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INTRODUCCIÓN

La violencia extrema tanto en los países latinoamericanos como en los más desarrollados sigue
siendo un problema para la sociedad y el mundo en general en especial porque se ve la mayoría de
los jóvenes involucrados en estos problemas tanto de pandillajes, mafias, terrorismo y hasta grupos
de narcotraficantes en vez de aportar positivamente para el desarrollo de su país y hasta novedosas
ideas que ayuden a mejorar el mundo.

La violencia juvenil es una de las formas de violencia


más visibles en la sociedad. En todo el mundo, los periódicos y los medios de radiodifusión informan
diariamente sobre la violencia juvenil de pandillas, en las escuelas y en las calles. En casi todos los
países, los adolescentes y los adultos jóvenes son tanto las principales víctimas como los principales
perpetradores de esa violencia. Los homicidios y las agresiones no mortales que involucran a
jóvenes aumentan enormemente la carga mundial de muertes prematuras, lesiones y discapacidad

La Situación existente motiva al cambio obligado de los antiguos procedimientos para enfrentar la
criminalidad de cara a la Criminología y a la Teoría y Técnicas Modernas de Prevención del Delito.
Cada vez se ven más personas asaltando, robando, secuestrando y hasta matando violando así los
derechos y la integridad de una persona quien puede quedar con problemas de hasta traumas por
el hecho de haber sido violado(a) o simplemente morir.

Es necesario que el Perú tome una distinta solución ante la problemática de la sociedad como es la
violencia y pandillaje que afectan tanto en la sociedad del país como a la persona individualmente

Los jóvenes tienen mucho para dar no permitas que caigan en las maldades de este mundo.

A continuación, un estudio panorámico de la violencia en Latinoamérica y nuevas formas de


soluciones para el avance de este país.

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I. Violencia y Delincuencia

La violencia protagonizada por los que infringen la ley en diferentes partes del mundo y de la cual
somos partícipes como receptores de la información que diariamente nos presentan los medios de
comunicación no difiere de la violencia que vemos en nuestras ciudades, como Trujillo – PERÚ por
ejemplo, protagonizada por personas cada más jóvenes actuando solos o en grupos y que en algunos
casos muchos de ellos disponen de una vida que podríamos calificar de normal; si esta situación
fuese un fenómeno aislado, se le daría esa consideración, pero al ser repetitivo y con características
similares, es un indicativo que estamos frente a una evolución de la delincuencia con características
distintas a las de personas infractoras de generacionales anteriores.

Nos llama la atención, la violencia y ensañamiento con las víctimas por parte de sus agresores en su
mayoría jóvenes que en algunos casos son elementos integrantes del círculo social donde se supone
tienen sus necesidades materiales y formativas más o menos cubiertas y cuyas familias están
aparentemente integradas en la estructura social, pero en donde se pone de manifiesto la necesidad
de búsqueda de nuevas experiencias al borde del límite de "no respetar la vida ni la propiedad de
los demás".

Estos hechos hacen que sea necesario estudiar y seguir de cerca estos casos para establecer las
estrategias adecuadas de intervención, ya que no responden al perfil del infractor que antes
entendíamos por "común". Las víctimas resultan siendo muchas veces los propios integrantes de su
familia, sus vecinos o sus amigos, a quienes se les agravia con delitos que van desde la estafa y el
fraude, pasando por el robo o el hurto, los delitos contra el honor sexual, hasta el homicidio. Los
auto secuestros y las extorsiones telefónicas no dejan de sorprendernos; todos estos hechos se van
tornando frecuentes en el quehacer policial. En marzo del 2008 un sujeto aparentemente normal,
religioso, con domicilio y trabajo conocido y hasta estimado por sus propios vecinos había violado y
asesinado a una menor de 9 años en su propio domicilio ubicado en una conocida urbanización
popular de la ciudad de Lima, intentando luego pretender ocultar el cuerpo de su inocente víctima
en una maleta, para finalmente decidir entregarse a la Policía.

De aquel joven delincuente con un dramático antecedente de abandono y desamparo moral y


material con ingresos diversos en albergues o reformatorios pero que mantenía ciertos principios

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de disciplina ante los sistemas coercitivos formales, al joven psicópata perverso y agresivo de
nuestros días, “cuánta agua ha corrido bajo el puente” desde aquella época, un tanto lejana, veinte
años, veinticinco años, hoy en día las cosas han cambiado dramáticamente. Los albergues tutelares
no regeneran a los jóvenes infractores ni las cárceles resocializan a los condenados.

II. Investigaciones Criminológicas


Los hechos actuales llevan a la reflexión y al encuentro obligado en primer lugar con la Criminología
interesada permanente en tratar de explicar las razones de las conductas delictivas, investigada a
través de los años por los Criminólogos más importantes, desde la Escuela Clásica de fines del Siglo
XVIII con su principal exponente Francisco Carrara, cuyo principal argumento era sostener que el
hombre sabe elegir entre el bien y el mal y si elige el mal lo hace con su libre voluntad y no por
efecto de causas sociológicas o patológicas; pasando por la Escuela Positivista con César Lombroso
y su teoría de la existencia del “Delincuente Nato” (el delincuente nace no se hace), la Criminología
Clínica, cuya premisa es que la conducta humana está condicionada por múltiples factores
biológicos, psicológicos y social, sugiriéndola necesidad de averiguar en cada caso, cuáles de estas
circunstancias hacen que la persona cometa un delito; hasta llegar a la Escuela Social que estudia el
comportamiento del delincuente bajo un enfoque sociológico, que tiene como principal punto de
meditación a la sociedad y la pérdida de valores de manera colectiva y no precisamente al
delincuente como individuo.

La Delincuencia en el Perú: Técnicas de Intervención Para tratar el problema, no podemos desligar


hoy en día ninguna investigación, ningún procedimiento, ninguna técnica, ninguna intervención en
materia de prevención del delito, debemos tener en cuenta todos estos estudios socio –
criminológicos que son los que realmente de manera profesional son los únicos capaces de orientar
esta situación problemática de una creciente criminalidad hacia una solución integral; una mayor
presencia policial en las calles, grandes operativos focalizados en los lugares de mayor incidencia
criminal, redadas para detener a requisitoriados, etc. no van a reducir por si solos, los elevados
índices de criminalidad. Precisamente en el dominio de las investigaciones sociológicas, hoy se
admite como válida la influencia del “proceso de socialización” y como tal prevalece la teoría de la
"asociación diferencial" del sociólogo norteamericano Edwin Sutherland quien ha mediado del siglo
XX, plantea la asociación de “personas que están más alejadas del cumplimiento de la norma, y que
tienden a identificarse valorando positivamente su incumplimiento". Según este autor, el proceso

