psicote-
rapia dedica mucho esfuerzo en la formación teórica y práctica de sus
profesionales; sin embargo, en términos generales, no se ha dado un
camino paralelo en el ámbito del acompañamiento personal11. En el
tema que nos ocupa, una buena antropología psicológica ayudará mu-
cho en la tarea de acompañar; esto requiere una breve aclaración. Está
muy extendido acudir a las ‘técnicas psicoterapéuticas’ como referente
para ‘aprender cosas’ o como ‘caja de herramientas’ que puedan servir
para el acompañamiento espiritual; la similitud de las situaciones invita

11. Sabemos de los muchos logros en el ámbito de la formación de acompañantes:


El centro L’amar de Louis Beirnaert en el París de los años 60; el Instituto de
Psicología de la Universidad Gregoriana fundado por L.M. Rulla; el Máster en
Discernimiento vocacional y Acompañamiento Espiritual ofrecida por Comi-
llas; o la formación ofrecida en la Loyola University de Chicago son algunos
de los muchos ejemplos de los esfuerzos por hacer del acompañamiento y el
discernimiento vocacional algo riguroso y serio. Nuestra preocupación es que,
desgraciadamente, estas formaciones llegan sólo a unos pocas de las muchas
personas que se dedican a esta actividad y con resultados muy desiguales.

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886 rufino j. meana

a ello. Sin embargo, esto ha sido y es fuente de multitud de confusio-


nes y solapamientos: acompañantes que, más o menos conscientemen-
te, juegan a ser psicólogos adoptando las poses más estereotipadas que
ofrecen las diversas escuelas de psicoterapia; quienes mezclan técnicas
de diversos modelos teóricos sin caer en la cuenta de que responden a
planteamientos antropológicos contradictorios; acompañantes que in-
cluso se embarcan en el ámbito del psicodiagnóstico, etc. Además de
violar códigos éticos o rozar el intrusismo profesional (delito penado)
hacen daño a las personas.
El acompañante espiritual ha de tener la suficiente formación en psi-
cología como para detectar problemas y, si observase dificultades, el
comportamiento ético esperable sería derivar a esa persona a un experto
en los asuntos psicológicos, no ponerse él mismo a resolverlos sin haber
recibido formación reglada, contrastada y supervisada. ¿Qué formación
podría ser de mayor utilidad para una persona que desea saber más
del ser humano al que acompaña? A nuestro juicio, aunque algunos
asuntos procedentes de la psicoterapia pueden ser interesantes, lo son
más los que provienen de otros saberes psicológicos como la psicología
del desarrollo o evolutiva, la psicología social o la psicología existen-
cial. Ofrecen aprendizajes acerca del ser humano, desde una perspectiva
psicológica, que van más allá de rebuscar técnicas para salir del paso.
Además, en la tarea de aprender cuanto más mejor de la naturaleza hu-
mana, comenzar por uno mismo es un buen principio. Por eso, según
venimos señalando, otros dos elementos cruciales serán el haberse visto
bien acompañado en la propia experiencia humana/espiritual, así como
haberse visto supervisado por acompañantes expertos en los inicios de
la práctica del acompañamiento.
Subrayada la importancia ética de la formación, con plena conciencia
de que no es necesariamente garantía de un buen hacer, creemos que
podría resultar de utilidad mostrar dos escenarios que se dan con mayor
frecuencia de la deseable, principalmente entre acompañantes deficiente-
mente formados: por un lado, el mundo de las diversas instrumentaliza-
ciones; por otro, la sutil ‘colonización emocional’ que se puede dar con la
mejor de las intenciones.

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formados, éticos y lúcidos 887

Ambigüedades e instrumentalizaciones: la mala práctica

“El arma más poderosa en manos del opresor es la mente del oprimido”
(N. Chomsky)12

Toda ambigüedad en la relación de acompañamiento conduce inevitable-


mente a situaciones de confusión, a la denominada ‘mala práctica’. Se tra-
ta de un aspecto del acompañamiento espiritual que ha acaparado mucha
reflexión y literatura en el ámbito de la ética de las profesiones de ayuda
y de la salud. Por ‘mala práctica’ no se entiende necesariamente voluntad
de dañar, aunque tampoco se excluye. Más bien se alude a modos defec-
tuosos de ejercer una profesión de ayuda que pueden ser consecuencia
bien de un déficit en la formación o bien de no tener en cuenta posibles
efectos indeseados de un modo de proceder, casi siempre, cargado de
buenas intenciones.
Por un lado, nos encontramos mala práctica entre individuos que no son
lo suficientemente libres de sí mismos; no se encuentran desprendidos de
su propio amor querer e interés (EE 189). No es infrecuente encontrar ins-
trumentalizaciones de los otros al servicio de necesidades insatisfechas
en un acompañante poco consciente de sí. En este sentido es muy impor-
tante preguntarse ¿cuál es la función del ‘otro’ en la vida del acompañante
¿qué necesidades satisface? 13.
Algunas personas necesitan del otro para sentirse consolidadas en su frá-
gil identidad haciendo que los demás piensen, crean, sientan, juzguen
como él; sentirá que la diferencia es cuestionamiento y requerirá constan-
te confirmación de ser quien duda ser. Es una dinámica peligrosa para un
acompañado que lejos de ir ganando en libertad y autonomía, se puede ir

12. N. Chomsky y D. Barsamian, Propaganda and the Public Mind, Haymarket


Books, Chicago 2015,179.
13. Puede iluminar J. CODERCH, Realidad, interacción y cambio psíquico, Ágora
Relacional, Madrid 2012, 130-135; H. BLEICHMAR, Una reformulación del
duelo patológico, Aperturas psicoanalíticas 2010, en línea, https://goo.gl/1iA69P
(Consulta 12 de junio de 2017).

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888 rufino j. meana

convirtiendo en mera comparsa del acompañante viéndose inadvertida-


mente obligado a decir, incluso sentir, lo que se espera. En otras ocasiones
el acompañado puede estar al servicio de necesidades relacionadas con la
seguridad personal del acompañante en lo referido a su rol en la institu-
ción o en la Iglesia en una especie de ‘dime que soy válido, que lo hago bien’;
los acompañados que alaben adecuadamente su actividad seguramente
tendrán más continuidad que quienes no sepan o no deseen hacerlo. Pue-
de, también, haber necesidades desordenadas de cuidar y proteger que
ahogan al acompañado ‘por su bien’ y, así, un largo etcétera. Lo que nos
interesa aquí es subrayar que el equilibrio afectivo-emocional del acom-
pañante ha de estar suficientemente sano como para que no se confunda
en una situación que tiene mucha carga de ambigüedad. Consideremos
que tenemos a dos personas comunicándose en niveles muy íntimos y
personales con lo cual el volumen de sensaciones no expresadas y no re-
conocidas puede ser considerable. Hay dos graves instrumentalizaciones
que queremos destacar, que pueden estar relacionadas: la que está al ser-
vicio del poder y la que está al servicio de la satisfacción de necesidades
sexuales.
Es bastante frecuente que el acompañante represente algún tipo de po-
der14: No pocas veces se encuentra investido de un importante ‘poder
simbólico’ como representante de la Iglesia o de alguna de sus institucio-
nes; otras veces el poder es directamente personal por la formación que
se tiene, la edad, el género, la reputación, la información que posee, etc.;
con no poca frecuencia, el poder puede ser puramente atribuido, pro-
yectado por el acompañado sobre la figura del acompañante y muy bien
recibido por este último. Lo cierto es que el ‘vector poder’ es un vector
importante en la relación de acompañamiento y su presencia debe de ser
examinada cuidadosamente porque tener poder no significa, necesaria-
mente, convertirse en explotador. No debemos de ser ingenuos, hemos
visto cómo, en ocasiones, el objetivo de algún acompañante sí puede ser
el sometimiento del otro; son los que viven como amenaza que la otra
persona discierna y sea autónoma. Los manipuladores, los autoritarios,

14. R. GULA, op.cit., 117ss.

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formados, éticos y lúcidos 889

los auto-proclamados ‘guardianes de la tradición’ se encontrarán entre


quienes temen a la libertad del otro15. Convertirán su temor en indig-
nación y se mostrarán furiosamente convencidos de estar en posesión de
una verdad incuestionable. Temen llegar a resultar insignificantes, temen
perder la sensación de poder que otorga el sentirse intérpretes de Dios
viendo cómo sus acompañados se doblegan. El problema ético se agudiza
cuando no hablamos de una debilidad psíquica de un acompañante bien-
intencionado pero equivocado, sino que se trata de una verdadera mani-
pulación consciente. Acompañamientos directamente encaminados a ga-
nar adeptos que engrosen las listas del interés del acompañante y, de paso,
le dejen en muy buen lugar ante sus jefes; acompañados que son meros
trofeos de caza a quienes se les exige respuestas explícitas, comportamien-
tos claros, discursos preconfigurados que den muestra del buen-hacer del
acompañante. Como se ve, el objetivo no es el acompañado o el mensaje
evangélico sino el propio amor, querer e interés de quien acompaña16.
Muy vinculado a las mencionadas necesidades insatisfechas y al ‘vec-
tor poder’ estaría la instrumentalización del acompañado al servicio
de las necesidades sensuales-sexuales del acompañante17. La seducción
es uno de sus instrumentos principales y se puede seducir con la clara

15. S. FRISANCHO, Dos aspectos del fundamentalismo: estilo cognitivo e identidad


moral, Revista Memoria 1 (17) (2015), 11-15.; R.J. LIFTON, Thought Reform
and the Psychology of Totalism, University North Carolina Press, Londres 1989
(particularmente el capítulo 22: Ideological Totalism); V. HERNÁNDEZ ES-
PINOSA, Notas sobre algunas raíces psicológicas de la violencia: narcisismo,
fundamentalismo y fanatismo, Intercanvis digital de psicoanálisis 2009, en lí-
nea, https://goo.gl/AEv9w3 (consulta el 15 de junio de 2017).
16. De un modo más o menos coloquial, en contextos de divulgación psicológica,
se habla del Síndrome de Procusto: un hijo de Poseidón que fue un posadero
terrorífico que torturaba, amputaba o mataba a martillazos a todos los que se
hospedaban en su casa si su tamaño no coincidía con la longitud de su cama.
Si eran más altos, les serraba las partes del cuerpo que sobresalían, y a los que el
lecho les quedaba grande, los descoyuntaba a golpes. Se resume bajo este nom-
bre a quienes suelen juzgar las opiniones de los demás desde su propio punto de
vista considerando que sus propias ideas son las únicas válidas, sin tener cabida
las que difieran mínimamente.
17. G. ROBINSON, Poder y sexualidad en la Iglesia, Sal Terrae, Santander 2008.

Sal Terrae | 105 (2017) 879-893


890 rufino j. meana

intención de consumar un acto sexual o, más sutilmente, seducir con


la intención de experimentar el triunfo de ver a la otra persona seducida,
pero sin ir más allá, provocando en la persona acompañada desde extra-
ñas sensaciones de incomodidad hasta sentimientos de culpa por sentir
lo que siente. Como consecuencia de los escándalos desvelados en las
últimas décadas este asunto está muy estudiado y excede con mucho a lo
que podemos relatar aquí18.

Una sutil Iatrogenia: la colonización emocional

¿Cómo puede la conciencia convencerse para ignorar lo que sabe


y para saber lo que, sin embargo, ignora?
¿Cómo puede conmoverse con lo que no existe como si fuera real?
(N. Grimaldi)19

Cuando se habla de iatrogenia en el ámbito médico, estamos ante un


daño en la salud provocado indeseadamente en el transcurso de un acto
terapéutico bien porque es inadecuado, bien porque se trata de un espera-
do ‘mal menor’, bien porque no se está al tanto de todas las implicaciones
de la intervención terapéutica. Nos parece interesante caer en la cuenta de
que, en medio de todas las buenas intenciones de un acompañamiento,
pueden sobrevenir dificultades ni previstas ni deseadas. Particularmente,
nos vamos a detener en lo que algunos técnicos están denominando “Co-
lonización Emocional”20 y sus implicaciones personales y grupales.

18. Agencias como Praesidium inc. (https://website.praesidiuminc.com/wp/) lle-


van más de 25 años abordando estas dificultades que se dan en diversos contex-
tos y organizaciones incluida la Iglesia. Entre otros identificadores establecen
clasificaciones en la relación manipuladora al servicio de la propia sexualidad:
Abuso/Explotación/Acoso/Fantasías.
19. N. GRIMALDI, Los nuevos sonámbulos, Pasos Perdidos, Madrid 2017. 13.
20 Se trata de un término acuñado para describir asuntos relacionados con el maltra-
to y sometimiento en relaciones de pareja. Nos ha parecido que el concepto po-
dría resultar interesante en el ámbito de otra relación de dos personas tan inten-
sa como puede ser la de acompañamiento. H. BLEICHMAR y A. ESPELETA,

Sal Terrae | 105 (2017) 879-893


formados, éticos y lúcidos 891

Es un proceso en el cual una parte (colonizador) no reconoce la subje-


tividad de la otra persona; no tiene por qué ser de un modo deliberado.
La persona acompañada pasa a pensar, sentir y actuar bajo la influencia
de otro que impone su subjetividad sin que el colonizado (a veces ni el
colonizador) tenga conciencia de ello viviendo, por tanto, su estado emo-
cional como si fuera enteramente propio, no inoculado por otro. En estas
circunstancias la persona no termina más libre, ni en su pensar ni en
su sentir, por más que crea que lo es. No es mera influencia, en la que el
otro es un modelo de identificación; implica una cierta violencia psíquica
donde el colonizador no tolera ningún apartamiento de lo que cree debe
ser el otro. El proceso de individuación y autonomía es aplastado, no sólo
desde el mero punto de vista ideológico (criterios éticos, objetivos vitales,
visión del mundo, etc.) también en lo que se refiere al mundo emocional,
por ejemplo, desautorizando y condenando cualquier emoción que surja
en la vida espiritual que no sea de puro agradecimiento, felicidad o sumi-
sión sin recordar que las experiencias emocionales en relación con Dios
también pueden ser desgarradoras como las narradas en los Salmos, en
Job o en algunos episodios de los Evangelios.
El resultado son cambios “como si”21, aparentes avances en el encaje emo-
cional e ideológico en la situación de acompañamiento, o en alguna insti-
tución eclesial, dando lugar a personas que, sin aparente motivo y perfec-
tamente alineadas ideológica y emocionalmente con la comunidad, dan
muestras de profunda insatisfacción, tienen signos vagamente expresados
de infelicidad y, sobre todo, son existencialmente estériles: su vida es,
literalmente, insignificante, lejos de ser signo visible de que el encuentro
con Jesús de Nazaret produce una vida humanamente plena, feliz y libre.
Esterilidad que es la gran losa existencial para un ser humano que no se

(2017). Teoría y técnica de la descolonización emocional: una introducción, Aper-


turas Psicoanalíticas 2017, en línea https://goo.gl/ELhJYT (Consulta 14 de
agosto de 2017)
21. Expresión de Helen Deutsch, importante psicóloga de la década de los 50 inte-
resada en el estudio de las personalidades que se consolidan sólo aparentemente
(as if), sobre la base de defensas o temores no procesados adecuadamente.

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892 rufino j. meana

experimentará como generativo22 ni desprendido de sí sino sometido, sin


finalidad e incapaz de poner en juego sus talentos.
Este asunto es muy importante porque el impacto va más allá de cada
individuo colonizado, también tiene consecuencias en la vida de la comu-
nidad eclesial. La Dra. Eliat Aram23, directora del prestigioso “Tavistock
Institute” de Londres –en el origen de algunos de los más significativos
avances en la disciplina psicológica del s. XX– en la presentación de unas
jornadas sobre psicología de las organizaciones subraya la necesidad de
que los grupos e instituciones cuenten con sujetos con ‘diversidad cog-
nitiva’24 para que no decaigan en sistemas moribundos sino que per-
manezcan con la energía y relevancia que desean. Plantea que es nece-
sario potenciar individualidades fuertes en ‘pertenencia’ y no tanto en
‘conformismo’; por otro lado, ve el ‘disentimiento no destructivo’ como
una muestra de diversidad cognitiva que, aunque puede dificultar algu-
nos aspectos de coordinación, a la postre convierte a la institución en
un organismo vivo que se va moviendo e integrando en el devenir de la
historia. Esto no nos es ajeno, recordemos que en el origen de muchas de
las instituciones eclesiales suele haber un grupo carismático caracterizado
por personalidades fuertes, libres e independientes, capaces de disentir
y contrastarse entre sí, con un fuerte sentimiento de pertenencia y gran
capacidad para alcanzar consensos. Voces plurales, en ocasiones discor-
dantes, que fueron modelando la institución en negociaciones no siempre

22. Generatividad no sólo ocupa un lugar preeminente en el mensaje evangélico


(“Si el grano de trigo no muere…” Jn 12, 23-25). Es el estadio de máxima madu-
rez que el ser humano puede alcanzar según las teorías de psicólogos con tanto
recorrido como Erik Erikson.
23 E. ARAM, The Courage to Lead. Exploring dynamics of collaboration and dissent,
Marzo2017, en línea https://goo.gl/cV1jP5 (Consulta el 11 de junio de 2017).
24. La ‘diversidad cognitiva’ es un tema muy actual en el estudio de los grupos y
las organizaciones. Habla de personas que no procesan igual los datos de la rea-
lidad y por tanto tienen posiciones diversas ante la resolución de conflictos o
ante la toma de decisiones. Recientes investigaciones en Harvard, también la
ven como factor crucial para la vitalidad de un grupo. Ver: A. REYNOLDS y
D. LEWIS,(2017). Teams Solve Problems Faster When They’re More Cognitively
Diverse, 2017,en línea, https://goo.gl/r9yhlC (Consulta el 11 de junio de 2017).

