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ESTUDIOS
Qué es y qué no es acompañamiento
espiritual
Luis María García Domínguez, sj 865
Formados, éticos y lúcidos.
consideraciones sobre el acompañante
espiritual desde una perspectiva
antropológica
Rufino J. Meana 879
Acompañar en el sufrimiento
Darío Mollá Llácer, sj 895
El acompañamiento en la escuela.
Límites y posibilidades
Jorge Enríquez Muñoz, sj 907
LA FAMILIA
¿Qué es la familia cristiana? La que vive
en el espíritu de Cristo las alegrías
y las penas del hogar
Javier de la Torre 921
LOS LIBROS
Recensiones 935
SalTerrae
SalTerrae
Revista de
Revista de Teología
Teología pastoral
pastoral
de la
de la Compañía
Compañía dede Jesús
Jesús en
en España
España
Fundada en 1912
Año 105
Número 1.227
1.225
SEPTIEMBRE 2017
NOVIEMBRE
DIRECTOR:
José Ramón Busto Saiz, sj
Maldonado, 1 / E-28006 Madrid
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CONSEJO DE REDACCIÓN:
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Diego Molina (Facultad de Teología de Granada)
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Pedro Rodríguez Panizo (Universidad Pontificia Comillas)
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Javier de la Torre (Universidad Pontificia Comillas)
COLABORADORES HABITUALES:
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José Mª Fernández Martos - Jesús García Herrero
Joaquín García Roca - José Antonio García Rodríguez
Pedro José Gómez - José I. González Faus
Luis González-Carvajal - Juan Antonio Guerrero
Pablo Guerrero - Daniel Izuzquiza - Mariola López
Luis López-Yarto - Juan Manuel Martín Moreno
Xavier Melloni - Fernando Millán
Jon Sobrino - Gabino Uríbarri
863
PRESENTACIÓN
ESTUDIOS
Qué es y qué no es
acompañamiento espiritual
L uis M aría G arcía D omínguez , S.J.*
Resumen
El acompañamiento espiritual es una modalidad de diálogo pastoral que adquie-
re formas muy diversas, aunque no se identifica propiamente con la amistad espi-
ritual, con la confesión, con el gobierno religioso, con la psicoterapia ni con otros
modos de encuentro pastoral o de diálogo humano. El acompañamiento requiere
frecuentes conversaciones, utiliza diversos recursos verbales y se dirige a funda-
mentalmente a buscar (a discernir) la voluntad de Dios y a facilitar su cumpli-
miento; aunque otros fines pueden también alcanzarse como objetivos parciales.
Palabras clave: acompañamiento espiritual, conversación espiritual, colo-
quio. diálogo pastoral, dirección espiritual.
Abstract
Spiritual accompaniment is a pastoral dialogue modality that takes on very
diverse forms, even though it does not strictly identify with spiritual friendship,
confession, religious governance, psychotherapy or other methods of pastoral
1. Variedad de enfoques
1. Ver G. Firolamo (Ed.), Storia della direzzione spirituale, I. L’età antica; II. L’età
medievale; III. L’età moderna, Morcelliana, Brescia 2006, 2010, 2008.
contemporáneo que les resulta inspirador por sus publicaciones, sus con-
ferencias o su atractivo carismático.
Pero la mayoría de los acompañantes espirituales utilizan la multicolor
sabiduría acumulada por la Iglesia, especialmente a partir de la Sagrada
Escritura meditada y estudiada. Y resultan notablemente eclécticos en sus
fuentes de inspiración, sacando de su arcón particular lo que les parece
útil, tanto antiguo como nuevo (según Mateo 13,52).
El acompañamiento también viene condicionado por el contexto y la situación
de la persona acompañada. Un buen acompañante se acomoda a la persona
joven o mayor, con buena salud o enferma, laica o consagrada, que está en bús-
queda inquieta o que persevera en sus opciones de vida. No se puede acom-
pañar de igual modo a dos personas distintas. Por lo mismo también puede
modular el acompañamiento la geografía (la costa o la sierra, el altiplano o el
trópico, la ciudad o la aldea); la condición económica y social (riqueza o po-
breza, status y profesión, estudio, trabajo o paro); el recorrido formativo (his-
torial académico, capacidad o limitación intelectual); el tipo de personalidad
(más activo, más reflexivo, más afectivo); la forma de vida eclesial (sacerdote,
consagrado, laico); y el tipo de problemas presentados. En definitiva, existen
muchas posibles formas de acompañamiento que la Iglesia desea fomentar2.