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de socialización o de asimilación cultural es el mismo para el delincuente que para las demás
personas, lo que sucede es que el sujeto deviene en delincuente porque no tiene ante sí un modelo
anti criminal. De manera más general, cada individuo asimila invariablemente la cultura del medio
en que vive, a menos que otros modelos no vengan a oponerse a esta cultura. Es decir que la
formación criminal por asociación no se adquiere únicamente por imitación sino también mediante
los otros mecanismos presentes en todo proceso de formación, pero susceptibles de ser
reformados. “Ladrones Profesionales”

III. Modelos de Intervención en la Prevención del Delito


En segundo lugar, ninguna intervención en materia de prevención del delito puede dejar de lado
importantes estudios vinculados sistemáticamente a los cuatros grandes modelos investigados
hasta ahora para prevenir el delito y que se basan en los estudios realizados internacionalmente por
investigadores sociales y criminólogos:

a. La Prevención Social del Delito:


Orientado a interrumpir la carrera delictiva neutralizando los factores de riesgo). La Prevención
Situacional del Delito (orientado a disminuir las conductas delictivas reduciendo las oportunidades
para que estas se manifiesten). La Prevención Multi – Agenciada del Delito (a través de la
Conformación de Consejo o Comités de Seguridad Ciudadana) y finalmente.
La Prevención Comunitaria del Delito (articulando todas estas estrategias con participación dela
comunidad). Desconocer estas nuevas tendencias y modernas metodologías para la prevención del
delito por deficiencias en la formación o la capacitación delos integrantes de la Policía, aferrándonos
a lo que ya no funciona, bajo egoístas premisas tales como (no se puede cambiar porque esto nuevo
no es conocido por la comunidad, no se puede cambiar porque lo actual nos da imagen, no se puede
cambiar porque de repente lo nuevo no funciona, no se puede cambiar porque los vecinos van a
protestar, no se puede cambiar porque no tenemos personal, no se puede cambiar porque no
tenemos como sufragar el costo de lo nuevo, no se puede cambiar porque ya estamos a fin de año
o simplemente “deja las cosas como están, el próximo que viene si quiere que lo cambie”, etc.)
constituye realmente una negligencia muy peligrosa y riesgosa para el prestigio de una institución
que tiene la gran responsabilidad de combatir la delincuencia y de salvaguardar el patrimonio
público y privado. “Modelos Internacionales y Políticas Publicas de Seguridad Ciudadana en Chile
durante la última Década”.

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IV. Las Sociedades tienen los Delincuentes que se Merecen
Pero continuemos analizando el tema de fondo. ¿Qué diferencias tan importantes en los rasgos de
personalidad se han dado de aquel joven delincuente de antaño al de nuestros días? Este artículo
no pretende abarcarla profundidad psíquica ni criminológica del trastorno de personalidad del
delincuente, simplemente lograr una aproximación desde la perspectiva del autor con respecto a lo
que solemos conocer como el “proceso de socialización”.
Aunque sí queda como compromiso, el incursionar en las responsabilidades que nos caben a todos,
no sólo a los policías o a los integrantes de los órganos de control social del Estado, sino también a
los ciudadanos, a los vecinos de nuestra ciudad en el control y tratamiento interdisciplinario del
problema de inseguridad que se viene presentando en sus respectivos barrios de residencia, pero
no de la manera empírica como lo viene desarrollando actualmente la Policía, porque eso resulta
un engaño y una burla a las expectativas sociales.
Claro trabajar de mano con la comunidad haciendo festivales, desfiles, campañas dirigidas con
grandes concentraciones, vacaciones útiles, etc. Pero sin ningún sustento técnico, solo objetivo
estadístico para justificar trabajos con la comunidad da imagen, ayuda a mejorar las relaciones
policía – comunidad, pero no resuelve el problema, la inseguridad se mantiene y la delincuencia se
incrementa.
Siguiendo la línea reactiva y represiva de la Policía y de los órganos de control social, los ciudadanos
respetuosos de la ley, conscientes de su mejor actitud social, se sienten justificados al condenar el
comportamiento del infractor de la ley y exigen socialmente su castigo. Racionalizan su actitud sobre
la base de que mientras ellos padecen frustraciones en bien de la comunidad, el delincuente
gratifica sus deseos en detrimento de sus conciudadanos.
Probablemente desconocen que la delincuencia es una enfermedad de la sociedad y que tiene como
caldo de cultivo la misma sociedad, de allí que el francés Alejandro Lacassagne acuñara la frase “Las
Sociedades tienen los delincuentes que se merecen” – Teoría Microbiológica del Delito, haciendo
referencia metafóricamente a una sociedad que si no se cura adecuadamente delas bacterias
identificadas y que son las que le producen más delincuencia, seguirá incubando y desarrollando
nuevos delincuentes en la sociedad.

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V. La Criminalidad evoluciona
¿Han cambiado los delitos?, definitivamente sí, ¿han cambiado los modos de operar de la
delincuencia?, definitivamente sí; hoy en día es más violenta, más sangrienta, existe mayor
ensañamiento contra las víctimas, nadie está seguro en la calle, ni incluso en su propia casa. Una
vecina de la ciudad, ingresaba a su cochera al promediar las 01.30 horas. después de retornar de
una reunión familiar, al abrir el portón de la cochera con el control remoto y procederá ingresar con
su vehículo, no se percató que junto con ella habían ingresado al interior de la casa cuatro
delincuentes, que esperaban agazapados en el jardín exterior su llegada, quienes una vez en el
interior y luego de cerrar nuevamente el portón, procedieron a amarrarla e inmovilizar a sus dos
menores hijos que descansaban en sus dormitorios (el esposo se encontraba de viaje), procediendo
luego a sustraer las cosas de valor, las cuales depositaban en el mismo vehículo de la víctima,
satisfechos con las pertenencias de valor que estaban robando, solicitaron a su víctima entregara
todo el dinero que tenía en la casa, ante su negativa, le manifestaron que “por graciosa” le iban a
dejar un recuerdo, procediendo a efectuarle diversos cortes en uno de sus brazos, después de lo
cual se retiraron en su mismo vehículo, Al siguiente día, la víctima recibió una llamada telefónica de
alguien que le informaba desde un celular haber ubicado su vehículo y que si deseaba recuperarlo
debería pagar la cantidad de tres mil dólares dándole instrucciones para la entrega del dinero,
advirtiéndole amenazadoramente que conocían su casa. “Sin cambios en seguridad”.