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formados, éticos y lúcidos 893

sencillas o tranquilas; pensemos en las grandes polémicas de la Asamblea


de Jerusalén abanderadas por los de Santiago y San Pablo, nada más em-
prender su viaje la nave de la Iglesia.
La idea de ‘colonización emocional’, como efecto indeseado o iatrogénico,
nos invita a pensar en los procesos de acompañamiento en contextos de
selección y formación. Un gran examen que un acompañante en el con-
texto de formación puede hacerse es preguntarse si está contribuyendo a
conformar personas alejadas de conformismos acríticos, independientes,
capaces de pertenecer interrogando y humildes por ser conscientes de
sus impotencias y limitaciones. Esto último es importante porque es lo
que les hará capaces de escuchar y colaborar con otros, así como de pedir
Gracia para tomar las riendas de sus propias vidas y resultar constructivos.
No queremos terminar este breve recorrido sin dejar de señalar que, por
más que en nuestras consideraciones nos hayamos fijado en algunas si-
tuaciones complicadas, esto no significa que nuestra visión de los acom-
pañantes espirituales se agote en los aspectos subrayados. Nuestro deseo,
más bien, es poner sobre la mesa algunas dificultades y distorsiones ante
las que una buena preparación puede ser una vacuna suficientemente
buena, sabiendo que no hay fórmulas perfectas. Al final, el acompañante
suficientemente bueno será una delicada combinación de formación dig-
na con personalidad saludable y una vida densamente vivida. Pero, sobre
todo, quien ha tenido experiencia de encuentro con un Dios misericor-
dioso que cuestiona, conduce por caminos insospechados sin abandonar
y le hace a uno experto en sí mismo25 sin negar los propios recovecos y
limitaciones; es decir, haber vivido en carne propia la parábola del incom-
bustible padre del hijo pródigo (Lc 15 11-32).

25. En el ámbito de la formación de profesionales dedicados a la relación de ayuda


es sobradamente sabido que un gran primer paso es conocerse a uno mismo,
como requisito indispensable para poder conocer empáticamente a otros. Ver:
A. BÖCKLER et Al. “Know Thy Selves: Learning to Understand Oneself In-
creases the Ability to Understand Others”. Journal of Cognitive Enhancement
1(2017), 197–209.

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Serena Noceti (ed.)
Diáconas
Un misterio de la mujer
en la Iglesia

P.V.P.: 19,50 €
256 págs.

Más información en
www.gcloyola.com

El año 2016, en respuesta a una pregunta que le habían dirigido durante


la Asamblea plenaria de las Superioras Generales, el papa Francisco anun-
ciaba la constitución de una Comisión de estudio sobre el diaconado
femenino. Este libro desea contribuir al debate actual, planteando la pre-
gunta sobre la posibilidad de una (re)institución de esta figura ministerial
en el horizonte de la teología del ministerio ordenado propuesta por los
documentos del último concilio.

Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)


pedidos@grupocomunicacionloyola.com
895

Acompañar
en el sufrimiento
D arío M ollá L lácer , S.J.*

Fecha de recepción: septiembre de 2017


Fecha de aceptación y versión final: octubre de 2017

Resumen
¿Cómo ayudar a las personas que acompañamos en sus momentos de sufrimiento?
El artículo, escrito a partir de la personal reflexión del autor, intenta dar res-
puesta a esta pregunta. Para ello, y tras precisar el qué y el desde dónde se sitúa,
expone, en un primer momento “tareas” de la persona que acompaña y acaba
exponiendo las actitudes de fondo que han de mover a quien, de verdad, quiera
ayudar a sus acompañados en el doloroso camino que va del sufrimiento a la
esperanza.
Palabras clave: ayudar, escucha, discernimiento, abnegación, esperanza

Accompanying in suffering

Abstract
How can we help those we accompany in their times of suffering? The article,
written on personal reflection of the author, aims to answer that question. There-
fore, after specifying the ‘what’ and the ‘standpoint’, the author first explains the
“tasks” of the companion and finishes by establishing the fundamental attitudes
that must motivate those who truly want to help the people they accompany on
the painful path from suffering to hope.
Key words: Support, listening, discernment, abnegation, hope

* Área de Espiritualidad Ignaciana. Centro Arrupe. Valencia

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896 darío mollá llácer, s.j.

1. Qué y desde dónde

Me parece necesario, de entrada, precisar bien el qué y el desde dónde de


esta reflexión. Confieso que ese “situarme” en el qué y en el desde dónde
ha sido necesario, y también laborioso, a la hora de pensar este artículo.
Creo que a los lectores les ayudará conocer, de entrada, mi posiciona-
miento.
Porque por “acompañamiento” se pueden entender muchas cosas y hay
muchas formas de entender el acompañamiento. Soy deudor de la for-
ma ignaciana de entender el acompañamiento, y desde ella voy a hablar.
¿Qué es lo característico, lo esencial, de esa forma de acompañamiento
que San Ignacio propone, en sus rasgos básicos, en los Ejercicios Espiri-
tuales? El acompañante, en el contexto de los Ejercicios ignacianos, tie-
ne como misión básica facilitar el encuentro de cada persona con Dios,
la experiencia personal de Dios. El acompañante acompaña y orienta al
acompañado en un proceso personal de crecimiento y maduración espiri-
tual, de discernimiento para decidir y hacerse cargo de su vida.
Desde esa óptica, entiendo que el acompañamiento de personas en su su-
frimiento tiene como finalidad básica ayudar a que las personas hagan un
proceso personal y propio en el que asuman su sufrimiento, lo afronten,
tomen las decisiones necesarias, hagan de él una ocasión de maduración y
transformación personal y, si son creyentes, también un tiempo de madu-
ración y purificación de su experiencia de fe y de un encuentro nuevo con
Dios. Y se espera, asimismo, que el acompañante pueda ayudar, incluso, a
vivir con dignidad humana aquel sufrimiento que no puede ser asumido.
La persona que sufre debe ser la protagonista en este proceso de asumir
y afrontar su sufrimiento y del acompañante no se esperan ni recetas
ni soluciones impuestas, sino ayuda y orientaciones: el acompañante “ni
arrebata cruces ajenas ni impone la propia” 1.
¿De qué forma y modos de ayuda estamos hablando? ¿qué es lo que más
puede ayudar en esa difícil misión, respetando siempre el protagonismo

1. E. Bofill y D. Mollá: “Interpretar, discernir, acoger: del síntoma a la conmo-


ción”: Manresa 349 (2016), 353-362.

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acompañar en el sufrimiento 897

del sujeto?: esas son las preguntas que el acompañante debe hacerse y mi
deseo es dar pistas de respuesta sobre ellas. El sufrimiento no anula a la
persona que sufre como sujeto de su propio proceso. Esto es algo que el
acompañante no debe olvidar nunca, y debe procurar que el acompañado
tampoco lo olvide. Al respecto, ambos pueden ser tentados: tentado el
acompañante de precipitar e imponer supuestas soluciones, que a la larga
serán parches superficiales; tentado el acompañado de delegar en otro
su tarea y su responsabilidad, lo cual le irá progresivamente inhabilitan-
do para abordar cualquier problema o sufrimiento que la vida le pueda
plantear.
El segundo término a abordar en esta mi reflexión inicial es “sufrimien-
to”. Porque hay múltiples formas de sufrimiento. Cuando nos aproxima-
mos a la abundante literatura sobre el sufrimiento y el acompañamiento
en el sufrimiento son muchas las reflexiones sobre el acompañamiento en
el duelo por las pérdidas humanas y el acompañamiento en la enferme-
dad grave. Ciertamente son formas importantes de sufrimiento que toda
persona tiene que afrontar algunas veces en su vida y sobre las que hay
mucho y bueno escrito. No soy yo quien puede aportar nada al respecto.
Pero hay otras muchas formas de sufrimiento, quizá más cotidianas, que
se nos pueden presentar en las personas a las que atendemos en nuestros
acompañamientos ordinarios. Quiero fijarme de un modo particular en
ellas, porque ellas han estado, y están, más presentes en mi experiencia
personal de acompañamiento, y desde ellas quiero aportar mis reflexiones.
Actualmente comparto vida de comunidad con personas que están en
la cárcel en situación de semi-libertad. Además de la pena mayor que
es la privación de libertad, mis compañeros de comunidad sufren otras
penas añadidas y no pequeñas: la exclusión social, la dificultad añadida
para encontrar un puesto de trabajo, la pérdida o rechazo de la familia en
muchos casos, la lucha angustiosa por la supervivencia cotidiana, la sole-
dad… Mis compañeros jesuitas y yo, y también ellos entre sí, intentamos
acompañar y acompañarnos en esos sufrimientos, y mis reflexiones en
este artículo son, en buena parte, “relectura” de nuestra experiencia.
Finalmente, debo aclarar que también tiene su intención el po-
ner en el título de este artículo la expresión “en el” como enlace entre

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898 darío mollá llácer, s.j.

acompañamiento y sufrimiento. Porque no se trata de acompañar el “su-


frimiento” en abstracto, sino a personas que sufren en cualquiera de las
formas de sufrimiento a las que antes he hecho alusión o en varias de ellas
simultáneamente.
Con ese “en el” deseo notar también que cada persona tiene su propio
modo de vivir el sufrimiento y que un mismo sufrir puede ser vivido de
muy distintas maneras según muchas circunstancias personales: su tem-
peramento, el momento en que se hace presente, su historia pasada, la
soledad o compañía en el momento de afrontarlo, la capacidad o incapa-
cidad de verle un sentido…
Me viene en este momento a la mente la persona de “I…” con el que he
convivido varios meses este año: cada mañana tenía que salir de casa a
pelear por subsistir (y no es una metáfora…): sin embargo, por la noche,
al volver a casa siempre estaba y compartía su buen humor. Su modo
de vivir una vida de tanto sufrimiento cotidiano me desbordaba y des-
concertaba. Acompañar en el sufrimiento va a ser necesariamente una
tarea muy personalizada, que nunca es igual y que siempre va más allá de
acompañar un estado de ánimo.

2. “Ser casa”2

El acompañamiento, y el acompañante, deben aspirar a ser el espacio hu-


mano donde la persona que sufre sea ayudada a hacer el proceso necesario
para dar la mejor respuesta a su sufrimiento y hacerlo en las necesarias y
mejores condiciones de intimidad, apoyo, confianza, sosiego, seguridad
y también de estímulo y de verdad. El acompañamiento y el acompañan-
te deben aspirar a “ser casa”, a “ser hogar”, para quien sufre. En el libro
de recuerdos que tenemos en el comedor de comunidad, un compañero
escribía al despedirse “he recordado lo que es tener un hogar”.
En ese proceso de encuentro y proceso de trabajo personal se comprome-
ten, aunque de distinta forma, acompañado y acompañante y se pasa por

2. Ver la última parte del artículo de E. Bofill y D. Mollá citado en nota 1.

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acompañar en el sufrimiento 899

distintos momentos. Momentos que son distintos porque los acentos que
hay que poner en cada uno de ellos son diversos, pero en todos ellos hay
un mismo objetivo y todos ellos recogen el fruto del anterior y se proyec-
tan hacia el posterior. Hablo de “momentos” y no de etapas. Porque no
me gusta nada hablar de “etapas” en los procesos humanos; el concepto
etapa va demasiado asociado a cosas como “meta” o “velocidad” que no
hacen ningún bien pensar o utilizar cuando se trabajan los procesos de
las personas.
Mientras escribía este artículo, nos llegó una felicitación por la fiesta de
San Ignacio de un antiguo compañero de comunidad. Transcribo algu-
nas líneas respetando literalmente expresión y puntuación: “Hace poco
más de un año salía de prisión con un poco de ropa y nada más, bueno, la
carga del pasado, me abrieron una puerta, me brindaron más que techo,
una familia, empecé a sentirme algo, recuperar la confianza en mí mismo,
sin tratos especiales de psicología, me empecé a sentir querido, pasé de llegar
a casa y esconderme en mi habitación a sentirme escuchado en mis rarezas…
Sin preguntas…”. Son un ejemplo concreto de lo que decía en el párrafo
anterior: hogar y proceso: “puerta”, “techo”, “familia”, “casa”… “empecé”,
“recuperar”, “pasé”…

2.1. Escuchar con los cinco sentidos


Sí: con los cinco sentidos; no basta simplemente la escucha con el oído
o la escucha de las palabras. Ni siquiera cuando esa escucha se hace con
todas las condiciones que aseguran su calidad: la atención, el respeto, la
discreción, la inteligencia en preguntar o callar, la paciencia… No basta
con eso porque el acompañamiento es una escucha que intenta ser un en-
cuentro personal; hay que escuchar con los cinco sentidos. ¿Qué significa
escuchar con los cinco sentidos? ¿Para qué?
El para qué tiene que ver con los objetivos de la escucha de quien acom-
paña en el sufrimiento. Recuerdo brevemente algo que ya he apuntado
anteriormente: en el acompañamiento no se trata tanto de saber cuál es
el sufrimiento, sino de saber sobre todo cómo la persona afectada lo vive
para poder ayudar. Sabemos, por experiencia propia y ajena, que cuando
más nos afecta y perturba un sufrimiento tanto más nos cuesta expresarlo

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900 darío mollá llácer, s.j.

con palabras: no sólo por no encontrar las adecuadas, sino por resistencias
interiores que tienen que ver con profundos movimientos del corazón: el
reconocer nuestra debilidad, la culpa, la vergüenza, la resistencia a volver
a sentir el dolor, etc.
No olvidemos, además, que la escucha de quien acompaña en el sufri-
miento tiene otro objetivo: que la persona acompañada se sienta “en
casa”: en un “hogar” en el que el sufrimiento y los sentimientos que éste
provoca puedan ser expresados y vividos con una plena confianza, en in-
timidad, sin estar pendiente de las formas, con plena autenticidad.
La escucha del acompañante no es la del médico inquieto por acertar con
un diagnóstico y recetar la medicina adecuada, ni la del trabajador social
cuya preocupación es encajar a quien sufre en el recurso más idóneo, ni
la del juez preocupado por los datos necesarios para dictaminar una sen-
tencia justa… Es otra cosa, va más allá: intenta ser un encuentro personal.
Por ello es necesaria una escucha con todos los sentidos: en la que caben
también, y en ambas direcciones, la mirada, el gesto, la postura, el tacto3,
la expresión que acompaña a cada palabra, las lágrimas, las sonrisas, los
silencios, los énfasis, el tono de voz… Sólo así es posible captar lo que
cada sufrimiento concreto significa para quien lo padece. Y sólo desde ese
captar será posible que quien sufre se sienta no simplemente diagnostica-
do o atendido o juzgado, sino acompañado.
En el momento de esa escucha con los cinco sentidos comienza (y ese es
precisamente el compromiso y el riesgo) el camino del acompañamiento:
un camino compartido del que, de entrada, no se sabe mucho ni de la
duración, ni de las dificultades, ni del final… Pero sí, así es: acompa-
ñar al que sufre, si no es juego o pose, es compromiso con la persona
y abnegación del propio amor, querer e interés. Nada está garantizado
de antemano, pero hay una persona sufriendo y vale la “pena” ayudarla.
Ante una persona que sufre, esa ausencia de seguridad es precisamente la
garantía-credibilidad de la escucha, del encuentro.

3. Recordemos el “tocar” de Jesús a tantas personas cuyo sufrimiento quiere aliviar


o sanar.

