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1- Pretensiones y objetivos
Para aclarar la naturaleza de la empresa en la que nos estamos por embarcar, y declarar
claramente las preguntas que debemos esforzarnos por responder. La cuestión pivote es: ¿Cuál es
la justificación o legitimación racional apropiada para las afirmaciones del conocimiento?
No nos vamos a meter en preguntas de la forma “¿Cómo conocés/sabés que p?”. Éstas se
resuelven haciendo referencia a los procedimientos particulares y apropiados a las cuestiones
específicas; a la criteriología pertinente. Sin embargo, detrás de este nivel de consideraciones yace
un nivel más profundo en el cual uno puede plantear preguntas como “¿Qué es lo que califica
(juzga?) a los procedimientos de la física como los dispositivos propios y apropiados para
responder a estar preguntas?”. Admitiendo que de manera estándar nosotros usamos tales-y-tales
normas o estándars o procedimientos para sostener las afirmaciones cognoscitivas que hacemos,
¿qué tipo de consideraciones establecen la legitimidad o propiedad de éstos en su rol de bases
adecuadas y apropiadas para el tipo de cosa que denominamos conocimiento?”. Éste nivel más
profundo de justificación o legitimación racional se mantendrá en el foco de nuestro interés.
¿Qué tienen estas razones, para que sean establecidas como bases apropiadas y con carácter
probatorio para la afirmación en cuyo nombre son aducidas? Las deliberaciones de este libro se
moverán en este ámbito, el nivel filosóficamente más profundo en el que puedan plantearse las
cuestiones de a legitimación del conocimiento. Su tema central será por tanto la racionalización de
los métodos cognitivos.
Metametodología o metodología general: disciplina que estudia la teoría de los métodos en sus
variados aspectos; metodología comparativa, métodos para concebir métodos, metodología para
evaluar, redefinir, implementar. De todo esto, se apuntará a la evaluación de métodos, o más bien
la cuestión de su justificación o validación.
De estas consideraciones se sigue que el estándar natural para la evaluación racional de los
métodos es el éxito. La prueba apropiada de un método se basa en su capacidad para realizar
efectiva y eficientemente el tipo de producto que constituye teleológicamente su razón de ser. La
justificación de un método reside en un análisis instrumental que determina su habilidad.
La legitimación racional de un método no es para nada una cuestión de consideraciones teoréticas
sobre principios abstractos, sino esencialmente prácticas en su orientación.
La utilidad es la consideración decisiva cuando hablamos de la validación de un método.
“Evaluación teleológica”.
Una vez que estamos en posición de examinar alcance justificado de un método, también
estaremos en posición de evaluar la justificación relativa a métodos rivales.
La superioridad entonces se decide en base a la evaluación teleológica de los resultados. El
desempeño superior es la clave del progreso metodológico.
5- La dimensión darwiniana
6- Prospect:
La discusión hasta ahora lidió con el proceso genérico de la evaluación instrumental de métodos
en generalidad abstracta, y en su aspecto dinámico y evolutivo. A continuación, éstas
consideraciones serán relacionadas con el caso de la metodología cognitiva, es decir, con aquellos
métodos epistemológicos utilizados para la “producción del conocimiento”. Con suerte, se verá
que algunos de los problemas tradicionales de la teoría del conocimiento pueden ser útilmente
clarificados desde esta perspectiva.
Al admitir que la investigación científica –o también de la vida diaria- nos provee cierta
información sobre el mundo, estamos obligados a admitir también que esto nos autoriza a aceptar
ciertas tesis fácticas –y con ‘aceptar’ debe ser entendido aceptar-como-verdad-. Cualquier
comprensión de las afirmaciones científicas o cotidianas como ‘dadoras-de-información’ produce
un modelo de aceptación de la investigación racional hacia “la verdad” de las cosas. Nuestro
interés presente tiene que ver con la verdad de las afirmaciones sobre el mundo –no con su
naturaleza (es decir, con qué es la verdad) sino con su criteriología (es decir, cómo puede uno
evaluar para determinar si es razonable afirmar que la ha encontrado).
Por supuesto que podemos no tener éxito en encontrar “la verdad real”, pero a menos que
estemos preparados para tener una postura comprometida hacia lo que encontremos –es decir,
para afirmar que nuestros hallazgos representan lo que realmente es el caso, y por ello los
aceptemos, al menos provisionalmente, como verdaderos-, sólo nos resta simplemente abandonar
una ¿postura cognitivamente orientada hacia el mundo?