Podríamos seguir comentando otros hechos, pero la actualidad, la realidad de lo cotidiano, nos
releva de tal forma que vuelve casi imposible poder resumir la cantidad de casos que afectan la
seguridad de los ciudadanos en el día a día a día la velocidad y crudeza de los acontecimientos. La
inseguridad ciudadana, hunde sus raíces desde hace mucho tiempo en nuestro país y nos motiva a
procurar encontrar respuestas a tanta agresión, a tanto desprecio por la vida propia y la de los
semejantes. Todo nos parece tan distinto, ¿qué ha quedado de aquella vieja estirpe del hombre
delincuente de la que nos hablaba Cesar Lombroso?, ¿Qué diferencias sustanciales se han producido
dentro y fuera de los llamados Centros de Readaptación Social (Cárceles)? La diferencia se nota en
la cárcel misma donde hasta no hace mucho tiempo los códigos de honor se honraban sin
discusiones en el sub-mundo de la delincuencia. Una vieja jerarquía se mantenía entre los internos,
respetando sin titubeo al mal llamado “Taita” que en la práctica tenía un rango superior al mismo
interno designado Delegado del Pabellón que estaba bajo su dominio. En este sub – mundo y
después del “Taita” el primer lugar de la jerarquía lo tenían los asaltantes con rango de “jefes de

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banda y narcotraficantes, destacando entre los primeros los más desalmados, los prontuarios, los
que más cortes tenían en el pecho y brazos, en segundo lugar, los homicidas, los ladrones, los
estafadores, y por último y, muy en el fondo, los delincuentes sexuales. Hoy esa jerarquía se ha
trastocado, se ve impregnada por el poder de la droga que se comercializa al interior del penal, del
dinero en el caso de los narcotraficantes o quien tiene dominio sobre la fuerza física (sicarios,
homicidas, ajuste de cuentas, venganzas) y resulta que hasta el menos indicado logra un
posicionamiento en base al control de esas fuerzas, que inclusive llegan a traspasar los linderos delos
penales, para mantener un nivel de operatividad sorprendente, a extremos de planificar y dirigir
desde el interior de estos centros de reclusión y readaptación la actividad delincuencial en el
exterior (secuestros, robos, extorsiones). Por supuesto que la corrupción en los penales va de mano
con estas nuevas formas de vida de los reclusos. “Peligrosas bandas azotan Trujillo”.
Ya la edad dentro de la cárcel, es decir la madurez, pasó a ser detalle irrelevante en el control de los
pabellones de los centros penitenciarios, ahora un joven con un puñado de años se convierte en el
líder negativo de muchos, gracias a su agresividad y alto nivel de violencia y busca el control de las
cárceles haciendo uso de su fama intimidatoria. Efectivamente, la violencia que antiguamente se
atribuía sólo a los adultos, se extiende ahora a jóvenes de cada vez menos edad, que conforme
vemos en otras realidades, pero no tan alejadas a la nuestra hasta concurren armados a la escuela
y lesionan o hasta matan a maestros o a sus compañeros. Esta violencia ya no es excluyente de las
clases bajas, sino que es cada vez más recurrente entre jóvenes de clase media. “Presos se
enfrentaron por control de Pabellones en el Penal de Lurigancho.

VI. La Prevención Social del Delito


Podemos entonces entender, que se hace difícil evaluar la causa de la criminalidad actual sin
observar previamente la dinámica del “proceso de socialización” que rodea a la persona durante su
formación desde que nace hasta que llega a la adolescencia, sus influencias ambientales y culturales
agresivas, la desintegración familiar, las carencias educativas, las políticas sociales ineficaces, sus
estigmas y paradigmas, la droga que causa dependencia, los fenómenos imitativos, la influencia de
las malas juntas y otro tipo de estímulos que deberían ser profundamente estudiados por las
autoridades, como causa de una respuesta agresiva del individuo contra la sociedad, de la
perversidad en su accionar y un total desprendimiento del valor por la vida de sus semejantes, para
diseñar eficaces políticas criminales acordes con esta cruda realidad nacional. “Sociedad, Violencia
y Delincuencia”

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Es común observar en estos cada vez más jóvenes delincuentes que ante cada frustración
reaccionan con un mayor comportamiento antisocial desmedido(desde lesionar hasta dar muerte a
su víctima cuando producido un robo por ejemplo, encuentran que la víctima no trae dinero o lo
que trae consigo no justifica sus expectativas); viven en muchos casos sólo para la satisfacción del
placer (robos – hurtos - violación sexual) dando la impresión de encontrarse mucho mejor que los
jóvenes socialmente adaptados. Así vemos por ejemplo que un grupo de jóvenes delincuentes al
cometer un delito de robo contra una mujer terminan con la violación y hasta la muerte de la
víctima. Los casos que vemos, nos muestra que los delincuentes jóvenes son en general bastante
propensos a la comisión de estos ilícitos algunas veces asociado a manifestaciones sádicas y
violentas, particularmente en las violaciones donde el comportamiento del autor revela que la
satisfacción ha sido producida más por la experiencia de la agresión violenta sobre el cuerpo de la
víctima que por la significación genital de la conducta (“Asaltan bus y violan a una turista”): El autor
de estos aberrantes hechos conoce las limitaciones físicas y mentales de la víctima actuando con
premeditación y actuando sobre ella con una conducta de extrema agresividad en la que no suelen
sorprender los detalles de crueldad y sadismo que, en algunos casos, llegan hasta a matar a la
víctima. Las víctimas de violación sexual en la mayoría de casos no denuncian estos hechos por
vergüenza y sin querer van generando impunidad en este tipo de delincuentes, quienes sabedores
de la falta de denuncia en su contra vuelven a cometer el delito, cada vez con mayor frialdad. Otro
de los actos delictivos en pugna en estos tiempos son los denominados “secuestros al paso” y las
“extorsiones telefónicas”. Son características de ésta modalidad la audacia, agresividad, rapidez de
la conducta, personalidad insensible, fría y agresiva, donde la víctima se representa como un bien
de cambio, una cosa, como un objeto que sirve de medio para lograr otros fines. El desprecio por el
valor vida es tan manifiesto que la agresión y hasta el homicidio siempre está latente en este tipo
de delitos. “Conviviendo con el secuestro en el Perú”:

Casi siempre, al menos en el Perú, el encarcelamiento, la ejecución de la pena, el tratamiento


penitenciario, con todo lo que ello implica para este tipo de personalidades es simplemente para
algunos un “estar”, “un trámite”, “un descanso”, un “reencontrarse con los amigos”, un “seguir
aprendiendo”, para otros es “continuar delinquiendo”; para todos esperar con paciencia para luego
salir y como en el ejemplo del violador volver a violar a su siguiente víctima con mayor seguridad en
sí mismo. “El Problema Político Criminal del fundamento y fines de la pena: La Resocialización,
análisis sobre un mito”