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acompañar en el sufrimiento 901

2.2. “Me abrió los ojos” (Juan 9, 30)


Entornar o cerrar los ojos es un gesto casi instintivo de quien sufre. Un
gesto que puede significar repliegue sobre uno mismo, abandono, des-
confianza de cualquier ayuda exterior… Si el que sufre está en cama,
se entornan los ojos y se da una media vuelta sobre sí mismo: ¿rechazo?
¿desconfianza? ¿sentimiento de impotencia? El sufrimiento es invasivo y
totalizador: tiende a ocupar todo el espacio en la mente y en el corazón de
la persona; todo lo demás pierde relevancia hasta casi desaparecer.
Se pone entonces en marcha de un doble discurso encubridor y victi-
mista: el discurso del “nada” y el discurso del “nadie”. No se puede hacer
nada, no hay nada que yo pueda hacer, no me quedan fuerzas, para lo mío
no hay solución… y nadie entiende lo que me pasa, nadie tiene nada que
decirme, a nadie le importa lo mío, nadie se interesa por mí. La tentación
que acompaña a todo sufrimiento, las “redes y cadenas” que el enemigo
lanza sobre la persona que sufre, es la tentación de la impotencia, que se
manifiesta en ese doble discurso. Por eso, se cierran los ojos, nos damos
media vuelta y abandonamos.
Quien acompaña al que sufre tiene que hacer lo posible para ayudarle a
mantener los ojos abiertos para que sean capaces de ver más allá del momen-
to. No se trata de que yo le cuente al que sufre lo que ha de ver, porque si
soy yo el que se lo cuento le sonará a eso: a “cuentos”; se trata de evitar que
su sufrimiento le cierre los ojos, para que él descubra por sí mismo lo que el
sufrimiento puede ocultar. ¿Y qué es eso? ¿Ojos abiertos para ver qué?
Contra el discurso del “nada” el acompañante invita a ver y hacer memo-
ria de la propia historia. Porque sucede que el sufrimiento presente tiende
también a borrar el pasado. Como si nunca hubiera sufrido, como si nun-
ca hubiera tenido una dificultad. En este estado de amnesia parece que el
sufrimiento de ahora es el único y el más grande. Se olvidan, y eso es lo
peligroso, tantas dificultades superadas y tantos sufrimientos que nos han
hecho madurar y ser lo que somos. Porque somos lo que somos también,
y en gran medida, gracias a nuestros sufrimientos.
Esta mirada sobre la historia de nuestra vida y la historia de nuestro su-
frimiento nos permite situar en su justo lugar la dificultad presente y

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902 darío mollá llácer, s.j.

“recuperar” la memoria de nuestras propias capacidades y posibilidades


de hacer frente a aquello que nos hace sufrir. Por grande y doloroso que
sea nuestro sufrimiento siempre queda en toda persona humana capaci-
dad de hacerle frente. En las situaciones de sufrimiento, las posibilida-
des y capacidades humanas de afrontarlo no están destruidas o anuladas;
pueden estar inhibidas, afectadas o limitadas, pero están esperando que la
confianza las active. Y suscitar esa confianza del que sufre en sus posibili-
dades es tarea primordial del acompañante. De nuevo se nos hacen pre-
sentes las tan repetidas palabras sanantes de Jesús: “Tu fe te ha salvado”.
Y contra el discurso del “nadie”, el acompañante invita a una mirada
hacia afuera, que combate la tentación o tendencia a aislarse, a ence-
rrarse en sí mismo, a no confiar en nadie, tan propia de los momentos
de sufrimiento. Tendencia a no pedir ayuda que se justifica de mil ma-
neras y que no es, muchas veces, más que la vergüenza de manifestar la
propia debilidad, exagerada frecuentemente por el propio orgullo. No
se trata, evidentemente, de exponer en público el propio sufrimiento
y sus causas. Eso, tan rentable a veces en programas televisivos o redes
sociales, es sencillamente indecencia. Pero sí se trata de objetivar y de
ayudar a caer en la cuenta de que no hay sufrimiento tan excepcional
que no pueda ser ayudado ni tan repugnante que suscite un rechazo
universal.
¿Y Dios? Los creyentes que lo hemos tenido todo o casi todo en la vida
tendemos a pensar que el sufrimiento va asociado a la experiencia de
ausencia de Dios; algo así (y permitidme que lo formule de un modo un
poco simple y exagerado) como “a más sufrimiento, menos Dios”.
Últimamente mi experiencia de vida me lleva a reflexionar que, sin em-
bargo, no es así para quienes han vivido su fe, y una fe honda, desde una
vida de pobreza material, incluso de exclusión social. Alguien que lleva
tiempo en la cárcel exclamaba: “Lo he perdido todo: he perdido la casa,
he perdido el trabajo, he perdido la familia; sólo me queda Dios”. Esta es,
ciertamente, una experiencia de Dios mucho más honda que la mía y a
la que yo nunca llegaré. Yo nunca podré afirmar con esa radicalidad y
verdad “sólo me queda Dios”. En ella me resuena mucho del “sólo Dios
basta”, “te basta mi fuerza” de los grandes creyentes. Una experiencia de

Sal Terrae | 105 (2017) 895-906


acompañar en el sufrimiento 903

Dios mucho más pura y mucho más radical, mucho menos apoyada en
bienes o en éxitos. Mucho más gratuita.
Todo ello daría para una reflexión más honda4 sobre la relación entre la
experiencia de Dios y el sufrimiento, reflexión que no es éste el momento
de hacer ni soy yo la persona adecuada para hacerlo. Pero, al menos, quie-
ro dejar constancia de una cosa: que no necesariamente es válido el tópico
de que el sufrimiento siempre cierra la puerta al encuentro con Dios, ni
mucho menos. Eso es algo que quien acompaña en su sufrimiento a per-
sonas creyentes no debe ignorar.

2.3. Ayudar a discernir el sufrimiento


En la concepción ignaciana del acompañamiento éste va estrechamente
unido al discernimiento. El discernimiento como descubrimiento de la
presencia de Dios en la vida, presencia siempre amorosa, pero, precisa-
mente por amorosa, diversa en cada uno de los momentos de la vida. El
acompañado es permanentemente invitado a irle descubriendo y amando
en sus llamadas y presencias concretas y el acompañante es el que anima,
sugiere, apoya o propone en esa búsqueda. El acompañante sostiene en
momentos de desaliento y serena en momentos de euforia.
Esa dimensión de ayuda en el discernimiento, que tiene todo acompa-
ñamiento, está presente también al acompañar a quien sufre. Porque el
sufrimiento es tiempo y ocasión de discernimiento, aunque la fuerza el
dolor hace que, de entrada, la persona se sienta incapaz o se resista mu-
chas veces al discernimiento.
Por respeto a quien sufre y a su dolor no me suele gustar hablar del “buen”
sufrimiento o de la bondad del sufrimiento. Pero mi experiencia personal
y mi experiencia como acompañante me hacen reconocer que práctica-
mente no existe ningún sufrimiento “mudo”. Más pronto o más tarde
acabamos descubriendo que tras éste o aquel doloroso sufrimiento hay
una invitación, una llamada, una voz de alerta, un camino que se nos

4. Ver, a modo de ejemplo, el artículo de J.R. BUSTO, “El sufrimiento, ¿roca del
ateísmo o ámbito de la revelación divina?” Selecciones de Teología 49 (2010), 193.

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904 darío mollá llácer, s.j.

abre sobre cómo hemos vivido en el pasado, cómo estamos afrontando


el presente y cómo nos tendríamos que plantear el futuro. En el plano
individual y en el plano colectivo y social: los sufrimientos de las personas
son la mayor denuncia sobre las estructuras que generan ese sufrimiento.
“Escuchar” el sufrimiento, discernir lo que nos quiere decir, es, una tarea,
seguramente no de primera hora, pero sí de primera importancia de la
que no se debe prescindir. Y es tarea del acompañante invitar al acompa-
ñado que sufre a vencer sus comprensibles resistencias para, más allá del
primer momento de agitación y de lucha, abrir un tiempo a la serenidad
y la lucidez. Sobre uno mismo, sobre su modo de afrontar la vida, sobre
el mundo que le toca vivir y sobre el modo de posicionarse en él.
Sufrimiento “mudo” o sufrimiento “revelador”… como sufrimiento “es-
téril” y sufrimiento “fecundo”: alternativas que abre el modo concreto
como cada persona vive su sufrimiento. Sin negar (¡cómo podría hacer-
lo!) la existencia de sufrimientos que son un puro sinsentido o una mera
negación de todo lo humano, debo afirmar que todo acompañante ha de
tener bien claro que las posibilidades de hacer humanamente fecundo
nuestro sufrimiento son muchas y más de las que aparecen a primera vis-
ta. Esa convicción es básica para quien quiere acompañar a las personas
que sufren.
Será sabiduría y tarea del acompañante captar el momento oportuno y
encontrar el modo de abrir a quien sufre al discernimiento de la verdad
humana que late en el fondo de su sufrimiento.

3. “Me hice débil con los débiles… para salvar como sea a algunos”
(1Cor 9,22)

En esta parte última de mi reflexión quiero fijarme no en la acción exte-


rior, sino en el movimiento interior de quien quiere acompañar a otros en
su sufrimiento. Y no encuentro mejor formulación de lo que siento que
debo expresar que la frase de Pablo en su Primera Carta a los Corintios
que encabeza este apartado. Síntesis en dos partes: “hacerse débil con los
débiles” y “salvar como sea a algunos”.

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acompañar en el sufrimiento 905

De entrada, puede parecer paradójico que para acompañar lo débil haya


que hacerse débil. La lógica de nuestro mundo parece sostener que cuanto
más fuerte sea quien quiere acompañar a alguien débil más y mejor podrá
ayudarle. Sin embargo, la experiencia nos muestra con mucha frecuencia
que no es así. Por el contrario, el fuerte que lo fía todo a su fortaleza o
superioridad tiende a alejarse, despreciar o manipular al débil en lugar
de ayudarle. Y, entonces, el débil más que dejarse ayudar por quien se le
acerca se defiende o se esconde y/o se somete porque le teme y no confía
en esa persona.
“Hacerse débil” tiene, al menos, dos dimensiones que se necesitan mu-
tuamente para quebrar la lógica del poder, y por tanto de la dominación,
en quienes deseamos servir de ayuda en momentos de dificultad: una
dimensión de renuncia y otra de encarnación.
Renunciar ¿a qué? Renunciar a situarse “por encima” del otro desde cual-
quier forma de superioridad moral, renunciar al reproche y al juicio, renun-
ciar a argumentos preestablecidos, renunciar a utilizar la debilidad del otro
como argumento para afianzar mi propia estima, renunciar a establecer
cualquier forma de dependencia efectiva o afectiva, renunciar al uso de la
fuerza para precipitar procesos, renunciar a mis deseos de éxito fácil para mí
y lesivo para el otro, renunciar a “mi” tiempo corto en favor del tiempo lar-
go que el débil necesita… No son ni pocas ni fáciles esas renuncias. Tantas
veces caemos en la tentación de pensar “que no vale la pena”.
Todas esas renuncias nos “abajan” y nos ponen cerca: en ese lugar necesa-
rio donde el débil puede mirar a los ojos al que quiere ayudarle y donde
su mano, que no está para muchos esfuerzos, puede alcanzar la mano
de quien le puede ayudar a levantarse. De nuevo, los sentidos… todos
los sentidos. Encarnarse es situarse tan cerca que no sólo se escuchen
palabras, sino el aliento fatigoso y quebrado del que sufre; tan cerca que
se perciba la amargura del llanto cuando las lágrimas no asoman al exte-
rior. Situarse tan cerca que el débil pueda escuchar el latido del corazón
afectado y herido de quien quiere acompañarle. Para que verdaderamente
sienta “que vale la pena”.
“Salvar a algunos”. A unos pocos, ni siquiera a la mayoría. Es el otro gran
desafío de quien quiere acompañar a las personas que sufren: el desafío

Sal Terrae | 105 (2017) 895-906


906 darío mollá llácer, s.j.

de experimentar su propia impotencia sea a corto plazo o a largo plazo.


¡Qué duro es sobrellevar el sentimiento de impotencia cuando se pone en
juego todo lo que se sabe y se puede en favor de ayudar a otra persona
y, por mil razones, tanto esfuerzo no da fruto! Sucede, además, que con
frecuencia esa impotencia se siente con más fuerza cuando mayor es el
deseo de ayudar bien por la gravedad del sufrimiento, bien por el cariño
o el compromiso con la persona que sufre. Cuanto más te importa que tu
acompañamiento sea ayuda para el otro, más duele el fracaso.
Últimamente estoy experimentando con fuerza una nueva y dolorosa
forma de impotencia: la impotencia que se siente cuando puedes poner
remedio al sufrimiento o a algunas de sus causas y no debes hacerlo, por-
que no debes suplir el esfuerzo que la persona acompañada ha de asumir,
ni facilitar atajos engañosos. No desplegar esa fuerza es una forma de
impotencia que golpea con dureza a quien la sostiene, pero que, simultá-
neamente, abre una incondicional confianza en quien la percibe.
Situándome, de nuevo, en la perspectiva ignaciana que mencionaba al
comienzo, al hablar de acompañamiento, todo este conjunto de actitudes
que acabo de mencionar: renuncia, abajamiento, vivencia de impoten-
cia… me remiten a una palabra que las engloba a todas y que, sí, es la
clave de quien quiera acompañar a las personas en sus sufrimientos: la ab-
negación, el “salir del propio amor, querer e interés”, el dejar de lado tan-
tas pretensiones mías para asumir la dureza de caminar con el que sufre.
Pero ése es el modo más cierto para abrir a quienes sufren el portillo de
la esperanza. Porque la llave para abrir esa puerta que parece que el su-
frimiento cierra a cal y canto no es otra que el experimentar que pese a
todo hay personas a las que no les importa compartir el camino contigo
en tu sufrimiento. Y no hacen falta ni palabras ni varitas mágicas: basta,
sencillamente, sentirse acompañado.

Sal Terrae | 105 (2017) 895-906


907

El acompañamiento en la
escuela.
Límites y posibilidades
J orge E nríquez M uñoz , S.J.*

Fecha de recepción: septiembre de 2017


Fecha de aceptación y versión final: octubre 2017

Resumen
La misión de los colegios católicos recoge la promoción del encuentro con Dios, y
la comprensión de la vida desde el ideal del Evangelio, como uno de sus objetivos
fundamentales. Es una concepción que plantea el horizonte de la vocación cris-
tiana, es decir, la respuesta a la llamada de Dios que toda persona experimenta.
El acompañamiento en la escuela surge con el deseo de ayudar a los alumnos a
comprender y situarse en la vida en esta clave creyente. Aportar algunas claves
prácticas para el desarrollo de este proceso es el objetivo de este artículo.
Palabras clave: acompañar, espiritual, escolar, proyecto.

Accompaniment in schools.
Limits and possibilities.

Abstract
The mission of Catholic schools comprises the promotion of encountering God
and the understanding of life from the ideal of the Gospel as one of its main
objectives. It is a conception that contemplates the horizon of the Christian
vocation; in other words, answering God’s call, which everyone experiences.

* Profesor y pastoralista en la escuela Sagrado Corazón de Logroño. Acompañante


y formador en el curso Espiritualidad Ignaciana y acompañamiento. jenriquez@
jesuitas.es

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


908 jorge enríquez muñoz, s.j.

Accompaniment in schools arises with the desire to help students to understand


and to place itself in the lives of these key believers. The aim of the article is to
provide some key practices in undertaking this process.
Key words: accompany, spiritual, schools, project.

1. Introducción1

La inquietud por el acompañamiento, y las referencias al mismo desde los


equipos de pastoral, coincide con la irrupción en la sociedad de términos
como coaching, mindfulness o interioridad. Sea, o no, coincidencia, hay una
necesidad de orientación en la propia vida. No convertir el acompañamien-
to en otra moda de nuestro tiempo es, a la vez, oportunidad y reto2.
El acompañamiento o dirección3 espiritual no es algo nuevo en la tradi-
ción cristiana. Dos ejemplos nos ayudan a situarnos. En 1Sam 3, 1-10 el
sacerdote Elí ayuda a Samuel, aún niño, a entender lo que pasa con esa
llamada que escucha en la noche. Elí acoge, escucha y muestra a Samuel

1. Este artículo es posible gracias al trabajo del equipo que ha formado parte del
curso de Espiritualidad ignaciana y acompañamiento. Marta, Enric, Darío, Ma-
rroquín, Irune, Koldo, Óscar y Manuel, y los que han contribuido a su diseño
y evaluación en estos años. La presentación que realizo, pretende ser concreta
partiendo de la realidad que conozco. Lo que aquí expongo es reconocible como
propio y extrapolable a otras espiritualidades y contextos educativos.
2. Este interés por recuperar el acompañamiento espiritual se encuentra también
en el II Encuentro de equipos de pastoral juvenil de la Conferencia Episcopal
Española. La ponencia final del encuentro presenta una visión y unas concre-
ciones que merece la pena leer y trabajar. Véase: C. Escribano, II encuentro de
equipos de pastoral juvenil. Ponencia final: Conclusiones y propuestas, en línea,
http://www.pastoraldejuventud.es/wp-content/uploads/2017/06/Ponencia-
final-EPJ-Hacia-una-Pastoral-Juvenil-del-Acompa%C3%B1amiento-Mons.-
Carlos-Escribano.pdf (Consulta el 23 de agosto de 2017).
3. La discusión terminológica entre «acompañamiento» y «dirección» espiritual es
interesante y lleva a planteamientos de fondo que no son desdeñables. En este
artículo usaré solo el término «acompañamiento» para referirme a la labor que
realiza un adulto en el contexto escolar para ayudar a comprender sentimientos,
mociones, luces y sombras en la búsqueda por la respuesta a la llamada de Dios.