Esta aceptación debe ser entendida en un sentido categórico, no hipotético. El problema presente
no es el de la verdad condicional de la lógica –que si aceptamos P, entonces debemos aceptar Q-.
Nuestro interés refiere a las tesis categóricas que afirman que tal y tal es el caso sobre el mundo,
que real y verdaderamente es el caso.
Casi todas las discusiones epistemológicas tienen su punto de partida en los tipos de evidencia que
validan la aceptación de tesis. Comienzan en un nivel específico de cierta metodología particular
dentro de la argumentación, más que en un nivel genérico de consideraciones de metodología
probatorias en general. Simplemente se asume que hay metodologías opuestas/contrarias, sin que
la propia haya recibido en primer lugar una legitimación regulativa. Nuestra aproximación insiste
en la centralidad de un nivel superior, de la cuestión activa de la metodología –sobre cómo uno
arriba a la verificación de las tesis.
El dominio de la metodología cognitiva es amplio, incluye varias cuestiones dependiendo de si uno
se enfoca en los métodos de adquisición, o de validación, o de procesamiento o utilización de la
información. Es específicamente la metodología de validación o verificación de las afirmaciones
fácticas la cuestión central aquí.
El problema de la legitimación de nuestros métodos de validación de tesis.
¿Cómo validamos nuestro uso de C? ¿Puede demostrarse que estamos racionalmente justificados
para utilizar C? Esperemos que así sea, considerando nuestra opción totalmente libre de permitir
que C tenga un alcance superior a todas las alternativas posibles.
La pregunta sobre la adecuación de C es simplemente esta: ¿Lleva C a la verdad?
Pero, ¿cómo podríamos implementar significativamente el programa de justificación inherente a
esta pregunta? Aparentemente sólo hay un camino: mirando, por un lado, las proposiciones
validadas por C, y verificando, por otro lado, si ellas son efectivamente verdades de hecho. Pero si
C es real y efectivamente nuestro criterio para la determinación de verdades fácticas, entonces
este ejercicio es enteramente inútil. Nosotros no podemos juzgar C con el estándar
aparentemente "natural" que propone la pregunta. Sea a lo que sea que arribe como verdad, será
realmente verdad, porque nosotros utilizamos ex hypothesi a C como la determinación
precisamente de esto.
En este punto se vuelve crucial que C real y verdaderamente sea el criterio que efectivamente
utilizamos para determinar la verdad.
Esta línea de razonamiento es conocida desde el escepticismo antiguo bajo el título de 'diallelus',
un tipo particular de circulus in probandi. Montaigne presentó este argumento circular de la
siguiente manera: "Para decidir entre lo verdadero y lo falso entre las apariencias de las cosas
tenemos que tener un método definido (un instrumento de juicio); para validar ese método
necesitamos tener un argumento que lo justifique; pero para validar es argumento justificatorio
necesitamos el mismo método en cuestión. Y así entonces nos encontramos dando vueltas en el
círculo." [Essaies, Bk II, ch. 12 (“An Apologie of Raymond Sebond” ); p. 544 of the M odem Library
edition of The Essays of Montaigne (New York, 1933).]
El argumento prueba, de la manera más decisiva que pueda admitirse a un argumento filosófico,
que nuestro estándar de verdad fáctica no puede ser validado exhibiendo de alguna manera
directamente que 'de hecho' cumple de manera apropiada su pretendida tarea de funcionar como
determinador de verdad.
En principio, es imposible hacer una verificación directa de este tipo respecto del funcionamiento
de nuestros métodos de determinación de la verdad.
Hay que afrontar con las cuestiones de la teleología cognitiva. ¿Cuál es la verdadera función de las
verdades o pretendidas verdades validadas por un procedimiento de investigación? ¿Cuáles
objetivos son los apropiados respecto de la cognición? Simplemente, ¿cuáles son los propósitos
‘alemanes’ para un método determinador de verdad, qué es lo que proponemos hacer con las
proposiciones que son validadas como verdad?
Estas preguntas aparentemente simples plantean problemas difíciles de resolver. Sobre todo, nos
fuerzan a reconocer el hecho monótonamente familiar –pero igualmente fundamental- de la
ambiciosa naturaleza humana como criatura de mente y cuerpo, intelecto y deseo, razón y acción,
teoría y práctica.