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VII. La Policía Comunitaria
Finalmente, nos parece oportuno sugerir que un plan racional para la prevención del delito, a la par
de dotar con mayores recursos a la policía, incrementar el número de policías en servicio activo,
mejorar sus condiciones remunerativas, incorporar nuevas y mejores tecnologías, capacitar a los
policías para que desarrollen su potencialidades y capacidades, descentralizar el mando para que
los policías tengan mayor libertad de acción en cuanto a la prevención del delito, etc. deberá incluir
necesariamente la tarea de comenzar desde muy temprana edad para evitar que surjan nuevas
personalidades delincuenciales, concentrándose en el proceso de socialización que determinan la
formación del carácter social adaptado del joven a las normas de convivencia social, o al carácter
antisocial o a un estado de delincuencia latente y siguiendo a SOUTHERLAN, debemos partir de la
hipótesis de que el comportamiento desviado o delincuencial, al igual que el comportamiento
normal o social, es aprendido. Las personas (y en mayor medida los jóvenes cuyo carácter se
encuentra todavía en un proceso de formación) al vivir en sociedad se relacionan continuamente
con otras personas, pudiendo convivir y relacionarse más a menudo con personas respetuosas de
la ley o, por el contrario, con personas cuyo comportamiento no respeta la ley y fomenta la violación
de la misma. La conclusión a la que llega SUTHERLAND se puede resumir de la siguiente manera: "el
comportamiento y los valores se aprenden en el curso de la vida social y se expresan en sistemas de
trabajo, ideas y modos de relación comunes. Esta asociación incide predisponiendo a los sujetos que
se asocian, a violar la ley, produciendo un acercamiento a sujetos que vena dicha trasgresión como
positiva. Por ende, las acciones ilegales se aprenden, estimulándose las transgresiones por medio
de la imitación grupal. Una persona se vuelve delincuente o tendrá mayores posibilidades de
delinquir cuando las actitudes positivas frente al comportamiento desviado superan
cuantitativamente a los juicios negativos, esto es, porque ha aprendido a definir con más frecuencia
una situación en términos de violación de la ley que en términos de respeto a la misma”.

La Policía, las autoridades locales y la comunidad organizada, pueden revertir de alguna forma, los
altos niveles de riesgo en que se encuentran los jóvenes catalogados como “infractores potenciales
del delito”, esto se logra mediante la estrategia de la Prevención Social del Delito. La Prevención
Social del Delito, asume que la criminalidad posee una etiología compleja que responde a profundas
causas sociales y empieza por considerar al delito y al delincuente como fenómeno social y como
consecuencia del mismo y plantea la necesidad de remover desde la misma sociedad las causas que
lo generan y promover la priorización de la prevención sobre la represión. La finalidad de esta

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estrategia es incidir en las causas sociales del delito, tales como las condiciones de vida, la vida
familiar, la falta de oportunidades para los jóvenes.

La Experiencia de Policía Comunitaria, mediante un Proyecto Piloto en la ciudad de Trujillo – PERÚ


(Años 2003 – 2005) puso de manifiesto la capacidad y potencialidad de la Policía Nacional del Perú,
para desarrollar conjuntamente con las autoridades locales, la comunidad organizada y las redes de
apoyo, Programas que agrupaban de manera sistémica los cuatro grandes modelos de técnicas de
intervención preventiva contra el delito enunciados anteriormente en concordancia con los
modernos pensamientos criminológicos de nuestros tiempos; entre ellos: Víctimas Potenciales, Plan
de Barrio, Cuadras Solidarias, Escuelas de Seguridad Ciudadana, Infractores Potenciales, Rescatando
Valores, Contigo en Tu Escuela, Conversando con los Vecinos, Integración Familiar, Mejorando el
Entorno Físico, Vecino Vigilante, Recuperación de Espacios Públicos, entre otros, que pusieron de
manifiesto la eficacia del sistema.

Lamentablemente, la Policía Comunitaria fue una Experiencia Piloto conformada por 65 Policías
Comunitarios que desafortunadamente no fue apoyada menos comprendida por los altos mandos
de la Policía Nacional del Perú; es así que en abril del año 2005 fue desactivada. El autor de este
trabajo hace un llamado serio para modificar los paradigmas de la seguridad ciudadana y convertir
a la prevención social del delito en una importante ruta de navegación, que tenga como prioridad
que el Estado, las autoridades locales, la comunidad organizada y la policía detecte y combata los
factores de riesgo que favorecen las conductas ilícitas particularmente aquellas ubicadas en el
mismo entorno social y familiar del potencial infractor, y asuman la importante función primigenia
que les corresponde: proporcionar seguridad y tranquilidad a los ciudadanos en su persona y bienes,
lo cual definitivamente no se cumple cabalmente sólo con acciones policiales represivas que si bien
es cierto son importantes y ayudan a mejorar la sensación de inseguridad, pero no solucionan de
por si el problema de fondo: la mayor presencia criminal en nuestras calles y cada vez con más
violencia.

Finalmente, se debe tener en consideración que, si no se adoptan medidas urgentes de acción frente
a esta problemática, estamos en un círculo vicioso de consecuencias impredecibles a un futuro más
cercano de lo que imaginamos, porque la violencia crece aceleradamente, la criminalidad es
creciente y todos somos víctimas potenciales de la delincuencia. La seguridad ciudadana

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representada a nivel gobierno por el Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana seguirá siendo
entonces como lo es hasta ahora: una ficción.

VIII. La influencia de los Medios de Comunicación en la Violencia Juvenil

Los niños y los jóvenes son consumidores importantes del material difundido por los medios de
comunicación, tales como los programas de entretenimiento y la publicidad. Los estudios
efectuados en los Estados Unidos han encontrado que el hábito de ver televisión empieza a menudo
a los 2 años de edad y que, en promedio, los jóvenes de entre 8 y 18 años ven unos 10 000 actos de
violencia al año en la televisión. Estos patrones de exposición a los medios no se manifiestan
necesariamente en otras partes del mundo, en especial donde se tiene menos acceso a la televisión
y a las películas. Aun así, no hay duda de que en todas partes la exposición de los niños y los jóvenes
a los medios de comunicación es sustancial y está aumentando. Por consiguiente, es importante
investigar la exposición a los medios como posible factor de riesgo de violencia interpersonal en la
que participan jóvenes.

Los investigadores han estado examinando por más de 40 años las repercusiones de los medios en
el comportamiento agresivo y violento. Varios análisis de los estudios sobre la repercusión de los
medios de comunicación en la agresión y la violencia han llegado a la conclusión de que la violencia
exhibida en los medios está positivamente relacionada con la agresión hacia otras personas. Sin
embargo, se carece de datos que confirmen sus efectos sobre las formas graves de violencia (como
la agresión física y el homicidio).