2. «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos– en
este “arte del acompañamiento”»: Papa Francisco, Evangelii gaudium, n. 169;
ver también nn. 24, 169-173, 199, 214.
No es una psicoterapia
La psicoterapia es una técnica conversacional para la curación de algún
daño o dolencia en el psiquismo; busca curar una psicología herida, blo-
queada o alterada. Trata de aliviar el malestar y de potenciar las capaci-
dades del sujeto para un mayor equilibrio personal, incrementar su efi-
ciencia y mejorar sus relaciones. La psicoterapia puede proporcionar más
realismo al paciente, mayor sosiego ante angustias innecesarias y mostrar
algunos recursos para enfrentar los problemas. La psicoterapia requiere
una buena preparación profesional, pues la psicopatología humana es no-
tablemente compleja y según la especificidad o profundidad de la enfer-
medad psíquica hay que estar notablemente especializado.
Pero el acompañamiento y la psicoterapia se mueven en planos diversos,
con objetivos diferentes y utilizan instrumentos distintos. El acompaña-
miento espiritual tiene un horizonte específicamente espiritual, busca la
6. Aunque, por supuesto, puede hacer con fruto algún «diálogo pastoral» con esas
personas.
7. J. C. Larchet, Terapéutica de las enfermedades espirituales, Sígueme, Salamanca
2014; F. Rivas Rebaque, Terapia de las enfermedades espirituales en los Padres
de la Iglesia, San Pablo, Madrid 2013; T. Spidlik, La espiritualidad del Oriente
cristiano, Monte Carmelo, Burgos 2004, 156 y 318-323.
8. «El director espiritual debe captarlo para no atribuir al nivel espiritual lo que tie-
ne un origen simplemente orgánico»: L. M. Mendizábal, Dirección espiritual.
Teoría y práctica, BAC, Madrid 1982, 284.
El acompañamiento no dirige
Se puede hablar legítimamente de dirección espiritual o de dirección de
conciencia; pues en el acompañamiento se incluyen instrucciones, orien-
taciones o referencia a criterios morales, alguna enseñanza sobre los con-
tenidos de la fe y se puede ofrecer una pedagogía de la oración. Pero
la decisión corresponde siempre a la persona acompañada. Por eso el
19. El diagnóstico te permite guardar las distancias: le has dicho al paciente lo que
le pasa y tu tarea termina ahí. En cambio, la cura te obliga a implicarte, te ves
comprometido en su situación y no sabes por cuánto tiempo: S. Guarinelli, El
sacerdote inmaduro. Un itinerario espiritual, Sígueme, Salamanca 20162, 105.
Incorpora el discernimiento
Todos los recursos de la conversación se ponen últimamente al servicio
del discernimiento espiritual, ya que no es suficiente aplicar criterios ge-
nerales a las situaciones concretas20.
La persona acompañada ha de aprender a discernir su propia vida, sus
reacciones, sus sentimientos. Ha de familiarizarse con las señales de
Dios y del «buen espíritu», que en ocasiones punza y remuerde la con-
ciencia y en otras ocasiones da ánimo y fuerzas, consuela e inspira bue-
nas decisiones. Y también ha de reconocer las mociones y tentaciones
del mal espíritu que puede tentar con placeres sensuales y con impe-
dimentos patentes; pero que también engaña con consolaciones que
pueden parecer de Dios21. Ese discernimiento de la persona acompaña-
da ha de ser ayudado y confirmado por su acompañante, que discierne
conjuntamente con ella.
Pero muchas veces la persona acompañada acertará perfectamente en
su discernimiento y en el seguimiento de Cristo. Pues el discernimiento
«empodera» a las personas acompañadas y hace que el acompañante deba
ir «disminuyendo», a medida que su discípulo «crece» y es guiado más
directamente por el Espíritu, como hace el Bautista ante Jesús (Jn 3,30).
Por eso la relación de acompañamiento que incorpora el discernimiento
es respetuosa, no directiva. Incluso la confrontación se hace en un clima
de mutua confianza, con la certeza de que solo se busca ayudar. Pero
siempre la decisión pertenece a la persona acompañada, que tiene dere-
cho a decidir y a equivocarse, como también a rectificar posteriormente.
20. Aplicar las normas no es igual que hacer discernimiento; las normas son prin-
cipios generales, el discernimiento mira a lo concreto: Papa Francisco, Amoris
laetitia, nn. 304-305.
21. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, o.c., nn. 314-315 y 331. Antes de él
lo señalaron numerosos autores espirituales desde san Pablo (2 Cor 11,14).
P.V.P.: 30 €
640 págs.