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


el acompañamiento en la escuela 909

el camino a seguir: «habla Señor que tu siervo escucha». El relato de los


discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) es el relato icónico que se emplea
para explicar qué es el acompañamiento espiritual. En este relato se parte
de la interpretación de unos hechos, la interpelación a esa forma de com-
prender lo sucedido mediante la Escritura, y la apertura a una realidad
nueva desde una nueva comprensión de la propia experiencia.
¿De qué hablamos cuando decimos acompañar? ¿Qué entendemos por
acompañamiento espiritual en la escuela? ¿Cuáles son las bases sobre las que
asentar este proyecto? ¿Qué actividades hemos de tener en cuenta y cómo
podemos aprovecharlas? Son las preguntas que voy a intentar responder a
lo largo de este artículo que pretende ser propuesta de trabajo y discusión.

2. Tipología del acompañamiento

Podemos establecer una primera clasificación respondiendo a la pregunta


sobre el contenido, es decir, ¿qué acompañamos? En el contexto escolar,
hablamos de acompañamiento en tres ámbitos: tutorial, pastoral y espiri-
tual. En este artículo desarrollaré el espiritual. Las claves para entender y
organizar cualquiera de los tipos son comunes, la diferencia se centra en
cómo abordamos lo religioso. Es inevitable que, cuando acompañamos,
aparezcan elementos de los tres tipos. Lo que debemos cuidar es saber en
qué aspectos tengo que fijarme con más atención.
Encontramos una segunda clasificación –ambiental, grupal y personal–4
respondiendo a la pregunta ¿cómo acompañamos? Veamos brevemente
qué podemos decir de cada uno de estos tres tipos.
Ambiental. Lo exterior ayuda a crear un clima adecuado (una sala de-
corada con gusto, carteles, espacios adecuados para la oración y los sa-
cramentos), pero lo decisivo es la cultura religiosa del centro. Esto se

4. Recomiendo la lectura del capítulo dedicado a este tema por Óscar Alonso; es
sugerente y plantea esta división con amplitud. Cf. O. Alonso Peno, Acom-
pañar. El acompañamiento pastoral a los adolescentes en la escuela, PPC, Madrid
2008, 137-157.

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


910 jorge enríquez muñoz, s.j.

manifiesta en las prioridades de los planes estratégicos, en la asignación de


tiempos, en las relaciones personales, en el compromiso social, en lo que
valoramos y premiamos. Más que hablar de acompañamiento ambiental
prefiero el término cultura de centro.
Grupal. El acompañamiento de grupos está relacionado con la finalidad
y el sentido que damos a cada grupo. El que acompaña un grupo está
pendiente del desarrollo de la actividad, de la forma de interactuar, de la
comprensión, de las dudas, del lenguaje no verbal, de los que se quedan
al margen. Acompañar significa proponer un camino, ayudar a recorrerlo
y confrontar al grupo indicando cómo va siendo este caminar, sus lo-
gros y sus retos.
Personal. El acompañamiento personal puede realizarse bien a lo largo de
un periodo de tiempo (curso escolar, etapa, proceso de catecumenado),
bien en experiencias puntuales como retiros, peregrinaciones o campos
de trabajo (voluntariado que aúna la acción social con la reflexión desde
la fe). Es el tipo de acompañamiento que identificamos como tal, y es
en el que podemos ayudar más porque nos centramos en el recorrido
de una sola persona. Establecer un acompañamiento personal requie-
re una pedagogía adecuada que implica a las dos partes y que presupone
una preparación del encuentro tanto por parte del acompañante como
del acompañado.

3. Qué entendemos por acompañamiento espiritual en la escuela

¿Qué es? El acompañamiento espiritual en la escuela pretende ayudar al


alumno a comprender su vida desde la fe y a ir tomando decisiones como
respuesta a una llamada. Aunque es posible que un alumno en sus últimos
años de edad escolar elija su proyecto vital en la clave llamada-respuesta,
no es lo más habitual. Elecciones significativas se realizan cuando aún no
se ha alcanzado una suficiente madurez personal. En estas edades, la in-
fluencia familiar, como no puede ser de otra manera, sigue siendo deter-
minante. En términos parecidos podemos referirnos a la presión de una
sociedad que nos indica, desde sus valores, lo que es bueno o no estudiar,
o lo que es propuesto como deseable para un proyecto de vida.

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


el acompañamiento en la escuela 911

Al utilizar el adjetivo espiritual estamos indicando el tipo de acompaña-


miento que ofrecemos. No se trata de hablar con alguien de su situación
personal, de su vida colegial y plantearnos cómo le pregunto por su fe,
por Dios, o por su compromiso eclesial. Planteando el acompañamiento
a propósito de experiencias concretas (cotidianas o puntuales), presenta-
das como cauces de encuentro con Dios, conseguimos definir mejor el
contexto espiritual y centrar el contenido del acompañamiento. Eso sí,
tendremos que preguntarnos si el tipo de actividades que desarrollamos
explicitan la fe y favorecen el encuentro personal con Dios.
¿Qué acompañamos? Si entendemos bien el acompañamiento como esa
ayuda para comprender la vida a la luz de la fe, y ese proyecto que se
configura como respuesta a una vocación, la respuesta a la pregunta sobre
¿qué acompañamos? queda clarificada. Acompañamos la vida en su tota-
lidad, no podemos separar sentimientos y mociones por lugares de proce-
dencia. Sería algo así como afirmar que Dios solo nos habla en la oración.
Claro que ésta es un momento privilegiado de encuentro con Dios, pero
no es la única forma mediante la cual se hace presente. Cuando recibimos
a un acompañado le preguntamos por aquellas actividades que hemos ido
planteando, como itinerario, sin excluir en el diálogo otras situaciones
que debemos escuchar, acoger y ayudar a comprender.
¿Qué dificultades podemos encontrar? La fundamental es que estamos ha-
blando, salvo excepciones, de personas no adultas. No son adultas ni en
su fe, ni en su identidad personal. Identidad que están construyendo
en relación con ellos mismos, con sus familias, con sus iguales, con los
estudios, con la sociedad. Esta dificultad nos llevará a buscar el tipo de
acompañamiento más adecuado para cada edad, plantearnos si es bue-
no acompañar en todos los cursos o establecer un proceso graduado de
iniciación.
Además, en el contexto escolar, existe la dificultad de que quien acom-
paña lo hace siendo profesor y, en muchas ocasiones, también tutor. Esta
concentración de roles puede suponer confusión tanto para el acompa-
ñado como para el acompañante. El ideal es que el acompañante tenga
cierta relación con el acompañado, pero no sea su tutor de aula.

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


912 jorge enríquez muñoz, s.j.

4. Bases para un proyecto viable


No podemos plantear un proyecto de acompañamiento en el colegio si
éste no se entiende como un centro evangelizador. ¿Qué significa esto?
Que el ambiente del centro ha de transparentar el ideal del Evangelio. La
referencia a Dios no es un adorno piadoso de nuestra labor docente sino la
clave de bóveda de nuestra labor educativa.
En un proyecto de acompañamiento tenemos que tener en cuenta los si-
guientes elementos que iremos desarrollando5: el claustro, el alumnado,
las familias, los acompañantes, los que van a ser acompañados, el proceso
pastoral que va a ser la materia del acompañamiento. Junto a estos hay
otros elementos físicos que tienen que ver fundamentalmente con el lugar
o los lugares donde se va a desarrollar el acompañamiento y los tiempos
destinados a tal efecto.
Proceso pastoral. Entendemos que a la hora de plantear el acompañamien-
to espiritual en la escuela partimos de una serie de experiencias y activi-
dades que se realizan y se proponen a lo largo del curso estructuradas en
torno a un proyecto pastoral.
Al menos deberíamos poder contar con una oración diaria (de la mañana
o examen ignaciano al final de la jornada), una experiencia significativa
que puede ser puntual (retiro, Pascua juvenil) o a lo largo de un periodo
de tiempo (voluntariado social) y una actividad de verano (Camino de
Santiago, campos de trabajo). Estos tres tipos de experiencia forman un
eje sobre el que poder plantear el acompañamiento.
Claustro, alumnado y familias. Es necesario que la comunidad educativa
conozca que hay, o va a implantarse, un proyecto de acompañamiento es-
piritual, con la misma naturalidad como informamos sobre los proyectos
de mediación escolar, bilingüismo, intercambios, etc.
Acompañantes. El acompañamiento espiritual requiere del que acompaña
una serie de habilidades para favorecerlo. No es ni una entrevista más, ni

5. No pretendemos ser exhaustivos en la enumeración sino señalar aquellos ele-


mentos que son fundamentales. Evidentemente no se puede plantear un pro-
yecto, por modesto que sea, sin la colaboración del equipo directivo

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


el acompañamiento en la escuela 913

una forma de decirle a la persona que tenemos delante lo que tiene que
hacer con su vida. Ese equilibrio entre escuchar, sugerir, ofrecer, esperar,
es una cualidad que podemos educar y es una herramienta que nos permi-
te profundizar en los procesos personales generados por la labor pastoral
y educativa que realizamos.
El equipo de acompañantes tiene que haber realizado, en lo posible, una
experiencia significativa de ejercicios espirituales, ser acompañados espi-
ritualmente, recibir una formación suficiente y ser acompañados en su
tarea. La formación, por buena que sea, no suple un cierto proceso de
aprendizaje práctico, compartido con otros que acompañan y apoyado
por alguien con más experiencia que ayude a enfocar las situaciones que
presenten alguna dificultad.
Acompañantes y tutores. El acompañante espiritual no es un segundo tu-
tor. El acompañamiento espiritual tiene su propia dinámica al igual que
la acción tutorial tiene la suya. En el acompañamiento surgen situacio-
nes relacionadas con la vida escolar (académicas, amistades, situaciones
familiares complejas) que el acompañante aborda desde su perspectiva.
Si el acompañante viera que es necesario que el tutor o la familia conoz-
can algo con más detalle, puede animar al acompañado para que sea éste
quien lo haga, o bien le dé permiso al acompañante para decirlo.
No debería darse el caso de que tutor y acompañante fueran la misma
persona. La distinción de roles ayuda a crear y mantener un clima de con-
fianza. Igualmente sería bueno, aunque entiendo que ya más difícil por
cuestiones organizativas del centro, que el acompañante no fuera parte
del profesorado que da clase en ese momento a la persona acompañada.
Acompañados. Debemos elegir el grupo que queremos acompañar. No
podemos acompañar a todos los alumnos, ni podemos acompañar de la
misma forma al alumnado de primaria que al de bachillerato (por citar
dos ejemplos fácilmente identificables). La elección de este grupo depen-
derá de las posibilidades del centro y, sobre todo, de qué proceso pastoral
queremos acompañar.
Los alumnos acompañados tienen que saber qué se va a hacer, en qué
consiste eso del acompañamiento y, especialmente, sentirse libres a la

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


914 jorge enríquez muñoz, s.j.

hora de comenzar un proceso así. Cuando hablo de libertad me refiero


fundamentalmente a dos cosas: no coaccionar y asegurar la discreción de
lo que se habla. La relación entre las dos personas tiene que estar mediada
por la confianza; sin ella el acompañamiento se convierte en formalismo.
Espacios. No cualquier espacio es idóneo para el acompañamiento, ni
todo acompañamiento tiene que realizarse en una sala o despacho. Lo que
hay que buscar es un lugar tranquilo libre de distracciones y que permita
un cierto espacio vital. La excesiva cercanía puede generar incomodidad a
la hora de expresarse; la lejanía, al contrario, desinterés.
Pensando en un tipo de sala para entrevistas habría que contar con dos
sillas cómodas (más, si se va a recibir a más alumnos a la vez), una mesa
no muy grande ni muy alta (para evitar parapetarse detrás de ella), de-
coración alegre, luminosa, y que disponga de un ojo de buey o ventana
transparente en la puerta. Disponer de algunas hojas de papel, colores,
lapiceros, puede ser de ayuda cuando la conversación no es fluida, o para
proponer una pequeña tarea hasta la próxima entrevista.
Tiempos. En el contexto escolar este es un punto que genera inquietud y
plantea problemas de diversa índole. Esta problemática ha de ser abor-
dada en su complejidad porque, a la larga, es la que va a permitir que el
proyecto sea sostenible.
a) Tenemos que determinar cuándo se realiza el acompañamiento: en
el horario lectivo, o fuera de él. Si el grupo o grupos elegidos rea-
lizan su actividad fuera del horario escolar, es mejor que el acom-
pañamiento se haga en ese contexto que es el que le da sentido y
desde donde se propone.
En el caso de desarrollarse en el horario escolar hay que decidir en
qué horas se hace, a qué profesores y materias afecta y comunicarlo
al inicio del curso. Las horas estarán en función de la asignación del
profesor que va a acompañar, estableciéndose un calendario con las
entrevistas.
b) ¿Cómo asignamos el tiempo que vamos a dedicar? Partimos de la
premisa de que el acompañamiento es una opción del centro, en
la que el profesorado implicado participa desde el convencimiento

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


el acompañamiento en la escuela 915

de que es algo de gran ayuda para los alumnos en su maduración


personal y en su forma de vivir la fe.

Podemos pedir que el colegio libere horas a los que van a acompañar, o
que el profesorado que acompaña busque un hueco en su horario, o fuera
de él, para poder hacerlo. Las dos soluciones presentan sus ventajas e
inconvenientes. No debemos olvidar que el laicado no sustituye a la vida
religiosa, son vocaciones diferentes que colaboran en una misión. No es
solo un problema exclusivamente económico. De fondo está la pregunta
de si puede acompañar adecuadamente quien está a muchas cosas6. La
solución vendrá desde una adecuada selección de objetivos, del diálogo, y
de la organización y asignación de los recursos disponibles en función de
lo que hemos definido como prioritario.

5. Actividades sobre las que construir un proceso de acompaña-


miento

Como he indicado más arriba, el proyecto de acompañamiento espiritual


se ha de edificar sobre la base de actividades y experiencias que favorez-
can el desarrollo religioso de los alumnos y que sirva de materia concreta
sobre la que establecer el diálogo entre acompañante y acompañado. Vea-
mos alguna de ellas7.
– Oración de la mañana. Existen modalidades diversas que van desde
el rezo de una oración, hasta el empleo de la libreta espiritual, pasan-
do por los impulsos del día (frases no necesariamente religiosas que
ayudan a comenzar el día). Generamos una posibilidad concreta de

6. Hay una pregunta de fondo que tiene que ver con las prioridades apostólicas, no
solo a nivel de cada centro, sino a nivel de congregación religiosa o diócesis. En
este sentido, es interesante el planteamiento de Enric Puiggròs, sj, abordando
el tema de la vocación señala tres dificultades que tienen su paralelismo en el
nivel colegial. Cf. E. Puiggròs, «Un futuro (im)posible. Hacia una estrategia
vocacional “realista”»: Sal Terrae 104 (2016), 814.
7. Tanto materiales como guiones posibles para el desarrollo de estas actividades se
pueden encontrar en: www.lineasdefuerzasj.com

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


916 jorge enríquez muñoz, s.j.

acompañamiento si al terminar la oración dejamos un tiempo breve


para que los alumnos escriban, o dibujen, en su cuaderno. Un es-
quema parecido se podría utilizar en la Eucaristía (bien al comenzar,
como forma de situarme en ese dónde voy y a qué, en el momento
de la comunión como diálogo con el Señor, o al terminar).
– Examen (ignaciano) del día8. El examen supone dedicar un tiempo
al final de la jornada (en el aula o en casa) o al final de la semana para
preguntarme cómo Dios se ha hecho presente en mi vida. La formu-
lación de las preguntas y la forma de realización puede cambiar en
función de la edad y del grupo que manejamos.
– Taller de interioridad. Otra actividad que puede desarrollarse en
cualquier etapa. Además de ayudar a explorar sentimientos y emo-
ciones, nos introduce en el silencio como una realidad amable.
– Libreta espiritual. A diferencia del cuaderno, que es algo que crea-
mos desde un principio, la libreta propone una serie de oraciones-
reflexiones con periodicidad semanal. En ella podemos incluir pá-
ginas en blanco de forma que la libreta se convierta también en el
cuaderno donde poder escribir sobre otros momentos a lo largo del
año. La libreta espiritual está concebida de una forma gradual tra-
zando un itinerario a lo largo de distintos cursos.
– El grupo pastoral o centro pastoral. Es un espacio privilegiado para
el encuentro con los alumnos en diferentes cursos, en muchos ca-
sos se combina lo lúdico con actividades pastorales y donde pue-
den surgir conversaciones relacionadas con lo trabajado en los gru-
pos o en las otras actividades. Hasta este momento estamos en un
acompañamiento grupal. El paso al acompañamiento personal se da
aprovechando la participación en alguna de estas actividades antes
mencionadas, o el deseo de participar en ellas. Se tiene una primera
charla preguntando, entre otras cosas, qué tal han ido las cosas, qué

8. Una visión general sobre lo que es el examen ignaciano puede encontrarse en:
P. Cebollada, «El examen ignaciano. Revisión y equilibrio personal»: Manresa
81 (2009), 127-139.

