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Homoparentalidad y crianza: madre y padre como una

función

Hoy en día el tema de la homoparentalidad surge en debates políticos,


académicos y también en el seno de las familias. No es una experiencia nueva.
Niños y niñas han crecido cuidados por padres y madres del mismo sexo desde
hace tiempo ya, pero ahora -en relación a los cambios culturales y las demandas
por igualdad de derechos- el tema ha salido a la luz pública. Por ello estimamos
necesario acercar la reflexión a temas como la homoparentalidad, la crianza de
niños/as pequeños y lo constitutivo del lazo familiar.

Así como el nacimiento de un niño o niña no basta para hacer de sus progenitores
y progenitoras unos padres y unas madres, tampoco el hecho de nacer basta para
ser considerado/a un hijo o hija. Traer al mundo a un niño/a no confiere el estatuto
de padre o madre.

El nacimiento debe transformarse en un hecho simbólico, es decir debe


representar algo para alguien y/o para la cultura; la filiación debe transformarse en
un hecho social, es decir, implica el reconocimiento ante otros/as de la
descendencia y; la parentalidad no deber ser reducida sólo a su aspecto biológico
pues lo psicológico y lo social también son aspectos fundamentales en ésta.
Sabemos que al hablar de padre y madre estamos hablando de funciones.
Funciones que quieren decir amor, cuidados básicos, respeto y normas
bientratantes. Éstas pueden ser encarnadas por personajes distintos a los
progenitores y no necesariamente respondiendo al sexo biológico o a la
orientación sexual.

Los elementos fundamentales de una adecuada parentalidad no dependen


únicamente de factores externos como el matrimonio, la heterosexualidad o el
deseo manifiesto del hijo/a sino de las competencias para el cuidado, el acceso a
redes de apoyo y la salud mental de las personas que ejercen la función de
cuidadores ya sea en forma conjunta o monoparental.

En torno al debate respecto a la homoparentalidad, pareciera ser que la sociedad


solicita garantías de crianza saludable por cuanto constituiría una nueva forma de
ejercer el cuidado de un niño o niña. Desde la psicología, podemos señalar que se
debe responder caso por caso. Lo singular y lo específico son elementos
esenciales para la constitución de una familia ya sea que esté conformada por una
pareja homo o heteroafectiva.papa jugando con guagua

La homosexualidad femenina o masculina no son enfermedades. Los/as


homosexuales se encuentran en su vida afectiva con las mismas inquietudes que
los heterosexuales. La condición de padre o madre no implica en sí misma ni
salud ni patología. Si recordamos que no existen pruebas de que las personas
homosexuales estén menos capacitadas para ser madres o padres, ni tampoco de
que las niñas y niños que se crían con personas homosexuales se diferencian de
forma negativa de los que se han criado con heterosexuales, se hace necesario
avanzar en el compromiso de igual trato para toda persona que declara su deseo
de tener un hijo/a.
Niños y niñas necesitan figuras protectoras capaces de poner normas, entregar
protección y dar seguridad sin necesidad de preguntarse si esa persona es
hombre o mujer, hétero u homosexual. Se requiere de una familia suficientemente
satisfactoria para el desarrollo del niño y niña.

Acerca de la preocupación por la “identificación” en familias homoparentales.

Una recurrida inquietud a la hora de pensar las familias homoparentales, dice


relación con el tema de la identificación. En una visión reduccionista se piensa que
un niño/a que crece en una familia homoparental va a adolecer de la identificación
con un rol de género: le faltaría el hombre o mujer, el padre o la madre con quien
identificarse. Al respecto una aclaración: identificarse no es imitar.

Se trata de un proceso de pensamiento de temprana aparición, complejo y que se


relaciona con el existir y la conciencia de ser uno/a. No se trata de imitar a un
hombre o imitar a una mujer. Como es un proceso de pensamiento, significa que
no se incorporan los estímulos externos tal como se presentan, sino mediante
progresivas transformaciones. Es decir, los sujetos que crecen en familias
homoparentales no han de ver perturbada su identidad de género, el
reconocimiento de roles o su orientación sexual. La homosexualidad no es algo
que se imita o que se pega.

Preguntarse por la crianza en las familias homoparentales abrirá múltiples


discusiones y surgirán distintos argumentos. Puntos de vista desde diferentes
disciplinas y desde las creencias y/o temores personales de todos nosotros, que
no necesariamente coincidirán ni tendrían por qué hacerlo. Mientras esto ocurre,
un niño o niña crece en una familia formada por personas del mismo sexo. A la
hora de juzgar la nueva configuración familiar, pensemos en cuánto de nutricia y
protectora puede ser y cómo muchas veces el sufrimiento para esos niños y niñas
ocurre a propósito de la discriminación que viven sus familias.

La crianza y educación realizada por padres y madres del mismo sexo, así como
también por las parejas heterosexuales, constituye una forma de organización
familiar que debiera responder, prioritariamente, al interés superior del niño/a dado
que – para todos los niños/as- anhelamos un mundo en que se les ame y proteja,
un mundo en que las características de la orientación sexual de sus padres no
impliquen discriminación ni exclusiones.

La parentalidad es un lazo afectivo que reconoce a un nuevo ser. Un esfuerzo por


acompañar el camino de ese otro ser con cuidados, límites y protección. La
parentalidad tiene más de espacio psicológico que de determinación biológica.

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