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Resumen
Se presta atención a la figura de acompañante espiritual subrayando la diferen-
cia que hay entre éste y el director de conciencias. A continuación, se habla de la
necesidad de una buena y reglada formación para que su trabajo responda a los
estándares éticos que ya se aplican en diversas profesiones de ayuda. Más adelante
se destacan dos escenarios de acompañamientos constitutivos de mala práctica. El
primero se refiere al mundo de las ambigüedades y manipulaciones. El segundo al
ámbito de la colonización de los sujetos acompañados desde la mejor de las inten-
ciones y sin plena conciencia de la manipulación que se está dando destacando el
daño que esto supone para la institución eclesial.
Palabras clave: Acompañante, acompañamiento, mala práctica, espiritua-
lidad, antropología psicológica.
Abstract
Attention is paid to the figure of the spiritual companion, highlighting the difference
between such companion and the director of conscience. Subsequently, conversation
turns to the need for good and regulated training so that his or her work meets the
ethical standards that are now applied in different support professions. Later, two
accompaniment scenarios of bad practice are discussed. The first regards the world
of ambiguities and manipulations. The second relates to the field of colonisation of
accompanied subjects, with the best intentions and without being fully aware of the
manipulation taking place, stressing the harm it entails to the ecclesiastical institution.
Key words: Companion, accompaniment, bad practice, spirituality, psy-
chological anthropology.
No podemos tirar del tallo tierno para que crezca al ritmo de la impaciencia /
No podemos estrujar el corazón con las manos para que acelere su latido …
(González Buelta)2
Jean Laplace3, en los años 60 a las puertas del Concilio Vaticano II,
afirmaba que el director espiritual debería instruir en el discernimien-
to conjugando respeto por la libertad del dirigido con un claro objetivo
formativo. También sostenía la tesis de que la “dirección” tenía carácter
de carisma ligado al estado clerical; a su juicio al sacerdote se le supone la
idoneidad carismática para dirigir conciencias.
Tras el Concilio, fue emergiendo otra escuela con un aire más anglosajón
muy en la línea de la ‘conversación espiritual’ tan querida por místicos
como Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús y muy asistida por la psicología.
La experiencia del acompañado se sitúa en el centro; no se trata tanto de
dictar modo y orden sobre prácticas de piedad o de transmitir directrices
de orden moral, dogmático o disciplinar. Se asienta sobre la idea de dos
personas que dialogan, donde una de las partes es más experta en ver e
identificar lo espiritualmente relevante de modo que la otra persona vaya
creciendo en fe, esperanza y caridad4. También subraya la importancia de
establecer claramente un acuerdo mutuo –“contrato” en las profesiones
de ayuda– sobre las condiciones de la relación: frecuencia, lugar, dura-
ción, objetivos, etc.
Ambas corrientes contienen elementos interesantes y dignos de ser
tomados en consideración, pero lo cierto es que cada vez resulta más
infrecuente hablar de ‘dirección de conciencia’ seguramente porque
el término ‘dirección’ implica que alguien dicta a otro modos de ser,
de estar, incluso sentimientos (v.gr. “deberías sentirte triste… alegre…
avergonzado/a…” etc.). Consideremos que a lo largo de la segunda mi-
tad del s. XX ha ido ganando valor la idea de autonomía: el individuo
con su conciencia es más que nunca un bien a cuidar y promover5.
que brote de una conciencia en honesta relación con Dios. Resulta difícil
imaginar hoy que la vida espiritual de las personas, y el impacto de ésta
en su vida cotidiana, se pueda resolver con una serie de normas o reglas
cuyo cumplimiento aseguraría que todo se ha hecho bien y uno merece
un lugar en el estrado de los justos. Benedicto XVI es muy consciente de
la importancia de esto para nuestro momento histórico cuando dice a un
grupo de sacerdotes8: “Ninguno de nosotros tiene una receta hecha, entre
otras razones, porque las situaciones son siempre diversas”. No es relativismo,
ni situacionalismo que dirían los moralistas más críticos. Se llama discer-
nimiento y ha guiado la mística cristiana durante milenios.
10. Una buena reflexión sobre la relación pastoral vista desde estándares profesio-
nales lo encontramos en: R. GULA, Just Ministry. Professional Ethics for Pastoral
Ministers, Paulist Press, Nueva York 2010.
“El arma más poderosa en manos del opresor es la mente del oprimido”
(N. Chomsky)12
P.V.P.: 19,50 €
256 págs.
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Acompañar
en el sufrimiento
D arío M ollá L lácer , S.J.*
Resumen
¿Cómo ayudar a las personas que acompañamos en sus momentos de sufrimiento?