Un análisis realizado en 1991, que abarcó 28 estudios de niños y adolescentes expuestos a la


violencia exhibida en los medios y observados en la interacción social libre, concluyó que la
exposición a la violencia en los medios aumentaba el comportamiento agresivo hacia los amigos, los
compañeros de clase y los desconocidos. Otro análisis, efectuado en 1994, examinó 217 estudios
publicados entre 1957 y 1990 concernientes a las repercusiones de la violencia mostrada en los
medios sobre el comportamiento agresivo, en los cuales 85% de los sujetos de la muestra tenían
entre 6 y 21 años de edad. Los autores llegaron a la conclusión de que había una correlación positiva
significativa entre la exposición a la violencia exhibida en los medios y el comportamiento agresivo,
independientemente dela edad.

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Muchos de los estudios incluidos en estos exámenes analíticos eran experimentos aleatorizados (en
el laboratorio y sobre el terreno) o encuestas transversales. Los resultados de los estudios
experimentales indican que la exposición breve a la violencia mostrada en la televisión o el cine, en
particular las presentaciones impresionantes de la violencia, produce aumentos a corto plazo del
comportamiento agresivo. Además, los efectos parecen ser mayores entre los niños y los jóvenes
con tendencias agresivas y entre los que han sido irritados o provocados. Los resultados, sin
embargo, no pueden extenderse a las situaciones de la vida real. De hecho, los ámbitos de la vida
real a menudo incluyen influencias que no pueden controlarse como se hace en los experimentos,
y que quizá mitiguen el comportamiento agresivo y violento.

Los resultados de los estudios transversales también muestran una correlación positiva entre la
violencia exhibida en los medios y diversas muestras de agresión, por ejemplo, las actitudes y
creencias, el comportamiento y emociones como la ira. No obstante, los efectos de la violencia que
muestran los medios sobre las formas más graves de comportamiento violento (como la agresión
física y el homicidio) son bastante limitados en el mejor de los casos. Además, a diferencia de los
estudios experimentales y longitudinales donde se puede establecer más fácilmente la causalidad,
a partir de los estudios transversales no es posible inferir que la exposición a la violencia mostrada
en los medios propicia el comportamiento agresivo y violento.

Estudios que examinaron la relación entre las tasas de homicidios y la introducción de la televisión
(básicamente considerando dichas tasas en los países antes y después de dicha introducción)
también han encontrado una correlación positiva entre ambos. Sin embargo, en estos estudios no
se tuvieron en cuenta variables de confusión, tales como las diferencias económicas, los cambios
sociales y políticos y una serie de otras posibles influencias en las tasas de homicidios.

Los resultados científicos acerca de la relación entre la violencia exhibida en los medios de
comunicación y la violencia juvenil son por lo tanto concluyentes en lo que se refiere a los aumentos
a corto plazo de la agresión. Sin embargo, los resultados no son terminantes en lo que se refiere a
los efectos a más largo plazo y a las formas más graves de comportamiento violento, lo que indica
que se necesitan más investigaciones. Aparte de examinar el grado en que la violencia en los medios
es causa directa de la violencia física grave, también es preciso investigar la influencia de los medios
en las relaciones interpersonales y en los rasgos individuales como la hostilidad, la insensibilidad, la

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indiferencia, la falta de respeto y la incapacidad de identificarse con los sentimientos de otras
personas.

IX. ¿Qué se puede hacer para prevenir la violencia juvenil?


Al diseñar programas nacionales para prevenir la violencia juvenil es importante abordar no solo los
factores individuales cognoscitivos, sociales y del comportamiento, sino también los sistemas
sociales que configuran esos factores.

Las estrategias de prevención de la violencia juvenil como matrices, relacionando los sistemas
ecológicos mediante los cuales se puede prevenir la violencia con las etapas del desarrollo, desde la
lactancia hasta los primeros años de la edad adulta, cuando es probable que surjan
comportamientos violentos o el riesgo de que estos se produzcan. Las estrategias de prevención
presentadas en estos cuadros no son exhaustivas ni constituyen necesariamente estrategias de
eficacia comprobada. En realidad, se ha comprobado que algunas son ineficaces. Más bien, las
matrices sirven para ilustrar el amplio abanico de soluciones posibles al problema de la violencia
juvenil, y para recalcar la necesidad de aplicar una variedad de estrategias diferentes en las diversas
etapas de desarrollo.

Estrategias individuales

Las intervenciones más comunes contra la violencia juvenil procuran aumentar la influencia de los
factores protectores asociados con las aptitudes, las actitudes y las creencias individuales.

Una estrategia de prevención de la violencia apropiada para la primera infancia(aunque


generalmente no se piensa en ella como tal) es la adopción de programas de refuerzo preescolar.
Estos programas fomentan desde el principio en los niños pequeños el desarrollo de las aptitudes
necesarias para mejorar el éxito escolar, y por consiguiente aumentan la probabilidad de obtener
resultados académicos exitosos en el futuro. Tales programas pueden fortalecer los lazos del niño
con la escuela y aumentar el aprovechamiento y la autoestima. Los estudios de seguimiento a largo
plazo de prototipos de esos programas han encontrado beneficios para los niños, tales como una
menor participación en hechos violentos y otros comportamientos delictivos.

Los programas de desarrollo social para reducir el comportamiento antisocial y agresivo en los niños
y la violencia en los adolescentes adoptan diversas estrategias.

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Estas comúnmente incluyen mejorar la competencia y las aptitudes sociales con los compañeros y,
en general, promover comportamientos positivos, amistosos y cooperativos. Estos programas se
pueden dirigir a todo el mundo o solo a grupos de alto riesgo y suelen llevarse a cabo en ámbitos
escolares. Ordinariamente se concentran en uno o más de los siguientes aspectos:

– Controlar la ira
– modificar el comportamiento
– adoptar una perspectiva social
– promover el desarrollo moral
– desarrollar aptitudes sociales
– resolver problemas sociales
– solucionar los conflictos