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


el acompañamiento en la escuela 917

es lo que más le gustó, o por qué está interesado en apuntarse a una


actividad concreta. Una vez terminado este primer encuentro más
informal se le pregunta a la persona si le gustaría poder hablar sobre
estos temas en encuentros parecidos.
– Taller Decidir a la ignaciana (DALI). Una serie de cuatro talleres que
presenta de una forma adaptada qué es el discernimiento y cómo
emplearlo para nuestra vida. Aprendo a escuchar a Dios que me ha-
bla para elegir. Estos talleres requieren de un contexto y un tiempo
adecuados para su realización. En principio están pensados y diseña-
dos para trabajar con adolescentes.
– Acompañamiento en experiencias de varios días. Las experiencias de
este tipo suelen ser momentos fundamentales por su intensidad
y temática. Se puede pedir que cada día el participante escriba en
una hoja (anónima, o no) qué está aprendiendo en el grupo, qué
le ayuda más, qué dificultades encuentra y si hay algo que le está
cuestionando sobre su vida, sus sueños e ideales. Si la reflexión no es
anónima se puede dar una sencilla respuesta. Otra forma de hacerlo
es teniendo una charla cada dos días (esto dependerá de la duración
de la actividad y de la disponibilidad de acompañantes). Al regreso
es sencillo plantear la invitación para un acompañamiento más pro-
longado en el tiempo, porque ya se sabe en qué consiste fundamen-
talmente.
– La entrevista personal9. Aunque es fácil reducir el acompañamiento
a la entrevista, es bueno recordar que por sí misma, puede ser vacía.
Gracias a la entrevista ayudamos al acompañado a ir dando sentido
a su vida, a comprenderla como persona amada y llamada por Dios.
Quien decide, quien recorre el camino es la persona acompañada, el
acompañante ilumina y sugiere.

9. Sobre la realización de la entrevista personal, tipos de preguntas y confrontación


véase como ejemplo: M. Marroquín Pérez, Modelo de entrevista de relación de
ayuda (MERA), Universidad de Deusto. Departamento de Publicaciones. Serie
de materiales didácticos 15, Bilbao 2004.

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


918 jorge enríquez muñoz, s.j.

En la entrevista debemos prestar atención al lenguaje no verbal.


Este tipo de lenguaje ayuda mucho al acompañante porque nos
indica si hay posturas defensivas, bloqueos, distracciones, emo-
ciones al hablar. Sin olvidarnos que también el que acompaña
puede transmitir prisa (mirando el reloj repetidamente), desinte-
rés (consultando el móvil o el ordenador), y un buen número de
situaciones.
Una posibilidad para la entrevista personal es realizarla con dos o
tres personas a la vez. Esto tiene sentido al inicio del proceso de
acompañamiento porque sirve como banco de pruebas y ayuda a
limar las reticencias iniciales y a aprender con la práctica. Creo que
es la mejor modalidad si la entrevista personal se realiza ya desde
primaria.
En el proceso de la entrevista podemos distinguir los siguientes pa-
sos: convocatoria (es algo voluntario a lo que el acompañado acude
sabiendo qué va a hacer y por qué quiere ir), encuentro (la acogida
es fundamental, una sonrisa, esperar de pie, son solo algunos gestos
sencillos que facilitan el diálogo), preguntas iniciales (desde el qué
tal estás se comienza con una serie breve de preguntas que permiten
conocer el estado de ánimo del acompañado), preguntas para pro-
fundizar (son aquellas mediante las cuales nos acercamos a lo que el
acompañado está viviendo, nos ayudan a entender y a situarle en su
realidad), tarea y despedida (antes de despedirnos, también de forma
amable, puede ayudar mandar una pequeña tarea para que realice el
acompañado relacionado con lo que se ha tratado, o bien preparán-
dole para una actividad futura).

6. Conclusión

«Nuestra meta y objetivo educativo es formar hombres que no vivan


para sí, sino para Dios y para su Cristo; para Aquel que por nosotros
murió y resucitó, hombres para los demás, es decir, que no conciban
el amor a Dios sin el amor al hombre, un amor eficaz que tiene como
primer postulado la justicia y que es la única garantía de que nuestro

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


el acompañamiento en la escuela 919

amor a Dios no es una farsa, o incluso un ropaje farisaico que oculte


nuestro egoísmo»10.
Alcanzar esta meta requiere del concurso de la comunidad educativa, así
como de la integración de las distintas dimensiones educativas que for-
man parte de los idearios de nuestros centros. El acompañamiento, en
cualquiera de sus niveles (tutorial, pastoral, espiritual), ayuda a la integra-
ción de esas dimensiones llevando, en último término, al horizonte del
planteamiento de la vida cristiana como vocación y, por tanto, ayudando
a formular esa respuesta.
El trabajo del acompañamiento espiritual en la escuela es un trabajo a
largo plazo, no podemos evaluarlo en términos de cuántos alumnos par-
ticipan, sino en términos de cómo ayuda en el crecimiento de los que
participan. Si hemos empezado un proyecto de acompañamiento tendre-
mos que ser pacientes y confiar que hay un tiempo para sembrar y otro
para cosechar. Los frutos del acompañamiento espiritual no se verán sino
con el paso del tiempo.
Por último, no debemos olvidar que es el Señor el que construye la casa.
Nosotros ponemos medios para ayudar a que el encuentro personal con
Dios sea posible y a ofrecer claves de interpretación. Es necesaria una
vinculación con la pastoral posterior a la etapa colegial para ofrecer cauces
de crecimiento en la fe a los alumnos que irán terminando una etapa en
sus vidas.

10. El discurso completo se encuentra publicado en: «Iglesia y justicia. Actas del X
Congreso de la Confederación Europea de Asociaciones de AA.AA. de Jesuitas».
Valencia (España), 29 julio - 1 agosto 1973, 92-118

Sal Terrae | 105 (2017) 907-919


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El liderazgo ignaciano
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El factor humano en las organizaciones es clave para lograr los fines que
se pretenden. En la espiritualidad ignaciana hay pautas propias que son
muy útiles para el liderazgo y que, de hecho, permiten que miles de ins-
tituciones renueven constantemente el servicio que realizan. Estudiar las
buenas prácticas de la Compañía de Jesús, una organización con casi qui-
nientos años de historia, puede dar luz en temas tan fundamentales como
la relación humana, el gobierno y el liderazgo.

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921

LA FAMILIA
¿Qué es la familia cristiana?
La que vive en el espíritu
de cristo las alegrías y penas
del hogar
J avier de la T orre *

Fecha de recepción: septiembre de 2017


Fecha de aceptación y versión final: octubre de 2017

Resumen
El artículo pretende responder a la pregunta por la identidad de la familia cris-
tiana desde tres perspectivas. La primera es desde la vida pública de Jesús, la se-
gunda desde la vida familiar de las primeras comunidades cristianas (s. II y III) y
la tercera desde el corazón del papa Francisco a través de su exhortación apostóli-
ca Amoris laetitia. La respuesta es más sorprendente de lo que la mayoría piensa.
Palabras clave: familia cristiana, Amoris laetitia, Jesús
Abstract
The article aims to answer the question of the identity of the Christian fa-
mily from three perspectives. The first is from the public life of Jesus, the
second from the family life of the Christian communities (s. II y III) and
the third from the heart of Pope Francis through his apostolic exhortation
Amoris laetitia. The answer is more surprising than most people think.
Key words: Christian family, Amoris laetitia, Jesus

* Profesor de Teología Moral. Universidad P. Comillas. jtorre@comillas.edu

Sal Terrae | 105 (2017) 921-933


922 javier de la torre

¿Es la familia cristiana aquella que tiene muchos hijos? No; muchas veces,
no ¿Es la familia cristiana aquella en que todos son buenas personas? No; mu-
chas veces, no. ¿Es la familia cristiana la comprometida socialmente con los
más pobres? No; muchas veces, no. ¿Es la familia cristiana la que permanece
unida a pesar de las dificultades? No; muchas veces, no. Entonces ¿cuál es la
familia cristiana? La verdadera familia cristiana es aquella en que dos o más
personas de la familia buscan poner a Cristo en el centro del hogar, en medio
de sus alegrías y sus penas y confían sus esperanzas y desesperanzas a Cristo.
La familia cristiana es aquella en la que varios de sus miembros quieren
acoger y buscar a Cristo y ponerle en el centro del hogar para que sus ale-
grías y penas, sus limitaciones y dificultades, sean iluminadas por su luz
y su gracia. ¿Qué supone colocar a Jesucristo y el Evangelio en el centro
de la familia? Responderemos con tres momentos. Una mirada a Jesús
y su vivencia de la familia, una mirada a las familias de las primeras co-
munidades cristianas y una mirada a la familia desde el corazón del papa
Francisco.

1. Jesús de Nazaret y la familia

Lo más sorprendente es comprobar que Jesús vivió la incomprensión de su


propia familia. La familia de Jesús pensaba que estaba loco y rechazaba su
actividad (Mc 3, 21). Probablemente sus familiares no llegaran a convertir-
se en discípulos o por lo menos no lo hicieron hasta el final de su vida. Ade-
más, no sólo su familia sino sus paisanos no le comprenden y le rechazan.
Se escandalizan de su enseñanza y de los milagros que realiza: “Sólo en su
tierra, entre sus parientes y en su casa, desprecian a un profeta” (Mc 6, 4).
Jesús alude a la falta de fe que encuentra en su ambiente (Mc 6,6; Mt 13,
58). La familia cristiana no es aquella en que no hay problemas, dificulta-
des, tensiones1. La familia cristiana no es una familia perfecta.
Jesús acogió, curó y cuidó en su vida pública a muchas mujeres en situa-
ción de vulnerabilidad. “Le acompañaban los Doce y algunas mujeres que

1. Cfr. J. DE LA TORRE, Jesús de Nazaret y la familia, San Pablo, Madrid 2012.

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¿qué es la familia cristiana? 923

habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llama-


da Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de
cusa, un administrador de Herodes, Susana y otra muchas que les servían
con sus bienes” (Lc 8, 2-3). Jesús se encuentra y acoge a la samaritana que
ha tenido cinco maridos, a la adúltera, a mujeres extranjeras como la siro-
fenicia, a la mujer “impura” con flujos sangre, etc.
Jesús acoge a los niños en una época en que los pequeños no eran mimados
y los padres podían venderlos como esclavos. “Dejad que se me acerquen
los niños, no se lo impidáis, porque a los que son como ellos pertenece el
Reino de Dios…Y abrazaba a los niños, y los bendecía imponiéndoles las
manos” (Mc 10,13-15).
Jesús se acerca con cariño a muchas familias rotas por la enfermedad, el dolor,
la muerte. Jesús acoge a padres preocupados por sus hijos enfermos: el
muchacho epiléptico (Mc 9,17-24), la mujer cananea (Mc 7, 25-30), la
hija de Jairo (Mc 5, 22ss), el funcionario real (Jn 4, 46-53). Jesús acoge a
padres que lloran a sus hijos muertos: viuda de Naím (Lc 7,11-15). Jesús
consuela a Marta y María que lloran a su hermano fallecido (Jn 11,1 ss).
Jesús escucha a los padres que hablan de su hijo ciego de nacimiento
(Jn 9, 18-23). Jesús cura la enfermedad de la suegra de Simón Pedro
(Mc 1, 30-31). Jesús se encuentra con esa gran mayoría de familias pobres
(un 70% de la población) que viven en casas pequeñas donde la malnu-
trición, la falta de higiene y la falta de recursos hacen que el número de
miembros sea pequeño pues viven en el límite de la existencia.
Jesús acoge a algunos discípulos que quedan en situación de fragilidad por
seguirle. Los primeros discípulos lo primero que hacen es abandonar a su
padre (Mt 4,20.22; Mc 1, 20; Lc 5, 11). Pedro y Andrés dejan su oficio.
Santiago y Juan no sólo abandonan las redes y la barca sino a su padre
Zebedeo poniendo en peligro la continuidad de la familia. Aunque pa-
rece que no todos sus discípulos abandonan del todo a sus familias para
seguirle (Pedro va con él a su casa, también Leví y tal vez Santiago y
Juan), Jesús recomienda a los discípulos que han tenido que abandonar
sus familias o que han tenido problemas con sus familias las actitudes
propias de los mendigos como pedir con confianza, no estar preocupa-
dos por las cosas materiales, no atesorar en este mundo. Estas actitudes

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924 javier de la torre

estaban enraizadas en la propia experiencia de Jesús de un Dios padre que


proporciona vestido, comida y cuidados (Mt 5-7). La fragilidad de sus
discípulos y la suya con las familias les hace poner su confianza en el Dios
padre del cielo.
Jesús sale a los caminos de Galilea y se encuentra con muchas personas
que ni tenían casa ni familia estable ni apoyos familiares: leprosos, mendi-
gos, ladrones, bandidos, viudas empobrecidas, huérfanos y desheredados.
Estos componían la clase más baja y constituían el 15-20% de la pobla-
ción. Son los sin familia.
Jesús cree en un Dios que es para todos. Sus comidas con publicanos y
pecadores reflejaban que el reinado de Dios no estaba reservado a unos
pocos, sino que era para todos y sobre todo para los más necesitados
(Mc 2,17). Su renuncia a la familia, su itinerancia, el no respetar el sába-
do para curar a las personas y el saltarse las normas de pureza para acoger
a excluidos expresan esa prioridad del reino de Dios.
Seguir a Jesús implica vivir en solidaridad, fraternidad y servicio. Seguirle
conlleva renunciar a tener sólo para sí por compartir solidariamente con
los más pobres, renunciar a la pasión por dominar y mandar para cons-
truir una autentica fraternidad y renunciar a la pretensión por sobresalir
y brillar por servir. Por eso las relaciones fundamentales en la vida para
Jesús están vinculadas al compartir, a la fraternidad y al servicio. Estos
deben ser los valores centrales que deben alentar las relaciones familiares
hasta entregar la vida, como tantas veces vio Jesús que hacían tantos pa-
dres con sus hijos y tantos hijos con sus padres mayores.
Pero la familia también trasmite valores no evangélicos. Puede transmitir
clasismo, racismo, elitismo, violencia, frivolidad, deseo de lucro y como-
didad. La familia, algunas veces, no alienta el servicio a los más necesita-
dos y suele fomentar los valores del honor, el dinero y la seguridad. Por
eso Jesús relativiza la familia y antepone la relación de seguimiento por
fe a la de parentesco basada en la sangre: “El que cumple la voluntad de
Dios, ése es hermano mío y hermana y madre” (Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-
35; Lc 8, 19-21). E igualmente corrige el grito de la mujer al decir “¡Di-
choso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!” por el “¡Dicho-
sos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!” (Lc 11, 27-28).

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¿qué es la familia cristiana? 925

La familia cristiana es aquella que, siguiendo el espíritu de Jesús, es comu-


nidad de amor, acogedora de la vida de los niños y de la mujer, abierta a
los pobres, a la fraternidad con los marginados y vulnerables sin familia,
la que pone sus inquietudes profundas en una oración confiada, la que
cura a los enfermos propios y cercanos, la que desea vivir en servicio y
compartiendo más que dominando y acaparando bienes y honores. Esta
familia que se encuentra con Cristo, que cuida la fragilidad y pierde la
vida por los otros es la familia cristiana.