El artículo, escrito a partir de la personal reflexión del autor, intenta dar res-
puesta a esta pregunta. Para ello, y tras precisar el qué y el desde dónde se sitúa,
expone, en un primer momento “tareas” de la persona que acompaña y acaba
exponiendo las actitudes de fondo que han de mover a quien, de verdad, quiera
ayudar a sus acompañados en el doloroso camino que va del sufrimiento a la
esperanza.
Palabras clave: ayudar, escucha, discernimiento, abnegación, esperanza
Accompanying in suffering
Abstract
How can we help those we accompany in their times of suffering? The article,
written on personal reflection of the author, aims to answer that question. There-
fore, after specifying the ‘what’ and the ‘standpoint’, the author first explains the
“tasks” of the companion and finishes by establishing the fundamental attitudes
that must motivate those who truly want to help the people they accompany on
the painful path from suffering to hope.
Key words: Support, listening, discernment, abnegation, hope
del sujeto?: esas son las preguntas que el acompañante debe hacerse y mi
deseo es dar pistas de respuesta sobre ellas. El sufrimiento no anula a la
persona que sufre como sujeto de su propio proceso. Esto es algo que el
acompañante no debe olvidar nunca, y debe procurar que el acompañado
tampoco lo olvide. Al respecto, ambos pueden ser tentados: tentado el
acompañante de precipitar e imponer supuestas soluciones, que a la larga
serán parches superficiales; tentado el acompañado de delegar en otro
su tarea y su responsabilidad, lo cual le irá progresivamente inhabilitan-
do para abordar cualquier problema o sufrimiento que la vida le pueda
plantear.
El segundo término a abordar en esta mi reflexión inicial es “sufrimien-
to”. Porque hay múltiples formas de sufrimiento. Cuando nos aproxima-
mos a la abundante literatura sobre el sufrimiento y el acompañamiento
en el sufrimiento son muchas las reflexiones sobre el acompañamiento en
el duelo por las pérdidas humanas y el acompañamiento en la enferme-
dad grave. Ciertamente son formas importantes de sufrimiento que toda
persona tiene que afrontar algunas veces en su vida y sobre las que hay
mucho y bueno escrito. No soy yo quien puede aportar nada al respecto.
Pero hay otras muchas formas de sufrimiento, quizá más cotidianas, que
se nos pueden presentar en las personas a las que atendemos en nuestros
acompañamientos ordinarios. Quiero fijarme de un modo particular en
ellas, porque ellas han estado, y están, más presentes en mi experiencia
personal de acompañamiento, y desde ellas quiero aportar mis reflexiones.
Actualmente comparto vida de comunidad con personas que están en
la cárcel en situación de semi-libertad. Además de la pena mayor que
es la privación de libertad, mis compañeros de comunidad sufren otras
penas añadidas y no pequeñas: la exclusión social, la dificultad añadida
para encontrar un puesto de trabajo, la pérdida o rechazo de la familia en
muchos casos, la lucha angustiosa por la supervivencia cotidiana, la sole-
dad… Mis compañeros jesuitas y yo, y también ellos entre sí, intentamos
acompañar y acompañarnos en esos sufrimientos, y mis reflexiones en
este artículo son, en buena parte, “relectura” de nuestra experiencia.
Finalmente, debo aclarar que también tiene su intención el po-
ner en el título de este artículo la expresión “en el” como enlace entre
2. “Ser casa”2
distintos momentos. Momentos que son distintos porque los acentos que
hay que poner en cada uno de ellos son diversos, pero en todos ellos hay
un mismo objetivo y todos ellos recogen el fruto del anterior y se proyec-
tan hacia el posterior. Hablo de “momentos” y no de etapas. Porque no
me gusta nada hablar de “etapas” en los procesos humanos; el concepto
etapa va demasiado asociado a cosas como “meta” o “velocidad” que no
hacen ningún bien pensar o utilizar cuando se trabajan los procesos de
las personas.