Capacitación para la crianza


Los programas de capacitación en materia de crianza de los hijos procuran mejorar las relaciones
familiares y las técnicas de crianza, y de ese modo reducir la violencia juvenil. Sus objetivos incluyen
mejorar los lazos afectivos entre padres e hijos, alentar a los padres a que utilicen métodos de
crianza coherentes y ayudarlos a desarrollar el autocontrol en la crianza de los hijos.
Un ejemplo de programa de capacitación integral es el programa Triple-P de Australia (Programa
Positivo para Padres). Este programa incluye una campaña en los medios de comunicación basada
en la población para llegar a todos los padres, y un componente de atención de salud que aprovecha
las consultas con médicos de atención primaria para mejorar las prácticas de crianza. También se
les ofrecen intervenciones intensivas a los padres y las familias con niños en riesgo de sufrir
problemas graves de comportamiento. El programa —o elementos de él— se ha puesto en práctica
o se está aplicando actualmente en Alemania, China (RAE de Hong Kong), Nueva Zelandia, el Reino
Unido y Singapur.
Varios estudios de evaluación han encontrado que la capacitación para la crianza tiene éxito y hay
algunos indicios de un efecto a largo plazo de reducción del comportamiento antisocial.
En un estudio sobre la eficacia en función de los costos de las intervenciones tempranas para
prevenir formas graves de criminalidad en California, Estados Unidos, se calculó que la capacitación
de los padres de los niños en edad escolar que presentaban comportamientos agresivos, había
prevenido 157 delitos graves (tales como homicidio, violación, incendio intencional y robo) por cada

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millón de dólares gastados. En realidad, se estimó que la capacitación para la crianza era cerca de
tres veces más eficaz en función de los costos que la denominada ley de los “tres arrestos” en
California, una ley que decreta sentencias severas para los que delinquen reiteradamente.

Programas con mentores


Se piensa que una relación cordial y de apoyo con un adulto que actúa como modelo positivo a
imitar es un factor protector contra la violencia juvenil. Los programas con mentores basados en
esta teoría asignan una persona joven —en particular una en alto riesgo de comportamiento
antisocial o que haya crecido en una familia con un solo progenitor— a un adulto que se preocupe
por él —el mentor—, ajeno a la familia del menor.
Los mentores pueden ser compañeros de clase de más edad, docentes, consejeros, oficiales de
policía u otros miembros de la comunidad. Los objetivos de estos programas son ayudar a los
jóvenes a que desarrollen aptitudes y proporcionarles una relación sostenida con alguien que les
sirva como modelo a imitar y como guía. Si bien no han sido tan ampliamente evaluadas como
algunas de las otras estrategias para reducir la violencia juvenil, hay indicios de que la relación
positiva con un mentor puede mejorar en forma significativa la asistencia a la escuela y el
desempeño escolar, disminuir las probabilidades del consumo de drogas, mejorar las relaciones con
los padres y reducir las formas de comportamiento antisocial admitidas espontáneamente.
Estrategias terapéuticas y de otro tipo
Los enfoques terapéuticos también se han usado en las familias para prevenir la violencia juvenil.
Hay muchas formas de esta terapia, pero sus objetivos comunes son mejorar la comunicación y la
interacción entre padres e hijos y resolver los problemas que se plantean. Algunos programas
también procuran ayudar a las familias a controlar los factores ambientales que contribuyen al
comportamiento antisocial y a utilizar mejor los recursos en la comunidad. Los programas de terapia
familiar a menudo son costosos, pero hay pruebas sustanciales de que pueden ser eficaces para
mejorar el funcionamiento familiar y reducir los problemas de comportamiento de los hijos.
La terapia familiar funcional y la terapia multisistémica, son dos estrategias particulares usadas en
los Estados Unidos, que han demostrado tener efectos positivos a largo plazo al reducir el
comportamiento violento y delictivo de los delincuentes juveniles a un costo más bajo que el de
otros programas de tratamiento.
Otras intervenciones orientadas a las relaciones de los jóvenes que quizá resulten eficaces son (3):

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– los programas de asociación del hogar y la escuela para promover la participación de los
progenitores;
– la educación compensatoria, como la asignación de tutores adultos.
Entre los programas que abordan las relaciones de los jóvenes y que no parecen ser eficaces para
reducir la violencia de los adolescentes están:
– La mediación de los compañeros, es decir, la participación de los estudiantes para ayudar a
otros estudiantes a resolver controversias.
– El asesoramiento de los compañeros.
– La reorientación del comportamiento de los jóvenes y la modificación de las normas del
grupo de compañeros, que pretenden encaminar a los jóvenes en alto riesgo de violencia
hacia actividades ordinarias, pero que en realidad se ha comprobado que tienen efectos
negativos sobre las actitudes, el logro y el comportamiento.

Estrategias comunitarias
Las intervenciones que abordan los factores de la comunidad son las que procuran modificar los
ámbitos en los cuales los jóvenes interactúan. Un ejemplo sencillo es el mejoramiento del
alumbrado callejero, cuando las zonas mal iluminadas pueden aumentar el riesgo de que ocurran
agresiones físicas violentas. Lamentablemente, se sabe menos acerca de la eficacia de las estrategias
comunitarias para evitar la violencia juvenil que sobre las estrategias que se concentran en los
factores individuales o en las relaciones que los jóvenes tienen con otras personas.

Policía comunitaria
La vigilancia policial con participación de la comunidad, orientada a evitar problemas, se ha
convertido en una estrategia importante de aplicación de la ley para combatir la violencia juvenil y
otros problemas delictivos en diversas partes del mundo. Puede adoptar muchas formas, pero sus
ingredientes esenciales son la creación de asociaciones comunitarias y la solución de los problemas
de la comunidad. Por ejemplo, en algunos programas la policía colabora con profesionales de la
salud mental para identificar y referir a los servicios pertinentes a los jóvenes que han presenciado,
experimentado o cometido actos de violencia. Este tipo de programas se basa en el hecho de que
los miembros de la policía están en contacto diario con jóvenes víctimas o autores de hechos de
violencia. Esto les proporciona un adiestramiento especial y los vincula —en una etapa inicial del

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desarrollo de los jóvenes— con los profesionales de la salud mental apropiados. Todavía no se ha
determinado la eficacia de este tipo de programas, pero parecen dar un enfoque útil.

Disponibilidad de alcohol
Otra estrategia de la comunidad para abordar la criminalidad y la violencia es reducir la
disponibilidad de alcohol. Como ya se ha mencionado, el alcohol es un factor coyuntural importante
que puede precipitar la violencia. Se examinó el efecto de la reducción de la disponibilidad de
alcohol sobre las tasas de delitos en un estudio longitudinal realizado durante cuatro años en una
pequeña región provincial de Nueva Zelandia. Se compararon las tasas de delitos penales graves
(homicidio y violación) y otros delitos (relacionados con la propiedad y el tráfico) en dos poblaciones
del experimento y cuatro poblaciones testigo durante el período de estudio. Mientras que ambos
tipos de delitos disminuyeron en las poblaciones del experimento y aumentaron en relación con las
tendencias nacionales en las poblaciones testigo, las tasas de criminalidad descendieron
significativamente por dos años en las zonas donde se redujo la disponibilidad de alcohol. No
obstante, no está claro en qué medida la intervención afectó al comportamiento violento entre los
jóvenes o cuán bien podría funcionar esa intervención en otros ámbitos.