2. Las primeras comunidades cristianas y la familia

Las primeras comunidades cristianas se reunían en casas y hogares de de-


terminadas familias. Que no tuvieran edificios religiosos donde reunirse
hizo que, en los primeros siglos, las comunidades cristianas tuvieran un
tono profundamente familiar. Eran comunidades personales, de relacio-
nes personales, de redes de amistad como las que Jesús estableció con sus
discípulos y seguidores. Eran comunidades que compartían las necesida-
des y estaban abiertas hacia afuera: solidarias, compasivas, preocupadas
por los más necesitados. Eran comunidades de hospitalidad, de cercanía,
de confianza, de acogida. ¿Cuáles son los rasgos de estas familias y casas
cristianas de estos primeros siglos?
Las mujeres tenían un papel central. Las mujeres ponen sus casas, sus bie-
nes y su tiempo al servicio del Evangelio. Muchas de ellas lideran comu-
nidades, son misioneras, colaboradoras de los apóstoles, profetas. Muchas
tienen un gran protagonismo comunitario en la caridad, en la oración, en
la acogida hospitalaria, en el catecumenado, en la visita a los enfermos,
en la creación de los primeros hospitales, en los entierros, en la formación
de los jóvenes, en el bautismo de las mujeres.
Los esclavos y los que trabajan en las casas son tratados con dignidad. Los
acogen en la tumba familiar, llevan las cuentas de la casa, los acogen en
la asamblea y en los ministerios (pronto llegan a obispos y papas), son
autorizados a casarse con mujeres libres. Las esclavas cristianas ejercen
de diaconisas, viudas y ascetas. La liberación de esclavos es ampliamente
aconsejada. En las comunidades cristianas todos trabajan por una mejora

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926 javier de la torre

social de sus condiciones: no tratarles con violencia o no separar los pa-


dres esclavos de sus hijos.
Los pobres siempre estuvieron presentes en las familias y comunidades
cristianas. La necesidad de compartir los bienes ya aparece en la Didajé
(s. I): “compartirás todo con tu hermano y de nada dirás que es tuyo pro-
pio”. La comunión de bienes se vive como un mandato divino. Los po-
bres son maestros de vida, patronos ante Dios. En los primeros siglos no
faltan las limosnas en la eucaristía y los diezmos en algunas comunidades.
Se llaman hermanos, se dan el ósculo de la paz y luchan contra la división
natural de una minoría rica y una mayoría. El obispo es el benefactor de
los pobres.
Los huérfanos son acogidos por las familias. Su indefensión unida a su
tierna edad hace que, frente al abandono y la exposición de niños cuyo
destino era la esclavitud, la muerte o la prostitución, los cristianos presu-
mieran que entre ellos no están desatendidos. Los huérfanos son acogidos
por otros miembros de la familia, por personas de la comunidad. Si es
varón por personas que no tienen hijos, si es mujer por alguien que ya
tenga un varón. El obispo es el padre de los que están sin padre y, por eso,
pronto en la Iglesia se crearán orfanatos para los que no son acogidos por
las familias.
Los extranjeros son acogidos con hospitalidad por las familias según el
modelo del Antiguo y del Nuevo Testamento tanto por un deber mo-
ral como por una dimensión religiosa que veía en ellos la presencia
de Dios. Los modelos de Abraham, Rebeca, Zaqueo, Simón y Marta
y María influyeron mucho en las primeras comunidades junto con el
mandato del Señor: “Fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25, 35). La
hospitalidad familiar posibilitó a los primeros misioneros itinerantes
tener una plataforma desde donde poder evangelizar. Un cristiano sabía
que, si emprendía un viaje, iba a ser acogido por familias cristianas en
el camino.
Los enfermos son cuidados por el Obispo, las viudas, los diáconos encar-
gados y por la mayoría de las familias cristianas. Las comunidades cris-
tianas averiguan quién está enfermo en la comunidad y en la población,
les llevaban la eucaristía, les ayudaban económicamente, les visitaban,

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¿qué es la familia cristiana? 927

los buscaban si alguien había sido abandonado, les lavaban sin ánimo de
lucro, sin soberbia. Pronto en la Iglesia se crean hospitales. Los creyentes
tienen comportamientos heroicos en las epidemias, catástrofes y pestes:
visitan, sirven, cuidan, limpian, cierran sus bocas, abrazan, envuelven en
sudarios, entierran y asumen voluntariamente la muerte y el dolor por los
enfermos.
La familia en estos siglos es una iglesia doméstica (LG 11). En el NT apa-
rece la expresión “la Iglesia en casa de”. Juan Crisóstomo predica que los
padres conviertan su casa entera en una iglesia. Frente a una visión más
institucional, en los primeros siglos encontramos esta preciosa dimensión
sacramental y ministerial de la familia. ¿Qué es la familia cristiana en
estos siglos? Es aquella que, siguiendo el ejemplo de Cristo, y viviendo
dentro de la comunidad eclesial, pone en el centro a las mujeres, trata
con dignidad a sus trabajadores, libera de la esclavitud, atiende a los po-
bres, acoge a los huérfanos, es hospitalaria con el extranjero y cuida a los
enfermos.

3. El papa Francisco y la familia

La familia cristiana para el papa Francisco es la que se va construyendo


día a día a la luz de su fe y confianza en Cristo, la que cree que un peque-
ño paso en medio de grandes límites y dificultades puede ser agradable
a Dios (EG44), la que busca, a imagen del Padre del cielo, “fortalecer
vínculos y curar heridas” (EG67), afianzar y sanar los vínculos interper-
sonales.
En la exhortación apostólica Amoris laetitia el papa Francisco nos ha re-
galado una luminosa reflexión que sintetizaremos en doce puntos clave
para la familia cristiana2.
1. La familia cristiana es aquella que se deja iluminar y acompañar por
la palabra de Dios, por la Biblia, que “está poblada de familias, de

2. Cfr. J. DE LA TORRE, La alegría del amor. Una invitación a vivirla y trabajarla


en grupos y familias, PPC, Madrid 2017.

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928 javier de la torre

generaciones, de historias de amor y de crisis familiares”. El papa no es


ciego y nos recuerda la “realidad amarga que marca todas las Escri-
turas. Es la presencia del dolor, del mal, de la violencia que rompen
la vida de la familia y su íntima comunión de vida y amor”. Mu-
chas páginas de la Biblia muestran este drama como el episodio de
Caín y Abel o el pecado de David. Por eso el papa nos recuerda que
la Palabra de Dios es “compañera de viaje también para las familias
que están en crisis o en medio de algún dolor y les muestra la meta
del camino” (AL 22).
2. La familia cristiana es aquella que reconoce el aliento del Espíritu
en mitad de las dificultades y responde lo mejor posible al Evange-
lio. El papa es muy consciente de muchas de las dificultades de
las familias: enfermedad, violencia, paro, inmigración, alcoho-
lismo, abandono, etc. Francisco reconoce cómo muchos fieles
con su conciencia “muchas veces responden lo mejor posible
al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su
propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos
los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero
no a pretender sustituirlas” (37). El papa, de manera magistral,
subraya el buen discernimiento evangélico que hacen muchas
familias en medio de las dificultades. Por eso reconoce sin pudor
“la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar
cierta estabilidad” (52). “Doy gracias a Dios porque muchas
familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el
amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque caigan
muchas veces a lo largo del camino”. En mitad de su fragilidad
pueden ser luz para todos (66).
3. La familia cristiana no es una familia perfecta. El papa habla en
varias ocasiones de signo o analogía imperfecta refiriéndose al ma-
trimonio, pero también cabe aplicar esta limitación a la familia.
El sacramento “como signo imperfecto del amor entre Cristo y la
Iglesia…debe ser fruto de un discernimiento vocacional” (72).
Aunque “la analogía entre la pareja marido-mujer y Cristo-Iglesia”
es una “analogía imperfecta”, invita a invocar al Señor para que

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¿qué es la familia cristiana? 929

derrame su propio amor en los límites de las relaciones conyugales


(73). “No hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo
peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe
entre Cristo y su Iglesia” (122). Esto supone asumir el enfoque de
la pedagogía divina: “la Iglesia mira con amor a quienes participan
en su vida de modo imperfecto (…) Cuando la unión alcanza una
estabilidad notable mediante un vínculo propio – y está connotada
de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad
de superar las pruebas– puede ser vista como una oportunidad para
acompañar hacia el sacramento del matrimonio, allí donde sea po-
sible” (78).
4. La familia cristiana es aquella que vive el amor cotidiano. El papa
contrapone el amor cotidiano familiar al romanticismo e idealis-
mo. El amor real y concreto requiere de mucha paciencia, servi-
cio, humildad, amabilidad, cultivar lazos, sentido de pertenen-
cia, decir palabras de aliento, desprendimiento, rechazo de toda
violencia, perdón, disculpa, cuidado de la imagen de los otros,
espera en las potencialidades más ocultas del otro. Pero quizás
lo más importante que nos dice el papa es que el amor convive
con la imperfección. “Todos somos una compleja combinación
de luces y sombras (…) no le exijo que su amor sea perfecto para
valorarlo. Me ama como es y como puede, con sus límites, pero
que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea
real. Es real, pero limitado y terreno (...) El amor convive con la
imperfección, la disculpa y sabe guardar silencio ante los límites
del ser amado” (113). “No hacen bien algunas fantasías sobre un
amor idílico y perfecto, privado así de todo estímulo para crecer
(…) Es más sano aceptar con realismo los límites, los desafíos o
la imperfección y escuchar el llamado a crecer juntos” (135). En
este sentido la familia es un camino de santificación en la vida
ordinaria y de crecimiento místico. Es una ocasión para abrir más
y más el corazón (316).
5. La familia cristiana es espacio de presencia, acogida, cuidado. Ante
el sentimiento de orfandad que viven hoy muchos niños y jóve-

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930 javier de la torre

nes, no podemos ignorar la necesidad que tienen los niños de la


presencia materna (173) y paterna. También al papa le preocupa
cuando el hijo no llega en el mejor momento o en “circunstancias
no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben ha-
cer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la
responsabilidad de acogerlo con apertura y cariño” (166). En este
sentido, la familia cristiana es la que vive una espiritualidad del
cuidado y acogida del otro. La familia ha sido siempre el hospital
más cercano (321). Curar, consolar, mirar, acariciar, abrazar, soñar
juntos son sus tareas. Toda la vida de la familia es un “pastoreo
misericordioso” que con cuidado espera del otro algo indefinible e
imprevisible (322), que mira con atención exquisita los límites del
otro. (323).
6. La familia cristiana es una familia ampliada, de puertas abiertas. El
pequeño núcleo familiar no debería aislarse de la familia amplia-
da (tíos, primos, e incluso vecinos) donde puede haber algunos
necesitados de ayuda, compañía, consuelo (187). La familia es el
lugar donde se aprende a ser hijo, hermano, nieto, cónyuge. Pero
en la familia también se integran los amigos y las familias amigas, e
incluso las comunidades de familias que se apoyan (196). Esta fa-
milia ampliada debería integrar madres adolescentes, madres solas,
niños sin padres, con alguna discapacidad, solteros, separados con
adicciones, en soledad, ancianos, enfermos (197).
7. La familia cristiana no es siempre la que permanece unida. A veces
la fe lleva a afrontar una decisión tan grave como separarse o di-
vorciarse. El papa es claro: “En algunos casos, la valoración de la
dignidad propia y del bien de los hijos exige poner un límite firme
a las pretensiones excesivas del otro, a una gran injusticia, a la vio-
lencia o a una falta de respeto que se ha vuelto crónica. Hay que
reconocer que hay casos donde la separación es inevitable. A veces
puede llegar a ser incluso moralmente necesaria” (241). El papa
sabe lo dramáticas que pueden ser la prepotencia, la violencia, la
explotación, la indiferencia, el insulto. En estas situaciones el papa
señala la importancia de cuidar a los hijos y de poner límites. La fa-

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¿qué es la familia cristiana? 931

milia cristiana no es siempre una familia en que siempre hay padres


e hijos. El papa subraya como las familias monoparentales deben
encontrar apoyo entre las familias de la comunidad cristiana pues
a menudo soportan problemáticas económicas, laborales o de falta
vivienda (252).
8. La familia cristiana es la que desea transmitir el regalo de la fe a pesar
de las dificultades. El hogar “debe seguir siendo el lugar donde se
enseñe a percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a ser-
vir al prójimo”. La fe es un don que hace que los padres vivan “la
experiencia real de confiar en Dios”, “de buscarlo”, convirtiéndose
así en evangelizadores de su propia familia (287).
9. Y puesto que los niños necesitan símbolos, gestos, narraciones estimu-
lar sus propias experiencias, testimonios luminosos, la familia cris-
tiana es la que intenta proponerlos a través de oraciones, momentos
especiales o de la piedad popular. El papa dice con claridad: “Se
pueden encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante
el Señor vivo, decirle las cosas que preocupan” (318). La familia
cristiana es aquella en la que sus miembros celebran el día del Se-
ñor para encontrarse con otros cristianos y aquella que no deja de
ofrecer luz de la fe en los momentos de muerte de un ser querido
(243), aquella que espera reencontrarse con los seres queridos que
murieron.
10. La familia cristiana es la que vive una vocación de integración y re-
conciliación. La familia cristiana, como la Iglesia, “es consciente
de la fragilidad de muchos de sus hijos” pero “mira con amor a
quienes participan de modo incompleto, reconociendo que la gra-
cia de Dios también obra en sus vidas”. La familia cristiana no es
una familia ideal muchas veces y a veces algunos de sus miembros
pierden el rumbo, hacen daño y provocan conflictos. Pero, como
Jesús, la familia cristiana no condena a nadie para siempre, integra
a todos para que cada uno encuentre su lugar.
11. La familia cristiana es la que vive en la misericordia. El papa afir-
ma que “la misericordia es el criterio para saber quiénes somos sus
hijos”. El amor misericordioso se inclina a comprender, perdonar,

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932 javier de la torre

acompañar, esperar, integrar. Dios quiere familias compasivas con


los frágiles, que “conozcamos la fuerza de la ternura” (308). La
familia cristiana es la que vive la misericordia del Hijo de Dios que
sale a encontrar a todos sin excluir a ninguno (309). La misericordia
implica una mirada profunda de amor que descubre nuestras capa-
cidades y muestra un crecimiento hacia adelante: yo no te conde-
no, vete y “en adelante” no peques más (Jn 8).
12. La familia cristiana vive una espiritualidad de presencia de Dios. La
Trinidad está presente en el templo de la comunión familiar.
La presencia del Señor habita en la familia real y concreta en sus
gestos y encuentros. Dios tiene allí su morada. Es una “espirituali-
dad del vínculo habitado por el amor divino” (315). Francisco re-
sume de manera magistral cómo Dios refleja en la familia los rasgos
de su amor: “En la familia madura la primera experiencia eclesial
de la comunión entre personas, en la que se refleja por gracia la
Trinidad. Aquí se aprende a trabajar, amar, perdonar, orar y ofrecer
la propia vida” (86).

Conclusión

La familia cristiana es aquella en la que unos están vinculados a otros a


imagen de Cristo. Esta pertenencia del corazón no se vive desde ideales
ni normas sino desde la situación real y limitada de las familias. En la
limitación y dificultad descubren la gracia y el espíritu para crecer poco
a poco, encuentran amor, presencia de Dios, apertura, bondad, alegría,
crecimiento. Es un misterio de una gran belleza sentir como ese amor y
misericordia conduce interiormente a tantas familias a los que la vida ha
golpeado, no ha favorecido, ha maltratado, ha abandonado, ha roto por
dentro.
La familia cristiana no es una familia perfecta pues no hay padres ni hijos
ni parejas perfectas. Hay una profunda belleza de lo pequeño, lo pobre y
lo escondido que se muestra en los “admirables gestos de heroísmo coti-
diano en la defensa y el cuidado de la fragilidad de sus familias”(EG212),
gestos que desde Jesús, las primeras comunidades y el papa Francisco se

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¿qué es la familia cristiana? 933

resumen en el cuidado de los niños y enfermos, de la mujer y los que


trabajan para nosotros, los pobres y los sin familia, los vulnerables y los
extranjeros, y en la vivencia de la reconciliación y la misericordia, del
amor cotidiano y la celebración de la eucaristía acompañados por la luz
de las Escrituras, la luz de la fe y por la Iglesia entera.

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La hermana muerte
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La muerte se ha convertido en un tabú. Ahora no solo es normal morir en
soledad, sino que ni siquiera se puede hablar de la muerte y a menudo se
abandona al moribundo a su suerte. Es un signo de un profundo cambio
de la cultura, que ha pasado de la petición de «piedad para quien muere»
a una solicitud de «muerte por piedad». Están en juego profundas diná-
micas afectivas, culturales y espirituales, y tratar los problemas fuera de
una visión humanística y sapiencial resultaría restrictivo.