Mientras escribía este artículo, nos llegó una felicitación por la fiesta de
San Ignacio de un antiguo compañero de comunidad. Transcribo algu-
nas líneas respetando literalmente expresión y puntuación: “Hace poco
más de un año salía de prisión con un poco de ropa y nada más, bueno, la
carga del pasado, me abrieron una puerta, me brindaron más que techo,
una familia, empecé a sentirme algo, recuperar la confianza en mí mismo,
sin tratos especiales de psicología, me empecé a sentir querido, pasé de llegar
a casa y esconderme en mi habitación a sentirme escuchado en mis rarezas…
Sin preguntas…”. Son un ejemplo concreto de lo que decía en el párrafo
anterior: hogar y proceso: “puerta”, “techo”, “familia”, “casa”… “empecé”,
“recuperar”, “pasé”…
con palabras: no sólo por no encontrar las adecuadas, sino por resistencias
interiores que tienen que ver con profundos movimientos del corazón: el
reconocer nuestra debilidad, la culpa, la vergüenza, la resistencia a volver
a sentir el dolor, etc.
No olvidemos, además, que la escucha de quien acompaña en el sufri-
miento tiene otro objetivo: que la persona acompañada se sienta “en
casa”: en un “hogar” en el que el sufrimiento y los sentimientos que éste
provoca puedan ser expresados y vividos con una plena confianza, en in-
timidad, sin estar pendiente de las formas, con plena autenticidad.
La escucha del acompañante no es la del médico inquieto por acertar con
un diagnóstico y recetar la medicina adecuada, ni la del trabajador social
cuya preocupación es encajar a quien sufre en el recurso más idóneo, ni
la del juez preocupado por los datos necesarios para dictaminar una sen-
tencia justa… Es otra cosa, va más allá: intenta ser un encuentro personal.
Por ello es necesaria una escucha con todos los sentidos: en la que caben
también, y en ambas direcciones, la mirada, el gesto, la postura, el tacto3,
la expresión que acompaña a cada palabra, las lágrimas, las sonrisas, los
silencios, los énfasis, el tono de voz… Sólo así es posible captar lo que
cada sufrimiento concreto significa para quien lo padece. Y sólo desde ese
captar será posible que quien sufre se sienta no simplemente diagnostica-
do o atendido o juzgado, sino acompañado.
En el momento de esa escucha con los cinco sentidos comienza (y ese es
precisamente el compromiso y el riesgo) el camino del acompañamiento:
un camino compartido del que, de entrada, no se sabe mucho ni de la
duración, ni de las dificultades, ni del final… Pero sí, así es: acompa-
ñar al que sufre, si no es juego o pose, es compromiso con la persona
y abnegación del propio amor, querer e interés. Nada está garantizado
de antemano, pero hay una persona sufriendo y vale la “pena” ayudarla.
Ante una persona que sufre, esa ausencia de seguridad es precisamente la
garantía-credibilidad de la escucha, del encuentro.
Dios mucho más pura y mucho más radical, mucho menos apoyada en
bienes o en éxitos. Mucho más gratuita.
Todo ello daría para una reflexión más honda4 sobre la relación entre la
experiencia de Dios y el sufrimiento, reflexión que no es éste el momento
de hacer ni soy yo la persona adecuada para hacerlo. Pero, al menos, quie-
ro dejar constancia de una cosa: que no necesariamente es válido el tópico
de que el sufrimiento siempre cierra la puerta al encuentro con Dios, ni
mucho menos. Eso es algo que quien acompaña en su sufrimiento a per-
sonas creyentes no debe ignorar.
4. Ver, a modo de ejemplo, el artículo de J.R. BUSTO, “El sufrimiento, ¿roca del
ateísmo o ámbito de la revelación divina?” Selecciones de Teología 49 (2010), 193.
3. “Me hice débil con los débiles… para salvar como sea a algunos”
(1Cor 9,22)
El acompañamiento en la
escuela.
Límites y posibilidades
J orge E nríquez M uñoz , S.J.*
Resumen
La misión de los colegios católicos recoge la promoción del encuentro con Dios, y
la comprensión de la vida desde el ideal del Evangelio, como uno de sus objetivos
fundamentales. Es una concepción que plantea el horizonte de la vocación cris-
tiana, es decir, la respuesta a la llamada de Dios que toda persona experimenta.
El acompañamiento en la escuela surge con el deseo de ayudar a los alumnos a
comprender y situarse en la vida en esta clave creyente. Aportar algunas claves
prácticas para el desarrollo de este proceso es el objetivo de este artículo.
Palabras clave: acompañar, espiritual, escolar, proyecto.
Accompaniment in schools.
Limits and possibilities.
Abstract
The mission of Catholic schools comprises the promotion of encountering God
and the understanding of life from the ideal of the Gospel as one of its main
objectives. It is a conception that contemplates the horizon of the Christian
vocation; in other words, answering God’s call, which everyone experiences.