Actividades extracurriculares
Las actividades extracurriculares —tales como los deportes y la recreación, el arte, la música, el
teatro y la producción de boletines informativos— pueden proporcionar a los adolescentes las
oportunidades de participar en actividades de grupo constructivas y recibir un reconocimiento por
ellas. Sin embargo, en muchas comunidades no existen este tipo de actividades o no hay ningún
lugar donde los niños puedan practicarlas con seguridad fuera de las horas de clase. Los programas
de actividades después de las horas de clase proporcionan esas instalaciones para los niños y los
jóvenes. En condiciones ideales, los programas deben ser:
– integrales, es decir, abordar la amplia gama de factores de riesgo de violencia y delincuencia
juveniles apropiados desde la perspectiva del desarrollo; de larga duración.

Supresión de la violencia de las pandillas


Los programas comunitarios para prevenir la violencia de las pandillas han adoptado varias formas.
Las estrategias preventivas han incluido intentos de suprimir las pandillas juveniles o de organizar a
las comunidades afectadas por ellas de tal manera que operen de otro modo y no incurran en

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actividades delictivas. Las estrategias rehabilitadoras o correctivas incluyen programas de extensión
y orientación para los miembros de las pandillas, así como programas que procuran encauzar sus
actividades en direcciones socialmente productivas. Hay pocos indicios de que los programas para
suprimir las pandillas, organizar las comunidades o proporcionar servicios de orientación o
extensión sean eficaces. En Nicaragua, los muy variados esfuerzos policiales por suprimir las
actividades de las pandillas en 1997 tuvieron solo un éxito temporal y finalmente tal vez hayan
agravado el problema. Los intentos de organización comunitaria en los Estados Unidos, en Boston y
Chicago, no han tenido éxito en reducir la violencia de las pandillas, quizá porque las comunidades
afectadas no estaban suficientemente integradas o cohesionadas para mantener esfuerzos
organizados.

Otras estrategias
Otras intervenciones orientadas a las comunidades que pueden resultar eficaces son:
– El monitoreo de las concentraciones de plomo y la eliminación de los productos tóxicos de
uso doméstico para reducir el riesgo de daño cerebral en los niños, algo que puede conducir
indirectamente a la violencia juvenil.
– El aumento de la disponibilidad y la calidad de los centros y programas de puericultura y de
refuerzo preescolar para promover el desarrollo saludable y facilitar el éxito en la escuela.
– Los intentos de mejorar los ámbitos escolares tales como cambiar las prácticas de
enseñanza y las normas y reglamentos escolares y aumentar la seguridad (por ejemplo,
instalando detectores de metales o videocámaras de vigilancia).
– El establecimiento de rutas seguras para los niños en su camino a la escuela y de regreso de
esta u otras actividades de la comunidad.

Estrategias sociales
Los cambios del ámbito social y cultural orientado a reducir la violencia son la estrategia que se
emplea con menos frecuencia para prevenir la violencia juvenil. Ese enfoque procura reducir las
barreras económicas o sociales para el desarrollo, por ejemplo, creando programas de empleo o
fortaleciendo el sistema de justicia penal o modificar las normas y los valores culturales arraigados
que estimulan la violencia.

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Abordar la pobreza
Las políticas que intentan reducir la concentración de la pobreza en las zonas urbanas quizá sean
eficaces para combatir la violencia juvenil.

Evitar la violencia con armas de fuego entre los jóvenes


El cambio del ámbito social para mantener las armas de fuego y otras armas letales fuera del alcance
de los niños y los jóvenes no supervisados puede ser una estrategia viable para reducir el número
de muertes producidas por la violencia juvenil. Los jóvenes y otras personas que no deben poseer
armas de fuego, inevitablemente terminan por conseguirlas.
Algunas de estas personas lo harán para cometer delitos, mientras que otras cuya capacidad de
discernimiento ha sido deteriorada por el alcohol o las drogas, carecerán del cuidado y la
responsabilidad adecuados que deben acompañar la posesión de armas de fuego.
En muchos países, los medios por los cuales los jóvenes pueden obtener armas de fuego son ya
ilegales.
En este caso, un cumplimiento más estricto de las leyes existentes que reglamentan la transferencia
ilegal de armas de fuego puede dar buenos resultados en cuanto a la reducción de la violencia
armada entre los adolescentes. Sin embargo, se sabe poco acerca de la eficacia de tal estrategia.
Otro enfoque para abordar el problema de los jóvenes que poseen armas letales es sancionar y
poner en vigor leyes que exijan el almacenamiento seguro e inviolable de las armas de fuego. Esto
puede tener el efecto de limitar directamente el acceso indebido al hacer más difícil que los jóvenes
saquen las armas de fuego fuera de sus hogares e, indirectamente, reducir las posibilidades de que
las personas roben las armas de fuego. El hurto es una fuente importante de armas de fuego para
los mercados ilegales, y el hurto y el robo son la máxima (aunque no siempre la más reciente) fuente
de la cual obtienen armas de fuego los menores. Una estrategia a más largo plazo para reducir el
acceso no autorizado a las armas de fuego por parte de los niños y adolescentes sería crear armas
de fuego “inteligentes”, que no funcionen si intenta usarlas alguien que no sea su dueño legítimo.
Estas armas de fuego podrían operar reconociendo la impresión de la palma del dueño o requiriendo
la proximidad cercana de una funda o anillo especial para funcionar.
Se han evaluado algunas otras intervenciones diseñada para controlar el mal uso de las armas de
fuego. En 1977 se sancionó en Washington, D.C., una ley restrictiva de concesión de licencias que
prohíbe la propiedad de armas cortas a todos excepto a los oficiales de policía, los guardias de
seguridad y los propietarios ya existentes de armas de fuego. Posteriormente, la incidencia de los

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homicidios y los suicidios relacionados con armas de fuego descendió en 25%. Sin embargo, no se
conoce la repercusión de esta ley en cuanto a la reducción de la violencia relacionada con armas de
fuego específicamente entre los jóvenes.

Otras estrategias
Otras estrategias que abordan los factores socioeconómicos y culturales y que quizá resulten
eficaces para la prevención de la violencia juvenil, pero que no se han evaluado adecuadamente,
son:
– Las campañas de información al público para cambiar las pautas comunitarias
prevalecientes y promover el buen comportamiento social;
– las medidas para reducir la exhibición de la violencia en los medios de comunicación;
– los programas para reducir la desigualdad de ingresos;
– las actividades y las políticas para mitigar los efectos de los cambios sociales rápidos;
– los esfuerzos por fortalecer y mejorar los sistemas policiales y judiciales;
– las reformas institucionales de los sistemas educativos.