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LOS LIBROS

RECENSIONES

Brooke, J. H., Ciencia y religión. Perspectivas históricas, Universi-


dad Pontificia Comillas - Sal Terrae, Santander 2016, 563 pp.

Esta obra, galardonada con presti- que intervienen en cada una de las
giosas distinciones y traducida ahora situaciones que describe, dejan claro
al castellano, se ha convertido en un que la realidad no encaja en fáciles
clásico. Su contenido, como los estu- esquemas generalizadores. No se
dios históricos realizados con rigor e sostienen ni el mito de la supuesta
imparcialidad, siempre es actual. batalla continua entre ciencia y re-
Su autor es doctor en Ciencias ligión, ni las apologías de la ciencia
Naturales y profesor emérito de la ni las de la religión. En último tér-
Universidad de Cambridge. Sus mino, como él mismo dice citando
estudios sobre la relación entre la a Bacon y a Franklin, la humildad es
ciencia y la religión le han consoli- imprescindible.
dado internacionalmente como es- Consciente de la extraordinaria
pecialista en un tema como este, tan complejidad del tema, de sus múl-
controvertido en los últimos siglos. tiples perspectivas y de la necesidad
Su honestidad de investigador de tratar cada caso concreto en su
libre de prejuicios le ha permitido singularidad, en la introducción
reflejar los datos con fidelidad de presenta sus líneas básicas de actua-
notario. A lo largo de sus páginas, ción. Su objetivo es analizar la rela-
se van desmontando ideas preconce- ción que, a lo largo de la historia,
bidas, falsos reduccionismos incapa- se ha establecido entre lo afirmado
ces de mostrar la realidad en toda su sobre la naturaleza y lo afirmado so-
amplitud y diversidad. La cultura, el bre Dios.
contexto histórico, las relaciones in- No se trata de un tratado con-
terpersonales y los múltiples factores vencional de historia, sino de un

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936 los libros

comentario crítico de los hechos causa sistemática de la reforma de


históricos. Dividido en ocho capí- las ciencias: el protestantismo, en
tulos, en el primero muestra con su insubordinación respecto al ca-
ejemplos la recíproca interrela- tolicismo, habría impulsado la de
ción entre ciencia y teología, y la la ciencia con respecto a la religión.
práctica imposibilidad de separar Es verdad que hubo planteamien-
estos dos ámbitos. De este modo, tos, como el de Galileo, que en-
desenmascara tanto la falsedad del contraron el rechazo católico; pero
conflicto permanente entre ellos; también se encuentran científicos
como su contrario: defender apolo- católicos vanguardistas por sus
géticamente una relación de ayuda aportaciones a la física mecánica. A
mutua en armónica complemen- lo largo de la historia hay diversi-
tariedad. Liberarse de estos lastres dad de ejemplos para afirmar una
permite contemplar la riqueza de cosa y la contraria; las generaliza-
matices de una relación fascinante ciones en las cuestiones humanas
en su complejidad. difícilmente se sostienen.
En el segundo, matiza una cues- En el cuarto, desmonta la idea
tión clave: en el medievo la ciencia de que la descripción de la natura-
no estaba fundida con la religión leza como una máquina provocara
sino subordinada a ella. Así, el con- la secularización. En principio, si
traste del siglo XVII con la Edad todo funcionara mecánicamente,
Media no es tan grande como se ha la providencia de Dios parecería in-
querido subrayar. En la ciencia mo- sostenible. Y, sin embargo, como ya
derna del siglo XVII no se puede ha- mostró en el capítulo II, los científi-
blar de estricta separación entre los cos de este siglo, sorprendentemen-
dos campos: las afirmaciones cien- te, sustentaban también con funda-
tíficas siguen formulándose en tér- mentos teológicos sus postulados
minos teológicos. Lo que se produjo mecanicistas.
fue una diferenciación entre ciencia En el quinto capítulo, analiza
y religión, y, además, fundamentada la situación en el racionalista si-
en muchos casos en principios teo- glo XVIII. Efectivamente, la exal-
lógicos. Una vez más, la realidad de tación de la razón conllevó en mu-
los hechos históricos disuelve inter- chos casos el rechazo de la religión
pretaciones sesgadas. como superstición enemiga del pro-
En el tercer capítulo, advierte greso de las ciencias. Y, sin embar-
del riesgo de generalizar y afirmar go, el autor muestra con ejemplos
que la Reforma protestante fue que los denostadores de la religión

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recensiones 937

se movían sobre todo por intere- constata la convergencia entre la crí-


ses político-sociales y rara vez eran tica científica y la histórica.
científicos. Una vez más, junto a En el capítulo octavo, analiza
los científicos materialistas que ven el impacto de la teoría de la evolu-
incompatible la ciencia con la fe, se ción de Darwin, en la religiosidad
encuentran, sobre todo entre los de del pueblo cristiano. El evolucio-
habla inglesa, quienes consideran nismo no es que sea incompatible
que el estudio de la naturaleza favo- con un Dios providente, sino que
rece la fe en Dios. pone de manifiesto que los ámbi-
En el sexto, estudia la resiliencia tos de pensamiento entre ciencia
de la teología natural, basada, como y religión son absolutamente dis-
las ciencias naturales anteriores a tintos. Pueden entenderse, pero
Darwin, en el argumento del dise- les obliga a cambiar radicalmente
ño: postulan que estudiando la na- su forma de relacionarse hasta en-
turaleza se podría conocer la sabidu- tonces.
ría de Dios, pues el universo se rige El autor concluye con un epí-
por leyes divinas. El autor analiza la logo esperanzador para el mundo
relevancia de la teología natural para creyente: la constatación de los ries-
la ciencia y viceversa. gos de una ciencia desligada de toda
En el séptimo, estudia cómo se ética, deja evidente la necesidad de
llegaron a elaborar descripciones de fomentar los valores morales; y las
la historia de la Tierra tan discor- religiones pueden ser un cauce pri-
dantes con la interpretación tradi- vilegiado de humanización, comple-
cional de los textos bíblicos. No solo mentario de la ciencia.
la teoría de la evolución de Darwin, En el apéndice final, ofrece una
relevante para la ciencia e impactan- amplísima bibliografía sobre cada
te para la fe; sino también las obras uno de los temas tratados en los di-
de otros científicos de importancia versos capítulos. El valioso aparato
menor para la ciencia y que, sin em- crítico y el rigor y amplitud de su
bargo, alteraron las relaciones entre análisis, convierte esta obra en re-
esta y la religión. ferencia obligada para futuros estu-
El evolucionismo derriba la inter- dios.
pretación literal del Génesis, pero la La profundidad de su conteni-
máxima confrontación con las lectu- do, la claridad de su exposición y la
ras tradicionales de la Biblia “no vino sencillez y amenidad de su estilo,
de la historia de la ciencia sino de la la hacen fácilmente accesible al lec-
ciencia de la historia” (pág. 358). Se tor medio.

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938 los libros

Nos encontramos, en definiti- de lado los prejuicios personales. Nos


va, ante una obra de investigación esperan sorpresas.” (pág. 7).
necesaria para fundamentar ade- Es una suerte contar con esta tra-
cuadamente la opinión sobre estas ducción al castellano.
cuestiones. Como el autor mismo
advierte en la introducción, “es tal la
riqueza del tema que lo mejor es dejar María Dolores de Miguel Poyard

Boal Herranz, R. Mª, A mis padres no les importo. Problemas de


conducta en los adolescentes, San Pablo, Madrid 2016, 174 pp.

La adolescencia es una etapa de a experiencias infantiles. Y porque


maduración, donde son frecuentes siempre hay lugar para la esperanza
los conflictos entre padres e hijos. y todo se puede reconducir y res-
Así lo expresa plásticamente la por- taurar, esta obra es válida no sola-
tada de este libro: dos puños enfren- mente para los padres y educadores
tados, uno de un adulto; y el otro, en su relación con los chicos; sino
de un niño. también para ayudar a reflexionar a
Rosa María Boal, psicoterapeu- cualquier adulto sobre la calidad de
ta experimentada, nos ofrece en su relación consigo mismo y con los
esta obra las claves para prevenir, demás.
comprender y reconducir estos pro- La autora describe, de forma cla-
blemas de relación, que tanto sufri- ra, sencilla y pedagógica, los funda-
miento causan. Sus páginas son el mentos de una sana autoestima y los
fruto de años de trabajo en la reso- factores externos e internos que lo
lución de conflictos. favorecen o dificultan. Analiza, des-
En el proceso de configuración entraña, ilumina y ayuda a recrear
de una psicología equilibrada, es de- nuevas actitudes; porque el tempe-
cisiva la relación que el chico man- ramento se hereda, pero el carácter
tiene con los adultos, y especialmen- se educa. Experiencias nuevas pue-
te con los padres. El crecimiento den cambiar la propia percepción de
madurativo personal depende, en uno mismo (autoconcepto) y forta-
mayor o menor medida, de las vi- lecer la autoestima.
vencias de la infancia. El origen de A mis padres no les importo es una
gran número de deficiencias psico- frase repetida habitualmente por los
lógicas en la edad adulta, se remonta adolescentes. Elegida como título,

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recensiones 939

subraya hasta qué punto puede lle- Es alarmante el elevado núme-


gar a bloquearse la comunicación ro de suicidios en edades tan tem-
entre padres e hijos. Los educadores pranas. Como subraya la autora, a
se encuentran con que sus actuacio- veces la solución está en aprender a
nes son, con frecuencia, rechazadas comunicarse bien. Los adolescen-
o malinterpretadas por los chicos. tes sufren también en entornos fa-
Y estos padecen la incomunicación miliares y escolares adecuados. Las
con sus padres cuando más los ne- causas de los trastornos pueden ser
cesitan. internas, el adolescente no siempre
El objetivo último de este libro percibe e interpreta objetiva y acer-
es explicar cómo se ha podido llegar tadamente la realidad exterior. Por
a esta situación y sus funestas con- eso es clave dialogar con él en toda
secuencias si no se le pone remedio. ocasión. El más mínimo indicio de
Para los niños y adolescentes es vi- desajuste o inadaptación puede ser
tal sentirse valorados e integrados revelador de una situación de sufri-
en el ámbito familiar y escolar, de miento interno.
ello depende, en muchos casos, su En el momento actual, donde
autoestima. cada vez son más los casos de ado-
Cuando en estos núcleos exis- lescentes con problemas de integra-
tenciales no se sienten seguros ción personal y social, obras como
afectivamente, no es difícil que se esta son siempre necesarias.
produzcan problemas de conduc- El texto es eminentemente prác-
ta (fracaso escolar, trastornos de la tico y tiene carácter divulgativo. Su
alimentación...) o alteraciones psi- estilo, sencillo y profundo a la vez,
cológicas (depresión, ansiedad...). lo hace apropiado para todo tipo de
La autoestima y la depresión están público.
íntimamente relacionadas, por ello
son los temas centrales de esta obra. Mª Dolores de Miguel Poyard

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940 los libros

García Roca, J., Cristianismo. Nuevos horizontes. Viejas fronteras, Diá-


logo - Ediciones Tilde, Valencia 2016, 252 pp.

Científicos, humanistas, histo- laron una fe madura sin renunciar


riadores coinciden en que la huma- a la audacia de la fe ni a la lucidez de
nidad asiste actualmente a cambios la razón» (p.10)
sistémicos y vive tiempos de zozobra Hoy se trata de continuar la ta-
e incertidumbre, que requieren un rea evangelizadora en los escenarios
nuevo ámbito mental y cordial, y emergentes y en las nuevas fronte-
un estado alternativo de conciencia ras de la humanidad. Las fronteras
colectiva ante la globalización del son espacios emergentes, que actúan
sufrimiento. El cristianismo, como como diques de contención ante la
toda institución civil o confesión re- presencia de lo inhumano y como
ligiosa, no puede limitarse a ser un lugares de tránsito hacia nuevos ho-
simple huésped, sino agente y pa- rizontes y perspectivas para la ac-
ciente en sus logros y fracasos, cóm- ción; son símbolos que representan
plice y heredero al giro de época. la densidad de la historia realmente
Tan constitutivo de su identidad es existente y la ligereza de una energía,
quedar afectado por las circunstan- que transciende todos los cerrojos.
cias históricas, que el propio Jesús Identificar estos nuevos escenarios,
advirtió que debíamos estar atentos con sus iluminaciones y sus sombras,
a los cambios. es una tarea compleja ya que andan
Nos confiesa Joaquín García envueltos en visiones ideológicas y
Roca que las reflexiones de este libro ruidos mediáticos. Las fronteras fí-
pretenden acompañar una situación sicas, culturales y simbólicas marcan
de génesis y creatividad colectiva, la nueva agenda del cristianismo con
que ha estado impulsada por parro- los retos que plantean y las oportu-
quias populares y comunidades de nidades que ofrecen. El cambio de
base de todo el mundo que afronta- época abre nuevos horizontes para el
ron con el coraje de la acción la ac- universo cristiano, perspectivas para
tualidad del evangelio en contextos recrearlo y coraje para acometer las
de inhumanidad; «ha estado alenta- necesarias mudanzas que requiere
da por teologías periféricas que que- la acreditación de la fe cristiana en
daron confiscadas por la imposición nuestro tiempo. Pero sobre todo per-
de ciertas ortodoxias; y testificadas mite reconocer que Dios es contem-
por hombres y mujeres, que anhe- poráneo de cualquier época.

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recensiones 941

Tres son los elementos que, en plios sectores de la población y en el


sus orígenes, constituyen la fisono- gemido de una humanidad, que aspi-
mía del movimiento cristiano: la ran a una sociedad más justa. La fe, la
permanente referencia al Jesús his- esperanza y la caridad se desarrollan
tórico, el arraigo en la experiencia siempre agarradas a la piel de la reali-
humana y la actualización en cada dad. Con el título de Ser cristiano, ser
época que le mantiene vivo en el in- humano, la cuarta parte alude a las zo-
terior de la vida de los pueblos. No nas de contacto, que presentan mayor
siempre en la historia del cristianis- dificultad hoy, en las que conviven
mo se ha mantenido la centralidad elementos diferenciados: la articula-
de Jesús de Nazaret. ción de la liberación con la salvación,
La primera parte del libro (Apre- la fe con la razón, lo público con lo
mios y desafíos al cristianismo hoy) pre- privado, la caridad con la justicia, el
senta los cambios actuales y las tur- progreso con la esperanza.
bulencia sociales, políticas, cultuales A lo largo del libro nos encon-
o religiosas, que solicitan respuestas tramos con una amplia referencia al
creativas para que la fe, la esperanza papa Francisco, debido sobre todo a
y la caridad tengan crédito y sean la pretendida intención de apoyar y
plausibles hoy; estas mutaciones no consolidar un diseño del cristianis-
sólo plantean cuestiones, que interpe- mo más allá del cual no habrá futu-
lan, sino también ofrecen nutrientes ro para la Iglesia. Este libro quiere
para el despliegue de las potenciali- servir a esa renovación, que brota de
dades evangélicas. La segunda parte los compromisos prácticos
(El movimiento de Jesús de Nazaret) García Roca no pretende ofre-
hace referencia a los componentes cernos un manual de instrucciones
subversivos y contraculturales, que para acceder a la nueva época, ni
impiden al cristianismo acomodarse formular un compendio del cris-
a la situación actual y le impulsan a tianismo, ni realizar un análisis ex-
ser un factor emancipador que abre haustivo de cuanto se ha producido
inquietudes, provoca interrogantes y al respecto; está lejos de la erudición
cuestiona radicalmente la inhuma- para gentes adiestradas en la mate-
nidad. En la tercera parte (Arraigos ria, aunque es deudor, dice el autor,
y horizontes) se presenta la inserción «de acreditadas investigaciones de
del cristianismo en las expectativa reconocidos autores».
existenciales, culturales y éticas que le El sentido de la obra es ayudar
enraízan en el interior de la existencia a transitar del fin de un ciclo a una
humana, en las expectativas de am- nueva era que está produciendo en

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942 los libros

unos, desencantos y desengaños; y nostálgicos de otras épocas ni vi-


en otros, esperanzas y nuevos co- sionarios de lo inexistente, ya que
mienzos. La esencia del cristianis- siempre está atravesado por el tiem-
mo es la contemporaneidad y el po; se trata de mirar nuestra época
cristiano un perpetuo caminante con mirada evangélica y mirar el
que ha de afrontar desafíos parti- Evangelio desde las «venas abiertas
culares y enriquecerse de las po- del tiempo».
tencialidades de los pueblos, de sus
culturas y espiritualidades, sin ser Lázaro Sanz Velázquez