1. Introducción1
1. Este artículo es posible gracias al trabajo del equipo que ha formado parte del
curso de Espiritualidad ignaciana y acompañamiento. Marta, Enric, Darío, Ma-
rroquín, Irune, Koldo, Óscar y Manuel, y los que han contribuido a su diseño
y evaluación en estos años. La presentación que realizo, pretende ser concreta
partiendo de la realidad que conozco. Lo que aquí expongo es reconocible como
propio y extrapolable a otras espiritualidades y contextos educativos.
2. Este interés por recuperar el acompañamiento espiritual se encuentra también
en el II Encuentro de equipos de pastoral juvenil de la Conferencia Episcopal
Española. La ponencia final del encuentro presenta una visión y unas concre-
ciones que merece la pena leer y trabajar. Véase: C. Escribano, II encuentro de
equipos de pastoral juvenil. Ponencia final: Conclusiones y propuestas, en línea,
http://www.pastoraldejuventud.es/wp-content/uploads/2017/06/Ponencia-
final-EPJ-Hacia-una-Pastoral-Juvenil-del-Acompa%C3%B1amiento-Mons.-
Carlos-Escribano.pdf (Consulta el 23 de agosto de 2017).
3. La discusión terminológica entre «acompañamiento» y «dirección» espiritual es
interesante y lleva a planteamientos de fondo que no son desdeñables. En este
artículo usaré solo el término «acompañamiento» para referirme a la labor que
realiza un adulto en el contexto escolar para ayudar a comprender sentimientos,
mociones, luces y sombras en la búsqueda por la respuesta a la llamada de Dios.
4. Recomiendo la lectura del capítulo dedicado a este tema por Óscar Alonso; es
sugerente y plantea esta división con amplitud. Cf. O. Alonso Peno, Acom-
pañar. El acompañamiento pastoral a los adolescentes en la escuela, PPC, Madrid
2008, 137-157.
una forma de decirle a la persona que tenemos delante lo que tiene que
hacer con su vida. Ese equilibrio entre escuchar, sugerir, ofrecer, esperar,
es una cualidad que podemos educar y es una herramienta que nos permi-
te profundizar en los procesos personales generados por la labor pastoral
y educativa que realizamos.
El equipo de acompañantes tiene que haber realizado, en lo posible, una
experiencia significativa de ejercicios espirituales, ser acompañados espi-
ritualmente, recibir una formación suficiente y ser acompañados en su
tarea. La formación, por buena que sea, no suple un cierto proceso de
aprendizaje práctico, compartido con otros que acompañan y apoyado
por alguien con más experiencia que ayude a enfocar las situaciones que
presenten alguna dificultad.
Acompañantes y tutores. El acompañante espiritual no es un segundo tu-
tor. El acompañamiento espiritual tiene su propia dinámica al igual que
la acción tutorial tiene la suya. En el acompañamiento surgen situacio-
nes relacionadas con la vida escolar (académicas, amistades, situaciones
familiares complejas) que el acompañante aborda desde su perspectiva.
Si el acompañante viera que es necesario que el tutor o la familia conoz-
can algo con más detalle, puede animar al acompañado para que sea éste
quien lo haga, o bien le dé permiso al acompañante para decirlo.
No debería darse el caso de que tutor y acompañante fueran la misma
persona. La distinción de roles ayuda a crear y mantener un clima de con-
fianza. Igualmente sería bueno, aunque entiendo que ya más difícil por
cuestiones organizativas del centro, que el acompañante no fuera parte
del profesorado que da clase en ese momento a la persona acompañada.
Acompañados. Debemos elegir el grupo que queremos acompañar. No
podemos acompañar a todos los alumnos, ni podemos acompañar de la
misma forma al alumnado de primaria que al de bachillerato (por citar
dos ejemplos fácilmente identificables). La elección de este grupo depen-
derá de las posibilidades del centro y, sobre todo, de qué proceso pastoral
queremos acompañar.
Los alumnos acompañados tienen que saber qué se va a hacer, en qué
consiste eso del acompañamiento y, especialmente, sentirse libres a la
Podemos pedir que el colegio libere horas a los que van a acompañar, o
que el profesorado que acompaña busque un hueco en su horario, o fuera
de él, para poder hacerlo. Las dos soluciones presentan sus ventajas e
inconvenientes. No debemos olvidar que el laicado no sustituye a la vida
religiosa, son vocaciones diferentes que colaboran en una misión. No es
solo un problema exclusivamente económico. De fondo está la pregunta
de si puede acompañar adecuadamente quien está a muchas cosas6. La
solución vendrá desde una adecuada selección de objetivos, del diálogo, y
de la organización y asignación de los recursos disponibles en función de
lo que hemos definido como prioritario.