Según resulta evidente al examinar los factores de riesgo y las estrategias de prevención, la violencia
juvenil se origina en una interacción compleja entre múltiples factores, y las medidas adoptadas
para reducir este problema de manera sustancial deberán ser polifacéticas. Como ha mostrado la
exposición precedente, hay varios factores —algunos presentes en el individuo, otros en la familia
y el ámbito social— que aumentan las probabilidades de agresión y violencia durante la niñez, la
adolescencia y los primeros años de la edad adulta. En condiciones ideales, los programas deben
acercarse a los jóvenes a través de múltiples sistemas de influencia (del individuo, la familia, la
comunidad y la sociedad) y proporcionar un proceso continuo de intervenciones y actividades que
abarquen las etapas del desarrollo. Esos programas pueden abordar factores de riesgo coincidentes,
tales como el bajo rendimiento escolar, el embarazo en las adolescentes, las relaciones sexuales
arriesgadas y el uso de drogas, y de ese modo abordar las necesidades de los jóvenes en distintas
esferas de su vida.

Recomendaciones
Las defunciones y lesiones causadas por la violencia juvenil constituyen un importante problema de
salud pública en muchas partes del mundo. Existen variaciones significativas en la magnitud de este

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problema entre los países y las regiones del mundo y en el seno de cada uno de los países. Hay una
gama amplia de estrategias viables para prevenir la violencia juvenil, algunas de las cuales se ha
comprobado que son particularmente eficaces. Sin embargo, es probable que ninguna estrategia
por sí sola sea suficiente para reducir la carga sobre la salud que genera la violencia juvenil.

Durante los dos últimos decenios, se ha aprendido mucho acerca de la naturaleza y las causas de la
violencia juvenil y cómo prevenirla. Este conocimiento, si bien se basa principalmente en
investigaciones llevadas a cabo en países desarrollados, proporciona una base a partir de la cual se
pueden elaborar programas que tengan éxito para prevenir la violencia juvenil. Sin embargo, resta
mucho más por conocer acerca de la prevención. Basadas en los conocimientos actuales, las
siguientes recomendaciones, si se ponen en práctica, deben conducir a una mayor comprensión y
una prevención más eficaz de la violencia juvenil.

Más investigaciones científicas


Los datos científicos —tanto cualitativos como cuantitativos— sobre las características y las causas
de la violencia juvenil son esenciales para formular respuestas racionales y eficaces al problema. Si
bien se ha progresado enormemente en la comprensión del fenómeno de la violencia, subsisten
lagunas significativas que podrían contribuir a llenar las investigaciones en relación con los
siguientes aspectos:
– En el plano transcultural, las causas, el desarrollo y la prevención de la violencia juvenil, para
explicar las grandes variaciones mundiales de los niveles de violencia juvenil;
– La validez y las ventajas relativas de usar los registros oficiales, los registros de hospitales y
la notificación espontánea para medir la violencia juvenil;
– La comparación de los jóvenes que cometen delitos violentos con los que cometen delitos
no violentos y los que no participan en acciones violentas o delictivas;
– La determinación de los factores de riesgo que tienen efectos diferenciales sobre la
persistencia, el aumento, la disminución y el cese de la violencia a diversas edades; la
identificación de los factores que protegen contra la violencia juvenil; la participación
femenina en la violencia juvenil; en el plano transcultural, las influencias sociales y culturales
en la violencia juvenil;
– Estudios longitudinales que midan gran variedad de riesgos y factores protectores, para
ampliar los conocimientos acerca de las vías de desarrollo de la violencia juvenil; la

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disponibilidad de una mejor comprensión de la forma en que se podrían modificar
eficazmente los factores sociales y macroeconómicos para reducir la violencia juvenil.

Formulación de estrategias de prevención


Hasta el momento, la mayoría de los recursos asignados a la prevención han correspondido a
programas que no han sido puestos a prueba. Muchos de estos programas se han basado en
suposiciones dudosas y se han realizado de manera poco sistemática, sin control de calidad. La
capacidad de prevenir y controlar eficazmente la violencia juvenil requiere, sobre todo, la evaluación
sistemática de las intervenciones.
En particular, se necesitan muchas más investigaciones sobre los siguientes aspectos relacionados
con los programas de prevención de la violencia juvenil:
– Estudios longitudinales que evalúen las repercusiones a largo plazo de las intervenciones
realizadas durante la lactancia o la niñez.
– Evaluaciones del efecto de las intervenciones en los factores sociales asociados con la
violencia juvenil, tales como las desigualdades de ingreso y la concentración de la pobreza.
– Estudios sobre la eficacia en función de los costos de los programas y las políticas de
prevención.
Es preciso contar con normas uniformes para los estudios de evaluación de la eficacia de los
programas y las políticas para evitar la violencia juvenil.
Estas normas deben incluir:
– La aplicación de un diseño experimental;
– Pruebas de una reducción estadísticamente significativa de la incidencia de
comportamientos violentos o de los traumatismos relacionados con la violencia;
– la obtención de los mismos resultados en diferentes sitios y distintos contextos culturales;
– pruebas de que los efectos se mantienen con el transcurso del tiempo.

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CONCLUSIONES

El volumen de la información acerca de las causas y la prevención de la violencia juvenil están


aumentando rápidamente, al igual que la demanda mundial de esta información. Satisfacer esa
enorme demanda requerirá una inversión considerable para mejorar los mecanismos que permiten
efectuar la vigilancia de salud pública, llevar a cabo todas las investigaciones científicas necesarias y
crear la infraestructura mundial para difundir y aplicar lo que se ha aprendido. Si el mundo puede
afrontar el reto y proporcionar los recursos requeridos, la violencia juvenil podrá en un futuro
previsible empezar a ser considerada un problema de salud pública prevenible.

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BIBLIOGRAFÍA

 Casos registrados en las siguientes direcciones web:

 http://policiacomunitaria.blogspot.com/2006/06/sociedad-violencia-ydelincuencia.html.
 http://policianacionaldelperu.blogspot.com/
 http://www.amag.edu.pe/webestafeta2/index.asp?action=read&idart=76&warproom=art
icles
 http://www.derechopenalonline.com/derecho.php?id=27,314,0,0,1,0
 http://www.elcomercioperu.com.pe/EdicionImpresa/Html/2006-01-
10/impNacional0435769.html
 http://www.geocities.com/cjr212criminologia/lacassagne.htm
 http://www.larepublica.com.pe/component/option,com_contentant/task,view/id,211995
/Itemid,/

 Información basada en una propuesta de:


Enrique Hugo MÜLLER SOLON. Ex–Defensor del Policía - PERÚ (2005 – 2006)

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