Calleja, J. I., Misericordia, caridad y justicia social. Perspectivas y acen-


tos. Sal Terrae, Santander 2016, 286 pp.
«Este es un libro traído del cora- social, sino que es directamente éti-
zón a la cabeza que invita al lector ca y pastoral. «Cómo reconocer en
a mirar el mundo con honestidad, nuestra humanidad y en la revela-
lo cual, como verá enseguida, es en- ción de Dios los trazos de una vida
tenderlo desde los pobres. Ser ho- social buena». Cómo acogerla y ser-
nestos con lo real reclama muchos virla en la acción del voluntariado
cuidados; pero comprenderlo desde social cristiano, en su forma de cari-
los más vulnerables e ignorados es dad o en su forma más directamente
irrenunciable», nos dice el autor en social. Cómo puede leerse la Palabra
la Introducción. El presente libro nos de Dios desde la misericordia y qué
anima a retener razones, acentos, tiene que ver ésta con la caridad y la
voces y olvidos que vienen de los justicia social.
pobres del mundo. Pretende entrar El título «Misericordia, caridad y
en la crisis social por el costado de justicia social», evoca una inquietud
las víctimas, algo que no es objeto personal de Calleja y no sólo una co-
de controversia ni en el ámbito aca- yuntura propicia para estos conceptos
démico ni en el de la acción. A lo en la vida eclesial. El haber celebrado
más que llega quien la discute o des- el Jubileo Extraordinario de la Mise-
carta es a premiarla con el silencio ricordia (2016) es una circunstancia
y a seguir su camino. Hay mucho sobrevenida. La obra tenía ya hecho
recelo de fondo hacia ella. su propio recorrido antes del Jubileo
La cuestión que el autor nos pro- y este no ha sido más que la opor-
pone no tiene que ver con la forma tunidad. Al elegir los tres conceptos
de ser objetivos en el conocimiento del título, misericordia, caridad y

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recensiones 943

justicia social, el autor quiere llamar de la relación caridad‒justicia, y lo


la atención sobre la unión profunda dice el papa Francisco de nuevo en
que entre ellos establece el cristianis- la Bula de convocación del Jubileo
mo. Parecería lógico sumar sin más Extraordinario de la Misericordia
la misericordia a la justicia social, y «Misericordiae Vultus»: «No será
todo queda dicho, pero no es así; la inútil en este contexto recordar la
fuerza de la idea es que la misericor- relación existente entre justicia y
dia es el alma de la verdadera caridad misericordia. No son dos momen-
y lo es también de la justicia social. tos contrastantes entre sí, sino dos
Este libro ayuda a pensar con afecto dimensiones de una única realidad
la encarnación misericordiosa de la fe que se desarrolla progresivamente
en la justicia social y la refiere a Jesu- hasta alcanzar su ápice en la pleni-
cristo sin complejos. tud del amor» (n. 20).
Leyendo el Sumario podemos Lo que José Ignacio Calleja quie-
adivinar que lo que el autor nos re mostrarnos es una teología social
propone es un recorrido por el im- que en todo momento apela a la
pacto que una fe samaritana tiene en conciencia samaritana, a la miseri-
la teología, en la vida creyente y en cordia, como impronta de la caridad
la honestidad social del catolicismo. y de la justicia: la caridad misericor-
De mil maneras se nos dice que no diosa exige la justicia como su pri-
hay atajos espirituales para llegar a mer camino y medida mínima, sin
Dios sin pasar por el prójimo, que sustituirla, y la desborda en gratui-
el propio Jesús llegó a Dios por este dad con sus obras de amor incon-
camino de revelación, que ahí se le dicional.
manifestó la misericordia como la Alrededor de estas coordenadas
entraña última del ser de Dios, que básicas, lleva a cabo una lectura so-
es la necesidad de los desvalidos la cial muy próxima a lo que nos viene
que nos convoca a hacernos próji- sucediendo y llamamos «crisis social
mos, que la compasión es constitu- española», tratando de revisar esta
tiva de nuestra dignidad de personas crisis y su incipiente y discutida sa-
y que la misericordia se expresa a lida, en la perspectiva de los princi-
la vez como caridad samaritana y pios y valores de la Doctrina Social
como justicia social. de la Iglesia (cap. 3).
Esta última es una forma algo El deseo del autor, expresado al
particular, para Calleja, de relacio- final del libro (p. 286) es: «Espero
nar estas virtudes tan básicas de la haber aportado algunas claves sobre
fe. Lo decía el papa Benedicto XVI la fe y la Iglesia que somos, sin evitar

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944 los libros

a los pobres y la conciencia humana miso de fe con los más pobres y a


adulta, sin evitar la fe en Jesucristo afrontar las situaciones de crisis en
y la fe de Jesús». Creemos que lo ha coherencia con dicho compromiso.
conseguido, ayudándonos a repen-
sar continuamente nuestro compro- Lázaro Sanz Velázquez

Boff, L., La Tierra está en nuestras manos. Una nueva visión del planeta
y de la humanidad. Sal Terrae, Santander 2016, 230 pp.

¿Hacia dónde van la Tierra y la lapso súbito. Es verdad que hemos


Humanidad? ¿Podemos albergar agredido excesivamente a la Madre
la esperanza de poder salir bien li- Tierra, pero esta, aun encontrándo-
brados de la crisis social y ecológica se enferma, sigue dándonos con ge-
que afecta a todo el planeta, y puede nerosidad cuanto necesitamos. Pero
amenazar el futuro de la vida huma- ¿hasta cuándo? Ya podemos avistar
na y de nuestra civilización? Ante la sus límites físicos, por lo que no po-
gravedad de la situación, nadie se demos ir más allá, so pena de que
atreve a pronunciarse con absoluta ella ya no quiera que sigamos pisan-
certeza. Nos hallamos en una espe- do su suelo. Su capacidad de aguan-
cie de vuelo ciego, con la esperanza te tiene un límite que no puede ser
de no acabar estrellándonos contra traspasado.
alguna montaña. Estas son las cuestiones que
En la filosofía actual se está lle- aborda este libro de Boff, tratando
vando a cabo una amplia discusión de denunciar las amenazas, pero,
que intenta rescatar la razón cordial, sobre todo, intentando ofrecer unas
la razón sensible, una razón que nos vías de salida esperanzadoras. Hay
da la capacidad de sentir, de amar, que llevar a cabo una revolución
de comprometernos. Nosotros he- en la mente y en el corazón. En la
mos evolucionado desde una razón mente, para mirar de manera dife-
intelectual, analítica, científica, que rente la Tierra; no como un baúl de
se ha transformado en el gran ins- recursos para usar, sino como algo
trumento de la dominación de la vivo, que nos da todo lo que necesi-
naturaleza de los pueblos y que ha tamos. Y en el corazón, porque hay
tratado a la naturaleza sin piedad que cuidar la Tierra como cuidamos
y sin misericordia. Intuimos que nuestras manos, nuestro cuerpo. Si
no se puede desembocar en un co- no hacemos esa revolución primera,

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recensiones 945

seguiremos acercándonos cada vez mitado, está haciendo su aparición,


más al abismo. cada vez con mayor fuerza, una
Boff habla, en este libro, del cosmología alternativa y potencial-
planeta amenazado y nos dice que mente salvadora: la cosmología de la
para evitar su destrucción solo hay transformación, que lleva más de un
un camino: cambiar la manera de siglo elaborándose y que tuvo su me-
vivir. Recorre con datos fundamen- jor expresión en la Carta de la Tierra.
tales la evolución de la tierra y saca Lo que caracteriza esta nueva cos-
las consecuencias. Ofrece análisis mología es el cuidado, en lugar de la
detallados del riesgo que corren la dominación; el reconocimiento del
Tierra y la Humanidad, y denuncia valor intrínseco de cada ser, en lugar
las amenazas que se ciernen sobre de su mera utilización humana; el
nosotros, pero sobre todo presenta respeto por toda la vida y por los de-
una perspectiva de esperanza, de que rechos y la dignidad de la naturaleza,
si somos solidarios y cooperativos en lugar de su explotación
podremos dar un salto de calidad La fuerza de esta cosmología reside
hacia un mundo más cuidadoso con en el hecho de que es más acorde con
la Madre Tierra, más justo, tierno y las verdaderas necesidades humanas
fraterno con los compañeros de via- y con la lógica del propio universo. Si
je de este planeta. En este sentido, la optamos por ella, tendremos la opor-
obra está en sintonía con las reflexio- tunidad de crear una civilización pla-
nes del papa Francisco sobre «el cui- netaria en la que la vida de la Tierra y
dado de la Casa Común». En 2015, del ser humano, el cuidado, la coope-
el papa Francisco publicó su encícli- ración, el amor, el respeto, la alegría
ca Laudato si′, sobre el cuidado de la y la espiritualidad ganarán en cen-
Casa Común. En ella encontramos tralidad. Será el gran cambio salva-
palabras muy alentadoras, confía en dor que necesitamos urgentemente.
los seres humanos, en su inteligen- Afirma Boff que los dolores del tiem-
cia y sabiduría y, evidentemente, en po presente no son los estertores de
el Dios Creador que se revela como una persona agonizante, sino los do-
«el soberano amante de la vida» que lores de parto de otro tipo de mun-
no permitirá que su creación nacida do que nos permita seguir viviendo
del amor, sucumba miserablemente. en este pequeño y hermosos planeta
Frente a una cosmología de la Tierra. Todo ello se encuentra den-
conquista, del dominio y de la ex- tro de las posibilidades no solo de la
plotación del mundo en función historia humana, sino de toda perso-
del progreso y de un crecimiento ili- na, susceptible de experimentar los

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946 los libros

cambios necesarios, dado que es, por table de que aún tenemos futuro y
naturaleza, un ser versátil, flexible y que la Madre Tierra habrá de darnos
adaptable a las más diversas circuns- cobijo generosamente. «El conven-
tancias. Si el peligro es grande, ma- cimiento que tratan de transmitir
yor aún habrá de ser la posibilidad de estas páginas es que la verdadera
salvación, porque el sentido prevale- génesis no se encuentra al principio,
ce sobre el absurdo, y la vida tendrá sino al final». Al final, todo culmi-
siempre la última palabra. nará en una creación que nos llenará
Las reflexiones de Boff han sido de orgullo y honrará al Creador.
elaboradas dentro de este espíritu de
urgencia, en la confianza inquebran- Lázaro Sanz Velázquez

Vallés, C., Todos somos inmigrantes, Sal Terrae, Santander, 2016, 142 pp.

Vallés, desde su gran experien- interrogante personal. No se puede


cia vital, es un jesuita español que construir una identidad a base de ne-
marchó a la India en 1949 a enseñar gaciones. La sociedad actual es cruel.
matemáticas y ha sido agraciado con No tolera la novedad, la pluralidad,
el premio al mejor escritor en len- la diversidad. Impone la rutina, la
gua gujarati. Reflexiona sobre qué es uniformidad, la pobreza. Si cada uno
ser inmigrante y profundiza en un se examina detenidamente su propia
problema actual el terrorismo inter- identidad cae en la cuenta que su re-
nacional. corrido es rico y lleno de diferentes
Todos tenemos una misma ex- experiencias vitales, sentimientos y
periencia, todos hemos hecho viajes. deseos que le han ido formando a lo
Esta experiencia no crea división ni largo de su vida. El conflicto y el pe-
conflicto. La madurez humana es ligro es la identidad única. Vallés re-
acoger esta múltiple identidad en lata cómo amplió su imagen de Dios
coherencia con nuestra persona. La al vivir durante más de una década
humanidad anhela la convivencia en la India. De “un dios de bolsillo,
pacífica. En todas las religiones se antropomórfico” a un Dios revelado
avanza hacia el respeto recíproco. el Sin-Segundo, el Totalmente Otro.
Hoy hablamos de ecumenismo prác- Los hijos de los inmigrantes son
tico. Aprender a vivir junto a una un colectivo común en cualquier
persona que ve las cosas de una for- país. Ellos son el futuro. Todos so-
ma diferente de la mía es siempre un mos necesarios y diferentes tanto en

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recensiones 947

Oriente como en Occidente. Estos Una lectura breve y muy amena.


jóvenes han vivido en dos países, Vallés escribe al corazón del lector
uno en casa y otro en el colegio. con un estilo personal y directo que
Ellos enriquecen a la sociedad y a invita a meditar. Todos somos pere-
la cultura. Todos nos enriquecemos grinos en el mar de la vida. Com-
espiritualmente y psicológicamente binar nuestro pasado unilateral con
al conocer otras corrientes cultura- nuestro presente multidimensional
les. Cuando los cristianos repasamos es el reto de este siglo. Asimilar la
nuestra historia entendemos que las riqueza infinita de ideas, ritmos, co-
cruzadas de hace diez siglos son pa- lores y sentimientos que forman a
ralelas a las yihad de ahora. Es po- cada ser humano.
sible ejercer la caridad sin imponer
nuestras creencias. Marta Sánchez

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Rodney Stark
Falso testimonio
Denuncia de siglos
de historia anticatólica

P.V.P.: 20 €
304 págs.

Más información en
www.gcloyola.com
Rodney Stark, prestigioso sociólogo de la religión, sostiene que algunas de
nuestras opiniones más comúnmente admitidas sobre cuestiones históri-
cas, que generalmente ofrecen una imagen muy negativa de la Iglesia cató-
lica, son en buena parte producto de la imaginación. ¿Cuál es, entonces,
la verdad? En cada capítulo, Stark aborda un mito anticatólico bien esta-
blecido, ofrece una fascinante historia de cómo ha terminado convirtién-
dose en opinión tradicional y presenta una sucinta y a la vez sorprenden-
te descripción de la auténtica realidad.

Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)


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apellido (s); 4) ed./eds. entre paréntesis (ed./eds.); 5) título y subtítulo (si
lo tiene) del libro o diccionario en letra cursiva; 6) nombre de la editorial
en letra redonda; 7) lugar y fecha de publicación en letra redonda y sin
coma entre ambas (si existe número de edición de un libro, se cita, por
supuesto a partir de la segunda, en superíndice, justo a continuación del
año de edición); 8) precedido por coma (,) y espacio, número (s) de página
(s) citada (s), sin que le (s) preceda (n) p. / pp.
Ejemplo:
A. Wénin, «David roi, de Goliath à Bethsabée. La figure de David dans les
livres de Samuel», en L. Desrousseaux – J. Vermeylen (eds.), Figures de
David à travers la Bible, Cerf, Paris 1999, 75-112.
d) Al citar referencias electrónicas, se siguen los criterios de a, b y c, y
se añade: 1) después de autor, título, etc., y precedida y seguida por coma:
en línea; 2) dirección web; 3) día de la consulta (entre paréntesis).
Ejemplo:
J. P. Fokkelman, Narrative Art and Poetry in the Books of samuel I.
King David, Van Gorcum, Assen 1981, en línea,
http://www.salterrae.es/catalogo/index.php
(consulta el 14 de febrero de 2010).
10) Formato de abreviaturas de referencia habituales: Ibid. / op. cit. / art. cit. / cf. /
cap. / ss. / n. (número) / nota / vol. /vols.
11) Otras indicaciones: Los textos sangrados van entre comillas. Se acentúan las
mayúsculas. Se usan comillas bajas y, solo dentro de éstas, las comillas al-
tas (Ejemplo: «Juan dijo: “Lo sé”»). Las citas bíblicas, según estos ejemplos:
Mt 6,1-3 / Mt 6,1-3.12-14.
12) En acentos, puntos, signos de puntuación, etc., síganse las normas de la Real
Academia Española (http://www.rae.es/rae.html).

Sal Terrae | 105 (2017) 949-951


Grupo
de Espiritualidad
Ignaciana
Escritos Esenciales
de los primeros jesuitas.
De Ignacio a Ribadeneira
P.V.P.: 25 €
272 págs.

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La
La muerte
Compañíase hade
convertido
Jesús en en
susun tabú. generó
inicios Ahora nounasolo es normal
riquísima morir en
producción
soledad,
literaria sino
en laque
quenipodemos
siquiera se puede hablar
descubrir cómo dese la muerte yqué
entendía, a menudo
buscaban,se
abandona al moribundo a su suerte. Es un signo de un profundo
cómo deseaban configurar su misión e identidad, y cómo responder a las cambio
de la cultura,deque
necesidades ha pasado
su tiempo. de la petición
Escritos de Fabro,deFrancisco
«piedad Javier,
para quien
Nadal,muere»
Borja
ao una solicitud
Polanco de que
con los «muerte
se fuepor piedad». Están
construyendo en juego
el “modo de profundas
proceder” dediná-
los
micas afectivas,
jesuitas. culturales y espirituales, y tratar los problemas fuera de
una visión humanística y sapiencial resultaría restrictivo.

Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)


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