6. Hay una pregunta de fondo que tiene que ver con las prioridades apostólicas, no
solo a nivel de cada centro, sino a nivel de congregación religiosa o diócesis. En
este sentido, es interesante el planteamiento de Enric Puiggròs, sj, abordando
el tema de la vocación señala tres dificultades que tienen su paralelismo en el
nivel colegial. Cf. E. Puiggròs, «Un futuro (im)posible. Hacia una estrategia
vocacional “realista”»: Sal Terrae 104 (2016), 814.
7. Tanto materiales como guiones posibles para el desarrollo de estas actividades se
pueden encontrar en: www.lineasdefuerzasj.com
8. Una visión general sobre lo que es el examen ignaciano puede encontrarse en:
P. Cebollada, «El examen ignaciano. Revisión y equilibrio personal»: Manresa
81 (2009), 127-139.
6. Conclusión
10. El discurso completo se encuentra publicado en: «Iglesia y justicia. Actas del X
Congreso de la Confederación Europea de Asociaciones de AA.AA. de Jesuitas».
Valencia (España), 29 julio - 1 agosto 1973, 92-118
P.V.P.: 12 €
208 págs.
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El factor humano en las organizaciones es clave para lograr los fines que
se pretenden. En la espiritualidad ignaciana hay pautas propias que son
muy útiles para el liderazgo y que, de hecho, permiten que miles de ins-
tituciones renueven constantemente el servicio que realizan. Estudiar las
buenas prácticas de la Compañía de Jesús, una organización con casi qui-
nientos años de historia, puede dar luz en temas tan fundamentales como
la relación humana, el gobierno y el liderazgo.
LA FAMILIA
¿Qué es la familia cristiana?
La que vive en el espíritu
de cristo las alegrías y penas
del hogar
J avier de la T orre *
Resumen
El artículo pretende responder a la pregunta por la identidad de la familia cris-
tiana desde tres perspectivas. La primera es desde la vida pública de Jesús, la se-
gunda desde la vida familiar de las primeras comunidades cristianas (s. II y III) y
la tercera desde el corazón del papa Francisco a través de su exhortación apostóli-
ca Amoris laetitia. La respuesta es más sorprendente de lo que la mayoría piensa.
Palabras clave: familia cristiana, Amoris laetitia, Jesús
Abstract
The article aims to answer the question of the identity of the Christian fa-
mily from three perspectives. The first is from the public life of Jesus, the
second from the family life of the Christian communities (s. II y III) and
the third from the heart of Pope Francis through his apostolic exhortation
Amoris laetitia. The answer is more surprising than most people think.
Key words: Christian family, Amoris laetitia, Jesus
¿Es la familia cristiana aquella que tiene muchos hijos? No; muchas veces,
no ¿Es la familia cristiana aquella en que todos son buenas personas? No; mu-
chas veces, no. ¿Es la familia cristiana la comprometida socialmente con los
más pobres? No; muchas veces, no. ¿Es la familia cristiana la que permanece
unida a pesar de las dificultades? No; muchas veces, no. Entonces ¿cuál es la
familia cristiana? La verdadera familia cristiana es aquella en que dos o más
personas de la familia buscan poner a Cristo en el centro del hogar, en medio
de sus alegrías y sus penas y confían sus esperanzas y desesperanzas a Cristo.
La familia cristiana es aquella en la que varios de sus miembros quieren
acoger y buscar a Cristo y ponerle en el centro del hogar para que sus ale-
grías y penas, sus limitaciones y dificultades, sean iluminadas por su luz
y su gracia. ¿Qué supone colocar a Jesucristo y el Evangelio en el centro
de la familia? Responderemos con tres momentos. Una mirada a Jesús
y su vivencia de la familia, una mirada a las familias de las primeras co-
munidades cristianas y una mirada a la familia desde el corazón del papa
Francisco.
los buscaban si alguien había sido abandonado, les lavaban sin ánimo de
lucro, sin soberbia. Pronto en la Iglesia se crean hospitales. Los creyentes
tienen comportamientos heroicos en las epidemias, catástrofes y pestes:
visitan, sirven, cuidan, limpian, cierran sus bocas, abrazan, envuelven en
sudarios, entierran y asumen voluntariamente la muerte y el dolor por los
enfermos.
La familia en estos siglos es una iglesia doméstica (LG 11). En el NT apa-
rece la expresión “la Iglesia en casa de”. Juan Crisóstomo predica que los
padres conviertan su casa entera en una iglesia. Frente a una visión más
institucional, en los primeros siglos encontramos esta preciosa dimensión
sacramental y ministerial de la familia. ¿Qué es la familia cristiana en
estos siglos? Es aquella que, siguiendo el ejemplo de Cristo, y viviendo
dentro de la comunidad eclesial, pone en el centro a las mujeres, trata
con dignidad a sus trabajadores, libera de la esclavitud, atiende a los po-
bres, acoge a los huérfanos, es hospitalaria con el extranjero y cuida a los
enfermos.
Conclusión
P.V.P.: 14,90 €
272 págs.
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La muerte se ha convertido en un tabú. Ahora no solo es normal morir en
soledad, sino que ni siquiera se puede hablar de la muerte y a menudo se
abandona al moribundo a su suerte. Es un signo de un profundo cambio
de la cultura, que ha pasado de la petición de «piedad para quien muere»
a una solicitud de «muerte por piedad». Están en juego profundas diná-
micas afectivas, culturales y espirituales, y tratar los problemas fuera de
una visión humanística y sapiencial resultaría restrictivo.
LOS LIBROS
RECENSIONES
Esta obra, galardonada con presti- que intervienen en cada una de las
giosas distinciones y traducida ahora situaciones que describe, dejan claro
al castellano, se ha convertido en un que la realidad no encaja en fáciles
clásico. Su contenido, como los estu- esquemas generalizadores. No se
dios históricos realizados con rigor e sostienen ni el mito de la supuesta
imparcialidad, siempre es actual. batalla continua entre ciencia y re-
Su autor es doctor en Ciencias ligión, ni las apologías de la ciencia
Naturales y profesor emérito de la ni las de la religión. En último tér-
Universidad de Cambridge. Sus mino, como él mismo dice citando
estudios sobre la relación entre la a Bacon y a Franklin, la humildad es
ciencia y la religión le han consoli- imprescindible.
dado internacionalmente como es- Consciente de la extraordinaria
pecialista en un tema como este, tan complejidad del tema, de sus múl-
controvertido en los últimos siglos. tiples perspectivas y de la necesidad
Su honestidad de investigador de tratar cada caso concreto en su
libre de prejuicios le ha permitido singularidad, en la introducción
reflejar los datos con fidelidad de presenta sus líneas básicas de actua-
notario. A lo largo de sus páginas, ción. Su objetivo es analizar la rela-
se van desmontando ideas preconce- ción que, a lo largo de la historia,
bidas, falsos reduccionismos incapa- se ha establecido entre lo afirmado
ces de mostrar la realidad en toda su sobre la naturaleza y lo afirmado so-
amplitud y diversidad. La cultura, el bre Dios.
contexto histórico, las relaciones in- No se trata de un tratado con-
terpersonales y los múltiples factores vencional de historia, sino de un
Boff, L., La Tierra está en nuestras manos. Una nueva visión del planeta
y de la humanidad. Sal Terrae, Santander 2016, 230 pp.
cambios necesarios, dado que es, por table de que aún tenemos futuro y
naturaleza, un ser versátil, flexible y que la Madre Tierra habrá de darnos
adaptable a las más diversas circuns- cobijo generosamente. «El conven-
tancias. Si el peligro es grande, ma- cimiento que tratan de transmitir
yor aún habrá de ser la posibilidad de estas páginas es que la verdadera
salvación, porque el sentido prevale- génesis no se encuentra al principio,
ce sobre el absurdo, y la vida tendrá sino al final». Al final, todo culmi-
siempre la última palabra. nará en una creación que nos llenará
Las reflexiones de Boff han sido de orgullo y honrará al Creador.
elaboradas dentro de este espíritu de
urgencia, en la confianza inquebran- Lázaro Sanz Velázquez
Vallés, C., Todos somos inmigrantes, Sal Terrae, Santander, 2016, 142 pp.
P.V.P.: 20 €
304 págs.
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Rodney Stark, prestigioso sociólogo de la religión, sostiene que algunas de
nuestras opiniones más comúnmente admitidas sobre cuestiones históri-
cas, que generalmente ofrecen una imagen muy negativa de la Iglesia cató-
lica, son en buena parte producto de la imaginación. ¿Cuál es, entonces,
la verdad? En cada capítulo, Stark aborda un mito anticatólico bien esta-
blecido, ofrece una fascinante historia de cómo ha terminado convirtién-
dose en opinión tradicional y presenta una sucinta y a la vez sorprenden-
te descripción de la auténtica realidad.
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La muerte
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cómo deseaban configurar su misión e identidad, y cómo responder a las cambio
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una visión humanística y sapiencial resultaría restrictivo.